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Enculada a ciegas

en Sexo con maduros

Después de mucho tiempo de no publicar, algunas cosas han pasado. Entre mi jefe, mi exnovio y el amigo de mi padre he tenido interesantes encuentros sexuales este relato es sobre el último personaje: Matías.

Para darle gusto a Matías regresé a mi color natural de cabello, pelirrojo; lo continúo manteniendo largo y ligeramente rizado. Dice que “le pone” verme en mi versión más inocente, yo creo que es porque así me veo más chica y disfruta hacer conmigo lo que le place. Él se metió al gym, está como en la crisis de la mediana edad: sumamente preocupado por su imagen y caliente todo el tiempo.

A pesar de que vivimos en ciudades diferentes, se ocupa de mantenerse en contacto y de no levantar sospechas con mis papás, así que generalmente él viene y de vez en cuando nos reunimos en diferentes lugares los fines de semana. Hace menos de un mes no me costó trabajo pedir una semana de vacaciones a mi jefe, me fui con Matías a Los Cabos; rentó un depa increíble frente al Arco al que llegamos el lunes para pasar una semana de restaurantes en los que me lucía como si fuera un premio y tardes, noches, mañanas de sexo interminable.

Pero hubo un día especial: Eran ya casi las 3 de la tarde y yo seguía enredada en las sábanas, sumamente cansada. La noche anterior había bebido muchísimo whisky, Matías me cogió brutalmente –tanto que me dejó las huellas de sus dedos marcados en la cintura- y me dejó desnuda en la cama. Estaba molesta, nunca me ha gustado las marcas en el cuerpo y ver esos moretones me puso de mal humor.

-Eres un salvaje, Matías. ¿En qué estabas pensando? Mira cómo me dejaste, nunca lo vuelvas a hacer.- Le decía mientras entraba al baño.

-Sofi, no me di cuenta. Tampoco creo que sea para tanto, ven déjame ayudarte.- Me respondió, jalándome del brazo para besarme.

-¡No! No me ayudas con un beso-

-Así, cuando te pones difícil me gustas más- Y me arrancó la sábana de un solo tirón.

-Es en serio, no me hago la difícil. Déjame en paz, me quiero bañar.-

-Lo mío también es en serio- Me dijo con una voz mucho más grave que de costumbre, tomándome firmemente de la cintura provocándome dolor. -Me gustas así, inocente- Y entonces me metió los dedos por la vagina, me moje casi inmediatamente.

Empezamos con el jugueteo, me mordía el cuello, me apretaba las tetas. Subí mis piernas en su cadera para que me cargara, tenía sus manos apretando mis nalgas y poco a poco me metía un dedo por el culito. Nos quedamos bajo la regadera más de una hora, entre manoseo, besos, mamadas, el jabón sobre mi cuerpo, su verga súper dura contra mis nalgas, mi vientre.

-Te quiero indefensa- Me dijo, me besó suavemente y salió del baño.

No sabía a lo que refería pero salí de la regadera, intenté arreglarme un poco antes de salir del baño. No lo logré, apenas si pude secarme un poco el pelo cuando Matías entró, me tomó de la mano y me llevó hasta la habitación; no supe de dónde las sacó pero había varias mascadas sobre la cama.

-Déjame atarte, cubrirte los ojos y hacer lo que tenga que hacer-

-Sé gentil- Respondí mientras me subía a la cama. La idea me dio algo de miedo después de la noche anterior pero me excitó.

Me senté a mitad de la cama, él me jaló de los pies y los ató, quedé acostada después subió mis manos para unir mis muñecas, al final me tapó los ojos. Completamente desnuda sentí su cuerpo sobre el mío, empezó besando mi cuello, sus manos recorrían mi vientre y subían lentamente. Su lengua entró a mi boca y sus manos bajaban, bajé los brazos para abrazarlo pero me lo impidió; tener su peso contra mi cuerpo, sentir su verga suave rozar en mis piernas, en mi vagina depilada, en mi vientre… me ponía a mil. Su boca bajó de mis labios al cuello, a mis tetas para morderlas… apretaba mis pezones y sólo gemía de lo rico que sentía, su barba en mi torso y por fin su lengua en mi coño.

Para ese momento ya estaba sumamente caliente, estaba mojada, no dejaba de moverme al ritmo de su mamada. Mis piernas flexionadas para dar espacio a su cara me dejaba bien abierta, con espacio para que sus dedos me penetraran también.

-Ahhh… mmm… me encanta Matías. No te detengas, ahhhh!!.

En ese entonces, se detuvo. Me volteó boca abajo, estacionando sus manos en mi clítoris, sus besos en la espalda me hacían parar las nalgas, era todo lo que quería: su pene dentro de mi, bien dentro.

-Bien mojada, me encanta tenerte así. Mi putita caliente, mi putita pelirroja de gran culo.-

-Entonces dame por el culo ya.-

Me dio una gran nalgada y me apretó de la cintura. Me dolía por los moretones, pero me gustaba mucho, mi respiración más que agitada era entrecortada, no podía ver si le estaba gustando a él pero sus gemidos lo delataban, su pito duro chocando con mi cuerpo, la fuerza que si bien me lastimaba me mojaba más.

-Desátame ya, cógeme y desátame Matías.-

-¿Quieres que te la meta por tu culito? ¿Te la comes toda?-

-Sí.- No terminé de decir que si y sentí cómo me partió el culo. Con los pies atados de los tobillos, parecía que estaba más apretadita la entrada. Me la metió completa, di un gran grito, me abrazó y me levantó, no tenía fuerzas para quedarme de rodillas así que prácticamente el me sostuvo así mientras me penetraba. Entraba y salía una y otra vez, su respiración en mi cuello se convirtió en gemidos, estrangulaba mis tetas con sus manos, sus huevos chocaban en mis nalgas… todo era delicioso. Me soltó, caí a la cama y de nuevo arremetió contra mi culito, levanté lo más que pude mis nalguitas y dejé que me cogiera como se le antojara, con la rudeza que quisiera hasta que después de un rato sentí como terminó dentro. Vació su lechita en mi culo, parecía una gran descarga que salía en varias emisiones, extrañamente la sensación me puso todavía más horney.

Matías se quitó sobre mí, me volteó y de desató cuidadosamente. Mis muñecas y mis tobillos tenían marcas, apenas y recuperaba la vista del todo me fui sobre él. Me le monté, lo besé, estaba cansado, así que lo hice masturbarme; no costó mucho trabajo para que tuviera un orgasmo riquísimo en sus manos, con sus dedos dentro, los mismos dedos que después chupe.

Luego de aquello, quedamos profundamente dormidos. Yo, con restos de su lechita en mi culo.