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Emputecimiento 4 lunes tarde

en Dominación

Aquí estoy como un quinceañero, a primera hora, esperando que Pedro y María no hayan cambiado de opinión.

No me gusta mucho venir tan pronto. A estas horas, con la luz blanca encendida esto parece aun más sórdido.

Paca ha terminado de limpiar y Olga esta como siempre revolviendo las botellas y pensando en lo que necesita.

El viernes, de madrugada, me fui con ella a su casa, y entre "col y col", la estuve aleccionando bien.

Espero que Olga colabore, realmente esta María me está resultando interesante.

- Olga, estoy en la oficina, avísame cuando llegue María.

- Tranquilo jefe.

A las seis y media, puntual, la siento entrar.

Uso mi "observatorio". Trae el mismo abrigo oscuro, largo. La misma melena. Sola no parece tan tímidas como el viernes.

Habla con Olga, van las dos al reservado. Al momento viene Olga.

- Ahí está la cordera.

Solo la hago esperar lo imprescindible.

Esta de pie a los pies de la cama, esperando. Olga ni siquiera le ha dicho que se quite el abrigo.

- Hola María, quítate el abrigo.

- ¡¡Olga!! Toma el abrigo. Cuélgale donde pones tus cosas.

- ¿Como estas María?

- Bien, señor. Aquí traigo lo que me pidió.

- ¡Olga! Pon esta fotocopia en mi oficina. Y no me molestes para nada en un rato.

- Si, jefe.

María esta estupenda. Ha seguido mis indicaciones. La falda, negra, por la rodilla, tiene un poco de vuelo. Abrochada al lado, deja entrever una abertura que seguramente mostrara algo del muslo al moverse.

Ahora esta quieta, no me mira directamente, pero tampoco baja la vista.

La blusa, naranja fuerte, con el escote plegado, en pico, deja ver discretamente el "canalillo".

Un colgante a juego con los pendientes, parecen plata pulida o acero, a medio camino entre juvenil y formal.

El conjunto esta conseguido, provocativa, sin pasarse.

Dudo entre sentarme a los pies de la cama o en el incomodo silloncito.

Realmente no esperaba que se mantuviera tan segura de sí misma.

Elijo el sillón.

- Desnúdate, María.

Espero que mi voz haya sonado bastante firme. Sin titubear, ella va a soltar la cinturilla de la falda.

- No, María, primero la blusa.

Ahora si ha dudado. La blusa no tiene botones, como la sugerí, pero se la saca fácilmente por la cabeza. Es un espectáculo ver ese movimiento. Tiene el buen sentido de dejar caer al suelo la blusa.

El sujetador es blanco, en eso tampoco me ha hecho caso, pero me alegro, el contraste con la falda negra, y enmarcado por la melena oscura es espectacular.

Ella ha notado que me gusta, solo un par de veces hemos cruzado las miradas, pero sabe donde estamos cada uno.

Al llevar las manos atrás para soltar el sujetador, su busto se proyecta.

Las tetas tienen el tamaño justo, un poco caídas, pero agradables de ver. La piel es clara, más blanca que el cuello y los hombros. Las areolas grandes, más oscuras, casi violáceas. Los pezones pequeños, erguidos.

- Tócate los pezones.

No duda, las palmas de las manos giran sobre las tetas. Ella no me mira, pero tampoco baja la vista. Me gusta.

- La falda, María.

Magnifico, sin ninguna duda las manos vuelan a la cinturilla. Los pezones están aun más tiesos, parece que me estén mirando.

Cae la falda sobre los pies. Ella no se mueve, no hace ademán de quitarse las bragas, blancas, sencillas.

- ¿A qué esperas, María?

- Perdón, señor.

Al bajarse las bragas, se gira ligeramente.

El escorzo es magnífico.

Las baja hasta las rodillas y las deja caer sin mover los pies.

Esta estupenda. Nada que ver con el nerviosismo de algunas ni con la falsa seguridad de otras. Esta aquí y a la vez "no está". Es un reto esta María.

- Acércate. Más cerca. Deja que pueda tocarte.

A partir de aquí la escena de siempre, en parte me agrada tocarla y en parte el manoseo para provocar su humillación, para doblegarla, mientras desde abajo la miro a la cara.

Ella se mantiene casi inalterable, apenas pequeños espasmos la recorren cuando la rozo el coño.

Este bien depilado. Es un placer mirarla, tengo el coño a la altura de la cara. Con gusto la acercaría para sentir su olor y su sabor, pero debo mantenerme en mi papel un poco indiferente.

Cuando meto un dedo entre los labios, está un poco húmeda, no puedo decir que esta excitada, pero todo esto no le es indiferente.

- Ven, arrodíllate entre mis piernas. ¡Chúpamela!.

María me obedece, sin dudar.

Realmente está bien domada.

Admiro el buen trabajo que ha hecho Pedro.

María esta estupenda, aunque, con la cabeza inclinada, solo veo su pelo negro cayendo sobre sus hombros y sus tetas.

Con habilidad abre la bragueta y sin liarse excesivamente, saca la polla, que ya está bastante a punto.

Estos preámbulos me han puesto a cien. Pero tengo que seguir en mi papel de "duro".

En cuanto se la mete en la boca, una pequeña bofetada. Se sorprende. Me mira.

- Señor...

- ¿No te ha dicho Olga que siempre con condón, María?

- Perdón, señor, pensé que usted no quería.

- Siempre, María, siempre. Toma, pónmele. ¿Sabes hacerlo con la boca?

- No señor.

- Pues dile a Olga que te enseñe. Hazlo ahora como sepas. Y ten condones siempre a mano. No te olvides.

- Si señor, perdóneme.

- Ahora, chúpamela. Quiero ver como lo haces. Fuera las manos. Usa solo la boca.

Es muy buena. La técnica no es perfecta y el maldito condón no me deja disfrutarlo, pero he tenido que hacer el paripé.

Tiene una boca suave y las "circunstancias" también ayudan.

Antes de ir demasiado lejos la aparto. Me mira extrañada.

- Túmbate en la cama, boca arriba.

Me obedece, me acerco a ella. Una nueva bofetada, ligera, solo humillante.

Por un momento sus ojos me miran brillantes, pero su entrenamiento la vence, apaga la mirada:

- ¿Señor?

- ¿No te dijo Olga algo sobre la cama?

- Oh...Si, perdón, me dijo que usara siempre un juego de sabanas de papel, señor.

- Ahí, tienes. Asegúrate de que la bolsa de plástico esta entera, antes de abrirla tu. Si está rota o abierta coge otra. No te eches nunca sobre la cama sin poner tu misma un juego limpio. Hay también un cubre almohada y una toalla de papel. Úsala con el cliente.

- Si, señor.

- Ahora puedes levantarte. Vístete.

- ¿Señor? ¿Hice algo mal?.

- No, simplemente ya está. ¿Creíste que quería follarte? Pues aun no. Simplemente quería que conocieras esto. ¿Mira, ves aquel cuadro de la mujer desnuda?

Al lado hay una mirilla.

Desde ahí puedo ver todo la habitación.

Estate tranquila, no mirare como te follan.

Si tienes algún problema apreta este botón junto a la mesilla. ¡Hazlo!

- ¿Ves? Se enciende la luz y otra en mi oficina.

Y junto a la registradora de Olga también.

Enseguida te ayudaremos.

Y ahora, venga, a trabajar, vamos. Pregúntale a Olga lo que no sepas.

Y cuidado con las chicas.

Vete despacio hoy, fíjate en las otras.

Más tarde, si no estás "ocupada", volveré a verte.