miprimita.com

Lucía, espíritu del bosque

en Grandes Relatos

Lucía, espíritu del bosque

Era sagaz en la prisión del frío.

Vio los presagios en la mañana azul: los gavilanes

hendían el invierno y los arroyos

eran lentos entre las flores de nieve.

Venían cuerpos femeninos y él advertía su fertilidad.

Luego llegaron manos invisibles. Con exacta dulzura,

asió la mano de su madre.

(Fragmento de El vigilante de la nieve de Antonio Gamoneda)

Mientras paseo la esponja por mis entumecidas piernas…, buúfff, debo confesaros que esta pasada noche ha sido escandalosamente promiscua, no puedo ni imaginar lo que me espera a lo largo de ese día cuyo amanecer hace ya algunas horas que ha sucedido. Una fina nevada está empezando a pintar de blanco el valle, dando un esplendor radiante al precioso paisaje que se divisa desde mi ventana. Me encantan los días nevados, aunque hoy no es el más apropiado. Sin dilación tengo que resolver un asunto urgente.

Ayer, Rafa, mi novio, siempre tan caballeroso, me había llevado a una especie de fiesta, bastante rara y en principio nada sugerente. La verdad es que si no hubiese insistido tanto como lo hizo, no habría aguantado allí ni lo que se tarda en tomar la primera copa.

El quería que me quedase, me susurraba al oído que lo iba a pasar en grande. ¿En un lugar donde casi todo el mundo iba disfrazado y a  mi nadie me lo había dicho?, pero os prometo que ese fue el único momento en el que me sentí descolocada. Y allí me teníais que haber visto, entrando con un abrigazo (sintético, eso sí) por el frío y los pies algo entumecidos por el contacto con la nieve. Todo se precipitó vertiginosamente y ya de madrugada, mi cabeza daba vueltas junto a otras cuantas personas, hombres y mujeres, en una de las habitaciones más grandes que he visto en mi vida. Recuerdo a retazos lo que allí pasó, que por cierto algún día tengo que relataros (con la ayuda de Rafa, claro), aunque ahora, mientras me seco, sólo tengo la sensación de haber participado en la carrera de cuadrigas de Ben-Hur. En secreto os diré que mi dulce amiguito está irritado y dolorido, bueno las dos entradas más íntimas que tengo sufrieron ayer de lo lindo, pero no me voy a quejar porque sé que toque el cielo con la punta de mis yemas.

Tengo que ponerme las pilas, salir ya de la ducha, desayunar algo para reponer fuerzas y recoger a Amanda a las 12 para echar las solicitudes de unas plazas muy golosas que han salido en el ayuntamiento. Un trabajo para toda la vida y, además, precioso, relacionado con los temas ambientales que han sido motivo y materia de nuestras visitas a la universidad durante los últimos tres años. Hoy se cierra el plazo y no podemos retrasarnos. Sabía, por un agente municipal, que no se estaba presentando demasiada gente. Increíble. 

-¿Amanda?, te paso a recoger dentro de quince minutos- apremié a mi amiga que supongo ya estaría preparada. No creo que hubiese tenido una noche como la mía.

-Ah, Lucía, sí, vale.... ya estoy lista. Si quieres te espero abajo, así no tienes ni que salir del coche, pero no tardes que me congelo- siempre tan diligente y organizada.

-Bueno, en eso quedamos. Por cierto, tengo que contarte algunas cosillas, chica. Bufff, estoy destrozada pero contenta, ya, ya,…s텅 luego te cuento.-

-¿Eh? ¿Qué hicisteis anoche, putón?- siempre nos tratábamos así, con delicadeza y cariño.

-Nada, nada. Por el camino…¿vale?. La próxima vez te tienes que venir. No sé porqué ayer te piraste tan pronto. Venga corta que se hace tarde, no veas como te enrollas. Un beso, bruji.

El simple movimiento de cerrar el móvil y guardarlo en el bolso me dolía. Joderr, si tenía agujetas, ¡Agujetas de follar! Cierro los ojos y me veo otra vez en la gran sala, entre aquellos desconocidos con caretas, con el temor que me producía la escena y con la única esperanza puesta en Rafa, que me susurró al oído: Lucía, en cuanto quieras irte me lo dices. Te quiero.

 

Al salir a la calle me doy cuenta que están cayendo finos copos de nieve y ese detalle en vez de fastidiarme, por el tráfico y esos líos que pasan en las calles cuando nieva, me alegra, me inunda de una satisfacción que no sentía hacía tiempo. Me siento muy optimista y, además, segura que una de las plazas va a ser para mí. Sin demasiados contratiempos me planto frente a la casa de Amanda, que también está retirada del centro como la mía, en una de las faldas del monte que corona nuestra querida ciudad. Llego justo cuando salía a la calle, que compenetración. Menos mal, si no se iba a quedar pajarito la pobre.

Vivimos en un pueblo, bueno eso era antes, ahora es más bien una ciudad, una ciudad a las faldas de los pirineos oscenses. Una preciosidad de lugar que de momento no se nos hace pequeño, como a veces les sucede a muchas gente que todavía está en los veintitantos. Hoy, la carretera que baja a la villa antigua está más intransitable que de costumbre. En algunos momentos las ruedas se deslizan ligeramente en la nieve lo que hace que no pueda prestar toda la atención que Amanda requiere, sobre todo en lo relacionado con la noche anterior. Ella, junto con mi novio y algunos otros amigos, son mi gente o dicho en palabras de mi madre, las malas compañías que a una chica dulce y sensible como yo no le convienen pero mi carácter y personalidad hacen que no tenga más remedio que aceptar mis propias decisiones.

Amanda sigue insistiendo sobre el conocimiento de lo que se perdió por dejarnos antes de ir a la fiesta y no puedo evitar, mientras intento mantener el coche en el carril, ir dándole pinceladas. Que si todos estaban disfrazados; que si bebimos algo pero no tanto como para no recordar cómo se precipitó todo; que si me vi en una gran habitación con un antifaz puesto y Carlos a mi lado; que si un montón de manos se deslizaban sobre mí hasta que me sentí atada a una especie de altar central, que si esas personas, de ambos sexos, comenzaron a besarme por todo el cuerpo; que si poco a poco iban abriéndose paso dentro de mí de las maneras más inimaginables y con los artilugios que ni en los sex-shops se encuentran, etc. Todo vuelve a mi mente a medida que lo estoy relatando, aunque Amanda sólo responde con monosílabos interrogantes: ¿Sí? ¿No? ¿Cómo?.... Uff, estoy sintiendo como crece la humedad entre mis piernas, previamente anunciada por un cosquilleo muy sugerente que acaba de nacer dentro de mi maltratado coñito. Joderrr, me estoy poniendo cachonda de verdad, sí, y estoy conduciendo a la vez. Que peligro. Ya veréis como esto lo prohíben en el próximo código de conducir y quitará puntos del carné, seguro.

-CUIDADO- me grita Amanda al ver que en medio de la carretera hay un jeep de la policía municipal y dos agentes se interponen haciéndonos señas para que paremos.

-¿Qué coño es eso? ¿Un control?- mi mente se dispara buscando algo que podamos llevar y sea un problema. Mientras detengo el vehículo, que vuelve a patinar, esta vez considerablemente, intento adivinar cuál será la explicación que me va a dar el policía, porque no tenemos nada que declarar.

-Buenos días, señoritas. Debo decirles que no pueden continuar, la carretera está bloqueada por unos desprendimientos que ha habido esta noche y, además, está todo lleno de placas de hielo- y una sonrisa atractiva rubrica la prohibición.

-¿Qué? No puede ser. Tenemos que llegar al ayuntamiento antes de que cierren. Vamos a entregar unas instancias para unas plazas y hoy es el último día. Tenemos que seguir como sea- le digo con bastante energía.

-Pues lo siento mucho pero no puedo permitir que sigan. El peligro es excesivo y, en este caso, la responsabilidad mía- con autoridad, su tono de voz no deja lugar a dudas.

-Pero… compréndalo, es muy importante que lleguemos, ¿no se da cuenta, agente?- exclamo intentando dar a mi voz el tono más suplicante que puedo, mientras Amanda también le está insistiendo en lo mismo.

-¿Cómo quieren que se lo diga? Además, ¿llevan cadenas?- y con esto nos da a entender que en el caso de poder sortear las piedras, el hielo y la incipiente nieve serían un impedimento aún más peligroso.

-Uhmmm, me temo que no, ¿y ustedes, nos podrían dejar unas?- arriesgo a sabiendas que el agente busca la excusa perfecta para impedir nuestro paso.

-Que se ha creído, señorita, que somos el RACE. Lo siento pero las únicas que tenemos puede ver que están puestas en el coche patrulla. Están intentando dejar franca la vía pero todavía no nos han comunicado que hayan terminado los trabajos. Lo siento, en serio, lo siento- y esta vez estaba muy claro que nada se podía hacer, que la convocatoria de ese año no iba a contar con nuestras instancias.

Amanda se acerca y me susurra al oído una solución. Da gusto tener amigas tan inteligentes, aunque no va a ser fácil conseguirlo porque necesitamos la colaboración de la policía. Por cierto, el que nos ha informado y que ahora estaba frente a nuestro coche hablando con su compañero, es un hombre muy atractivo, y no lo digo por el fetichismo del uniforme (recuerdo que en la fiesta había uno disfrazado de policía, le vi nada más entrar) sino porque a nuestro querido agente le sientan los pantalones de miedo. Le hacen un culito que incita irremisiblemente a delinquir para ser tratada de forma intensa por la autoridad. Antes, cuando ha estado al lado de la ventanilla, he comprobado que su cara tiene un atractivo especial, sin ser un guaperas ha logrado llamar poderosamente mi atención. Además, también he sentido su mirada clavada en mis tetas que por la calefacción del coche me es permitido no tapar en demasía. Me gusta este tipo de hombres, que se fijan discretamente pero se fijan. Creo que su aspecto nos va a ayudar mucho en el desarrollo de la idea de Amanda, que nunca deja de sorprenderme cuando se pone en plan Todo vale si hay necesidad.

Salgo del coche, lo que llama enseguida su atención. Ufff, me he dado cuenta que hace bastante frío a pesar que el Sol, casi desde el cenit, brilla nítidamente, ¿se estará haciendo tarde? Tengo que actuar y rápido, pensé. Nada más verme fuera, junto al coche, el agente comienza a acercarse a mí. Esta vez viene también su compañero, a todas luces inferior suyo. No entiendo de galones pero sí de comportamientos.

-Señorita, será mejor que vuelva al coche. Hace bastante frío y no va vestida de forma adecuada para las inclemencias- dice haciéndome un repaso de ida y vuelta por todo mi cuerpo, que tengo que deciros es bastante sugerente y atractivo, según mi novio y todos sus amigos.

-Pero…, entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Se puede dar la vuelta y rodear por la carretera de Llantés?- pregunto esbozando una sonrisa inapropiada para una consulta geográfica, pero totalmente intencionada.

-No sé cómo está el camino de vuelta. Supongo que la nieve que está cayendo lo irá haciendo cada vez más complicado y no tenéis cadenas. ¿Qué queréis, que tengamos que iros a rescatar porque os habéis quedado tiradas en la nieve?-

-Pues no sé, pero si no lo intentamos… aquí no nos vamos a quedar a dormir, agente- y remarco las últimas palabras sin perder de vista sus oscuras pupilas, antes de dejar caer los ojos de la manera más coqueta que sé. A esas alturas ya había pillado que estábamos dispuestas a casi todo por obtener un favor de ellos, pero no quiero pedirles directamente lo que Amanda me ha sugerido. Aunque tenemos prisa estoy empezando a disfrutar con la situación y, más que nada, con la fantasía de imaginar que él fue uno de los que me folló sin consideración la noche anterior, los dos iban vestidos de lo mismo. Este pensamiento cada vez menos fugaz me está acalorando a pesar de la fría mañana que está adueñándose del valle.

Quiero que él se ofrezca. Estoy probando si mi poder de seducción es suficiente como para que unos agentes incumplan ligeramente el reglamento y socorran a unas ciudadanas en apuros.

-Entonces, ¿qué se le ocurre que podemos hacer? Estamos pidiendo la ayuda de la autoridad, te estamos solicitando que nos soluciones este problema- mientras agito las instancias delante de sus narices, además de arriesgar con el tuteo para ganar posiciones.

-¿Y qué podemos hacer nosotros? Tenemos que mantener esta posición para indicar a los vehículos que vengan en esta dirección que no pueden continuar. Luis, ¿puedes llamar a central, a ver si hay noticias nuevas?- le indica a su compañero con lo que demuestra que no me he equivocado sobre quién manda aquí. Este momento me parece el más adecuado para arriesgarlo todo, dado que él no termina de arrancarse.

-¿Y tú no serías tan amable de llevarnos en tu jeep, con cadenas, hasta la ciudad? Todavía podemos llegar a tiempo. Te aseguro que un favor así va a ser correspondido muy generosamente por nosotras, ¿a que sí Amanda?- Ataque directo y punto, como hacemos siempre que a ambas nos gusta el mismo chico. Por qué esperar a que él tome la iniciativa, para eso estamos nosotras y ahora necesitábamos, sobre todo, su coche. Ufff, su cara es un poema, está tocado. La lealtad al cuerpo y al deber se le está debilitando: primer round para Lucía y Amanda.

-Saben que eso es imposible. Tenemos la obligación de permanecer aquí para evitar que otros vehículos se acerquen a los derrumbamientos- explica esta vez pero con un tono de voz que ya no es el del sargento de hierro.

-Bueno, creo que hay una solución para que todos cumplamos con nuestro deber, ¿no Lucía?- dice Amanda desde dentro del coche asomando su carita por la ventanilla del conductor y con un guiño que no pasa desapercibido para el atractivo agente.

-¿No te gustaría oír lo que tiene que decir mi amiga?- le pregunto mientras rozo ligeramente la mano que está apoyando en la ventanilla.

Sin lugar a dudas, nuestro agente se está poniendo nervioso aunque no ha hecho ninguna intención por retirar su mano que a pesar de estar enfundada en un fino guante de cuero seguro que recibe mi calor y, sobre todo, nuestras intenciones. Esto es lo que vulgarmente se llama Armas de mujer y os confieso que tanto Amanda como yo no tenemos ningún problema en utilizarlas si la ocasión lo requiere. Con un desconocido nunca nos insinuaríamos de esta forma tan directa y menos en el monte, pero con la autoridad competente, aunque estaba por demostrarse que lo fuera, no corríamos ningún peligro. Aparte de estas Armas, creo que el agente está disfrutando de tener a dos mujeres como nosotras bajo su decisión. Amanda es delgada y esbelta, su pelo cortito le da un toque muy atractivo y ensalza sus bellos ojos claros y sus jugosos labios, todo ello hace que su cara ofrezca un conjunto definitivamente insinuante y coqueto. Tiene bastantes menos tetas que yo (dos cada una, pero….) pero muy arrogantes y su culo, aunque ahora estaba resguardado en el asiento, ha creado más de un problema en la ciudad. Por mi parte tengo que deciros que mi pelo es castaño oscuro, liso y me llega por los hombros y, aunque suelo llevarlo en coleta, hoy me cae de forma sugerente. Mis ojos son grandes y de un color parecido al de mi pelo, además de ser muy expresivos. Rafa dice que no hace falta que hable, con mirar es suficiente y a veces tenemos serios problemas con este asunto, aunque no creo que sea por celos dado los sitios a los que me lleva últimamente. Soy más grandecita que Amanda, y sobre todo tengo casi un problema con mi pecho, está bastante desarrollado y se muestra erguido y desafiante, sé que los hombres pierden la compostura en su presencia, como le pasa al agente en esos momentos. Además, me gustan las prendas que no esconden mis tetas, aunque no me gusta ir reventona, por favor. Eso sí, me encantan los pantalones ajustados, porque sé que mi culito se ve muy favorecido con ellos, queda realzado porque lo tengo respingoncillo y estoy muy orgullosa de él, bueno el que está más contento es Rafa que anda como loco por colar su herramienta entre mis gustosas nalguitas pero todavía no se lo ha ganado, a menos que ayer fuera uno de los que entró por ahí. Bueno, creo que os hacéis una idea de lo que está viendo el agente al agacharse por mi ventanilla para dirigirse a Amanda.

-¿Y, según usted señorita, cuál es la solución?- pregunta mientras aspiro su aroma, en el que leo que no lleva muchas horas de guardia, todavía se reconoce el aroma que una ducha deja en el cuerpo de un hombre así. Le tengo a menos de una cuarta y la tentación de besar sus apetecibles labios se precipita en mis entrañas. La humedad se va apoderando, paso a paso, del vértice de mis piernas; el recuerdo de su imagen, transportada de nuevo a la noche anterior, se materializa con más fuerza. Cada vez estoy más convencida que estuvo en esa fiesta, en ese salón, fue uno de los más activos, pero, en ese caso…. me habría reconocido… no entiendo cómo su mirada no deja traslucir que ahora está junto a la mujer que se ha follado a su antojo hacía unas horas.

-Pues creo que una muy sencilla. Uno de ustedes nos lleva a una hasta el centro con su jeep, mientras el otro se queda cumpliendo con el servicio, quiero decir con los servicios. Evitar que otros pasen, cuidar nuestro coche hasta que vuelvan y hacer compañía a una mujer indefensa en una situación como ésta. ¿No le parece que es lo mejor para todos?- expone Amanda con un desparpajo que incluso a mí me sorprende; es demasiado temprano para tanta lucidez.

Observo como el agente se retira de la ventana y veo en su expresión que está asimilando el planteamiento, o mejor dicho, creo que las posibles consecuencias de aceptarlo.

-DARWIN, DARWIN- llama a su subordinado alzando la voz, para conseguir que éste le oiga desde el coche, tan atareado como se encuentra con la emisora, –Tenemos que tomar una decisión para resolver el problema que tienen estas señoritas. ¿Te han dicho algo de la Central?-

-Sí, mi sargento. El camino está casi expedito pero sin cadenas no se puede dejar pasar a nadie- lo que se está convirtiendo en una cruel realidad que nosotras podemos comprobar con nuestros propios ojos.

-Mira, te diré lo que vamos a hacer. Vas a coger el coche patrulla, te llevas a una de las chicas y le acercas hasta el ayuntamiento. De paso coges unas cadenas, ya sabes, las que están en mi despacho, y si ella acaba pronto te la traes de vuelta. Pero lo importante es que no pierdas el tiempo, no tengo que decirte que cuanto antes acabemos con esto mejor para todos. ¿Entendido?- le explica con autoridad. Oír sus palabras me produce un calor extra porque estoy decidida a que fuese Amanda la que acompañe al tal Darwin, que debe ser un apodo porque creo que antes le ha llamado Luis.

-Bien, ¿quién va a ir a la ciudad? Rápido que el tiempo vuela y la nevada está cada vez más amenazante- refuerza sus órdenes con una mirada de apremio.

Instantánea e inquisidoramente miro a Amanda para que sepa que las cosas están decididas. Ella hará el viaje. Las instancias están firmadas y sólo hay que pasarlas por registro y, sobre todo, la simple idea de esperar allí, en medio del monte, entre la ardiente nevada, con ese hombre uniformado me está volviendo loca. Mi corazón presiona contra el pecho y en mis sienes sus latidos llenan de ecos el interior de mi coche. Boumm, boumm, boumm.

-Cabrona, me debes una. Con gusto me hubiese quedado con él. ¿Te has dado cuenta como nos miraba hace un momento? Bueno, al lío. Lo importante ahora es poder llegar antes que cierre el registro. Quiero un informe completo, como el que tendrá que hacer el agente a sus superiores pero sin censurar los detalles morbosos, ¿vale?-

-Uhmmm, lo tendrás, pero ahora date prisa y no se te ocurra entretener a tu coger, por lo menos en la ida. Si te tienes que quedar allí me das un toque al móvil, aunque por aquí no hay mucha cobertura que digamos.-

-Vamos, por favor- nos urge mi agente personal.

En unos segundos veo como el jeep comienza su descenso hacia el fondo del valle. Ahí van nuestras esperanzas de futuro y aquí se quedan mis anhelos del presente, de un presente (¿regalo?) al que cortésmente invito a entrar en el coche, donde la calefacción, que no he quitado en ningún momento, mantiene un clima acogedor.

-Gracias. Ya estaba empezando a hacer bastante frío. El día se ha estropeado bastante. Como siga nevando así…, no sé, pero….. y eso que anoche nada presagiaba esta nevada, fue bastante calentita a pesar del cielo tan raso…- joderr, se parece al hombre del tiempo. Le noto cortado aunque el comentario sobre la noche calentita me parece cargado de doble sentido.

-Gracias a ti, de verdad. Nos has hecho un favor inmenso y sé que están infringiendo el reglamento por nosotras- le digo poniendo el tono de voz de una gatita que desea ser acariciada para ronronear junto a su macho. Estoy muy caliente y tenerle aquí, a mi lado, donde casi siempre va Rafa me produce una sensación tan morbosa que mi cabecita empieza a fantasear con algo que siempre he deseado. Me veo revolcándome sobre la nieve, desnudos los dos, rodando sobre esa superficie virgen que nadie ha pisado, sintiendo su calor por encima de todo. Besándonos, acariciándonos, mordiéndonos, introduciendo nuestras lenguas en cualquier parte de nuestros cuerpos que estuviese vacante y todo ello a la vez que él intenta llenar con su parte meteorológico el absoluto silencio natural que aquí reina, sólo interrumpido por el leve y constante gruñido del ralentí del motor.

Al quitarse los guantes, el detalle no se me escapa. En su mano izquierda lleva un anillo de oro muy especial; no es una alianza sino más bien un sello, discreto, nada de esos que les gusta llevar a los horteras, tiene un pequeño óvalo en el que destaca en relieve una figura, similar a la de los gorros de cascabeles de los juglares, algo cada vez más familiar para mí. ¿Dónde he visto otro igual? me pregunto sin encontrar la respuesta.

Él se da cuenta que no despego mi mirada de su mano ensortijada y la esconde dentro del bolsillo de su cazadora. Este detalle es esclarecedor. Bingo. Ayer, en la fiesta y no había uno solo sino varios; podía recordar que la mayor parte de las personas que deslizaban sus manos sobre mí llevaban uno igual. Incluso me pareció que Rafa se había puesto su juglar al entrar en la gran sala.

No hay espacio suficiente para que mi corazón pueda latir, mi pecho es su cárcel y me estoy asfixiando en esta situación. Decido quitarme el abrigo, aquí hace bastante calor, para lo que tengo que salir y facilitar la maniobra. En un segundo tengo que entrar para no quedarme helada.

-Uffff, que frío hace, menos mal que tengo el depósito lleno. Si vamos a estar aquí un tiempo… yo me llamo Lucía, ¿y tú?- le abordo directamente aunque no encuentro el momento propicio para desenmascararle. Y le doy un beso en la cara que todavía la siento muy fría. Él me responde con otro y se retira. Es un hombre de un solo beso.

-Nío, me llaman Nío- dice fríamente.

-¿Nío? ¿Qué nombre es ese? ¿Un diminutivo de …?-

-Bueno, no es el momento, es una larga historia y espero que no tengamos que esperar tanto- dice sin apartar sus ojos de los míos. Su media sonrisa le hace verdaderamente atractivo.

¿Sería el nombre que tendría en esa hermandad del sexo? Siento que un cosquilleo en el que se mezcla un ligero temor con lo morboso de la situación comienza a recorrer vertiginosamente mi columna. No dejo de mirarle y puedo observar cómo se despoja de la cazadora. Aparece un chaleco de lana que marca apetitosamente su pecho y el anillo vuelve a emerger ante mis ojos.

-¿Lo has reconocido, eh, viciosa?- va y suelta sin tapujos y con un tono de voz nuevo para mí.

-¿El qué?- contesto haciéndome la despistada ya que ese giro tan repentino me ha descolocado.

-¿Qué va a ser? El anillo. Te suena de anoche. Incluso tu chico lo llevaba o es que no recuerdas nada de lo que pasó.-

Estoy empezando a temer a este hombre pero os aseguro que mi cuerpo me envía otros mensajes muy intencionados. No voy a responder, es inútil pretender engañar a la policía. Y supongo que este gesto que él entiende como de asentimiento es el detonante de su reacción.

-Ayer recorrí este precioso cuerpo, que ahora me está vedado, todas las veces que me dio la gana y te aseguro que a ti te gustó y mucho. Nunca había visto a una mujer disfrutar así. Eras un puro volcán y tu chico estaba enloquecido contigo y con la escena. Creo que él es un aventajado allí, un iniciado, yo llevo sólo dos meses en esta ciudad y era mi bautismo. Cuando te he visto hoy en el coche no me lo podía creer y tú sin reconocerme. Bueno, no sólo eso, encima poniéndote coqueta para conseguir mi ayuda. Ahora ya no te veo tan segura.-

-Es que das un poco de miedo, Nío.- digo totalmente en serio.

-Pues si anoche, preciosa, no tenías miedo de nada, ahora tampoco debes tenerlo.-

-Ya, pero en la fiesta estaba mi novio y además había tomado unas cuantas copas, pero ahora….-

Ahora ha sido la última palabra que he oído salir de mis labios antes de ser sellados por los suyos. No puedo ofrecer ninguna resistencia, deseaba que me besase de forma casi obsesiva y, además, noto que él sabe hacerlo. Ufff, su lengua está profundizando en mi boca hasta iniciar un embaucador baile con la mía. Joderrr, como besa este agente. No recuerdo sus besos de la noche anterior, pero ahora están precipitando mi respiración que ya se muestra entrecortada intentando encontrar una salida a través de mi nariz. Este hombre es un volcán y yo el cono a punto de estallar. Enseguida llevo mis manos hacia su nuca, para atraer su cabeza hacia mí y fundirme en su boca como si fuésemos metales de una misma aleación. No soy capaz de ordenar mis pensamientos, con las escenas de la nieve martilleando las puertas de mi obsesionada mente.

En ese preciso instante siento el ruido de un coche a nuestras espaldas. No puede ser Amanda y menos por ese camino. Supongo que es otro vehículo que intenta llegar a la ciudad. Opto por quedarme congelada a la espera de su reacción pero no hay ninguna; que bueno, su sentido del deber se ha disipado desde que me ha empezado a besar. Por suerte, el auto sigue su camino y Nío tan sólo comenta: -No te preocupes, lleva cadenas- que cabrón, encima tiene sentido del humor. Estoy perdida.

Comienza, una vez que está lejos el ruido del motor ajeno, a desabrochar uno a uno los botones de mi jersey de cálida lana negra, sin alboroto pero con firmeza, mientras pasea el dorso de su anillada mano por mi cara. Aprovecha la cercanía para deslizar el dedo en cuestión hasta la entrada de mi boca. Este gesto siempre me desata, pero si encima estoy tan excitada como en este momento no puedo evitar chuparlo con ardor, mientras cierro los ojos pensando que es el preludio de otra visita más atrevida. Cuando tiene a la vista los ribetes del sujetador blanco que llevo hoy, uno que tiene un pequeño lazo en medio de ambas copas, se percata del motivo por el que es mi preferido, la transparencia de mis abultados pezones cuando me siento tan cachonda como ahora. Sé que este detalle le va a enloquecer.

-Uhmmm, el lazo entre estos pezones. Lucía, te diré que esta noche he soñado con estas preciosas tetas. Las he disfrutado entre mis labios y daba mi vida por volver a tenerlas y ahora me las ofreces solo para mí- y tras decir esto entierra su cara entre mis generosos pechos y busca ansioso mis dos botones, los que desean recibir las caricias que él parece prometer.

No pienso quedarme aquí viendo como el agente me come las tetas, por lo que llevo mis manos a su pantalón, desabrocho con ansia y habilidad su cinturón, bajo la cremallera y busco con afán el tesoro que seguro esconde entre sus piernas. Estoy de suerte porque aquí está, esperando para ver la luz, aunque no puedo verlo, solo tocarlo. Su cuerpo me lo impide y no le veo con intención de cesar en sus acometidas. Noto que levanta ligeramente su apretado culito para facilitar mi maniobra, lo que aprovecho para llevar la tela hasta sus rodillas, y arrastro de paso el bóxer que le hace tan apetitosas sus nalgas.

Joderrr, el cabrón este, ufff, como me está poniendo con sólo comerme mis queridas tetas. Con la calentura que tengo me parece que me voy a correr en cuanto agarre su polla y me sienta segura en este asidero. Menos mal que se ha dado cuenta y me está dejando hacer. Creo que tampoco quiere que me vaya tan pronto. El muy zorro seguro que pretende hacerme sufrir un poquito. Ahora me toca devolverle el húmedo favor.

Antes de agacharme hacia su herramienta me deleito con la vista de aquel defensor de la ley entregado a los placeres de la carne en mi propio coche. Me asalta un ligero remordimiento cuando pienso en las veces que he hecho esto mismo con Rafa, ahí, en este asiento. Me tengo que quitar esta sensación y, lo mejor para ello es abalanzarme sobre este manjar que también se ofrece solo para mí. Bajo con la mano la piel que protege este hermoso glande, ligeramente amoratado por la excitación que Nío presenta. Un canal abultado recorre la parte posterior de su polla, lo recorro hacia su base y, oh, sorpresa, tiene muy bien recortado el vello de esta parte. Uhmmm, como me ponen los chicos con el pelito corto. Con una mano sujeto por la base este gran trozo de carne ya bastante dura y con la otra aprieto el tronco para que la cabeza aumente de tamaño antes de hacerla desaparecer entre mis labios. La lengua y el paladar harán el resto.

Siento como me sujeta la cabeza para marcarme el ritmo de la mamada, que debo deciros está siendo de las más gustosas que recuerdo. ¿De verdad, cómo puede estar tan rico un desconocido? Sabe como a beso, con un aroma ligeramente perfumado a bosque, es increíble pero tan real que me está sabiendo a gloria. En varios ocasiones siento la punta de su polla en el fondo de mi garganta pero incluso ahí está en su sitio. El cerdo me está follando literalmente la boca y encima sube su culito hacia mí para hacer más profunda su penetración. Joderrr, si se me está cayendo hasta la saliva sobre su hermosa polla. Puedo oír palabras obscenas, incomprensibles, que él me lanza a modo de retahíla budista; entre el caos entiendo nítidamente como me llama zorra, zorra, y que era la mejor comida que le habían hecho en su vida. Cierto que me estoy esmerando porque soy yo la que estoy disfrutando como nunca lo había hecho con Rafa. Me siento a morir y sé que en cuanto me toque el coñito me voy a correr como una perra en celo.

Yo tampoco quiero que él se vaya, no porque me lo eche en la boca, estoy dispuesta a todo y no me disgusta el sabor del jugo de un macho excitado, sino porque no disponemos de todo el tiempo del mundo como para esto. Decido abandonar mi manjar a pesar de su ligera resistencia y me dispongo a bajarme los vaqueros que tan inoportunamente he elegido esta mañana. En dos movimientos estoy enseñando al sargento Nío mi tanga a juego, con el consabido lacito y las transparencias insinuantes que mis jugos ya han bañado y traspasado hace ya bastante tiempo. Él no se hace rogar y de un decisivo tirón me las arranca literalmente, y las deja muy mal paradas a mis pies. Ahora seguro que quiere llevar su boca hacia mi rasurado y dolorido coñito pero no le voy a dejar.

-No, no…. Ahhh….no es cómodo…. Ven, acércate y bésame, quiero tus labios, cabrón. Sí, y quiero que pierdas tus dedos dentro de mí, hazme correrme, no me falta mucho…hazlo por favor, ya…- me escucho decirle y no me reconozco en estas palabras de puta callejera. Es el deseo que me dispara, con él soy otra mujer.

Sus labios vuelven a los míos pero ahora tienen su aroma. Me parece que todavía le resultan más exquisitos que antes, al reconocerse en mí. Mientras, sus hábiles dedos están buscando mi coñito que le ofrezco todo lo abierto que el reducido espacio me permite. Con un certero avance entierra su dedo corazón en mi cuerpo, a lo que respondo con un gemido bestial, mezcla de placer intenso y de recuerdos nocturnos. Empieza a moverse con tal destreza y ardor que algo comienza a desatarse muy lentamente en lo más profundo de mi estómago. Es inconfundible, una señal de un orgasmo inminente. Dirijo sus dedos, humedecidos con mis propios jugos, a mi botón mágico, que en estos momentos ha cobrado vida propia y es fácilmente expugnable. Seguro que este cabrón ha hecho muchos apaños a mujeres con sus expertos dedos. Noto como describe sobre mi clítoris tan bellos y efectivos trazos que no tardan en dar como resultado una de las explosiones más intensas que recuerdo.

-Ahhhh, me estoy corriendo…..agghhhh, Ufff, sííííííí, como eres tan cerdo, me matas con tus dedos, síííííí, no pares, no, no, nooooooo, sigue ahí, ahí, ahííííííí…..- Ufff, qué calor estoy sintiendo. Al final me estoy corriendo de tal forma que mis jugos han manchado la tapicería del coche, me siento muy cerda pero no satisfecha todavía. Es el momento que siempre he soñado.

Me subo ligeramente los pantalones, para que me permitan caminar. Me echo el abrigo sobre los hombros y salgo del coche; compruebo que mi agente me mira desconcertado, seguro que piensa: ¿A dónde coño va esta ahora? Abro su puerta y,

-Nío, ahora tienes que cumplir una de mis fantasías, por favor. Nunca voy a estar tan caliente como para esto. Quiero que me folles sobre la nieve, que me trates como a una puta de carretera, quiero sentirte bien dentro y que tu calor derrita la nieve que toquemos. Ven, sal, y hazlo ya……Ufff, antes de que me enfríe y se cierre para siempre mi coñito- no me lo puedo creer, me muero de frío y aquí estoy, sacándole prácticamente a la fuerza del calor del coche.

Como si de una orden se tratase, sale del coche, con los pantalones medio abrochados a la cintura. Me agarra vigorosamente de la mano y no damos más allá de diez o doce pasos, cuando rodeamos un gran roble, me enfrenta a su corteza, agacha bruscamente mi cabeza y me indica que me sujete al tronco con las manos. Tira hacia abajo de mis pantalones, los suyos se caen solos y lleva sus ya frías manos hacia mi coñito, ahora siento como sus pulgares me separaban los labios, y le muestran a su polla el camino directo al cielo. Ufff, tengo que ladear la cabeza para no chocar contra el tronco del árbol por las embestidas tan brutales que me está dando; sus caderas chocan una y otra vez contra mis nalgas y la punta de su pétreo rabo con el fondo de mi maltratada vagina. Joderrr, con tanto ardor no me ha dado tiempo ni a ponerle un condón y ahora ya es tarde.

-Toma, toma, cacho guarra, no es esto lo que querías, toma, disfruta con mi polla que te está empujando las entrañas, te voy a romper, zorra- encima me grita totalmente fuera de sí, lo que me pone más todavía. No sé cómo puede aguantar sin haberse corrido ya, con el morbo subido que tiene todo esto. A la vez que me insulta, me dice lo maravilloso que es mi culito, y me amasa las tetas que por su volumen cuelgan y se bambolean por fuera del sujetador, que como no me ha dado tiempo a quitarme está sobre mi pecho. Me siento en la gloria y como siga así me voy a correr de nuevo; qué tiene este hombre que me dispara de esta manera, ¿será su arma de reglamento?

Siento que mis piernas tiemblan. Esta postura que tanto les gusta a los hombres, a mí, en el bosque, me está volviendo loca perdida y siento un mareo que me está haciendo perder el equilibrio. Menos mal que estoy medio sujeta al tronco de este testigo vegetal. Me inunda una extraña sensación, me siento fundida con este bosque, como una ninfa sobre las que se cuentan cosas por aquí. Nío continua con sus profundas embestidas y empiezo a advertir que sus jadeos son también el anuncio de una combustión interna. Aggghhh, en una de esas embestidas me ha pillado descolocada y ruedo sobre la nieve, quedo de espaldas sobre el suelo nevado, mirando hacia la copa de los árboles y a la vista de los que puedan pasar por la carretera.

-No, no la dejes fuera, por favor. Métemela otra vez, aquí, ven, échate sobre mí, quiero sentir la nieve, ahhhh, que maravilla, ven cariño, fóllame como lo estabas haciendo…..- y Nío se pone de rodillas, me levanta ligeramente las piernas para facilitar su penetración y se instala de nuevo dentro de mi coñito, que a esas alturas me arde mucho más que anoche.

No me lo puedo creer. Mi fantasía más intensa se está haciendo realidad y con un hombre superior. Me estoy deshaciendo entre sus brazos, extremadamente caliente y cachonda, y la nieve bajo mi cuerpo es abrasadora. Sus acometidas se están acelerando pero ya es tarde para mí; la sensación nívea y la polla de aquel dios han desencadenado una reacción atómica dentro de mí.

-Ahhhhh, no pares, Nío, por favor…… sigue, sigue, dale, sí, sííí, síííí, ohhhh, oh, que me corro, me estoy yendo, sí, pero qué es esto, qué haces, ahhhggg- y siento como un chorro espeso y caliente aterriza en las comisuras de mi boca. Separo bien mis labios, mientras me retuerzo con los espasmos de mi propio orgasmo, para que él meta esa fuente dentro de mí y no desperdiciar ni una sola gota. Ni una pizca de este néctar que tan merecidamente me he ganado. Cuando decido que ya tengo todo lo que de su polla puede salir retiro la cabeza y siento como sus labios se acercan a los míos, solicitando mi generosidad. Este detalle me parece uno de los más maravillosos de esta fría mañana. Cierro los ojos y abrazo con todas mis fuerzas al agente que tan buen servicio está cumpliendo en mí.

Cuando decidimos aflojar nuestros cuerpos, vuelvo a sentir unas ganas locas de rebozarme por la nieve. Pienso que así puedo fijar eternamente en mi cuerpo las sensaciones más recientes; como si de un hierro candente se tratara. Uhmmm, nunca me he sentido tan satisfecha. Jamás.

En tan sólo unos minutos aterrizamos en la pista de la cruel realidad. El ruido lejano de otro coche se acerca, posiblemente con las mismas pretensiones que el anterior, bajar a la ciudad. Cuando está a nuestro alcance, Nío, adecentado convenientemente, va a cumplir con sus funciones ciudadanas, solicitando la precaución del conductor en el descenso.

Después se acerca a mí y me da uno de los besos más inexplicables que he recibido tras hacerlo con alguien pero que me deja inundada del sabor del bosque, el testigo de nuestro ardor.

Justo entonces:

-¿Lucía? ¿Lucía? ¿Me oyes?-

-Sí, sí, dime Amanda.-

-Misión cumplida, pero la próxima vez te vas tú con el que no le gusten las tías, ¿vale?-

En la ebriedad le rodeaban mujeres, sombras,

policía, vientos.

Ponía venas en las urces cárdenas, vértigo

en la pureza; la flor furiosa de la escarcha

era azul en su oído.

Rosas, serpientes y cucharas eran bellas

mientras permanecían en sus manos

Estoy seguro que a Lucía no se le va ha olvidar aquella mañana de diciembre y no sólo porque sus solicitudes dieron el fruto deseado sino porque en ella entró para siempre el espíritu del bosque.

Gracias Lucía por permitirme ser el primero que entra en tus dominios de esta manera tan intensa.

Me gustaría que como yo hayáis disfrutado de su cuerpo, aunque tan sólo os puedo invitar a contemplar la belleza de sus imágenes en www.luciaysustetas.com, Exquisita y salvaje.

Autor: Nío

13 y 14 de diciembre de 2005

ant1961vk@yahoo.es