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Muñequita

en Dominación

Te está mirando suplicante, lleva ya cerca de una hora inmovilizada de pies y manos en la cama. Vuestra cama.

Tumbada boca arriba te mira mientras intenta en vano frotar su  coño con la sábana ya mojada manteniendo las piernas separadas. ¿Cuánto tiempo has estado poniéndola cachonda? Casi se le saltan las lágrimas.

Pero no puede hablar, sabe que no puede, esas son las reglas.

Te sientas a su lado en la cama, primero la miras a los ojos. Satisfecho ves el deseo reflejado en su rostro al mismo tiempo que la frustración de no poder ser ella quien decida. Sabes que le gusta sentirlo así, a ti también.

Acercas la mano a su entrepierna y con delicadeza vas acariciando acercándola lentamente al lugar que tanto deseáis. Te detienes en su ingle, observas como se estremece. Te has detenido cerquísima de su coño y ella necesita tu mano. Mueve sus caderas tanto como le permiten las cuerdas que la inmovilizan. Busca tu mano, comienza un movimiento en círculo con sus caderas. ¡Cómo te gusta sentir ese poder!

Después de unos segundos inmóvil continúas tu recorrido, acaricias su escaso vello púbico y tus dedos se deslizan por su rajita, lo haces con la suficiente presión, con la que necesita para rogarte más. Te deleitas un momento en su clítoris y observas como cierra los ojos y entre abre los la boca mientras arquea la espalda. Esa visión es perfecta, sus pezones apuntan al techo desafiantes, duros y no puedes evitar atrapar una de sus tetas entre tus manos, pellizcar sus pezones y finalmente enterrar tu cara entre ambos pechos.

Me tienes la polla que va a reventar, le dices.

Y es cierto, el bulto que destaca en tu pantalón vaquero parece que vaya a estallar. Has estado manteniéndola cachonda mucho rato pero a ti también está resultándote una tortura.

La desatas.

Levántate, le ordenas. Ella, sin poder resistirse una vez que se ve completamente libre hunde sus dos manos en su coño. Pero ágilmente y con fuerza apartas sus brazos, los sujetas a la espalda por las muñecas.

¿Quieres que vuelva a atarte? Ni se te ocurra poner esas dos manitas en otro sitio que no sea mi polla. ¿De acuerdo?

Ella asiente con la cabeza una vez y seguidamente baja la mirada.

Te quitas el cinturón y te desabrochas el pantalón, tu polla aparece hinchada, al límite, parece increíble que haya crecido de esa forma sólo torturando a tu muñequita.

Arrodíllate, ya sabes lo que toca, le dices, ella obedece rápidamente.

Quiero que me hagas la mejor mamada que has hecho en tu vida. Quiero que me la chupes como si te fuera la vida en ello, y si quedo satisfecho, lo mismo te premio.

Antes de que te dé tiempo a terminar de decir “premio”, sientes como tu polla entra en su boca, cuando tienes la mitad dentro de su boquita, agarras su cabello y la empujas hasta que la ves totalmente hundida en tus huevos. Ella cierra los ojos con fuerza, pero de inmediato vuelve la mirada hacia arriba. Ya conoce tus gustos, así que te mira con las cejas arqueadas, desde abajo, arrodillada.

Desde esa perspectiva puedes ver los dos semicírculos que forman sus tetas con sus pezoncitos rígidos.

Es tal el nivel de excitación que sabes que no vas a aguantar mucho. Sin más dilación empiezas a follarle la boca. ¡Esa boquita pequeña que tiene! Pequeña, sí, pero menuda garganta.

La follas como si no hubiera un mañana, entre gemidos empiezas a tensarte.

Trágate toda mi leche, sino no hay premio, le dices con voz ronca.

Unos segundos después te estás corriendo como un poseso. Sigues apretando su cabeza contra ti mientras chorros y chorros de semen pasan directamente a su garganta.

Se le escapa un hilito de leche blanquita por la comisura de los labios. Está llena, pero se la tiene que tragar toda.

Ahora tu polla ahora está perdiendo grandeza. Miras a la muñequita que sigue arrodillada y ves que acerca una mano a sus labios pero rápidamente te agachas y la sujetas.

No te limpies, le dices, así estás más guapa muñequita.

Ella te sonríe.