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Las Trillizas (3: La Curación)

en Amor filial

Las trillizas III (La curación)

Esta no es una historia real (aunque me hubiera gustado que lo fuera), pero está basada en situaciones y personajes verdaderos, a los que sólo les cambié los nombres y algunos lugares, como para guardar el secreto...

 

llas se fueron para su pieza, pero por lo que pude escuchar, tardaron mucho en dormirse; y sólo lo hicieron una vez que se hubieron satisfecho entre ellas. Se escuchó más de un grito ahogado, en el medio de un orgasmo.

Yo me dormí toda la noche con un pezón de Selena en mi boca, y varios dedos dentro de su vagina. Le pegué de un tirón hasta que llamaron de conserjería a despertarme; y mucho no había dormido, para entonces.

Antes de irme a la oficina, le dejé instrucciones a Selena, para esa última noche. Espero terminar temprano – Le dije. Así que vamos a ir a cenar juntos nuevamente, o al menos a tomar un aperitivo. Le dije que se pusiera el vestidito rosado, la ropa interior color carne, y las sandalias blancas.

Esperame en tu habitación – Le indiqué. Que las chicas también estén allí, y cada una con uno de estos conjuntos – Agregué entregándole los conjuntos de ropa interior que les había comprado. Que Carolina se ponga el celeste, Vannessa el verde y Romina el rosado; así las podré identificar por el color de su ropa.

Te llamaré para avisarte a qué hora vengo – Le dije, por último. Y me fui a trabajar, no sin quedarme con las ganas de echarme un polvito, pero se me hacía tarde. ¡Ya me desquitaría a la noche!

Durante el día pensé mucho en todas ellas, y también pensé en Alberto. Al margen de lo que yo disfrutaba todo esto, y sabiendo que con Selena estaba cumpliendo con creces, ya que estaba gozando más que en toda su vida, seguía pensando que mi primo merecía algo mejor.

De tanto darle vueltas al tema, decidí intentar algo, y ponerlo en práctica esa misma noche. La llamé a Selena al hotel, y le dije que a las 7 y media la pasaría a buscar, que estuvieran todas como le había indicado. Pero por otra parte – Agregué. Quiero que Alberto vaya al hotel a las 9 de la noche, y nos espere allí.

A las siete estaba en mi habitación, me duché, cambié mi traje por algo más liviano, y entré a la otra habitación. Ahí estaba Selena, metida en el vestidito que le había comprado. Tenía sus piernas desnudas, y le hice levantar la falda para apreciarla mejor. La bombachita era tanto o más transparente de lo que suponía; por delante se le notaban absolutamente todos los pendejos, que los llevaba bien largos, como le había exigido, y la cola se veía preciosa.

Las chicas esperaban más atrás, con sus conjuntitos se veían muy atrayentes, siempre y cuando no te pararas mucho a mirar sus caras. Pude reconocer a mi sobrina rebelde, la ex – tenista, porque seguía teniendo los pezones más grandes, que sobresalían como los de sus hermanas, por arriba del corpiño. Por otra parte, de abajo parecían más desnudas que su madre, ya que las bombachas dejaban ver todo. Sobretodo esas hermosas conchitas peludas...

La rebelde estaba vestida de rosa, así que se suponía que era Romina, aunque también me podrían estar mintiendo, y yo no me enteraría. Vannessa vino enseguida hacia mí, moviendo seductoramente su cuerpo, por lo que supuse que era la bascketbolista del día anterior. Buenas noches, tío – Dijo, y me besó en la boca.

La del hockey evidentemente era Carolina, vestida con el conjuntito celeste, quién me besó menos efusivamente, antes que lo hiciera Romina. Siempre última ella para esas cosas.

A las nueve viene su padre – Les dije. Si llega antes que nosotros, que espere en mi habitación, y ustedes aquí. De todas maneras, no vamos a demorarnos. Y nos fuimos con Selena hasta una confitería cercana al hotel, donde sirven las mejores picadas de Buenos Aires.

Hoy quiero que te exhibas como nunca le dije a Selena mientras bajábamos en el ascensor. Quiero llegar bien caliente de vuelta a nuestras habitaciones. Y salimos a la calle abrazados por la cintura, mientras yo aprovechaba para levantarle un poco la falda del vestido, y así mostrar su cola. Ella no dijo nada, ni siquiera cuando le manoseaba la cola, parados en un semáforo, por debajo de su falda.

Sus pezones ya estaban tan erguidos, que sobresalían aún con su corpiño y vestido, aunque hay que reconocer que ambos eran de telas muy, muy finitas. Cuando llegamos a la confitería, todo el mundo la miraba, y qué decir cuando se sentó, ya que la guacha lo hizo de forma tal que el vestido se le subió mucho, dejando ver su bombacha, y por ende sus pendejos, que se traslucían todos.

Así estuvo la más de una hora que duró nuestra picada. Mostró sus piernas y su conchita a todo el que quiso verla (y eran muchos), abriendo y cerrando sus piernas, cruzándolas, e inclusive levantando casi por completo la falda del vestido al sentarse cuando volvió del baño.

Durante todo el rato se pasó acariciando distraídamente sus pechos, con lo que los pezones ya resaltaban como si estuviera desnuda. Cada vez que alguien desviaba sus ojos de la entrepierna, ella llamaba su atención hacia sus pechos, acariciando los pezones con la yema de sus dedos.

Más de una vez bajó una mano, y pasaba un par de dedos por su conchita. Luego se los chupaba, salvo una vez que me los dio a mí para que lo hiciera. Estaban empapados, muestra más que suficiente de que su concha sería un mar de jugos a esa altura.

Cuando volvió la segunda vez que fue al baño, me pidió disculpas. No me quedó más remedio – Me dijo. Tuve que hacerme una paja, porque ya no daba más. Le dije que no había problema, y que más de uno ahí iba a tener que hacer lo mismo.

Cuando hubimos dado cuenta de todas las exquisiteces de la picada, y de casi una botella de vino blanco, pagué la cuenta y nos fuimos. Al pasar por la vidriera vi como dos de los comensales habían ido directamente al baño, y un tercero nos seguía, no muy cerca. Le comenté esto a Selena, y en el viaje de regreso al hotel le dimos un espectáculo adicional gratuito.

Llegamos al hotel a las nueve en punto. Selena fue a su habitación, y yo entré en la mía. Ahí estaba Alberto esperando. Nos abrazamos y charlamos un ratito. Me dijo que no le habían comentado nada todavía sobre la noche anterior, y estaba curioso de saber para qué lo había llamado. Ante todo volvió a agradecerme lo que hacía por su esposa.

Mirá – Le dije. Te llamé porque realmente creo que Selena la está pasando de lo mejor. Probablemente nunca haya gozado como hasta ahora. Yo lo estoy disfrutando mucho también – Agregué. Sabés que he cumplido un viejo sueño con Selena; pero también he gozado de las chicas. Ellas, por su parte, no creo que la hayan pasado nada mal – Concluí.

Como verás – Le dije. Todo está muy bien. O casi todo. Sólo faltás vos. Se me quedó mirando con cara de no entender, así que le expliqué que quería hacer algunas pruebas, para ver si lográbamos que él también disfrutara de todo esto. Primero se negó, pero no con mucho entusiasmo, y al final prometió colaborar.

A mí me parece – Comenté. Que tu problema es que te bloqueás con Selena. Por eso pensé que con otra mujer (u otras) tal vez la cosa pudiera cambiar. Yo no pienso meterme con otras mujeres – Dijo, exaltado. Entonces le expliqué que no pensaba que se buscara a cualquier desconocida, que probaríamos con sus hijas, con las trillizas.

Convencerlo me costó bastante, pero al final, luego que argumenté que él había prometido estar dispuesto a todo, aceptó a regañadientes. Nos quitamos la ropa, quedándonos sólo en slip, y llamamos a las mujeres.

Cuando entraron se sorprendieron bastante, pero enseguida Selena nos saludó a los dos. En realidad era la única que estaba vestida con algo más que ropa interior, así que le dije que se sacara el vestido y las sandalias.

¿No van a saludar a papá y al tío? – Les pregunté a las chicas. Y ahí vinieron de a una, besándome a mí en la boca, y a Alberto en la mejilla. Nos sentamos todos, en las sillas y en la cama, y procedí a contarles qué quería hacer. Su tarea de hoy – Les dije a las chicas. Es la más difícil pero la más importante de todas. El objetivo es curar a su padre.

Me miraron como sin entender. ¡¿Cómo?! – Exclamó Selena. Como escucharon – Respondí. Ya que con vos Alberto nunca volvió a funcionar, quiero que lo intenten sus hijas, que ellas traten de volver a la vida la pija del padre.

Costó muchísimo que nos pusiéramos de acuerdo, sobretodo con Selena y con Carolina. Yo pensé que el mayor problema iba a ser Romina, pero se ve que esta adoraba a su padre, y fue la más dispuesta; con Vannessa tampoco hubo mucho problema.

Al final, convencida Carolina por sus hermanas, tuve que amenazar a Selena con suspender todo, si no aceptaba estas condiciones. Ante el temor de perderme como amante, terminó aceptando.

Quiero que se lo lleven a Alberto al baño, lo bañen y lo mimen entre todas en la bañera – Fui indicándoles. Y luego lo traigan acá para hacerle unos masajes, relajándolo bien, y lo vayan cogiendo de a poco, hasta que el pueda. Terminen de desnudarlo, pero ustedes no se saquen la ropa, aunque se la mojen.

Allí fueron los cuatro al baño, mientras yo me quedaba con Selena, que no se veía muy contenga todavía. Billy, yo... – Comenzó, pero no la dejé seguir. Me senté en una silla, luego de sacarme el slip, y la llamé. Así como estaba la senté sobre mi falda, mirándome de frente. Al hacerlo le corrí un poco la bombacha, y se sentó directamente ensartada en mi pija, que ya estaba para la guerra.

Su concha también estaba lista, y cayó sentada con mi verga hasta los huevos. Le arranqué el corpiño de un tirón, y la abracé fuertemente. Poco a poco separé su cara, para mirarla y besarla. Para cuando nuestras bocas se juntaron, ya no quedaba en Selena ninguna muestra de contrariedad por lo que pudiera estar pasando en el baño. Es más, creo que pronto ni se acordaba de eso.

Con toda mi pija dentro, nos besamos por varios minutos, nuestras lenguas combatían en las bocas, mordí sus labios hasta que sangraron, y luego la tiré para atrás, a fin de tener sus pechos a mi alcance.

En esa posición, con su cabeza apoyada en la cama, quedaban sus tetas y su conchita a mi disposición. Primero el acaricié y apreté los pechos, y cuando le retorcía sus pezones, tuvo el primer orgasmo. Gritaba como loca, tanto que Carolina salió del baño a ver qué pasaba. Al ver que su madre "sólo" estaba gozando, se dio media vuelta para regresar al baño.

Pero antes la llamé, y se acercó a mí. La hice arrodillar en la cama, de frente a mí, y con su concha sobre la cara de la madre. No necesité decirle nada a Selena, que ya estaba chupando la concha de su hijita. Romina se estiró hasta que pudimos besarnos, y mientras lo hacíamos, me dediqué a franelear sus pechos, por sobre el corpiño, que estaba empapado.

Cuando sentí que acababa, gracias a la boca de su madre, pellizqué más fuerte sus pezones, lastimando inclusive uno de ellos. Esto la hizo gritar como bestia, mezcla de dolor y placer, en partes iguales.

La dejé ir, mientras levantaba nuevamente a Selena, volviendo a ensartarla hasta el fondo. Nos besamos de nuevo, compartiendo todos los líquidos de Romina, que tenía en su cara y su boca. Selena comenzó a subir y bajar por mi pija, poniéndome cada vez más caliente, y al borde del orgasmo.

Antes de acabar me prendí a sus pechos, y con un pezón entre mis dientes, y el otro entre mis dedos, llegué a un tremendo orgasmo. Le llené la concha de leche, mientras mordía y pellizcaba sus pezones; y ella no paraba de subir y bajar. ¡Sííí guacha! – Le gritaba. ¡Cogeme bien fuerte putita mía! Y así siguió hasta que fue ella la que acabó, gritando su propio orgasmo.

En ese momento salieron Alberto y las chicas del baño. Él desnudo, y ellas como si lo estuvieran, ya que tenían su ropa interior transparente toda empapada. ¿Cómo están? – Les pregunté. Alberto venía abrazado a Romina, y su respuesta fue un gran beso en la boca de la hija. Vannessa iba al otro lado de su padre, tomándolo por la cintura, y acariciando su cola.

Carolina no se veía muy convencida, y estaba separada de Alberto. Estamos muy bien – Dijo él. Sólo hay dos problemas – Continuó. Uno es que la estoy pasando bárbaro, pero mi amigo no reacciona... el otro es Caro – Agregó. Parece que no está muy convencida de esto.

Bueno – Les dije. Lo que no puedan hacer dos, tampoco podrán tres. Quedamos en que Romina y Vannessa seguirían con el "tratamiento", y Carolina se uniría a Selena y a mí.

Alberto se acostó en la cama, y mientras Romina se dedicó a besarlo en el pecho, la cara, y luego en su boca; Vannessa comenzó a "trabajar" sus genitales. Le chupó la pija, los huevos, y también el ano, como una experta. Estuvo mucho rato así, lamiendo y tragando todo lo que podía.

Mientras tanto, yo volví a sentarme en la silla, y la puse a Carolina sobre mí. Sentate despacio – Le ordené. Mirando hacia la cama. De esta manera me daba la espalda, y cuando se iba bajando, yo acomodé la punta de mi verga en la entrada de su culito.

Fue divino, ya que con su propio peso, pero no sin dificultad, llegó a sentarse sobre mis huevos, con toda la pija metida en el orto. Yo estaba otra vez al re mango. De sólo mirar lo que le hacían sus hijas a Alberto, y cómo Selena se mostraba algo celosa de lo que pasaba, mi pija crecía más y más en el orto de Carolina.

Le dije a Selena que se arrodillara delante nuestro, y una vez allí le chupara la concha a su hija, y también mis testículos. Nos chupó durante un rato, mientras nosotros dos nos calentábamos más aún viendo el espectáculo de la cama.

Vannessa seguía dedicada a la verga de su padre, la cual acariciaba no sólo con su lengua y labios, si no también con los pechos y el cabello. Mientras tanto Romina ponía en boca de su padre todo lo que tenía, lo besó hasta cansarse, le dio a chupar los pechos, la concha, el culo, todo pasó por la lengua de Alberto.

Cuando Carolina empezó un gran orgasmo, gracias a la lengua de Selena, yo empecé a subirla y bajarla por mi pija. La dejaba casi toda afuera, con sólo la cabeza en su orto, y la volvía a bajar de golpe hasta chocar sus nalgas con mis pelotas. Así lo hicimos varias veces, mientras Selena no dejaba de chupar y Caro de gritar su orgasmo.

Hasta que fui yo el que no aguantó más, y comencé a bombear mi leche en sus entrañas. Le llené el culo, y todavía salía un poco más, lo que no dejaba de chupar Selena, que se tragó todo: el flujo de su hija y la leche que se salía de su orto. No paré de moverme hasta que mi pija quedó muerta. Ahí la levanté a Carolina de golpe, y al sacar mi verga ya achicada de su culo, todo su interior se vació en la boca de Selena.

Cuando volví a mirar a la cama, no podía salir de mi asombro. Romina seguía en lo suyo, pero la pija que ahora lamía Vannessa, como un chupetín, ya no era una cosa fláccida y pequeña; a Alberto se le estaba parando en serio.

Carolina y Selena vieron lo mismo, pero no dijimos nada. Nos quedamos quietos, observando las reacciones de Alberto, que cada vez eran más pronunciadas. Ya inclusive Romina se había percatado, y besaba a su padre en la boca, con mucho amor, mucho más del que se podría esperar de una hija.

Llegó un momento que Romina la corrió a su hermana, y sin dejar de besarlo, se fue subiendo encima de Alberto. Luego, con mucho cuidado y cariño, fue bajando, hasta apoyar la punta de la pija en la entrada de su concha. Vannessa ayudaba, sosteniéndola parada, y apuntándola bien.

Costó que entrara, porque la pija de Alberto no estaba del todo dura, pero una vez que la conchita de Romina se la fue tragando, le entró toda. Vannessa le dio un beso al padre, y se vino a donde estábamos nosotros, dejándolos solos. Ahí se notaba que había mucho más que el amor de un padre y su hija.

Tomé a Selena y sus otras dos hijas de la mano, y nos fuimos a la otra habitación. Me tiré en una cama, y entre las tres se dedicaron a mimarme, lamerme y chuparme todo. Fue algo divino, ya que lograron pararme la pija enseguida, pero siguieron acariciándome, con sus manos, bocas, tetas y cabellos.

Fue todo muy suave, hasta que les dije que quería el culito de Vannessa, a lo cual esta se dispuso gustosa. Todo lo mío es tuyo tío – Dijo, contenta. Mientras Carolina me chupaba la pija, para mantenerla bien dura, Selena se dedicó a lubricar el culo de Vannessa con su saliva. La chupó a conciencia, hasta que logró inclusive hacerla acabar, ya que le estaba metiendo un par de dedos en la concha, mientras le llenaba el orto de saliva.

Cuando estuvo lista, la puse en cuatro patas sobre la cama, pero antes la hice acostar a Carolina, boca arriba. De esta forma, ellas quedaban listas para un 69, mientras yo la culeaba a Vannessa. La tomé de las caderas, y sin mucho preámbulo, comencé a bombear en su culo con todas mis fuerzas, mientras cada tanto le pegaba unas palmadas en las nalgas.

La primera en acabar fue la propia Vannessa, gracias a la doble acción de mi pija en su culo, y la lengua de Carolina en su clítoris. Entre todos sus gritos mientras acababa, siguió chupando a su hermana, con la cual acabamos juntos. Mientras yo bombeaba leche en el culo de Vannessa, Carolina echaba todos sus jugos en la cara de la hermana.

Cuando hube acabado, nos acostamos todos en la cama, boca arriba, y le dije a Selena que nos limpiara a los tres. Bien limpios – Le ordené. Con tu lengua, y quiero que tragues todo lo que largamos. Así lo hizo, con todo gusto, nos lamió a los tres, tragando todos los jugos que nos pegoteaban, los de las chicas y mi semen, que escapaba del culo de Vannessa.

Estaba Selena terminando, cuando escuchamos gritos de la otra habitación. Eran tanto Romina como Alberto, que gritaban cada uno su orgasmo. En ese momento ella estaba boca arriba en la cama, y Alberto entre sus piernas, cogiéndola en la posición más tradicional del misionero.

Llegamos justo para ver como la regaba con toda su leche, mientras ella seguía gritando su orgasmo. Alberto estaba curado, al menos por una vez. Le caían lágrimas de los ojos, de la felicidad que tenía.

Cayó rendido sobre su hija, y el beso que se dieron duró por lo menos cinco minutos. Cuando reaccionaron, recién se dieron cuenta que nosotros estábamos allí. Alberto me dio infinitas gracias, ofreciendo su vida en agradecimiento por lo que había logrado.

No lo hice yo – Le dije. Fueron tus hijas, en especial Romi. De todas maneras, habría que ver si esto fue algo pasajero, o va a durar – Apunté. Y sería importante ver si lo puede disfrutar Selena también.

Lo hice acostarse de nuevo boca arriba en la cama, y mandé a sus tres hijas a que lo pusieran a punto nuevamente. Esta vez, a pesar de ya haber acabado, no les costó tanto, y cuando lo tuvieron a punto, le dije a Selena que lo montara.

Así lo hizo, y su concha se tragó toda la verga de Alberto, hasta el fondo. Se acostó sobre él, y se besaron largamente. Luego ella se enderezó, y comenzó a cabalgarlo lentamente.

A mí me enternecía mucho la situación, pero también me excitaba a lo loco, así que en un momento que Selena se estiró para lamer las tetillas de Alberto, yo aproveché su posición para meterle la pija de un golpe en su culo. Se asombró bastante, pero le gustó.

¡Qué bueno! – Gritó. Tengo a mis dos machos dentro mío. ¡Cójanme fuerte, hijos de puta! – Seguía. Quiero que entre los dos me rompan la concha y el culo en pedazos.

Y le dimos el gusto. Para cuando Alberto y yo acabamos, que lo hicimos prácticamente juntos, ella ya había tenido tres orgasmos más. En parte ayudada por Vannessa y Carolina, que se dedicaban cada una a chuparle una teta. La única que no participó de ese cuadro fue Romina, que evidentemente quería a su papito, y nada más.

Y así pasamos la noche, en una orgía de todos contra todos (bueno, excepto Alberto y yo), en la cual él disfrutó sobre todo cuando se la cogía a Romina, a la cual no me quedé con las ganas de que le hiciéramos también una doble penetración, igual que a su madre.

Gocé mucho también del momento en que entre las tres hijas se cogieron a la madre, mientras Alberto y yo observábamos, bien calientes. Entre las tres lograron dejarla desmayada a Selena, de tanto gozar y gozar.

Fue una noche inolvidable para los seis, que marcó de alguna manera la vida futura de todos, sobretodo de ellos. A partir de allí, tuvieron una vida mucho más feliz. Más adelante me contaron que habían cambiado la cama matrimonial por una más grande, ya que todas las noches dormían juntos Alberto y Selena con Romina en la misma cama.

Entre las dos se encargaban de darle placer a Alberto todas las noches, mientras Vannessa y Carolina dormían ahora en la vieja cama camera de los padres, y eran tan buenas amantes como ellos. De todas maneras, esto no dejaba de lado que el amor fluyera entre todos ellos, y el padre se encargaba de cogerse a todas sus hijas de vez en cuando.

A partir de allí, cada vez que voy a Buenos Aires, tengo a mi disposición a cualquiera de ellas, como las quiera. De a una, dos, tres o cuatro; las que quiera y como quiera. Nunca terminan de agradecerme entre todos lo que hice por su felicidad, y yo me lo voy cobrando con creces...

Pero bueno, todo eso ya forma parte del presente y futuro, y tal vez de una próxima historia, porque este ya termina acá. Espero que les haya gustado.

¡Hasta siempre!.

Un abrazo,

Billy

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