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Las Trillizas (1: Alberto y Selena)

en Amor filial

Las trillizas I (Alberto y Selena)

Esta no es una historia real (aunque me hubiera gustado que lo fuera), pero está basada en situaciones y personajes verdaderos, a los que sólo les cambié los nombres y algunos lugares, como para guardar el secreto...

 

quellos que hayan leído el relato de la chica del colectivo, ya saben quién es Alberto; para los demás, se los presento ahora: Alberto es un primo de mi misma edad, con el que pasamos una buena parte de la infancia y adolescencia juntos. Ya en la historia mencionada les conté algunas de las cosas que hacíamos en esa época, y tal vez más adelante les cuente otras.

Alberto vivía con sus padres y hermano en un departamento en el barrio de Almagro, en Buenos Aires. Allí tenía una barra de amigos entre los dieciocho y veinte años, con los cuales mi hermano y yo también nos juntábamos seguido.

Dentro de ese grupo estaba Selena, que vivía dos pisos más arriba que la familia de Alberto, en el mismo edificio. Ella tenía (y tiene, por supuesto) la misma edad que nosotros. Éramos varios los que la pretendíamos, ya que sin dudas estaba mejor que cualquiera de las otras chicas.

Flaquita, pero ya con unas buenas curvas marcadas, era apenas más baja que yo. Con pechos y cola chicos pero muy bien formados, cosa que yo había podido apreciar varias veces, ya que teníamos mucha confianza y ella no siempre andaba muy vestida, ya fuera en su casa o en la de Alberto.

Pero lo más llamativo venía de los hombros para arriba. Su cuello largo y fino me fascinaba, y su cara era perfecta. Selena tenía unos ojos verde esmeralda, chicos pero con forma gatuna. El cabello oscuro y bastante enrulado, lo usaba largo hasta la mitad de la espalda. Era el marco perfecto, para un rostro del mismo nivel.

El primero que consiguió salir con ella fui yo. Lo hicimos durante un par de meses, pero enseguida las cosas se pincharon. Nunca supe por qué, ya que quedamos muy buenos amigos. Nunca llegamos a mucho, lo más que hice fue acariciarle los pechos y una sola vez llegué a chupárselos; los manoseos en su cola nunca pasaron de la bombacha; y nada más. Ella nunca me acarició más que sobre el pantalón.

Después de un tiempo, se enganchó con mi primo Alberto. Con él sí la cosa fue más duradera, y el noviazgo terminó cuando ella quedó embarazada. Para ese entonces Alberto tenía diecinueve años y Selena dieciocho. Al principio me consultaron qué hacer, pero era realmente difícil meterse, entre otras cosas, porque me carcomían los celos. Me hubiera gustado mucho estar yo en su lugar.

La cuestión es que ella estaba casi de cinco meses cuando decidieron contarlo a la familia. Hasta entonces no había ido siquiera al médico, y cuando lo hizo, le dijeron que eran mellizos. Enseguida se casaron, con grandes comentarios en la familia. Un mes antes de la fecha, en otra ecografía le salió que tampoco eran mellizos, sino tres. ¡A los diecinueve años (ella ya los había cumplido) serían padres de trillizos!

El día que nacieron confirmaron que eran tres, pero en ese momento supieron que eran todas niñas, fueron en realidad trillizas, aunque ninguna gemelas entre ellas. Con ellos nos seguimos viendo hasta más o menos cuando las chicas tenían unos ocho o nueve años. Después, por esas cosas de la vida, dejamos de vernos.

Para ese entonces, las chicas eran muy parecidas (para mí idénticas, aunque los padres decían que no), y medio feúchas. Sacaron de Alberto la tez muy oscura, pero él es un tipo pintón; en cambio ellas no tenían lindos rasgos (no salieron a la madre), y como eran bastante morochitas, nadie las miraba mucho.

Bueno, esto era allá por fines de los ochenta; y nunca más nos vimos con ninguno de ellos, hasta hace unos meses atrás. Esta es la parte que les quería contar.

Estaba yo de viaje en Buenos Aires, parando en un hotel céntrico, donde me suele reservar la empresa. Como había llegado muy tarde, no quise salir lejos a cenar, así que bajé al restaurante del hotel, que es muy bueno y atiende no sólo a los huéspedes, si no al público en general.

Estaba sentado sólo, leyendo la carta para elegir la comida, cuando siento que me llaman. ¡Billy! – Escucho delante mío, y al levantar la vista me encuentro con una cara que no me resultó conocida. Un morocho todo canoso, gordo y de alrededor de cincuenta años. Se me quedó mirando, y yo a él, ya que evidentemente me conocía; pero recién reaccioné cuando detrás de él vi a quien lo acompañaba.

Ahí estaba Selena, exactamente igual que como la recordaba. No podía dejar de reconocerla, era la misma diosa de siempre. ¡Selena! – Exclamé, cuando salí de mi asombro. Asombrado, porque ahí reaccioné que el tipo era mi primo Alberto.

Me levanté y nos saludamos muy efusivamente. Habíamos pasado como diez años sin vernos. Los invité a sentarse, y como estaban solos no tuvieron problema en compartir la cena conmigo. Charlamos un montón de cosas, me contaron sobre las trillizas, sus estudios; yo les dije que tenía cuatro hijos, ya que ellos sólo conocían a los tres primeros; sobre mi vida en Neuquén; nuestras familias, etc. etc.

Por supuesto, también hablamos de nosotros, y no me quedó más remedio que dar mi opinión sobre lo avejentado que se veía Alberto. No es que yo parezca un pibe, pero nadie me da muchos años más ni menos de los que tengo. Él parecía un tío joven mío, pero de Selena parecía el padre.

Claro que ella, como les dije, no cambió nada. El mismo cuerpito bien formado, que el embarazo de las trillizas no había podido cambiar; la misma carita, aunque ahora con facciones un poco más duras, se la veía más madura; y el cabello igual, aunque un poco más corto. Estaba preciosa enfundada en unos pantalones de cuero negro brillantes y una camisa metida dentro, blanca y algo transparente.

La cena duró bastante, entre charla y charla. Ellos tomaron mucho vino, pero yo al día siguiente tenía que ir a trabajar, así que sólo tomé un poco para brindar. Pagué la cuenta, ya que los había invitado, y cuando nos levantábamos me dijeron si no quería ir a tomar un café con ellos, ya que al día siguiente lo tenían libre, y estaban con ganas de pasear.

Mañana tengo que trabajar desde temprano – Traté de excusarme, pero como ellos insistían, les propuse que fuéramos a tomar algo a mi habitación, que la teníamos a mano y era bastante cómoda.

Cuando llegamos a la habitación, amagué llamar para pedir tres cafés, pero se me adelantó Selena, y tomando el teléfono pidió una botella de champagne y tres copas. Es para que festejemos el encuentro – Dijo.

Los invité a sentarse en las dos sillas que tenía la pieza, pero Selena recostándose en la cama dijo que estaba mejor allí. Así que nos sentamos Alberto y yo, aunque no por mucho tiempo, ya que enseguida llegó el servicio con el champagne.

Lo recibí y firmé la boleta, ya que jugaba de local. Abrí la botella y serví las tres copas. Iba a tener que tomar por lo menos una, a pesar de que no quería seguir con el alcohol. Brindamos por el reencuentro, y ellos se bajaron el contenido de la copa casi de un solo trago. Yo tomé un sorbo y guardé el resto para después.

Lo primero que hablamos, mientras ellos seguían dando cuenta del champagne, sobretodo Selena, fue sobre el tema de las apariencias de los tres. Yo le largué a Selena mis mejores piropos, y que parecía que se había mantenido diez, o en realidad veinte años en el freezer.

Pero también tuve que referirme al aspecto de Alberto. Parecés diez años más viejo que yo – Le dije, aunque no me animé a reconocer que también veinte más que Selena. Si hasta la última vez que nos vimos parecías menor que yo.

Entonces me contaron que Alberto había tenido una experiencia muy mala, tres años atrás. Entraron ladrones en su casa, cuando estaba solo, y luego de atarlo a una silla, habían amenazado con matarlo. Inclusive uno de ellos disparó su arma contra él, aunque la bala nunca salió. Me golpearon bastante – Contó Alberto. Pero el mayor problema no fue el dolor, si no el miedo.

Las consecuencias fueron tremendas – Siguió el relato Selena. El cabello se le comenzó a poner blanco de un día para otro; le aparecieron manchas en la piel y...

Bueno – Continuó Alberto. Lo que Selena no se anima a decirte, es que además quedé impotente. Ya no se me para más.

Yo me quedé boquiabierto. No podía creer que un tipo con una mina así fuera impotente, pero los estragos que había causado el robo en él estaban a la vista. Me comentaron que estaba haciendo terapia, ya que no había ningún problema realmente físico, pero no encontraban soluciones.

Hoy Selena, por mi culpa – Dijo Alberto. Es una mujer insatisfecha; ya no le alcanza con que yo use muy bien mi lengua; y además a mí ya no me quedan ganas de jugar, si no lo puedo hacer en serio. Hasta ahora nunca le puse los cuernos – Retomó Selena. Pero la verdad es que estoy desesperada, necesito sentir algo duro dentro mío.

A mi no me llamó la atención la desfachatez con que me lo dijo, ya que ella siempre había sido así. Además tenía bastante alcohol adentro, como para desinhibirse. Yo me le quedé mirando con cara de bobo, observando ese cuerpo que me seguía atrayendo igual que veinte años atrás.

Ellos se dieron cuenta, y volvió a ser Selena la que tomó la palabra. ¿A vos no te parece un desperdicio mi cuerpo? – Preguntó, haciéndose la inocente. No sabía si contestarle la verdad, pero me decidí porque ellos estaban bastante pasados de copas, y yo podría argumentar lo mismo, si ellos se ofendían.

La verdad que tenés razón – Contesté. No sólo tu cara es hermosa, si no que mantenés un físico que más de una de veinte te debe envidiar. ¿Cómo hacés? – Le pregunté. Respondió que no le costaba mucho, ya que no se cuidaba nada en las comidas, pero hacía mucho ejercicio, aeróbicos, aparatos, etc. También cuido mucho mi cutis y toda mi piel – Completó Selena.

Bueno – Dijo Alberto. Pero ¿qué creés que deberíamos hacer? Yo me hubiera ofrecido a satisfacerla, pero me pareció demasiado. Me imagino que ya descartaron los consoladores y demás – Le respondí. Así que la única que les puede quedar es que la atienda otro hombre – Completé.

Si te ponés a pensar – Seguí, una vez que estaba lanzado. Sería mejor que lo hiciera con alguien totalmente desconocido, ya que de esa manera sería algo pasajero y que no se enganche.

Justamente eso es lo que no queremos – Dijo Alberto. Ambos llegamos a la conclusión de que necesitamos otro hombre, pero de ninguna manera un extraño. Alberto no quería dejarla en manos de alguien que no sabía cómo la iba a tratar. El problema – Siguió Selena. Es como vos decís, con los conocidos se puede producir un enganche que no queremos.

Mi primer propuesta fue que probaran con el hermano de Alberto; pero la desecharon, ya que es una persona con malos antecedentes familiares (va por su tercer matrimonio), en parte por el maltrato a sus mujeres. Aparte – Dijo Alberto. Es tan inconstante, que hoy está con su tercer esposa, pero mañana se engancha con Selena sin ningún problema.

Les respondí que con casi cualquier persona conocida podían tener el mismo problema. En realidad hay una que creemos no va a pasar – Opinó Alberto, luego de una mirada cómplice a Selena. Y esta misma dijo: Esa persona sos vos Billy.

Me quedé con la boca abierta, ya que no me lo esperaba; y además me ponía loco de pensar que me estaban ofreciendo en bandeja a semejante bombón. De todas maneras, pregunté por qué yo. Si están pensando en un primo, tranquilamente podría ser Horacio, mi hermano – Aduje. El reuniría los mismos requisitos, con la ventaja que tiene más pinta que yo, y además vive aquí en Buenos Aires.

Justamente por eso no lo elegimos – Dijo Selena. Horacio también es muy vueltero con las mujeres; y por otra parte, es preferible alguien que nos veamos de vez en cuando, y con un matrimonio funcionando bien, una familia constituida; todo lo cual evitará un enganche profundo.

En eso tienen razón – Les dije. Pero, ¿le va a alcanzar a Selena con una vez cada dos o tres meses que yo viajo a Buenos Aires? Para mí es más que suficiente – Contestó la aludida. Pensá que llevo tres años así, y creo que me conformaría con que fuera al menos una vez al año. Alberto propuso que ellos también podrían hacerse alguna escapada a Neuquén, en vacaciones.

Bueno – Dije. Parece que tuvieran todo arreglado, pero me gustaría saber exactamente en qué están pensando, bajo qué condiciones haríamos todo esto. Mirá – Me dijo Alberto. Vos sabés que estamos en muy buena condición económica, pero la primer premisa, y la única que no está en discusión, es que no pensamos pagar a nadie por este servicio. Va totalmente en contra de nuestros principios.

De todas maneras – Continuó Selena. Nosotros nos haremos cargo de todos los gastos que acarree: viajes, hoteles, comidas, etc. Además – Siguió. Fuera de lo monetario, estamos dispuestos a darte todo lo que vos quieras, tanto Alberto como yo. Sí – Reafirmó él. Absolutamente todo lo que quieras que te demos, lo tendrás.

¿Ustedes están seguros de lo que dicen? – Les pregunté. Miren que yo podría llegar a pedir cosas casi imposible. No hay nada imposible – Dijo Alberto. ¿Qué es lo máximo que se te ocurre? – Preguntó. Decínoslo y verás que estamos dispuestos.

Ok. ¿Qué te parece si yo para acostarme con tu mujer, quiero primero cogerte a vos? – Le tiré de sopetón, para ver cómo reaccionaban. La primera que dijo algo fue Selena; negándose a que por culpa de ella, a su marido le rompieran el culo. El servicio es para mí – Dijo ella. Soy yo la que tengo que darte lo que quieras, no él.

A esto le respondí que ellos habían sido bien claros, cuando se ofrecieron los dos a darme lo que quisiera. Recién ahí habló Alberto, diciendo que no había problema, que si eso quería lo tendría. Mi vida no tiene sentido si Selena está mal – Agregó. Estoy dispuesto a todo para que ella sea feliz.

Bueno – Le dije. Bajate la ropa y comencemos. Vos Selena sacá de tu cartera alguna crema de manos, para que sirva de lubricante. Alberto comenzó a desabrocharse el pantalón, y cuando Selena vio que iba en serio, empezó a revolver en su bolso, en busca de una crema.

Cuando Alberto quedó en bolas, y Selena tenía un frasquito plástico en la mano, los paré y les dije que no era esa mi intención. Simplemente pedí lo máximo que se me ocurrió – Continué. A fin de estar seguro de que están dispuestos a todo. Cualquier otra cosa que les vaya a pedir, va a ser menos que esto.

Él se subió los pantalones de prisa, y con cara de alivio, mientras Selena dejaba la crema sobre la cama. Otro tema que me preocupa – Les dije. Es el de los cuidados. En una época me hubiera encantado ser el padre de tus hijos, pero ahora ya no. Me dijo que no me preocupara, ya que hacía muchos años se había operado para atarse las trompas, y no había forma de que quedara embarazada.

Por el lado de las enfermedades – Dijo Alberto. Creo que todos somos gente cuidadosa, y no tendrán nada que contagiarse. Y así fue como decidimos que no usaríamos preservativo, ni ningún otro tipo de cuidado.

Bien – Continué. Sólo nos resta definir cuándo comenzamos. ¡Ahora mismo! – Dijo Selena. Con lo cual no estuve de acuerdo. Yo mañana me tengo que levantar temprano y trabajar duro. Pasado mañana a la noche me voy, así que sólo nos quedaría la noche de mañana – Concluí.

Aparte – Dije. Hoy no lo quiero hacer, porque ustedes dos están pasados de alcohol, y no quiero que después digan que me aproveché de su ebriedad. Mañana los espero a las nueve de la noche, acá. ¿A los dos? – Preguntó Alberto. Esta vez sí – Le respondí. Quiero estar seguro que ninguno de los dos se echa atrás.

Les dije que probablemente iba a tener que comprar algunas cosas, así que después les pasaba la factura. Los despedí en la puerta de la habitación, donde Selena aprovechó para besarme en la boca, lo que se prolongó bastante. Alberto miraba para otro lado, haciéndose el desentendido.

Esa noche me costó mucho dormir. Me imaginaba distintas situaciones; desde que sólo apareciera Alberto a cagarme a trompadas, por haberme aprovechado de su borrachera; hasta la mejor noche de mi vida. De todas maneras, fue mejor de cualquier cosa que pudiera haberme imaginado.

Esa tarde logré escaparme temprano de la oficina, y salí de compras. Primero había pensado en ir a un sex shop, para comprar lencería y artículos eróticos; pero preferí comprar cosas comunes que me gustaran.

Le había pedido a Selena los talles de ropa y zapatos que usaba, y con esos datos me largué a recorrer negocios. Lo hice en los lugares más caros, total pagaban ellos. Primero fui a una casa de uniformes escolares, y les expliqué qué necesitaba para mi sobrina. Acaba de cambiarse de escuela – Inventé. Y por eso es que tenemos que comprarle todo a esta altura del año.

Les di el talle para una pollera y una camisa; y les pedí también una corbata. El modelo de pollera que elegí era en tela escocesa, predominando el verde, toda tableada y algo corta. Entre las camisas blancas que había, me decidí por una bastante transparente. Compré una corbata verde de las que hay que hacerle el nudo, no con elástico.

De ahí me fui a un negocio de lencería, donde dejé de lado el verso de la sobrinita. Después de mucho mirar, me decidí por una bombacha blanca de algodón, bastante chica y con puntillitas en la cintura; una típica prenda de nena.

También llevé dos conjuntos: uno rojo, de tanga y corpiño muy pequeños, con los ribetes en negro; acompañado por un portaligas negro y medias del mismo color. El otro conjunto era color carne, y de una tela muy finita y transparente.

A esto le agregué en otro negocio un traje de pollera y saco negro; y un vestido veraniego rosado, de tela traslúcida, y bien corto. En una zapatería conseguí un par de zapatos tipo colegiales, para su tamaño; unas sandalias negras bastante altas; y otras en blanco, bajas, más tipo sport.

Con todo esto, me fui al hotel, a esperar la llegada de ellos. Apenas tuve tiempo de sacarme el saco y la corbata; y refrescarme un poco. De una ducha ni hablar. A las nueve menos cinco me avisaban de conserjería que había dos personas esperándome en la recepción. Les pedí que los hicieran subir.

Alberto estaba igual que el día anterior, pero Selena había cambiado su look, viniendo mucho más sport. Traía una pollera de jean, con una remera y chatitas en los pies. Tenía el pelo tomado por unas hebillas, dejándole la cara completamente despejada. Se había maquillado poco, pero estaba hermosa, como siempre. De sólo verla entrar se me paró la pija.

Nos saludamos en forma medio distante, y lo primero que les pregunté fue si ahora que estaban sobrios, seguían pensando igual que ayer. El pacto sigue en pie – Respondió Alberto. Les comenté que había estado pensando en las cosas que podría llegar a pedirles, y quería estar seguro que accederían. Hay una que también quiero su consentimiento antes que comencemos – Les dije. Ninguna puede ser peor que la que propusiste ayer – Dijo Selena. Y Alberto aceptó, ¿qué puede ser peor?

Lo que quisiera es que todo lo que haga con vos, y más también, lo pueda hacer con las trillizas. Quiero que ellas sean mi premio por darte la felicidad, y con el mismo grado de sumisión de ustedes. Las quiero dispuestas a todo, a las tres.

Se me quedaron mirando, y ninguno de los dos decía nada. Parece que sí les podía pedir algo peor – Les dije en tono de sorna. Y esta vez no es para probarlos, como con lo de Alberto. Esto sí o sí quiero que se cumpla – Proseguí. Y tengan en cuenta que con ellas vamos a hacerlo no sólo yo, si no también entre ellas mismas.

La primera en reaccionar fue Selena. ¿Vos no sólo querés cogerte a nuestras hijas, si no que aparte tenga relaciones lesbianas entre sí? – Preguntó bastante airada.

Pará y calmate – Le dije. Vamos por partes. La respuesta es sí. Quiero que tengan sexo entre las tres – Proseguí. E inclusive con vos también. Al final de cuentas – Seguí, sin dejarlos hablar. Ustedes prometieron que me darían todo, absolutamente todo lo que pidiera. Bueno, ahora quiero saber si es así.

Le eché en cara a Alberto que estuviera dispuesto a entregar su culo, pero no el de sus hijas, por el bien de Selena. Y una larga perorata más; hasta que me pidieron hablar el tema entre ellos unos minutos.

Me fui al baño, y cuando volví, ya tenían tomada una decisión. Aceptaban esto también, y esperaban poder convencer a las chicas. De todas maneras – Dijo Selena. Hoy va a ser imposible organizar algo con ellas. Lo de las trillizas quedará para la próxima vez – Les dije. Confío en su palabra. Si estamos de acuerdo, comencemos de una vez, si no se nos va a ir toda la noche.

Primero le pedí a Alberto que la cambiara de ropa a Selena. Sobre la cama había dejado todo el conjunto escolar, incluidas unas medias blancas tres cuartos. Primero desnudala por completo – Le dije a Alberto. Y luego le pondrás toda la ropa que está sobre la cama. Además quiero que te saques todo el maquillaje que tengas, y la bijouterie también – Le indiqué a Selena. Incluido el reloj.

Alberto la fue desnudando de a poco, pero en ningún momento dudó. Mientras tanto, no le di demasiada importancia, y recién me fijé en ella cuando estuvo totalmente en bolas. No podía creer, que después de tantos años, tenía ante mi vista ese cuerpo soñado, y apenas atisbado antes.

No difería mucho de lo que yo recordaba, salvo tal vez sus pechos. Selena, como les dije antes, tiene una buena altura, supongo que casi un metro setenta. Se mantiene bastante flaca, aunque las curvas se le han marcado más, sobre todo sus tetas. De su cara, cabello, cuello, etc. ya les hablé antes ¡Una Diosa!; de su cuerpo puedo hacerlo ahora, que la terminé de conocer.

Sus pechos siguen siendo pequeños, pero aunque no sobresalen demasiado, son bastante voluminosos. Los pezones chiquitos, con unas aureolas grandes, de un rosa pálido, que apenas resaltan sobre su piel blanca. A esta altura, se sostienen mucho más de lo que se pudiera prever; apenas empiezan a caerse.

La cintura la sigue teniendo tan marcada como antes, pero sus caderas parecen más anchas. Así y todo, su cola es chica, pero bien levantadita. Uno de esos culitos respingones que tanto atraen. Con una hendidura bien marcada y profunda.

El pubis es maravilloso. Tiene toda la parte de la conchita depilada, y sólo se deja una mata pequeña de vello sobre el monte de Venus. Con esto, sus abultados labios quedan totalmente expuestos, y son rosaditos, como los de una beba.

Para nuestro próximo encuentro – Le dije, luego de admirarla desnuda. Quiero que no te depiles más. Que tu vagina esté cubierta de pelos, y tan largos como lleguen. No quiero que te depiles, ni te los cortes – Culminé. Esto lo hice más para molestar que otra cosa; ya que aunque es verdad que me gustan las mujeres bien peludas allí abajo, ella estaba encantadora en ese momento.

Dijo que no había problema, aunque la cara que puso me decía que mucho no le agradaba la idea. Entonces le dije a Alberto que podía comenzar a vestirla. Mientras lo hizo, yo me despreocupé de ellos, pensando en lo que haría a continuación. Una vez vestida, se fue al baño a desmaquillarse; cuando volvió era toda una nena.

La ropa le había quedado perfecta, salvo las medias que le quedaban a media pantorrilla, y no hasta la rodilla. La pollerita era muy corta para ella, y cuando se movía se alcanzaba a ver su bombacha. La transparencia de la camisa permitía ver sus senos, que no llevaban corpiño. Entre ellos colgaba la corbata, de igual color que la vincha que llevaba su pelo para atrás. Sin maquillaje es tanto o más linda que cuando se arregla.

Le había indicado a Alberto que se sacara la ropa y se sentara en una silla en un rincón de la habitación, para mirar lo que pasaba. Selena vino hacia mí, y la tomé en mis brazos. ¿Cómo le fue en la escuela a la nena? – Le pregunté. Y ella siguiendo el juego me contestó que muy bien. ¡Hoy me saqué un diez en matemáticas, papi! – Me dijo.

Esto hay que festejarlo – Dije. Venga que su papá la felicita. Arrimando su cara a la mía juntamos nuestros labios, y de a poco los fuimos abriendo, para dar paso a nuestras lenguas. Nos trenzamos en un beso interminable, donde fui cobrándome todos los años de deseo. Pero también me di cuenta que para ella era importante.

Cuando nos separamos, después de unos minutos, mi pija ya estaba al palo. A pesar que no la había tocado, ya que sólo la tenía por la cintura, y con una mano en su cabeza. ¿Qué me vas a dar de regalo? – Preguntó, poniendo vos de niña, pero a la vez muy seductora.

Tengo un rico chupetín para vos – Le respondí. Pero antes debes sacarte el uniforme, para no manchártelo. Se alejó un poco de mí, y despacito comenzó a desabrocharse los botones de la camisa. La corbata dejátela – Le dije. Y así lo hizo, quedando entre sus pechos desnudos, una vez que termino de quitarse la prenda.

Bajó el cierre de la falda, y la dejó deslizar por sus caderas lentamente, ya que le iba ajustada. Ante mi vista quedó en bombachita, que la hacía parecer una niña; aunque se notaba que la entrepierna de la misma estaba toda mojada. Ella estaba disfrutando del momento tanto como yo.

Bueno – Le dije. Ahora vení a buscar tu regalo. Y así se acercó, sólo con su bombacha y las medias y zapatos puestos. Abrí el paquete y sacalo – Le dije, indicándole mi bragueta. Me desabrochó el cinturón, y con un poco de esfuerzo pudo abrir el botón de arriba. Una vez bajado el cierre, dejó caer mis pantalones, quedando con un pequeño slip.

Mi verga estaba que saltaba, hinchada por la excitación. Pero ella se tomó su tiempo para bajar el slip y liberarla. ¡Qué hermoso chupetín! – Exclamó. ¿Es todo para mí? Por supuesto hijita – Le respondí. Entonces lo tomó entre sus manos y lo acarició un poco, de arriba abajo, hasta llegar a los testículos y volver.

Luego se agachó delante mío, y sacando su lengua, comenzó a lamerlo como si fuera un verdadero chupetín. Lo lamió íntegro, dejándolo brillante con su saliva, mientras con una mano me acariciaba los huevos. Cuando estuvo bien humedecido, comenzó a tragárselo. Poco a poco se lo fue metiendo en la boca, hasta que le entró entero.

En ese momento, comenzó a bombearlo con la boca, mientras con la lengua acariciaba el glande. Mi calentura iba en aumento, y con ella crecía también mi pija; tanto que sentía como chocaba contra su campanilla, y me volvía loco. La tenía tomada de los pelos, y tirando de ellos la hacía seguir el ritmo.

Y no pasó mucho hasta que me vine. Ni bien largué el primer chorro de leche en su garganta, saque la pija de su boca y seguí eyaculando sobre su cara. Fue tanto el semen que largué, que la manché toda; ahora sí parecía maquillada.

¡Te dije que no te mancharas! – La reté. Ahora vas a recibir tu castigo. Me senté en el borde de la cama, y la recosté a ella boca abajo sobre mis piernas. Sus tetas colgando de un lado eran un espectáculo maravilloso. Mientras las acariciaba con una mano, con la otra le bajé la bombacha hasta las rodillas, dejando al aire su culito, y con su concha apoyada sobre mi pija.

Ahora vas a aprender a hacer caso – Le dije; y comencé a pegarle palmadas en las nalgas. Empecé muy despacio, pero enseguida fui aumentando la fuerza de mis golpes. Alberto amagó levantarse cuando vio que le pegaba, pero bastó que lo mirara para que se quedara quieto y callado.

Mientras con una mano le daba nalgadas, con la otra seguía acariciando sus pechos, tomando sus pezones y retorciéndolos, lo cual la hacía estremecer más que los golpes. Comencé a sentir como sus jugos salían de la concha, y resbalaban por mis piernas. Ella estaba tanto o más caliente que yo.

Dejé de pegarle, y separando un poco sus piernas, pasé mi mano primero por la raya del culo, hasta llegar a su orificio; y después la bajé hasta llegar a su vagina. Estaba empapada, y no me costó nada meter mis dedos en ella. Por la posición en que estaba, se hacía difícil abrir más sus piernas, retenidas por la bombacha en las rodillas. Así que la levanté, y le dije que tenía su colita demasiado sucia. Papá te la va a limpiar – Le dije.

La acosté boca arriba sobre la cama, y terminé de sacarle la bombacha. También le saqué los zapatos, a fin de no lastimarnos. Sólo le quedaron sus medias. Estiré sus piernas hacia arriba, abriéndolas lo más que pude. De esta forma quedaban a mi vista y disposición sus agujeros, tanto el del culo, como la concha.

Me saqué la ropa que me quedaba, y antes de agacharme a chuparla, miré hacia donde estaba Alberto. No nos sacaba los ojos de encima, y con una mano se acariciaba la pija, que de todas maneras seguía fláccida como al principio.

Arrodillado en el piso, la arrimé al borde de la cama, y dejando sus piernas en la misma posición, comencé a usar mi lengua. La pasaba de la concha al culo intermitentemente, parando a veces en su clítoris unos segundos, y otras llenando de saliva su orto.

En poco tiempo estaba al borde del orgasmo, pero la hice durar un poco más, alejándome del botoncito de placer cada vez que veía que estaba por acabar. Gemía como una loca, y cuando la dejaba colgada gritaba pidiendo por favor. Hasta que decidí que era tiempo, y yo estaba ahí para darle placer a ella. A la primera vez que me quedé sobre su clítoris un poco más, se vino con toda la furia.

Su flujo salía de la concha a raudales, mientras yo intentaba tomármelo todo. Su cuerpo se estremecía tanto, que me costaba mantener mi lengua en el mismo lugar. Primero gritó y gritó, para después suplicarme que parara. Pero yo seguí pasándole mi lengua hasta que cayó prácticamente desmayada.

Esto es para que veas que con la lengua se puede hacer muy feliz a una mujer – Le dije a Alberto, mirándolo. No se había perdido ni una parte del acto. Cuando Selena se repuso, y con mi pija nuevamente al palo, volví a levantar sus piernas y la penetré por la vagina. Entré despacio, pero de una sola vez, ya que resbalaba sin problemas por lo lubricada que estaba.

Una vez la tuve toda adentro, la dejé quieta, y me dediqué a sobarle las piernas y los pechos. De las piernas no les hablé antes, pero creo que después de su cara, es lo mejor que tiene. Sus formas son perfectas, y la piel tan sedosa como la de todo el cuerpo. Si sacarle la pija, le lamí las pantorrillas y los pies; le acaricié las tetas y le apreté los pezones. Ella deliraba de placer nuevamente.

Antes que empezara a mover mi pija dentro suyo, llegó a un segundo orgasmo, tan intenso como el anterior, pero más corto, ya que no insistí con mis caricias. Cuando se calmó, comencé un pone y saca de mi pija en su concha, que iba desde casi sacarla, hasta metérsela hasta los huevos.

Fui incrementando mi ritmo, hasta que casi llegaba al orgasmo; y luego volvía a hacerlo más lento. Así logré demorar mi acabada varios minutos, pero ella no pudo aguantar, y se vino nuevamente, en una de las embestidas que le di. Pegó un tremendo grito, y otra vez estaba como entregada.

Pero no la dejé descansar. Sin cambiar de posición, saqué mi pija de la concha, y se la introduje en el culo de una sola vez. A pesar que estaba muy lubricado, por sus propios jugos que yo había ido llevando antes, y mi saliva; la penetración fue dolorosa. Tenía el orto muy cerrado (después me dijo que era su primera vez por ahí). Se le cayeron unas lágrimas de dolor, pero no dijo nada.

Cuando tuve la pija acomodada adentro, y sus esfínteres adaptados al tamaño del intruso, recién comencé despacito a sacarla y ponerla. Mientras no dejaba quietas mis manos, ya que con una le acariciaba el clítoris, y con la otra sus piernas o sus pechos, alternadamente.

Al momento de sentir que mis huevos estaban por descargarse, acrecenté el ritmo de la cogida, igual que el de las caricias en su clítoris, y apretando uno de sus pezones. En menos de un minuto, llegamos los dos al orgasmo. No sé quién gritó más fuerte, pero se debe haber escuchado en todo el hotel.

Le llené el culo de leche, sin que se escapara nada por lo cerrado que lo tenía. Seguí acariciándola, a pesar que me rogaba que la dejara. Su orgasmo parecía no tener fin, o tenía uno atrás del otro. Sólo paré cuando cayo rendida sobre la cama. Saqué mi ya fláccida pija de su culo, y me acosté sobre ella.

Cuando volvió a abrir sus ojos, sólo atinó a decir gracias, antes que nos fundiéramos en un beso. Este fue más con cariño que con pasión, pero lo disfrutamos como nunca. Al separar nuestros labios, me dejé caer a su lado, recostándome sobre su pecho.

Prácticamente nos dormimos más de una hora. Cuando me desperté, tenía uno de sus pezones al lado de mi boca, y comencé a chuparlo. Primero succionaba, y entre medio le pegaba pequeños mordiscos. Al primero de ellos, se despertó; y mientras yo seguía con mi trabajo, ella me acariciaba la cabeza.

Luego se giró un poco, para poner en mi boca el otro pezón, al cual le di igual tratamiento, sólo haciendo un poco más fuertes mis mordiscos. Con una mano comencé a masajear su clítoris, ayudado porque ella abrió sus piernas nuevamente. No tardó mucho en acabar, aunque ahora fue un orgasmo más tranquilo y silencioso, superpuesto con un mordisco más fuerte en su pezón, que le hizo lastimar un poco.

Me recosté contra la cama, y Selena entendió enseguida el mensaje. Se arrodilló a mi lado, y comenzó a lamer mis tetillas, dándome un placer enorme; mientras mi pija iba creciendo nuevamente. Luego fue bajando, hasta llegar a mi verga, en la cual apenas se detuvo, pero si lo hizo en los huevos.

Se dedicó a jugar con ellos un buen rato, con sus dedos y su lengua. Cada tanto pasaba la lengua del escroto a mi ano, y volvía; llegando a penetrarme con ella. Mis sensaciones eran maravillosas, y cuando ya estaba recaliente, subió de nuevo hacia mi pija, chupándola bien, hasta dejarla toda lubricada.

De repente paró, se levantó y se sentó a horcajadas sobre mí. Apoyó su vagina en la punta de mi pija y comenzó a bajar lentamente, clavándosela hasta el fondo. Estaba tan abierta, que prácticamente entraron hasta los huevos. Yo me quedé quieto, y fue ella la que empezó a subir y bajar, cada vez más rápidamente. Yo estaba prendido a dos manos de sus tetas, pero me dejaba llevar por ella.

Así llegué a mi tercer orgasmo, echándole la leche directamente en el fondo de su concha. Pero ella no paró hasta que no acabó también, aunque mi pija ya se iba achicando. Cuando lo hizo, cayó rendida encima mío, y así, con mi pija todavía adentro, volvimos a dormirnos.

Cuando me desperté vi que Alberto también dormía, aún sentado en la silla. Lo desperté, junto con Selena, y le dije que se fuera a su casa. ¿Vinieron en auto? – Le pregunté. Ante su respuesta afirmativa, le dije que se tomara un taxi, y le dejara las llaves a Selena. Cuando terminemos, ella se vuelve con el auto. De todas maneras, no la esperes hasta la mañana.

Alberto se vistió, y se fue, sin siquiera darle un beso a su esposa. No vale la pena que se sacrifique más – Le comenté a Selena. Terminemos nuestra noche a solas. A todo esto, estábamos todos enchastrados, de su flujo, mi semen y sudor. Así que decidimos pegarnos un baño. Nos metimos juntos bajo la ducha, y nos dedicamos a lavarnos mutuamente.

Para cuando terminamos, estábamos nuevamente relajados, y más descansados; pero comenzando nuevamente a elevar nuestra excitación; y con ella mi pija y sus pezones.

Volvimos a la habitación, luego de secarnos uno al otro, con mucho cuidado y caricias. Como estábamos muertos de hambre, mandé pedir unos sándwichs de miga y una botella de champagne. Comimos algunos, y nos tomamos una copa, ya que no la dejé que tomara demasiado. Ya había visto cómo quedaba cuando estaba en pedo, y no quería repetirlo.

Luego la acosté en la cama, y haciendo un rollito con uno de los sándwichs, se lo fui introduciendo en la vagina, hasta que sólo quedó una punta afuera. Quise hacer lo mismo con otro, pero por su culo, pero no entró. Luego regué toda su zona genital con champagne, y comencé a tomarlo directamente de su piel, hasta llegar a la vagina. Ahí comencé a comer el sándwich, mientras lo iba tironeando hacia fuera.

Lo terminé de comer, y seguí prendido a su concha, penetrándola nuevamente con mi lengua, para después tomar el clítoris entre mis labios. Lo apreté, arrancándole primero un gritito de dolor, y enseguida gemidos de placer. Se lo fui apretando cada vez más, inclusive con mis dientes; hasta que se fue en un gran orgasmo.

Otra vez sus gritos llegaron hasta el cielo. Volvió a inundarme con sus jugos, mientras saltaba en la cama, como Linda Blair en El Exorcista. Después de muchos minutos se calmó, y yo aproveché para ponerla boca abajo en posición de perrito.

Una vez acomodados, lubriqué nuevamente su ano con saliva, y cuando tuve la pija lista la penetré. Esta vez fue más fácil que la primera, y cuando la tuve adentro tomé con una mano su cabello, usándolo a modo de rienda, mientras la cabalgaba, ensartándola por el orto. Con mi otra mano le daba nalgadas, como a una yegua en la carrera; y seguía bombeando.

A pesar de mi calentura, este orgasmo me tardó bastante. Es que no estoy acostumbrado a llegar al cuarto en una noche. Así que me dediqué a disfrutar de la culeada, sin ningún apuro; mientras le iba dejando el culo colorado de las palmadas, y traía su cabeza para atrás, tirando del cabello.

Al acabar fue maravilloso. Pocas veces gocé tanto un orto como esa. Lo tiene tan chiquito, que mi pija entraba profundamente; y tan cerrado, que la tenía totalmente aprisionada. Ni bien terminé, ella se dedicó a chupármela, hasta dejarla bien limpia de todas las secreciones que la bañaban.

Nos besamos largamente de nuevo, y nos quedamos dormidos. Esta vez hasta que me llamaron de recepción para despertarme. Pedí que me subieran dos buenos desayunos, y los tomamos desnudos en la habitación. Aprovechamos para charlar sobre la noche anterior, y Selena me aseguró que había sido mucho mejor de lo que había soñado.

Nunca pasé una noche así – Confesó. Ni siquiera cuando Alberto funcionaba. Tratemos que se repita lo más pronto posible – Pidió. Le prometí que lo haríamos siempre que pudiéramos, y también le recordé que la próxima quería a las trillizas.

Hace años que no las veo – Le dije. Pero por lo que me cuentas, parece que cada una tiene su look. Quiero que cuando nos juntemos se parezcan lo más posible. Hacé lo necesario para que las tres tengan el mismo corte y color de cabello, y vengan vestidas idénticas. Además vamos a necesitar un lugar donde juntarnos, aquí no vamos a poder estar todos.

Prometió cumplir con todos mis pedidos, y nos despedimos con el beso más largo de todos. Ella bajó para irse, mientras yo me vestía para ir a trabajar. Alberto me había dejado la plata de la ropa, y se la llevó toda Selena; después que le dije que no la fuera a usar hasta que nos juntáramos nuevamente.

Y así terminó nuestra primer noche de amor con mi ex sueño imposible. Las siguientes incluyeron a sus hijas, pero esos encuentros se los contaré en la segunda parte de esta historia.

¡Hasta entonces!.

Un abrazo,

Billy

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