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Te lo contaré...

en Sadomaso

El coche

 

Van los dos en el coche. Está atardeciendo mientras atraviesan una carretera nacional de doble sentido. Es él quien conduce y de nuevo está enfadado con ella...

No creí tener una sumisa tan vergonzosa. Creí que habíamos acordado que yo decidía que debías ponerte y que no. Por lo tanto si te digo que no lleves sujetador, no lo debes llevar por mucho que se te marquen los pezones o se insinúen los pechos...

Ella baja la cabeza. Sabe que lo ha hecho mal, pero también sabe que mientras él habla, no puede decir nada, ni siquiera disculparse. Sabe que la castigará de algún modo y el asunto quedará concluido. Su forma de disculparse se basa en bajar la cabeza y aceptar lo que él diga...

Vas a aprender a no sentir vergüenza ante las cosas que yo te ordeno, por las buenas o por las malas.

Ella agacha la cabeza un poco más, para hacerle entender que está su disposición para el castigo.

Puesto que tu falta ha sido sentir vergüenza a mostrar tu cuerpo en público para mi disfrute, el castigo será volver a sentir esa vergüenza de forma más acentuada hasta que aprendas a perderla. Quiero que te bajes la falda y las bragas hasta los tobillos y abras bien las piernas. Irás medio desnuda hasta que lleguemos a casa y además irás acariciándote el coño. No hace falta que te diga que no quiero que te corras. Espero que haya suerte y haya gente que mire hacia dentro del coche y te vea bien...

 

Inmovilidad

 

Acaban de levantarse. Los dos están desnudos. Él está sentado en el borde la cama y ella a cuatro patas en el suelo, como siempre que espera instrucciones o espera para ser disciplinada.

Si te dejo dormir conmigo, no es para que me des la noche. No has hecho más que moverte y apenas he podido descansar. Veo que voy a tener que enseñarte a estarte quietecita.

Ella besa sus dos pies por turnos y vuelve a levantar la cabeza en espera a que él le explique en que consistirá el castigo.

Atarte no serviría para enseñarte esto. Lo que quiero es que te estés quieta por ti misma. Así que tendré que aplicarte algo que te cause dolor cada vez que te muevas. Sí... Creo que ya lo tengo, además será muy sencillo de hacer. Te pondré las pinzas con la cadenita en los pezones, las regulables, y te la apretaré tanto como pueda. Después ataré un cabo de una cuerdecilla a la cadena, y el otro cabo al gancho del techo. Lo pondré tirante, para que tengas que estar de puntillas. Creo que para completarlo, bajo tus talones pobre unas hojas de ortiga, de forma que si te los bajas, tu pezones sufrirán bastante dolor y tu preciosos pies estarán unas cuantas horas picándote por la urticación de las ortigas. Yo creo que así aprenderás a no moverte...

 

 

Calor

 

El está sentado en el sillón. Ella está a cuatro patas, desnuda, frente a su Amo, con la cabeza agachada. Espera en silencio a que él hable.

De nuevo has sido desobediente. Y esta vez estoy muy decepcionado contigo, así que comprenderás que el castigo debe estar a la altura de lo que has hecho...

Ella, no dice nada. Hunde aún más la cabeza entre sus brazos. Es su forma de dar su consentimiento a que él la castigue y es también su forma de mostrar arrepentimiento.

Sí querida... lo sé... Estás arrepentida. Pero arrepentirse y pedir perdón es fácil, lo difícil es no volver a hacerlo. Y ese es mi deber, enseñarte, o más bien darte motivos para no volver a hacer algo así.

Ella se mueve un poco, lo justo para posar sus labios sobre uno de los pies descalzos de su Amo. Deposita allí el beso, pero no despega los labios del empeine.

No, mi vida... Levanta la cabeza. Quiero ver tu cara y tus ojos mientras te digo en que consistirá tu castigo. Se perfectamente que disfrutas casi más cuando te lo cuento que cuando te lo aplico, y no quiero perderme esos preciosos ojos brillando de lujuria.

Ella levanta la cabeza, y se le queda mirando a los ojos, con una mirada casi tímida, mientras espera que el hable de nuevo.

Sabes que te azotaré y tendré que hacerlo sin piedad, hasta que sientas tus nalgas arder y yo las vea bien rojas...

Ella se estremece en una mezcla de miedo y excitación. Sabe lo que él quiere decir. No es la primera vez que la azota así, y sabe que su Amo no parará por mucho que ella llore o suplique hasta que crea que ha llegado a su límite.

Comenzaré con la mano, para que vayan cogiendo un poco de tono, pero después lo haré con el cinturón, así te picarán y al final, los más fuertes, los más recibirás, y los más duros de soportar, serán con la pala...

Ella traga saliva. Lo que él le dice es algo que ya ha experimentado en otras ocasiones, pero la cara de determinación de su Amo le hace pensar que la cosa no va a acabar ahí, que el castigo será peor.

Cuando tengas el culo a mi gusto, tendré que seguir castigándote de otras formas y puesto que tu falta ha sido demasiado grave esta vez, comprenderás que voy a tener que ser un poco más cruel contigo que en otras ocasiones. Tendrás que probar un poquito más de dolor.

Introduciré las bolitas anales en tu culito. Las cinco. Sí, ya se que esto no es nuevo ni doloroso, así que haré algo para que te sea más molesto. Creo que dejaremos las bolitas allí dentro taponadas y luego te follaré el coño para poder sentirlas. El castigo está en como las taponaré.. Cera caliente, mi niña. Derramaré en tu ano la suficiente para que no puedan salir...

Ella alza más la cabeza y su cara muestra sorpresa, temor y súplica al mismo tiempo.

Veo que esto te impresiona algo más. Así me gusta. Sí, cariño, te dolerá... Imagina esas gotas calientes cayendo en tu tierno agujerito... Creo que será un buen castigo para esta ocasión...