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El gran cumpleaños de Carla (4)

en Amor filial

El gran cumpleaños de Carla – IV (El debut de Sebastián)

Esta no es una historia real (aunque me hubiera gustado que lo fuera), pero está basada en situaciones y personajes verdaderos, a los que sólo les cambié los nombres y algunos lugares, como para guardar el secreto...

 

stábamos recostados, acariciándonos mutuamente, cuando desde la puerta escuchamos que nos hablaban. Ahí estaban Nora y Sebastián, de la mano, y completamente desnudos. ¿Qué tal les fue? – Preguntó Nora. A lo cual le respondimos dándonos un tremendo beso, que duró varios minutos. A nosotros también nos fue bien – Volvió a hablar la flaca. Pero ya es hora de vestirnos, porque van a volver Adolfo y Rosita. Mientras nosotros nos vestíamos, organizamos las cosas para facilitar el encuentro entre Carla y mi hijo.

Pero ahora los dejo en compañía de Sebastián, que se encargará de relatarles su encuentro con la tía Nora, quién no sólo lo desvirgó, si no que le enseñó muchas cosas nuevas. El que sigue es su propio relato de los hechos de esa tarde.

¡Hola!, como ya les adelantó mi viejo, soy Sebastián; y en agradecimiento a que sus gestiones llevaran a mi debut con mi tía Nora, acepté su pedido de contarles directamente lo que sucedió, unos días antes del cumpleaños de Carla.

Luego de leer el relato que él hizo del debut sexual de Carla, les puedo adelantar que el mío, en manos de mi tía, fue muy distinto. Acá no hubo preliminares, ni explicaciones teóricas de ningún tipo. Todo lo que me enseñó, lo aprendí con clases prácticas.

Llegamos a la pieza donde yo dormía (la de mi primo Adolfo), y la tía prácticamente se me tiró encima.

¡Besame! – Me dijo, y antes que pudiera contestarle, había pegado su boca a la mía. Yo ya tenía alguna experiencia en besos de lengua con un par de noviecitas de barrio, pero Nora me rompió la boca de un chupón. Mientras nos besábamos, nos apretamos uno con el otro, y mi pene comenzaba a pararse.

Debo decir, sin querer ser presumido, que para edad estoy muy bien calzado. Es que todo mi cuerpo se desarrolló parejo, y ya mido casi un metro ochenta y cinco. Mi pene cuando está al máximo llega casi a los veinte centímetros de largo, con un diámetro de por lo menos cuatro centímetros.

Guachito – Decía la tía. Cómo siento tu poronga contra mí. La quiero toda. Seguíamos trenzados en el beso, que se hacía interminable, y sólo nos separábamos cuando ella decía alguna obscenidad. Pero en el camino, nos fuimos sacando la ropa, y cuando quise darme cuenta, estábamos los dos completamente desnudos.

¡Al diablo con todas las fantasías de desnudar poco a poco a una mujer! No sé ni siquiera de qué color era su ropa interior (si es que la tenía). Como soy bastante más alto que ella, mi pene se refregaba contra su vientre, y el nivel de excitación que tenía, me estaba llevando a acabar en cualquier momento.

Para mí, el refregarme contra ella, es el equivalente a una buena paja; o más aún, al cambiar mis manos por su piel. Y en esto de las pajas, yo soy un experto, de tanto darle y darle. Hasta ese momento, habían sido mi única forma de satisfacción sexual.

Tía – Le dije. Si no paramos, me voy a ir en seco ahora mismo. Pero no me hizo caso, y seguimos fundidos en un beso, y franeleándonos como locos. Le había puesto ambas manos en la cola, y me dedicaba a acariciársela con placer. Ella tenía rodeada mi cintura con sus brazos, y se apretaba más y más a mí.

¡Me voy, me voy! – Alcancé a decir, antes de desparramarme contra su vientre. Con la calentura que traía, largué leche para el campeonato. Nos enchastramos todos; y cuando nos separamos, tuve oportunidad de contemplarla completamente desnuda por primera vez.

De su cara ni me pregunten, pero lo primero que me llamó la atención fue su gran par de tetas. Son inmensas, como esas que suelo ver en revistas pornográficas, o por Internet. ¡Qué buenos pezones!

Tenía de mi leche por los pechos, el vientre, metida en el ombligo, y le chorreaba hasta su vagina. Esta me atrajo casi tanto como las tetas; pero me quedé como bobo, mirando como le chorreaba mi leche hasta los pelos de la concha.

Una sola acabada no había hecho mella en mi erección, y ya estaba listo para seguir, aunque con el pecho y mi propio vientre manchado de semen.

Ella soltó mi boca, y bajó con su lengua a lo largo de mi torso. Me lamió el pecho, chupando todos los restos de leche que quedaban, llegando hasta el final de mi vientre. Mi pene estaba expectante, a la espera de sus caricias, pero ella volvió hacia arriba, a jugar ahora con mis tetillas. Las acarició con su lengua, las chupó, e inclusive me las mordisqueó un poco.

Todo esto hizo que mi pene se parara cada vez más, y ya había tomado un tamaño mayor que lo que yo pudiera recordar. Hacia allí fue la tía, con su lengua. ¡Qué pedazo de verga que tenés! – Exclamó al ponerle las manos encima, y quedarse quieta, admirándola. Te la voy a dejar chiquita, de tanto chuparla.

Tomó mi pene, por la base, entres sus manos, y comenzó a acariciarlo. Con sus finos y largos dedos lo envolvía por completo, y le fue tirando la piel para abajo. Cuando mi cabeza quedó al aire, arrimó la boca y comenzó a pasarle la punta de la lengua. Mientras con las manos me masturbaba lentamente.

Cerró un poco los labios, y metió la punta de mi pene en su boca, sólo el glande. Mientras lo acariciaba con los labios, seguía pasándole la puntita de su lengua. Había sacado una de sus manos del tronco y con ella me acariciaba los testículos.

¡Tía...! – Empecé a decir, pero antes de poder avisarle, me estaba corriendo de nuevo. Largué un chorro hasta su garganta, pero evidentemente la sorprendió, ya que soltó enseguida mi pene; el cual siguió largando la leche, esta vez contra su cara, manchándola toda, inclusive su cabello.

Perdoname, tía – Le dije. No llegué a avisarte, y te manché toda. Pero ella estaba feliz. No sólo no me reprochó nada, si no que me agradeció por la leche que le daba, y se volvió a agachar, para chupármela, dejándola bien limpia otra vez.

¿Te gusta lo que te hago? – Preguntó. ¿Alguna de tus noviecitas te la chupó así antes? Tuve que reconocer que lo más que había conseguido de una de mis novias, era que metiera la mano dentro de mi calzoncillo y me la acariciara. Nadie me la chupó nunca antes que vos – Concluí.

Son muchas más las cosas que vas a hacer por primera vez conmigo – Aseguró la tía. Ahora te toca a vos darme un poco de satisfacción – Me dijo, tirándose sobre una de las camas, con las piernas totalmente abiertas. ¡Chupámela! – Imploró. Pero este era mi debut, y yo había decidido disfrutarlo cómo quisiera. Y lo que yo quería eran sus tremendas tetas.

Me arrodillé a su lado en la cama, y tome uno de sus pechos en mis manos. Estaba manchado con mi semen, pero esto no me molestó demasiado. Se la apretujé, acaricié su pezón y luego me lo metí en la boca. Chupé como si viviera sólo de su leche (que evidentemente no salía); me pasé un buen rato mamando de es mamadera gigante.

Me di cuenta que ella disfrutaba de lo que le hacía, y mientras con una mano se había agarrado de mi pene, que de hecho ya estaba listo para una nueva batalla; con la otra se estaba masturbando. Así llegó ella pronto a un orgasmo, que para mí era un espectáculo nuevo.

No sabía que las mujeres se vuelven tan locas cuando acaban. La tía Nora gritaba y saltaba como poseída. Yo seguía prendido a su teta, ya que tenía el pezón entre mis dientes, y cada vez que ella saltaba, yo lo mordía más, para que no se me escapase.

Esto no pareció dolerle mucho (aunque la dejé un poco lastimada), si no más bien que la excitaba aún más. Cuando terminó de moverse, hice algo que había visto en las películas y me pareció excelente para ese momento. Me le senté sobre el vientre, poniendo mi pene entre sus pechos.

Ella se dio cuenta enseguida de qué quería, tomó sus pechos con sus manos, empujando uno contra el otro, y con mi pene en el medio. Yo me prendí con una mano de cada pezón, y empecé a bombear entre sus hermosas tetas. Ella parecía disfrutarlo tanto como yo, ya que gemía y gritaba de placer a lo loca.

Mi tercer orgasmo tardó un poco más que los anteriores, pero no se hizo esperar mucho. Volví a acabar sobre su cara, pero esta vez ella estaba preparada, y prácticamente logro juntar todo el semen en su boca, tragándoselo sin desperdiciar casi nada.

Caí rendido al lado de ella en la cama, y por primera vez tenía el pene casi del todo fláccido. Pero ella no pensaba descansar; se puso de costado, y comenzó nuevamente a acariciarme. Me sobaba el pene, los testículos, los muslos, y volvía a empezar. Primero con sus finos dedos, y luego agregó los labios y la lengua.

Yo me dejé hacer, esperando recuperarme, después de acabar tres veces casi seguidas. Claro que alguna vez he llegado a masturbarme hasta cinco veces en un rato, así que esperaba poder reaccionar.

A ver si ahora le das una satisfacción a tu tía – Dijo Nora, mientras me acariciaba. Quiero esta vergota dentro mío, ya mismo. Después de un rato de caricias, y cuando yo comencé a retribuírselas, mi pene se puso en acción nuevamente. De a poco iba creciendo, hasta que alcanzó un tamaño considerable, metido dentro de la boca de la tía.

Se volvió a recostar sobre la cama, y yo esta vez me puse encima. No terminé de acomodarme entre sus piernas, que al apoyar la punta de mi pene en la entrada de su vagina, esta como que me succionó. De una sola vez, mi pene se fue todo dentro de ella. ¡Acababa de penetrar por primera vez la vagina de una mujer!

Comencé a meterla y sacarla de a poquito, aunque a veces se me escapaba. Es que resbalaba mucho, por lo mojada que ella estaba. Cada vez que se salía del todo, al entrar nuevamente, le rozaba el clítoris, y esto hacía que ella gritara de gusto. Como ya era tiempo de hacer algo más por ella, me dediqué a jugar con la punta de mi pene en la entrada de su vagina.

En pocos segundos comenzó a los gritos. ¡Así, así! ¡Cogeme, guachito! – Gritaba como loca. Se sacudió para todos lados en un tremendo orgasmo. Entre tanto movimiento, y yo que no se la ponía hasta el fondo, varias veces mi pene se iba hacia la entrada de su ano. Si decidirlo muy conscientemente, en un de esas lo dejé allí, y pegué un empujón.

Otra vez gritó la tía, pero ahora de dolor. Es que al primer saque se la había metido hasta los testículos. Me asusté bastante, pensando que la había lastimado; pero cuando amagué sacarla, ella lo impidió. Ahora que estás adentro, te mato si la sacás – Dijo. Cogeme, rompeme el culo de una buena vez; que la pija de tu padre es más chica y no me abrió tanto el agujero.

La mención a mi viejo hizo que yo me calentara más aún. Sus intestinos apretaban mi pene con mucha fuerza, y esto me producía un placer inmenso. Empecé a cogerla con fuerza, entrando y saliendo. Había puesto sus piernas sobre mis hombros, y la tenía toda abierta a mi merced.

Mientras yo la culeaba, ella se masturbaba a dos manos. Tanto fue así, que antes que yo acabara, ella ya había tenido dos orgasmos más. Gritaba como si la estuvieran matando, pero de placer, no de dolor. Pedía más y más, y yo seguía aguantando, ya que iba por mi cuarto polvo.

Después más de quince minutos de serrucharla, sentí que estaba por acabar. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces terminó ella, pero para mí esta era la mejor. Tenía el pene bien aprisionado y el placer era inmenso. Acabé dentro de sus intestinos, gritando como bestia.

Enseguida se me salió de adentro de su culo, ya que mi pene se desinfló rápidamente. Cuando salió, lo hizo manchado con una mezcla de semen, sangre y excrementos. Evidentemente la había lastimado, pero ella no se preocupó. En realidad lo único que hizo fue arrimarse y ponérsela nuevamente en la boca. Con mucho cariño la limpió toda, tragándose lo que venía.

Yo estaba medio muerto, y ya mi pene no reaccionaba más. Por más que la siguió chupando, después que la dejó limpita, no se me volvió a parar. Cuando la tía desistió con el intento, reaccionó que se hacía tarde, y que sus hijos volverían pronto.

¡Vamos a ver a mi nena y a tu padre! – Me dijo. Y así como estábamos nos fuimos para abajo, a su pieza, que era donde estaban papá y Carlita, haciendo el amor como nosotros lo habíamos hecho. Ahí los encontramos a los dos, desnudos sobre la cama, abrazados como amantes. El sólo verla a Carla en esa situación, hizo que se me parara de nuevo, pero no había tiempo para nada. De todas maneras, ella también me miraba a mí, pero cuando la tía les preguntó cómo les había ido, respondieron dándose un tremendo beso.

Por lo visto, allí las cosas habían sido tan buenas como arriba, y esto me parecía muy bien. De todas formas, yo ya pensaba en cuando me acostara con mi prima. Ya le había tomado el gusto al sexo, y mi primita se veía de lo más apetecible. Nos fuimos cada uno a su habitación a vestirnos, antes que llegaran los otros primos.

Bueno, soy yo Billy, de nuevo. Espero les haya gustado el relato de mi hijo. La verdad me pareció mejor que fuera directamente él quién contara su experiencia. De todas maneras esto no fue lo último que nos pasó en ese viaje a Buenos Aires, ya que después organizamos el encuentro entre Carla y Sebastián, del que salieron muchas cosas más; pero lo demás se los contaré en la próxima entrega, que será la quinta parte de este relato. ¡Hasta entonces!

Un abrazo,

Billy

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