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Faje en el jardín, mamada en el coche y sexo en...

en Hetero: General

La idea de una fiesta de disfraces nunca me ha parecido mala, y menos aún cuando Regina, mi mejor amiga decidió celebrar sus 20 años con una fiesta temática: Prostitutas y PIMP’S.

Alrededor de 80 personas habían llegado a una enorme casa rentada. Vestidos diminutos, zapatos de plataforma, escotes sumamente reveladores, labios rojos y pestañas postizas; fueron lo que todas las chicas usaban. Ellos, enfundados en trajes brillantes, camisas llamativas, sombreros y grandes cadenas tenían un espectáculo visual a donde quiera que miraran.

Apenas eran las 2 de la madrugada y casi todos estábamos borrachos, quizá la ropa escasa y la atmósfera del lugar nos hacía un poco más desinhibidos. Esa noche elegí unos tacones plateados de 10 cm y plataformas, medias de red, un mini vestido plateado que apenas llegaba unos tres dedos debajo de mis nalgas, puse brillos en mi clavícula y en mi espalda para que contrastaran con mis pecas, el gloss rojo es mis labios terminó con mi look. Mis rizos rojos naturales descansaban sobre mi espalda.

Con todo entallado, la curva de mis nalgas resaltaba y mi cintura embonaba perfectamente entre las manos de Marcelo, mi novio.  En ese momento me sentía diferente, nunca he tenido ataduras en cuanto al sexo pero al vestirme así y notar la mirada de otros hombres y de otras mujeres, era como si ellos pudieran saber lo que pasaba entre mis sábanas.

Si algo me enseñó Marcelo fue a disfrutar mi cuerpo con todo y que soy de proporciones pequeñas y muy delgada, estando con él descubrí todo lo que podía lograr aceptándome y dejándome que otros me disfrutaran. Siempre gocé masturbándome pero hacerlo frente a él era muchísimo mejor: su mirada, sus ganas, su ansiedad por tenerme alimentaba mi placer… no necesitaba nada más y así entendí que no necesitaba unos senos enormes, bastaba con un culito duro, paradito y unas tetas firmes; como las mías. El resto, era simple actitud.

Decidí llevar un poco de esa actitud frente a todos y provocar más cínicamente a Marcelo.  Él había notado que gracias al vestido lograba llamar mucho la atención, no se separaba de mí por mucho tiempo, cuando no me abrazaba por la cintura, me tomaba de la mano, me ponía frente a su cuerpo y acariciaba suavemente mi vientre; era evidente que hacía notar que era mi dueño.

Me puse frente a él para platicar, tomé su mano y la puse en mi cintura, acerqué mi cuerpo y puse una de mis piernas entre la suya, acerqué mis labios a los suyos para apenas rozarlos, lo besé en las comisuras y bajé mi mano para acariciar lentamente su entrepierna.

-Sin pensarlo te quitaría la ropa aquí mismo, no sigas Sofía- Me dijo Marcelo pero no dio un solo paso hacia atrás, se quedó quieto sintiendo mi respiración.

-Sin pensarlo te la chuparía aquí mismo.- Le respondí y acto seguido lo besé, metí mi lengua entre sus labios casi desesperada, aprisioné su labio inferior entre los míos y succioné un poco. Sus brazos rodearon mi cuerpo y una de mis manos se posicionó en su paquete. Presioné un poco y la fuerza de sus brazos fue mayor.

-¡Vámonos!- Me ordenó.

-No quiero irme, ya me voy a calmar.- Respondí.

-No, no quiero que te calmes; te quiero desvestir, te quiero comer, hoy vas a cenar. Vámonos.- Insistió, diciéndomelo al oído y agarrándome una nalga.

-Cógeme aquí.- Le dije.

Un segundo después nuestros amigos se acercaron para seguir con la fiesta en grupo. Yo bailaba, le lanzaba miradas, le restregaba alguna parte de mi cuerpo cada vez que tenía una oportunidad, tiré una cajetilla de cigarros y me incliné al piso sin doblar las rodillas.

No iba ni a la mitad cuando sentí como un brazo me jalaba hacia arriba con mucha fuerza y me acomodaba firmemente hacia él, era Marcelo. De espaldas a él me dijo:

-¿Qué crees que haces? Lo de puta es sólo el disfraz, ¿por qué tendrías que mostrarle los calzones a esta gente?

-No traigo nada qué enseñarles… sólo un coño bien depilado, como siempre.-

-No es pregunta Sofía, vámonos.-

-Cógeme aquí.- Lo tomé de la mano y lo llevé a una esquina del jardín, apenas teníamos iluminación. Estábamos lo suficientemente alejados como para pasar desapercibidos unos minutos.

Marcelo ni lo pensó, me puso sobre la pared y me besó frenéticamente, su lengua acariciaba la mía y sus labios buscaban los míos, me mordió el labio inferior y bajó al cuello. Sus dedos se enredaban en mi cabello y yo subí una pierna a su cintura.

Debajo del vestido llevaba unas medias que estaban sujetas por una banda de silicón, al subir la pierna sentí el aire que tocaba mi conchita ya mojada. El vestido se subió y sus dedos hurgaron en mi rajita, fue directamente al clítoris, mi espalda se arqueaba y si no lo besaba, mordía sus labios, sus hombros, mis dedos se aferraban a su espalda.

La adrenalina recorría nuestros cuerpos, sentía el latir de su corazón, su respiración, sus dedos entrar a mi vagina terminaron con el equilibrio de mis piernas. Me esforzaba por mantenerme de pie, por no emitir ni un suspiro, prácticamente me colgaba de su cuerpo.

-Marcelo,  vámonos. No podemos terminar aquí.-  Alcancé a pedirle mientras intentaba retirar su mano de mi entrepierna, sin lograrlo.

-Querías que te cogiera, estás muy mojada y te niegas a continuar. Creo que lo puta sí es sólo por el vestido.- Me contestó en un tono seductor y lleno de deseo.

Siguió tocándome, sólo que esta vez me penetró con sus dedos. La situación y su dedo en mi clítoris provocaron un gran orgasmo que no oculte. Mi cadera se pegó completamente a él, mis brazos lo abrazaron fuertemente y de mi boca salió un sonoro gemido que Marcelo ocultó con un profundo beso, cuando terminó me dijo:

-Shhh… Aunque siempre te vienes delicioso y me  encanta oírte, esta vez tenías que ser un poco más discreta. Pero me tienes muy caliente, ahora sí ya vámonos.

Salimos sin despedirnos de nadie, podía sentir mis propios jugos deslizándose por mis piernas, subimos a su auto y la tensión sexual se sentía en el aire. Prendió el aire acondicionado, subió las ventanas y tomó camino:

-¿No quieres?- Preguntó sacándose la verga del pantalón.

Enseguida la tomé entre mis manos, no me costó trabajo ponerla dura. La apretaba con algo de fuerza y sólo movía la muñeca y ocasionalmente rozaba la punta con el pulgar, pasé mi cabello a un lado de mi cabeza y me incliné dispuesta a devorar ese gran pedazo de carne.

Circuncidada, ya tenía unas gotitas en la punta, pase la lengua alrededor y bese la punta. La chupe delicadamente y seguía pajeándolo; iba metiéndola poco a poco a mi boca, ya estaba bien dura, caliente, se le notaban las venas y yo simplemente no podía parar a pesar de que ya me lo había pedido.

-Ya detente o vamos a chocar- Y me tomó del cabello.

Cuando me detuve ya estábamos muy cerca de su depa, el policía nos abrió, estacionamos y subimos por el elevador sin quitarnos las manos de encima. Yo estaba súper mojada, él tenía el pito durísimo, los besos, las caricias, la presión de su cuerpo, todo era perfecto.

Entramos sin siquiera prender las luces, no alcanzamos a llegar a la recámara.

-Siempre he querido cogerte en la cocina,  ven.- Me dijo al oído.

La cocina tiene una isla justo en el centro, me tomó de la cintura y me subió a ella, el frío del mosaico hizo un contraste que me erizó la piel. Marcelo subió una de mis piernas  y me comió el coño, lengüetazos largos y profundos me hicieron vibrar; recargándome con los codos mi pelvis se movía sola, mis piernas ganaron tensión y no pude evitar abrazarlo con los muslos.

En unos minutos terminé en su boca. Después de aquello me besó tranquilamente, sabía a mí. Deslizo mi vestido por arriba y quedé completamente desnuda, realmente estaba cansada y me desplomé sobre la fría isla, mi respiración continuaba agitada.

No me recuperaba aún cuando sus manos tocaron mis piernas nuevamente, me estaba bajando las medias, me quitó los zapatos y hasta ese momento me incorporé. Marcelo ya estaba completamente desnudo, con la verga bien parada, lista para embestirme. Con la misma facilidad con la que me subió me bajó y me puso de espaldas a él.

La dureza de su verga la sentía en mi cadera, sus labios se paseaban por mis hombros, cuello, oídos,  sus manos iban de la cintura a mis tetas. Por la cintura me abrazaba, en las tetas sentía una ligera presión, me jalaba los pezones y mi culito buscaba su pito, estuvimos así unos minutos.

Me inclinó hacia adelante, me recargué en la isla y de un solo golpe me la metió por la vagina. Estaba totalmente mojada, entró sin problema y llegó tan dentro que tuve que recargarme por completo contra el mueble.

-Ahhhhh!!!!- Grité instantáneamente.

-Ahora si puedes gritar todo lo que quieras.- Me dijo mientras me obligaba a enderezarme más, apretó sin contemplación mis tetas y me dio una nalgada. Yo estaba realmente muy excitada, sólo gemía y eso a él lo prendía más.

-No se si me gusta más lo apretadita que estás o lo rico que gimes, mi puta.- Dijo con la respiración entrecortada.

-Sólo dame más, no te detengas.- Respondí.

Entonces me tomó del pelo y me jaló hacia él, mordisqueó mis hombros y esta vez de verdad me cogió bien fuerte, mis piernas perdían fuerza y la violencia con la que entraba y salía no me dejaba poner atención a lo que decía. Ya no me tocaba, me sujetaba del pelo con una mano y con la otra me abrazaba por la cintura.

Me dolía pero el placer de sentirme usada me gustaba, no me llenaba solamente su verga, me llenaba su furia, su deseo.

-Mmmm…. Ahhhhh!!!!!! Que rico coges!- Le grité

-Te cojo así porque no vas a volver a enseñarle el culo a la gente como hoy.- Y entre cada embestida continuó diciéndome: -Este cuerpo, es mío. Y estas ganas, son sólo para mí. Eres mía Sofía, solamente mía.- En esas últimas palabras puso toda su energía, penetró fuerte y profundamente.

A continuación aceleró el ritmo y terminó dentro de mí, su leche me invadió y salió. Se quedó un momento inmóvil, se sentó en uno de los bancos y me llevó sobre sus piernas abrazándome.

-Perdóname si te lastimé.                            

FIN