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Cacao en polvo

en Grandes Relatos

Cacao en polvo

1. La receta

  Es necesario hervir la nata, que vaya creciendo el calor dentro de ella poco a poco, sin prisas y, después, dejarla enfriar, que repose la calentura reciente, que sea consciente de lo que ha sucedido dentro de ella, en sus entrañas. Unas cucharadas de leche condensada no le vienen nada mal; la nata que en otras ocasiones acaba siendo devorada por bocas ansiosas recibe muy bien este añadido. Mover, mover hasta mezclar bien. Todo trabado para el placer de los sentidos.

  Sin perder el ritmo de la mano se ralla el chocolate de cobertura con ternura, con un ligero vaivén para que no se sienta agredido ya que le estamos modificando brutalmente su forma originaria, además podemos rayar trufa natural, esa que se esconde bajo la tierra para no ser descubierta por cualquiera y nos aseguramos un producto excepcional, sólo al alcance de los que disfrutan por todos sus poros. Poco a poco se le va dando calor para que las limaduras de chocolate se vayan fundiendo y se unan en una orgía de tres manifestaciones de los sentidos básicos: color, olor y sabor.

  Una vez que esté liquido, se añade manteca de cacao, nunca mantequilla, aunque este producto en el despertar de esta democracia tuvo demasiadas connotaciones sensuales aquí es una visita non grata. Además, se agrega el brandy, no el coñac ya que hay que incorporar a nuestro vocabulario las denominaciones domésticas, y la mezcla de nata con la leche condensada que ha reposado después de su orgasmo reciente. Opcionalmente, porque toda receta debe tener una pizca de libertinaje, puede añadirse unas almendras o anacardos finalmente triturados.

  Con un movimiento enérgico pero respetuoso con la mezcla, se bate hasta conseguir una masa de aspecto homogéneo, atractiva, incitadora. Después de la acción viene el reposo, tan agradable y necesario como la actividad sensorial, y debe ser de todo un día con sus veinticuatro horas y a temperatura ambiente.

  Al día siguiente, una vez reposada la mezcla y con la energía que tienen los seres vivos al despertar, porque una receta (si no es de farmacia) lo es, comienza la etapa en la que la habilidad con los utensilios y las propias manos será determinante. Con dos cucharas de postre se colocan porciones de masa sobre un plato limpio y se redondean con las manos, con movimientos rotatorios y armónicos para que las porciones informes de esa mezcla divina comiencen a convertirse entre nuestras palmas en pequeños planetas del universo culinario.

En este momento es imprescindible que la vista abandone el lugar y dé paso a otros sentidos más aventajados; que sólo se trabaje con el tacto y, por supuesto, el olfato. Con seguridad que nos trasladaremos a una situación embriagadora en la que el aroma del cacao y el brandy nos trastornará delicadamente, nos hará sentir que las caricias se las estamos regalando al amante de nuestros sueños. Mientras, el calor vuelve a inundar al chocolate negro para licuarle y poder introducir las trufas recién amasadas en ese negro magma, que las recibirá como recibimos el primer beso, con excitación. El colofón a todo ese maravilloso proceso es el cacao en polvo, que se impregnará alrededor de la masa chocolateada y hará que al degustarlas tengamos que llevarnos los dedos a la boca para limpiarnos y solucionar ese “problema”.

  Llevarlas a boca propia o ajena es la culminación de esta receta y en ese momento la explosión que se siente es similar al clímax que proporciona el amante deseado. ¿Será porque el cacao, el alimento de los dioses aztecas, encierra ciertos ingredientes mágicos, drogas de la naturaleza que nos hacen la vida más intensa? ¿Será porque las trufas naturales contienen feromonas, esos jugos internos que alientan el impulso sexual masculino, eso que para muchos unido a los deseos de nuestra mente se denominan afrodisíacos?

Será.

    Este es el primer capítulo de un ambicioso proyecto en el que estoy inmerso desde hace bastante tiempo y que me ha parecido exquisito compartir con todos vosotros.

  ¿Sabéis lo que sería maravilloso? que me enviaseis vuestras recetas sensuales en las que intervengan, aparte de los ingredientes, estados de ánimo, partes o jugos de vuestro cuerpo, imaginación caliente o fría según el plato, etc.? Es decir, sugerencias que no vamos a encontrar nunca en los libros tipo “Las mil y una recetas de Pepita...”

 

  Mi cocina está abierta a todos vosotros, individualmente, en parejas o en grupos. Ah, debo confesaros, que esa sale de la casa satisface todos y cada uno de mis deseos más íntimos. Todos. Pero eso es materia de otros escritos, o como se decía antes en el medio rural: “Harina de otro costal”.

  Salud.

  Nío ( ant1961vk@yahoo.es )