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El gran cumpleaños de Carla (5)

en Amor filial

El gran cumpleaños de Carla – V (Carla y Sebastián)

Esta no es una historia real (aunque me hubiera gustado que lo fuera), pero está basada en situaciones y personajes verdaderos, a los que sólo les cambié los nombres y algunos lugares, como para guardar el secreto...

 

or lo visto, allí las cosas habían sido tan buenas como arriba, y esto me parecía muy bien. De todas formas, yo ya pensaba en cuando me acostara con mi prima. Ya le había tomado el gusto al sexo, y mi primita se veía de lo más apetecible. Nos fuimos cada uno a su habitación a vestirnos, antes que llegaran los otros primos.

Y así terminó el relato de Sebastián, y retomo yo la historia, para seguir contando lo que pasó después, ya que fui partícipe de las aventuras que tuvimos todos.

Cuando nos juntamos los cuatro ya vestidos y arreglados, no quedaban rastros de los dos encuentros sexuales que se habían producido; de los dos desvirgamientos simultáneos, uno en cada piso de la casa. Lo único que se notaba, era cierta dificultad de Nora para caminar, lo cual pude atribuir después, al tamaño de la verga de mi hijo, metida hasta el fondo en su orto.

Llegaron Adolfo y Rosita, y todos juntos tomamos el té. Nos sentamos luego con Nora a pensar para cuándo armaríamos el encuentro entre nuestros hijos. El problema es que ya estábamos a última hora del viernes, al día siguiente era la fiesta de cumpleaños de Carlita, y el domingo nos volvíamos a Neuquén.

Decidimos que nuestra única oportunidad era el sábado a la mañana; sobretodo si queríamos estar los cuatro juntos, no dejando a los chicos solos. Adolfo tenía partido de fútbol, pero nos teníamos que deshacer de Rosita. La flaca llamó a su ex-cuñada, y le pidió que la invitara a Rosita a su casa, a jugar con su hija. Lo que pasa es que está imbancable, celosa por el cumpleaños de la hermana – Le dijo, como excusa. Quiero que se distraiga un poco; me la traigo para almorzar, así luego duerme la siesta, para estar despierta a la noche.

No hubo ningún problema, y así quedó convenido, a las ocho se iba Adolfo, y a las nueve Rosita. Esa noche fuimos de visita a la casa de mi hermana Cristina, la mamá de Ivanna, pero fue una velada normal, donde cenamos y charlamos hasta altas horas. La presencia de Sebastián hizo que no pasara nada, ya que ellas no tenían ni idea de lo que nos traíamos entre manos en lo de la flaca.

A la mañana siguiente, me despertó Nora, para avisarme que se iba a llevar a Adolfo al club, y que iba a aprovechar para hacer unas compras de último momento. Los demás chicos duermen – Me dijo. ¿Podés despertarla a Rosita a las ocho y media, para que esté lista antes de las nueve? – Y se fue, cuando le dije que no había problema.

A los quince minutos, me fui para arriba a despertar a Rosita. Pasé por su habitación, que es la primera en el pasillo, y la vi dormida, despatarrada en su cama. Seguí adelante, y verifiqué que Sebastián también estaba dormido, solo en la pieza de Adolfo; y llegué a la pieza de Carla. Ella también dormía, y se la veía hermosa, con su pijama de algodón, chiquito. Pero ya tendríamos tiempo para ella; así que, convencido que todos dormían, volví a la habitación de Rosita.

Como decía, ella dormía estirada en su cama, sólo tenía puesto un camisón muy cortito, y una bombachita toda metida en la cola, que se apreciaba porque estaba boca abajo, y el camisón se le había levantado casi hasta la cintura.

Me arrimé a ella, previo entornar un poco la puerta, para que no se viera desde el pasillo. Me quedé contemplándola unos instantes, y luego comencé a acariciar sus piernas, llegando hasta la cola. La acaricié un poco más, y luego le hice unos mimos en el cabello y la cara. Cuando la besé levemente en la boca, se despertó.

¡Buen día! – La saludé. ¡Hola, tío! – Dijo sonriente. ¿Cómo estás? Hoy me tocó a mí despertarte a vos – Le dije, y le expliqué que me lo había pedido su mamá. Preguntó la hora, y se quejó que era muy temprano. Te desperté antes, para poder darte el desayuno tranquilo – Le expliqué. ¿Me vas a dar tu leche otra vez? – Preguntó gozosa.

Si vos querés – Le respondí. No hay problema. Vestite, y te doy el desayuno abajo. Se levantó y sin ningún reparo, se sacó el camisón. Sus tetitas todavía prácticamente apenas despuntaban. De todas maneras, cuando las dejó al aire, estiré una mano y se las acaricié. Por acá vas a poder dar leche vos, cuando seas más grande – Le dije, mientras tomaba uno de sus pequeños pezones y se lo apretaba un poco entre mis dedos.

Todavía no me han crecido mucho las tetas – Dijo ella con desenfado. Pero pronto voy a empezar a usar corpiño, aunque no lo necesite. Ya soy una señorita – Concluyó. ¿Y ya te salieron pelitos ahí abajo? – Le pregunté, señalando hacia su bajo vientre. ¡Sí! – Respondió. Pero en realidad muy pocos. ¿Ves? Y se bajó la bombacha, dejándome ver su conchita casi lampiña. Sólo la cubría una pequeña pelusa, de pendejos muy cortos y espaciados.

La tenés muy linda – Le dije, aprovechando para pasarle una mano, acariciando su vagina. Cuando crezcas seguro que la tendrás tan peluda como tu madre – Le dije; y al instante me arrepentí. ¿Cómo sabés que mamá la tiene peluda? – Me preguntó con cara extrañada. No es que lo sepa – Le respondí, tratando de zafar. Pero todas las mujeres grandes tienen la vagina con muchos pelos.

Se dio vuelta para buscar su ropa, y pude apreciar que su cola era muy angosta, y casi chata al final de la espalda; pero en conjunto era una preciosura. Se puso otra bombachita, un short y una remera. Para terminar, un par de zapatillas, sin medias y desabrochadas.

Nos fuimos para abajo, y cuando llegamos a la cocina me dijo que le diera su desayuno. Quiero tu leche, ya que es riquísima – Me dijo. A mí me encantó su frescura, y no pasó un segundo antes que me bajara el short de baño que llevaba puesto como única prenda. Mi pija, que estaba parada al máximo, salto hacia delante.

Aquí tienes para tomar – Le dije. Me pidió que me sentara en una silla, y se arrodilló delante. Sola tomó mi verga entre sus manos, y comenzó a acariciarla. De todas maneras, no había aprendido mucho la vez anterior; así que tuve que guiarla para que me pajeara con las dos manos, mientras acercó su boca al glande. Con sus manos y mi ayuda, me masturbaba; comenzó a chuparme la punta de la pija, y luego se la metió en la boca.

Apenas llegó a meterse la mitad, pero para mí era más que suficiente. Ya venía con una calentura bárbara, después de verla desnuda en su cuarto, así que me costó mucho contenerme para no acabar enseguida. Lo estiré lo más que pude, para disfrutarlo al máximo; y fue genial. Por más despacio que íbamos, llegó un momento que ya no aguantaba más; así que empecé a mover sus manos sobre mi pija, más velozmente, hasta que llegué al orgasmo.

Esta vez tragó una buena parte de mi leche, pero igual se le escapó bastante. Es que fueron varios chorros y su boca no daba a basto. Una buena parte fue a parar a su rostro, el cual limpié concienzudamente con mi lengua, terminando en su boca, donde deposité todo el semen que había juntado, al besarla en un beso húmedo y amoroso.

Bueno – Le dije. Ya tuviste tu desayuno. Espero que te haya gustado. ¡Estuvo buenísimo! – Contestó. ¡Gracias, Tío! Luego sacó unas galletas y se comió todo lo que quiso. Entre medio, me había terminado de limpiar la pija con su boca, dejándola con brillo, pero otra vez erecta. Todavía no estaba satisfecho, pero la flaca estaba por volver, y yo tenía que guardar fuerzas para lo que nos esperaba esa mañana.

Me subí nuevamente el short, acomodando mi verga como pude, le di un fuerte beso en la boca. Que tengas un muy buen día – Le deseé. Igualmente para vos – Me respondió. Y vaya si esperaba tener un buen día yo; si todo salía bien, iba a ser un día memorable.

Poco antes de las nueve, llegaron casi al mismo instante Nora y su ex-cuñada, que venía a buscar a Rosita. ¿Ya desayunaste? – Preguntó Nora. ¡Sí! – Le contestó. El tío me dio la leche, y estuvo riquísima. Se despidió de nosotros con un beso, y partió a jugar con sus primas.

Bueno – Dijo la flaca. Ya estamos solos, ¿Carlita y Sebastián se despertaron? Le comenté que hasta que yo había subido seguían durmiendo. ¡Vamos a despertarlos! – Propuso. Si no se nos va a acabar la mañana sin hacer nada. Vos despertala a Carla, que yo lo voy a ver a Sebastián.

Subió ella primero, y cuando pasé por la puerta de la pieza de Adolfo, ahí estaba ella, "despertando" a mi hijo. En realidad, tenía la mano sobre su verga, y se la estaba acariciando. Mientras le daba unos besitos en el pecho, a fin de irlo poniendo en funciones.

Pasé de largo, y seguí a la pieza de Carlita. Allí estaba ella, destapada en su cama, boca arriba y con su pequeño pijama. Me arrimé despacio, y metiendo una mano por la pierna del pantaloncito, la apoyé sobre su concha. ¡Buen día, sobrinita! – Le dije, para despertarla. Ella al escucharme, y al sentir mi mano, abrió los ojos, pero también abrió sus piernas, a la vez que abría la boca en una sonrisa.

¡Buen día, tío! – Respondió a mi saludo, mientras yo incrustaba mi mano entre sus separadas piernas. Me recosté sobre ella, y la besé en la boca. Fue un beso corto, pero profundo, con mucho cariño. ¿Has dormido bien? – Le pregunté. Su respuesta me llenó de satisfacción, ya que dijo que por un lado estaba muy bien por lo que había pasado el día anterior; pero, por otra, estaba muy ansiosa por todo lo que iba a vivir ese día.

Bueno – Le dije. A levantarse que tenemos la mañana por delante, para vos y Sebastián. ¿Vos vas a estar presente? – Preguntó. La idea con tu mamá es que pasemos la mañana los cuatro juntos – Respondí. Así todo se les hace más fácil a ustedes. ¡Gracias! – Exclamó, y me metió un fuerte beso en los labios. Quedamos en que no hacía falta que se cambiara, y nos fuimos para la pieza de Adolfo.

¿Ya despertaste al nene? – Pregunté desde la puerta, aunque no hacía falta. Sebastián estaba bien despierto, y recibiendo flor de mamada de su tía. Recuerden que la mañana es para los cuatro – Les dije. Ante ello, se separaron, y Seba se subió el pantalón corto de pijama, que era lo único que tenía puesto.

Nos fuimos al living, que era donde podríamos tener más espacio, para estar los cuatro, y de todas maneras teníamos la habitación de la flaca al lado. La senté a Nora a mi lado y les dije que queríamos ver cuánto habían aprendido. De pié delante nuestro, Sebastián la tomó a Carlita por la cintura, y comenzó a besarla en la boca. Primero fue muy brusco, pero ella lo fue llevando hacia un poco más de ternura.

Con Nora mirábamos, y comenzamos a calentarnos. En unos minutos, y sin darnos cuenta, estábamos los dos desnudos por completo, acariciándonos, mientras mirábamos como se amaban nuestros chicos. Las manos de la flaca se movían en mi pija y en las pelotas, a la vez que las mías acariciaban sus pechos y enterraba un dedo en su concha.

Mientras no quitábamos los ojos de lo que hacían los niños. Ya la parte de arriba del pijama de Carla había desaparecido, dejando al aire sus hermosos pechitos. La parte de abajo la tenía casi por las rodillas, y se podía apreciar su colita redonda y paradita. Sebastián seguía con el pantaloncito puesto, pero su verga salía por arriba, casi completa. Realmente me asombré del tamaño que tiene.

Se estaban besando, y la pija de él se refregaba por el vientre de Carlita, más arriba del ombligo, debido a la diferencia de alturas. Muy pocas veces nos miraron, y no demostraron ninguna sorpresa por lo que hacíamos Nora y yo. A todo esto, me recosté un poco más contra el respaldo del sofá, y la senté encima mío. De una sola vez, mi pija entró hasta el fondo de su vagina, llenándola por completo.

Así nos quedamos, casi sin movernos, porque lo importante no era que nosotros cogiéramos, si no verlos a ellos. Ensartada como la tenía, la corrí un poco hacia un costado, para poder seguir observando el espectáculo. Mientras le acariciaba el hermoso par de melones, y Nora se dedicaba a masajearme las bolas.

En una de esas, Sebastián la tomó a Carla por la cintura y la levantó en vilo. Cuando la fue dejando caer, le acomodó la punta de la pija en la vagina, y a medida que descendía, la penetraba un poco más. A ella le dolió, se notó en su cara. Es que la pija de Sebastián es más ancha que la mía, que era la única que había entrado en esa conchita hasta ese momento. Pero esto no hizo que él se detuviera, y al momento la tenía clavada completamente.

Siguieron besándose, mientras Seba la sostenía por las nalgas, abriéndolas y dejándonos ver su hermoso agujerito trasero, todavía virgen. Así agarrada, separaron sus bocas y él la empezó a subir y bajar, a lo largo de su verga. Enseguida tuvo su primer eyaculación, llenando la concha de su prima con su semen.

Nos dimos cuenta por sus gritos, pero además, comenzó a correr la leche por los muslos de ella. Pero, aunque parezca mentira, ella seguía ensartada; la pija de Sebastián no se había reducido ni un poquito. Así que cuando se calmó, empezó a moverla a Carla nuevamente. Esta vez la que lo disfrutó fue ella, ya que se le había pasado el dolor inicial, y él la movía con más cuidado y con calma. Así llegó al orgasmo, que gritó como si fuera la primera vez. Fue casi animal, aunque viniera de semejante criaturita.

Cuando Carlita acabó, Seba la recostó contra un sillón, y sacó su pija de la concha de la prima. Se le sentó encima, como había hecho con la tía, para que lo pajeara con las tetas. Pero las de Carla no dan para una cubana, aún son muy pequeñas; y por más que quiso presionarlas para que apretaran su verga, no lo consiguió.

Se levantó aún más, y le arrimó la punta de la pija a la boca. Evidentemente estaba dispuesto a gozar como fuera, sin muchos miramientos. Ella abrió la boca, y se metió lo que pudo, que no llegó a ser la mitad. Seba empujó un poco más, pero como ella hizo unas arcadas, no insistió. La mamada no duró gran cosa, ya que en menos de un minuto estaba acabando dentro de su boca.

La llenó de semen, y siguió luego eyaculando sobre ella. La bañó prácticamente en leche, dejándola toda pegajosa; y su pija seguía casi como al principio. Ya es hora que hagas algo por ella – Dijo Nora. ¿Te acordás cómo me chupaste a mí? Sebastián se arrodilló en el suelo, y puso su boca sobre la vagina de Carla. Se notaba que no era ningún experto, y a ella a veces le hizo doler, por lo brusco; pero una vez que alcanzó un cierto ritmo, Carlita no tardó en llegar a su segundo orgasmo.

Él no paraba de chuparla, a pesar de los gritos pidiéndole que se detuviera. Cuando nos quisimos dar cuenta, Carla tenía otro orgasmo más; inclusive más fuerte que el anterior. Recién ahí Sebastián se calmó, y dejó de lamerla.

Era tanta la excitación del momento, que Nora se había comenzado a masturbar con sus manos, mientras aún tenía mi pija clavada en la concha. Ni bien su hija tuvo el último orgasmo, ella también tuvo uno. Estaba tan caliente que saltaba como una loca, saliéndose inclusive de mi verga, pero volviendo a caer siempre al mismo lugar.

Ahora me toca el culo – Dijo Sebastián, hablando por primera vez. ¡No! – Exclamó Carla. Por ahí no, que me vas a matar. Nora le dijo que eso era parte de cualquier acto sexual, y que se tenía que acostumbrar. ¡Pero mirá el pedazo de miembro que tiene! – Argumentó Carlita.

Entonces tercié yo en la conversación, y propuse una salida salomónica: Lo que podemos hacer – Dije. Es que sea yo quién la penetre por primera vez, ya que mi instrumento es bastante más chico; y que después lo haga Sebastián, una vez que se haya acostumbrado.

Todos estuvimos de acuerdo, y yo ya me relamía pensando que no sólo me había llevado el virgo de mi sobrinita esa semana; si no que ahora desfloraría su culito, que me tenía delirando. Para que participemos todos – Ofrecí. Y para que Carlita se quede más tranquila; propongo que sea Nora quién la lubrique y la deje en condiciones de ser penetrada.

Otra vez no hubo resistencia, así que acomodamos a Carla en un sillón, boca arriba, y con las piernas bien abiertas y levantadas. Yo me puse en cuclillas sobre su cara, sosteniéndole las piernas en esa posición. Lo cual aprovechó Carla para pasar su lengua por mis testículos y chupármelos bien.

Nora se puso en cuatro patas, delante de su concha; y comenzó a chuparle el culo. Lo lamió concienzudamente, y lo llenó con su saliva. En eso estaba, cuando Sebastián no pudo contenerse, y poniéndose detrás de ella, la ensartó por el orto, sin aviso previo. De un solo empujón, se vio como le entraba hasta las bolas. Nora Gritó por el dolor del momento, pero siguió con su tarea, a fin de que su hija no sufriera lo que ella.

Ya está lista dijo, separando su boca de la concha de la nena, y acercándose para besarla. Ante nuestro asombro, le metió un buen chupón en la boca, y luego se alejó. Me arrimé yo, que había salido de sobre su cara, y con la verga hinchada al máximo, le apoyé la punta en el agujerito del orto. Quedate tranquila que no te va a doler mucho – Le dije. Vos sabés que el tío no te va a hacer daño.

A todo esto, Nora y Sebastián eran espectadores de lujo, observando como era desvirgado el culito de Carla. ¡Chupámela un poco! – Le dije a Nora. Para que se lubrique bien mi pija también. Así lo hizo, dejando más saliva en mi glande. Volví a apoyar la punta, y comencé a empujar. Meter la cabeza costó muchísimo, y Carlita se quejaba del dolor. La sacaba y volvía a empezar.

La flaca se dio cuenta, y comenzó a acariciarle las tetas y el clítoris a su hija, logrando que se relajara, ante el placer que le daba. Cuando terminó de entrar el glande, pegó un grito de dolor, pero después se calmó. La dejé ahí quieta unos minutos, y luego comencé a presionar de nuevo. Ahora entraba más fácil, y Carlita no sufría tanto.

Por lo visto, Sebastián tenía la idea fija, ya que cuando la vio a su tía otra vez agachada, acariciando a Carla; le volvió a poner la pija entre las nalgas, penetrándola en forma anal nuevamente. Por lo poco que vi (yo estaba disfrutando de mi experiencia), él acabó al poco rato, dentro de su culo; y ahí la dejó, esperando que se saliera sola cuando se achicara.

Yo retomé la penetración, metiendo cada vez más centímetros de mi verga en el culo de Carlita. Cuando hubo entrado la mitad, ella ya no se quejaba; y antes que estuviera toda adentro, alcanzó un orgasmo, provocado por las caricias de su madre. Aproveché la oportunidad para de un solo saque, meterle todo lo que quedaba afuera.

La tenía ensartada por el culo hasta las bolas, y este me apretaba muchísimo. Lo tenía muy cerrado, y los músculos de su esfínter aprisionaban mi pija fuertemente. Volví a dejarla quieta unos instantes, y después comencé a sacarla lentamente. La cara de mi sobrina era un poema, ya que estaba gozando de lo que le hacía, como loca.

Cuando casi la había sacado del todo, volvía a meterla, esta vez no tan suave. Se la puse de dos o tres embestidas, y otra vez estaba a fondo. Repetí este juego tres o cuatro veces más, hasta ver que ella ya no mostraba dolor, y su cara era una máscara de placer.

Retiré la mano de Nora de la concha de su hija, y puse la mía, para acariciarle el clítoris. Esto hizo que se relajara aún más, y aunque no lo podía creer, mi verga entró un poco más. Antes que yo me comenzara a mover más rápido, Carlita llegó a otro orgasmo. Se movió poco, pero alcanzó para que yo me desesperara más, con mi pija en el culo de ella.

Cuando terminó, comencé yo un pone y saca en su culo, que duró un buen rato. Estaba dispuesto a gozar lo más posible, y así lo hice. Cuando estaba por alcanzar el orgasmo, aceleré un poco más mis movimientos, y le llené el orto de leche. No se le escapó ni una gota, debido a que su culo aprisionaba completamente mi verga, no dejando lugar para que nada se escapara.

Se me achicó la pija, y se salió sola del culito de la nena. De éste comenzó a fluir el semen que le había dejado, cayendo sobre el sillón. Con calma me arrimé a su cara, y la besé en los labios, con ternura, y sin violencia. ¡Gracias! – Me dijo. Aunque dolió un poco, fue maravilloso. ¡Gracias a vos! – Le contesté. El haber sido el primer hombre en tu vagina y en tu cola, es algo que nunca voy a poder olvidar.

¿Y a mí cuándo me toca? – Preguntó Sebastián. Después de los polvos que me echaste – Dijo Nora. ¿Todavía te quedan ganas? Claro que sí – Respondió él. Para eso y mucho más. Carlita me miró medio aterrorizada, después de echarle una nueva ojeada al aparato de mi hijo. No te hagás problema – La tranquilicé. Tu cola aguantó bien, y ahora está muy dilatada y lubricada con mi semen. ¡Suerte!

Nora se agachó delante de Sebastián y le chupó la pija, como lo había hecho conmigo, antes que la penetrara. Cuando estuvo bien mojada, la soltó, y lo mandó a Seba a hacerle el culo a su propia hija.

A pesar de todo lo que dije, la penetración de Sebastián fue mucho más difícil que la mía, y costó que pasara la cabeza. De cualquier manera, y no sin lágrimas en los ojos de Carlita, la penetración se consumó. Luego de un rato, toda su pija estaba en el recto de la prima. Ahora quedate quieto un poco – Le indiqué. Así su cola se va a acostumbrar a tener eso adentro. Se frenó unos minutos, pero enseguida estaba empezando a moverse.

Cuando lo hizo, Carla volvió a emitir algunos gemidos de dolor, así que Nora se acercó a ella, y comenzó a acariciarla. Le secó las lágrimas con sus labios, y los fue bajando. Pasó por sus pechitos, lamiéndole los pezones, y siguió hacia abajo, donde paró cuando llegó a la vagina y se apoderó del pequeño clítoris, que se puso a lamer con ternura.

Yo, mientras tanto, arrimé mi pija a la boca de Carla, y esta se puso a chuparla lentamente. Entre las caricias de la madre, y las chupadas a mi pija, se fue olvidando que se la estaban clavando por el orto. Sebastián se movía cada vez más rápido, y no tardó en acabarle dentro. Su orgasmo coincidió con el de Carla, que estaba acabando nuevamente. La nena ya iba por su enésimo orgasmo, y seguía adelante.

No por eso dejó de chuparme la pija, logrando que al poco tiempo yo también acabara. Le eché mi leche en la boca, que se tragó por completo, ya que no era tanto.

Acá todos acaban – Dijo Nora. Pero ¿yo qué? Era verdad, ella había tenido un solo orgasmo, que se produjo ella misma, mientras la tenía ensartada en el sofá. Lo importante eran los chicos, pero ella se merecía algo más. La dejamos a Carlita descansar en un sillón, y con Sebastián nos dedicamos a la madre.

Tirada sobre unos almohadones en el piso, Seba se sentó encima, para llevar adelante la cubana que no había podido con la prima. Yo me puse entre sus piernas, y comencé a chuparla toda. Llegaron juntos al orgasmo, Sebastián bañándola con su leche, que le llegó hasta la cabeza; y la flaca retorciéndose cuánto podía, mientras gritaba como una descosida.

Aunque pareciera mentira, Sebastián enseguida tenía la pija parada nuevamente; y yo seguía caliente. Tomé el lugar de Nora, boca arriba sobre los almohadones, y la senté a ella encima, clavándole la pija hasta el fondo. Arrimé mi boca a sus tetas, y comencé a chuparlas, mordiéndole con ganas los pezones, lo que no sólo no la enojó, si no que se veía que gozaba nuevamente, la guacha.

¿Querías culo? – Le pregunté a Sebastián. Acá tenés uno bien grande – Le dije, pegándole una fuerte palmada en la nalga a Nora. Él no se hizo esperar, se arrodilló entre mis piernas y le metió la verga en el orto.

La cosa se ponía violenta, ya que a él le gustó lo de las nalgadas, y mientras bombeaba en su culo, le pegaba con la mano en la cola. Yo, por mi lado, seguía prendido a sus pezones, apretándolos y mordiéndolos, hasta casi lastimarlos. Pero la flaca gozaba cada vez más. Ya pegaba alaridos de placer, sin que supiéramos cuando estaba acabando. Yo creo que entró en un orgasmo continuo.

Yo no necesitaba moverme, ya que entre el bombeo de Sebastián, y los saltos de Nora, mi pija iba y venía en su concha. Al rato, acabamos juntos. Mi leche y la de mi hijo inundaron el interior de mi prima al mismo tiempo. Uno por cada agujero.

Cuando nos pudimos levantar, Nora y yo estábamos muertos. En cambio Sebastián, aunque su pija ya colgaba fláccida, seguía con todas la ganar. Carlita todavía estaba tirada en el sillón, apenas con los ojos abiertos para ver lo que hacíamos.

Ya es tarde, y se acaba la mañana – Les dije. Vamos a arreglarnos para cuando vengan los chicos a almorzar. La tomé a Carlita en mis brazos, como a una novia, y me dirigí a mi pieza. Nosotros nos vamos a bañar acá abajo – Les dije. Ustedes pueden ir arriba.

Nadie se opuso, y nos metimos a la ducha con Carlita. Mientras el agua corría desde su cabeza, me dediqué a lavarla con mucho cuidado. Aproveché para acariciar sus tetitas, y le metí dos dedos en la vagina, cuando llegué allí. Con el culo fui todavía más cuidadoso, y al lavarlo vi que sangraba un poco.

Cuando terminé, ella quiso hacer lo mismo conmigo. Me lavó íntegro, pero cuando llegó a mi pija, dejó el jabón, la enjuagó bien, y se la metió en la boca. Me la chupó un ratito, hasta que logró pararla de nuevo. ¡Ponémela, por favor! – Me pidió. Y yo no me pude negar a los deseos de mi sobrinita, así que copiándome de mi hijo, la levanté agarrándola de la cola, y la dejé caer sobre mi pedazo.

Al tenerla toda adentro, nos abrazamos y nos besamos, durante varios minutos. Nuestras lenguas iban y venían, entrelazándose y acariciándose. Nuestras manos no se quedaron quietas, y mientras ella acariciaba mi espalda y mis nalgas, yo me dediqué a jugar con su cabello. Nos pasamos un rato así, hasta que ella comenzó a moverse arriba y abajo; y yo la ayudé a encontrar un ritmo, que nos hizo acabar a los dos juntos.

Fue un orgasmo muy suave, ahogado en nuestro beso. Acabamos en medio de una demostración de ternura, y apretados en un abrazo. Volví a limpiarle la conchita, para dejarla libre de mi leche, y salimos de la ducha. Mientras nos secábamos en la pieza, llegaron Nora y Sebastián, que ya estaban vestidos. A ella le costaba bastante caminar, sintiendo los efectos de la pija de Sebastián en su culo.

¿Qué pasa que todavía no están listos? – Preguntó la flaca. Ya vamos – Le respondí. Andá preparando la comida, que ya casi estamos listos. La ayudé a Carlita a vestirse, y luego de darle un nuevo beso, fuimos a la cocina. Donde al rato almorzamos todos juntos (con Adolfo y Rosita también); y nos fuimos a dormir la siesta.

La noche iba a ser larga, por la fiesta, y queríamos estar descansados. Y vaya si fue larga la noche, y sobretodo movidita. Pero lo que pasó en el resto de ese día, se los cuento más adelante, en la sexta parte de este relato. Así que será ¡Hasta pronto!

Un abrazo,

Billy

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