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Fantasias que se cumplen... y se dejan llevar (7)

en Transexuales

Aunque siempre me había imaginado una casa de intercambios así, nada mas entrar me sorprendió el glamour que desprendía todo. La sala estaba tapizada de una tela roja oscura, con una barra de bebidas negra a la derecha y muchos sillones rojos también esparcidos por los rincones. Un globo con forma de corazón colgaba en medio de la pequeña pista de baile vacía. Algunas parejas hablaban alrededor de las pequeñas mesas sentados en los butacones, los menos a decir verdad, porque el resto se besaba tiernamente al amparo de las sombras que los focos creaban en círculos concéntricos alrededor de la sala.

Miré a Sonia encenderse un cigarro nerviosa. No sabía si le había gustado aquel beso que le di en la puerta al entrar, pero por la cara que tenía con los ojos abiertos como platos me imaginé que estaría alucinando tanto como yo. Yo quería ser mujer, de hecho me consideraba una más después de tanto tiempo, pero Sonia y mi hermana a veces me excitaban tanto como ponerme la ropa que ellas me regalaban. Después de pedir un par de copas, ron con kiwi y vodka con limón para ella, decidimos buscar a Tania y Julián. Pensé en Tania de nuevo. Era increíble el cambio que había dado. No ya solo que hubiera dejado de ser Miguel definitivamente, sino que además estaba dispuesta a ser la puta de Julián. Moví los hombros desnudos y me ajusté el top una vez más. Sonia sonrió de forma compulsiva diciéndome con los ojos que mirara a la esquina del fondo, cerca de uno de los altavoces. Había dos mujeres con un hombre besándose a la vez. Tras bebernos la copa muy rápido, y sin señal de Tania por el horizonte, comencé a pensar en mi hermana y lo que había sucedido en casa antes de que viniéramos aquí Sonia y yo. Había penetrado a mi hermana por el culo, y le había gustado... tenía que conseguir continuar con aquello de alguna forma, porque había sido igual de excitante que cuando me puse un top por primera vez a la vista de ella y sus amigas.

Me acerqué a Sonia por detrás. Tenía un culo impresionante incrementado por los tacones altísimos y anchos de sus botas negras. La falda verde tan ceñida y su jersey tan cortito enseñando el vientre parecían pegarse a su cuerpo de una forma muy sugerente. Siempre había querido ser como mi hermana y Sonia y por fin lo estaba consiguiendo. Me miré en el espejo y me subí el pantalón vaquero azul clarito para que mi culo se pusiera tan firme como el de ella. Tenía que pensar que hacer con mi cuerpo, porque me sentía fantástica con aquella ropa tan ajustada, de no ser por mi polla que a veces se revelaba dejándome en evidencia.

Le pasé por la espalda mis uñas largas y pintadas de blanco solo por las puntas y Sonia se dio la vuelta nerviosa. Me sonrió tras soltar el humo de su cigarrillo.

 

- Bueno, tía, ¿que hacemos?

Me preguntó.

Tania no aparecía y si mi vista no me fallaba, había una pareja de un hombre y una mujer algo mas mayores que nosotros, de unos 30 años supuse, que nos miraba continuamente. Me acerqué al oído de Sonia. Me estaba poniendo caliente tanto glamour.

 

- ¿Ves a esos dos?

Sonia levantó la vista y la bajó deprisa.

 

- Si...

 

- Pues no nos quitan el ojo de encima. ¿Te apetece ir a hablar con ellos?...

Sonia puso cara de sorpresa y buscó algo por su bolso.

 

- Eh.... no... no lo se...

Yo la agarré de su brazo y le abracé su mano pequeña con la mía, llena de anillos plateados que mi hermana y ella me habían ido regalando. Me había convertido en su muñequita desde el primer día y yo lo había aceptado con agradecimiento. Fuimos andando con pasos firmes clavando los tacones anchos de nuestras botas hasta la barra, justo al lado de la pareja.

El era bastante guapo de cara, con la nariz muy perfilada y unos ojos profundos pero agradables. Ella era mas alta que nosotras y su pelo pelirrojo caía por sus hombros. Llevaba un traje negro de una pieza muy ajustado con un cinturón plateado rodeando su cintura perfecta. Nos pusimos a su lado intentando disimular. Yo le puse mi mano en el culo a Sonia, que me miró riéndose, mezcla de vergüenza y estupor que yo también conocía.

 

- ¿Qué haces?

 

- Pues qué... ¿qué voy a hacer?... somos pareja, ¿no?, venga sígueme el rollo, que quiero ligarme a ese tío...

Ella abrió la boca pero no dijo nada. Supongo que se estaba poniendo muy caliente, porque me agarró de la cintura y acercó su cara hacia la mía.

 

- Yolanda.... esto no se lo cuentes a nadie... ¿vale?

 

- ¿El qué?

 

- Pues que... joder, no se... esto.

 

- ¿Le has contando tú a alguien que en realidad soy el hermano de Belén?

Ella negó rápidamente.

 

- Pues entonces, tía...

Sin dejarla pensar, acerqué mi boca repleta de carmín rojo oscuro, como la tela tapiz de las paredes, y le di un beso largo y suave. Noté como Sonia echaba su cuerpo contra el mío y puso sus manos en mi culo. Yo me sentía cada vez más mujer, pero el besar a otra mujer me la puso durísima, y en especial a Sonia... Tuve que apartarla con cuidado porque ella parecía hipnotizada con mi boca.

 

- Jo... joder... la hostia, tia...

 

- ¿Qué te pasa?

 

- Nada... nada... ¿seré lesbiana por morrearme con... vaya, con una chica?

 

- Pero yo no soy una chica normal, Sonia... ¿Qué más da?

Ella me acercó de nuevo sus labios y me metió la lengua hasta el fondo. Me estaba poniendo a cien pasar mis manos por su culo tan ceñido y apretado. Me di cuenta con envidia de que sus pechos se habían puesto muy duros, y el jersery blanco con líneas rojas en sus mangas iba a explotar. Sin querer le di un codazo al chico de al lado que nos miraba sonriendo.

 

- Perdona...

Dije con voz suave, intentando parecer tranquila. El nos miró de arriba abajo.

 

- No... perdonarme vosotras. No me había dado cuenta de las bellezas que tenía enfrente.

Sonia tosió lo que le quedaba de copa en la boca y dejó el vaso en la barra. Yo saqué un cigarrillo de mi bolso vaquero pequeño y me quedé mirándole esperando que me diera fuego. Tras un segundo incómodo, el le pidió el mechero a la chica que tenía al lado y me lo ofreció. Lo encendí expulsando el humo por encima hacía los botes de luz. Se creo una neblina cómplice. Sonia se acercó pasando sus manos por mi culo. Parecía que también Sonia tenía ganas de pasárselo bien, pensé.

 

- Bueno, chicas, hemos visto que os queréis mucho... ¿os gustaría que nos quisiéramos todos por igual?

Yo miré a Sonia y después las dos miramos a la chica que estaba a su lado. Parecía como si la conversación no fuera con ella.

 

- Eh... ¿querer... como querer de verdad?

Preguntó Sonia.

Yo pisé sus botas con las mías y ella me miró como si acabara de meter la pata dándose cuenta muy tarde. Las dos sonreímos como gilipollas.

 

- ¿De verdad?... bueno, si a eso le llamáis querer de verdad, pues si, querernos todos por igual, de verdad.

Yo me acerqué y pase mis uñas por su pantalón negro hasta la entrepierna. Después de todo lo que había pasado el último año aquello no me daba nada de miedo. Le toqué la polla por fuera y me sorprendí que la tuviera tan grande. Su chica miró mi mano y sonrió. Se acercó a mi y me pasó su mano por la cara para después irse directamente hacia Sonia, que miraba asustada a la pedazo de mujer que se le venía encima.

El hombre me cogió del culo y me pegó un beso tremendo en el cuello pasando su lengua por mis pendientes de aro grandes. Cerré los ojos. Era muy excitante verse manoseada por un extraño. Con el rabillo del ojo vi como la mujer hacía lo mismo con Sonia, que dejó caer sus brazos como si estuviera muerta y disfrutaba de su primer beso con una mujer como dios manda. Después de que me tocara el culo varias veces y tras meternos la lengua hasta la garganta el hombre me cogió de la mano.

 

- Hay unos cuartos al fondo. Nosotros tenemos uno alquilado siempre. Es por aquí.

El hombre me arrastró con su mano mientras Sonia caminaba como hipnotizada mirándole el culo a la mujer. Sonia estaba descubriendo un nuevo mundo, me dije.

 

- Sonia... ¿te lo estás pasando bien?

Sonia me miró con la cara hinchada de placer y asintió varias veces. La mujer se acercó por detrás suyo y la agarró de los pechos. Sonia soltó un gemido y cerró los ojos un segundo. Se lo estaba pasando en grande. Subimos unas escaleras tapizadas de rojo al igual que todo el pub y acabamos en una puerta al final de un pasillo largo y estrecho. El hombre abrió la puerta y nos propuso con el brazo que pasáramos. Me acordé de Tania. ¿Estaría ella en alguna de esas habitaciones?. Dejé que Sonia pasara abrazada a la mujer primero y por último entré yo contoneando mi culo como había aprendido meses atrás. Pensé de nuevo en mi hermana, y me imaginé la cara que pondría cuando se lo contáramos.

La habitación era pequeña, con una cama que llenaba todo el centro y una puerta de madera cerrada al fondo. Un par de lámparas de luz verde oscuro iluminaban vagamente la habitación. El hombre nos miro sonriendo, torciendo la boca con estilo. Parecía una sonrisa de cine. Comenzó a quitarse el pantalón muy despacio hasta que se quedó en calzoncillos. Sonia se acercó a mí susurrando muy bajo.

 

- Que... que hacemos...

Antes de que pudiera decir nada el hombre se quitó los calzoncillos y su polla erecta y kilométrica apareció antes nosotras. Yo abrí los ojos, Sonia subió las cejas y la mujer se acercó al hombre pasando su mano por la polla.

 

- Venir aquí... vamos a presentarnos como es debido.

La mujer nos hizo un gesto con la mano doblando su dedo índice y Sonia y yo caminamos hasta ella. Yo me imaginaba lo que tenía que hacer a continuación, así que me arrodille en la moqueta y abrí la boca diligentemente. Tenía unas ganas tremendas de mamar aquella pedazo de verga. Ya no me bastaba con ponerme la ropa que mi hermana me regalaba. Le toqué con la lengua la punta, la cogí con mis manos y me la introduje hasta la garganta. Era tremenda. Mi lengua casi no tenía espacio para maniobrar y sentí como él me agarraba de la cabeza. Me empujó varias veces hasta que cogí el ritmo que debía tener y comencé a mamar de forma compulsiva.

Levante la vista y vi como la mujer me sonreía poniéndome su mano delgada en mi cabeza.

 

- Es buena, ¿verdad?... para ser un hombre lo hace bien...

Paré un segundo al oír aquello. Siempre que me descubrían me ponía muy nervioso. Ya había tenido experiencias desagradables y nunca sabía lo que pasaría. La mujer me forzó a seguir empujando mi cabeza.

 

- ¿Y tú, rubia?

Sonia estaba muy nerviosa, pero estaba tan roja de pasión que su cara hinchada parecía que iba a reventar. La mujer la trajo hasta donde estábamos y la hizo ponerse de rodillas junto a mí. Ella obedeció de inmediato. Mientras yo seguía mamando a un ritmo fijo, Sonia me miraba intentando comprender como se hacía eso. Yo me saqué la polla de la boca y le dí un beso en la boca. Estaba tan sugerente con esa cara de no saber que pasaba a su alrededor que me excitaba mas que la polla de aquel hombre.

Sonia se acercó a la polla con miedo. Mirándome abrió su boca y comenzó a chupársela muy tímida.

 

- ¿Tu también quieres?... mira... se hace así... como lo hacía tu novia...

Le dijo la mujer poniendo su mano en la cabeza para que cogiera ritmo. Sonia cerró los ojos y mamó por primera vez una verga del tamaño de un cohete. La mujer se puso detrás de ella y comenzó a darle un masaje en la tetas. Yo llevé mi mano por debajo de su falda y comprobé que sus bragas estaban encharcadas de lujuria. Le busqué el clítoris con el dedo intentando no hacerla daño. Sonia gimió cuando lo apreté con cuidado sin soltar la polla con su boca.

Allí estábamos las dos, con una pareja de desconocidos saboreando el placer del sexo con extraños. De repente Sonia se sacó la polla de la boca y tosió varias veces. El hombre se había corrido dentro de su garganta. Sonia se pasó la mano por la boca y me miró con vergüenza. Yo sonreí y me lancé a limpiar aquella verga rellena de semen pastoso. La mujer se arrodillo junto a Sonia, la besó en la mejilla y la llevó a la cama desnudándola con mucho tacto. La puso a cuatro patas y le quitó la falda en un solo movimiento. Sonia abrió sus piernas presa del morbo y comenzó a tocarse el coño con sus manos hasta que la mujer introdujo su lengua en su vagina. Sonia tiró la cabeza hacía atrás dejando que su coleta colgara flácida. Aquella mujer la estaba haciendo soñar.

El hombre me cogió de un brazo y comenzó a darme un masaje en mi entrepierna. Yo no quería que mi polla se desvelara todavía, pero no podía aguantarme más. Me abrí el pantalón y dejé que mi polla saliera en toda su longitud. Comencé a pajearme ante la vista sonriente del hombre.

Sonia se corrió dando un chillido muy agudo cuando el hombre se puso a mi espalda y comenzó a tocarme el culo con delicadeza. Cerré los ojos. Si había algo que me gustaba de ser mujer era sentirme penetrado. Me fui a la cama, me desnudé casi rompiendo el top y me tumbé boca abajo al lado de Sonia. Noté como el hombre me atrapaba de las caderas y su punta de la polla atravesó mi ano/coño despacio. Comenzó a bombear con fuerza sin metermela toda hasta que mi ano/coño se abrió lo suficiente. Apreté los párpados y le cogí de la mano a Sonia que estaba medio drogada del orgasmo. Aquel hombre me la estaba metiendo tan fuerte que la sensación de ser atravesada me llegó hasta la garganta. Jadeé, gemí y al final sentí que algo viscoso y caliente me recorría el interior del culo.

La mujer nos miraba de pié concentrada sin perder detalle de lo que haciamos. Sonia pareció salir de su orgasmo continuo y me miró sonriendo. Se acercó a mi y metió su cabeza por debajo de mi cuerpo hasta que mi polla se introdujo en su boca. Gemí mas fuerte. Estaba siendo enculada a la vez que mi verga era chupada por Sonia. Era el colmo del placer. Descargué toda la leche en la cara de Sonia que no apartó la cabeza hasta que mi polla se pusó un poco flácida del estrés. Tragó todo y comenzó a hacerse un dedo. El hombre devolvió una mirada cómplice a la mujer. Se acercó a Sonia que estaba ensimismada en su coño y la puso en la misma posición que yo. Le tocó el ano con su dedo y lo fue introduciendo hasta donde fue posible. Sonia no estaba acostumbrada, y emitió un grito de dolor y placer. Sacó y metió el dedo hasta que me cogió mi mano y retiró el suyo para introducir el mio. Sonia movió su culo varias veces. Yo sabía que Sonia quería haber jugado con su culito mucho antes, pero como siempre el ano era un tema tabú. Miles de imágenes de Sonia, mi hermana y yo misma me pasaron por la cabeza a mil por hora. Comprendí que Tanía quisiera venir a estos sitios.

Cuando Sonia se corrió por segunda vez, la mujer me mostró su clítoris. Tenía un piercing en uno de los labios que la quedaba muy radical. Le miré su cara alargada y seria y me lancé a darla todo el placer que necesitaba, a la postre todos habíamos tenido nuestro orgasmo triunfal. Tras varios minutos la mujer descargó sus fluidos por la entrepierna.

Nos levantamos los cuatro y nos vestimos de nuevo. Sonia tenía cara de haber estado follando durante tres días, con un poco de ojeras, la cara hinchada, pálida y sonreía muerta de vergüenza. Yo estaba muy relajada. El hombre y la mujer nos despidieron en la puerta.

 

- Venir por aquí cuando queráis, bellezas.

Yo les sonreí pasando mi brazo por el de Sonia. Al cerrar la puerta detrás nuestra nos mirámos las dos.

 

- Joder... ¿qué hemos hecho?

Me dijo Sonia ofreciéndome un cigarrillo que acepté con prisa.

 

- Pues ya ves... que fuerte... ¿te ha gustado?

Sonia bajó la cabeza expulsando el humo guardando el mechero en el bolso.

 

- Yo creo que sí... pero el semen sabe muy raro... nunca me imaginé que fuera así...

 

- ¿Y te gustó que jugáramos con tu culito?

Ella me pegó un golpe en el brazo y me colocó el top que lo tenía hecho una pena. Bajamos las escalera despacio por lo cansadas que estábamos. Tania seguía sin aparecer así que cogimos un taxi de vuelta a casa.

Era de noche cerrada. Habíamos estado tres horas fuera pero habían parecido cien mil. Sonia se estiró la falda un poco más cansada

 

- Bueno... mañana hablamos... que fuerte...

Me dijo un poco avergonzada. Yo la sonreí.

 

- No hemos hecho nada malo... solo disfrutar.

 

- si tu lo dices...

Cuando la fui a dar dos besos de despedida ella torció la cara y me plantó un beso con lengua incluida y salió corriendo haciendo ruido con sus tacones calle abajo. Yo saqué el paquete de tabaco y me encendí uno antes de subir a casa a contarle todo a mi hermana. Lo pensé fríamente: Dejar que mi hermana me convirtiera en Yolanda era lo mejor que me había pasado nunca. Y Sonia esta noche había descubierto otra forma de placer. Tenia que hacer lo que fuera para conseguir que mi hermana nos acompañara la próxima vez, porque sabía que Sonia estaría dispuesta a volver. Así las tres seriamos muchísimo más amigas.

Séptima entrega de las aventuras de Yolanda, su hermana y Sonia. Espero que esta última os siga gustando, porque se está volviendo cada vez más difícil sujetar a Yolanda. También espero que sigáis con vuestros mensajes y conectando conmigo para decirme lo que os ha parecido.