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Muñecas (antirrobo)

en Fantasías Eróticas

La colegiala pasa su pequeño dedo por todo el glande, admirando su textura y su consistencia. Lo atrapa con dos deditos y lo aprieta un poco, pero enseguida encuentra la resistencia de la carne, que está muy dura. Un marcado gesto de sorpresa se dibuja en el rostro virginal lleno de pecas:

—Ooohhh… Nunca vi una tan grande. Es muy bonita.

—Gracias.

El propietario de la fabulosa erección es un joven de cuerpo escultural que permanece en pie ante la chiquilla impávido; está totalmente desnudo, luciendo sus hermosos músculos ante ella, dejándose tocar por sus manitas blancas. Ella lanza un pequeño gritito de sorpresa al sentir en la yema de sus dedos cómo la sangre late enérgica en una vena especialmente gorda.

—¡Uy! Nunca imaginé que se notase tanto los latidos. La tienes muy excitada, Néstor. ¿Siempre está así?

—Oh, no, no siempre se pone así, cielo.

—¿Es por mí? ¿Se te ha puesto así por mi culpa? —ella hace un pucherito muy apenada— ains, lo siento mucho. No era mi intención provocarte de esta manera.

—No sufras por eso pequeña. No me molesta en absoluto estar así de excitado. De hecho me gusta.

—¿En serio te gusta? ¡Bieeeenn! —aplaude ella.

Las dos coletas de la colegiala saltan arriba y abajo acompañando a los pequeños saltitos de alegría que da. Las pequeñas y puntiagudas tetas de Lucy también se mueven arriba y abajo dentro de la blusa blanca. De repente se oye un sonido metálico contra el suelo.

— ¡Uy! —Exclama la jovencita —creo que se me ha caído un pendiente…

El broncíneo cuerpo de Néstor se tensa al hacer un amago de agacharse para recoger el pendiente del suelo, pero Lucy le pone una de sus manitas en los abdominales duros y fibrosos, deteniéndolo.

—No es necesario que te molestes, hombre. Ya lo recojo yo… —y diciendo esto se agacha.

Al inclinarse, la diminuta falda de colegiala se le levanta por detrás, mostrando un culito muy redondo, blanco y respingón, con dos nalgas perfectamente redondeadas. Néstor se fija en que no lleva bragas.

De alguna manera, la búsqueda del pendiente ha llevado a Lucy a colocar su trasero redondo a cinco escasos centímetros del pollón rabioso de Néstor. Ella exclama:

—Anda, creo que debe estar por aquí… —y se inclina más aún, haciendo que la punta de sus dos coletas rocen el suelo.

Al hacerlo, sus nalgas quedan más expuestas todavía y Néstor contempla como una vulva sonrosada y depilada asoma por entre los muslos de Lucy. Por debajo de la vulva dos pequeños labios carnosos tiemblan en el aire, enrojecidos y brillantes a causa de la humedad que allí rezuma.

—Qué fastidio, no lo veo…

Lucy recula y su coñito sonrosado se detiene a un centímetro del enorme y gordo cipote. Los dos sexos están tan cerca que ambos pueden sentir el calor que despide cada uno recíprocamente. De repente los tacones de Lucy resbalan y ella cae hacia atrás. La punta del prodigioso miembro se ensarta dentro del coño juvenil, abriéndole las excitadas carnes, separando los labios internos, deslizándose sobre los fluidos aceitosos del interior, perforando la vagina de la chiquilla hasta que ella siente las dos enormes bolas de los testículos golpeando su cuerpo. Un resuello se escapa de la garganta de la jovencita y un gruñido de sorpresa de la de Néstor.

—Lucy, siento lo ocurrido. Debí haberme apartado.

—Ouuuh… la culpa es mía… Ha sido un accidente... —su vocecita suena muy apenada, aunque un leve temblor en el tono desvela una gran excitación.

Néstor retrae sus caderas y el glorioso miembro viril sale del coñito dilatado… hasta que el borde del glande hace tope con la vagina de Lucy, deteniéndose allí. Néstor tira un poco más fuerte, pero el glande se resiste y no cede.

—¿Sucede algo? —resuella Lucy.

—No lo sé. Parece que se atasca. Déjame probar…

Néstor empuja hacia adentro y la colegiala siente como esa carne gorda y dura le llena las entrañas, ocupando cada rincón de su gruta. Néstor vuelve a sacarla, esta vez más rápido… y se vuelve a atascar. En cada golpe las coletas de Lucy se balancean en el aire.

—¿Qué? —gime la pequeña.

—Espera un poco…

Néstor clava sus dedos grandes y calientes en las nalgas de Lucy y sigue intentándolo una y otra vez, y otra vez, y otra más. Cada vez lo hace más fuerte y más rápido, intentando darle impulso a su pollón para poder sacarlo fuera del apretado coñito. Lucy intenta ayudarlo agarrándole la verga por debajo, pero está tan resbaladiza con sus propios jugos que no puede cogerla; así que ha optado por intentar abrirse más el chocho, colocando dos dedos a cada lado de la vulva y separando los labios al máximo.

—Prueba ahora, Néstor. Pero hazlo más fuerte y más rápido, a ver si hay suerte…

Néstor la obedece con mucho gusto. El roce es tan intenso, tan excitante, tan placentero y glorioso que Lucy, la pequeña colegiala de cara pecosa y coletas danzarinas, se corre por las patas abajo en una serie de orgasmos demenciales, dando gritos y berreando a causa del goce infinito que le está dando esa enorme verga hinchada de carne dura y ardiente.

—¿Estás bien, Lucy? —pregunta el apuesto joven con su polla tiesa aún dentro de ella.

—Ohhhh… Néstor… eres maravilloso…

—Gracias. ¿Continuo?

—No, no. Mis padres están a punto de llegar. Deja que vaya al baño.

—Lo siento. No puedo.

—¿Perdón? Vamos Néstor, sácamela.

—Lo siento. No puedo.

—Nestor, el juego terminó. Deja que me vaya.

—Lo siento. No puedo. Esta unidad está muy avergonzada con lo sucedido pero esta unidad no estaba participando de su fantasía cuando intentaba extraer el pene de su vagina. Realmente está atorado en su interior. Lo lamento mucho, señorita Lucy.

—¿¡Estas de guasa!? ¡Sal de ahí ahora mismo, montón de chatarra de mierda!

Ruido de llaves y una puerta que se abre y se cierra en el piso de abajo:

¡¿CARIÑOOO!? ¡YA HEMOS LLEGADOOO! —la voz de la madre resuena en las escaleras.

—¡Néstor! Baja a ayudar a meter las bolsas de la compra —ordena el padre.

Lucy intenta callar a Néstor, pero es imposible:

—¡Lo siento. No puedo! ¡Esta unidad no puede ejecutar la orden del amo Pérez porque esta unidad tiene el pene atorado dentro de la vagina de su hija pequeña!

Un breve y tenso silencio seguido de un portazo, de voces y de pasos apresurados subiendo por las escaleras.

Más tarde, en un bar cerca de los talleres concesionarios de Turing Corp., un mecánico charlaba animadamente con un amigo:

—No creerías la de veces que he visto esa situación.

—¿En serio?

—Sí tío. Esto es una de las mejores cosas de este trabajo. Constantemente llegan aquí viciosillas y viciosillos con sus orificios taponados con los miembros o los agujeros de los modelos del tipo “EROS”.

—Por el antirrobo ¿no?

—Exactamente: por el maldito antirrobo. Je, je, je. La gente que adquiere el servicio antirrobo del “EROS” se piensa que es una especie de alarma o algo de eso. Y no es así. Eso les pasa por no leerse el puto manual. El antirrobo de ese tipo de modelos es un anclaje reactivo situado en la punta de la polla, en el chichi, en el culo… ya sabes. Así, si una persona no incluida en la base de datos del modelo intenta beneficiarse a la muñeca o al muñeco cibernético, el antirrobo se pone en marcha y el tipo o la tipa se quedan allí enganchados.

—Buf, qué putada.

—Pues sí. ¿Pero sabes lo mejor de todo? El noventa por cien de los que vienen aquí son maridos enganchados por el culo por el muñeco cibernético de su esposa ¡ja, ja, ja! ¿Puedes creerlo?

—Lo creo, lo creo ¿Hace otra ronda?