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De Niño Bueno a Niña Mala.

en Transexuales

De Niño Bueno a Niña Mala.

 

 

Confesión y Aclaración:

Creo que se debe ser muy valiente para escribir aquí de las cosas que nos pasan a nosotras: miedos, ridiculeces, frustraciones y fracasos, entre muchos otros asuntos muy íntimos y personales. Llevo años leyendo historias en esta página, y agradezco a todas mis amigas y hermanas que han compartido su lucha por ser quienes ellas verdaderamente son. Así que después de todo este tiempo decidí compartir mi historia, aunque algo triste y violenta, pero al fin y al cabo es mía, y espero que los administradores de la página puedan publicarlo, dado a que es mi vida, y mi propia historia, y al fin y al cabo soy yo misma en mi puño y letra. También cabe aclarar que no publiqué nada antes por temor, ya que la situación de inseguridad en nuestros países es complicada en muchos lugares. Pero creo que aunque ya sea que terminé o continué toda esa maldad, es necesario que pueda compartir mi historia.

Yo siempre me vestí de niña, no tengo memoria de cuando empecé, pero recuerdo que aún de muy chica en mi casa me dejaban ponerme ropa de niña. Yo jugaba con muñecas y me comportaba muy femenino sin represalias. Puede ser que el no tener padre, y que mi madre estuviera todo el día trabajando, haya influenciado para que mi abuelita, quién me cuidaba desde que nací, me dejara hacer lo que quisiera. Mi madre fue la única mujer y la más chica de 7 hijos, todos mis tíos eran lo que se dice "muy machos." Les gustaba emborracharse, apostar, maldecir, todos vestían de sombrero vaquero, jeans, y botas, y eran extremadamente mujeriegos. Tal vez también por eso mi abuelita me dejo hacer lo que quise, porque ella hubiese querido tener más hijas, pero no tuvo más y yo fui el primer nieto (ya que mi mamá se embarazo a los 15 años), y por lo tanto me consentía mucho. ¡Hasta me compraba la ropa de niña que quería!

Mi niñez transcurrió muy normal, diría yo, claro que me tenía que ir vestido de niño a la escuela, además de cortarme el pelo corto, y tener que "fingir un poco." Algunos compañeros en la escuela me hacía burla, pero era más la excepción que la regla. Llegando a casa después de las clases, me sentía libre y feliz, pues podía ponerme lo que quería, comportarme sin medirme de nada, y hacer lo que quisiera. Como ninguno de mis tíos ni mi mamá le podían ayudar a mi abuelita, yo desde chica le ayude a hacer el quehacer de la casa, aprendí a cocinar tan bien como ella, y bueno, en pocas palabras aprendí a ser un ama de casa: una damita hogareña, dulce y gentil.

Sin embargo, al pasar los años, ya la gente no veía también que fuera tan afeminado, y en mi casa mi mamá y mi abuela ya no aprobaban mis gustos por la ropa de niña. Empezaron a decirme cosas como: "Ya es hora que te comportes más como tus tíos," o "deja de hacer cosas de mujeres y empieza a beber cerveza" y cosas por el estilo. Claro, que yo rechacé todo eso y mejor vivía mi vida en paz con mis amigas de la escuela y sin molestar a nadie. Pero esa paz no siempre se puede dar, a veces cuando una la desea tanto es cuando menos llega.

Un día los amigos de mis tíos vinieron a la casa a ver el futbol y a emborracharse. Uno de ellos me hizo burla al verme contonearme al caminar mientras llegaba con dos de mis amigas a mi casa. Me dijo cosas muy hirientes que ya prefiero olvidar. Pero uno de mis tíos, Mateo, me defendió, lo que resultó en una pelea donde todo el mundo en mi casa salió peleando. Mis amigas y yo huimos corriendo de ahí, acostumbradas a las peleas de hombres de nuestro vecindario. Pero eso no fue lo triste.

Al regresar a mi casa, vi que había una ambulancia, la policía, y mucha gente llorando. De inmediato sentí un escalofrío. Era diferente este sentimiento a otras peleas que mis tíos habían tenido, esta vez fue distinta. Al acercarme más y más a la puerta de mi casa, vi que traían a un cuerpo tapado con una sábana, y a mi abuelita llorando desconsoladamente. Era mi tío Mateo. Lo habían apuñalado y se desangró antes de que pudieran atenderlo. Sentí como un temblor y no pude más sostenerme en pie. Y solo recuerdo que comencé a llorar sin parar. Nadie nunca me culpó de lo que pasó, pero muy dentro de mí me culpe, y me torturé mucho tiempo diciéndome que si no me hubiera comportado como era yo, mi tío seguiría vivo. Así que a partir de ese entonces decidí cambiar y hacerme como mis tíos, en memoria de alguien que murió respetándome y cuidándome. Luego me enteré que mi tío no murió por haber iniciado la discusión, sino que se acostaba con la esposa de ese amigo que lo apuñaló de coraje y odio. Más aún después de saber eso, seguí con mi decisión de honrar a mi tío, quién a pesar de todo al final me defendió.

Esos fueron mis años de educación secundaria. Aprendí a ser, o mejor dicho a actuar como "macho." Ya mi mamá y otros tíos dejaron de preocuparse por mí cuando vieron que traía varias novias. -"Ya decía yo que era solo una etapa y que pronto se te iba a quitar..." decía mi mamá cuando me veía con una y otra muchacha. Por supuesto que yo no era feliz, y tampoco mi abuelita. Me costaba mucho trabajo fingir ser quién no era yo, y solo ella lo sabía. Pero aun así hice un gran esfuerzo y lo seguí haciendo por un tiempo. Aunque una no puede luchar contra quién verdad se es. Así que pocos meses antes de empezar el bachillerato, conocí a Jorge, un muchacho de mi edad, que llenaba toda la definición de la palabra "macho," tal cual mis tíos eran, él era. Lo conocí porque él era novio de una amiga de la que en ese entonces era mi novia. Resultó que ambas terminaron con nosotros al mismo tiempo, Jorge me habló para ir a tomar un trago a su casa, hablar mal de las mujeres y dejar salir nuestro dolor. Yo accedí a ir con él, aunque no me importó tanto que una mujer me terminara.

Jorge era todo un personaje. A pesar de ser muy "macho," él era sumamente divertido, agradable, sincero y honesto. Él hablaba solo con la "verdad," decía él. Mucho más alto que yo, fornido, con cabello rubio y ojos claros. Su presencia se me hacía cada vez más grata. Hablamos y tomamos, estuvimos maldiciendo a las mujeres, tomando más y cantando canciones de despecho. Fue en ese momento, que la cercanía con un hombre me hizo sentir algo que no había experimentado antes. De repente me sentí excitada y feliz de estar con Jorge, cosa que no me pasaba con las chicas con quiénes salía. Así que empecé a ver con otros ojos a Jorge, cosa que trataba de quitar de mi mente tan pronto y llegaba a surgir el pensamiento.

De repente veía sus anchos hombros y fuertes brazos y de inmediato me decía a mí misma que no pensará en esas cosas y que eso estaba mal. Luego después de otros tragos, empezaba a ver sus labios y rostro, lo cual me daban urgentes ganas de besar, a lo cual también en un segundo cerraba mi mente para que dejara de ver a Jorge con deseo, preguntándome qué es lo que pasaba conmigo. Desconcertada, me paraba varias veces de la mesa diciendo que iba a al baño. Todo esto con el fin de que mi mente se despejara y poder dejar de pensar en cosas tan extrañas.

No se puede luchar con una misma, pues gracias al alcohol y estar sola con un hombre, mi verdadera naturaleza estaba pidiéndome a gritos salir de mí, mas yo la seguía reprimiendo. Con el pasar de la noche me di cuenta de que Jorge era un gran chico, que la muchacha con quien salía no lo merecía y que Jorge debería estar con alguien que lo apreciará y amará por quién es él. Jorge me confesó como debería de ser su mujer ideal (que para mi sorpresa no fue basado solo en lo físico) y que soñaba conocer a alguien así. De momento a momento, las palabras de Jorge se implantaban en mi corazón y mi mente fantaseaba con él. Pero de nuevo me bajaba de mi nube sabiendo que Jorge quería estar con una mujer, no con un hombre "macho" como yo, o cuando menos como pretendía ser. La noche pasó tranquila para Jorge (no tanto como para mí) y después de un rato regresé a casa. Jamás volvía a ver a Jorge.

Desde ese día mi mundo cambió. Sentí que estaba viviendo o haciendo algo mal. Pasé muchos meses sin salir con ninguna chica, y ni siquiera salía de la casa. Estuve un poco enferma, pero no sabía de qué. Creo que todo esto fue como la preparación para la siguiente etapa de mi vida, que llegaría a completar mi vida verdaderamente.

Todo inicio un mes de julio, en pleno verano, yo acababa de cumplir 16 años y tenía que ir por dos semanas a lo que llaman en mi ciudad un "curso propedéutico" a mi bachillerato (para supuestamente prepararme para cuando empezara clases en agosto). Lo bueno de ir esos días es que había horas libres en las cuales podíamos usar las computadoras de la escuela. Así que en ese momento me enseñaron como usar cosas en internet y por supuesto también el chat. Las primeras veces que use el chat fueron muy tontas, entraba y platicaba con alguien de cualquier cosa y luego me salía. De repente, en mi mente cayó la repentina idea de que podría usar el chat para conocer chicos (de nuevo esa naturaleza dentro de mí). Esta vez no me contuve y empecé a entrar a chats gays, donde comencé a platicar con hombres y jóvenes con inquietudes parecidas a las mías. Sin embargo, me di cuenta que la mayoría de las personas ahí no buscaban platicar con alguien, sino solo sexo. Fue algo decepcionante, pero en esos días encontré en el chat una persona cuyo nickname era: BUSCONOVIATV. Al no estar muy familiarizado con los términos en el chat, y por curiosidad, le escribí preguntándole qué era lo que buscaba exactamente.

Él me comentó que buscaba a un chico femenino, que le gustase vestirse como chica, a una travesti. Al momento que leí la descripción de lo que me dijo todos los años de mi infancia regresaron a mí: recordé que me gustaba ponerme ropa de niña en mis primeros años, también recordé que me gustaba estar en la casa, cocinar, hacer quehacer, y ser femenina. Me di cuenta que eso es quién yo debería de ser realmente, ¡yo debería de ser una mujer! Me salí del chat sin despedirme, y regresé a casa inmediatamente aún sin terminar mis cursos, fascinada de la gran revelación que habían visto finalmente mis ojos.

Al regresar a casa fue de inmediato a hablar con la única persona de quién yo estaba segura que me entendería: mi abuela.

Ante mi sorpresa de llegar temprano, le expliqué y confesé todo lo que me había pasado y de mis nuevos sentimientos y deseos. Ella, como sabía abuelita, me escuchó pacientemente reír, llorar, enojarme y deprimirme todo en la misma conversación. Al final de la conversación ella me contó un secreto que había estado ocultando ella y mi mamá por años:

-Antes de que tú nacieras... (Pausó por un segundo) estábamos seguros que ibas a ser niña.- me confesó sigilosamente.

-No entiendo- le dije yo inquiriendo por más información.

-El doctor, los estudios, todo nos indicaba que ibas a ser niña, TODO lo indicaba...- me afirmó extrañada.

-¿Pero qué es lo que pasó?- le pregunte estando un desconcertada.

-Bueno, pensamos que ibas a morir, luego que ibas a ser niña, y luego naciste, pero como niño- balbuceaba mi abuela sin hacer muchas explicaciones.

-¡No te entiendo abuela ¿de qué hablas?!- Le insistí una respuesta queriendo saber que es lo que estaba mal conmigo. Pero no supo decirme más. Solo me pidió que le preguntara a mi mamá. Pero antes de dar terminada la conversación me confesó:

-Tu primer nombre fue Diana. Ese fue el nombre que escogimos para ti cuando supimos que ibas a ser niña. Yo siempre supe que eras una niña y que por alguna razón naciste así, pero que en verdad eras una mujercita.

Con eso me basto por el momento. -"Diana..." ¡qué bello nombre!- me dije a mi misma admirando en mi verdadero nombre, mientras seguía confundida de lo había pasado conmigo antes de nacer, de mi identidad en ese día y de qué sería de mí en el futuro. Después de unas horas de estar sola pensando en esto, bajé de nuevo a hablar con mi abuela, decidida firmemente en lo que habría de pasar conmigo:

-¡Abuelita!- le grité yo mientras descendía de las escaleras, mientras que la veía a ella, como siempre en la cocina.

-Dime, ¿qué pasa corazón?- me preguntó con su siempre dulzura.

-De ahora en adelante voy a ser quién en verdad soy, viviré como debí haber nacido y hecho desde el principio, así que ahora seré yo misma, ahora seré "Diana"- le dije sin titubear, decidida a no retroceder ni un centímetro en mi decisión, y convencida que con su ayuda saldría adelante en esto.

Ella no tuvo respuesta, solo un abrazo y beso de aprobación, y me dijo que haría uno de mis platillos favoritos para celebrar. Me ofrecí a ayudarle inmediatamente, y como abuela y nieta, así que oficialmente y por primera vez cocinamos juntas.Parecía que todo iba a ser tranquilo y que después de tantos años de lucha y confusión yo iba destinada a encontrar paz y felicidad.

Una semana después, mi abuela tiene un accidente al resbalarse en la regadera del baño, se pega en la nuca y muere del golpe. No hay palabras para describir esos terribles meses y años, solo lágrimas, llanto y más llanto.

En el funeral de mi abuela, hice una promesa completamente opuesta a la que hice al morir mi tío. Si al morir él había prometido honrar su memoria haciéndome "hombre," ahora la transformaba bajo la memoria de mi abuela, jurando por Dios, por la muerte de mi abuela y mi vida misma que me convertiría en una mujer. Creo que mi tío hubiese querido lo mejor para mí y comprendería mi cambio de decisión. Y a pesar del dolor y lágrimas, yo me aferré a mi juramento, tanto como al recuerdo de mi abuela en mi corazón.

Faltaba solamente una semana para comenzar clases. En ese tiempo entre lágrimas, peleas y enojos de mi madre, le imploré muchas veces que me ayudara para cambiar mi nombre y documentos antes de entrar a la escuela. Yo ya me vestía como una chica de mi edad, me maquillaba, me ponía un sostén con poco relleno, me pinté el pelo de rojo y me hice corte de niña (aunque no lo tenía muy largo) y vivía como mujer (aunque solo en casa). Desde el día después que enterramos a mi abuela, quemé toda mi ropa de niño, y gracias al dinero que me había dado mi abuela conseguí un modesto guardarropa de niña.

Mi madre siempre se negó. Mis tíos no eran una opción para que me ayudaran tampoco. Así que decidí buscar guía y apoyo en todos lados, aunque arriesgara la vida en el intento. Decidida a todo, volví a darle una última oportunidad a mi madre, le volví a decir todo lo que pensaba y que necesitaba de ella. Mi mamá comenzó a llorar. Me acerqué para abrazarme pero ella me dio una bofetada tan fuerte que me tumbó al piso, diciéndome que era una desgracia para la familia y que mi abuela y mi tío debían estar revolcándose en su tumba de desprecio y asco hacia mí. Me grito más cosas horribles y me echó fuera de la casa, con la condición que podía volver si me quitaba la ropa y volviera a ser su hijo. Me negué y luego empezamos a pelear de nuevo. Llorando subí a mi cuarto, rápido metí todas mis cosas en una bolsa y maletas, y con el poco dinero que tenía me largué de mi casa para siempre.

Sola, sin familia, dinero, o amigos, ahora estaba yo contra el mundo entero. Era ya muy tarde y obscuro, las calles de mi vecindario ya estaban vacías, así que me subí la última corrida del transporte público para llegar al centro de la ciudad.

Albergaba la esperanza de hallar más gente y tal vez la ayuda de alguien. Era la primera vez que salía a la calle como chica, aunque bien toda desalineada por las peleas y sin nada de clase o buen gusto. No fue como la experiencia de muchas de mis amigas en las cuales ellas se ven y se sienten gloriosas al salir por primera vez. Yo en cambio me sentía un asco, me sentí como salida del excremento, no tanto por cómo me veía, sino por todas las cosas horribles que dijo mi mamá de mí, y de cómo me hizo sentir, por toda la amargura, y por la pérdida de la única persona que me entendía y amaba.

Entre mis llantos y cansancio me quedé dormida en uno de los asientos del transporte colectivo. Ya habíamos llegado al otro extremo de la ciudad, dejando al centro muy lejos. El operador chofer vino a despertarme diciéndome que tenía que bajar para irse. Dándome cuenta de la situación le dije que me dejara dormir ahí por solo esa noche y que al día siguiente mi iría caminando al centro. Él se negó y dijo que no podía dejar a nadie ahí. Le seguí rogando que me dejara quedarme ahí, y le conté parte de mi historia. Aun así se seguía negando. Comencé a llorar. Él me dio otra bofetada y me dijo ¡que no llorara como niña! y qué me iba a dejar quedarme ahí con una condición:

-Así que, ya que quieres tanto ser una mujer, entonces aprende a chuparla- me dijo alzando la voz, se bajó los pantalones y se sentó en uno de los lugares.

No sabía exactamente cómo reaccionar o qué hacer. Él me dijo que si no lo hacía, no solo no me dejaría dormir ahí sino que le iba a hablar a la policía para que me llevaran a la cárcel por prostitución. Entrando el pánico en mí, me acerqué al horrible y oloroso hombre, él me dio indicaciones de que hacer, y aunque al principio lo lastime mordiéndolo, él me dio un golpe fuerte en la cabeza, gritándome que fuera más cuidadosa. Después de unos minutos logré que tuviera una erección y que finalmente eyaculara en mi boca.

-¡Trágatelo todo! sino no hay trato.- me ordenó el hombre asqueroso. A lo que yo solo asentí bebiéndome todo el jugo caliente.

-Ya está bien- aprobó él después de unos quejidos de satisfacción disonantes. -Aquí te va algo de dinero, mañana tienes que irte antes de las 7, sino te verá alguien.- me advirtió terminando nuestra conversación y trato "comercial."

Mi primera vez con un hombre no fue tampoco del todo una experiencia memorable. Pero esa noche, ese hombre me dio algo de dinero y un lugar donde dormir a cambio de satisfacción sexual. Esa noche aprendí que si iba a vivir sola en el mundo, y ahora este sería mi sustento, mi estilo de vida, y mi futuro.

Con el paso de los meses y gracias a mi "iniciación" en el negocio del placer, poco a poco fui saliendo adelante. Renté un apartamento, me hice de buenas amigas como yo, y a pesar del peligro de vivir el estilo de vida que vivía, fui hallando bocaditos de felicidad. Era principalmente feliz porque ya vivía como mujer las 24 horas y tenía mi ropita, zapatos, accesorios y bolsos, además de que ya tenía mi pelo largo y bonito.

Algunos consejos que me dieron mis amigas me ayudaron a sobrevivir los múltiples y malos encuentros sexuales de aquel tiempo, como la técnica de fingir un "superorgasmo." Ésta es mi favorita, pero solo contaré ésta por respeto a la profesión. Se trata de que al momento de ser penetrada una hace caras, sonidos y gestos de inmenso placer, como si el mundo se nos fuera en esa penetración, después de ser penetrada con más fuerza (como respuesta al estímulo sexual de los gritos y quejidos) una empieza a decir que ya vamos a tener un orgasmo muy rico y delicioso y que queremos más y más rápido. De inmediato el hombre se empieza a acelerar y a excitar mucho, mientras que una sigue gritando despavorida de placer diciendo que él es lo máximo y que ya viene nuestro súper delicioso orgasmo. Dentro de unos instantes el hombre explota dentro de una gracias a todo el grande estímulo ¡Y listo!. Claro que no conté todos los detallitos que se requieren en esto, pero así muchos hombres que pagaban la hora, terminaban en los minutos, y al estar satisfechos se iban (claro después de haberme pagado la hora completa que siempre se cobra por adelantado). Trabajaba todos los días de la semana, todo el día. Quería reunir suficiente dinero para operarme y ser una mujer completa, así que no gastaba casi nada, más que inversiones en mi "negocio."

Las cosas luego cambiaron radicalmente. Una noche, dos de mis mejores amigas y yo, decidimos descansar e ir a relajarnos a un bar gay. Nos sentamos a tomar un poco y a platicar. Como era un bar gay no había gente ahí que nos molestara, ya que los que iban eran principalmente hombres buscando otros hombres. Así que bajamos la guardia y nos la pasamos muy bien. En eso, durante nuestra noche de chicas, llegaron unos hombres vestidos tipo vaqueros (pantalón de mezclilla, botas, sombrero texano, camisa a cuadros). Nos parecía como que estaban un poco fuera de lugar, o que estaban confundidos de bar, por no se veían del tipo de gente que va a éste lugar. Los tipos de inmediato notaron nuestra presencia y se acercaron a nuestra mesa. Yo les dije a mis amigas que ellos debían de estar perdidos y que había que decirles que se fueran. En eso tres vaqueros llegaron al lado nuestro comenzando la charla. No sé si sabían o no quiénes éramos nosotras, o si en verdad disfrutaban de nuestra compañía, pero la noche de chicas se convirtió en una noche de citas a partir de ese instante.

Yo comencé a platicar con Antonio "Toño." Un tipo muy varonil, piel clara, pelo negro, alto, ojos claros, fuerte, con mucho vello en pecho y brazos. Resultó ser un rato muy agradable, él se portó todo un caballero conmigo, y la plática fue muy amena. Al transcurrir el tiempo, y después de unas copas, Toño me invitó a salir con él a otro lugar en la calle, le dije que estaba algo cansada, y le pregunté por qué no íbamos a mi apartamento. El accedió y nos fuimos en su camioneta a mi casa.

Como toda buena damita, toda mi casa estaba limpiecita e impecable. Le mostré mi pequeño apartamento, la mini cocina, la diminuta sala, y mi reducida recámara. Al momento de enseñarle mi cama, él se sentó en ella, le pregunté si quería algo de beber y me dijo que sí, me di la vuelta para ir a la cocina, cuando él me tomó por detrás, fuertemente de la cintura, y con un solo movimiento me pegó a su enorme cuerpo. Al principio grite del susto, pero de inmediato el me empezó a besar el cuello, ¡qué digo a besar sino a devorar! pues me besaba con tal pasión como si yo fuera un caramelo que se deshiciera en su boca.

Creo que esa fue la primera vez que en verdad me excité (y mucho). Sentí que sus besos y caricias venían de una pasión real alimentada por un deseo puro de estar conmigo por quién era y de amarme con todo el corazón. Eso fue lo que recibí en cada caricia, cada beso, abrazo y movimiento de sus manos y cuerpo. Trascurrió un buen tiempo de besos ricos, mordidas en los labios y lengua, besos en el cuello, y caricias sabrosas, cuando tuve que detener todo (antes de que pasáramos a quitarnos la ropa) y le pregunté si sabía que era yo en realidad (pues tanta cosa rica me parecía increíble). Él se me quedó viendo algo consternado, supe que no tenía ni la más remota idea de que yo no era una mujer cómo la que él deseaba. No le dije nada, solo le pedí que se fuera, él aún más consternado empezó a cuestionarme el por qué. No quería decírselo y que se enojara, arriesgándome a que me hiciera algún daño, así que solo le dije que se fuera. Él siguió insistiendo tanto que me harté, me puse de pie frente a él, tomé su grande manó y la acomodé por fuera de mi pantalón en mi entrepierna:

-"Lo sientes ya"- le pregunté enojada.

-"¿Siento qué?"- me volvió a cuestionar el tonto. En eso, me bajé el pantalón, y tomé su mano fuertemente para que lo sintiera, en el movimiento mi pequeño pene erecto salió de su escondite y el finalmente lo tocó.

-"¡Ahora sí, ya te puedes ir!"- le volví a insistir ordenando molestamente. Pero él se abalanzó sobre mí, y de nuevo demostrando su gran fuerza, pensando en un instante que había despertado el enojo de Toño, él me tomó y de un movimiento me acostó en la cama, quitándome los pantalones y bajándome mis mini calzoncitos. Y en seguida comenzó a chupar suavemente mi grande clítoris (o diminuto pene), tal como si fuera unos labios en la vagina de una mujer, me besó, chupó y acarició con su lengua delicadamente. Encendiéndome al mil en menos de un segundo. Era la primera vez que alguien me hacía sexo oral. Al estar tan extasiada, yo me paré y en un segundo le bajé sus pantalones vaqueros, dejando al descubierto una monstruosidad de pene, que a mi parecer era el tamaño del brazo de un niño pequeño. Lo tomé con mis ahora mucho más diminutas manos, la metí en mi boca, y la empecé a acariciar y a saborear como a nunca nadie más se lo había hecho. Mi cuerpo estaba lleno de deseo de este hombre y quería comerme todo de él, lo quería conmigo y dentro de mí, con ansías.

Luego él se quitó toda la ropa y mientras le hacía el amor en mi boca, me quitó mi blusa y sostén. Estando ya los dos completamente desnudos, me volvió a tomar de mi cuerpecito, y poniéndome en posición de perrito, me abrió mis nalguitas con sus manotas y comenzó a jugar con su lengua en mi ano, comiéndoselo todo. Yo solo gritaba y gemía de un placer indescriptible, ya que por primera vez sentía todo esto. Y con tanto placer real dentro de mí sentía que se me acababa la vida.

Ya no lo aguanté más, tenía una gran desesperación por tenerlo dentro de mí, quería ser de Toño, aunque fuera nada más por esa noche. Me paré y le dije que se sentará, dejando todo su miembro erecto, que a mi parecer era más grande que todo mi antebrazo. Me senté sobre él, besándolo en los labios y el cuello, frotando entre mis dos nalgas a su gigante pene, y rozando con mi gran clítoris masculino a su abdomen. -¡Oh qué delicia, qué rico se siente!- gritaba yo mientras hacía que él también gimiera de placer.

En la misma posición siguieron nuestros besos, caricias, excitación y mucho placer, ¡mi cuerpo gritaba ya de deseo!:-¡Hazme tuya! Quiero ser tuya ya.- Le grite apasionadamente a Toño. Y tomando con mi mano a su gran herramienta, me levante un poco, y la fui encaminando para estar en la puerta de mi pequeño orificio. Toño también la agarró firmemente, y poco a poco me fui sentando en ella, a la vez sentía dolor y placer, mi ano ya está lubricado de la saliva de Toño, pero por lo grande y grueso no se podía evitar el dolor. Me la fui insertando con cuidado despacio, dentro... y más dentro. Toño gemía de placer diciendo que se sentía bien apretado y rico. No la alcancé a meterla toda, pero empecé a cabalgar sobre su pene, haciendo que Toño diera gritos enormes de placer, cuales eran replicados todavía más por mi dolor y gran placer.

Ya entrando en calor su gran pene pudo entrar más y más. Me puse más lubricante para ayudarnos mejor. En medio nuestro rito de amor, le pide a Toño que me la diera toda, duro, fuerte y rápido, le exigía, pues estaba disfrutando demasiado. Toño se paró, me hizo acostarme boca arriba en la cama, y subiendo mis tobillos en sus hombros, me hizo la posición del misionero, y de una estocada dejó entrar toda su carne hasta el fondo, cual sentí que se me salía por la garganta de tan grande que estaba, además de hacer que se me saliera un poco de semen. -¡Hazme tuya, amor! ¡Házmelo ya!- le seguí insistiendo al poderoso Toño, quién enseguida se acomodó y me la metió cada vez más rápido y hasta el fondo, al sonido de mis gemidos y gritos de placer.

-¡Sí, oh sí, que delicioso!- no podía dejar de tener demasiado placer, me sentía en la gloria, en las nubes. No podía creer que estaba haciendo por primera vez el amor, de verdad y real. -¡Más, más, quiero más, hazme tuya, sí!- le seguía implorando entre mis gestos de excitación suprema y quejidos de placer. En el movimiento más rápido de Toño dentro de mí, sentí como mi penecito explotó de semen vaciándose todo sobre mi abdomen. No lo pudo aguantar más, tenía que salir todo de mí. Al ver mi orgasmo Toño se encendió mucho más y le dio tan fuerte y rápido que sentí que me iba a partir en dos, en el clímax sentí una gran explosión dentro de mí de mucho, muchísimo líquido caliente. -¡Oh mi vida, con eso me dejarías embarazada de 10 hijos tuyos!- le comenté yo después de sentir toda su leche dentro de mí. -Ahora ya soy completamente tuya- continué ya más relajada. Toño, fue sacando su enormidad con cuidado y despacio, se tardó un poco, pensé que su pene era de interminable tamaño al tomar tanto tiempo.

Se acostó al lado mío, diciéndome que me amaba y que era perfecta para él. Ante tan bellas palabras de amor, me puse a llorar, y me recosté sobre sus hombros. Luego él me preguntó:

-Preciosa, ¿me harías el honor de ser mi novia? pero antes de contestarme necesito que sepas algo de mí.... - terminó dejando abierta la duda.

-¿Qué es lo que quieres decirme corazón?- le inquirí consternada, imaginando de nuevo que mi cuento feliz se acabaría ahí.

-Yo tengo una vida peligrosa, mi amor... yo me dedico al negocio del transporte y comercio de drogas... soy narcotraficante.

Continuará...

 

¡Besos y Feliz Año!

Diana

 

 

 

Gracias querida hermanita Caro, por ayudarme…

supercaroayala@gmail.com