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Resolviendo diferencias

en Gays

Jose Luis se miraba en el espejo de la habitación de invitados y no salía de su asombro. ¿Qué habría visto aquel hombre en él? De acuerdo, era alto y bien formado, y de joven había sido deportista, pero hacía largo tiempo que sus obligaciones profesionales le habían ido alejando del gimnasio. Además, los acontecimientos del último año habían supuesto una multiplicación de sus responsabilidades. No, realmente había tenido muy poco tiempo para ocuparse de sí mismo.

Miró su cara. Era una cara agradable y simpática. Habría incluso quien dijera que era guapo. Unas facciones suaves y unos ojos que realmente llamaban la atención por su color azul claro. Eso era lo que decían todos, pensó, que los ojos eran su punto fuerte. Y todavía conservaba la mayor parte de su cabello moreno. No todos los varones de más de 40 años podían presumir de lo mismo.

Se miró el resto del cuerpo, que llevaba desnudo. Cuánto echaba en falta el gimnasio. Había que potenciar esos pectorales, siempre lo había pensado, y los bíceps y los tríceps… En cambio el abdomen se conservaba liso y en forma, gracias a la costumbre de hacer abdominales todas las mañanas al levantarse.

Hizo dos o tres posturas ante el espejo, de las que realizan los culturistas para marcar sus músculos. Realmente no estaba tan mal, ya se cambiarían por él muchos de su edad. Lo que habría que valorar era lo de someterse a una buena depilación, porque tenía entendido que ya no se llevaba esa capa de pelo moreno y rizado que le cubría pecho, abdomen y la totalidad de las piernas.

En cuanto al instrumento de su virilidad, aunque era más bien delgado, llamaba la atención por su longitud. Cuando era un adolescente y coincidía en los vestuarios con sus compañeros, siempre llamaba la atención y más de uno le tomaba el pelo, que si cualquier día te la pisas, que si a ti no te hace falta llamar a la puerta con la mano, etc. Con el paso del tiempo aquello no había hecho sino confirmar las promesas y seguir creciendo y creciendo. Ahora, se miró abajo, lo tenía descansando y ya le llegaba a medio muslo. Pero el recuerdo de los calientes hechos acaecidos aquella misma tarde ya amenazaba con despertar a la fiera de los 25 centímetros.

Porque todo lo que había sucedido desde que había llegado a la ciudad le tenía profundamente turbado. Ya le sorprendió que él mismo en persona fuera a recibirle al aeropuerto. -Cuánto honor- pensó con ironía, -después de tanto tiempo sin contestar a mis llamadas. ¿Qué querrá demostrar?¿Y a quién?

Bien, para comenzar con tanto recelo era mejor no haber venido. Decidió tomarse las cosas con más filosofía y esperar a ver cómo transcurrían los acontecimientos. Además, él no era una persona que se cerrara las puertas nunca a nada. Ya en el coche intentó romper el hielo:

-¿Sabes, es la primera vez que vengo a esta ciudad?

-¡Qué me dises!- Aunque George dominaba el idioma español, un suave acento delataba que no era su lengua materna.- Si te parese, podemos dar una vuelta para que conoscas esto un poco, y luego ya nos vamos a trabajar.-

-¿De verdad serías tan amable?

-Claro, será un plaser.- Dijo con su voz aterciopelada. Y volviéndose hacia el chofer, le dio detalladas instrucciones sobre el recorrido que debía realizar. José Luis no entendió nada porque no hablaba apenas el inglés.

Durante todo el viaje, su anfitrión, enormemente agradable y sonriente, le fue desvelando uno por uno los secretos de aquella hermosa ciudad, contándole detalles que insinuaban una cultura más vasta de lo que Jose Luis había sospechado, aunque con una naturalidad y una cordialidad que alejaban cualquier atisbo de presuntuosidad. Realmente era un maestro de la hospitalidad aquel hombre y disfrutaba con lo que hacía. Jose Luis se empezaba a sentir cada vez más relajado y más de una vez no pudo contener la risa al oír las simpáticas ocurrencias de su compañero de paseo.

-Oh good. Me encanta verte reír. Ya sabía yo que nos íbamos a llevar muy bien- y poniéndole una mano en el muslo, le dio unas palmaditas como si fueran amigos de toda la vida. Se miraron a los ojos y José Luis, instintivamente, retiró la mirada, pues tanta sensación de intimidad le resultaba algo incómoda. No se podían resolver las cosas tan sencillamente con un hombre al que había detestado, no era algo que su sensible corazón pudiera soportar así como así. En cambio, George parecía dispuesto a empezar de cero, como si nunca hubiera pasado nada. Su mirada era tranquila, con ese 90% de inocencia y 10% de picardía que le hacía conseguir todo lo que se proponía. José Luis le observaba y se preguntaba cómo, sabiendo de lo que era capaz, le resultaba a la vez tan cálido y entrañable. Era algo que apelaba a su instinto y se imponía a la fría lógica de la razón.

Por fin, el paseo terminó y llegaron a su destino, pero George le propuso aplazar de nuevo la sesión de trabajo y probar la sauna que tenía en su residencia. Jose Luis intentó rehusar la invitación, pero George acabó con su resistencia fácilmente:

-Ya verás, es una gosada. Además, así, eliminamos toxinas y eliminamos diferensias, ja, ja.

Así que, más tarde, dejó sus cosas en la habitación que le tenían preparada, se desnudó y tomando una toalla en la mano, se dirigió hacia donde le habían indicado que estaba la sauna, sin más ropa encima que un albornoz blanco de baño y unas alpargatas en los pies. El roce del lujoso albornoz sobre su desnuda piel le resultaba muy agradable, ¿sería seda? Había tenido un largo viaje y todavía no había podido darse una ducha, se sentía caliente y algo pegajoso. Se olió las axilas y decidió volver a la habitación y echarse unas gotas de la colonia que había en el baño. Se preguntó por qué había hecho eso, por qué se comportaba como un colegial. Le sudaban las manos y el corazón le latía más rápido de lo normal. Tenía que tranquilizarse, iría a la sauna y pasaría un rato tranquilo y distendido charlando con su sorprendente amigo. Salió al pasillo, que era largo y estaba decorado con un gusto irreprochable. Respiró al comprobar que por allí no había ni un alma. No tenía ninguna gana de encontrarse con nadie en su camino hasta la sauna. Había quedado con George a las 6 en punto y ya iba diez minutos tarde, así que aceleró el paso. A la vuelta de una esquina casi se dio de bruces contra un hombre enorme de color negro que venía en dirección contraria; era uno de los hombres de seguridad de la casa. Jose Luis no pudo evitar que se le subieran los colores. Intentó torpemente disculparse, pero aquel hombre, todavía más azorado, se esfumó a la velocidad del relámpago. Jose Luis prosiguió su camino, todavía ruborizado, y cuando llegó a la sauna iba tan distraído y atropellado, que se olvidó de llamar a la puerta antes de abrir. Cuál sería su cara de sorpresa al encontrarse a George ya dentro, sentado y con la toalla caída a un lado y proporcionándose una soberana paja, que procedió a ocultar atropelladamente bajo la toalla al ver entrar a Jose Luis, quien, por su parte, se dio media vuelta pretendiendo no mirar, y en una fracción de segundo intentó salir por donde había penetrado.

George, recuperado de la sorpresa, le detuvo:-Hold it, hold it, it´s OK. Jose Luis, get in, puedes entrar, no pasa nada.- Tras su primera reacción había recobrado su proverbial aplomo y le invitaba a permanecer con él en la sauna.

Por su parte, Jose Luis, aparentando normalidad, regresó dentro y le saludó:- Perdona, tenía que haber llamado antes de entrar. Además, llego tarde.- y se sentó a una prudente distancia en el mismo banco. Ambos se quedaron por un rato callados, procesando mentalmente la situación embarazosa que acababa de producirse.

-Tengo la sauna a media temperatura, para que podamos ser más cómodos, pero si prefieres tener el albornos puesto, voy a tener que bajar aún más la temperatura- dijo George.

Jose Luis se dio cuenta de su atolondramiento.-Ni siquiera me había dado cuenta, ahora mismo me lo quito.- Con habilidad se despojó rápidamente del albornoz a la vez que se enrollaba pudorosamente la escueta toalla en torno a su cintura y George no pudo ver nada.

Hubo otro silencio interminable. Jose Luis observaba con el rabillo del ojo que, bajo la toalla, su amigo continuaba con una considerable erección mientras se recostaba ligeramente hacia atrás con los ojos cerrados.

-Goodness! Esto no se baja ni con nada. No sé qué me pasa hoy. Vas a tener que disculparme, pero es que mientras te esperaba me he puesto a hacerme un…, ya sabes,…a jack…, no sé cómo se dirá en español.

-Una paja, hacerse una paja, o masturbarse.

-Eso, una paja. Te ruego que aceptes mis disculpas por ser tan mal anfitrión.

-No hay nada que disculpar.

-¿De verdad?

-Claro, es la cosa más natural del mundo.

-¿De verdad lo piensas? Porque yo también pienso que no tiene nada de malo, en cambio mi mujer…

-A la mía tampoco le hace ninguna gracia, no creas.

-Entonces, ¿de verdad que no te importa?

-No, de verdad.

-Pues si no te importa,… voy a seguir.

Ante el asombro de Jose Luis, se metió una mano bajo la toalla y retomó el trabajo. Jose Luis no daba crédito, aquel hombre se estaba masturbando a menos de un metro de él como si fuera la cosa más natural del mundo. Además, al principio lo hacía bajo la toalla, pero al cabo de unos minutos, perdido por completo el decoro, se sacó la toalla de encima para poder tocarse a sus anchas, y se quedó completamente desnudo ante sus ojos, sentado, la mano sacudiendo poderosamente arriba y abajo una polla circuncidada, no excesivamente grande pero proporcionada y totalmente rígida y de color encendido por la erección. Mientras George andaba en su faena, totalmente ajeno al mundo, Jose Luis no podía quitar los ojos de aquel cuerpo de hombre de cincuenta y tantos, pero en buen estado de forma todavía. El torso era ancho y parecía modelado por bastantes horas de gimnasio, pero lo que realmente le llamaba la atención era el pelo largo y parcialmente cano que adornaba su pecho y, sobre todo el que colgaba de forma llamativa desde sus huevos, y que en grandes mechones caía entre los gruesos muslos como una suave cortina. Mientras con una mano se masturbaba, cada vez más rápidamente, con la otra había empezado a pellizcarse los pezones, y Jose Luis, observando el rictus de placer de su rostro, se preguntó qué fantasías estarían ocupando en ese momento su cabeza. Por un momento envidió la desinhibición de su compañero para proporcionarse placer en su presencia sin cortarse un pelo. La masturbación en compañía era algo que no probaba Jose Luis desde los primeros años de su adolescencia, cuando se reunía con un par de amigos en los baños del colegio y competían a ver quién se corría antes. Todavía recordaba la excitación que le producían aquellos juegos. Ahora, bajo la toalla, empezaba a notar una desazón, una excitación que le era bien conocida y que estaba intentando controlar con todas sus fuerzas.

De repente, George salió de su estado ausente, abrió los ojos y le dijo, dejando por un momento de sacudírsela:

-Así no puedo,… no debo. Te ruego me disculpes,… estás aquí de invitado y yo haciéndome un jackun paja…

-Una paja- corrigió Jose Luis, sin darse cuenta de lo que hacía

-Eso, una paja. Discúlpame- Su polla apuntaba al techo, mientras él seguía sentado. Miró a Jose Luis a los ojos.

Jose Luis le devolvió la mirada. –No te preocupes, de verdad, puedes seguir.

-Pero, -vaciló- no puedo seguir así, mientras tú sólo miras. Quiero que tú me acompañes y te masturbes también, que disfrutes también.- Su pene continuaba con una erección máxima, como desafiándole.

Jose Luis sopesó la situación, un sentido del pudor básico le conminaba a no dejarse convencer, pero por otra parte, no veía ningún peligro en acceder y, además, su larga arma ya estaba cargada debajo de la toalla formando un aparatoso bulto; era inútil disimular la excitación que tenía.

-Está bien- accedió, y se desprendió de la toalla, liberando su largo instrumento, que desplegó sus 25 cm ya descapullados. Comenzó a acariciársela con la mano derecha. Descubrió que, contrariamente a otras veces, no necesitaba hacer uso de la imaginación porque la situación lo tenía ya completamente excitado. Vio a George, de nuevo algo recostado sobre su espalda, con las piernas bastante abiertas y flexionadas, mostrando impúdico la densa mata de pelos de sus huevos y su polla que pronto comenzó a brillar por el líquido preseminal. Eso no hizo sino excitarlo más; se concentró en su propia polla, comprobó que la tenía ahora tan dura que casi le dolía, y el movimiento de subir y bajar el prepucio le producía un placer inmediato e infalible. Ahora él también estaba expulsando abundante líquido preseminal. Sintió que estaba cerca de correrse y se detuvo, como solía hacer, para recuperarse y seguir disfrutando un poco más tiempo. Al parar, miró a su lado y se sobresaltó al hallar a George totalmente fuera de sí, agitando las piernas, abriéndolas y cerrándolas mientras se sacudía violentamente la polla con una mano y con la otra se masajeaba las bolas y, lo que le dejó anonadado: estaba mirando fijamente a la polla de Jose Luis mientras se mordía los labios y respiraba con enorme agitación. Sin quitarle la vista de encima, George eyaculó y el semen desbordó como un surtidor por su mano cayéndole en los muslos y en la toalla que tenía debajo, mientras de su ser se escapaban gemidos con cada contracción del orgasmo.

Jose Luis no podía parar de mirar aquel espectáculo, el de un hombre totalmente trasportado por el placer. Durante un momento se quedó admirándole tan ensimismado, que descuidaba su propia erección y ahora estaba caída.

Le dijo a George: -Vaya, buena corrida.

-Yeah, ha sido fantástica, wonderful!

-Ya, y bien que me andabas mirando la polla- pensó Jose Luis, pero claro, no se atrevió a decirlo. Ese era su problema, que siempre tenía que medir sus palabras. Muchas veces envidiaba a la gente que era capaz de sacar afuera en todo momento lo que llevaba dentro. El, en cambio, tanto en su trabajo como en su vida personal, siempre había tenido que transigir y mostrarse como una persona moderada y razonable.

-Pero tú no te has corrido todavía- le dijo George, echando un vistazo al pene de Jose Luis, que con tantas consideraciones se había quedado más bien fláccido.

-Eso lo arreglamos enseguida- dijo Jose Luis, pero tras intentarlo durante un par de minutos, percibió que le iba a costar recuperar el tono perdido- parece que se me ha pasado el arroz- dijo, pero su compañero no entendió la frase.

George no hacía sino empeorar las cosas porque no hacía más que mirarle, no le quitaba la vista de encima mientras él intentaba reavivar la erección, y además, es que le miraba con cara de pena, como sintiéndolo más que él mismo. Jose Luis estaba empezando a agobiarse de verdad.

Y entonces, vio lo que iba a suceder, por un momento lo vio claro como el agua, y no podría hacer nada por impedirlo porque era incapaz de negarse a nada, y no haría nada por impedirlo por la sencilla razón de que además lo estaba deseando ardientemente. George apareció a su lado y dijo:-No voy a permitir que tú te quedes sin disfrutar tanto como yo- Y dicho esto, se colocó enfrente de Jose Luis y comenzó a agacharse hasta ponerse de rodillas, de modo que su rostro se encontró cara a cara con el pene de Jose Luis, lo tomó con una mano, con la otra lo descapulló dulcemente, y se introdujo la punta entre los labios y comenzó a chupar el glande como si fuera un caramelo, concentrado, dedicado en cuerpo y alma a darle el máximo placer posible. El dueño de la polla notó cómo ésta volvía a crecer y se ponía dura dentro de la boca húmeda y caliente de su amigo americano, quien se introducía la verga casi en su totalidad, a pesar de lo larga que era, demostrando una técnica impecable.

Y Jose Luis sintió que se reavivaba la llama de experiencias pasadas, experiencias que había enterrado en su memoria pero que permanecían agazapadas, esperando su momento. Tiempo atrás había cerrado una puerta, cuando había conocido a su mujer; se había casado y había decidido dejar atrás el recuerdo de un hombre, un profesor de la universidad que le había enseñado a amar como sólo dos hombres pueden amarse, le había enseñado a disfrutar plenamente de su sexualidad, a hacer realidad todos los deseos ocultos que le atormentaban desde su juventud. Incapaz de conjugar aquellos sentimientos con su situación profesional y familiar, había decidido negarlos, abjurar de ellos e intentar llevar en adelante el tipo de vida que los demás consideraban como normal. Hasta ahora.

Ahora una de las manos de George, embadurnada en su propio esperma, había empezado a jugar con los pelos de las bolas de su amigo, produciéndole escalofríos de placer, y ahora se dirigía hacia el orificio anal, dejando un rastro húmedo a su paso. Al cabo de diez minutos de experimentar el placer de ver su polla devorada de mil maneras por aquella boca experta, Jose Luis explotó, en siete u ocho trallazos que George encajó sin pestañear, sin aflojar la succión que sus labios ejercían sobre toda la circunferencia de aquella barra dura y palpitante, sin dejar escapar ni una sola gota; y cuando terminó de fluir todo el semen, procedió a limpiar concienzudamente con la golosa lengua la superficie íntegra de la polla, lo que hizo a su dueño terminar de derretirse de placer.

-¿Ves? Ahora ya estamos iguales.-dijo George, mientras aun se relamía. Se puso de pie. Con una mano le cogió afectuosamente la cabeza a su compañero y se la abrazó brevemente contra el pecho. Jose Luis sintió la caricia de su poblada pelambrera en su cara y se conmovió. No podía creer que aquello hubiera ocurrido, que él hubiera permitido que ocurriera. No tenía voluntad, sabía que aquello no tenía ningún sentido, pero en el fondo empezaba a reconocer la fuerte atracción que empezaba a sentir por aquel hombre, que moral e intelectualmente le había parecido siempre tan despreciable. Se sentía muy confuso. Por otro lado, George había sido tan cortés con él desde que había llegado, había sido tan amable,… y los ojos con los que le miraba, ¿se estaba engañando o aquella mirada revelaba una capacidad de amar sin límites?

Estos eran los recuerdos que atormentaban a Jose Luis mientras se miraba en el espejo y se decidía entre quedarse en la habitación o aceptar la invitación que le había hecho George para cenar con él a solas en el Salón Oval. Miró por la ventana y observó la nieve cayendo mansamente sobre la ciudad de Washington. Por un lado, sabía que si volvía a acercarse a ese hombre, estaría arriesgándose a ceder a la pasión contra la que había luchado durante años. Por otra parte, tenía la responsabilidad de representar al gobierno de su país.

Cuando bajaba por la escalinata, las piernas aún le temblaban. Al llegar a la puerta del salón, el secretario personal del presidente se encontraba esperándole:

-Señor Zapatero, Mister Bush le espera dentro.

Cuando traspasó el umbral, oyó cómo la puerta se cerraba a su espalda y George le recibía en pie junto a la mesa, con una sonrisa llena de encanto. Jose Luis iba pensando que en cuanto se sentara le iba a decir que lo sucedido en la sauna había sido un error y que, por supuesto, no se iba a volver a repetir. Pero George no le dejó ni empezar:-Mira, tenemos toda la sena aquí, las bebidas, el postre,… le he dicho al servisio que no les nesesitamos, así que estamos solos y podemos hablar con tranquilidad.

-Ah, muy bien.- A Jose Luis este hombre lo desarmaba.

Enseguida George, con total sencillez, se puso a servir el consomé en la preciosa vajilla que les habían preparado. El consomé estaba exquisito, pero demasiado caliente y Jose Luis soplaba sobre la cuchara para poder enfriarlo y llevárselo a la boca. George, que no perdía un detalle de sus movimientos, se quedaba embobado con la boca de Jose Luis. Este, al sentirse observado, le espetó:- ¿Qué pasa?¿Tú no tienes hambre?

-Oh, la verdad es que poca, pero es normal teniendo en cuenta lo que estuve comiendo hace un rato- y puso un gesto de niño travieso, mientras alargaba el brazo y le despeinaba a Jose Luis en gesto cariñoso.

Jose Luis estaba tenso y había dejado su sentido del humor en la habitación:-¿Y dónde esta Laura, tu mujer?-contratacó.

-Ah, Laura no soporta estas reuniones y siempre se escapa a casa de sus padres cuando hay visita.

-Pues a mí me hubiera gustado traer a mi mujer, la echo mucho de menos. Creo que nunca volveré a viajar sin ella- Jose Luis estaba empeñado en poner fin a toda aquella situación.

-Tu mujer,… Sonsoles se llama, ¿verdad?

-Sí, ¿qué le pasa?-respondió malhumorado.

-Nada, que tiene suerte de tenerte a ti. Mi matrimonio con Laura es una pantomima desde hase años y sólo lo mantenemos en pie por cubrir las apariensias.- se entristeció visiblemente- mi vida está dirigida por un equipo de asesores de imagen, es patético.-

Jose Luis se quedó descolocado ante tanta sinceridad y no supo qué decir. Tras un largo silencio, de repente se dio cuenta de que George estaba haciendo claros esfuerzos por no echarse a llorar. -¿Qué te sucede?- le preguntó.

-Nada.-Luego tomó aire y se lanzó:-Creía que lo de antes te había gustado.

Jose Luis no dijo ni una palabra y siguió con su mirada hundida en el consomé.

El otro continuó: -Quiero que sepas que yo, al menos, disfruté mucho, pero sobre todo cuando te la mamaba y te veía disfrutar a ti.- tenía unas pocas lágrimas en los ojos.- ¿sabes?, en esta cársel de oro no es fásil tener la oportunidad de amar a nadie. Yo aquí no puedo confiar en nadie, estoy rodeado de aduladores que sólo buscan el provecho personal y apenas tengo oportunidades de conoser a alguien en quien poder confiar de verdad y con quien poder ilusionarme de verdad. Y quiero decir un hombre, porque ya hase tiempo que dejé de negarme a mi mismo que soy gay.-

Jose Luis casi se atraganta con el consomé.

George prosiguió su confesión. Estaba embalado: -Hoy cuando nos hemos conosido y hemos compartido el paseo en coche por la siudad, he empezado a mirarte y a sentir una extraña atracsión hasia ti, hasia tu hermoso rostro, hasia tu hermoso cuerpo y hasia tu carácter tranquilo. Por eso te he llevado a la sauna, la pasión tiene estas cosas, necesitaba a toda costa sentir lo que es tener tu cuerpo desnudo junto al mío, pero ni siquiera he podido abrasarte, y Dios sabe cúanto me hubiera gustado- Su voz trémula delataba que estaba a punto de echarse a llorar. Y se tapó la cara con las manos.

Jose Luis se levantó de su silla y se acercó, le tomó por los hombros y le hizo levantarse; le obligó a retirar las manos y mostrarle el rostro. Luego acercó el suyo, y abrazándole con fuerza, se besaron en la boca. Mientras sus lenguas se buscaban y entrelazaban, las manos de ambos no dejaban de recorrer sus respectivos cuerpos. Los dos estaban muy calientes, ya que la acción iniciada en la sauna no los había dejado plenamente satisfechos. Por debajo de sus pantalones, ambos notaban ya la erección completa del otro, peleando con la suya propia entre dos cuerpos que no hacían más que restregarse entre sí.

George se acercó al oido y le susurró:-¡Te deseo tanto! Quiero chupártela una y otra vez y que luego me hagas tuyo.

-Y yo no he deseado otra cosa desde que te encontré desnudo en la sauna. ¡Y pensar que yo no quería hacer este viaje!-Continuaban abrazándose- Pensaba que me odiabas, después de sacar las tropas de Irak. Además, no hacía más que llamar por teléfono y nunca contestabas mis llamadas. No entendía por qué eras tan hostil.

-Tienes que perdonarme, fue una estupides por mi parte, pero te lo voy a explicar. Todo fue por no ofender a una persona con la que tuve una relasión íntima hase un tiempo y con la que tú estás enfrentado.

-¿No estarás queriendo decir que…?

-Sí, lo que estás pensando. Entre Jose Mari, tu antesesor, y yo, surgió desde el prinsipio una relasión de camaradería que poco a poco fue trassendiendo en algo más profundo, una gran amistad que en un par de ocasiones incluyó sexo.

-No entiendo cómo puedes contarme una cosa así, ese hombre es mi enemigo.-Jose Luis detuvo sus caricias.

-Lo sé, y por eso prefiero poner la verdad sobre la mesa y que lo sepas todo desde el prinsipio. A ti no te quiero engañar. Jose Mari era tan respetuoso…, que era imposible que entre nosotros surgiera algo sólido.

-¿Demasiado respetuoso?

-Quiero desir que rehusaba que nos tratáramos de igual a igual. Me sentía incómodo con él, porque me daba la rasón en todo. Además, en el sexo tampoco nos compenetrábamos, porque él se negaba a penetrarme y tenía que haserlo siempre yo, y me daba la sensasión de que no disfrutaba demasiado. Pero estoy hablando en exseso. Lo sierto es que nuestra relasión se enfrió, y más aún cuando dejó de ser presidente y dejó de venir por aquí. Sufrí mucho porque pensé que todo su afecto había resultado falso. Más tarde me explicó por carta que había desidido sentrarse en su familia y lo entendí. ¡resulta tan difísil para una persona como nosotros asumir una relación homosexual!

Jose Luis estaba atónito, pero si una cosa entendía bien era lo último que había dicho George. El también había perdido un montón de años negándose su propia sexualidad y acababa de decidir que no iba a perder más el tiempo. Miró aquella habitación y pensó que resultaba demasiado fría para ellos dos.

-¿Por qué no me llevas a tu dormitorio? Estoy deseando arrancarse esta ropa y comer todo tu cuerpo a besos.

George sonrió aliviado, le tomó de la mano y ambos salieron del Salón Oval y recorrieron un montón de escaleras y pasillos hasta llegar a su habitación. Tras cerrar la puerta con pestillo, dieron rienda suelta a su pasión y empezaron a sacarse la ropa el uno al otro hasta quedarse completamente desnudos. Luego George, juguetón, fingió que huía por la habitación y corrió rodeando la cama para que Jose Luis le persiguiera, loco de deseo, desnudos los dos, con las pollas tiesas golpeándoles el cuerpo al correr, hasta que Jose Luis le dio alcance y le atrapó boca arriba, bajo su cuerpo, se sentó sobre su pecho hincando las rodillas a ambos lados, mientras le ofrecía a George su espléndida polla para que se la metiera en la boca. George atrapó la verga sin perder tiempo con ambas manos y comenzó a chuparla. Jose Luis estaba extasiado con lo bien que la mamaba y le preguntó:- Nunca me habían chupado la polla así, ¿quién te enseñó?

George cerró los ojos mientras saboreaba el líquido pegajoso que empezaba a destilar aquella polla y su memoria retrocedió en el tiempo a cuando era un niño. Recordaba como si fuera ayer, esa habitación, esa cama, y sobre todo aquella presencia imponente que al principio le había provocado miedo, luego asco, pero que finalmente se había convertido en el objeto perenne de sus fantasías sexuales. Su padre era el presidente y podía hacer todo lo que quisiera, porque todo lo que él hacía estaba bien. Cuando le obligó a introducirse por primera vez su polla en la boca le había disgustado profundamente el sabor agridulce del semen, a pesar de lo cual papá Jim le había ordenado tragárselo por completo para no dejar pistas. Con el tiempo y la práctica había aprendido a chupársela tan rematadamente bien, que conseguía que su padre se corriera en menos de un minuto. Mientras le succionaba, jugueteaba con sus bolas y le introducía uno de sus deditos en el ano, de modo que al hombre no le quedaba más remedio que correrse.

Así le dejaba en paz y podía seguir durmiendo. Pero el señor presidente decidió que no le bastaba con su boca y empezó a follárselo a la edad de 12 años; de esta forma el pequeño George aprendió lo que es correrse de gusto mientras sientes una verga gruesa y caliente violando la intimidad de tu cuerpo. A los 16 años, el bueno de George se la andaba mamando por el día a todo el personal masculino de la casa que quisiera hacerle caso, mientras, de madrugada, su padre le iba a visitar a su cama para darle algo más que las buenas noches. Más tarde, todas aquellas vivencias habían desembocado en una adicción al alcoholismo que finalmente había logrado superar. Sin embargo, persistía la necesidad y el ansia perpetuas por ser poseído sexualmente.

Mientras se perdía en aquellos recuerdos, continuaba con el chupeteo de la polla de Jose Luis, quien, desbordado por el placer, le acariciaba el pecho, los brazos, la cara… Antes de que Jose Luis alcanzara el clímax y se corriera en su boca, George le pidió que lo follara. Se pusieron de pie y George fue a buscar un bote de lubricante que guardaba en un cajón de la mesilla y al que recurría cuando en sus ratos solitarios se introducía los objetos más diversos por detrás. Luego apoyando sus manos en el escritorio, abrió bien las piernas y le ofreció a su amante el acceso franco a su ano. Jose Luis echó un vistazo a aquel culo apetitoso y tomando una buena porción de lubricante, la esparció sobre el ojete, mezclándolo con la tupida cabellera que lo rodeaba y que caía desde sus gruesas bolas. Sus muslos eran gruesos y peludos y le encantaban; empezó a acariciarlos con una mano, mientras con la otra empezó a tantear alrededor del orificio anal. Todo el cuerpo de George estaba ardiendo. Meter un dedo no le supuso ninguna dificultad y meter tres tampoco. Aquello iba a ser coser y cantar y estaba deseando penetrarlo de una vez y follárselo. Aproximó la punta de su verga al ano y empujó hasta notar cierta resistencia. La verga de Jose Luis era como un largo estilete y estaba más dura que nunca en su vida; la visión de aquel hombre espatarrado ofreciéndole su culo completamente indefenso para que hiciera con él lo que quisiera, hacía que su polla casi saltara de la excitación. –Fuck me, fuck me- le suplicaba George, totalmente fuera de sí, mientras culeaba para facilitar la entrada de aquella polla que ya le tenía medio ensartado.

Y entonces, de un solo golpe, se la clavó hasta el fondo, los 25 centímetros, hasta sentir que los huevos chocaban contra su culo. George gimió y aulló por el dolor, pero no dejó de culear, quería más, necesitaba que Jose Luis le diera con toda su alma y le vaciara todo el cargador dentro. Así que este puso la máquina en marcha, le sujetó las caderas con las manos y empezó a bombear y bombear cada vez más rápido, sintiendo una y otra vez el placer que le proporcionaba George al exprimir la polla con su esfínter. Estaba demasiado salido como para contenerse mucho tiempo, así que decidió tomar la polla de George con una mano y empezó a magreársela con energía, lo que hizo que empezara a aullar literalmente de placer. Finalmente, George sintió cómo Jose Luis se detenía, cómo le temblaban las piernas, y seguidamente notó que la polla que tenía dentro de su recto experimentaba unas convulsiones y expulsaba un chorro ardiente que le alcanzó hasta lo más profundo de su ser.

Al mismo tiempo, notó cómo su polla, masajeada por la mano de Jose Luis, se corría también, expulsando una cantidad increíble de leche y dejando un auténtico charco en el suelo de la habitación. Luego se dio la vuelta, y ambos cayeron abrazados chapoteando sobre el charco, donde estuvieron largo tiempo acariciándose y besándose. Entre respiraciones entrecortadas, George le dijo al oído: -Te quiero.- Y Jose Luis le dijo que él también le quería. Luego se limpiaron en el baño y durmieron un par de horas en la misma cama, la cabeza de George apoyada sobre el pecho desnudo y acogedor de Jose Luis, pero en la madrugada volvió a surgir la pasión y todavía tuvieron ocasión para darse placer mutuamente con la boca y para que George follara a Jose Luis. Esto lo hizo con tanto mimo y cuidado, que Jose Luis, atónito, le preguntó cómo podía ser tan sensible y delicada una persona que había decidido invadir Irak, a lo que George le contestó que los asuntos de política internacional eran algo sumamente complejo. –Además- le dijo- ¿sabías que Irak era uno de los países donde los derechos de los homosexuales eran más pisoteados?. José Luis reflexionó mientras se estremecía con la magnífica follada que le estaba propinando su amigo; sí, él también había decidido mejorar los derechos de los homosexuales en España, pero nunca había podido explicar a nadie el alcance de su implicación en el tema. Nuevamente se corrieron los dos, y ambos cayeron boca abajo sobre la cama, el cuerpo de George descansando sobre el de su amante, prolongando la penetración aún por unos minutos, mientras disfrutaban de la maravillosa sensación de formar un mismo cuerpo.

A la mañana siguiente, al parecer nadie notó nada, y Jose Luis hubo de emprender el viaje de regreso a España, no sin antes prometerle a George que inventaría cualquier pretexto para volver a juntarse lo antes posible. Cuando se despidieron en el aeropuerto, ambos tuvieron que contener el impulso de besarse allí mismo, delante de todo el mundo. En lugar de eso, se dieron un abrazo; un cálido abrazo que a más de un observador de los allí presentes le pareció más prolongado de lo usual en estos casos.