miprimita.com

Reencuentro con Oli (3)

en Hetero: General

Reencuentro con Oli (3)

Abrazados en el sofá, desnudos y excitados, los besos de Olivia despiertan de nuevo mi pasión.

Sus labios dulces y húmedos se pegan a mi boca entreabierta y nos besamos con lujuria. La abrazo con más fuerza, rodeando mis brazos detrás de su espalda, estrujando sus tetas contra mi pecho desnudo. Ella nota mis pezones clavarse contra su piel y su dientes atrapan mi lengua, mordiéndola y tirando de ella hacía fuera.

Me encanta acariciar su espalda, pasarle las palmas de mis manos abiertas por toda ella, recorriendo con la yema de mis dedos la columna vertebral desde la nuca hasta alcanzar la raja de su culo. Allí le hundo mis manos en las nalgas, separándolas, azotándolas y estrujándolas. Ella gime dentro de mi boca y mi poya responde latiendo entre mis piernas empalmándose con fuerza.

Una de mis manos suben para acariciarle la cara. Mis dedos recorren cada rincón de su rostro, palpando sus mejillas, acariciando su barbilla, jugando con su naricita y sus párpados. Ella me muerde la mano, la atrapa con su boca y mordisquea mis dedos; los chupa uno a uno, dejándolos empapados de saliva caliente. Sin dejar de relamerme los dedos ella mete una mano entre mis muslos para agarrar mi poya. Yo hago lo mismo y meto mi mano salivada entre sus muslos.

Ella se abre de piernas completamente entregada.

No puedo evitar mirar su entrepierna. Olivia tiene un coño hermoso: un triángulo de espeso vello negro cubre la parte superior del monte de venus, pero la zona inferior está rasurada y veo perfectamente como los labios menores asoman levemente por la raja abierta, grande y muy colorada. La humedad que rezuma de su chocho ha empapado la parte interior de sus muslos. Al momento me entran unas ganas increíbles de volver a comerme ese coño, de meterle la lengua y hundir mi nariz en su raja para embriagarme con sus efluvios hasta morir de puro éxtasis.

Pero mi amante necesita otra cosa.

—Cielo, métemela. No puedo más, fóllame...

Su mano tira de mi pene, obligándome a colocarme entre sus piernas. Yo me dejo llevar con mucho gusto.

Ella guía mi verga, tira de ella y la coloca directamente en su raja, moviendo mi poya arriba y abajo, separando los labios de su almeja con la punta de mi rabo, abriéndolos poco a poco. Lentamente empujo mis caderas y la cabeza de mi cipote se abre paso entre los pliegues húmedos de su coño. Siento como el orificio de su vagina se resiste y retiro un poco mi poya para volver a empujar de nuevo y así, poco a poco, empujón a empujón, mi poya resbala en el interior de su vagina.

Se la meto hasta el fondo, hasta que nuestros vientres se tocan, hasta que mis testículos se aplastan con tanta fuerza contra su raja que me duelen. Un gemido ronco sale de la garganta de Olivia y yo aprovecho para meterle la lengua dentro de la boca. La muerdo y la beso, la chupo y le lamo los labios con auténtica pasión mientras mi poya entra y sale de su cuerpo. A cada embestida ella gime en mi cara. Siento sus carne temblar en cada golpe de mis caderas, noto sus tetas vibrando y oigo el delicioso chapoteo de nuestros sexos. Ella me clava las uñas en los hombros provocándome un dolor exquisito.

— ¡Sí, vamos! sigue… —ella jadea entre dientes con los ojos cerrados.

El interior de su vientre arde como el fuego. Siento como mi poya se quema al deslizarse dentro de su cuerpo, noto como resbalo dentro de su coño húmedo y el roce del glande contra la pared interna de su vagina me aprieta y me produce un placer increíble.

Me gusta mirarle las tetas, ver cómo se balancean en cada embestida, la forma en la que sus pezones vibran y oscilan cada vez que le meto mi poya. Me gustan sus aureolas, oscuras y desiguales. Pongo mi boca sobre una de ellas y la chupo con rabia, aspirando con fuerza, haciéndole daño.

A veces se me escapa la poya fuera de su raja y entonces me entretengo un poco en volver a metérsela. Me gusta acariciarle el chocho con la punta de mi poya, me encanta sentir los labios menores blanditos, carnosos y mojados rozándome el cipote. Pero enseguida ella mete la mano entre nuestras piernas, me agarra el nabo y lo vuelve a meter dentro de su cueva.

—No pares tesoro, sigue, métemela bien adentro…

— ¿Te gusta, eh? Te gusta tener mi poya metida ¿verdad?

— ¡Sí!, métemela. Méteme la poya bien dentro ¡fóllame, jódeme el coño! ¡Fóllamelo, cabrón!

Olivia me grita y me insulta en la cara. Mis manos se cierran sobre sus tobillos, levanto sus pies y le abro las piernas aún más, despatarrándola completamente sobre el sofá.

— ¡FÓLLAME HIJO DE PUTA!

Sus palabras me enervan la sangre y le meto mi rabo de golpe. Ella grita en mi boca al sentir cómo mis embestidas aumentan el ritmo. Se la meto con saña, sacándola entera y volviéndola a meter una y otra vez, más rápido, más fuerte.

—Te gusta así ¿eh, guarra?

El ruido que hacen sus jugos es increíble, su vulva no deja de lubricar y el flujo vaginal se le escapa del coño empapándome los cojones.

— ¡ASÍ, DÁME, SÍ, SÍ!

Sin aflojar el ritmo le suelto los tobillos para agarrarle sus pechos. Se los estrujo con ganas, apretando mis dedos alrededor de la carne suave y tierna de sus tetas, rozando mis pulgares contra los pezones, jugando con ellos mientras oigo el chapoteo que hace mi verga al entrar y salir de su almeja. Le aprieto las tetorras tan fuerte que al momento se le ponen coloradas, con los pezones muy tiesos y las aureolas fuertemente marcadas. No puedo evitar chupárselos. Oli tiene unos pezones redondos y gordos y mi boca se cierra sobre uno de ellos para absorberlo con rabia. Con la poya metida completamente en el interior de su vagina, le muerdo uno de los pezones con mis dientes.

Olivia alcanza de pronto el orgasmo y chilla sobre mi cabeza. Un espasmo terrible recorre su cuerpo haciendo que sus uñas se claven con tanta fuerza en mi espalda que me producen una herida. Su coño me aprieta la verga y noto como sus caderas se convulsionan, transmitiendo los temblores de su pelvis a mi poya y provocándome a su vez el orgasmo. Eyaculo con fuerza dentro de ella y Oli siente cómo el semen brota de mi interior y le inunda la cavidad vaginal de leche caliente.

Mientras nos corremos a la vez nos abrazamos, dejando que el éxtasis devore nuestra mente, que no pensemos en nada más excepto en ese instante, dejando que el mundo desaparezca momentáneamente a nuestro alrededor.

Un momento de dicha sublime en el que nuestros sentidos se funden al unísono en perfecta armonía.