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El gancho

en Erotismo y Amor

Me extrañaba mucho que Cristina quisiera quedar conmigo para tomar un café. Más que extrañarme, me preguntaba qué favor me iba a pedir, puesto que hace años que la conozco y sé que es de ese tipo de chicas que solo te llaman cuando necesitan pedirte algo.

La conocí a través de unos amigos de la facultad al principio de empezar la universidad y desde el primer día me pareció una mujer de bandera. Guapa, con buen cuerpo, unas tetas generosas y firmes, unas piernas y un culo que quitaban el hipo... Sabía que nunca iba a pasar nada entre nosotros dos, pero desde que la conocí, fue la inspiración de muchas de mis pajas. Ahora tendría 26 o 27 y, aunque solo coincidíamos muy de vez en cuando y hacía meses que no la veía, sabía que seguía estando tremenda.

Quedamos en un bar del centro y, como no podía ser de otra manera, llegó unos veinte minutos tarde. Era otoño y vestía con una chaqueta blanca cerrada que le llegaba hasta medio muslo, medias oscuras y unos zapatos de tacón que estilizaban su figura, ahora oculta por la chaqueta. Se había alisado el pelo y lo tenía teñido de un tono entre pelirrojo y violeta. Tras darnos los dos besos de ritual, se quitó la chaqueta, la dobló y la dejó en el asiento que quedaba libre a su lado. Llevaba una minifalda crema y un jersey ceñido que marcaba su busto.

Me fijé y, como siempre, iba perfectamente maquillada y con las uñas perfectamente pintadas. Sus ojos tenían esa particularidad de cambiar de tono según la luz, a veces verdes, a veces marrones, a veces naranjas, era un cambio constante. Hicimos un repaso breve y acelerado de cómo nos iba la vida y, tal como imaginaba, llegamos al fondo de la cuestión.

Cristina - Por cierto, ¿tienes planes para este viernes no, el siguiente?

Yo - Pues ahora mismo creo que no. ¿Por?

Cristina - Bueno, no sé si sabes que a veces hago actuaciones. Dentro de dos viernes voy a hacer una y he pensado que igual te apetecía venir a verme, me haría mucha ilusión.

Yo - Ah, ¿sí? - Mentí, porque algo de rumores me había llegado. - ¿Y qué tipo de actuaciones son? ¿Cantas?

Cristina, entre carcajadas - No, no. Ay, si yo canto muy mal. Es una performance artística, como un baile. Pero con improvisaciones también, interacción con el público. Es todo muy dinámico. Lo mejor se verlo.

Yo - Iré encantado, a ver con qué me sorprendes.

Cristina - ¿Vas a venir? ¿Seguro? Es que verás, si no es mucha molestia, me gustaría pedirte un pequeño favor, si te va bien.

Yo - Si está en mi mano...

Cristina - Es muy fácil, de verdad. No tendrías que hacer nada, solo venir a verme. Es en una discoteca, hay buen ambiente, buena música, te lo pasarás bien.

Yo - Vale, vale, me has convencido.

Cristina - ¿De verdad? ¡Muchas gracias, Jon! ¡Eres mi salvavidas!

Yo - Bueno, pero explícame en qué consiste, ¿no? ¿Qué tengo que hacer?

Cristina - Nada, ya verás, es muy sencillo. Solo tienes que ir a la discoteca para verme. Nadie puede saber que nos conocemos, así que tendrás que ir por tu cuenta y  cuando me veas recuerda que no nos conocemos de nada, ¿vale? Es muy importante que nadie sospeche nada.

Yo - Cuánto misterio. Y una vez ahí, ¿qué hago?

Cristina - Nada, solo tienes que ir y estar atento cuando anuncien mi actuación para ponerte cerca del escenario y verlo bien, ¿vale?

Yo - ¿Solo eso? ¿El gran favor que me pides es que vaya a verte actuar? Mujer, pero si eso lo hago encantado.

Cristina - Si es que eres un cielo. - Me dedicó una sonrisa que me dejó paralizado unos segundos, qué guapa se veía. - Pues sí, básicamente es eso, tú estate cerca del escenario cuando vaya a empezar, ¿vale? Intenta estar lo más cerca posible, ¿vale?

Yo - Vale. No parece complicado.

Cristina - No lo es en absoluto, ¿verdad? Solo tienes que estar ahí y, como te he dicho, en el espectáculo hay improvisaciones, interacción con el público... Si te digo algo, recuerda que no nos conocemos, eh.

Yo - Sí, sí, pero ¿qué me vas a hacer? Que ya sabes que soy muy vergonzoso.

Cristina - Jajaja, no te preocupes, Jon. Ya verás cómo lo vamos a pasar bien. Bueno, te dejo, que tengo que ir al gimnasio. Te invito yo a esto, y muchas gracias.

Se levantó, me plantó un beso en la mejilla, fue a pagar y desapareció en el tiempo que yo dije "hasta luego".

Me marqué la "cita" en la agenda, aunque no me había dicho ni la hora ni la discoteca.

Por lo que me había llegado de otra gente, Cristina se dedicaba a hacer striptease y shows del estilo. No sabía hasta que punto sería cierto o no, pero ni decir tiene que desde que me pidió ese "gran favor", me la pelé más que un mono imaginando todo tipo de posibilidades. Desde un simple striptease en el que contemplaba sus senos desnudos, hasta un espectáculo porno en el que acaba penetrándola por todos sus agujeros delante de un montón de gente.

Cuando faltaba poco para el evento, me mandó una invitación al evento por Facebook con el mensaje "No te rajes y recuerda que no nos conocemos de nada". Entré al evento y vi que los rumores eran ciertos, me había invitado a un striptease. Vi que valía 15 euros y la maldije un poco por no invitarme, pero pensé que valía la pena pagar ese dinero para verle por fin las tetas a una chica con la que tantas veces me he pajeado. Miré un poco el perfil para ver si se veía algo de "chicha", pero nada. En eso estaba cuando me abrió un chat.

Cristina - Oye, has visto el evento?

Yo - Sí, lo estaba viendo ahora.

Cristina - Vendrás, no? No me dejes tirada, por fa.

Yo - Ya te dije que iba a ir, tranquila.

Cristina - Y acuérdate de que nadie puede saber que nos conocemos, vale?

Yo - Nadie lo sospechará.

Cristina - Gracias.

Cristina - Ah, no compres la entrada, te la mando por mail.

Yo - Muchas gracias!

Cristina - Es lo mínimo. Gracias a ti.

Cristina - Muak!

Y desapareció de nuevo.

Llegó el día del evento y para allí que fui. Me di cuenta de que había llegado demasiado pronto cuando vi que la sala se veía muy vacía, así que fui a la barra y empecé a beber mientras se iba llenando. No tengo costumbre de salir solo y se me hacía raro estar ahí en medio sin conocer a nadie.

Al cabo de dos cubatas la sala se empezó a llenar y cuando iba por el tercero empecé a sentirme cómodo. Cuando anunciaron el momento que todos estábamos esperando, hice lo que me había pedido Cristina y me acerqué todo lo que pude al escenario. No estaba en primerísima fila, pero casi.

Pusieron una de esas músicas típicas de despelotarse, no me preguntéis cuál porque mi cultura musical es bastante nula, y salió Cristina vestida con un traje como de cuero en la parte de arriba y con una minifalda muy corta y con vuelo en la parte de abajo. El conjunto era muy sugerente y realzaba sus impresionantes tetas y dejaba a la vista sus piernas, cubiertas parcialmente con medias y liguero, y completaban el atuendo sendos guantes y un antifaz. Toda la ropa era negra.

Empezó a bailar sensualmente al ritmo de la música, segura de sí misma y del efecto que causaba su cuerpo escultural en los hombres de la sala. Mientras bailaba, iba organizando también el espacio. Trajo una silla al medio de la tarima y una especie de cesta con cosas dentro, pero a quién le importa eso, lo importante era el espectáculo que nos ofrecían todas y cada una de las curvas y rectas de su glorioso cuerpo.

En varias ocasiones nos mostro el culo debajo de la falda y me sorprendió que, en contra de lo que había imaginado, no llevaba tanga, sino unas bragas que dejaban al descubierto menos de la mitad de los cachetes.

La música iba cambiando y, con ella, el estilo de baile de Cristina. A veces más sensual, a veces más tórrido, a veces más sugerente, a veces más explícito... Lo primero de lo que se deshizo fueron los guantes, emulando libremente la película Gilda. Después se acercó al borde de la tarima y le pidió a un chico que le ayudara con la cremallera de la falda. Para hacer eso, se agachó doblando sus rodillas y algún que otro espectador acercó la mano todo lo que pudo para palpar algo de pierna o culo mientras el afortunado escogido bajaba la cremallera y Cristina ponía cara pícara.

Volvió de nuevo hacia el centro al ritmo de la música, super sexy, y forzó que la minifalda cayera al suelo a base de agitar el culo de un lado para el otro. Entonces me di cuenta de que lo que había visto antes no eran sus bragas, sino la parte de abajo del body que llevaba arriba. Iba vestida con ese body que realzaba sus pechos, el portaligas y las medias que sujetaba y sus zapatos de tacón. Y el antifaz, claro.

Siempre al ritmo de la música, movía su cuerpo y le obligaba a adoptar poses que marcaban a la perfección todos sus atributos. Si hubiera sido cualquier otra chica, hubiera estado muy excitado a esas alturas, pero al tratarse de una amiga, que además me había pedido como favor que fuera a ver "su actuación", estaba super-excitado.

Se volvió a acercar al borde de la tarima, esta vez cerca de donde yo estaba, me señaló con el dedo y me hizo el gesto de aproximarme. Me quedé petrificado y un chico que estaba cerca de mí se empezó a acercar. "¡MIERDA!", pensé, pero Cristina tenía claro que quería subirme a mí al escenario, así que hizo que no con el dedo y volvió a apuntarme a mí. Esta vez no quise dejar que nadie más se me adelantará y subí al escenario.

La sensación era completamente nueva y sorprendente para mí. Por un lado, estaba más caliente que el pico de una plancha, por el otro, me moría de vergüenza de estar en público delante de un montón de desconocidos, que no sé cuántos serían, pero en aquel momento sentía que fueran miles de ojos clavados en mí, odiándome por haber recibido la oportunidad que todos quisieran para ellos. La verdad es que estaba muy cortado y nervioso. Aunque no me lo hubiera repetido mil veces antes, tampoco hubiera atinado a saludarla, así que bordé lo de que nadie sospechara que no nos conocíamos de nada.

Nada más subir, se puso de espaldas a mí y al público y me indicó que le ayudara con el body que llevaba puesto, que iba con una cremallera por detrás. Como pude, empecé a bajar la cremallera y, cuando iba por la mitad, se apartó y siguió con su baile sexy mientras yo me quedaba pasmado ahí en medio. Luego me cogió de la mano y me llevó hacia la silla, en la que me hizo sentar, y ahí empezó lo realmente bueno.

Desde que me senté, el baile pasaba casi por completo alrededor de la silla, y en gran parte, encima de la silla. Se sentaba encima mío, frotaba su cuerpo contra el mío, podía notar sus tetas bajar desde mi cara a mi paquete y volver a subir, y más o menos igual con su culo, aunque su culo se recreaba mucho más con mi polla.

Aún no había llegado a quitarse el body y ya había podido notar por primera vez lo que os contaba en el párrafo de antes. Luego se sentó de espaldas a mí, de cara al público, y mientras refregaba su culo con mi paquete, me hizo acabar de bajarle la cremallera. Se levantó y se quitó el body con movimientos sensuales. Todo eso lo hacía dándome la espalda, de modo que me recreaba mirándole el culo mientras los demás veían sus tetas, aprisionadas por el sujetador, también negro.

Cuando se giró, aproveché para mirarle las tetas. Aunque aún llevaba puesto el sujetador, eran un espectáculo digno de ser admirado. Se acercó a mí y me empezó a quitar el jersey y la camiseta que llevaba. Eso no me hacía mucha gracia, porque tengo bastante complejo de gordo, pero en el momento no me iba a negar, así que me dejé hacer, aunque cuando quedé desnudo de cintura para arriba me sentí bastante inseguro e incluso empecé a sentirme menos excitado.

La sensación de inseguridad me acompañó un rato más, pero la excitación la recuperé en el instante que Cristina sacó un bote de nata de la cesta que había traído al escenario. Sin embargo, me había alegrado demasiado pronto, puesto que uso la nata tal como había imaginado, pero no conmigo, sino con otros chicos del público. Se acercaba al borde de la tarima, moviéndose más o menos por todas partes, se ponía un poco de nata en algún punto del cuerpo y un afortunado se la tenía que comer, aprovechando lo que pudiera.

Al primero le tocó muslo, al segundo le tocó barriga, al tercero le tocó escote y al cuarto le tocó culo. Aparte, algunos usaban también las manos para sobar algo más, pero Cristina se apartaba rápido cuando eso pasaba.

Cuando volvió hacia mí, estaba deseando ser el siguiente en probar la nata, pero nada, la guardó y siguió con la siguiente parte del show. Tampoco es que estuviera muy decepcionado, porque era un show que solo podía ir a mejor, así que mi excitación estaba ya desbocada.

Volvió a restregar su cuerpo contra el mío, varias veces, y no entiendo como no me corrí en los pantalones. Ella jugaba con los tirantes del sujetador, bajándolos hasta mostrar un escotazo brutal, volviéndolos a subir. Yo estaba a punto de estallar, pero el público también estaba excitadísimo. Se paró delante mío, dando la espalda al público, se llevó las manos atrás y se desabrochó el sujetador. Abrió los brazos de modo que el público veía su espalda desnuda y yo estaba expectante para ver el momento el que hiciera el último paso y pudiera ver sus tetas al natural, pero no llegó.

Volvió las manos hacia atrás y cogió los dos extremos con una mano, de modo que no se le llegaban a ver las tetas. Bailo así un rato, haciendo que sí, que no, en algún momento yo creo que parte del público si le vio algo, pero desde mi sitio nada de nada. Al final, se acercó de nuevo a mí, se sentó dándome la espalda y soltó el sujetador. Desde mi posición no podía ver nada, pero por el ruido del público, parecía que aún no se le veían, imagino que quedarían cubiertas por poco. Cristina me cogió las manos y las guió por su cuerpo hasta dejarlas encima de sus tetas, por debajo de la tela del sujetador. Estaba flipando en ese momento, tenía las tetazas de Cristina, con las que tantas veces había fantaseado, en las manos, y no reprimí mi instinto de agarrarlas bien.

"Agarra pero no las destapes, porfi", me susurró Cristina mientras se echaba hacia atrás llevándose el sujetador con ella. Me moría de ganas de jugar con sus pezones, que notaba duros y salidos clavándose en las palmas de mis manos, pero no era plan de hacer eso, así que hice caso a mi querida amiga y seguí agarrándole las tetas, aflojando y apretando un poco para sentirlas mejor.

Oía el rugido del público, estaban casi tan excitados como yo. Bueno, seguramente no tanto, pero muy excitados. Cristina se volvió a mover, lo que hizo que notara como sus tetas se meneaban en mis manos y su culo frotaba mi polla y ahí ya no aguanté más y solté una lechada en los calzoncillos. Ella tuvo que notarlo por el respingo que dio mi rabo, pero siguió como si tal cosa. Me apartó las manos y se levantó, dejando ahora sí que todo el público pudiera contemplar perfectamente sus tetazas, que por cierto, yo aún no había podido ver bien, solo agarrarlas. Era increíble la de flashes que se veían, esas tetas iban a ser inmortalizadas en miles de ordenadores.

Yo pensé que el striptease acabaría ahí, pero no, Cristina seguía bailando cubierta tan solo por su antifaz, sus bragas, sus medias con liguero y sus zapatos de tacón. Por fin podía contemplar los preciosos pechos de mi amiga, que hacía un momento había podido agarrar, bailando delante de mí. Aunque me había corrido una vez, seguía estando muy cachondo, y aunque no se me ponía dura, si notaba como mi pene se iba animando poco a poco.

Cristina volvió a mi posición y me hizo levantar. "Tranquilo", me susurró mientras cogía un pañuelo verde grande de la cesta y se lo ponía al cuello, de modo que le cubriera las tetas. Se puso a bailar delante de mí, sobándome un poco y haciendo movimientos sexuales. El pañuelo se iba moviendo y sus tetas pasaban más tetas a la vista que tapadas. Mi polla iba recobrando la vida, pero aún era pronto para volver a tener una erección de verdad.

Empezó a bailar con el pañuelo, cogiéndolo y moviéndolo sensualmente en perfecta coordinación con sus movimientos y sus pechos iban mostrándose, ocultándose, marcándose... Era muy sensual y al mismo tiempo, muy excitante. Cuando acabó el fragmento musical, ella quedó con su cuerpo pegado al mío, con sus tetas en contacto con mi cuerpo, y con el pañuelo cogido en una mano. Sostuvo la pose un segundo o así hasta que empezó la siguiente pieza.

Se separó un poco, lo que me daba una visión perfecta de su pecho desnudo y sus pezones altivos, cogió un extremo del pañuelo con cada mano y lo fue bajando por su espalda hasta que le cubría de media espalda hasta un poco más abajo del culo.

"Agarra el pañuelo", me dijo, y yo obedecí.

Se soltó los broches de las bragas en un microsegundo y estas cayeron al suelo, dejando su sexo al descubierto, aunque no tenía demasiado buen ángulo debido a lo excesivamente cerca de ella que estaba. Volvió a hacerse con el control del pañuelo y lo sostuvo de modo que no se le viera nada. Así sostenido, me dio dos besos, se despidió de mí y finalizó el espectáculo.

Sin duda, fue el favor que con más gusto he hecho en mi vida. Una pena que no haya vuelto a saber de ella.