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La joven ama (4)

en Dominación

La joven ama (4)

El trayecto a casa lo hice callado, mientras Aníbal trataba de ser amable, preguntándome por cómo fue el día y que tal con mis compañeros. Le hablé secamente, no me fiaba de esa falsa amabilidad. Cuando estábamos llegando me confesó algo:

¿Sabes para qué necesito un sumiso como tú?.

No, …..no lo sé.- Durante estos días mi resignación iba en aumento.

Quiero que dejes preñada a Arancha.

¿Qué? ¿Cómo?....no puede ser…eso es…

Harás lo que yo te diga, perro.

Pero…y ella…

Ella es mi sumisa también. Lo que quiero es que deje de buscar chicos por ahí, para que no tenga la mala suerte de encontrar un desgraciado que le haga daño. De esta manera estoy seguro de que tú no le harás mal, porque si no… jajajajaja ya sabes.

Es un plan perverso, que pasa si me niego.- Su mirada me traspasó. Tenía el rostro totalmente serio, por su cabeza no sé qué cosas podrían estar pasando, pero sentí un temor enorme ante aquel hombre.

Créeme, es mejor que no te niegues. Está en juego tu futuro. Dejarás preñada a Arancha y punto. Hoy haremos la cópula, os cruzaré como 2 perros que sois.

No volvimos a hablar más hasta que llegamos a casa. Bajamos del coche, yo siendo vigilado muy de cerca por él por si me escapaba o gritaba, no tuve opción.

En casa se encontraba Arancha. Por el olor que flotaba en el aire, estaba haciendo la comida.

Hola perrito ¿Qué tal?- me dio un beso en la mejilla.

Bien, ..ama.

Sácate la ropa cuando entres, y déjala en este armario. En casa quiero verte siempre desnudo ¿está claro?.

Sí, ama.

Así pues tuve que desnudarme y dejar la ropa guardada. En la cocina me esperaba la comida en el suelo, en la esquina destinada para mí. Mientras comía observaba a Arancha, no sabía si ella conocía los planes de su padre, no mostraba ninguna preocupación ante eso.

Empecé a pensar en escaparme de allí, esta vez arriesgando mi futuro profesional o laboral. Aquello era demasiado, prefería que me despidieran, me procesaran y me metieran en la cárcel.

Acabamos de comer. Como siempre, tenía que recoger la cocina y fregar los platos y vasos, mientras ellos esperaban en el salón a que terminase. Pensé que debía aprovechar ese momento, ya que la puerta de salida se encontraba más cerca de la cocina. Para aprovechar eso tenía que salir a la calle desnudo, pero esa vergüenza era una minucia comparada con lo que me tenían preparado. Me asomé a la puerta del salón, para ver donde estaban. Se encontraban hablando, los 2 sentados en el sillón con la televisión encendida. Era un buen momento. Me concentré en el camino que había de recorrer hasta la puerta de salida, tome aliento……y sin más eché a correr. En el pasillo oí un grito de mi ama. Llegué a la puerta y abrí el pestillo, aquello me hacía perder algo de tiempo que debía tener en cuenta. Bajé las escaleras de la entrada, levanté la mirada y allí estaba la luz del día en la calle. Casi no tuve tiempo de sentir el aire en mi piel, recibí un placaje que me dejó tumbado en el suelo casi inconsciente. Entre la nebulosa que tenía en mis ojos pude distinguir la enorme figura de Aníbal, oía que me gritaba algo pero no podía distinguir qué. También llegué a distinguir a Arancha llegando después, me dieron la vuelta y me ataron las manos con un cordel o un cable. Me taparon con un abrigo y me metieron en la casa otra vez.

Estuve un par de horas tirado sobre un colchón en el sótano. Me dejaron allí solo, esposado y atado a una columna por el cuello. Me sentía perdido, ahora mi secuestro sería en toda regla y mis oportunidades de abandonar aquello eran escasas. No podía creer que aquel plan pudiera cumplirse, para ello debería obligarme a dejar embarazada a Arancha porque yo no me iba a dejar hacer eso.

Oí pasos en la escalera. Perdí la noción del tiempo, aunque por los ventanucos del sótano pude ver que era de noche. Arancha se puso ante mí, con los brazos en jarra y mirada desafiante. Yo estaba sentado, con la espalda en la columna y el culo sobre el colchón.

Abre las piernas.- me dijo ella en tono imperativo. La obedecí.

Sabes que tu padre quiere que te deje embarazada.- ella puso un pie sobre mi polla, y la pisó suavemente.

Sí, ya lo sabía, que crees. Yo estoy igual que tú, soy una sumisa controlada por mi padre, que es mi amo. Me controla toda la vida desde siempre, ya estoy acostumbrada. Y tú también lo estarás, y no querrás salir de aquí. - siguió haciendo fuerza con el pie pisando más.

Aaaaaaaggg….por favorrrr…

A partir de ahora te quedarás aquí encerrado. Cuando consiga quedarme embarazada de tí ya estarás atado para siempre, no podrás escapar y abandonar a tu hijo. Seremos una familia, me dedicaré a criar a mi hijo, mientras tú nos mantienes con tu trabajo. Eres mío.

Continuó bajando más el pie, aplastándome más la polla y aumentando el dolor. Se le notaba en la cara que disfrutaba haciéndome sufrir. No le parecía suficiente dolor y quería causarme más. Aunque lo que más me dolía era la mente, aquel plan era perverso, tenía razón, me quedaría atado para siempre.

Otros pasos bajaban la escalera, era Aníbal. No lo notaba enfadado, pero sí algo nervioso. Sin decirme nada, se acercó a mí y me quitó las esposas y la cuerda del cuello. "Vamos a realizar la cópula". Me acostaron en el colchón boca arriba, con los brazos estirados sobre mi cabeza y atados a la columna con una cuerda que la rodeaba. Me estiraron las piernas y me las abrieron lo máximo posible, atándome los tobillos a una tubería y a la pata de una mesa. Después de unos minutos, me encontraba inmovilizado sobre el colchón.

Arancha se puso de pie encima de mi cuerpo, con un pie a cada lado. Se fue quitando la ropa despacio, contorneando levemente las caderas y desechando las prendas que iban sobrando. Poco a poco fue quedándose desnuda, su cuerpo brillaba con las primeras gotas de sudor que surgían en su piel. Estaba excitada, podía olerse su excitación. Ante aquella tremenda visión de ver su cuerpo contoneándose, mi polla empezó a reaccionar.

Mi única oportunidad era concentrarme para que eso no sucediese, para mantener mi polla relajada y que no pudiera usarla.

Se agachó y se sentó encima de mis muslos, con las piernas abiertas y cada pie a un lado de mi cuerpo. "Vamos a ponerte la herramienta en marcha, perrito, espero que tu leche sirva para preñarme". Me la cogió con las 2 manos y me empezó a pajear, suavemente. Yo intentaba concentrarme para no reaccionar a esos estímulos, pero era imposible. Con esos frágiles dedos me la había puesto totalmente erecta, dura, a punto de reventar. Una vez logrado su objetivo, me la untó con un gel lubricante y lo extendió por todo el tronco. Una vez bien lubricada, movió su cuerpo y puso su coño encima de mi polla. Me la sujetaba con las 2 manos y ella iba bajando, metiéndosela poco a poco. Al principio le costaba meter la cabeza, pero gracias a la acción lubricante del gel pudo entrar sin dañarla. Miré hacia la izquierda y ví a Aníbal sentado, con las piernas cruzadas y preparado para el espectáculo que iba a dar su hija.

Sentí el calor de su interior y la presión de su coño en mi polla. Había conseguido meter la mitad de la polla. Puso sus manos sobre mis hombros y se dispuso para cabalgarme. Al principio despacio. Subía hasta que solo la cabeza estaba dentro y bajaba, cada vez más profundamente. Sus tetas estaban junto encima de mis ojos, y mirase a donde mirase, no podía escapar de la visión de su cuerpecito. Ella gemía escandalosamente, parecía que la estaba partiendo pero no dejaba de moverse. Yo cerraba los ojos y pensaba en otras cosas para no excitarme y acabar corriéndome, pero dentro de ella mi polla era estimulada por su coño, la apretaba y se deslizaba de manera que mi erección era total dentro de ella. Aumentaba el ritmo a medida que se iba acostumbrando a mi polla, me pellizcaba los pezones, me besaba el cuello entre jadeo y jadeo, me acariciaba los testículos, me recorría el pecho y abdomen para que me corriese cuanto antes.

Pude aguantar unos minutos. Ella cabalgaba sobre mí frenéticamente, su coño chorreaba abundantemente y mi polla prácticamente salía totalmente y volvía a entrar. Sentí que los músculos de su coño comenzaban a tener contracciones, igual que sus muslos y abdominales, iba a tener un orgasmo inminente y yo aguantaba el ritmo de sus caderas. Lanzó un grito y todo su cuerpo se arqueó con sucesivas contracciones. Sus pulmones se hinchaban y expulsaban aire rápidamente, tratando de tomar el aire necesario entre sus jadeos. Su orgasmo fue brutal, cayó sobre mi pecho y se quedó inmóvil. Enseguida volvió a erguirse y a continuar con la cabalgada, yo aún no me había corrido y ese era el objetivo. Nuestros cuerpos estaban envueltos en sudor, era prácticamente una lucha, ella buscando mi orgasmo y yo tratando de impedirlo. Con las uñas me arañaba el pecho, su cara y su miraba me enseñaban la rabia con la que me estaba cabalgando. Otra vez empezó a jadear, y yo también empecé a sentir mi orgasmo, empecé a sentir temor ante lo que se avecinaba y que sabía que no podría tratar de impedir. Sus manos recorrían mis muslos por su cara interna, sabía que faltaba poco, era solo cuestión de unos segundos, mantenía ese ritmo extenuante, esos jadeos frenéticos ante aquel esfuerzo. Empecé a sentir en mis testículos el hormigueo que precede al orgasmo. Como una corriente eléctrica, en pocos segundos mi polla se puso lo más dura posible, se hinchó dentro de ella y mis músculos se contrajeron indicando que el orgasmo ya había llegado. Mis piernas se tensaron, provocándome dolor en los tobillos atados. Mis brazos se contrajeron, lo que me hizo cerrar las manos agarrando el colchón. Los músculos de mi cadera reaccionaron y provocaron que mi polla penetrase un poco más, justo en el momento en que mi leche la inundaba. Repetidas contracciones hicieron que expulsase una gran cantidad de leche durante unos segundos.

Ella se recostó encima de mí, abrazándome, besándome tiernamente el pecho y el hombro. Mi polla seguía dentro de ella, mientras se recuperaba y volvía a relajarse. Estuvimos así unos minutos, sin decir nada. Los 2 comprendíamos la situación, ella estaba con opciones de quedar embarazada y tener una familia con un hombre sumiso, y yo tenía mi vida atada a ella si finalmente el embarazo se llevaba a cabo.

Levantó su cabeza, me miró "mañana volveremos a intentarlo, perrito, para estar más seguros".

Estuve encerrado en aquel sótano durante 2 semanas, sin salir, secuestrado por mis amos, follando con ella cada 2 días para conseguir el embarazo. Hasta que un día ella bajó y me lo comunicó: estaba embarazada. Mi vida cambiaba.