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Katie 004

en Grandes Relatos

Capítulo 13 - En el jardín de infancia.-

¿Y ahora qué? ¿He ganado? ¿Me voy a convertir en una esclava sumisa y devota? A lo mejor ya lo soy. Llevo un mes sin estar con Cassandra. Ha tenido tiempo de pensar en ello. La carta es una prueba. Toda la mañana le he estado dando vueltas a la carta. Ha buscado a alguien que la asesore, eso es seguro. Ahora viene el paso importante y tengo miedo. Hoy me dado un vestido precioso, con los hombros desnudos, el talle ajustado. No es tan corto como todo lo que he estado vistiendo este último mes, me alcanza a la mitad de los muslos. Casi me siento agradecida. En cambio, los tacones han crecido de nuevo. Deben de ser de 10 cm.

Pensar en mí es un absurdo. Ya había decidido sacrificarme, tratar de salvar a mi padre y quizás a mí misma. Si se ha asumido ya la condena, no comprendo mis dudas. Necesito un hombro donde llorar. Y un hombre. O una mujer. O ambos.

El llanto de anoche no fue suficiente, la carta me ha enfrentado a la peor de mis pesadillas. ¿Estoy cambiando a una madre perversa por una ama insaciable y cruel? ¿Cuánto se puede confiar en alguien? ¿Y que puedo esperar de Cassandra si no puede fiarme de mí misma? ¿Le he puesto en una situación insostenible? ¿Es justo?

Tendré que pedir los apuntes del período Shogun, no he escuchado ni una sola palabra. Bergson habló de la esperanza en la desesperanza. Yo lo diría al revés.

¿Ha sido la carta o tal vez las exigencias? ¿Me pide algo desmedido? ¿O está siendo razonable? Tengo de ganas de irme con el primer chico que encuentre. Entonces la oigo.

-Hola, preciosa

Giro la cabeza y está sentada a mi lado. Las piernas desnudas, la falda escandalosamente corta y juraría ante un juez que no lleva nada debajo, aunque sea imposible comprobarlo estando ya sentada. La blusa es más recatada que la mía. Me da la ventaja en ese parte. Y antes de que diga nada sigue hablando.

-Disculpa que no lleve tacones, no estoy acostumbrada a ellos. Y así, estamos casi a la misma altura. Ya que no podemos ocultar tus pechos, compensamos con mis piernas, los chicos estarán bizcos en un rato.

No me esperaba verla hasta la noche, y yo rumiando como un caballo con las orejas gachas. Por fin reacciono.

-Tengo miedo -tenía que soltarlo como fuera. Siento tanto frío que empiezo a estremecerme.

-Yo también. ¿Puedo abrazarte?

Asiento con rapidez y me da la mano para ayudarme a levantarme. Los tacones lo hacen más difícil. Presiono al máximo mis pechos a los suyos, mi pelvis al suyo. No puedo darle un beso aquí, en plena aula. Ya lo ha pensado y me susurra:

-Luego, mi pequeña esclava. Te invito a comer, no tienes clase hasta dentro de tres horas.

-Ya había abandonado.

Ella negó con la cabeza y me sonrió.

-No, no lo hubieras hecho. Confío en ti plenamente. Tú tienes derecho a no confiar en mí, no he cumplido mi parte.

Quiero llorar. ¿Son esas las disculpas que voy a recibir? ¿Nada más? Puede que sea un lamento. Entonces lo comprendo. Tengo que perdonar sus errores, debo pagar por los míos. Ese es el trato que pedí. Admití que no tendría la fortaleza de resistir. He buscado la firmeza en otra persona. No puede mostrar debilidad ante mí, así que se ha pasado este tiempo haciéndolo ante otros. Quizás ha sido más difícil para ella.

-Perdóname, he dudado de ti.

Anda muy deprisa y me cuesta seguirla con los tacones, sin contar que tiene las piernas más largas. Mis pechos oscilan más que de costumbre. Sin contar con el espectáculo que debe estar dando mi culo.

-Yo soy demasiado rencorosa. Estoy andando demasiado deprisa. Hoy no es el día de presionarte. Le has dado tu alma a un ser despiadado.

-Estoy acostumbrada.

-No sabes cómo echaba de menos perder estos debates.

Ha habido tanta alegría en su voz que le ofrezco algo.

-No me importa andar deprisa.

-Bien, así me gusta.

Me coge por la cintura, así que voy a ser la chica. Es lo que quiero ser: frágil y dispuesta a que cuiden de mí.. Por fin. Tenía tantas ganas de sentir el agarrón en mi talle que como siempre no puedo evitar derramar una lágrima. Me maldigo por estúpida. Tarda en darse cuenta. Baja la velocidad.

-Ya sé que te voy a hacer mucho daño. Lo asumo. Me gustaría saber siempre lo que piensas, lo que sientes, lo que necesitas. Es mi privilegio dartelo o no y es tu deber expresarlo.

No son palabras suyas. Ha debido costarle mucho manifestar algo así. Si no es una declaración de amor, es lo más parecido que encontraré jamás. Cuéntamelo todo, decidiré por las dos. Me embarga la emoción.

-Menuda exposición. Te habrás pasado semanas discurriendo sobre ella.

Se ríe y yo también. Continuamos hasta que nos duele el estómago. No hemos dejado de caminar. Llegamos al restaurante, está junto al lago y hay una mesa reservada al lado de la orilla. No es que hiciera falta. No hay nadie más. Ya hay un vino en la mesa. Me ayuda a sentarme como un buen galán. Hoy no va a perder la ventaja de las piernas. Se observan perfectamente a través del cristal.

-Perdona no habertelo dicho el otro día. Son preciosas. En la cena, cuando hacía de chico.

Ella asiente, pensativa, mirando hacia el lago. Me está dejando todo el tiempo para disfrutar de su cuerpo. Va a poder hacerlo con el mío lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Yo a cambio disfrutaré a cuentagotas del suyo. No voy a desperdiciar el tiempo.

Está muy acostumbrada a que la miren. Sigue sin sentirse bella, puede que atractiva. Y en este momento quiere atraerme a mí. No le basta con poseerme, necesita mi deseo y mi pasión. No se lo puedo dar. Entonces habla.

-Sabes, si una fuera ciega no podría apreciar el lago, si la otra fuera sorda, no escucharía la brisa. Sin embargo, las dos apreciaríamos el viento. Se trata de sentir. Eso es estar viva.

-El placer de estar viva. El placer de darte placer. ¿Crees que no quiero dártelo? ¿Por eso lo has puesto en la bandeja de privilegios?

Aprovecho aunque no sé si merece la pena hablar de esto, ya está en mi prerrogativas.

-Yo no obtengo placer en evitartelo. Obtengo dolor.

No es lo que me dice sino cómo me lo dice. Sin fuerzas.

-No debes hacerlo si sientes dolor. Buscaré otra persona u otra manera de solucionar el problema. No puedo exigir eso a nadie.

-¿Por qué no? Yo puedo arrastrarte por media ciudad mientras te duelen los pies y los pechos.

-No me duelen -niego con vehemencia.

-¿Seguro? Caminemos más. El doble de distancia o el triple. Cada día. Los próximos cinco años. Y con tacones más altos, menos ropa, con un corsé, con la mirada al frente. En silencio. Con las manos en la espalda. Con un pene de metal en el culo y unas bolas chinas en la vagina. ¡Ah! Eso último no podemos hacerlo. ¡Que pena!

-Vale, vale. Lo he pillado. Me duele pero no me importa. ¿Hoy es luna nueva?

-No, es increíble lo inteligente que llegas a ser. ¿Cómo lo consigues?

-¿Y tú?

-Eres más bella.

-Me siento más bella. Y estoy perdiendo algunos de los años más importantes sin poder disfrutar del esplendor.

-Yo sí que lo voy a disfr... -no consigue terminar la frase. Sí duele. No dejemos que el sonido de la artillería nos paralice.

-Exacto, alguien tiene que hacerlo. Y quiero que seas tú. Si quieres mis pechos moviéndose de lado a lado, estupendo. Si quieres disfrutar de mis pezones, estrújalos o ... -me interrumpe con un gesto.

-No sigas hacia el abismo.

Tiene razón. Que poco tardaría en excitarme.

-Por eso te quiero tanto. Por pararme justo ahí. Quiero que sepas una cosa, prefiero que no te haya tocado a ti. No me cambiaría.

-Yo tampoco por ti.

Las dos mentimos de pena.

-Ese es nuestro dilema.

Lo digo con pesar. Tengo ganas de que me abran las piernas y me penetren de un golpe y acaben con mi virginidad. De sentir por fin el amor. La miro.

-Creo que necesitamos unas palabras clave. Antes me has llamado pequeña esclava. Esta conversación no hubiera tenido lugar si hubiera sido una buena esclava. ¿Qué te parece que digas cerebro de mosquito cuando tenga derecho a pensar o a debatir?

-No, así no funcionaría. Habría que azotarte las tetas cada día hasta condicionarte y con la excitación nos tocaría la lotería que no queremos.

-Podríamos dedicarnos a tu centro del amor. Eso pareció funcionar en su momento.

Me sonríe.

-Veo que te resulta tan difícil mandar como obedecer. Ya establecí que tú decides cuándo me otorgas placer, cuánto y dónde siempre que esté contigo. Te advierto que mi boca y mi culo no han parado ni un rato. Sólo mi triángulo inferior te pertenece.

-Pues creo que necesita atención. Perdona la brusquedad. No volverá a pasar. Pondré mis cinco sentidos en cumplir mi principal misión. Soy una chica estúpida. Voy a satisfacer al chico que me ha traído a este estupendo lugar. Paga la comida y vamos detrás de ese seto.

Cinco minutos más tarde ya tiene la falda levantada. Sin bragas. Me lo pone fácil. Algo me dice que no es por mí. Se hubiera puesto un cinturón de castidad si pudiera. Le preguntó:

-¿Me quieres desnuda?

Al instante, yo misma me respondo.

-Lo siento, ha sido una pregunta estúpida.

Me quito la ropa en un santiamén. Tampoco es que sea muy difícil. Me dejo los tacones puestos y empiezo el trabajo. Me gustaría acariciarle las piernas pero sé que me excitaría mucho más. Cierro los ojos y pongo las manos en la espalda. Está tan húmeda que me pregunto como ha podido aguantar tanto tiempo. En cuanto le arranco el primer orgasmo, me despido de mi altar. Mis mejillas acarician sus muslos y mis pezones se han puesto duros con el roce de mis pechos en sus piernas suaves y sedosas. Me gustaría seguir viéndolas. Me mantengo erecta, mostrando los pechos con sus puntas rígidas, los ojos cerrados, esperando que ella decida que nos marchemos.

-Te has excitado

Lo afirma, no lo pregunta.

-Sí, quizás ha sido el frío.

La peor excusa del mundo, el cerebro de un mosquito, me digo a mi misma.

-Bien, recuerda que si tú te excitas yo pierdo mi consolador automático. Y entonces de qué me sirve mi pequeña esclava.

Lo dice en un tono de reproche, como si dependiera de mí. Mi lengua ya no tiene tanto poder.

-Quédate así hasta que tus pezones dejen de estar duros. No te has quitado los tacones. Hoy quería que te despojaras de ellos. Has roto todo el encanto de mi fantasía. Como castigo, voy a esconder tu ropa, no te digo a qué distancia. Cuánto más tardes, más rápido tendremos que volver para no llegar tarde a las clases. Y si resulta que es así, llevarás los tacones así de altos durante una semana. Si cumples tu cometido, recuperarás tus zapatitos de kryptonita de ocho centímetros. Salvo que vuelvas a estar conmigo fuera de la habitación, en cuyo caso estos zapatos o similares son obligatorios. Después de darme un orgasmo, ya no puedes volver a mirarme las piernas durante todo el día. Y sí, ya sé que estoy haciendo trampas. Discute el día de luna nueva.

Siento sus dedos en mis pezones, que se ponen todavía más duros. Está jugando con fuego. Luego entiendo el por qué. Esto es lo que hará un chico a la menor oportunidad. Quiere entrenarme para que aprenda a contenerme. Es brillante y cruel. Digno de una mente perversa. Digno de una Cassandra.

No llegamos tarde, gracias a que se apiadó de mi, no era tan dura como quería aparentar y la ropa estaba toda cerca, tres arbustos más a la izquierda. Aunque estaba excitada otra vez cuando me vestí y seguro que lo sabía. Volvimos casi corriendo. Mis pechos y mis pies doloridos fueron la ofrenda del día. Y sin poder volver a apreciar sus piernas, salvo fugaces y esporádicos vistazos insatisfactorios.

Capítulo 14 - Primera victoria.

Llego al despacio llena de nervios. Todo depende de mí. Y cualquier fallo lo estropeará. El decano está esperando con mi expediente abierto sobre la mesa. Debe estar cerca de la edad de jubilación. Sólo suplico a todos los dioses mesopotámicos que le gusten mis piernas.

-Sr. Decano. Soy Cassandra. Cassandra Tomasino

-Siéntese por favor, srta. Tomasino. Si lo prefiere, podemos tutearnos. No necesitamos levantar una barrera de edad o de género.

-Ésta bien, señor.

-John.

-John.

-Dígame el problema que tiene, Cassandra.

-Es por mi compañera de habitación, la señorita Ryan. Katie Ryan.

-¿Qué ocurre con ella?

-Tiene algún tipo de problema, señor.

-¿A qué se refiere?

-Es su comportamiento sexual

Esto siempre tiene que funcionar.

-Bien, quizá preferiría hablar con mi secretaria adjunta, la señorita Mary. O al menos preferirá que esté presente.

He ido demasiado al grano. Debía haberle dado más tiempo para disfrutar del repaso visual. Con la chica de fuera, que es una preciosidad, tengo todas las de perder.

-Es un tema muy delicado y quizás también afecte a la reputación de la universidad.

Lo digo con tan poca seguridad que sé que va a traer a la chica.

-Está bien, la haremos partícipe de nuestro secreto. Le aseguro que es una persona de mi entera confianza.

Se levanta y va a por ella.

-Mary, necesito ayuda para un asunto algo especial. Voy a buscar algo de bebida para todos. Mientras, te ruego actúes como creas oportuno.

-Hola, supongo que ya te habrás imaginado que soy la adjunta a dirección. Si el Decano cree que debes hablar conmigo, es que piensa que te sincerarás con una mujer, si hay un problema de acoso o ...

Niego con la cabeza y decido improvisar.

-Peor. No quería decirlo delante del Decano. Una ninfómana, una ...

Trato de esperar su respuesta antes de seguir metiendo la pata. No deja de mirarme las piernas. No me lo esperaba.

-Eres una chica muy atractiva. Estarás acostumbrada a todo tipo de halagos y a que traten de llevarte a un callejón oscuro.

Lo dice de una manera que me hace creer que es ella la que quiere llevarme a uno.

-No es sólo por un tema de actitud sexual, sino que creo que corre peligro y además quiere que sea su ama o algo así.

-¿Te refieres a que es una sumisa?

-Sí, algo así.

-Bien, es algo perfectamente natural.

-Bueno, quizás para usted. A mi me da un miedo terrible.

-¿Qué daño crees que hace vivir una fantasía? ¿Jugar con una esclava?

-¿Usted es esclava de alguien?

-Sí, del Decano.

Me lo dice como si se fuera al cine con él.

-¿Y le gusta?

-Me encanta. Por ejemplo, solo llevo faldas cortas porque le gustan mucho mis piernas. Y estoy segura que las tuyas también. ¿Por qué has venido vestida así?

-Para impresionarle.

¿Que puedo decir? Si trato de engañarla va a ser peor.

-Para manipularle, más bien. Dime la verdad.

-No es por mí, es por ella. Sólo ... puede no crea lo voy a decirle.

-Debes aprender a confiar en la gente.

-Admito que hemos estado jugando a eso de la dominación y se nos ha ido un poco de las manos. Es sólo un poco de experimentación juvenil. Y entonces ...

-Entonces te has levantado y has dicho: "quiero que el Decano, que tiene más de sesenta años admire mis piernas".

No tengo más remedio que sonreír. Mary lleva un rato haciéndolo. Ya me tiene arrinconada. Llega el Decano. Salvada por la campana.

-¿Va todo bien?

El Decano ya no me parece tan imponente.

- Sí y no. He conseguido la confianza de la srta. Tomasino contándole una confidencia.

En otras palabras, que se ha abierto a mí. No parece gustarle mucho la idea. Me pregunto quién es el dominante y quién el sumiso aquí. Saco el paracaídas.

- Cassandra, por favor. Sr. Decano, John, ya me encuentro mucho mejor gracias a Mary. Creo que es una mujer maravillosa y muy atractiva. Debe hacerle muy feliz.

- Mucho, gracias.

Y que lo digas. Pero ahora te vas a enterar. La próxima noche no te vas a dedicar a ella.

- Quiero que escuchen esta grabación, antes que nada.

Le doy un mp3. Lo enchufo a un aparato junto a una estantería.

<¿Ya lo has encontrado?>

<No>

<Debe estar en el baño>

<<<Silencio durante un rato>>>

<¿Dónde guarda una mujer una barra de labios?>

<Y yo qué sé. Nunca he sabido en qué piensan>

<Si no la encontramos...>

<No pasará nada, no podrán relacionarla con nosotros>

<¿Cómo lo sabes?>

<Quizás no se lo ha usado o se lo ha dejado a una amiga, a ésa larguirucha>

Ya ha dejado de mirar piernas. Supongo que eso no puede ser nada bueno.

<Sería extraño. No parecen muy amigas>

<No, es verdad. Creo que ella no tiene muchas amigas.>

<¿Y su comportamiento? ¿Será debido al virus?>

<No me lo parece. Además, nos iría bien observarla varias semanas antes de que ...>

<Sí, mejor no decirlo>

<Pensándolo bien creo que el virus ya ha actuado. Nos dijeron que cambiaría su comportamiento. Se ha tirado a la larguirucha. Fíjate en la escenita que montaron en la cena de ayer. Era algo ridículo. La tía buena con un chandal y la otra vestida de punto en rosa. Y parecían discutir en algunos momentos>

<Es verdad, ya estoy más tranquilo. El virus está en su cuerpo y no en la barra de labios. Vayámonos.>

Le miro, rezando que se lo tome en serio. A mí me gustó, cuando me lo mandaron los del foro. Aunque sinceramente que se trague esto un Decano, que si no recuerdo mal es catedrático de Física puede ser más difícil que... Confía, me dijeron. Igual que Mary. Estoy hecha un flan.

-Bien, srta. Tomasino. ¿No pretenderá que me crea esta sarta de tonterías?

Ya está, paracaídas roto. Mis piernas rotas y escayoladas. Ya no me van a servir para nada. Menos mal que una chica puede usar la lengua.

-No, John, señor Silverwood. Grabé esto accidentalmente. Mi portátil estaba con el grabador de notas activado y sólo de causalidad lo escuché después. Lo he traspasado al mp3 y aquí tiene la única copia. Yo no sé lo que está pasando, sólo quiero irme a otra facultad y para eso he venido. Para que me faciliten el traslado, necesito su permiso.

-¿Por qué trasladarse? ¿Por qué tanta prisa? Por lo que he escuchado el problema es de la srta. Ryan.

Este era el argumento bueno. Y es mío, y no de los del foro. Mucha tecnología, mucho láser. Una buena lengua de serpiente.

-Señor Decano, Katie me ha estado acosando y seduciendo hace semanas. Y todo esto me da miedo.

Si me echan de aquí, quizás intente lo de ser actriz. Mary interviene.

-Cassandra, no me creo que no estuvieras de acuerdo. Según lo que he oído, os fuisteis a cenar. No he entendido lo del chandal y el vestido.

No puedo engañar a los dos. En momentos desesperados, medidas desesperadas. Y no lo olvidéis, chicas. Con los chicos, de cualquier edad, se puede ganar la discusión: sólo hace falta llorar. Con Katie no funciona, no tiene pene. Y empiezo el recital de llantos.

-Trataba de cortar con ello. Como un juego cambié los roles con la vestimenta y luego vino la discusión. Se fue a dormir a la habitación de al lado. Al escuchar la grabación supe que ella estaba actuando fuera de sí o algo peor. Y me ha dado miedo. Por eso quiero irme.

Si consigo que me crean ... ¿Podré optar al óscar? Prefiero pensar en positivo.

-¿Srta. Tomasino? ¿Cree que la vida de la srta. Ryan está en peligro?

-No lo sé.

Depende de como se mire. Yo sí que estoy en peligro. Con ella, bastaría que no abriese las piernas. Algo imposible, por otra parte, con el cuerpo que tiene.

-Cassandra, si ella está en peligro, tú también. Esos individuos van a estar observando. Si te marchas, quizás vayan a por ti.

¡Oh Mary! Es fantástico. Me lo has puesto en bandeja. Hay esperanza para mí. Adoro tus piernas.

-Creo, srta. Tomasino que deberá continuar su vida tal y como lo estaba haciendo.

-Si, Cassandra. Pero cuidando de no excitar demasiado a Katie.

Ya, si la conociese. Le bastarían diez minutos.

-¿Cómo voy a hacer eso? Parece obsesionada conmigo.

Y yo con ella.

-Pues vestirse sexy mientras ella va con chandal no es la mejor manera. Debería ser al revés: tú bien cubierta y ella al descubierto.

No siempre se puede ganar. ¿Y alguna vez, aunque sea por caridad?

-¿Cómo voy a poder hacer eso?

-Ya habrás de oído sobre dominación y sumisión, ya sabes.

No hace ni quince minutos, querida. A lo mejor quiere que le dé un infarto al Decano. Por su cara, no me extrañaría.

-¿Eso de las cadenas y los azotes?

Simular ignorancia no me resultó difícil. Es mi estado natural.

-No exactamente. Consiste en una especie de rol, uno masculino y otro femenino. Una dominante y otro sumiso. Hay muchos casos, tanto en la naturaleza como entre los seres humanos.

-Creo que lo entiendo. Lo que hace un jefe, por ejemplo.

-Ése es un mal ejemplo, Cassandra. Hablamos de relaciones consentidas, consensuadas. No impuestas, quizás autoimpuestas. Por ejemplo, la nuestra.

Mary mira al Decano. Me hago la tonta, otro de mis hábitos arraigados.

-Lo entiendo. El Decano tiene una relación de dominación contigo. Pero eso tiene toda la lógica del mundo. Tiene más poder y a ti te atrae.

Quizás se compadezcan de mí. Al menos, les gustan mis piernas.

-Puede ser al revés, Cassandra. En nuestro caso, yo soy dominante fuera de nuestro dormitorio, pero no en él. Lo que Mary te quiere decir es que puedes controlar a la señorita Ryan.

Sí, será tan fácil como parar la embestida de los bisontes en temporada de caza.

-Creo que no puedo hacerlo, señor Decano. Entiendo lo que me han dicho, y me siento muy halagada por haberme explicado en unos términos tan explícitos su relación. Nunca traicionaré su confianza, se lo prometo. Sin embargo, creo que debo trasladarme aunque me ponga en riesgo. Su relación es ... cómo han dicho, consentida, consensuada... buscada. Ustedes me piden que me conviertan en lesbiana, en una dominante, en una ... ¿torturadora? En una prostituta. ¿Cómo puede saber lo que necesita? No para de pelearse conmigo y hace lo que quiere. Creo que más bien es ella la que me domina.

Hagamos que trabajen. Deben de tener un buen sueldo.

-¿Le has otorgado orgasmos?

Siempre pensé que sería monja de clausura podría ser una buena salida profesional. Decido usar la táctica 2. Simular que pienso.

-No, no le he dado ninguno.

-Luego ella te los ha dado a ti.

No sé si "dármelos" refleja exactamente lo que ha ocurrido. Quizás violación se acerca más a una descripción fidedigna. ¿Abrió usted las piernas, srta.? No exactamente, señor juez. Es que no sé cerrarlas.

-Bien, Cassandra. No es política de la universidad hacer juicios de valor o evaluar los criterios de intimidad o relaciones de los alumnos.

Otra vez la dichosa intimidad. Aquí la única que no tiene intimidad soy yo, sobre todo mis partes íntimas. Y mis piernas.

-Espero que aceptes nuestra palabra de mantener todo esto entre nosotros. Es tu decisión. Yo no tengo el lujo de irme y debo cuidar del bienestar de la srta. Ryan. Averiguar algo más de ese virus y tratar de curarla. Sin contar con el tema de su madre, si no recuerdo mal pertenece a esa asociación pro sexo seguro, lo que no facilita las cosas. Lo más importante ahora es tu bienestar y el de tu compañera. Arreglemos primero tu problema: si decides irte, te concedo el traslado en los términos más ventajosos, sólo te pido la máxima discreción. Y, lamentablemente, no puedo justificar o facilitarte protección fuera de aquí.

Si decides quedarte, trataré de ayudarte en lo posible y protegerte como si fueras mi hija. Ni que decir tiene que estoy todavía más preocupado por lo que pueda pasarle a la señorita Ryan.

Ahora entiendo por qué está Mary con este tipo. Coacción. Amenaza. Puede que extorsión.

-Señor Decano, es usted realmente muy amable. No creo merecer tantas atenciones. Tengo otro problema. Estoy aquí parcialmente becada y mis padres han consumido sus ahorros para que haga una carrera aquí. No puedo permitirme destruir su confianza. No se trata sólo de mí.

¿Tengo algún primo trabajando en una estación de búsqueda de vida extraterrestre? Con suerte, a 10.000 Kms. de aquí.

-No debería preocuparse de eso, señorita Tomasino. ¿Le gusta a usted el teatro? ¿No le gustaría realizar escribir una obra teatral digamos, por ejemplo, sobre la esclavitud? Hay una beca en antropología sobre el tema. Las emociones y la psicología de una esclava. La obra, los ensayos, la representación. El estreno se tiene que producir en su último año de carrera. La beca se puede conceder a su nombre e incluir a la señorita Ryan como coautora. No creo que ella necesite fondos, pero le irá bien una ayuda a la hora de redactar. Y es una buena excusa para mantenerla en su habitación.

A lo mejor, Mary también supo verle el lado bueno. Fijándose una un poco más. Voy a cortar ya, antes de meter más la pata. Me sale demasiado corto, demasiado seco.

-Parece que me quieren aquí. Está bien, acepto.

Espero que me dejen en paz ya. Quiero irme a dormir.

-Falta un pequeño detalle. Mi futuro marido es un ser pleno de consideración y amabilidad por los demás. Por eso me necesita a mí. Quiero un símbolo que te ate a nosotros.

Empiezo a oír mi corazón.

-¿Qué tipo de símbolo?

-Bien, como seguro que has observado, a John le gustan las piernas femeninas más que otra cosa en el mundo. Yo le proveo de suficiente campo de observación, usando su terminología habitual. Sin embargo, considero mi deber aportarle algo novedoso para algunos de sus días más rutinarios. Cómo nunca se aprovecharía de una de sus alumnas, no estaría de más ofrecerle algo sutil.

Sutil como el vuelo de mi falda, empiezo a imaginar.

-Sigo sin entender.

Voy a comprar un par de pantalones y otra falda más recatada.

-¿Te importaría ir durante estos años en la facultad con una falda corta, siempre de esta longitud o inferior? Y ya que no necesitas sujetador, ¿Por qué no dejar las bragas completamente? Cuando un chico levante tu exigua y sensual falda y te encuentre ya preparada, te acordarás de nosotros.

Seguro que me encanta la idea.

-Podría decir que sí y luego no cumplirlo.

Lo malo es que sabes que acataría.

-Exacto. Pero nosotros confiamos en ti. John es muy galante y algo timorato. No va a por ahí levantando faldas, sobre todo de alumnas, pero yo soy diferente. ¿Me darías derecho a inspeccionarte cuando lo desease?

¿Aprendió a chantajear de él o surgió de manera espontánea? Mary me ha acorralado desde el principio. Que tendrán las chicas que me rompen el corazón. Y me destruyen las bragas.

 

Capítulo 15. - Protocolos de seguridad.

Salgo eufórica. Todos los objetivos cumplidos. Ha habido daños. Es imposible ganar una batalla sin dejar heridos. No puedo darle más munición a Mary. En cuanto llego a la habitación, miro hasta donde me llega la falda. Y coloco una marca mental en el espejo del baño y otra por encima del nivel de la cama. No pienso fallar. Tiene más experiencia y si me coge en otro renuncio ...

Estoy demasiada cansada para pensar en el siguiente paso. Lo que si sé es que no basta con tener una buena estrategia. Cada batalla, cada movimiento debe ser cuidadosamente orquestado. Con planes de contingencia. He debido envejecer dos años esta mañana. Pongo el despertador para cuatro horas más tarde. Cuando me despierta, ni siquiera recuerdo si acabé mi masturbación mientras me dormía. Repito, por si acaso. Descansada, lúcida y sin preocupaciones triviales como la serpiente entre mis piernas. Lo que haga falta para preparar los manuales de contienda.

Una hora después estoy preparada para entrar en combate. Falda todavía más corta, Ligera, roja, sensual. Zapatos rojos, por lo menos por debajo, pues dejan el pie desnudo. Menos mal que me los traje. No creí que fuera a utilizarlos porque me ponen a cien. A la longitud de mis piernas no se le debe añadir el efecto de mis pies exhibidos, puedo provocar palpitaciones. No podía llevar algo así con el Decano.

No necesito llevar tacones, los odio. Por suerte, mis piernas lucen unas pantorrillas curvadas. Hago la última revisión: maquillaje, pendientes, zapatos, falda y el top. Ese es mayor problema. Decido no destacar allí. Poco que ganar, mucho que perder. Tengo unos pechos bonitos, pero sin el calibre adecuado. Hombros desnudos, espalda a medio descubrir. Un minúsculo trozo de cintura se vislumbra si me muevo. Los hombres necesitan sentir que trabajan para desnudarte un poco.

Este combate se va a desarrollar en un terreno despejado de minas. No es la oficina del Decano. Aquí yo decido el armamento, las condiciones de combate, el momento de la retirada o el ataque final. El problema son la conquista del territorio y las cláusulas del armisticio. Y no olvidar lo más importante, prevenir. Es mejor desplegar los soldados poco a poco y consolidar el territorio conquistado. Después, la población civil produce armamento para tu siguiente batalla.

Ya estamos en el Starbucks del campus. He escogido bien el terreno. Decidí comer con él. Estoy desfallecida. He estado tres horas en la biblioteca buscando al lugarteniente que necesito. Ha sido la bibliotecaria la que finalmente me ha ayudado. Trataré de conseguirla como aliado. En su momento.

Es muy guapo, un armario forjado en el campo de rugby. Es de segundo y estudia ingeniería. Padre rico, seguro, y un montón de tías alrededor. Mucho más guapas que yo. Pijas, sexys. Con más tetas. Así no puedo vencer. Resumamos la situación: piernas espléndidas totalmente al descubierto, alargada la piel desnuda hasta los dedos de los pies. Sin bragas, falda cortísima, la tela se mueve con un suspiro. Cuerpo alto y esbelto.

- Thomas. ¿Y si nos sentamos en los sofás?

Trato de aprender deprisa, recuerdo cierta chica y un chandal. Más una mesa que se convirtió en el Muro de Berlín.

- Claro, Cassandra. Pero recuerda que no me puedo quedar mucho rato.

- Cierto, lo había olvidado. Con esta falda... es que con esta falda voy a estar incómoda en los taburetes y las mesas están a medio limpiar. Hay más luz junto al ventanal.

Soy tonta, me recuerdo. Le tienen que gustar las chicas tontas. Más luz, mas espacio para estirar el armamento y sobre todo que pueda mirar y mirar. Todo el tiempo que quiera. Cuando llega con la bandeja de los sandwiches y los refrescos, mi cara de hambre debe ser un poema turco.

He escogido dos sofás cara a cara en vez de otro más ancho. No quiero que me toque por ahora. Y si consigue acercarse es que es muy bueno ligando y habrá que buscar otro punto débil.

A la media hora ya no tiene tanta prisa. Yo no tengo ninguna. Un hombre revoloteando. interesado en tu cuerpo cuando tú estás muy interesada en su dinero, sus contactos o su poder es lo mejor que le puede pasar a una mujer. Preferiblemente si esa mujer soy yo. No me puede hacer daño de tener el control por un rato aunque sea algo inaudito.

Empiezo hablando demasiado, como siempre. Y me acuerdo de mi pequeña zorra alienígena. Que hable él. Necesito información. Mis piernas hablan por mí. Y mi falda. Decido concentrar mis esfuerzos en ese sector. Mis muslos se mantienen cerrados o mostraría mis tesoros antes de tiempo. De vez en cuando, me giro un poco haciendo que parezca que llevo el minúsculo trozo de tela más hacia abajo. No creo que lleguen a ser dos centímetros como mucho. Las leyes físicas imponen sus limitaciones.

La bibliotecaria tenía razón. El tipo maneja el campus a su antojo. Es el delegado principal por debajo del jefe de seguridad. Más que nada por si algún chico se mete en líos. En líos de faldas, como le puede pasar a él mismo. Puede que haya otros candidatos, no me puedo permitir el lujo de buscarlos. Y a éste le gustan mis piernas, le encantan. Ya llevamos una hora y media. Tiene derecho a algo más.

-Tengo más hambre. Voy a buscar algo más para comer. ¿Quieres algo?

-Ya voy yo.

-No, no. Que también quiero al baño.

Oportunidad perfecta para levantarme. La tela no puede evitar que muestre de manera transitoria algo del mágico tesoro que escondo. En su marco temporal, momentáneo. Einstein ya lo dijo, según tengo entendido.

A la vuelta, con la bandeja es todavía más difícil. Es lo bueno de la magia. Las telas se acortan solas. En la nueva posición, su mirada recorre más piel.

A mitad de sandwich, le sonrío.

-¿Sabes? Me molesta un poco la luz. ¿Nos sentamos en ese sofá? Pero ¿qué hago? No tengo entretengo más que tenías algo de prisa.

-Justo me habían llamado para cancelarlo, mientras estabas en el baño.

-¡Qué bien! Tengo la tarde con el tipo más atractivo de la universidad.

Se levanta, a su pesar, creyendo que pierde su posición estratégica de visión global. Recibe otra clase práctica sobre leyes de gravedad mientras me arreglo la falda al despegarme del asiento y me muevo al otro sofá. Sus cojines son más grandes y más blandos. Mi postura es inevitablemente de culo hundido y piernas más elevadas. Cruzo las piernas hacia él. Una señal ambivalente. El enemigo tendrá que desplegar tropas. Decido elevar la apuesta.

-¡Qué guapa es esa chica!

Despega, con cierto apego, la mirada de mis muslos cruzados y la mira.

-Sí que lo es. Aunque yo prefiero mirarte a ti.

-Gracias. Perdona mi atrevimiento con la falda. No tenía otra a mano. Verás, yo había venido a verte porque necesito ayuda. Pero no quiero que me malinterpretes. No voy con un chico a las primeras de cambio, aunque sea tan atractivo como tú.

-Claro que no. Ni lo había pensado. No hay nada malo en una falda corta. Te sienta estupendamente. No significa nada más.

Puede. Pero para ti es lo más parecido al paraíso.

-Sabes. Igual no es buena idea que haya venido. Yo creo que esa chica te conoce. Invitala a sentarse con nosotros. No tenemos una cita o nada parecido.

Thomas a su pesar se levanta y vuelve con el bombón, que me mira de arriba a abajo. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. No soy contrincante para ella. Es mejor dejar las cosas claras al principio.

-Cassandra, ésta es Elizabeth. Una buena amiga.

Ya, quizás una amiga muy íntima. Otra vez la dichosa palabra. Recuerdo que tengo leerme al maldito Desmond Morris en cuanto resuelvas mis problemas más acuciantes. Le doy un beso al bombón. Me lo merezco. Me levanto para ello. Thomas necesita más clases prácticas de gravedad.

-Soy Cassandra. Espero que no te importa que te diga que eres guapísima.

-Gracias. Tú también. ¿Puedo sentarme aquí con vosotros?

Me giró y señalo al sofá.

-Thomas. ¿Te importa traer una silla para ti?

-Claro que no. Sentaros.

Quiere esperar a comprobar si Newton tenía razón antes de girarse. Lo siento por Thomas. A veces se pierde. A los chicos les pasa continuamente. Me dedico a mi nueva presa.

-Elizabeth, me encanta tu conjunto.

Lleva unos simples vaqueros, de marca, y una blusa. Sí lleva la ropa interior standard, no como yo.

-Pues tu falda y tus zapatos son exquisitos.

Vuelve Thomas con cara de descolocado, me recuerda a cierto Decano trayendo unas bebidas. Necesito más tiempo.

-¿Thomas, no le ofrecemos algo de beber?

-No os molestéis, por favor. No quería interrumpiros. Os vi tan concentrados, hablando.

Bueno, Thomas sí estaba concentrado en ciertas soluciones matemáticas relativas al movimiento. Yo estaba cavilando formas y maneras de manipular gente. Hay una diferencia de grado.

-No es ninguna molestia. Te vi sola y me resultaste tan ... interesante. No sé. A lo mejor estás esperando a alguien.

-Sólo salí a dar una vuelta. También reconozco que me encantó tu postura en el sofá. Sabes, lucir las piernas sin ...

-¿Sin que te moleste que te miren?

-Exacto.

-La culpa es de Thomas. Es todo un caballero. No me ha incomodado en absoluto. No teníamos una cita o nada parecido. De hecho, le he conocido hace un rato.

-No quería molestar, repito, por eso no le he saludado.

-Thomas, tus amigas son realmente consideradas contigo. Presupongo que las tratas con sincera dulzura. De hecho por eso vine a hablar contigo. Buscaba a una persona que pudiese ayudarme con un asunto delicado.

Estoy en una posición en la que voy a ganar, pase lo que pase. Los dos a punto de caramelo. No me importan que hayan estado haciendo, si se conocen de hace dos días o se han peleado hace tres horas. Como los dos son muy atractivos, si les junto estupendo, si no, me quedo con ellos. Pero no estoy para elucubraciones, tengo trabajo.

-Sí, Cassandra. Elizabeth ha sido muy considerada. No sé si te podré ayudar con tu problema. Yo sólo soy el delegado.

Elizabeth decide ayudarme. O putear a Thomas. En el fragor de la batalla, siempre se produce algo de confusión.

-Thomas es muy modesto. Si alguien puede ayudarte es él. Conoce a todo el mundo. Le respetan y siempre está rodeado de amigos y amigas.

-Estoy segura de ello, Elizabeth. Pero ahora, creo que debería irme. Me siento un poco violenta y tanto hablar de la falda me ha hecho ver que es demasiado corta. Creo que voy a ir a mi cuarto a cambiarme. Thomas, dejemoslo para otro momento. Te llamaré.

-Está bien, Cassandra. Me parece bien.

Empiezo a levantarme, completamente segura de que voy a seguir sentada en este sillón toda la tarde y Elizabeth me para.

-Cassandra, eres una chica encantadora. Antes estabas enfrascada hablando con Thomas. Deja que disfrute con tus piernas. Mejor, deja que disfrute de la compañía de las dos. Se te nota que algo te reconcome. Si estás buscando ayuda, suéltalo ya.

Elizabeth no va a permitir que me vaya. Vas a disfrutar, de las dos, Thomas. Ya lo verás. Elizabeth, te voy a servir en bandeja y envuelta en un lazo. No tengo más tiempo para disposiciones tácticas.

-Está bien, Elizabeth. Tienes toda la razón. Mirad, mi compañera de habitación es una chica estirada, la hija de la presidenta de la asociación pro sexo seguro. No sé si la habréis visto por el campus...

Sin más datos, no pienso avanzar por la campiña a ciegas. Ojalá conozcan sus formas. Sólo de lejos. Habla primero Elizabeth, luego a Thomas ya le ha encandilado.

-¡Ah sí! Cómo se llama, Ryan.

-Katie Ryan.

Seguro que ya sabías su nombre. A mí no me engañas.

-Yo también creo haberla visto, Cassandra.

-Thomas, si las has visto, la recordarás claramente. Tiene un tipo como el de Elizabeth. Quizás una cintura ligeramente más delgada. Pero también es increíblemente atractiva.

Dioses, que fácil es esto. Si quisiera, mañana estaría ganándome la vida en relaciones públicas. No es necesario establecer comparativas exactas entre las dos chicas.

-Te ha pillado, Thomas. Y a mí. Cassandra, esa chica un verdadero espectáculo. No veo que problema pueda tener, la verdad.

-El problema, más que ella, es su madre.

Los dos se miran y esperan en silencio que continúe. No lo hago hasta que Elizabeth vuelve a mi cara y Thomas debate a dónde mirar.

-Veréis, no me agrada hablar de temas íntimos de otras personas.

De hecho, me encanta y pronto lo sabréis.

-La madre de Katie está algo desequilibrada desde mi punto de vista. Según he entendido, piensa demandar al chico que se acerque a Katie. Tiene un montón de abogados, y la repercusión del caso sería estatal. Os podéis imaginar.

-Entonces Katie es virg.. -susurra Elizabeth. Thomas ya sólo mira hacia abajo y hacia mi lado. Quizás tenga una mancha de café en mis piernas.

-Sí, lo es. Y si no se mantiene así, puede que tengamos problemas en la facultad. Por eso, me fui a hablar con el Decano. El me ha dicho que no puede hacer nada al respecto. La vida sexual de los alumnos es sagrada.

No es exactamente lo que dijo, pero mi traducción libre puede ser útil en estos momentos.

-Lo malo no sólo es una demanda al pobre chico al que le toque y a la universidad. Katie está algo desequilibrada y proyecta sus frustraciones en los demás. Os quiero ser sinceros.

Le cojo la mano a Elizabeth. Y ahora miro a Thomas obligándole a dejar de disfrutar de su regalo de navidad.

-Me tiene completamente dominada. Yo no escogí esta falda, ella lo hizo por mí. Lo que tengo que poner, dónde ir, con quién estar. Hoy está algo indispuesta y por eso lo primero que he hecho es ir al Decano. Thomas, ha sido la bibliotecaria la que me ha hablado de ti.

Empiezo a llorar, tengo tanta práctica que en la academia igual deciden darme un premio honorífico.

Elizabeth se gira, me abraza. Mi falda sigue su particular relación con mis caderas y mis muslos. Reacción que se comunica a distancia con el falo erguido de Thomas, ahora tan incómodo entre las costuras de su pantalón que decide poner un brazo en mi espalda mientras se dobla hacia adelante. Es demasiado para él, dos féminas fértiles abrazándose más varias horas de estímulos visuales agotadores.

 

 

Capítulo 16. - No hay dos sin tres.

-Cassandra, si confías en mí, a lo mejor...

-¿Y qué podrías hacer? Todo esto ha sido una estupidez por mi parte. Tendré que dejar la universidad. Os voy a decir más, es lo que he intentado con el Decano esta mañana, que me permitiese trasladarme. Lo malo es que vengo becada y mis padres se han gastado hasta el último centavo de sus ahorros para mandarme aquí.

-¿Y si te propongo una solución?

Voy a cambiar de táctica. Ella me da igual, pero alcanzar a Katie Ryan sería todo un logro. La hija de pro sexo seguro. Sin contar con sus formas.

-¿Qué solución? -me dice sin convicción. Creo que tengo la palanca.

-¿Tú también eres conservadora? ¿O consideras la sexualidad una expresión de libertad?

Qué frase más horrible. Menos mal que está algo alterada.

-No, no. A mí me parece que cada uno debe hacer lo que quiera. De hecho, de hecho... me gustan tanto hombres como mujeres.

Bingo, no necesito una red más grande. Miro a Thomas, esperando que no meta la pata. Ya no estamos abrazados, le cojo la mano a Cassandra y espero.

-No me entiendas, es que Katie me obliga....

-Estoy cansado de la tal Katie. Me interesas tú. A Thomas también. Nos atraes, nos gustas. Nos pareces preciosa. Tus piernas son indescriptibles. Tu pelo, tu cara. Toda tú. Queremos seducirte, permítenos seducirte. Cuando tú quieras, cómo tu quieras. Juntos, separados. Sin recriminaciones. Te ayudamos y si te apetece te ofreces como recompensa. Pero antes, busquemos un lugar dónde estar. Te prometo que no trataremos de hacer nada que no tú quieras. Éste parece un problema urgente y creo que Thomas debe estar hace rato pensando como ayudarte. Cualquiera de sus amigos o él mismo podía haber caído en manos de esta zorra... de esta Katie. Así que vamos a buscar una solución. ¿Quieres seguir con nosotros? Quiero ser honesta contigo, por eso te he dicho lo que sentimos. Thomas y yo somos hermanos. A mí me gustan las mujeres y a Thomas también. Nos ayudamos mutuamente. Yo estaba aquí por que me preocupo por él. ¿Sabes cuántas chicas se le acercan? Son unas mosconas. No todo el mundo se hubiera dado cuenta de que estaba en la barra. Eres lista. Así que puedes con la tonta esa.

No sé si toda esta palabrería sirve de algo.

-No entiendo mucho de lo que dices, pero si sois hermanos, me quedaré si estamos los tres juntos.

Thomas se me adelanta:

-Cassandra, déjanos apoyarte en lo que haga falta. Lo que te ha dicho mi hermana, yo también lo cumpliré. Cuando tengamos a esa Katie atada y suplicando, te dejaré descansar y el día que menos lo esperes te pediré una cita.

Cassandra nos sonríe a los dos.

-Sabía que Thomas era como un galante caballero. Elizabeth, mi única y primera experiencia con chicas en la universidad está siendo un desastre, pero si pudiera quedarme aquí, no perder el dinero de la universidad y estar tranquila... si a Thomas no le importa, después de la cita con él, a lo mejor me gustaría que una chica más experimentada me contase sus experiencias, me guiase un poco. No sé como estoy diciendo... Todo esto me da mucho corte.

-Si no fuese así, nos preocuparíamos. Vamos a lo importante. Thomas. ¿Hay algún sitio dónde podamos ir los tres?

Si no conociese al menos una docena, yo sí que me preocuparía. Sus tiernas amigas también.

-Claro, hermanita.

Thomas nos llevó a la parte detrás del gimnasio. Un lugar muy apropiado, algo recluido, pero en zona abierta. La piscina, vacía, ocupaba el espacio. Solo había hamacas. Señalé el césped. Sería interesante ver como se sentaba nuestra nueva adquisición.

Simplemente se puso de cuclillas a toda velocidad, y se quedó con en postura erguida con los pies debajo de los glúteos. Sintió que le molestaban los zapatos y se los quitó. Thomas trataba de no mirarla como un perro en celo. No terminaba de entenderlo. Le gustaban tipazos de pecho turgente. Algo le fascinaba por encima de su habitual predisposición. Tenía tantos números de teléfono en la agenda. ¿Qué tenía esa chica?

Me senté con las piernas a un lado, con el lujo de mis vaqueros de marca y Thomas como cualquier hombre en estos casos, ni se lo planteó, sus pantalones eran una buena pantalla. Cassandra estaba muy bella. La postura era perfecta para una chica alta y esbelta, como una esclava esperando a su amo. Descalza añadía el toque necesario.

-Quizás tengas frío, Cassandra.

Le quería dar la oportunidad de taparse. A lo mejor Thomas perdía el interés y me dejaba la presa.

-No, Elizabeth. De hecho, juntaros un poco más, por favor. Es la primera vez que me siento tranquila en muchos días. Sois maravillosos.

A Thomas no le hizo falta más para acercar sus manos a distancia de contacto. Cambié de escenario.

-Está bien, seremos todos como hermanos. Deberíamos dividir los problemas. Si es que sabemos hacerlo.

Thomas irrumpió. Llevaba tanto tiempo con ganas de decirlo ...

-El problema es que si Katie ya no es virgen...

Los dos sabíamos lo de pro sexo seguro.

-Lo es, os lo aseguro.

Yo no me lo creí ni por un instante. Thomas la creyó de inmediato.

-Creí entender que te estaba obligando a ... hacer ciertas cosas.

-Me daba vergüenza dar detalles. Se obsesiona con las chicas. Y a mí me tiene como una especie de ... de juguete sexual.

Le cogí la mano, no quería se escapase. Thomas me imitó. Casualmente el dorso de su mano de su mano tocaba parte del muslo derecho de Cassandra. Casualmente.

-Si crees que podemos ...

-Sí, perdona Elizabeth. Estando Thomas me da un poco de apuro... pero no importa. Ella me da placer. Y a mí me gusta. No me importaría alguna vez, pero también necesito un hombre. Soy bisexual. Además, ella me lo hace muchísimas veces. Está como obsesionada. Puede que lo haga con más chicas. Creo que las prohibiciones de su madre le han llevado a esto.

Ahora o nunca. Me inclino, le beso la mano que le agarro y luego cojo la mano de Thomas aunque está más lejos. Todas las manos terminan en el regazo de Cassandra. Seguro que tiene un nombre: mediana, mediatriz, bisectriz. Thomas lo estudia todos los días. Hoy tiene prácticas.

Cassandra no sólo no retira las manos de sus piernas, sino que por el contrario las agarra más, como no queriendo que se escapen. Y sin darse cuenta abre ligeramente las piernas, como relajándose. Sus piernas tocan las nuestras. Mejor aún, sus piernas tocan el tejido que cubre las nuestras. Nuestras manos ejercen mayor contacto sobre su piel. Hay que aprender a sufrir de manera contenida. Por una vez en su vida, Thomas se calla el rato suficiente.

-Probablemente, Cassandra. Probablemente. No sé si yo podré ayudarte. A mí podría pasarme lo mismo que a Katie.

No cierras las piernas. Me da un beso ligero en los labios sin mover el resto del cuerpo. Es muy erótico. Luego se da cuenta de que Thomas está ahí y le da otro. Por fin habla.

- Sois demasiado amables conmigo. Quiero confiar en vosotros, aunque ahora no podría ... ya sabéis.

-Nunca hemos forzado a nadie, Cassandra. Sólo nos gusta el sexo consentido. Y ahora queremos ayudarte, de verdad.

Thomas escoge las palabras adecuadas, por más falsas que sean. Las chicas desesperadas a veces se las creen.

-Sí, perdonad. He vuelto a dudar de vosotros. Os he besado para expresaros que me siento muy atraídas hacia vosotros, hacia los dos, pero ¿Qué puedo hacer? Quiero mantener la beca y permanecer aquí. Y, a lo mejor, ser amiga vuestra.

Thomas se hace dueño de la situación.

-Lo primero que tenemos que hacer es evitar que Katie esté con un chico, si es que verdaderamente es virgen. A favor tenemos que está buscando chicas. En contra, que atrae a los chicos como un imán. Hasta ahora, parece que nadie ha penetrado lo suficiente.

Yo no usaría la palabra penetrado. Si lo dice Thomas, es seguro. Conoce bien el percal. Refuerzo el argumento.

-Tienes razón, Thomas. Así protegemos a la universidad y también a ti. Eres el delegado y terminaría salpicándote.

Involucrarlo le hará caer a Cassandra en los brazos de Thomas. Espero que me devuelva el favor.

-Y para manejar a Katie, deberías mantenerte en la misma habitación. Serías el mejor vigilante. Seguro que Elizabeth te ayudará a manejarla.

Gracias, hermanito.

-Thomas vuelve a tener razón, Cassandra. Y te aseguro que no será una molestia para ti. ¿Qué te parecería tenerla de esclava?

-¿Esclava? ¿Qué dices?

-Bromeaba. Bueno, casi. Podemos ayudarla si le fijamos unos parámetros..., un contexto en el que trabajar. Debe ser una persona malcriada y carente de sentimientos.

-No sé si podría...

Es el momento.

-Tú aprenderás a través de mí y ella a través de ti. Te aseguro que podrás hacerlo. Verdad que si tú le dijeses que se quitase el vestido, ¿lo haría?

-Sí, sin duda alguna. Ya te dije que está obsesionada por mí. Lo usaría como juego erótico.

-Exacto, pues tienes que vivir las sensaciones que puedes provocar en ella. Hagamos uno de esos juegos eróticos. Con lentitud te levantas, nos das otro beso a cada uno, te quitas el top y la falda, despacio con lentitud. Tú eres el regalo y es el derecho nuestro verte desnuda. Le das una prenda a Thomas y otra a mí como símbolo de sumisión. Te vuelves a tumbar en la misma postura. Piernas cerradas. Sabemos que el interior de tus exquisitos muslos no nos pertenecen. El resto está abierto y sujeto a nosotros. Pondrás las manos en tu cuello y cerrarás tus ojos. Dejarás que te contemplemos para nuestro deleite. Si eres capaz de hacerlo, te prometo que pronto se convertirá en tu esclava. Yo te enseñaré y si lo deseas jugarás a ser nuestra adorable mascota. Ni yo ni Thomas te tocaremos entre las piernas, tú nos darás el resto de tu cuerpo para enseñarte como dominarla y a lo mejor para que aprendas a disfrutar de ti misma.

-¿Puedo pensármelo?

Eso ya me parece un sí.

-Sólo si nos dices en voz alta tus pensamientos.

O funciona o no. O ambas cosas a la vez, como le gusta decir a Thomas. Siempre dice que es algo de teoría de catástrofes.

-Estar desnuda ante vosotros, es sólo que...

Demasiado tiempo. Sin la ayuda de su impulso inicial...

-No funcionará. Bueno, busquemos otro plan.

-Espera.

Me da un beso algo mas apasionado que el primero aunque decepcionante. Otro a Thomas, mucho más cautivador. Y contemplo a la chiquilla es su nuevo vestido: piel sin cortapisas. Lo ha hecho con tal gracia y soltura que hubiera jurado que lleva mil años prácticandolo. Thomas y yo la miramos fijamente durante diez, quince minutos y por fin hablo.

-¿Estás a gusto?

-¿Sí? ¿Vosotros?

-¿Tienes alguna duda?

No puede ver mi sonrisa.

-Podemos dejarlo aquí o continuar.

-Según entiendo es decisión vuestra.

-Buena respuesta. A lo mejor te ponemos un nuevo nombre, que usaremos para nuestras sesiones. Hoy es el único que día que estarás con los dos a la vez.

-No me importa. ¿Puedo ser sincera?

-Te lo exigimos.

-Me gustaría que me acariciaras por todo el cuerpo, excepto entre mis piernas. Me siento más resguardada así. Katie sólo me dice cosas feas y es dónde más le gusta estar. Me siento horrible.

-Thomas y yo te vemos bella y hermosa. Pero aquí tus deseos no cuentan. Si te tratásemos así... ¿cómo aprenderías a someter a Katie? Aquí cuentan nuestros expectativas y tu sed de cumplirlas.

-Lo siento. Y os doy las gracias.

-Baja los brazos y abre los ojos. Pero actúa como si estuvieras vestida. Thomas, si no te importa llevate la ropa y el calzado de Cassandra. Ahora no necesita vestimenta, y las mascotas están más cómodas sin nada.

Thomas se va con los trofeos y aprovecho para darle un abrazo a Cassandra. Ropa contra piel.

-Estoy muy contenta contigo.

Lo digo para reforzar el estímulo.

-Yo estoy sorprendida. No sabes lo duro que es estar con Katie. En cambio, con vosotros, desnuda me siento reconfortada.

-Sé que es un momento inapropiado, pero para tener a mi hermano dispuesto a hablar de cómo arreglar todo esto, hay que relajarlo.

-¿Quieres decir tener sexo?

-No necesariamente, pero sí dejar que te acaricie. Creo que le gustan tus piernas, pero como ya has visto es demasiado galante. También ayudarle a vaciarle de esperma. No creo que te escandalice. Te gusta, lo noto. Si quieres, me voy.

-Rompería la magia.

-Él estará cohibido conmigo aquí.

No estaba seguro de mi hermanito, mejor forzar la máquina.

-Para ser un chica tan puesta en estos juegos, te falta imaginación. Dime qué quieres tú y qué necesita él.

-¿Con los dos juntos?

-Lo arreglaré. Con Thomas, será mucho más fácil. ¿Te importa que te vea desnuda?

-Mi hermano conoce mi cuerpo a la perfección desde que era pequeña, aunque nunca me ha tocado.

Sonreía a mi mascota.

-Todavía le gustará mas.

-Quítate el pantalón y estiráte junto a mí.

Siempre los llevo ajustados como un guante. Tardé un rato. Empezaba a ver adónde llevaba esto. Menuda joya habíamos pillado.

Mis piernas eran más cortas, unos diez centímetros. Nivelamos las caderas. Cassandra recorrió el borde de su muslo y bajo hasta el pie. Luego hizo el mismo recorrido con mi pierna. ¡Dios! Me puso a cien en un instante, si no contamos las horas previas. Luego hizo lo mismo con los ojos cerrados.

-Hazlo tú.

Recorrí mi muslo lentamente, llegué hasta la punta del pie y volví. Hice dos veces el camino, por lugares distintos. Así tenía la excusa de volver hacerlo con ella. Probé el gusto de su piel y con su pierna, más larga, pude estar todavía más tiempo. El experimento real con los ojos cerrados fue satisfactorio, muy satisfactorio. Thomas se volvería loco.

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