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Lujuria en la cocina

en Hetero: General

Lujuria en la cocina

 
Ramona escucha el sonido de la puerta principal abrirse. Oye el sonido del llavero estrellarse contra el mueble del recibidor y el golpe sordo de la bolsa de deporte de Pedro. Al poco escucha sus pasos a través del pasillo dirigiéndose a la cocina, donde Ramona le está terminando de preparar la cena. 
 
Se gira para darle la bienvenida y le sorprende el efusivo abrazo de Pedro. No, no es efusivo. Es algo más. Apenas abre los labios para preguntarle cómo le ha ido el día cuando siente la lengua ávida y cargada de lujuria de Pedro meterse dentro de su boca. Sin apenas aliento Pedro separa sus labios de la boca de Ramona y le espeta en la cara:
 
—Quiere follarte.
 
Sus manos no han dejado de toquetearla, de estrujarla y apretarla desde que entró en la cocina. Pedro es la viva imagen de la pasión. Su boca recorre cada centímetro de la cara sonrojada de Ramona mientras sus dedos le estrujan los pechos por encima de la ropa con una brusquedad impropia en él.
 
Ramona al principio intenta despegarse de su abrazo para hacerle entrar en razón, pero las manos de Pedro la conocen muy bien. Saben qué zonas tocar, que partes acariciar y que sitios de su cuerpo son los más receptivos. Ramona sólo puede jadear y dejarse llevar por el torrente de deseo que empuja a su hombre.
 
Poco a poco la arrastra hasta la mesa de la cocina, las lenguas trabadas, intercambiando salivas y gemidos. Ramona palpa la entrepierna de Pedro y le agarra el paquete. La carne dura y caliente palpita dentro de los pantalones. Ella la frota arriba y abajo, apretando la palma de la mano allá donde presume que está el glande.
 
Pedro le ha sacado uno de los pechos por el escote de la blusa. Ramona tiene el pezón muy gordo y a él le encanta chuparlo con fuerza. A veces le hace daño.
 
—Quiero que me comas la polla, puta.
 
Ramona deja de acariciarlo. Nunca la había insultado. Ni siquiera durante los juegos eróticos. La pilló desprevenida y no sabía como reaccionar.
 
—¿Por qué te paras, zorra? Sigue magreándome, joder.
 
Ramona le golpea en la cara con la palma abierta. Nunca le había golpeado a Pedro. Éste sonríe con lascivia y con una mirada de morbo tan ardiente que dejó a Ramona totalmente desarmada.
 
—Pégame otra vez, putón de mierda.
 
Ramona, jadeando, le vuelve a cruzar la cara con fuerza. En seguida se arrepiente, pues intuye que se ha excedido cuando ve la marca de sus dedos en la mejilla de Pedro. Pero éste le responde  estampándole un beso de fuego en la boca, forzándola a que abra los labios para meterle la lengua.
 
Ella esta confundida. No sabe que le pasa a Pedro,  a qué viene este furor desenfrenado y esas palabras tan soeces. La mano de él se introduce entre sus muslos.
 
—Joder, cariño, tienes el coño chorreando. Ves como eres una puta.
 
—Quieres hacer el favor de no llamarme más eso.
 
—¿El qué? ¿Puta? Pero si eso es lo que eres. Mi puta.
 
—Cállate…
 
Los dedos de Pedro exploran el coño de Ramona bajo las bragas, extrayéndole los jugos con la yema de los dedos y repartiéndolos por toda la vulva.
 
—No. Eres tú la que se va a callar. Eres mi puta y harás lo que te diga.
 
Poco a poco Ramona va comprendiendo el juego de Pedro. Tantos años juntos y al fin Pedro se libera: está realizando una de sus fantasías. ¿Cuánto tiempo habrá estado gestándose en su cabeza sin atreverse a contársela? ¿Cuántas veces habrá intentado ponerla en práctica sin llegar nunca a  realizarla por miedo a ser rechazado por ella?
 
Oh, qué tontos son los hombres. Ella hubiera aceptado gustosa cualquier cosa por él. Los hombres son tan elementales. Con una sonrisa mental, Ramona acepta el juego que al fin Pedro se ha decidido a poner en práctica.
 
—Vale. ¿Qué quieres?
 
Pedro saca una mano pringosa de entre los muslos separados de Ramona y le acarice el rostro con ella, metiéndole los dedos dentro de la boca, restregando sus flujos vaginales por la cara, por la frente y por el pelo, que agarra con fuerza.
 
—Sácame la polla del pantalón, so marrana.
 
Ramona se inclina para obedecerle. Su pecho libre se balancea en el aire mientras ella se afana en desabrocharle el cinturón. De repente siente un tirón del pelo que la obliga a alzar la mirada.
 
—Mírame a los ojos. No dejes de mirarme. Usa el tacto para lo demás, pero no desvíes la mirada. Quiere ver tu asquerosa cara de puta barata todo el tiempo.
 
Ella se muerde el labio inferior conteniendo un exabrupto, algo que logra al ver la expresión de su mirada: nunca había visto una pasión y lujuria tan intensa en su hombre. Al fin la verga sale de su prisión, danzando en el aire brevemente. Él adelanta la cadera al tiempo que vuelve a tirar de su pelo, aplastándole la polla contra la cara, restregándole los cojones por la barbilla y la boca. Ramona siente el terrible calor de la verga en su rostro.
 
—Abre la boca.
 
Ramona obedece sin dejar de mirarle a los ojos. El glande frota el paladar de Ramona y recorre el interior de su boca hasta la entrada de la garganta. El roce de los dientes molesta a Pedro, pero no le importa.  Mantiene su verga dentro un buen rato. Poco a poco ella empieza a agitarse, intentando separarse, pero la mano de Pedro la retiene por el pelo. Al momento Ramona empieza a toser con la polla dentro metida dentro. Los espasmos se transmiten a la verga.
 
—Diooooooossssshhmmmmm… —gime Pedro.
 
Pedro libera a su hembra. Ella tose y escupe sobre la barra de carne que acaba de salir de su boca.
 
—Buena chica. Abre la boca otra vez.
 
Ella jadea con fuerza, respirando por la nariz un par de veces antes de volver a abrir la boca. Pedro le vuelve a meter su virilidad dentro de ella. Esta vez la agarra de la cabeza con ambas manos. Despacio, muy despacio, balancea las caderas, dejando que su polla entre y salga de la boca de Ramona, apretando ligeramente una de las mejillas para sentir la cabeza redonda del glande en la palma de la mano a través de la piel de la mejilla.
 
Ramona respira con fuerza por la nariz y el aire que expele por sus orificios nasales golpea la polla, quemándola. Pedro lanza un gemido ronco cuando lo nota. Mientras, la lengua de Ramona se esfuerza en palpar la parte inferior de su pene, algo que logra a duras penas ya que la polla de Pedro tiene un grosor considerable y le llena toda la cavidad bucal.
 
Mientras le folla la boca ella se toca la entrepierna. Allí descubre con sorpresa que sus bragas parecen que las acaban de sumergir en un baño de aceite caliente. Se palpa la vulva y comienza a frotarse la parte superior del coño, justo encima de la zona del clítoris, que ya está terriblemente hinchado. Cuando jadea, los gemidos son ahogados por la carne que tiene dentro de la boca.
 
A pesar de haberle hecho incontables mamadas a su hombre, nunca la había tenido tanto tiempo dentro de su boca. Por primera vez siente cómo la sangre late dentro de las venas gordas e hinchadas que rodean el pene. Lo nota en su propia lengua.
 
—Pero que grandísima puta eres. Dios, deberías verte ahora mismo.
 
Ramona gime en su polla mientras se mete dos dedos en el orificio de la vagina. Pedro le extrae el pene y un surco de babas y saliva gotea desde los labios de Ramona hasta la punta de la polla.
 
—Saca la lengua.
 
Ella obedece y Pedro se inclina sobre ella sin dejar de menearse el rabo, le escupe en la boca y a continuación le mete la lengua dentro, hasta el fondo, robándole el aliento, aspirando con fuerza, chupando la lengua de Ramona y atrapándola entre sus dientes para tirar de ella. Ramona siente como los jugos segregados por el coño le chorrean por la muñeca. Hace rato que se ha arrancado las bragas de un tirón, rompiéndolas,  y ya tiene tres dedos metidos en su interior. Se está follando como un posesa.
 
Sus lenguas se entrelazan, mordiéndose mutuamente, gimiendo en el interior de cada garganta. Pedro la agarra del cuello y la obliga a ponerse en pie. La empuja con fuerza y la tira encima de la mesa. 
 
 
 
Le mete las manos dentro de la blusa y se la abre con un tirón, rasgando la tela y arrancándole varios botones que caen rodando sobre el suelo de la cocina. Le agarra el sujetador con ambas manos y se lo parte de un tirón. Los pechos de Ramona vibran en el aire, los pezones altivos presumiendo de su libertad apuntan al techo tiesos y regordetes. Están rodeados de unas hermosas aureolas  cuya vista enerva la sangre de Pedro.
 
En ningún momento ella ha sacado sus dedos del interior de la vagina. Él le separa las piernas y contempla con avidez  cómo su mujer se esta taladrando el coño con rabia, con las bragas rotas colgando de uno de los muslos.
 
Pedro agarra a su mujer de las piernas, la atrae hacia él y se las levanta separándolas al mismo tiempo. Con una mano se agarra el miembro erecto, mojado y lubricado con la saliva de Ramona y lo dirige hacia la zona que hay debajo del coño, apuntando al ano. El pequeño y oscuro agujero está impregnado con las babas  que refluyen constantemente de los pliegues de la raja.  Se escupe en la otra mano y le esparce la saliva por el ojete, mezclándola con los efluvios vaginales.
 
—Te voy reventar el culo a pollazos, so guarra.
 
—¡Sí, hijo de puta! ¡Reviéntame el culo, pedazo de cabrón!
 
Pedro aplasta el glande contra el estrecho agujero de Ramona. Ésta no ha dejado de masturbarse y el ruido que hace el chapoteo de su coño inunda toda la cocina. El olor a sexo y sudor lo invade todo.
Pedro se afana en meterle el rabo por el culo, empujando despacio pero sin detenerse. La saliva y el constante líquido que resbala por los labios menores ayudan a que la carne gruesa y enervada se abra paso por la estrechez cálida y prieta de Ramona. Durante unos momentos parece que las fuerzas abandonan la virilidad de Pedro cuando la verga se dobla, torciéndose visiblemente. Pero un movimiento oportuno de Ramona vuelve a endurecerle el miembro con renovada pasión: ella, percatándose del apuro de Pedro, ha dejado de masturbarse para ayudarlo, agarrándose las nalgas con ambas manos y tirando de ellas, separándolas al máximo al mismo tiempo que levanta aún más las caderas.
 
Pedro responde con renovadas energías al contemplar como su mujer, emputecida al máximo, le ayuda a que le rompa el culo. Hinchando su verga de sangre y fuego, empujando, dilatando a la fuerza el esfínter de Ramona, lentamente la cabeza entra al fin por el diminuto hueco y un chapoteo sale del interior de las entrañas de su hembra.
 
—Ahhhhhhhhhmmmm…. —gime ella, que vuelve a restregarse el chocho, esta vez por fuera y muy despacio, acompasando el ritmo suave que Pedro le está dando a sus caderas.
 
La estrechez del ojete hace que el aire se escape con sonoridad del culo de Ramona en cada movimiento de Pedro. El chapoteo constante de su mano sobre el clítoris se mezcla con la suave fricción de la penetración anal, los jadeos roncos de Pedro y la respiración agitada de Ramona.
 
Poco a poco la excitación hace que Pedro acelere los movimientos. Siente la presión de las paredes apretando su polla en toda su longitud. Ramona, a su vez, nota cómo la corona del glande frota sus entrañas, deslizándose dentro de ella, resbalando por el interior de su vientre. Siente un ligero cambio en los movimientos de él y nota el cálido aliento de Pedro sobre su cara cuando este se inclina para besarla. Ella acepta con placer sus besos al tiempo que siente cómo una de las manos de él se posan sobre la suya, acompañándola durante su masturbación. Sus dedos se entrelazan, se confunden y al final ella saca los dedos de su interior para sustituirlos por los de él.
 
Así, con la verga dentro de su culo, los dedos de Pedro en el coño y los suyos propios acariciándose el clítoris y las tetas, Ramona siente que el orgasmo está a las puertas. Cierra los ojos y aprieta los dientes, señal inequívoca de lo que está apunto de llegar. Él se percata y aumenta el ritmo de sus caderas, golpeando en cada embestida el culo de Ramona con sus pelotas, hinchadas y cargadas de semen.
 
Poco a poco los gemidos aumentan, el flujo y el sudor salpican el suelo, los golpes contra la mesa se hacen más fuertes, el bombeo constante de Pedro y las caricias de Ramona se acompañan mutuamente hasta que Ella, con una serie de gritos apenas contenidos se desborda, apretando y aflojando el esfínter. Eso provoca una reacción en cadena sobre Pedro, que con un estallido de fuego en la zona lumbar, descarga un chorro de semen dentro de ella, una fuente constante de líquido ardiente escupido con rabia.
 
Al momento él cae sobre ella, abrazándola, besándola con amor, mientras ella, satisfecha y agitada se pregunta qué otras fantasías ocultas guarda en su interior este hombre…