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mi juguete preferido (2)

en Voyerismo

Mi juguete preferido (2)

Después del inolvidable polvazo en el encuentro del capítulo anterior, yo estaba que me salía. Todavía no me creía que un pivón tan impresionante como era aquella mujer, me la hubiera follado porque le gustó el relato erótico que le envié y se sintiera identificada con mis gustos sexuales. Yo en este momento tenía mi orgullo y mi autoestima a tope, aunque tenía mis dudas si esto tendría continuidad o simplemente fué un calentón de primavera y se olvidaría de mí, pero por suerte, no fue así

Dos días después, era viernes, la invité a cenar a mi casa. Aceptó encantada la propuesta y se presentó, como suelen hacer las mujeres, casi una hora mas tarde pero mas guapa que nunca. Y es que lo bueno se hace esperar. Llevaba unas botas altas hasta la rodilla y unos leggins negros, sin nada más encima, que le quedaban escandalosamente ceñidos como una segunda piel, marcando culo, tanga, caderas y todas sus curvas. Encima una cazadora de cuero que le cubría hasta la cintura. En cuanto se la quitó, mostró su torso cubierto por una fina blusa transparente que mostraba sus magníficas tetas prisioneras en otro sugerente y práctico sujetador push up de encaje de los que empujan el pecho hacia arriba y lateralmente y que justo cubría los pezones, formando dos globos perfectamente redondos que se veían a través de la blusa. Como siempre, lucía muy elegante y atrevida. Estaba preciosa

Por la tarde, había comprado la comida preparada ya que la cocina no es lo mío. Una botella de cava. La mesa bien puesta con dos velas en plan romántico.

Durante la cena hablamos de varias cosas, pero me preguntó con mucho interés detalles de la rusa que protagonizó mi relato.

Después de cenar le propuse salir a un bar musical cercano donde me conocían ya que a veces acostumbraba a ir para tomar alguna copa, pero esta vez iría muy bien acompañado y quería que me demostrara sus dotes exhibicionistas. La puse a prueba para ver hasta donde podía llegar. Para ello le sugerí un plan:

- Ahora te sacas el sujetador, te lo guardas en el bolso, para que se vean tus tetas a través de la blusa transparente y te pones la cazadora encima. Al llegar al bar buscamos un asiento en la barra y te bajas la cremallera de la cazadora hasta el ombligo. Te apoyas de lado en la barra de cara a mí y así se te abrirá la cazadora. En esta posición todo el que pase por allí verá tus tetas.

Le pareció muy excitante mi sugerencia y al llegar al bar la puso en práctica. Antes de entrar se bajó la cremallera como le dije. En cuanto cruzó la puerta todas las miradas se dirigieron a ella. Los leggins se le metían en el surco de su culo escandalosamente y por delante le marcaban la raja de su coño debido a la fina tela del tanga que tambien se insinuaba perfectamente. Si los leggins hubieran sido de color carne, parecería que fuera desnuda de cintura para abajo. Nos sentamos y se colocó de lado apoyando el codo en la barra. Yo estaba frente a ella y comprobé que se le podía ver perfectamente hasta el pezón desde mi perspectiva y mejor todavía si pasaba alguien a su lado. Su culo debía quedar muy apetitoso una vez sentada. Todo el que entrara por la puerta lo vería en primer plano. El camarero, esta vez vino muy solicito a tomar nota de las bebidas.

Alguno de los que había por allí y me conocían, aunque no había demasiada amistad porque no iba muy a menudo, vino rápidamente con la excusa de saludarme para contemplar a mi acompañante. En cuanto bajaban la vista y se encontraban con el espectáculo se entretenían charlando un buen rato de cualquier tontería y tanto como podían, clavaban su mirada lujuriosa en la teta de Sandra que mostraba casi entera hasta el pezón, a través de la blusa transparente.

En aquella ocasión hice muchos amigos con los que casi no había hablado ninguna vez. Parece que corrió la voz que allí había algo bueno que ver. Las tetas de Sandra fueron muy admiradas, calentando a todo el personal con sus estudiadas poses que forzaba tanto como podía para no defraudar a nadie. De vez en cuando nos dábamos algún morreo y le acariciaba sus muslos para darles mas envidia

Aquella noche por primera vez, ví como se desenvolvía sin cortarse por nada. Disfruté muchísimo viendo como, desafiante, dominaba la situación con soltura y como provocaba la admiración de toda la parroquia. Aguantaba perfectamente el tipo ante las miradas lascivas de los hombres y las miradas de envidia y reprobación de las mujeres. Se le notaba una gran experiencia en mostrarse en público totalmente desinhibida..

Ya de vuelta a mi casa, follamos con mucha pasión para apagar la mutua calentura que su exhibición había provocado. Le pedí que se quedara hasta el día siguiente.

Aquel día fué inolvidable. Desde entonces me permitió follarla sin preservativo. Antes le pregunté que anticonceptivo usaba ya que no quería ni imaginarme que pudiera quedar embarazada. Usaba un DIU hormonal. Su ginecólogo se lo había recomendado porque tenía algún problema de intolerancia con las píldoras anticonceptivas. Tenía entendido que el DIU no era adecuado para las mujeres sin hijos, pero Sandra me dijo que no tenía ningún problema con este aparato y que su ginecólogo se lo había recomendado aunque no era muy agradable cuando había que cambiarlo pero tampoco le producía ninguna incomodidad..

Nos veíamos a menudo después del trabajo y los fines de semana. Nuestra relación iba viento en popa. Siempre estaba dispuesta a follar como una coneja y me dejaba agotado. Rara era la vez que no le apetecía, si no era porque tenía la regla o porque no estaba en forma. Me tomaba reconstituyentes y mucha leche, por aquello de que de lo que se come se cría. Creo que incluso me adelgacé. A veces pensaba si tenía delante una ninfómana. Era una auténtica máquina sexual y me tenía muy colgado. Cada vez estaba más convencido que sería mi juguete

Pero había algo raro en ella. A veces cuando estaba conmigo, recibía una llamada por el móvil y me decía que lo sentía mucho pero que tenía que irse precipitadamente. Otras veces que quedábamos, me llamaba luego diciendo que no podía venir. Las excusas que me daba, eran muy poco convincentes. Que si había quedado con alguna amiga, que sí tenía compromisos familiares, que le había surgido un imprevisto. Incluso algún fin de semana que podíamos pasar juntos también me dejó colgado.

Poco tiempo después hallaría la respuesta a este misterio.

A medida que la confianza aumentaba, iba descubriendo nuevas facetas de su vida. Le encantaba, junto con su amiga Andrea, vestirse provocativamente y salir a calentar pollas. Después de exhibirse y ponerlos a cien, pasaban de ellos y terminaban la noche en su apartamento montándoselo entre ellas dos en plan lésbico. Decía que se lo pasaban de maravilla y que se compenetraban muy bien.

Lo cierto es que cuando dos mujeres se entienden sexualmente, gozan tanto o más entre ellas que con un hombre. Tienen una sensibilidad especial para darse placer mutuo. Siempre he envidiado de las mujeres, esta gran ventaja que tienen respecto al sexo opuesto.

Me encantaba su elegancia. Siempre llevaba ropas, bolsos y complementos de marcas caras. Todo le quedaba bien y cuidaba mucho su físico. Bien maquillada, bien depilada, en especial su sabroso coñito. Tomaba sesiones de rayos UVA para mantener el bronceado.

Cuando por compromisos o por trabajo no nos podíamos ver por la tarde o por la noche, quedábamos para comer en un centro comercial. Tomábamos un fast food y en cuanto acabábamos nos íbamos rápidamente al parking para follar en el coche, aprovechando que aquella hora del mediodía había poco movimiento, aunque a Sandra seguro que le hubiera gustado tener algunos espectadores espontáneos. Sólo una vez nos vió una pareja y pasó de largo sonriente. Luego volvíamos cada cual a su trabajo.

En la oficina tampoco se cortaba en su forma de vestir ya que cuando la iba a buscar igual llevaba minifaldas o pantalones ajustados y blusas o vestidos con varios botones estratégicos desabrochados mostrando los sostenes y media teta. A sus jefes les encantaba el toque de glamour que aportaba en el despacho, aunque a las demás chicas no les gustaba en absoluto que destacara por encima de las demas, en especial la que tenía al lado que era una señora carca de unos 50 años y que siempre le recriminaba su forma descocada de vestir. Cuando se enteró que tenía nuevo novio, me contó que le dijo:

- Parece mentira que tu novio te deje vestir como una zorra y que vayas enseñando las tetas.

Esta bruja, no me conocía bien todavía porque a mí me encantaba que fuera una zorra exhibicionista.

No me extrañaría nada que sus jefes se la tiraran, pero no osé preguntárselo. Lo que sí me dijo es que la tenían muy bien considerada y que estaban muy contentos con ella. Nunca le llamaban la atención porque enseñara mas de lo normal y les recreaba que se vistiera así, porque les alegraba la vista. Si algún día llegaba tarde no se lo tenían en cuenta y si pedía permiso para salir más pronto, tampoco se lo denegaban. La tenían por la chica florero de la oficina, pero además de florero era eficiente en su trabajo por lo que le consentían todos sus caprichos y la llevaban en bandeja para envidia de sus compañeras.

Todo discurría por buen camino, aunque me tenía muy mosqueado por sus repentinas despedidas y ausencias.