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Mónica quiere jugar 2

en Dominación

-        Buenos días, Adara. Toma asiento, por favor.

Adara se encontraba a solas con Mónica en su despacho. Era mediano, grande en comparación con los despachos que ella había visto, por lo que pensó que Mónica debía tener cierto prestigio en aquel bufete de abogados en el que trabajaba.

Todo estaba decorado con gusto, había un gran ventanal al fondo que daba a una avenida principal. En el escritorio reposaban archivos amontonados, un lapicero lleno de bolígrafos y un portafotos con un gran marco de corte moderno donde podía apreciarse un Ángel que posaba radiante.

-        Buenos días, Mónica –contestó Adara al tiempo que se sentaba tras el escritorio. Tenía la misma mirada de decepción que cuando se encontró con Mónica la semana anterior, sin embargo podía verse un atisbo de alivio en su rostro por la suerte de haber encontrado un trabajo tan pronto.

Se acariciaba el largo y oscuro cabello, nerviosa, y de vez en cuando se frotaba la mejilla. Lo cierto es que no sabía muy bien para qué estaba allí, había sido todo tan rápido y extraño… Mónica por su parte la observaba con esa mirada felina que parecía que le atravesaba el cerebro, lo cual no le hacía sentir mucho más tranquila.

Apenas conocía a aquella mujer, se habían encontrado en tres  ocasiones y sólo en una de ellas pudieron charlar mientras tomaban una copa en una reunión de colegas de la empresa.

Desde el primer momento, le pareció una chica segura de sí misma, embriagadora, capaz de conquistar a alguien solo con su mirada y su sonrisa satisfactoria pero al mismo tiempo amable. De igual modo, le imponía su presencia, tan diva, elegante, y esa seguridad que desprendía…

-        Bueno Adara –dijo Mónica rompiendo al fin un silencio que comenzaba a resultar incómodo para la chica –tu has venido para trabajar y yo te voy a dar trabajo.

Mónica dejó ver una hilera de diamantes en una sonrisa perfecta, casi malévola.

-        Ya, claro, pero no me ha dicho.. has dicho –rectificó –en qué va a consistir.

La mujer alzó las cejas y compuso el gesto más tierno que su rostro era capaz de crear.

-        Puedes empezar por ordenar estos archivos. No soy lo que se llama una persona organizada, puedes comprobarlo, salta a la vista. Tengo entendido que tienes nociones de informática y estadística –continuó –Me vendrá bien. Además, si te parece bien tendrás un salario muy generoso a cambio de no tener un horario fijo.

Adara fruncía el ceño, no entendía qué podría necesitar aquella mujer de ella para no tener un horario fijo.

Ante ese gesto, Mónica respondió con un aleteo de mano quitándole importancia.

-        No pienses que voy a explotarte, mujer –dijo al tiempo que soltaba una carcajada –lo único que quiero es poder disponer de tu servicio en momentos que quizá no estuvieran dentro de un horario común. Por ejemplo… -miró al techo mientras ponía morritos fingiendo una expresión pensativa –un domingo. O quizá en lugar de volver a casa a las ocho de la tarde, tengas que volver un día a las nueve porque necesite ayuda con la cena. Ya sabes, necesito alguien que me ayude con mis cosas, soy una mujer trabajadora y al mismo tiempo una señora de su casa, no es fácil compaginarlo.

Dicho esto extendió un cheque sobre el escritorio de madera maciza y dio un par de palmaditas sobre él.

-        Esto es un adelanto, sería tu sueldo mensual.

Adara se acercó temerosa, tenía los brazos escondidos tras el escritorio y al ver el cheque puso las manos tímidamente sobre el borde de la mesa.

Por un momento sintió como si estuviese haciendo algo ilegal, realmente malo, recibir tal cantidad de dinero por trabajar algunas horas ayudando a otra persona con sus tareas no era normal ni era bueno. Pero no podía rechazarlo, así que rápidamente despejó sus inseguridades, hizo un triple parpadeo de pestañas como si quisiera borrar de su cabeza cualquier pensamiento negativo, gesto que Mónica captó al instante, y con una sonrisa radiante miró a su nueva jefa quien seguía tendiendo el cheque e incitándola a aceptarlo.

Tras guardar el cheque en su monedero, Adara se levantó firme y comenzó hojear los montones de archivos que reposaban en el escritorio de su jefa.

Era una chica muy trabajadora y se responsabilizaba al cien por cien de cualquier trabajo que hiciera, por lo que no estaba dispuesta a cometer ningún fallo ni dejar cabos sueltos.

Mónica observaba como la chica se esmeraba en encontrarle una lógica a aquel desorden. Hacía movimientos rápidos, adoptaba una expresión seria y responsable.

-        Eh, tranquila, no te vuelvas loca para ordenar esa basura. Deberías aprender a relajarte. – Mónica volvía a tener esa mirada penetrante –Siéntate un momento.

Adara obedeció y se sentó en su silla tras el escritorio. Mónica se puso en pie y dio la vuelta para colocarse tras ella.

-        Te sientes tensa últimamente, ¿verdad?

Era cierto que la última semana había sido horrible, apenas había pegado ojo y no había puesto muchas esperanzas en el trabajo que le habían ofrecido. Sin embargo ahora, Adara había experimentado un encontronazo de emociones y se sentía perdida.

Mónica colocó suavemente sus manos sobre los hombros de la chica y se inclinó levemente para aproximarse un poco a su oreja.

-        Relájate.

Comenzó un movimiento rítmico y suave sobre los hombros de Adara. La piel de la chica era suave y tersa. Ésta sentía la calidez de aquellas manos delicadas, especialmente en la zona más cercana al cuello, ya que esta zona quedaba al desnudo gracias al discreto escote de su blusa.

Desde su posición, Mónica masajeaba aumentando la intensidad paulatinamente. Podía apreciar el abultado pecho de la chica bajo la blusa, desde ese punto de vista y a pesar de lucir un escote algo recatado, Mónica podía intuir que tenía un pecho bondadoso y prieto.

Masajeaba cuello, hombros y tocaba sutilmente puntos concretos de la espalda. Disimuladamente y por encima de la blusa comenzó a bajar los tirantes del sujetador de Adara. Ésta hizo caso omiso a ese gesto, se encontraba demasiado relajada y a gusto como para interrumpir el momento.

Mónica seguía palpando el cuerpo de la chica, intuyendo que tenía una figura delicada.

-        ¿Sabes? Deberías quitarte el sostén. –sin más miramientos desabrochó con habilidad el sujetador de Adara por encima de la blusa y extendió su mano frente a la cara de la chica, apremiándola para que se lo entregara.

-        Aprendí a hacer masajes en un curso, y lo primero que me enseñaron es a no tener nada que pueda entorpecer la tarea. Además, si tú no lo necesitas. Salta a la vista que tienes un par de tetas bien puestas y el sostén sólo te las oprime.

Adara estaba algo confusa, no se sentía cómoda entregándole su sujetador a su nueva jefa, era bastante tímida y pudorosa. Sin embargo tampoco quería dar mala impresión a la mujer que le acababa de entregar un buen cheque.

Haciendo de tripas corazón e intentando quitarle importancia, sacó a duras penas el sujetador a través de su escote, para lo que hubo de desabrochar un botón más.

-        Uau –exclamó Mónica, mientras miraba el sujetador que sostenía con dos dedos en el aire. Mantenía los ojos muy abiertos y una expresión divertida sin quitar la vista de aquella prenda íntima un tanto cateta –es enorme, chica. Vaya par que debes tener… pero cariño, para usar esta mierda de sostén de abuela, mejor no uses nada. A partir de ahora queda prohibido que te presentes aquí con un carcelero atado a la espalda ¿de acuerdo?

Mónica reía divertida, pero no dejaba de mirar a la chica de forma inquisitiva. Estaba claro que no se trataba de ninguna broma.

Adara se sentía avergonzada, se sentía desnuda, pero no se atrevía a contrariar su voluntad.

Entonces, mientras observaba como las mejillas adquirían un tono rosáceo en Adara, Mónica dio un paso al frente con firmeza, metió un dedo en el escote, y desabrochó hábilmente el siguiente botón mientras miraba el interior.

Un par de tetas golosas habitaban el escote de Adara. Mónica comenzó a acariciar el canalillo con un dedo. El momento era un cuadro. Adara sentada en un silla, tensa y recta como una piedra, ruborizada y desorientada. Mónica se encontraba frente a ella, en pie e inclinada con la cabeza casi metida dentro de la blusa de la chica y una mano en el interior. Se mordía el labio inferior como el niño que observa con ansia una bolsa de caramelos.

-        Enséñamelas.

Adara se quedó sin respiración por un momento.

-        ¿Qué-qué dices Mónica?

Mónica clavó sus ojos en el rostro de la chica. Su gesto se tornaba serio, mantenía el ceño fruncido, parecía enfadada y encaprichada.

-        ¿Crees que tengo oportunidad de ver tetas a menudo? Tienes una buena pechuga, quiero verla.

Parecía una niña pequeña, enfurruñada por no recibir lo que deseaba.

-        Venga –la apremió y comenzó a desabrochar los botones de la blusa que aun quedaban abrochados –no te pongas tonta, las voy a ver quieras tú o no quieras y cuanto más tardemos más posibilidades de que algún despistado entre sin llamar.

La respiración de Adara comenzó a acelerarse, ya ni siquiera se resistía a las manos de su jefa, su alarma se había disparado de forma exponencial al presentársele la posibilidad de que alguien pudiera pillar la escena in fraganti.

Tras un instante de ensimismamiento, volvió en sí al sentir las manos de Mónica recorrer su torso.

Lo hacía de forma delicada, lentamente iba dibujando su cuerpo con sus manos, se entretenía en sus tetas amasándolas, acariciando los rosáceos pezones que se endurecieron al instante sin que Adara pudiera hacer nada para evitarlo.

Mónica no dejaba de mirar el cuerpo de la chica, parecía hipnotizada, pellizcaba levemente los pezones y cuando notó su dureza provocada sin duda alguna por la excitación de la chica, no dudo en acercar más aun su cara, quería sentir esas tetas en su boca. Comenzó chupando un pezón, luego el otro, lamía sin descanso aquellas apetitosas aureolas, y al ver que la chica no se resistía, mordisqueó levemente sus pechos túrgidos.

Sin dejar de manosear su cuerpo, Mónica se sentó sobre Adara.

-        Esto te gusta tanto como a mí, ¿verdad? Sí… lo noto, seguro que tienes las bragas empapadas.. –La mujer sonreía, los ojos le brillaban de la excitación –Adivina quién las tiene chorreando.

Sin muchos miramientos, con las piernas abiertas y la falda casi en la cintura, Mónica tomó a Adara por la muñeca, y la acercó a su coño.

La chica pudo sentir la calidez que desprendía, observó que llevaba un tanga fino, de encaje en tonos pastel. Sin duda aquello estaba llegando demasiado lejos, pero tenía que reconocer que su jefa tenía razón, estaba excitada, su pudor se había convertido en morbo. Aquella situación era morbosa, ella allí sentada, con la camisa abierta y las tetas al aire, en un despacho cerrado sin pestillo y con una chica sentada sobre sus piernas ofreciéndole su coño.

-        Tócame, Adara. Vamos zorra, estás tan cachonda como yo. Aquí tienes el primer trabajito para tu jefa, haz que me corra.

Tímidamente, Adara palpó la escasa tela del tanga que cubría el sexo de Mónica, acarició suavemente por encima de la tela que ya estaba mojada por sus jugos. Retiró el tanga hacia un lado y comenzó a acariciar en círculos su clítoris.

Era la primera vez que tocaba a una mujer que no fuera ella misma. Intentó explorar la estructura de ese coño desconocido para ella. Estaba depilado casi en su totalidad y el escaso vello púbico había sido cuidadosamente recortado

Mónica por su parte gemía acompasadamente y movía las caderas hacia adelante y hacia atrás.

-        Joder, dame más caña, no me hagas cosquillas… tócame como si te estuvieras follando a ti misma. Seguro que eres una zorra de campeonato en soledad –soltó una carcajada tras escuchar sus propias palabras.

Adara, quien ya no se escandalizaba por los comentarios de aquella mujer obedeció. Con el pulgar empezó a hacer pequeños círculos presionando  el botoncito de Mónica, se empapaba con sus jugos. Cuando sintió el resto de sus dedos bien lubricados, introdujo lentamente primero índice y luego su dedo corazón en el interior de la mujer.

Entraba y salía con facilidad, y masajeaba rítmicamente su clítoris.

La respiración de Mónica se aceleró aun más. Ya no manoseaba los pechos de la chica, entonces apretaba fuertemente las tetas entre sus manos y mantenía su cabeza inclinada hacia el techo. Estaba en éxtasis, gemía y no paraba de moverse para clavarse aun más en los dedos de Adara.

Ésta aumentó el ritmo de la penetración. Sentía sus pechos aprisionados entre las manos de Mónica, quien apretaba cada vez más. Le dolía, pero era un dolor excitante.

Mónica, con la falda en la cintura, los dedos de una chica entrando y saliendo de su sexo y sus zapatos taconeando el suelo de su despacho al tiempo que se movía, dejó escapar un pequeño grito de placer, apenas sentía las piernas, pequeños espasmos contraían su cuerpo. Se aferró fuertemente al cuello de su compañera de placer e introdujo la lengua en su boca en un largo y prolongado beso, intentando ahogar así el grito que estaba segura que no podría retener cuando un orgasmo bestial recorrió su cuerpo.

Al fin, tras un momento en silencio en el que Mónica se había dejado caer sobre Adara, la mujer se levantó, se colocó el tanga y la falda en su lugar y tomó un par de toallitas húmedas en un cajón de su escritorio.

-        Toma, no hace falta que todo el mundo huela que somos amigas –le tendió una toallita mientras le dedicaba una sonrisa pícara.

Adara aceptó la toallita y se limpió las manos con ella. No sabía cuánto tiempo había pasado, una hora, quizás dos, o tres. Se percató entonces que aún mantenía su blusa abierta. Abrochó los botones de abajo a arriba y cuando aún faltaban un par, dirigió su mirada hacia Mónica.

-        No, no, querida. Tu sostén me lo quedo yo de recuerdo. –su jefa le había leído el pensamiento y no parecía estar dispuesta a cambiar de opinión. Se arreglaba el pelo que había quedado algo revuelto mirándose en un diminuto espejo de mano –ya te he dicho que no lo necesitas, conmigo no.

Se sentó y centró la vista en el informe sobre el que había estado trabajando y que aun permanecía en la mesa.

-        Ah, mañana a la misma hora. Puedes irte –ladeó la cabeza sonriente y señaló la puerta con la mirada invitando a Adara a marcharse.