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Fantasias que se cumplen y se dejan llevar... (16)

en Transexuales

Las puertas del vagón se abrieron con un ruido tan fuerte que pensé que el tren se partiría por la mitad cuando tuviera que volver a mi asiento y abrir aquellas puertas de nuevo. Por las cristaleras se veían campos verdes y marrones pasar como una exhalación, y a lo lejos las montañas, o más bien las mesetas pequeñas, parecían inmóviles y a la espera. Suspiré acordándome de aquel verano que acababa lentamente, gota a gota... Teresa y su piso a orillas de la playa había sido una de esas gotas, Sonia y su piel suave como la superficie del mar otra y mi hermana Belén, como siempre, una ola que nos arrastraba a todas. Luego estaba Irene. Nuestra Irene había pasado las mejores tres semanas de su vida junto con nosotras y había aprendido muchísimo de todo, y de todas. Me rasqué la pierna desnuda a la altura de la rodilla e intenté alisarme unas arrugas que se me habían formado en la falda blanca y corta al estar sentada durante una hora con las piernas cruzadas. Una punzada por dentro me recordó que mi hermana, Teresa y Sonia estaban cada vez mas lejos, unos metros mas cada segundo y por primera vez desde que era Yolanda sentí la inseguridad de estar sola como mujer en un mundo al que todavía no me había enfrentado de verdad.

Saqué del bolso un cigarrillo y lo encendí en el espacio minúsculo entre vagón y vagón esperando que el carmín negro que mi hermana me había puesto por la mañana no se corriera demasiado. Tenía calor, y la camiseta de licra negra tan ajustada y abierta por ambos lados, con solo unas tiras finas de tela que unían la parte delantera de la trasera me estaba haciendo sudar tanto que las gotas me bajaban hasta convertir mi ombligo destapado en un pequeño charco y el piercing dorado una bola a la deriva. Moví la cabeza para que el poco aire que entraba allí se filtrara entre mi pelo largo, rubio y rizado, mas largo, rubio y rizado que nunca, y solté el humo muy poco a poco hacia abajo entre mis labios perfilados de negro mientras me retocaba las tetas cada día mas pechugonas. Un hombre gordo y de cara desagradable me miró los pechos y luego las piernas. Me di la vuelta rápidamente apoyando los tacones de las botas negras en el primer escalón balanceado mi cuerpo de tanto en tanto. Me puse a mirar por una ventanilla abierta pensado en Daniel.

Iba a la capital. Según bajara en la estación iría a casa. Me presentaría a mis padres en persona, les diría que me mudaba al sur, a casa de una amiga porque me había salido trabajo, y sin deshacer las maletas me iría a vivir a una casa con amigas de Daniel. Mis padres sabrían por fin que había dejado los estudios, que estaba harta de vivir con ellos y por último que... que su hijo era Yolanda. El discurso lo había ensayado delante de Sonia y mi hermana mil veces los últimos días. Sobre todo me daba un miedo tremendo la reacción de mi padre, porque mi madre estaba ya curada de espanto con todo lo que Belén había hecho los últimos años. Y además, ella me comprendería, seguro. Apuré el cigarrillo, metí el paquete de tabaco en el bolso blanco, moví mis dedos del pie dentro de las botas para que no se durmieran y apreté el botón rojo para regresar a mi asiento bajo la atenta mirada de otro tío, este un poco menos desagradable, que me comía el culo con los ojos. Sin poder evitarlo me fui andando hasta el asiento moviéndolo bajo la falda apretada de izquierda a derecha descaradamente, solo para que el tío aquel se muriera de ganas de venir a tocármelo. Al sentarme una señora bien vestida, recién llegada en la última parada, me miró de arriba a abajo negando con la cabeza. Saqué la lengua para que viera el piercing que tenía en medio de la lengua y ella desvió la vista mientras me metía en la boca un chicle de menta. A ver como le decía a mis padres que su prometedor hijito se había convertido en una tía que solo pensaba en echar un buen polvo, vestir como una diosa, hablar con el móvil y pasarse las noches de fiesta en fiesta. Porque realmente desde que todas habíamos pasado tanto tiempo juntas en la playa, y en especial con la pija de Teresa, no podía parar de pensar en ponerme cañón, meterme un par de rayas y salir a comernos la noche. Cerré los ojos apoyando las botas en el asiento de enfrente mientras me ponía el walkman lo más alto que pude con la música disco que Dani me había regalado e intenté relajarme al ritmo del bombo machacón hasta que llegáramos. La señora se levantó y se cambió de sitio dos canciones después.

La salida de la estación, los piropos del taxista, la subida en ascensor a mi casa con la maletas... todo había sido como un sueño nervioso hasta ese momento. Y allí estaba yo delante de la puerta de casa, con la única luz que salía de una rendija del ascensor a punto de morir de nervios. Me senté en un escalón del descansillo con las piernas muy juntas y encendí un cigarro con las manos temblando. Todo lo que había ensayado antes se me había olvidado de golpe. Solo me venían a la mente imágenes de mi madre cruzando las cejas y mi padre cruzándome la cara. Pero había que hacerlo... porque yo era Yolanda, sería Yolanda y Dani me esperaba al día siguiente para empezar una nueva vida. Vamos, me dije.

Un ruido repentino me hizo mirar a la derecha. La puerta de la vecina estaba abierta y me miraba la jilipollas de la vieja que vivía allí.

 

- Aquí no puedes estar, y menos fumar ¿cuántas veces os lo he dicho ya?...

Yo bajé la cabeza de los nervios y vi como una bolsa de basura llena caía cerrada a mis pies a la vez que los cuchicheos de la vieja se perdían detrás de su puerta. Di la última calada al cigarrillo y me levante empujando la colilla aplastada escaleras abajo. Abrí la puerta del ascensor pensado en cambiarme, volver a ser el chico que era y esperar de nuevo que llegara mi hermana. Levanté la vista. En el espejo vi reflejada a quien realmente era yo, Yolanda, una mujer preciosa. Me arreglé el pelo para que los rizos cayeran por encima de mis pechos y los aros de mis orejas relucieran, me retoqué la cara, los ojos, me bajé un poco la falda, la camiseta, me ajusté las botas... y me di la vuelta con confianza. Un timbre sonó fuerte. Me quedé helada. Al darme la vuelta para cerrar el ascensor había dado al timbre de mi casa con el bolso. Joder. No sabía que hacer. La luz del ascensor se apagó y me quedé a oscuras temblando. Busqué las maletas para largarme corriendo de allí y un rayo de luz salió de la puerta de mi casa. Lentamente se fue haciendo mas luminosa hasta que me invadió por completo. Era mi madre.

 

- ¿Si?

Me miró de arriba a abajo con ese gesto que ponía ella de no comprender. Yo estaba callada. Comencé a jugar con uno de los rizos de mi pelo que me caían por encima de uno de mis pechos. Abrí la boca y de mi garganta estuvo a punto de escapar un "Hola mamá" con los restos de mi voz masculina. Antes de que pudiera decir nada ella hablo primero.

 

- Si buscas a Belén está en la playa con su hermano... no vuelve hasta el lunes que viene, creo...

Yo seguía sin moverme, pero asentí levemente y mi madre empezó a entornar la puerta. Justo antes de que ella la cerrara del todo decidí que si no lo hacía en ese momento no podría vivir tranquila jamás, así que cogiendo aire, metí mis dedos con unas uñas blancas de porcelana regalo de Irene y empujé. Mi madre volvió a abrir la puerta muy sorprendida.

 

- ¿Si?

Me preguntó.

 

- Hola.

Dije con un hilillo de voz., aunque lo más mujer que pude.

 

- ¿Cómo?

 

- Hola, mamá.

El corazón se me iba a salir por la boca y notaba que el sudor que resbalaba era como un mar en tormenta, porque los goterones se me formaban en el esternón y caían a través de mis pechos como cataratas, juntándose en el sujetador transparente sobre los rellenos.

 

- ¿Perdón?

 

- Hola, mamá.

Repetí.

Ella sacó la cabeza al descansillo y miró las maletas. Me miró.

 

- ¿Mamá? ¿Quién eres tú?

 

- Carlos, mamá.

Dije entonces con voz masculina. Ella dio un paso hacía atrás como si le hubieran dado un susto de muerte, me miró de arriba a abajo otra vez y pestañeó.

 

- ¿Ca... Carlos?

Asentí.

 

- ¿Pe.. pero?

Y por fin entré en casa. Ese primer paso lo recordaría el resto de mi vida. Una mezcla de excitación, miedo, nervios, ilusión... todo se juntó al entrar en casa como Yolanda. Me saqué un cigarrillo del bolso y lo encendí. Estaba tan nerviosa que casi me desmayo. Mi madre seguía sin dar crédito a lo que veía. Sonreí.

 

- ¿Está papá?, tengo que deciros una cosa...

Mi madre, en estado de shock, negó con la mano.

 

- Viene esta... esta noche. Esta con Juan viendo el fut... ¿Carlos? ¿Eres tu?

preguntó tocándome la camiseta negra tan ajustada con la otra mano justo en mis pechos.

 

- No son de verdad... todavía no... estoy tomando hormonas, pero va muy despacio... el mes que viene me ponen unos de verdad ¿Sabes?

 

- Unos de... ¿de verdad?

La cogí de la mano y nos fuimos al salón. Tiré la ceniza en un cenicero de la mesa y comencé a contarla todo. Desde que de pequeño me vestía con la ropa de mi hermana, desde que Belén me pilló... hasta lo de Dani en la playa. No podía parar de hablar y contarla todo lo que me había pasado con orgullo. Que yo era una mujer y que siempre había querido serlo. Mientras se lo contaba mi excitación me iba poniendo más y más caliente. Mi madre lo oía todo sin hablar, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua, y hasta me cogió un cigarrillo fumándoselo conmigo, pese a haberlo dejado un año antes. Cuando acabé miré el reloj del móvil. Era tarde ya y tenía que ir a la estación. Mi padre no había llegado aún, y quizás fuera lo mejor.

 

- Bueno... pues eso es lo que quería contaros. Ya sabes como es papá, así que no le digas nada... bueno, díselo a tu modo. ¿Vale?... yo me tengo que ir ya ¿sabes?. Este es el número de mi móvil. Belén te contará el resto cuando vuelva el lunes, ¿vale, mamá?

Mi madre abrió la boca pero se calló. Me cogió de las manos mirando las uñas tan blancas y largas, mas que las de ella y después me tocó los labios maquillados. Me miró la entrepierna pasando la palma de su mano por la falda blanca reluciente.

 

- ¿Y... y eso?... quiero decir... la... tu..

 

- Eso me lo quedo. Me encanta sentir que...

Me callé al ver la cara de mi madre.

 

- Bueno, ahora me tengo que ir que pierdo el tren.

Me levanté apagando el cigarrillo y recogiendo mis cosas. Metí el móvil en el bolso y la di la espalda andando como lo hace una autentica mujer, con las caderas sueltas y los hombros hacía atrás.

 

- ¿Te... te vas, hij... hijo?

 

- Hija, mamá, soy tu hija Yolanda. Bueno, ya volveré, tú cuéntaselo a papá.

La besé en la mejilla y fuí directa a la puerta. Mi polla estaba durísima y yo súper caliente.

 

- Adiós, mamá... y por cierto... puedes tirar toda mi ropa del armario... creo que no la voy a necesitar nunca más...

Antes de cerrar la puerta vi como ella levantaba la mano para despedirse con gesto de no haber entendido nada. Mi pelo se me pegaba a la carne mojada de los nervios, pero por fin, ya estaba hecho. Sonreí y note que mis piernas flaqueaban. Esperaba que la puerta se abriera de un momento a otro con mi madre llorando, y por eso tenía que irme cuanto antes. Llamé al ascensor y cogí otro taxi.

 

- Si... al numero 25, por favor.

Era el número de una pensión donde iba a pasar la noche antes de coger el tren para ir a por Dani. Tenia una sonrisa estúpida en la cara que no podía quitar, y solo quería llegar a la habitación y darme una ducha caliente... porque estaba a punto de salir ardiendo. Cuando llegué, pagué, cogí una habitación y me tumbé en la cama cerrando los ojos pensando en la locura que acaba de hacer.

 

---------

El agua caía sobre mis hombros... que notaba más suaves que de costumbre. Mi pelo rubio era liso a causa de la humedad y el calor de la ducha. Los cristales estaban empañados y mi cuerpo dejaba resbalar el jabón hasta el plato de la ducha. Me pasé la mano por la cara quitándome el pelo de la cara. ¿Que estarían haciendo Teresa, mi hermana, Sonia e Irene?... las echaba de menos mucho mas de lo que me imaginaba al principio. Mi pene estaba completamente erecto, y los pocos pechos que me habían salido por las hormonas duros como piedras. Me toqué los bordes del pezón y después me pellizqué la tetilla. Un escalofrió me recorrió la espalda. Continué tocando mi cuerpo completamente depilado con la textura que le daba el jabón, hasta que llegué a la entrepierna. Me agarré la polla con mis manos y dejé que mis uñas largas y afiladas rozaran mi fresón. Jadeé varias veces apretando las mandíbulas. Mis piernas se doblaron un poco y me tuve que poner de puntillas ante lo que sentía. Lentamente mi otra mano se fue yendo hacia mi culo. Me toqué con la palma de la mano la nalga derecha sintiendo lo suave y apretada que la tenía. Por un instante recordé que antes de que acabara el mes Dani me habría pagado la operación de pechos y solté un gemido suave y largo.

Sin preocuparme de que el agua se saliera de la ducha y manchara todo el suelo, abrí la puerta entre la niebla de humedad y busqué el tubo transparente de gomina extra fuerte que utilizaba siempre y volví a cerrar la puerta de la ducha. Metí dos dedos en mi boca y mi lengua jugó con ellos como si fuera la polla de Dani. A cámara lenta fui doblando mis rodillas apoyada en los azulejos del baño y dejé que mi espalda se resbalara hasta ponerme en cuclillas. Mi dedo empapado se introdujo en el agujero de mi culo y sin resistencia me llegó hasta el fondo. Un "siii" largo salió de mi boca. Sentía que el calor del agua se introducía hasta el fondo de mis entrañas junto con mi dedo, sintiendo que tenía algo dentro, muy dentro de mi. De un golpe me saqué el dedo e introduje despacio el bote alargado de la gomina. Con una mano por delante y la otra por la espalda empujé el bote hacía arriba mas fuerte y me tuve que morder el labio inferior para no gritar.

Las imágenes de Sonia desnuda en la playa, Dani follándome mientras tiraba de mi pelo por detrás y mi imagen en casa con mi madre de aquella mañana hicieron que me corriera como nunca lo había hecho. Mi cuerpo tembló hasta que me quedé sentada y exhausta con el agua cayendo a mi alrededor. Era mi primera corrida siendo Yolanda completa por fin.

Respiré varias veces y salí del cuarto de baño después de ponerme mascarilla para el pelo y atarme la toalla a la cabeza como hacía Teresa. Me tiré en la cama desnuda y me encendí un cigarrillo marcando el numero de mi hermana en el móvil. Bajé el volumen de la televisión.

 

- ¡¡¡Yola!!!

 

- ¡¡Herma!!... ¡¡Lo he hecho!!

Silencio.

 

- ¿De verdad has hablado con mamá y papá?

 

- Si... bueno, solo con mamá, papá estaba en el fútbol...

mi voz sonaba fuerte, mas decidida. Sonreí.

 

- ¡¡y que ha pasado, tía!!... cuéntamelo todo... joder que fuerte...

Le conté mas o menos con pelos y señales todo lo que había pasado.

 

- ¿Y que haces ahora?

 

- Estoy en un hostal... mañana cojo el tren...

Oía la música disco por detrás de ella. Estaría con todas en algún local.

 

- ¿Donde estáis?

pregunté.

 

- Por ahí.. no lo se... un amigo de Teresa... ya sabes...

 

- No sabes la envidia que me das, guarra...

La dije sinceramente.

 

- Oye, Yola, porque no..sadd..r.q.v.af

 

- ¿Como?... ¿Belén?...

La llamada se había cortado. Me estaba muriendo de envidia al oír a mi hermana de fiesta. Todavía estaba caliente, y cada vez que recordaba mi conversación con mi madre me ponía todavía más. Miré por la ventana. Estaba en pleno barrio de salida nocturna, cerca de la estación. ¿Por que no?, me dije. Si mi hermana disfrutaba yo no iba a ser menos, Joder. Me di la vuelta. Aquella noche iba a dar rienda suelta a la Yolanda libre que era. Tras esperar unos minutos a que la mascarilla hiciera su trabajo dejándome el pelo con volumen, deshice la maleta y la miré con parsimonia. Elegí el pantalón blanco tan ajustado que mi hermana me dejó hacía ya mucho tiempo, uno que tenía un dragón negro pintado en la pierna izquierda y que tan bien disimulaba mi entrepierna, un top blanco también completamente abierto por la espalda y unas sandalias negras con muchísimo tacón de corcho oscuro. Me maquillé tan nerviosa como si fuera la primera vez, y me planté delante del espejo que estaba colgado en la puerta de la habitación. Rara vez me salía el hombre que era antes, pero en ese momento me entraron ganas de follárme a aquella mujer que el espejo reflejaba. Saqué del bolso un poco de coca que mi Teresa me había dado la noche anterior y segundos después estaba caliente y lista para salir a comerme el mundo, o mejor dicho, a comerme una buen pedazo de...

Salí a la calle sola, sin mi hermana, sin Sonia, sin Teresa... solo yo y mis ganas de desfasar. Las echaba de menos mogollón, pensé, sobre todo porque nunca había salido sola de marcha. Siempre había ido acompañada de alguien o a buscar a alguien, pero sin conocer a nadie, sin saber a donde ir, nunca. Las calles estaban a reventar de gente. Muchos locales, unos pegados a otros, y todos llenos de gente se repartían por la calle estrecha. Las músicas se mezclaban y algún que otro coche pasaba pitando calle abajo. De vez en cuando notaba como algún hombre se quedaba mirándome o le daba un codazo a un amigo para que me mirara. Dependiendo de cómo fueran, sonreía o volvía la cabeza, pero en general andaba exhibiendo mi cuerpo como siempre. Tras mirar varios locales me decidí a entrar en uno de ellos entre pequeños codazos y pisotones. Me acerqué a la barra y me pedí una copa de ron con kiwi. Después del primer sorbo me fui a encender un cigarro cuando un tipo alto y de cara bastante aceptable me ofreció fuego.

 

- Buenas noches, preciosidad...

Yo le sonreí. Hacía mucho tiempo que no me ponía nerviosa cuando un hombre venía a por mí. Cogí su mechero y solté el humo hacia arriba.

 

- ¿Estas sola?

Yo asentí bebiendo de la copa un sorbo pequeño y moviendo mis pies al ritmo de la música salsa que sonaba. Después de las semanas en la playa había aprendido a mover las caderas al ritmo salsero de forma bastante convincente. Me acerqué a su oído y sonriendo le dije:

 

- Cariño, tengo pene....

El oírme decir eso me puso caliente, como siempre. Se lo dije de cara, para que no hubiera malentendidos después... estaba sola y no quería meterme el problemas. Al tío se le borró la sonrisa de la cara y salió del local. No sabía lo que se perdía, me dije. Me acabé el cigarrillo y tras esperar un rato bebiendo salí del local. Joder, me dije, con mi hermana todo era más fácil. Cruce la calle dejando que mis curvas se bambolearan de un lado a otro. Una mujer negra. alta, preciosa, se acercó a pedirme un cigarro. Era fantástica, y tenía un cuerpazo de impresión. Llevaba una falda roja larga de tubo y un top pequeño acabado en pico con unas botas negras que brillaban como estrellas. La cara era fina y sus ojos parecían comerme. Sonreí dándola el paquete de tabaco.

 

- Gracias...

Me dijo con una voz oscura. Una ola de calor me cogió por sorpresa en la entrepierna. Yo había salido de caza a por algún hombre que me hiciera sentir todo lo Yolanda que me sentía aquella noche, pero aquella mujer tenía algo muy especial. Me recordaba a Sonia, la única chica que me atraía todavía, porque desde la primera vez que una polla se introdujo dentro de mi cuerpo me había vuelto adicta a esa barra de calor atravesándome entera.

 

- ¿Te pasa algo, preciosa?

Me preguntó devolviéndome el paquete de tabaco.

 

- No... nada, nada... perdona...

Ella me miró de arriba abajo, como hacíamos todas las mujeres, y dio un paso hacia a mí.

 

- ¿Qué haces paseando sola?...

 

- Mañana salgo de viaje y quería divertirme un rato...

Dije mirándola a los ojos. Por mucho que me gustara la mujer mi cuerpo pedía a gritos que me follaran por todos lados. Miré alrededor.

 

- ¿Tu estás sola?

Ella soltó una risa.

 

- No... mi niña, estoy muy bien acompañada...

Se acercó mucho a mí y noté su mano en mi culo. Tenía fuerza. Yo lo moví nerviosa. No estaba mi hermana para defenderme ni siquiera Sonia para que me aconsejara. Parpadeé varias veces del calor que me estaba entrando.

 

- Mmmm, sabes, me muero de ganas por divertirme contigo, ¿sabes?

Yo la mire sonriendo. Quería parecer segura de mi misma, como Belén.

 

- Lo que pasa es que... yo me divierto con otras cosas...

Dije. Era una pena, pero realmente deseaba a un hombre aquella noche.

 

- Ahh... ya veo... – dijo - bueno, a lo mejor te apecete calentar hasta que consigas algo mas...

Las dos nos reímos. Ella me cogió de la mano y me llevo hasta la puerta de una casa a dos manzanas de allí. Yo abrí la boca para decirla que en serio, quería una buena polla dentro de mi, pero ella me tapo la boca con la mano. Me cogió la otra mano y se la llevó a su entrepierna. Un bulto caliente parecía bombear sangre al resto de su cuerpo. Debía ser tremendo el aparato que tenía allí. Mis ojos se abrieron muchísimo, y me tuve que reprimir para bajarla aquella falda de tubo allí mismo y comenzar a saborear el pedazo de verga que tenía aquella mujer. Ella me soltó la mano y puso la suya en mi entrepierna.

 

- Veo que tu también tienes regalito... preciosa...

Yo no podía pensar en nada mas que en subir a su habitación y dejar que me hiciera lo que ella quisiera. No sabía que me estaba pasando, si había sido la coca de Teresa o el calor que hacía, pero estaba perdiendo el control. Hinchada de lujuria y sin poder evitarlo me lleve la mano a mi polla. Iba a estallar dentro del pantalón. Ella debió comprenderlo, y subimos hasta el primer piso mientras ella me tocaba el culo. La verdad es que a su lado parecía una muñequita tremendamente excitada.

El apartamento era pequeño, de madera, y una cama roja de matrimonio estaba en la mitad del único cuarto que podía ver. Ella cerró la puerta y me empujo levemente para que diera un paso adelante. Presa de mis calores, me di la vuelta y me arrodillé ante ella, bajándola la falda y descubriendo una polla tremenda. Comencé a chuparla de arriba abajo como una fulana, sin cerrar los ojos.

 

- Joder con la chica bonita... quien lo hubiera dicho...

Escuche desde lo alto. Mis labios se abrieron y las manos del aquella negra me atraparon la cabeza obligándome a llevar un ritmo lento, pese a la velocidad a la que yo quería ir.

 

- Tranquila... tranquila... que la noche es larga...

Me dijo.

Yo no podía responder mas que con gemidos de placer. Ojalá hubiera estado mi hermana allí para poderme ver en todo mi esplendor, en todo por lo que Yolanda había salido de mi y en todo por lo que mi hermana me había enseñado. Con cada cabezada que daba parecía que aquel falo me iba a llegar hasta el esófago. Sentía que se introducía como nunca antes nada había entrado ninguna polla en mi boca. Una de las veces tuve que sacármela porque una arcada me surgió del fondo de mi estomago.

 

- Si es que eres muy burra...

Me dijo.

Me obligo a levantarme y me dejó cerca de la cama.

 

- Bájate esos pantalones blancos tan bonitos, guarrilla...

Como hipnotizada, me bajé los pantalones dejando mi polla, minúscula comparada con la suya, fuera del pantalón. Me apoyé en la cama dejando que mi culo quedara delante suyo. Sus manos fuertes me agarraron de las caderas y ella me mordió una de las orejas.

 

- Que agujerito mas usado tienes... eres una sorpresa deliciosa, ¿sabes?

Antes de terminar la frase noté como algo pastoso y muy frío resbalaba por la raja de mi entrepierna. Cerré los dientes justo cuando aquel pedazo de carne se introdujo en mi.

 

- ¿Es con esto con lo que diviertes, putilla?

Me dijo al oído.

 

- Siiiii....

Susurré.

Pensé que mi cuerpo no podría resistirlo. Dos o tres veces sentí que mis piernas flaqueaban y que me iba a desmayar. Nunca, pensaba, nunca me había sentido tan guarra como en ese momento. Deseaba que aquella mujer hiciera conmigo cualquier cosa, porque había perdido toda iniciativa. Estaba disfrutando de aquella polla como jamás había pensado... y me sentí feliz de ser Yolanda. La Yolanda libre que era entonces y supe que con Dani iría hasta el final, porque me sentía como una puta, disfrutando de un sexo salvaje que no quería que parara nunca. Un rizo de mi pelo se me metió en la boca y solté un grito muy agudo cuando ella empujo su cuerpo contra mi culo. Parecía que iba a salir por la boca. Una y otra vez el placer mezclado con el dolor se mezclaban en una fuerte sacudida. Cuando pensé que me desmayaría, ella paró. Muchos sentimientos se me cruzaron por la cabeza, pero sobre todo, unas ganas tremendas de que no parara me hicieron abrir la boca.

 

- ¡No pares ahora joder!...

Me sorprendió escuchar aquello de mi boca. Nunca me había sentido tan violenta a la vez que excitada.

 

- Shhh... calla mi niña... calla.... Siéntelo dentro, siente como palpita...

Después de estar un rato con aquello dentro, sintiéndome cada vez más y más puta, comenzó a encularme a más velocidad de lo que yo creía que se podía. Grité fuerte muchas veces hasta que sentí un chorro caliente invadiéndome por dentro y otro saliendo de mi polla. Caí rendida en la cama escuchando las risas de aquella mujer.

 

- Vaaaaya... eso ha estado bien...

escuché desde atrás.

Yo no podía hablar. Estaba boca abajo en la cama, con calambres recorriendo mis extremidades, y miles de imágenes volando por mi cabeza. Supe por qué había sacado fuerzas para decírselo a mi familia... y por que sería Yolanda para siempre. Dani me esperaba, mis pechos nuevos me esperaban y un sin fin de experiencias nuevas estaban a solo un día de distancia. Solo una noche y por fin viviría como Yolanda, porque había dado un paso más, y todavía quedaban algunos por dar.

Bueno, 16ª entrega de Yolanda y sus aventuras... espero que la espera haya merecido la pena y una vez más, si queréis comentarme cualquier cosa, ya sabéis donde estoy.