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5 Chicos (22: Marcha Atrás)

en Hetero: Primera vez

David aún dormía cuando su machacón politono retumbó en su cuarto. Miró el reloj despertador que tenía sobre la mesilla. Aún no eran ni las doce de la mañana, ¿quién coño le llamaría a esas horas? Sin molestarse en mirar quien era, descolgó.

-¿Si? –Trató de responder David, pero entre que estaba recién despertado y sus cambios hormonales solo consiguió emitir un extraño sonido gutural.

-¿David? Cari, soy Jenny. ¿Te he despertado?

-No... Bueno, sí, pero no pasa nada. ¿Qué quieres?

-No, era para ver si te querías venir ahora a mi casa un rato...

-¿Para qué?

-Joe, para verte un rato... Venga...

-Es que me pillas durmiendo... –David no tenía el menor interés en salir de la cama. Solía dormir como las marmotas, pero es que la noche anterior había trasnochado más de lo normal jugando con el ordenador. Apenas había dormido seis horas.

-Pues nada, no vengas si no quieres...

-No te enfades, niña. Ya nos vemos esta tarde si quieres.

-Ya, pero yo quería verte ahora, y que estuviéramos un ratito en mi casa juntos...

David reaccionó finalmente. Jennifer debía estar sola en casa, y le debía estar insinuando que buscaba guerra. Aunque solo fuera porque le hiciera otra paja como la del parque, merecía la pena levantarse.

-Bueno, venga. En media hora o así me paso por tu casa.

La media hora se convirtió en una hora completa, pues entre que se espabiló un poco, se duchó, desayunó algo, se vistió, recogió un poco su habitación y fregó el vaso del desayuno ya eran más de las 12:30. Lo que más le entretuvo fue elegir la ropa que ponerse, sobre todo la interior. Finalmente optó por unos boxers rojos de lycra que le hacían marcar más de lo que en realidad tenía. Encima se colocó un holgado pantalón de chándal y una camiseta azul de Jack and Jones que había estrenado hacía tres semanas. Se miró por última vez en el espejo de la entrada antes de salir, y aunque no terminó de gustarle del todo, se reprimió las ganas de volver a su cuarto a cambiarse.

Hizo bien, pues Jennifer comenzaba a cansarse de esperar. Sus padres se habían a trabajar bastante temprano y no volverían hasta por la tarde, pero solían llamarla a la hora de comer para comprobar que todo iba bien. Su hermana mayor, Abigail, había entrado a currar a las 11, así que hasta las 19:30 no estaría por casa. Tenían la casa para ellos solos.

La ola de calor de la que no paraban de hablar en las noticias se hacía notar. Apenas era la una del mediodía y los termómetros marcaban cerca de 35º. David caminaba a paso ligero tratando de estar en la calle el menor tiempo posible, pero al cabo de un rato estaba sudando como un pollo, y eso que se acababa de duchar. Suerte que se había echado un buen chorro de desodorante de su padre antes de salir, si no hubiera llegado a casa de Jennifer apestando a sudor.

Los diez minutos que tardó desde su portal al de Jenny se le hicieron eternos. Llamó al telefonillo tratando de no mostrar demasiada impaciencia, pero se moría por entrar en un sitio más fresco. Ella le hizo esperar un poco, quizá en venganza por haber tardado tanto en llegar. Por si fuese poco, el bloque de Jennifer tenía ya sus años y carecía de ascensor, lo cual era algo latoso considerando que ella vivía en el quinto. Cuando finalmente llegó arriba, las piernas de David flojeaban.

Jennifer le abrió la puerta ataviada con cómodo pantalón blanco de algodón de talle bajo y una camiseta rosa de tirantes. Estaba verdaderamente atractiva, pese a que llevaba el pelo recogido con una pinza y estaba sin maquillar. David se enorgulleció de estar saliendo con una chica así.

Pasaron dentro, y David se sentó en el sofá sin apenas hablar. Las escaleras le habían dejado roto, pese a que su forma física era bastante buena. Jennifer le ofreció una Coca-Cola y él no la hizo ascos. Se moría de sed y algo fresquito le sentaría bien.

Una vez se hubo recuperado un poco, Jennifer se sentó a su lado y comenzó a besarle calurosamente. Tras unas cuantas caricias con los labios, sus lenguas se juntaron y empezaron a pelear la una contra la otra, lamiéndose y mordiéndose sin parar. David se había empalmado nada más empezar, y Jennifer también se estaba excitando. Ella tenía claro su objetivo final, aunque no sabía muy bien como llevarlo a cabo. Sus amigas le habían dicho que eso surgía solo, que no había que hacer nada especial, pero no las tenía todas consigo.

Por lo pronto, echó mano al pantalón de David y comenzó a sobársela por encima de la tela del chándal. Él echó la cabeza hacía atrás, Jenny había tocado más de una polla y sabía bien lo que hacer con ellas. Le pajeó suavemente sobre la ropa, recorriendo su tronco con los dedos y apretando de vez en cuando. David no pudo estarse quieto e introdujo su mano en los pantalones de Jenny. Sobó su coño por encima de sus bragas, haciendo que Jenny empezara a respirar de forma agitada. A través de la tela podía sentir el calor y la humedad que desprendía. Aún así David quiso ir un poco más allá y apartó un poco el elástico de sus braguitas, tocando directamente los labios externos de su joven novia.

Hoy no había problemas de intimidad pues estaban completamente solos, así que Jennifer se animó a bajarle el pantalón a David. Por la parte superior de los boxers asomaba la polla de David, como tratando de hacerse ver. Jenny le metió la mano dentro de los calzoncillos, sintiendo el calor de su polla al tiempo que se estremecía al recibir el primer dedo de David en su coño.

Por debajo de la tela era más difícil hacerlo, y como Jennifer había dado el primer paso, David desnudó a Jennifer de cintura para abajo. Era la primera vez que podía apreciar su cuerpo con tranquilidad, y recorrer su pubis sin depilar con sus dedos viendo por donde iba. Era complicado centrarse pues ella ya le había quitado también los boxers y había comenzado a pajearle, pero finalmente consiguió encontrar de nuevo la entrada e introducirle un par de dedos sin el menor reparo.

Ella soltó un pequeño grito, pero no de placer sino de dolor. Aún no estaba preparada para algo tan ancho y así se lo hizo saber a David. Éste metió tan solo el índice y Jenny lo recibió sin problemas, así que comenzó a moverlo hacía dentro y hacía fuera. Se estaba poniendo muy cachondo solo de meter mano a Jenny, y como ella encima le estaba haciendo una paja, David estaba casi en la gloria. Y solo casi, porque se moría de ganas de que ella se la chupara. Si con un condón puesto había sido la leche, a pelo tenía que ser increíble. Jennifer no parecía muy por la labor, y él tampoco estaba dispuesto a pedírselo, eso tenía que surgir de ella.

Aún así no iba a tardar mucho en correrse, pues Jennifer le estaba haciendo una gran paja. Había empezado despacio, pero ahora llevaba un ritmo mucho más rápido y David se lo estaba pasando en grande. Cuando ella paró, estuvo a punto de mosquearse con ella.

-Oye, ¿nos vamos a mi habitación? Allí seguro que estamos más cómodos...

-Lo que quieras. –Contestó David tratando de disimular su frustración por haberle cortado en lo mejor. No era momento para ponerse a discutir.

De camino a la habitación, David lo entendió todo: Jennifer le había llamado para que se acostaran juntos. Sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, y el estomago le pegó un salto. Había llegado el momento, iba a perder la virginidad. Por fin. Pero le asaltaron las dudas: ¿estaba preparado? ¿Estaría a la altura o haría el ridículo? ¿Y si no sabía ni que hacer? Tranquilidad, se dijo, que sea ella la que dé el paso.

Se sentaron en la cama y siguieron por donde lo habían dejado. La polla de David había perdido algo de rigidez por culpa de sus paranoias, pero en cuanto Jenny volvió a la carga se puso a tono. Se quitaron el resto de la ropa, y se besaron sin dejar de acariciarse. Sus cuerpos estaban muy calientes, y se buscaban el uno al otro tratando de conocerse mejor. Ella se colocó sobre él sin dejar de besarle, y rozó su cuerpo con el de David mientras este le agarraba el culo con fuerza.

-¿Tienes condones a mano? –Preguntó Jennifer como con urgencia.

-No, no sabía que... ¿Tu tampoco tienes? –Dijo, temiéndose que se les cortara todo el rollo por no haber sido previsor.

-Que va, pensaba que tendrías tu.

-Si quieres bajo a comprarlos o algo...

-Bah, déjalo, lo hacemos y ya está. Total, por una vez... Eso si, cuando vayas a correrte sácala...

-Si, si. –Dijo David.

Cambiaron de posición, Jennifer se puso debajo y David arriba. Así sería más cómodo para los dos. Él trató de encontrar la entrada sin ni siquiera guiarla con la mano, y evidentemente fue imposible. Luego se ayudó con ella, pero tampoco era capaz. No puede ser tan difícil, se dijo. Finalmente, encontró el sitio y empujó suavemente sus caderas hacia delante para ir metiéndola. Jenny estaba sintiendo un poco de dolor, pero cuando David terminó de meterla, éste se hizo casi insoportable.

-Sácala, que me duele. –Le dijo.

David hizo caso, y se llevó un susto de muerte. Tenía la polla ensangrentada, y habían manchado hasta las sábanas. Jenny se palpó y comprobó que la sangre era suya. Había perdido físicamente la virginidad. Con el susto en el cuerpo fueron al baño y se limpiaron un poco. Se les había cortado todo el rollo, pero los dos se morían de ganas por seguir intentándolo. Volvieron a la cama cuando Jenny dejó de sangrar y lo intentaron de nuevo. Esta vez dolía, pero menos, y como David no se movía con mucha agilidad, aquello era soportable. Tenía la zona un poco resentida por el desgarro de antes, pero ya que habían empezado tenían que terminar.

David poco a poco le fue cogiendo el truco al asunto. Cuando se salía le costaba encontrar de nuevo la entrada, así que procuraba no moverse demasiado para evitarlo. Iba cada vez más deprisa, y tras el susto inicial, aquello empezaba a gustarle. El coño de Jennifer estaba ardiendo, y la sensación era más agradable que cualquier paja que pudieran haberle hecho. Ahora entendía que la gente hiciera locuras por aquello. En cuanto cogiera práctica se iba a pasar el día follando con Jenny, fuese donde fuese.

Ella no se lo estaba pasando tan bien, pues andaba algo preocupada por si volvía a sangrar, y porque le seguía doliendo. David parecía disfrutar, así que le dejó hacer, que se lo había ganado. Ya habría tiempo de pasarlo bien los dos. Le acarició la espalda a David mientras este la penetraba, pero él parecía demasiado concentrado en lo que hacía. No debía quedarle mucho. Apenas llevaba tres o cuatro minutos empujando, pero David sabía que no aguantaría mucho más. En condiciones normales hubiera tratado de aguantar un poco para no quedar como un eyaculador precoz, pero se lo estaba pasando tan bien que le era casi imposible parar. Tenía que acordarse de sacarla antes de que se corriera, para evitar disgustos.

Así lo hizo cuando notó que estaba casi a punto. La sacó y comenzó a pajearse para terminar, pero había perdido el ritmo y se desconcentró. A sugerencia de Jenny volvió a meterla, y empujó de nuevo unas cuantas veces más, procurando esta vez quedarse justo a punto de correrse para que no se le cortara el rollo.

Las doloridas paredes vaginales acariciaban la polla de David, especialmente su glande, que quedaba totalmente al descubierto en cuanto la metía un poco. El roce en esa zona tan sensible estaba volviendo loco a David, pues generalmente se pajeaba agarrándosela de más abajo y así las sensaciones no eran tan placenteras. Cada vez sentía más calor en su polla, casi como si fuera a estallarle. Las fuerzas comenzaban a fallarle, pero no podía parar. Tenía que correrse de una vez. Aceleró incluso un poco más, haciendo que sus huevos golpearan con fuerza la vagina de Jennifer.

Y llegó el momento. Entre grandes espasmos, la polla de David comenzó a descargar semen como si no lo hubiera hecho nunca. Cuando se quiso dar cuenta y la sacó, los tres o cuatro primeros chorros, generalmente los más potentes, ya había entrado dentro de Jenny. Aun consciente de su grave error, David se tumbó junto a ella y se pajeó un poco más, hasta que dejó de salirle nada. Cerró los ojos y trató de no pensar en las posibles consecuencias de la irresponsabilidad que acababa de hacer.

Jennifer no dijo nada de primeras, pero estaba cagada de miedo. No solo estaba sangrando un poco otra vez, sino que lo acaban de hacer a pelo y aún la faltaban bastantes días para que le bajara la regla. El hecho de que no se hubiera corrido carecía por completo de importancia. Rápidamente pensó en ir al centro de salud a por la píldora del día después, pero seguramente tendría que ir acompañada de algún mayor de edad, y no tenía ningún interés en que sus padres se enteraran de lo que acababa de hacer.

-¿Por una vez no pasará nada, no? –Dijo David al cabo de un rato.

-No creo. Hay gente que lo hace un montón de veces y no pasa nada... –Dijo Jenny sin creerse mucho sus propias palabras. –De todas formas cuando pasen unos días me hago un test, por si acaso...

-¿Quieres que vayamos al ambulatorio a por la píldora esa? No vaya a ser que nos confiemos y...

-Déjalo, no nos la van a dar a nosotros solos. Esperamos unos días y luego decidimos lo que hacemos.

-Como tu quieras...-Dijo David, confiando en que Jenny tuviera razón. Si se equivocaba, iban a salir en las noticias: “Padres a los catorce años por una imprudencia”. El pánico que sintió David sólo de pensarlo no le dejó dormir tranquilo en unos cuantos días.

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