Eran las siete de la tarde, y David salía de la academia donde daba clases de repaso para recuperar las asignaturas pendientes. Estaba especialmente verde en las matemáticas, y aunque al principio no se enteraba de mucho, poco a poco se iba poniendo al día. Gran parte del mérito lo tenía Sonia, su profesora. Sus camisetas cortas, y lo poco que tapaban, motivaban a David a esforzarse en las ecuaciones. Si destacaba en la clase, Sonia se fijaría en él, y podría intentar algo con ella.
Para su desgracia, a sus 28 años, Sonia no tenía el más mínimo interés en ninguno de sus alumnos. Llevaba más de seis años con su novio, y no estaba dispuesta a echar a perder una relación tan duradera por culpa de ningún niñato salido. Más de una vez había tenido que dejarle claro a un alumno que la diferencia de edad era insalvable, y que su relación no iría más allá de la de profesora-alumno.
El pobre David aun seguía empalmado, se había tirado demasiado tiempo observando a Sonia, y había vuelto a ocurrirle. Caminaba de vuelta a casa despistado, pensando en la paja que se haría al llegar, cuando se encontró con Jennifer. Habían ido a clase juntos hacía un par de años, y se habían enrollado más de una vez. Y al parecer, a ninguno de los dos le importaría repetir.
-¡Hombre, David, cuanto tiempo!
-Ya ves, ¿qué tal llevas el verano?
-Bien, acabo de venir de vacaciones, ¿y tu?
-Yo vengo ahora de una academia, que me han quedado dos y tengo que recuperarlas.
-Vaya putada, ¿no? Bueno, ¿dónde ibas?
-Pues a mi casa, pero tampoco tengo prisa. ¿Y tu? Si quieres te acompaño...
-Bueno, iba al centro comercial a mirar algo de ropa. Si te quieres venir...
-Venga, vale. Así hablamos un rato, que hace un montón que no quedamos.
Jennifer no tenía planes de comprar nada, pero los baños del centro comercial eran el sitio ideal para enrollarse con David. Dudaba que él fuera a oponerse, pero de todas maneras decidió llevar la iniciativa.
David también esperaba repetir tiempos pasados con Jennifer, pero no sabía muy bien si ella estaría interesada. Desde la última vez que se enrollaron, haría cosa de año y medio, había oído que Jennifer se había vuelto muy promiscua, incluso se rumoreaba que ya no era virgen. Esto, unido a que la chica estaba de buen ver, incitaba a David a intentar algo con ella. Lo difícil sería dar el primer paso.
Mientras pensaba en como sacar el tema, Jennifer le agarró de la camiseta, miró a su alrededor, y le arrastró hasta el servicio de las chicas. Por suerte para ellos no había nadie dentro, y pudieron meterse en uno de los baños individuales furtivamente. David se quedó de piedra, no esperaba que todo fuera tan fácil. No era el mejor sitio para enrollarse con alguien, pero tampoco iba a poner muchas pegas. Agarró a Jennifer por la cintura, y la besó con desesperación. Ella correspondió su beso, al tiempo que acariciaba el pecho de David por encima de la camiseta. David, al sentir sus manos, volvió a empalmarse de inmediato, y bajó sus manos hasta el culo de Jennifer.
Jennifer, que iba bastante lanzada, sentó a David en la taza, y a continuación le sacó la camiseta. Se sentó a horcajadas sobre él, sintiendo la dureza de su erección. Le besó de nuevo, al tiempo que se restregaba contra el bulto de David, que no se creía lo que estaba pasando. El roce de Jennifer contra su cuerpo le estaba poniendo a mil. Además, la posibilidad de perder la virginidad aquella tarde era bastante factible. Después de todo, estaba desnudo de cintura para arriba, y tenía a una chica agitándose encima suyo. Por fin voy a dejar de ser virgen, se dijo, y metió con decisión sus manos debajo del top de Jennifer. Agarró con ambas manos sus senos, no demasiado grandes, pero si lo suficiente para excitar más a David, si es que eso era posible. Las manos de Jennifer se deslizaron por el torso de David, acercándose peligrosamente al pubis. Se entretuvo jugando con los pocos vellos que rodeaban su ombligo, antes de echarse un poco hacía atrás, y empezar a acariciar el rabo de David por encima del pantalón de chándal que llevaba.
David notaba que irremediablemente se acercaba al orgasmo, por lo que trató de parar un poco a Jennifer. Ésta se enfadó por su gesto, pero al verle la cara comprendió porque lo hacía. Se levantó de sus piernas, e indicó a David que cambiaran posiciones. Él se sentó sobre sus piernas, y junto sus labios a los de Jennifer, besándolos con suavidad. Colocó sus manos en la cintura de su compañera, y fue bajándolos hacía el pantalón vaquero que llevaba. Desabrochó un par de botones, y metió su mano derecha dentro de él. La respiración de Jennifer se aceleró, y entre gemidos apretó el bulto de David. Este no sabía muy bien que hacer dentro del pantalón de Jennifer, y empezó a acariciarle la vagina por encima de la ropa interior torpemente. Notó una ligera humedad, y movió su mano de arriba abajo, como pudo. Jennifer, por su parte, volvió a la carga, e introdujo su mano dentro de los ajustados slips de David, acariciando suavemente el tronco de su rabo. David intentó avisar, pero fue demasiado tarde, y varios chorros de semen inundaron la mano de Jennifer, y su ropa interior.
David permaneció estático, sin saber que hacer, mientras Jennifer salió a limpiarse a uno de los lavabos. Se lavó las manos, y desapareció de allí, sin que David, que se limpiaba como podía con un poco de papel, ni siquiera la oyera. Al ver que no volvía, salió del servicio, pero no encontró a Jennifer. Por suerte, a esa hora no había mucha gente en el centro, y fueron pocos los que le vieron salir sudoroso del baño femenino.
Algo frustrado, David se fue a casa, pensando en que había desaprovechado una gran oportunidad. Había hecho el ridículo delante de Jennifer, pero sus amigos no tenían porque enterarse. Adornando un poco la historia, iba a ser el más popular del grupo. Y además, ya tenía inspiración para sus pajas para bastante tiempo...