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Vacaciones de verano para mí 5

en Hetero: General

Sin darnos cuenta, estábamos llegando al final de las vacaciones. Ya solo nos quedaban 3 noches en el apartamento y el domingo volveríamos a casa, a la aburrida monotonía de la ciudad.

En las dos semanas y pico que llevaba en la playa no solo me había hinchado a ver tetas, sino que además me la habían chupado varias veces y hasta había logrado follarme a tres de mis amigas. Esas estaban siendo, sin duda, las mejores vacaciones de mi vida.

Estaba muy feliz por lo bien que había ido todo, pero al mismo tiempo me aterrorizaba la idea de que eso pronto habría terminado y volvería a mis largos periodos de sequía. A mi regreso, me esperaba aún un mes entero sin absolutamente nada que hacer y, lo que es peor, completamente pelado porque me estaba gastando la poca pasta que tenía en esas increíbles vacaciones.

Cada vez que me daba por pensar en la vuelta a casa me ponía un poco triste y melancólico. Por suerte, tenía la ventaja de estar rodeado de mis amigas, que pasaban la mayor parte del tiempo semidesnudas, y eso hacía que la alegría volviera a invadirme pronto.

Hacía unos días me había follado a Irene y Julia con pocas horas de diferencia. Desde entonces, no había tenido ningún contacto íntimo con nadie, pero acostumbrado a pasar meses y meses de sequía más que absoluta, tampoco me urgía especialmente. Me contentaba con mirar los cuerpos ennegrecidos por el sol de mis compañeras de aventuras y aliviarme solitariamente dos o tres veces al día.

En ese momento estaba en la playa, rodeado de mis cinco chicas, todas tostándose al sol sin más tela que la de las braguitas de sus bikinis, que en algunos casos era escasísima. Empezamos a hablar de lo que íbamos a hacer los días que nos quedaban y poco a poco nos fuimos incorporando todos, hasta quedar los seis sentados haciendo una redonda.

A mis lados tenía a Irene y Laura. Al lado de Irene estaban las dos hermanas y entre las hermanas y Laura estaba Mireia. Justo delante mío esta Julia, vestida únicamente con un minúsculo tanga que dejaba poco a la imaginación. Además, al estar sentada con las piernas cruzada, la vista que ofrecía la única parte de su anatomía que se mantenía cubierta era sumamente sugerente. La tela del bikini llegaba a tapar lo justo para que no se le viera nada que no se tuviera que ver y dejaba todo el resto de su cuerpo expuesto.

A sus lados, Marta y Mireia me deleitaban con sus grandes pechotes. Los de Mireia, enormes y con una tenue marca del sol debida a que no siempre se animaba a quitarse el sujetado. Los de Marta, más pequeños que los de Mireia, pero grandes y bien puestos. No se apreciaba ningún tono más claro por el sol.

Irene y Laura me quedaban en peor ángulo, así que aprovechaba para repasarles las tetas cuando hablaban y me giraba hacia ellas. De todos modos, me perdí partes de la conversación por quedarme embobado mirando como Julia se estiraba echándose hacia atrás, forzando que la tele de su bikini se replegara aún más y que sus labios casi llegaran a asomar, o si Mireia o Marta se estiraban la espalda y hacían que todo su busto se alzara hacia adelante, ofreciendo unas vistas que inmediatamente hacían despertar a mi pequeño soldado.

A grandes rasgos, decidimos que haríamos una fiesta para acabarnos las provisiones que teníamos, sobre todo el alcohol. Para evitar malos rollos, decidieron que invitarían a algunos chicos para que no pasara como la otra vez. A mí esta parte de plan no me convencía nada en absoluto, pero tenía que aceptar la voluntad de la mayoría.

La fiesta la haríamos el viernes, así tendríamos el sábado para recoger y despedirnos del paraíso y el domingo marcharíamos antes de las 12. Por lo tanto, hoy era el día que teníamos que aprovechar para invitar a gente. No se había dicho claramente que solo se pudiera invitar a chicos, pero en el tiempo que habíamos pasado en ese pueblo costero, casi toda la gente que habíamos conocido resultaban ser chicos. También es verdad que no habíamos forjado ninguna gran amistad, esencialmente eran chicos que le metían ficha a alguna de las chicas, o a todas ellas, y que de vez en cuando tenían suerte.

A mí me daba la impresión que la mayoría de estos chicos estaban de paso y que nos los encontrábamos una o dos veces y luego ya no los volvíamos a ver más, de modo que no sabía hasta qué punto iban a poder invitar a gente que realmente conocieran y que no fueran solo chicos buscando un polvo rápido y adiós. Pero, al parecer, lo consiguieron.

El viernes por la mañana, mientras desayunábamos, estuvimos haciendo recuento y planeando qué nos podía hacer falta para irlo a comprar o pedirle a los invitados que lo trajeran y resulta que, para mi decepción, iban a convertir el apartamento donde tenía a mi pequeño harén en un campo de nabos.

Vale, estoy exagerando, realmente no era así, pero para mí, pasar de ser un chico para cinco chicas a estar en inferioridad de condiciones, era un palo importante. Habían invitado ni más ni menos que a 7 chicos. De esos 7, yo no conocía a ninguno más que de vista, y de vista tal vez conocía a dos o tres.

Teniendo en cuenta como se había gestionado todo lo de la fiesta y el grado de confianza que teníamos con esos chicos, yo tenía claro que la fiesta estaba destinada a convertirse en una orgía. Ningún chico se anima a ir a la fiesta que montan un grupo de buenorras que ni conoce si no es para tirarse a alguna. La idea de la orgía no me desagradaba, pero que hubiera tantos chicos para las pocas chicas que había, sí.

Reconozco que estaba un poco mosqueado por lo que iba a pasar, pero era lo que las chicas querían, eran claramente mayoría y yo no tenía tampoco nada con ninguna de ellas, así que me tocaba tragar. Sin embargo, tampoco me esforzaba en ocultar mi malestar. Me daba miedo que me pasara como a Laura y quedarme totalmente apartado del grupo mientras el resto se dedica a follar como animales.

Irene vio lo que pasaba y estuvimos hablando un rato. Me calmó diciendo que no me montara películas, que iba a ser una fiesta sin más, que seguramente sí habría algo de sexo pero que no me iban a dejar solo. Yo me la creí a medias, pero agradecí el gesto. Además, como he dicho, tampoco podía evitar nada, así que me resigné.

Esa noche cenamos en casa y empezamos con los preparativos bastante pronto. Mientras lo íbamos preparando todo, yo iba con bermudas y una camiseta y mis amigas iban... como iban. Julia, para variar, iba con las tetas al aire y solo llevaba un pantaloncito de pijama. Su hermana, más recatada, también iba con un pijama cortito, pero se lo había puesto entero, así que sus tetas solo se adivinaban debajo de la fina tela, tela que definía con todo lujo de detalles sus pezones y el relieve de sus areolas. Mireia iba con un camisón que no era especialmente sugerente, salvo cuando se agachaba a por cualquier cosa y podías ver sus enormes melones a través del cuello. Irene iba en pijama, y al no llevar nada debajo, también se le adivinaban perfectamente las tetas. Laura iba con el sujetador del bikini y unos shorts. Para mi gusto, era la que menos me llamaba la atención.

La convocatoria era a las 12, así que a las 11 y media empezamos a arreglarnos. Ese fue el momento surrealista de la noche. Sin ningún tipo de pudor, nos desnudábamos, nos duchábamos, se maquillaban, elegíamos la ropa, nos vestíamos, etc. Quedaba claro que entre nosotros había confianza para mostrarnos tal como éramos, pero había que disfrazarse para los invitados que iban a venir y, en el fondo, no conocíamos en absoluto.

Si bien estaba acostumbrado, dentro de lo posible, a ver a mis amigas prácticamente desnudas a cualquier hora del día, lo cierto es que sus coños solo los había podido ver en los momentos que tuve algo con ellas. Esta era la primera vez que podía verlas completamente desnudas fuera de un contexto puramente sexual. Como no podía ser de otra forma, presté atención a sus conejitos. Todas lo llevaban depilado. Mireia tenía una fina tira sobre la entrada de la vagina y el resto no tenían ni un solo pelo.

Con la excitación, me empalmé de nuevo, pero con tanto trajín de gente arreglándose no podía hacerme una paja tranquilo, y la necesitaba.

Irene - ¿Aún no ha empezado la fiesta y ya estás así? - dijo Irene mientras me cogía el pene con la mano y lo apretaba un poco, para sentir su grosor.

Laura - Este cerdo baboso siempre está así, es su estado natural.

Irene - Pues chico, espero que se te pase. - Y soltó mi polla, dejándome aún más caliente.

A las doce y media ya estábamos todos preparados, arreglados y vestidos para la fiesta. Como aún no había llegado nadie, aproveché para hacerme la primera paja de la noche.

La gente empezó a llegar pasada la una y, como era de esperar, pronto había chicos por todas partes. Yo me dediqué a beber lo que pillaba mientras veía como las chicas se dejaban cortejar por los muchachos. Busqué a Irene para ver si quería algo, pero estaba tonteando con otro chico y vi que no pintaba nada ahí. Fui a probar suerte con Julia pero ya ni me acerqué, puesto que se estaba magreando con dos chicos a la vez. Laura estaba al lado comiéndole la boca a otro de los chicos. Marta y Mireia estaban fuera con los otros chicos, y hacía ahí fui yo.

La noche fue evolucionando y de vez en cuando alguna recién formada parejita se escabullía en alguna de las habitaciones para divertirse un rato, mientras, el resto estábamos en el salón o la terraza bebiendo, fumando, charlando y, los que podían, liándose. Yo no logré pillar con nadie, ni siquiera un morreo y algo de sobeteo, cero patatero. Sobra decir que me mosqueaba bastante la situación, pero había que aceptarlo. Después de todo, cada uno es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo. Otro de los chicos tampoco tuvo suerte y me pasé la mayor parte del tiempo bebiendo con él.

Entre las 4 y las 6 se fue vaciando el piso y, cuando se hubo marchado el último de los invitados, el panorama que quedaba era bastante desolador. Estaba todo bastante guarro, en especial los sofás cama donde teníamos que dormir Julia y yo. Encima, no estaba muy de humor para ponerme a limpiar, menos cuando estaba claro que las chicas no pensaban hacer nada hasta después de dormir.

Mientras recogíamos lo más molesto y que no podíamos dejar para el día siguiente, estuvimos comentando lo de los sofás cama y que las camas tampoco es que estuvieran mucho mejor después de tanto sexo. Lo que había otro juego de sábanas para todas las camas, así que al menos nos podíamos arreglar. Seguía sin hacerme mucha gracia dormir en el salón con toda la mierda, pero bueno, era lo que tocaba. A Julia, pese a ir bastante pasada, tampoco le hacía gracia la idea, y se lo dijo a su hermana.

Julia - Oye, esto está muy guarro, ¿tenemos que dormir aquí?

Marta - Bueno, si quieres te cambio el sitio, duerme tú en mi cama y yo duermo en el sofá cama.

Julia - Pero es que está muy guarro, eh, aunque cambies las sábanas, tienes todo esto alrededor.

Yo - Ya, la verdad es que está bastante sucio, pero ponerse a limpiar ahora...

Irene - Bueno, a ver, pensemos, en la cama grande caben tres, y en alguna pequeña nos podemos meter dos, ¿no? Por una noche de estar estrechos no pasa nada.

Mireia - Jon y yo somos los que más abultamos. Si nos quedamos cada uno una cama, ¿cabríais las cuatro en la grande?

Laura - No lo veo muy claro, pero podemos probar.

La idea no parecía mala, así que eso hicimos. Yo pensé que tal vez tendría suerte con Mireia esa noche, pero en seguida me quedó claro que no. Lo primero que hizo tras quedarse en bragas y tumbarse en la cama fue darme las buenas noches y girarse de espaldas a donde yo estaba.

El día siguiente no fui el primero en despertarme. Al haber dormido en una habitación aparte, pude dormir más. Las chicas, en cambio, al haber dormido juntas, se despertaron las primeras. De hecho, yo me desperté a la que oí el movimiento de Mireia, que como yo, había sido de las tardonas ese día.

Cuando salí, ya casi habían acabado de recogerlo todo. Supongo que llevarían ya más de una hora despiertas y que se habían puesto a conciencia, porque estaban desayunando y solo quedaba bajar bolsas de basura y fregar.

Yo - Buenos días, así da gusto despertarse después de una fiesta. ¿No tenéis resaca?

Laura - Yo nunca tengo resaca, no bebo tanto como otros. ¿Habéis dormido bien?

Mireia - Pues sí, pero haberme dicho algo, que lo habéis hecho todo vosotras.

Irene - Luego bajáis la basura vosotros mientras nosotras nos vamos a la piscina y listo.

Yo - Trato hecho.

Marta - ¿Y qué os pareció la fiesta de ayer? Estábamos ahora comentando que estuvo bastante bien.

Yo - Sí, no estuvo mal.

Laura - Lo de invitar chicos no fue mala idea, pero me parece que le quitó un poco la esencia a la fiesta, porque no estuvimos mucho juntos. Claro que viéndoos las cara todos los días, también se agradece un poco, jajajaja.

Julia - Jajajaja, qué mala. Sí, pero hoy nos despedimos, y nos hacemos fotos supermorenísimas, que luego se va el color y hay que dar envidia mientras se puede.

Mireia - ¡Pero si nos has estado haciendo fotos toda la semana!

Julia - ¿Y qué? Si son gratis, no se acaban, jajajaja.

Tras el desayuno, me fui a bajar la basura mientras las chicas se preparaban para ir a la piscina. Cuando subí, Mireia estaba fregando, así que me puse el bañador y acabé de fregar mientras ella se ponía el bikini, así bajamos juntos y nos reunimos los seis en la piscina.

Estábamos todos bastante cansados por la fiesta de ayer, las chicas además habían tenido más actividad, así que andábamos tirados en la piscina sin casi ni meternos en el agua. Aparte de nosotros, había un par de grupos más en la piscina, un matrimonio joven con una niña pequeña y una pareja algo mayor que nosotros.

En nuestro grupo, Julia iba vestida solo con el tanga de su bikini, aprovechando el último día de vacaciones. Marta e Irene también estaban en topless, pero sus braguitas tenían más tela. Mireia y Laura usaban bikini completo y yo iba con bermudas.

Yo las contemplaba pensando que no sabía cuándo volvería a tener la oportunidad de pasar unos días así otra vez, ni si volvería a ver esas magníficas tetas. No estaba ni cachondo, solo estaba mirando como si intentara grabar en mi cerebro esa imagen.

Irene - Qué te pasa, Jon, que estás como ausente.

Yo, que acababa de volver a la realidad desde el mundo de mis pensamientos - Eh, nada, que pensaba que esto ya termina y me pongo nostálgico. Han sido las mejores vacaciones de mi vida.

Irene, con una amplia sonrisa - Me alegro mucho.

Julia - Para mí también lo han sido, os quiero mucho a todas.

Estuvimos un rato hablando sobre lo mucho que nos queríamos, lo bien que nos lo habíamos pasado, la pena que nos daba tener que volver al día siguiente y luego nos abrazamos todos con todos. Aunque estuviera principalmente nostálgico, abrazarme con tantas mujeres, tres de ellas con las tetas desnudas chocando con mi cuerpo, hizo que me excitara y se me pusiera dura.

Después, tras la insistencia de Julia, nos empezamos a hacer fotos. Marta e Irene intentaban taparse un poco cuando las fotografiaban en topless, a Julia le daba igual, claro que casi todas las fotos las hacíamos las fotos con su móvil. Yo también saqué el mío y aproveché para inmortalizar el momento, procurando dejar bien inmortalizadas las tetas de las tres amigas que las lucían sin pudor, pero hice más bien pocas por no quedar de salido otra vez.

Julia fue a pedir al matrimonio con la hija si nos podían sacar algunas fotos a todos juntos, y volvió con la mujer, que también hacía topless y estaba de muy buen ver. Para las fotos de grupo, Irene y Marta se habían vuelto a poner el sujetador del bikini, así que Julia era la única que quedaba en tetas.

Nos hicimos una foto estando todos uno al lado del otro, luego la mujer que nos hacía las fotos nos animaba a aprovechar que estaba ahí por si queríamos hacer más fotos de grupo. Yo le iba echando miradas las tetas intentando ser disimulado, no siempre lográndolo, pero no le daba importancia.

Lucía, que así se llamaba la mujer, nos animaba a hacer varios tipos de fotos divertidas. Se notaba que le gustaba hacer fotos y que le apetecía participar un rato de nuestras ganas de hacer el tonto. Nos hicimos varias fotos y Julia empezó a insistir para que se quitaran el sujetador del bikini y posaran en tetas como ella, cosa que no parecía apetecer demasiado al resto de chicas.

Lucía - Venga, chicas, animaros, que la cámara es vuestra, luego si os da vergüenza las borráis, pero al menos veis como quedan, ¿no?

Mireia - Uffff, es que me da mucho corte.

Julia - Joder, Mire, será que no te hemos visto las tetas todos ya.

Mireia - Ya, pero de ahí a hacerse fotos...

Julia - Pero que son con mi móvil, no se las paso a nadie, confía un poco en mí.

Marta - Venga, va, yo me animo, pero las harás artísticas, ¿verdad? Que se nota que eres fotógrafa.

Lucía - ¿Fotógrafa? Que va, soy auxiliar de veterinaria, pero me gusta hacer fotos.

Laura - Por mí que no sea.

Poco a poco todas se dejaron invadir por el espíritu de Julia y Lucía y volvía a tener a mi alrededor los pechos desnudos de mis musas. En las primeras fotos que nos hizo se tenían que ver las tetas de todas perfectamente, pero igualmente, luego nos hizo unas cuantas en las que las chicas se tapaban las tetas con las manos y los brazos.

Lucía - ¡Venga esos culos!

Nos dimos la vuelta y posamos todos con el culo en pompa. El mío sin duda sería la nota discordante, pero me lo estaba pasando muy bien con esa sesión de fotografía amateur improvisada. Tampoco pasó de ahí, eran fotos inocentes de piscina, con algo de tetas y una nota picante, pero yo lo disfruté mucho en el momento y luego revisando las fotos en el móvil de Julia.

Lucía estuvo un rato mirando las fotos también y nos pidió permiso para hacernos alguna con su cámara. Con lo bien que se había portado, no le pudimos decir que no, pero las chicas no querían salir en tetas. Ella se comprometió a que no se les vería nada, que se las enseñaría y que podrían eliminar las que quisieran, y que luego nos mandaría una copia por email por si la queríamos de recuerdo.

La esperamos un rato mientras subía a por su cámara y estuvimos hablando con Jorge, su marido, y la pequeña Clara, que tenía un año y dos meses. Mientras las chicas hacían mil monerías con la chiquilla, yo me fijé que Jorge no perdía la oportunidad de repasar los cuerpos de mis amigas. Le comprendí perfectamente.

Lucía volvió y nos fue indicando cómo quería que nos pusiéramos. Nos hizo varias fotos mientras su marido no perdía detalle e iba diciendo lo guapas que eran mis amigas. Al final, vimos las fotos y, efectivamente, se notaba el arte de Lucía, puesto que no podías ver ni un solo pezón en ninguna foto, pese a que no se habían tapado las tetas en ninguna, lo que las tapaba estratégicamente era el montaje.

Cuando empezamos a tener hambre no sabíamos si comer o esperar ya a la cena, pero como aún teníamos comida por gastar, me ofrecí a preparar algo de comida-merienda. Ellas se quedaron en la piscina con los amigos que acabábamos de hacer mientras yo fui a preparar algo para comer.

Antes de ponerme a cocinar aproveché para hacerme una paja, porque la calentura que llevaba encima era considerable. Además, estuve mirando las fotos que había hecho en la piscina, cosa que contribuyó a que me corriera bastante rápido. Luego me di una ducha rápida para refrescarme y me puse a cocinar.

Al cabo de una hora subieron las chicas y se fueron duchando y preparando la mesa mientras yo terminaba.

Esa noche no íbamos a salir, porque al día siguiente teníamos que madrugar y dejar el apartamento antes de las doce, así que ya nos quedamos ahí, medio preparamos todo para mañana no perder mucho tiempo y nos fuimos a la terraza a pasar el tiempo que nos quedaba.

Marta - Bueno, gente, esto se acaba, es nuestra última noche aquí.

Julia - Calla, no me lo recuerdes, qué pereza volver a la ciudad, os echaré mucho de menos.

Irene - Bueno, Juli, tampoco es eso, si vivimos bastante cerca.

Julia - Ya me entiendes. A mi hermana sí que la veo más, pero a vosotros no os veo casi nunca cuando no son vacaciones.

Laura - Pero no os pongáis tristes ahora, quedaos con las cosas buenas.

Yo - Ya, yo me quedo con las cosas buenas, pero realmente es un palo ahora volver a casa.

Marta - Y tener que aguantarnos a Irene y a mí en casa, ¿no? ¡Qué suplicio!

Irene - Le da pereza tener que aguantarnos él solo, somos una carga para él.

Yo - Que no es eso, ya lo sabéis, me encanta vivir con vosotras, pero no es lo mismo aquí en la playa que en casa.

Irene - ¡Claro, aquí te pasas el día viéndonos desnudas!

Marta - Jajajajaja, pobre Jon, que echará de menos nuestras tetas.

Yo - No se puede hablar con vosotras.

Julia - Como os pasáis con el pobre chaval, si ha sido un encanto todos estos días. Yo te echaré de menos un montón, Jon.

Laura - Qué bien sabes quedar con todo el mundo, eh, Juli.

Irene - Va, no seamos malas. Es verdad que nos lo hemos pasado bien todos juntos, y que Jon ha sido todo un hombre de la casa.

Mireia - Tan hombre de la casa que nos hará la cena, ¿verdad?

Yo - Pues lo veo difícil, eh, no queda ya casi nada. Casi que sería mejor que saliéramos a comer por ahí o pidiéramos unas pizzas.

Julia - Por mí mejor las pizzas, que me da pereza salir.

Marta - Qué perezosa te estás volviendo, hermanita. Tendrías que ir tú a buscar las pizzas.

Julia - Sí, los huevos. Que las traigan que para eso las pagamos. Además, no voy a ir así.

Irene - Pues no veo por qué no, si hoy llevas camiseta y todo.

Julia - Calla, que ahora se me acaba la libertad, a la que llegue a casa ya pobre de mí si me ven mis padres

despechugá.

Marta - Pero no te puedes quejar, que te has pasado casi todas las vacaciones en tanga.

Mireia - Y aún quedan días de vacaciones. Aunque no estemos aquí, puedes hacer topless en la piscina.

Julia - Mientras mi padre no se entere...

Yo - Pues como vea las fotos de tu móvil, vais a pillar las dos hermanas, me parece.

Marta - Eso, Juli, esas fotos top secret, solo las podemos ver nosotros.

Julia - Sí, no te preocupes, no soy tan tonta. Bueno, pedimos pizzas o qué.

Mireia - Y pedimos bebida también, que no quedan más cervezas.

Laura - Venga, Jon, llama tú, ya que no haces la cena, al menos haz que nos la traigan.

Pedí las pizzas y me quedé en el salón para estar un poco al loro, que desde la terraza no oiría el timbre. Irene vino conmigo y estuvimos hablando un rato. Irene era mi mejor amiga y el tiempo me pasaba volando cuando hablaba con ella. Luego vino Julia a ver si llegaban ya las pizzas, se notaba que tenía hambre o sed.

Las pizzas ya deberían haber llegado, pero iban con retraso. Como estábamos de buen rollo, se me ocurrió vacilarle un rato a Julia a ver si tenía suerte.

Yo - Oye, Julia, ¿no te molesta la camiseta? Tanto tiempo sin usarla, debe ser rarísimo llevarla tanto rato puesta.

Julia - Jajajajaja, qué idiota. ¿Acaso te molesta cuando me la quito?

Yo - No, mujer, todo lo contrario, por eso te digo.

Julia - Ya te gustaría a ti, pero no puede ser. Además, estará a punto de llegar el de las pizzas.

Yo - Pues mejor. ¿A que no te atreves a abrirle en bragas?

Julia - Sabes que me atrevo de sobras, pero no llevo bragas, así que...

Yo - Bueno, pues con el pantaloncito ese.

Julia - Si lo hago, ¿qué me das?

Yo - ¿Qué quieres?

Julia - Un masaje como el que le diste a mi hermana.

Yo - ¡Hecho!

Julia - Pero no te emociones, solo el masaje, sin final feliz.

Yo - Vale, vale, sin final feliz. - Aunque en mi interior era lo que más deseaba en el mundo.

Julia - Trato hecho. - Y se quitó la camiseta, dejando de nuevo las tetas al aire.

Irene - Te quejarás, Jon, basta que le pidas a una chica que se desnude para ti que le falte tiempo.

Yo - Jajajaja.

Julia - Pero luego quiero mi masaje, eh.

El pizzero seguía sin llegar. Laura también vino a ver qué pasaba y se encontró a Julia en topless. No hizo ningún comentario al respecto, la mirada fue suficiente. Irene volvió a la terraza con Mireia y Marta.

Cuando, por fin, llegó el pizzero. Julia fue a abrir y Laura estaba flipando. Yo también, para qué negarlo, pero yo llevaba esperando ese momento mucho rato. Ahí estaba Julia, vestida con unos pantaloncitos de pijama cortísimos y superfinos, solo con los pantaloncitos. Abrió la puerta y, ¡sorpresa!, era una repartidora.

Laura y yo no los pudimos evitar y empezamos a descojonarnos de la situación. Julia estaba un poco  descolocada y la pizzera también reía, pero intentando disimular. Cuando lo contamos en la terraza, ya con las pizzas y cerveza fría, las risas fueron generalizadas.

Poco después de acabarnos las pizzas, Julia reclamó el pago de la apuesta y me fui con ella a la cama de su hermana para darle su merecido premio. Yo seguía albergando la esperanza de echar un último polvete, o al menos que me la chupara, pero Julia había dejado claro que no quería finales felices.

Se tumbó en la cama bocabajo con el pantaloncito del pijama y yo empecé a masajearle la cabeza suavemente. No quería que aquello terminara nunca, porque tenía la sensación que cuando saliera de esa habitación, habrían acabado las vacaciones. Le repasé la cabeza, el cuello, los hombros y los brazos, muy lentamente y con mucha suavidad. Luego empecé a hacer más presión en su espalda, aunque seguía siendo un masaje lento, disfrutando del tacto de su piel bronceada.

Cuando llegué a la parte del culo, ni le pregunté, deslicé una mano por el bajo vientre de Julia y le indiqué con el gesto que sacara el culo hacia afuera, cosa que hizo, para ayudarme a quitarle la única prenda de ropa que aún conservaba.

Estuve un rato masajeándole el culo a manos llenas, sintiendo todo el esplendor de sus nalgas en la palma de mi mano y en toda la longitud de mis dedos. Luego, fui hasta los pies y empecé a masajear una pierna tras otras, desde la punta de los dedos de los pies hasta la ingle. Recorrí su cuerpo lentamente y con dedicación, y al llegar arriba, podía notar su excitación. Le rocé como por accidente la parte de los labios vaginales que quedaba expuesta y estaba muy húmeda, pero no quería finales felices y aún me quedaba la parte delantera, así que no intenté nada.

Le mandé darse la vuelta y aparecieron ante mí sus senos turgentes y perfectos y su pubis perfectamente depilado, dejando completamente visible su sexo. Ella me había pedido un masaje como el de su hermana, así que sin decirle nada, cogí una camiseta y se la puse sobre los ojos. Creo que la cogí por sorpresa por la cara que puso, pero no se quejó.

Aprovechando que llevaba el móvil encima, lo silencié y aproveché para hacerle un par de fotos antes de seguir con el masaje, quería recordar ese momento para siempre. Después, empecé a masajearle la cara, lentamente, quitándole toda la tensión, baje por su cuello con suma suavidad, los hombros, la zona de arriba de los pechos, los brazos. Me salté las tetas para hacerle coger ganas de que se las cogiera, así que pasé directamente a su vientre, cintura, caderas.

Me moría de ganas de agarrar ese par de peras dulces y llevármelas a la boca, pero tenía que ser fuerte, así que seguí sin masajearlas. Fui a los pies y estuve un buen rato haciéndole reflexología. Se me da bien, así que mi amiga estaba disfrutando de un masaje de cinco estrellas. Después fui subiendo por sus piernas, esta vez las dos a la vez, usando una mano en cada pierna.

No le estaba masajeando realmente, solo la acariciaba con suavidad y lentitud. Al llegar a la parte superior de los muslos, le separé un poco las piernas y, mientras comprobaba que estaba empapadísima, le masajeaba las piernas y la parte del pubis que rodea el sexo, pero sin llegar a tocárselo.

Yo - ¿Te gusta?

Julia - Mmmmmmhhhhhh

Volví a subir las manos por su vientre en dirección al pecho, pero lentamente, acariciándolo todo con las yemas de todos mis dedos. Al llegar a sus tetas, haciendo un gran esfuerzo, me pude contener y subir por el espacio entre senos. Estuve bastante rato jugando a rozarle las tetas, sin llegar a tocarlas nunca, como mucho un minúsculo roce que hacía que sus pezones salieran hacia afuera, apuntando al cielo.

Sin dejar de tocarla, le dije.

Yo - Pues ya está, ¿no?

Julia - Mmmmmhhhhhhh... Más.

Yo - ¿Más? - y le puse las manos sobre las tetas, pero completamente quietas. Tenía las palmas de mis manos rozando la punta de sus erizados pezones, no había casi contacto.

Julia - Va.

Solo dijo eso, "Va", y se arqueó para que sus tetas llegaran a mis manos. Yo cerré las manos sobre sus suculentos melones y me dediqué a manosearlos delicada y lascivamente un buen rato. Como quien no quiere la cosa, bajé la cabeza a sus tetas y empecé a lamerle un pezón mientras le sujetaba la teta con la mano y usaba la otra para jugar con el pezón que quedaba libre.

Ella no se quejaba, solo gemía y se dejaba hacer. Yo fui tomando confianzas y empecé a comerle las tetas. Era genial notar cómo se me llenaba la boca con esa fruta tierna y usar la lengua para lamer el pezón dentro de la boca. Iba alternando de teta en teta, en ocasiones incluso me podía meter los dos pezones a la boca a la vez, cosa que parecía enloquecer a Julia.

Mientras seguía comiéndole las tetas, baje la mano buscando su sexo y me lo encontré ocupado. Ella ya estaba haciendo de las suyas. Eso me puso más cardíaco aún, cosa que era difícil porque llevaba empalmadísimo desde hacía tiempo. Me saqué la polla y buscaba su boca. Ella parecía que no, que se apartaba, pero al final la agarró con la mano y empezó a lamerla.

Estaba en una posición bastante mala para mi columna, pero que me permitía lamerle las tetas y que ella me la comiera con relativa comodidad, así que no me movía. Además, también alcanzaba a jugar con su coño con una mano, cosa que empecé a hacer.

La mamada me estaba encantando, pero me apetecía volver a meterla por ese coñito, que ya estaba bastante dilatado. Me recoloqué para metérsela, pero me paró. Me hizo sentarme, se arrodilló entre mis piernas y siguió con la mamada.

La agarré por la cabeza y ya que no me dejaba follarle el coño, me dispuse a follarle la boca sin contemplaciones. Tenía el completo control de sus movimientos y cada vez lograba que se la metiera más al fondo. Cuando logré que se la tragara entera, la tuve dos segundos quieta, para que notara todo mi miembro en la boca, luego la solté y dejé que ella marcara el ritmo de nuevo.

Ella no me miraba a los ojos ni nada, estaba centrada en mi polla y no apartaba la vista de ahí. Yo le agarraba las tetas, apretándoselas bastante fuerte, y ella seguía con la mamada. Yo estaba supercaliente, pero por algún motivo parecía que no me iba a correr nunca, y eso que estaba por reventar.

Ella se dio cuenta y cambió de estrategia. Me hizo tumbar, se metió la polla en el coño sin que yo hiciera nada más que manosearle el cuerpo, y empezó a cabalgarme. Dios, qué gustazo. Lo malo es que así no iba a tardar mucho en correrme, pero me daba igual, era un placer máximo.

Se inclinó hacia adelante, apoyándose en mí, y aproveché para magrearle el culo mientras acompañaba sus movimientos. Ella me susurró al oído "no te corras, avísame antes". Eso fue como un resorte y de repente parecía que me fuera a correr ya, así que le dije que ya mismo me corría.

Se desenganchó, se giró y se metió de nuevo la polla en la boca, esta vez dejándome su coño a escasos centímetros de la cara. Iba a comérselo, pero enseguida empecé a correrme y me quedé paralizado en la cama, mientras la caliente Julia se tragaba hasta la última gota de mi zumo de mango.

Julia - Me gusta tragármelo, pero solo de gente de confianza.

Jon - Pues soy tuyo siempre que quieras, qué gustazo.

Cuando salimos, vimos que Marta e Irene se habían quedado en los sofás cama y las otras dos ya estarían en su cama, así que esa noche dormimos cada uno en una cama.

Al día siguiente, volvimos a casa y ya nunca hemos vuelto a repetir ningunas vacaciones así.