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Orgasmo anal

en Sexo Anal

El sol entraba a raudales por la cristalera de la galería. Un ligero sopor producido por ese sol y por el calor de su piel se apoderaba de mí. Incluso el ruido de algún que otro coche pasando por la carretera inducía al sueño. No quería quedarme dormida, pero si seguíamos unos minutos más así, recostados en el sofá abrazados, eso sería lo que pasaría.

De pronto, oí su voz junto a mi oído....

Quiero que me hagas un favor...

Algo me decía que ese favor iba a ser de tipo sexual, pero lo que me pidió, no tenía nada que ver con lo que yo pensaba...

¿Me traerías un vaso de agua?

Me quedé sorprendida. Él no es el tipo de personas que pida a los demás lo que puede hacer por sí mismo, así que enseguida comprendí que aquello tenía trampa. Para ver si averiguaba un poco más sobre su petición, me hice la remolona y me acomodé un poco entre sus brazos, como si fuese un gatito desvalido.

¿No vas a hacerme ese pequeño favor?

Su voz comenzaba a sonar juguetona, quedando claro que había segundas intenciones y produciéndome una punzada en el coñito. Bien conocía yo aquel tono entre meloso y peligroso. Así que hice el amago de levantarme, pero entonces me agarró por la cintura y me volvió a sentar. Acercó sus labios a mi oreja y rozándola susurró...

Eso sí... quiero que me lo traigas desnuda...

¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Había trampa! Me eché a reír al tiempo que protestaba....

¡Tú estás loco! ¡Las cortinas están abiertas, me podrían ver desde la carretera!

Seguro que se te ocurre alguna forma de que no te vean...

Giré la cabeza para mirarle y vi en sus ojos aquella mirada que me provocaba siempre deliciosos escalofríos, traviesa, pícara, ligeramente malvada y llena de complicidad. No hacía falta que me dijese que era lo que quería exactamente que yo hiciese. Ya lo sabía... Pretendía que cruzase la galería desnuda ¡caminando a cuatro patas! La idea hizo que mil sensaciones se centraran en mi entrepierna y no tuve la menor duda de que iba a hacer lo que él me pedía, pero aún así, creí que ese era un buen momento para protestar un poco y prolongar ese momento tan excitante, previo a un acto en sí.

Si vengo caminando como tú quieres no puedo traerte un vaso de agua...

Bueno, tramé un botellín, así no tendrás ningún problema. ¡Ah! Y antes de venir, mastúrbate un minuto...

Me eché a reír entre más protestas, con lo cual me gané otro minuto más de masturbación...

No puedo negar que mientras me quitaba la ropa en la habitación, estaba un poco nerviosa. Me daba un bastante vergüenza atravesar la galería a cuatro patas y desnuda, pero cuando introduje la mano entre las piernas y toqué mi coñito comprendí que la excitación sobrepasaba con creces el pudor...

Cogí el botellín con agua que había sobre la mesita de noche y me dirigí hacia la galería. Él seguía sentado en el sofá, al fondo de la galería. No dijo nada, simplemente se quedó esperando. Tuve un breve momento de duda. Me dieron ganas de pasar la galería corriendo y tirarme entre sus brazos para intentar escapar de la situación, pero antes de darme cuenta mis rodillas y las palmas de mis manos ya se encontraban en el suelo. Agarré el botellín como pude y comencé a gatear.

Caminaba lentamente, tratando de hacerlo con la mayor elegancia posible y manteniendo la cabeza alta para poder mirarle a la cara y no perderme ninguna de esus expresiones. Pero él se limitaba a sonreír. Aquella sonrisa juguetona que conseguía doblegar mi voluntad...

Llegué hasta sus pies y tras darle el agua intenté levantarme, pero poniendo una mano sobre mi hombro me impidió hacerlo. Me quedé de rodillas entre sus piernas mientras sus manos descendían hasta mis pechos desnudos y comenzaban a acariciarlos produciéndome pequeños escalofríos. Sus labios se posaron sobre los míos y nuestras lenguas se encontraron...

De pronto su boca se separó de la mía para acercarse a mi oreja y susurrarme...

Acabo de recordar que aún tenemos una tarea pendiente...

De nuevo una oleada de punzadas se centraron en mi coño. Bien sabía yo cual era esa tarea pendiente... Aunque habíamos hecho algún escarceo en el terreno de sexo anal, su gruesa polla nunca había conseguido entrar del todo en mi culito. Él siempre había sido muy cuidadoso y me preparaba, a conciencia, pero el tamaño de aquella verga siempre había superado mi capacidad. Aunque si que era cierto que cada vez conseguíamos ir unos centímetros más allá. En el último intento habíamos llegado a la conclusión de que el siguiente sería el definitivo.

Se puso en pie y me instó a que le siguiera. No creo que haga falta decir de que forma tenía que seguirle yo. Así que de nuevo tuve que de nuevo me vi gateando por el suelo de madera...

Al llegar a la habitación, me dijo que me pusiera de rodillas apoyada sobre la cama y que le esperaba así sin moverme.

¿A dónde vas?

Ya lo veras – De nuevo aquella sonrisa – Tú no te muevas eeeh... no me hagas trampa...

Tardó varios minutos en volver en los cuales le oí abrir cajones y revolver entre objetos, mientras yo me preguntaba que demonios sería lo que buscaba. Hasta que por fin, oí sus pasos volviendo al dormitorio.

Cierra los ojos...

¿Qué has traído?

Enseguida lo sabrás... Tú cierra los ojos...

Según lo hice noté que se inclinaba hacia mí y algo frio y redondeado tocó mis labios. Saqué la lengua para explorarlo y enseguida comprendí que era algo de cristal. Lo recorrí con la lengua como si de una polla se tratase, pero era pequeño, apenas unos cinco centímetros y aunque al principio la forma iba creciendo llegaba un punto en que se reducía de forma considerable. Tenía forma de ....

¡Es como un plug! ¡Es un tapón de cristal de botella que tiene la forma de un plug! ¿Qué piensas hacer con eso?

¿Hace falta que te lo explique? Ja ja ja ja ja ja... Seguro que ya lo has adivinado. Súbete a la cama y quédate a cuatro patas...

Protesté un poco para hacerme la interesante, pero los dos sabíamos que mi negativa era mentira y que en unos pocos minutos aquel tapón estaría en mi culito.

Dicho y hecho... un poco de crema, un par de dedos abriendo, con delicadeza, mi agujerito y el taponcito de cristal ya estaba colocado.

Me sentía extraña con aquello allí dentro. Por mucho que lo intentara no podía cerrar mi culito, pero lejos de ser molesta, la sensación era de lo más excitante. No pude evitar la tentación de llevar mi mamo a la entrepierna y empezar a acariciarme el clítoris, mientras oís como él se quitaba la ropa y abría el envase de un preservativo...

No tardé en sentir su polla caliente y dura tanteando entre mis piernas para después perforarme de una sola embestida hasta el fondo de mis entrañas. Mi espalda se encorvó ante el placer de sentir aquella verga llenándome por completo. Pero ante semejante invasión el tapón de cristal comenzó a escaparse de su apretado encierro.

Sin dejar de follarme, él apretó de nuevo el tapón pos su base y lo volvió a enterrar dentro de mí, dejando el dedo sobre él para que mis dos agujeritos estuviesen llenos.

Jamás había sentido algo así. La presión de aquel objeto en mi ano aumentaba todas las sensaciones de mi cuerpo, de forma que jamás había notado su polla tan grande dentro de mí, ni mi clítoris tan sensible. Tal fue la intensidad de aquellos estímulos que apenas tarde unos minutos en comenzar en moverme como una loca, aplastando mis nalgas contra su pelvis para enterrar su polla lo más profundamente posible para correrme en un orgasmo largo e intenso mientas mi coño se abría y cerraba sobre su miembro y mi ano lo hacía sobre el tapón de cristal.

Caí de bruces sobre la cama, rendida, satisfecha e impresionada, mientras mis dos agujeros se libraban de sus respectivas invasiones.

Nos tumbamos en la cama, abrazados, hablando durante un rato de lo que había sucedido. Ambos sorprendidos gratamente de aquella experiencia. Lo único que me la empañaba un poco era el no haberle dado tiempo a él de correrse y por supuesto era algo que quería remediar. Así que nada más haberme recuperado de aquel maravilloso orgasmo, mis manos se deslizaron hasta su entrepierna para descubrir que su erección seguía en tan buen estado como minutos antes.

Me moví en la cama hasta ponerme de lado y él hizo lo mismo, pegando sus caderas contra mis nalgas. Me encantaba sentir su cuerpo apretándose contra mi espalda. Pero pronto note que algo más se apretaba contra mí, pues con sutiles movimientos su polla comenzó a abrirse camino por entre mis nalgas hasta que, como si de dos imanes se tratase, mi ano y la punta de su miembro se encontraron "cara a cara".

Me quedé rígida por un momento...

Cuidadito que estás justo en la entrada...

Él empujo un poco, con lo que intenté apartarme, pero él me abrazó y me apretó contra él....

¡Eeeeh! ¡Que como sigas así va a entrar!

Buenos ¿Y quién ha dicho que yo no quiera que entre?

Intenté zafarme, aunque resultaba evidente que mi intento dejaba mucho que desear, con lo que me gané otro empujón más. En ese momento sentó como su polla comenzaba a alcanzar su objetivo, la punta se había deslizado un poco y había llegado a mi cerrado anillo, luchando por abrirse paso en él. Dolía, pero no demasiado, puesto que estaba lubricada, excitada y ya algo dilatada.

Otro empujón más, y el capullo había entrado. Ahora dolía más, así que intenté relajarme. Aquello funcionó y noté como mi ano se relajaba dejando que aquella punta se acomodase en él.

Él debía ir notando cuando la presión iba cesando, pues parecía saber el momento exacto en el que podía dar un nuevo empujón para meter un trozo más de su miembro dentro de mí. En esos momentos él se armó de paciencia y lo hacía con cuidado, pero la cosa no tardó en cambiar.

De pronto volví a sentirme vacía. Noté mi ano palpitando, caliente, tratando de cerrarse sobre algo que ya no estaba. Él se incorporó y me ayudó a ponerme de nuevo a cuatro patas. Entonces comprendí que se habían acabado los tanteos y que aquella gruesa polla que apuntaba enhiesta hacia mí, estaba decidida a entrar por completo en el calor de mi cueva.

Sentí sus manos sobre mis caderas, tirando de mis nalgas tratando de abrirlas. Respiré profundamente y me relaje para facilitarle la entrada. De nuevo volví a sentir como mi cuerpo se llenaba de él. Poco a poco pero sin pausa. Llevé mi mano hacia mi clítoris y comencé a masturbarme descubriendo que la penetración se me hacía mucho más fácil e incluso placentera de aquella forma, tanto que de pronto me encontré empujando hacia atrás tratando acelerar la penetración.

Deseaba aquella polla en mi culo, y la mezcla de placer y dolor comenzaba a volverme loca, de forma que pronto incluso deseaba aquel dolor y me encontré pidiéndole que me penetrara con fuerza. No sabía si su polla había entrado por completo o no, pero me daba igual, sólo deseaba que me embistiera con violencia.

No tardé en encontrarme de nuevo en las puertas del clímax, pero deseaba esperarle, quería que esta vez no corriésemos los dos, así que pausé la masturbación y moví las caderas con desesperación mientras intentaba cerrar y abrir mi culito sobre su polla, como si de mi coñito se tratase, para darle más placer.

El incremento del ritmo de sus embestidas me hizo comprender que estaba a punto de correrse, con lo que me sentí libre para hacerlo yo también, así que mi mano volvió a deslizarse hasta mi entrepierna para moverse en mi clítoris a un ritmo frenético haciendo que se desatase en mí un violento orgasmo, en el que cerraba y abría mi culo de forma espasmódica provocando que él se corriera y derramase su cálido torrente de semen en mi interior.

Caímos el uno sobre el otro agotados, sudorosos, pero complacidos y satisfechos. No hablamos, simplemente nos acariciábamos, con eso nos bastaba.

Yo estaba convencida que después de aquello el culito me iba a doler durante varios días, pero desde luego era un precio que merecía la pena ser pagado ante el descubrimiento del placer del sexo anal.