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Presentacion del nuevo semental

en Zoofilia

Presentación del nuevo semental

Cuando en La Agencia le encargaron a ella para pasar el fin de semana en el rancho de aquel millonario de Texas, Debby no podía ni imaginar lo que le esperaba. Ella había sido la elegida porque el cliente había pedido una chica dispuesta a todo.

No es que Debbie fuese la chica con más experiencia de La Agencia. No, que va. Lo que ocurría es que las naturales tendencias que en ella se habían destapado al comenzar aquel trabajo habían hecho que enseguida la clasificaran como apropiada para todo tipo de "encarguitos especiales".

Ella se imaginó que, en la fiesta de presentación del nuevo semental comprado por el rancho, tendría que chupar y follar con un montón de gordos y sudorosos terratenientes en toda clase de combinaciones.

Incluso contaba con que aquellos clientes hubieran desarrollado ciertas aficiones al uso de los arreos de cuero y las fustas.

Lo curioso es que a aquella fiesta cada potentado había acudido acompañado de su propia chica, casi verdaderas esclavas sexuales muy sumisas. Así que le costaba trabajo entender para qué la habían llamado a ella, desde luego, trabajo sexual no le faltó. De todo lo que se había imaginado y más.

Pero ella estaba destinada a ser la sorpresa, el plato fuerte de la noche.

Cuando el ambiente había decaído porque todo el mundo estaba exhausto después de múltiples corridas, se procedió a la verdadera presentación del nuevo semental del rancho.

Entonces Debby palideció al darse cuenta de cual era su verdadero papel estelar en aquel asunto. Y, lo peor de todo es que ella, inocentemente, acababa de dejarse poner unos duros arreos que la reducían a la más completa impotencia. El bocado que llenaba su boca le impedía incluso manifestar su negativa a aquello. Aunque los desesperados movimientos de su cuerpo por intentar huir eran más que suficientes para dejar evidente su falta de acuerdo. Pero los rudos palafreneros del rancho que acababan de incorporarse a la fiesta la trataron como si fuera una simple yegua joven y nerviosa, que es a lo que en realidad la habían reducido, y no se cortaban a la hora de propinarle duros fustazos para intentar calmarla.

La condujeron hasta amarrarla a un potro de madera que parecía haber sido construido especialmente para "aquello".

¡No había la menor posibilidad de escapatoria!

Pensó que era por completo imposible, que le traspasaría la matriz y le reventaría las entrañas. Pero entonces uno de los hombres, sin ningún miramiento, procedió a atiborrarle el culo, por dentro y por fuera, con una generosa cantidad de grasa. Aquella nueva idea no sabía si le aliviaba o le angustiaba aún más. El shock que sufría su mente era tremendo. Aquello no podía ser real. No podía estar ocurriéndole a ella. Seguro que se trataba de alguna clase de broma pesada y al final la soltarían y se reirían todos de ella.

Pero los mozos de cuadra ya estaban conduciendo el animal para situarlo encima de ella. El fuerte olor que desprendía la grasa con la que la habían embadurnado debía proceder de las secreciones de las yeguas en celo, porque el animal piafó excitado y nervioso y de inmediato su órgano empezó a desarrollarse, saliendo de su funda y adquiriendo con rapidez unas proporciones monstruosas.

El palafrenero masajeó aquel aparato con sus propias manos desnudas sin mostrar la menor repugnancia y sí mucha habilidad y pericia. Después de todo, aquel era su trabajo diario: ayudar y guiar a los sementales para que montaran a las yeguas sin que se produjera ningún accidente.

El contacto de la voluminosa cabeza del miembro viril hizo que instintivamente se le contrajesen todos los músculos del culo.

Mas la potencia con la que empujaba el animal era incontenible. Debby no sabía si es que los caballos tienen algún hueso dentro del pene, pero no entendía de otra forma como podía ejercer tanta presión sin que se le doblara.

Debbie, hasta esta noche, había pensado que, a pesar de su juventud, era una mujer con mucha escuela, que ya se las sabía todas. Pero nada de su corta pero variada experiencia trabajando para La agencia la había preparado ni lo más mínimo para lo que le estaba ocurriendo ahora.

Sintió como si se le desgarraran las carnes mientras el titánico órgano se abría paso a su interior a pesar de toda su posición. Sus mugidos de bestia reventada se abrían camino al exterior a pesar del bocado.

Toda la concurrencia se había sacudido la pereza y se habían acercado a contemplar el espectáculo.

Al verificar como se consumaba la bestial penetración, algunos aplaudieron o rieron excitados. Otros prorrumpieron en vítores de ánimo al animal que la estaba descuartizando. Ánimos que, por cierto, maldita la falta que le hacían.

El semental había hundido un par de cuartas de descomunal virilidad en el interior de su culo y ya se movía adelante y atrás sodomizándola con enloquecida celeridad. Su excitación hacía que emitiera sin cesar potentes y caudalosos chorros de semen que pronto inundaron el abusado intestino de la muchacha y empezaron a desbordarse por el reventado ano, en medio de un excitante ruido de chapoteo.

El animal, como consecuencia de la venta y el traslado, llevaba varios días sin poder desfogarse y estaba incontenible. Debby creyó morirse cuando notó como la poderosa bestia se reafirmaba sobre sus cuartos traseros para conseguir llegar aún más adentro de ella.

La fiesta había vuelto a cobrar vida. Los invitados se entregaban a renovadas concupiscencias, mientras que iban desfilando para ver de cerca e incluso palpar, a los componentes de aquel aberrante acto.

Durante aquellas horas que se le hicieron eternas como el propio infierno, sólo logró mantener la consciencia gracias a las potentes drogas que le administraban. Cuando el animal se retiró agotado, tras demostrar su valía con múltiples cabalgadas y eyaculaciones, aún los invitados e invitadas más viciosos se acercaron a comprobar con morbosa curiosidad el lamentable estado a que había quedado reducido el abierto y babeante ano de la joven. Ya hacía tiempo que la habían despojado de los arreos, pero fue incapaz de mover un músculo para evitar que aquellos degenerados introdujeran sus manos y sus brazos hasta más allá del codo para comprobar por sí mismos con enfermiza complacencia la increíble dilatación a que había sido sometido su culo. Algunas de las mujeres no se cortaron de lamer la leche que desbordaba del reventado orificio mezclada con sus excrementos o los fluidos que manaban de su sobreexcitado sexo, sometiéndola a nuevos y agotadores orgasmos.

Ella sabía muy bien que en La Agencia tenían que estar al tanto de esta encerrona, pero no le habían comunicado nada para que no se negase. ¡El lunes la iban a oír! Pensaba que se había ganado un buen aumento de sueldo si querían que siguiera realizando aquella nueva clase de trabajos.