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Reencontrando a Elena (6)

en Grandes Series

Para poder seguir el hilo de este capítulo, como siempre, recomiendo leer los anteriores.

Capítulo 1:

http://www.todorelatos.com/relato/71798/

Capítulo 2:

http://www.todorelatos.com/relato/72181/

Capítulo 3:

http://www.todorelatos.com/relato/72243/

Capítulo 4:

http://www.todorelatos.com/relato/72613/

Capítulo 5:

http://www.todorelatos.com/relato/72636/

CAPÍTULO 6

Al espabilarme, Ele estaba en el marco de la puerta observándome desnuda. Con la cabeza ladeada y apoyada en el marco. Una pose super sexy mientras exhibía una sonrisa entre divertida y satisfecha por un trabajo bien hecho. Nos quedamos unos instantes mirándonos el uno al otro. Sabiendo que nos sentíamos bien en compañía de la otra persona. Aunque ambos sabíamos que teníamos una relación solo carnal, había también momentos de complicidad que tienen las parejas.

-Me parece que voy a prepararte algo de comer, ¿qué te parece?- Elena rompió el silencio.

-Pues me parece que es una idea genial, porque estoy reventado entre el viaje, la paliza que me has dado y la hora que es ya, no puedo más. Tengo mucha hambre.

-Pues hala, date una duchita que yo preparo algo en un momento.

-A sus órdenes.- Era justo lo que necesitaba.

Después de la ducha me quedé bastante relajado, pero ya después de comer tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no dormirme sentado. Se me cerraban los ojos. Así que se propuso dormir siesta, casi desnudos, nos echamos en la cama y nos quedamos los dos dormidos poco después de echarnos.

Al despertar, estuvimos rezongando y charlando un poco. Fue entonces cuando se acordó del detallito que le había prometido traer si se portaba bien. Fui a buscarlo y se lo traje, una caja envuelta en papel de regalo. Ele estaba intrigada deseando saber que era el regalo. Yo me lo estaba pasando genial y estaba deseando ver su cara al abrirlo. Rasgó el papel a toda velocidad y abrió la caja, volvió hacia mí su cara de asombro.

-¿Esto me has traído?- Su cara de incredulidad no era de disgusto, sino que no me creía capaz de hacer un regalo así.

-Pues claro, no sabía si iba a ser un poco atrevido o si te iba a gustar.

-No te veo capaz de regalar algo así.- Me dijo riéndose.- Sí que me gusta, y he estado pensando regalármelo a mí misma un montón de veces pero no lo he hecho.

-Pues me alegra que te guste, solo una cosa también quiero ver como lo usas.

-¡Cochino!- Verla sonreír merece la pena casi cualquier cosa.

-Sí si… ya… pero ni se te ocurra sustituirme por eso eh. Lo he traído para tu alivio pero no vale dejarme de lado.

-Tú estate tranquilo que como te manejas no tienes que tener miedo de que te sustituyan por un trozo de plástico.- Me respondió con su sonrisa pícara.

En la cajita lo que venía eran unas bolas chinas moradas de un tamaño intermedio/pequeño y un bote de lubricante comestible, sabor cereza. Ele es una chica muy desinhibida respecto al sexo y estaba seguro de que las usaría, si es que no tenía ya unas.

Me dio un beso en los labios de agradecimiento. Y a continuación uno más largo y pausado. Empezamos a besarnos con mayor urgencia. Apartó la caja de los juguetes para poder acercarnos más y acariciar nuestros cuerpos. Nuestras manos recorrían el cuerpo el uno del otro, no importaba que ya conociéramos cada centímetro, había las mismas ganas o más de acariciar la piel del otro. Hice que se tumbara y me moví para ponerme sobre ella. Continuábamos besándonos, nuestras lenguas en una lucha de poder mientras nuestros sexos se tocaban a través de la tela de nuestras prendas íntimas, deseándose el encontrarse. Bajé besando y lamiendo su cuerpo para llegar hasta el tanga, única prenda que cubría algo de su piel y hasta eso sobraba. Al quitárselo mi hizo un gesto con la cabeza para que me quitara los slips e hice caso.

Volví a colocarme sobre ella para besarla mientras llamaba a las puertas de su sexo con el mío. Así, poco a poco, fui penetrando. Embistiendo unas cuantas veces cada vez que penetraba algo más hasta que decidía ganar algo más de terreno. El último terció lo metí de una vez, con contundencia, como reclamando aquellas profundidades como mías. Ambos lo sentimos muy adentro y paramos para recobrar algo de aire. Entonces empezamos a movernos. A empujar cada vez con más ritmo, y a medida que el ritmo aumentaba también lo hacían nuestros jadeos y menos conciencia teníamos de nuestro alrededor. El ritmo se volvió frenético mientras ella me instigaba apretando mi culo y mi cuerpo contra ella. El orgasmo nos llegó con su vorágine de sensaciones envolviéndonos a cada cual con su forma de sentirlo.

El resto de la tarde la pasamos charlando de lo humano y lo divino. Del mi visita del fin de semana, del agobio del trabajo y de la necesidad de vacaciones. Bastante entrada la tarde me marché, había que aparecer por casa, nos despedimos cariñosamente y ya quedaríamos alguna tarde de esa semana o para el finde lo más tardar y probaríamos conjuntamente el juguete.

Al día siguiente había que trabajar. En principio esperaba un día aburrido sin más. Aunque con algo de charla con los compañeros se pasa mejor. Aunque lo mejor de todo es ver los modelitos y como se menea Lidia. Aún no he hablado de ella pero la presento ahora mismo. Lidia es una chica de 23 añitos con cara aniñada y algo repija, en torno al metro sesenta y ocho, de piel morena, bastante delgaducha, pero con unos pechos algo más grandes de lo que corresponde a su peso y bien puestos y un culo respingón y pequeño que dan unas ganas tremendas de devorarlo. Melena larga, lisa y morena. Tiene novio, un guaperas con el que llevaba desde el instituto. Ha traído al chaval alguna vez, no es malo pero sí un poco insulso. Se sabe de buen ver e intenta exhibirse y tener a los compañeros encandilados con ella, pero luego te da en los morros. Sí, es un poco lo que se conoce como calientapollas. Alguna vez también le había dicho lo maciza que estaba, no con esas palabras claro, pero sí tontear un poco aunque ya sabemos todos de qué va y le seguimos el juego hasta donde nos parece. Su ego se alegra y nosotros los ojos. Supongo que todos pensamos que es un trato justo.

Pues bien, ese lunes iba con una blusa blanca preciosa, quizás con un botón desabrochado de más. Quizás por el calor o para enseñar, o ambas. Debajo una falda lisa corta que dejaban ver sus largas y finas piernas. Estaba para comérsela cualquier día, pero era uno de esos en que estaba especialmente bien.

Lidia está en otro departamento y en otra zona de la oficina, así que no puede uno distraerse todo el tiempo. Ese día que se esperaba como otro más se revolvió. El gran jefe decidió que teníamos que expandir la actividad de la empresa así que tendríamos que aprender otras tareas para poder dar otro enfoque y no quedarnos en hacer informes (que era lo que hacía el departamento donde estaba Lidia) si no llevar a cabo las medidas y modificaciones para el cliente. Con lo cual tenía que formarme en nuevas tareas. La elegida como profesora fue Lidia, ya que había entrado hacía un año y estaba realizando bien su tarea, además otros miembros del departamento con más experiencia no podían perder su valioso tiempo en formarme porque estaban hasta arriba de tareas.

El caso es que íbamos a pasar bastante tiempo juntos. Y por supuesto siempre hay prisas. Para el día siguiente teníamos que terminar un informe en el que tenía que ayudarme Lidia. Nos habíamos pasado todo el día con toquecitos y bromitas, aunque estaba un poco más “cariñosa” de lo normal. Los compañeros, por supuesto me estaban dando una caña tremenda: “que con esa profesora te vas a distraer y no aprendes nada”, “haber que te va a enseñar truhán”, etc. El caso es que al tener que ir aprendiendo íbamos más lentos. Así que allí nos habíamos quedado solos en la oficina para poder terminar. Sobre las 7 y media de la tarde terminamos con el bendito informe y lo recogíamos de la fotocopiadora. Hubo entonces un momento en el que nuestras miradas se cruzaron nuestras miradas mientras estábamos bastante cerca el uno del otro. Las miradas eran intensas y se palpaba una tensión contenida. Me acerqué muy despacio hacia ella de tal manera que por detrás no tenía escapatoria porque estaba la copiadora.

-Anda déjate de juegos.- Me dijo apartando la mirada pero sin moverse.

-No juego a nada, sigo mis instintos. Y algo me dice que tienes impulsos parecidos.- Le respondí con voz calmada pero convencido de que habíamos entrado a jugar en otra liga más seria.

-Sabes que tengo novio.- Dijo para convencerse a sí misma más que para recordármelo a mí.

-No te estoy perdiendo el respeto en absoluto. Solo digo que sigo mis impulsos porque creo que tú estabas teniendo unos parecidos.- Al novio no le debo nada, solo respeto a ella y si ella quiere buscar algo fuera de su relación será porque no funciona tan bien.

-Ja! Eso es lo que tú crees.- Dijo con sarcasmo, aunque se veía que perdía confianza y lo que pensaba y sentía cada vez estaba más lejos de lo que decía.

-Solo digo que quizás estés hoy hayas ido un poco más allá porque en tu relación no te sientes tan bien o no recibes de ella lo que esperas. Por eso estás experimentando otras cosas.- Le dije directamente lo que pensaba, aunque podía ocasionar la estampida total y llevarme un tortazo, pero la verdad es que la adrenalina corría por las venas y estaba lanzado.- Todos vamos cambiando, evolucionando, aprendiendo, lo que era bueno hace tiempo no tiene por qué parecernos tan interesante hoy y es absurdo intentar auto convencerse de que lo sigue siendo y no se puede cambiar.

Ahora Lidia me miraba fijamente y no decía nada. Si había una lucha en su mente la verdad es que no lo parecía. La verdad es que pensaba que había desvelado mis cartas demasiado pronto. Pero si se estaba llevando a cabo esa lucha en la mente de Lidia. Su relación era algo insulsa y monótona y necesitaba un cambio. Se había vuelto demasiado cómoda, demasiado aburrida. Seguía teniendo el cariño y muchas cosas y recuerdos compartidos pero necesitaba pasión y sensaciones.

No me di cuenta de cómo sucedió, pero sus labios estaban besando los míos. Me acababa de robar un beso. Me repuse y tomé algo de iniciativa. La abracé por la cintura y le planté un suave beso. Este lo degustamos más ambos. Nuestras lenguas se encontraron por primera vez y empezaron a explorarse y reconocerse. Esto era nuevo y emocionante para ambos. Nuestras bocas se separaron y nos miramos recobrando el aliento que habíamos perdido más por la emoción de lo prohibido de la situación que por otro motivo.

-Esto de liarse con alguien de la oficina puede ser problemático.- Había algo de sangre aún en la cabeza de arriba y hablé.

-Pudiera ser si no se sabe llevar. Pero esto se puede llevar sin que nadie se entere. Y yo voy a dejar a mi novio, pero no porque esté enamorada de ti ni nada parecido, si no porque estoy aburrida de la relación.

-Yo no tengo nada que demostrar a nadie y los compañeros no tienen por qué saberlo.- Podría erigirme en un héroe de la oficina, al menos para algún compañero cercano, pero no tenía necesidad de esa gloria.- Sabes que tengo palabra y que te respeto.

Puso sus manos en mi espalda y me acercó a ella para un nuevo beso. Mi mano izquierda reposaba en su cintura y la derecha la había puesto debajo de su melena y sujetaba su nuca. Los besos eran intensos y apasionados. La verdad es que esta chica se veía un poco falta de pasión y la reclamaba ahora. Pero la cosa no se iba a quedar ahí, no podía quedar ahí. La adrenalina hacía su trabajo, la infidelidad, el estar liándose con un compañero de la oficina y más aún ¡en la oficina! La cosa se iba calentando y Lidia ya estaba sacando mi camisa del pantalón y desabrochando botones. Seguíamos besándonos de forma compulsiva y yo hacía lo propio en su blusa. La empujé contra la copiadora y abrí la blusa para poder tener una visión más global del conjunto. Llevaba un sujetador de encaje gris simplemente precioso. También yo iba ya a pecho descubierto. Entonces Lidia se abalanzó a mi pantalón, primero tanteó el género mientras me miraba directamente a los ojos con los labios entreabiertos con una cara de lujuria que casi asustaba. Cuando pareció convencerle la mercancía fue a descubrirla, se deshizo de mi cinturón y desabrochó el pantalón, quedando allí a mis pies y con un abultamiento tremendo en los slips de licra.

Aparté el pantalón de mis pies mientras Lidia se agachó a mi paquete. Empezó a lamerlo por encima de la tela, lanzándome miradas y acariciándolo. No es que no se decidiera, si no que quería jugar, tener el control de la situación y yo la dejaba, al menos de momento. Tiró del elástico hacia abajo descubriendo la mercancía parcialmente y fue entonces cuando la probó el sabor de mi duro miembro por primera vez. No le desagradó en absoluto, así que terminó de quitármelos, cogió mi falo con una de sus manos y se metió un buen tramo en la boca. Empezó con chupadas largas y lentas, aplicándose bien a su tarea. Yo no tenía más remedio que aguantar allí de pie tal “castigo”. Así que me agarré a la copiadora y puse la otra mano sobre su cabeza. De cuando en cuando, mientras chupaba y lamía el glande me miraba, la chica era bastante lasciva y le gustaba. Ya habría tiempo de darle caña.

La levanté porque me estaba calentando demasiado y la cosa no podía terminar aún. Tenía que probar ese culo tan apetitoso. Le quité la falda y quedó a la vista el precioso tanga a juego con el sujetador que aún llevaba puesto. Su culo era simplemente magnífico, no era grande, pero sí bastante respingón y duro, estaba muy claro que se cuidaba bien y hacía ejercicio. Hice que se diera la vuelta y se apoyara en la máquina. Puse mi miembro en su culo para que notara el calor que desprendía y le quité el sujetador. Giró la cabeza para mirarme con una sonrisa de satisfacción, le estaba gustando que llevara la iniciativa. Estando así, acerqué su cara para besarla mientras con la otra mano empecé a acariciar sus pechos. Muy duros y firmes, con una aureola muy oscura y pequeña, sus pezones no apuntaban al frente si no arriba. Después de acariciar ambos pechos con tan solo la punta de los dedos decidí amasarlos con toda la mano, no tenían un tamaño muy grande, pero su tacto y como recuperaban la forma era magnífico.

Le dije al oído que no se moviera, iba a quitarle el tanga. Fui deslizándolo a medida que acariciaba sus muslos. Se notaba ya un ligero aroma proveniente de su sexo, ahora mismo me iba a encargar de que emitiera más efluvios. Hice que separase algo más las piernas y empecé a acariciar sus muslos permaneciendo agachado detrás suya. Acariciaba y lamía ambas piernas mientras Lidia había empezado a ronronear como una gatita. Subí mis manos hasta su sexo y aquello estaba llegando a su punto.

Acaricié sus labios mientras se estaba muy quieta, dejándome hacer. Su sexo estaba bastante húmedo y se me ofrecía para explorar su interior, eso hice despacio introduciendo un solo dedo. Por otra parte tenía su culo muy cerca de mí y no pude resistirme a morderle un cachete. Se dejaba hacer y le estaba gustando, cada vez echaba más atrás la cabeza mientras se mordía el labio inferior y echaba más atrás su sexo y culo. Estaba masturbando su clítoris que sobresalía bastante y sus labios bastante hinchados y abiertos cuando decidí que era hora de probar que tal sabía. Se inclinó más hacia delante para exponer más sus partes íntimas y facilitarme la maniobra, mientras yo tenía una mano en cada cachete del culo y los separaba para ayudarme el llegar a lamer su coño. Ahora sí que empezó a gemir. En la postura en la que estábamos su hoyo trasero quedaba también bastante accesible, no pregunté, empecé a alargar los lengüetazos desde su sexo hasta el culo y lo agradeció con mayores gemidos.

Había llegado el momento de penetrarla de verdad, así que me agaché a los pantalones para coger la maldita gomita de la cartera, me la coloqué y me situé detrás. Cogí su pelo con mi mano izquierda y tiré para que girase la cabeza para besarla, Lidia estaba totalmente sumisa. La besé y me acerqué a su abertura. Fui atravesando su sexo con el mío, mientras, no solté su pelo porque quería ver su cara. Tanto calentar a los compañeros hasta que por fin se estaba quemando con uno. Cuando llegué al fondo paré un momento. Lidia estaba excitadísima y no iba a durar una larga cabalgada. Así que empecé a bombear a buen ritmo, sujetando su pelo y con la otra mano en su cintura con el pulgar en ese hoyuelo que se les forma a algunas en la baja espalda. Se escuchaba el entrechocar de nuestras carnes y justo después sus gemidos. Al aumentar el volumen de sus gemidos (y también los míos) empecé a empujar más fuerte. Estaba llegando, pero Lidia llegó antes. Sus gemidos se cambiaron por gritos que ahogaba como podía, por mi parte estaba muy cerca y aumenté el ritmo. Lidia tuvo otro orgasmo cuando estaba en la plenitud del mío. Fue simplemente fantástico. Ambos lo sentimos así.

Nos recompusimos como pudimos, y adecentamos nuestras ropas. Coloqué la copiadora en sus sitio ya que se había movido en el fragor de la batalla. Cerramos la oficina y nos despedimos con una sonrisa hasta mañana. No tenía ni idea si repetiríamos la experiencia alguna vez en esa u otras circunstancias, pero aunque fuera una experiencia única había valido la pena.