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Sorpresa trabajando en el hotel

en Transexuales

Era tu primer día de trabajo, estabas algo nervioso porque no sabías que esperar o qué hacer, pero aun así estabas feliz de haber encontrado algo después de tanto tiempo de estar buscando. Decenas de entrevistas, interminables horas de pruebas psicológicas, miles de llamadas telefónicas a amigos, conocidos y desconocidos y aun así nada de nada. Esperar y esperar era solo lo que te quedaba. Cada día a levantarte a desear a encontrar trabajo. Era en todo lo que podías emplear tu tiempo.

La situación cambió. Después de un golpe de suerte y de tanta paciencia recibiste la llamada: -"Le daremos la oportunidad a usted de trabajar con nosotros,"- te dijeron. Lo cual te hizo inmensamente feliz al encontrar empleo. El empleo era en el ramo hotelero, te habían contratado para ser el supervisor de mantenimiento de dos hoteles. No era el empleo ideal, ni lo que más soñabas, pero aun así era trabajo y ¡pagado! ¿Qué más podías pedir?

Te reportaste en recepción para preguntar por el gerente general, el Señor Fernando. El mismo que te había entrevistado. Te hicieron pasar a su oficina mientras él llegaba. Entró en la oficina, te pusiste de pie y te extendió la mano: -"¡Bienvenido a nuestros Hoteles!"- te dijo atentamente. Te explicó más acerca del trabajo, hizo que firmarás unos documentos, y después de un rato, hizo una llamada por teléfono asignando a la asistente de recursos humanos que te diera un tour. La señorita Gómez sería tu guía. Ella fue por ti a la oficina y te dio un tour por todo el lugar. Te comentó que tendrías que ir al otro hotel, cual era más pequeño, para que la gerente de recepción te guíe en esas instalaciones. Y así te fuiste en carro para dar con el otro hotel.

-"¿Disculpe, se encuentre la Lic. González?"- preguntaste en la recepción del pequeño hotel. De ahí te guiaron a la oficina donde esperaste a que apareciera tu nueva guía. Mientras esperabas sentado pensabas en los problemas que tendrías que resolver en los hoteles: tuberías, aire acondicionado, pintura, reparación de chapas, algo de trabajo eléctrico. -"No parece ser tan difícil trabajar aquí"- pensabas tú en silencio. Y mientras te concentrabas en tu plan de reparación y mantenimiento, alguien abrió la puerta detrás de ti. No alcanzaste a ver quién era, pero en segundos una silueta divina se situó justo a tu lado.

-¡Hola me llamo Angélica, pero me puedes llamar Angie, mucho gusto"- se presentó contigo con una gran sonrisa de dientes perfectos. -"Con tanta razón se llama Angélica, si ella es un mismo ángel del cielo,"- pensaste en un segundo. Pues Angie era rubia, de ojos azules claros, media como 1.70, delgada, siempre se presentaba a trabajar con zapatos de tacón alto, una falda corta que dejaba ver sus hermosas piernas, un saco y una blusa blanca, tal cual era el uniforme que el hotel requería. Su rostro era muy fino, como si fuese sido esculpido por los mejores artistas, y lo mejor de todo es que a pesar de ser delgada, tenía una gran figura de reloj de arena, unas caderas bien formadas en forma de corazón, y unos pechos tan voluptuosos y antojables que pedían a gritos deshacerse en tu boca.

No pudiste articular palabra alguna ante tal figura frente a ti. Era algo que no podías creer. ¿Cómo es le es posible a tanta belleza residir en una sola mujer? Ella era impresionantemente bella. Ni tus más elocuentes palabras podían describir a tan bello ser. Ella siguió hablando ante tu silencio, y tú solo la mirabas y admirabas, mantuviste tu boca cerrada solo para no dejarte en ridículo. Por tu mente pasaron mil cosas viendo cómo se movía, sentaba, hablaba, acariciaba el pelo, sonreía y miraba. Tuviste una erección espontánea tratando de ocultarla como si fuera el peor pecado. Paso el tiempo de la plática y sólo pudiste decir "sí," "no," y asentir con una sonrisa de bobo. Llegó el momento en que ella te daría el tour por el hotel, cual te hizo sentir mil emociones. Ella se puso de pie enseñando sus bellas piernas al pasar cerca de ti, y tú solo admiraste su elegante caminar en aquellos tacones altos.

El tour iba ser breve al ser un hotel tan pequeño, mas aprovecharías cada segundo para seguir admirando a tal hermosura radiando al lado tuyo. Después de pasar por las áreas comunes, llegaron a lo último que ella te enseñaría, la suite. Tu corazón se detuvo por un segundo, volviste a tener una gran erección, trataste de nuevo de ocultarla. Ella te enseñaba con lujo de detalle cada cosa que la suite tenía. De repente ella noto que la cama estaba mal tendida, y mientras seguía hablando comenzó a acomodar la cama recostándose sobre ella mientras trabajaba. Tu morías por dentro pensando que ahí mismo la harías tuya. Que la agarrarías con fuerza le arrancarías la blusa y comenzarías a besar aquellos deliciosos y redondos pechos de mujer. Todo pensamiento pasó por tu mente, repasaste todas las posiciones que harías con ella, y te imaginabas como la harías gritar de placer ante tus caricias, besos, y sexualidad bruta. Pero ella acabó de hacer la cama, se despidió de ti, y se fue.

Te quedaste pensando en qué harías para conquistarla. Pensaste en mil estrategias que sabes que no harían resultado. Después de todo ¿cómo iba una mujer como ella fijarse en alguien como tú? Pero tenías algo a tu favor, algo que sabías muy bien que a muchas mujeres les atrae. Tú no eres un catrín refinado o un ratón de oficina, tú eres pura masculinidad. Eres musculoso, pelo en pecho, respetuoso, pero salvaje. Sabías que muchas mujeres desean un hombre fuerte y rudo, un macho que en verdad las haga sentir y gritar de placer. Tú podías ofrecer eso, nadie más lo haría. Además de tener una poderosa arma entre las piernas que a más de una les sacó gritos de dolor al pensar que les atravesaría el cuerpo. Sí, tenía mucho poder masculino que ofrecer. Te arrepentiste una y otra vez de no haberla hecho tuya en la cama, estaba todo ya listo, puerta cerrada, nadie los vería, solo ella lo sentiría y tú lo vivirías.

Al día siguiente quisiste ver a aquella princesa y saludarla, pero estuvo ocupada todo el día. No hubo tiempo ni siquiera de darle las gracias. Mientras, entre tus compañeros de trabajo decidiste preguntar y averiguar todo sobre este ángel. Nadie de mantenimiento sabía nada, más que ella era un dulce que estaba para deshacerse en la boca. Varios fantaseaban con ella, y hubo uno que confesó que muchas veces se masturbó pensando en ella. Todos la deseaban. Era el tipo de mujer que es simplemente un sueño imposible. Angie era tan bella, tan mujer, de tan buen vestir, y de tan buen cuerpo. Pero no solamente era un bombón para comerse, su carácter era alegre y sencillo, se veía que era tierna y amorosa. Sin lugar a duda escondía sus más potentes deseos de sexo muy dentro de ella. ¡Ahí es justo dónde querías llegar! Muuuuuy dentro de ella. Sí, que sí.

Ideaste mil planes, pero ninguno que funcionará. Seguías solamente pensando en la posibilidad de agarrarla con fuerza y hacerle el amor rico. Pensaste que a lo mejor llevarle flores y chocolates sería bueno, pero no era lo tuyo, tú no eras así, seguías solo pensando qué como todas las mujeres ella tenía necesidades y que preferiría mucho más a alguien fuerte y aventurado como tú. Pero claro todo esto seguía solo siendo un mero pensamiento. Pasaron los días y las semanas, y no podías pensar en otra cosa que no fuera ella. De hecho, al levantarte en la mañana querías ser el primero en llegar y el último en irte solo para poder tener la oportunidad de admirarla lo más posible. -"Algún día habrá oportunidad de hacerle sentir mi deseo por ella, y podré amarla con todo mi ser," te decías cada noche al irte del hotel al finalizar tu jornada.

Suena el teléfono a las 3:00am. Es una emergencia en el hotel, hay una gran fuga de agua y tienes que ir de inmediato. Te vestiste muy apenas y fuiste deprisa a tu lugar de trabajo. Llegas al hotel, te indican la habitación y vas veloz para arreglar el desperfecto. Al subir al piso de la fuga te da olor a humedad, te imaginas que ha de ser terrible para oler por todo el piso. Llegas a la habitación que está abierta y... ¡encuentras a Angie limpiando! Ella había llegado antes que tú, y ahora estaba ayudando a limpiar todo el lugar junto con otro personal de limpieza. Estabas tan concentrado en la fuga que ni siquiera te diste cuenta de los mini shorts que Angie traía puestos, además de una blusita sin nada abajo que dejaba ver todo su encanto de mujer. Arreglaste la fuga y de inmediato subiste a ayudar a limpiar. El otro personal de limpieza se fue a seguir trabajando, dejándote solito con ella. Eran ya las 4:30am, Angie y tú acabaron de limpiar y secar, y al fin te diste cuenta de la preciosa vista que te estuviste perdiendo todo este tiempo.

Allí estaba Angie, con su pelo rubio mojado, usando solo una blusa delgada y pequeña que asomaba la silueta de sus pezones, además de no dejar nada a la imaginación de sus antojables pechos. Su blusa estaba algo mojada, pero no del todo como para transparentarse. Sus minishorts parecían más como un miniboxers femeninos pues estaban muy pequeños y apretados. Dejaban ver todas sus curvas de encanto, sus redondas caderas, su cinturita pequeña, sus largas y suaves piernas. Angie anduvo descalza, casi semidesnuda, servida en charola de plata para comérsela de un solo bocado.

Estaban ya viendo los últimos detalles del cuarto. Todo el personal del turno nocturno estaba en su descanso comiendo en el sótano del hotel. Angie se encargó de ver que todo estuviera bien en el cuarto y tú en el baño. Saliste del baño cerrando ambas puertas del baño y de la entrada. Apagaste las luces, preguntando a Angie si ya había acabado. Ella no respondió, así que fuiste a donde estaba la cama. Aparentemente se había ido. Pensaste por un segundo que a lo mejor se salió del cuarto cuando estabas en el baño. Preguntaste otra vez por su nombre: -"¿Angie?"- y al darte la vuelta Angie apareció de la nada, frente a frente tuyo, a menos de 10 centímetros de separación, pues ella se había acabado de levantar de haber estado buscando algo debajo de la cama. Sus ojos parecían el mismo cielo en ese momento, su boca se veía tan rosada y jugosa, con su manos se recogía su pelo mojado, haciendo gran énfasis en sus grandes pechos que por escasos milímetros casi rozaban en tu torso. Sentías su respiración cerca de tu cuello, y podías oler todavía su suave perfume como si nunca se hubiese desvanecido por tanta agua. Era demasiada tentación, era mucho que resistir, en ese momento no pensaste ya más, la harías tuya quisiera ella o no, la harías tu mujer por las buenas o por las malas.

No hubieron palabras, no hubo nada más que pensar, solamente de un impulso la tomaste de la cintura con gran fuerza, la abrazaste para ya no más dejarla ir, y la besaste como si fuera el último día de tu vida. Era inevitable, tenías que hacerlo, ya no había más que hacer para resistirse a tan hermosa mujer. Esperaste por unos segundos que ella te empujase para zafarse de tus brazos, y aunque lo hizo por unos segundos, tu fuerza y besos simplemente la dominaron. Después de que se le pasó la sorpresa de tu encendido beso, ella simplemente cedió ante tu hombría, y se dejó llevar por ti como si estuvieran empezando un baile.

Angie besaba sumamente bien. Dentro de poco sus lenguas empezaron a jugar juntas, y tú no podías creer que tuvieras en tus brazos a tan bella criatura, literalmente estabas besando a un ángel del cielo. Disfrutabas cada segundo como si fuera el último, y también con la adrenalina al 100 pensando que en cualquier momento los empleados regresarían a checar la habitación. Tus besos y los de ella se fundieron y poco a poco empezaron a tomar más candor. Tu erección se hizo muy notoria, tanto que ella la empezó a sentir pulsando y creciendo mientras apretabas su cuerpo junto al tuyo.

Dentro de varios minutos de besos apasionados, le jalaste la blusa que tenía, casi arrancándosela de tanta pasión que ambos derrochaban por los poros, al quitársela viste aquellos magníficos y grandes pechos, se veían tan grandes pero tan naturales, y así sin blusa de un movimiento la acostaste boca arriba en la cama, devorándote a éstas dos delicias que tenías enfrente. Nunca ni siquiera soñaste que tendrías la oportunidad de probar tan suculentos postres en tu boca, ni siquiera imaginabas que algún día las verías, pero ahora eran todas tuyas y están listas para ti. Angie solo hacía pequeños gemidos de placer ante tu insaciable apetito por ella, se veía que lo disfrutaba, pero también que no quería hacer mucho ruido para no despertar a los huéspedes del hotel. Aun así y a pesar de lo que pudiera pasar, tú continuaste besándola y comiéndotela como cualquier niño devora a un caramelo recién abierto.

Tu gran amigo estaba que reventaba escondido y castigado debajo de tu ropa. De buenas a primeras, detuviste tus adorables caricias sobre esos suculentos pechos, y te quitaste tu pantalón y boxers de un jalón dejando que tu cañón saliera de su encierro. Angie, quién hasta entonces te siguió con la mirada, ahora estaba admirada de ver tan grande equipo de trabajo que traías debajo. -"Wow, es más grande de lo que creí"- te dijo ahora temerosa y nerviosa Angie. Tú solo le dijiste que esos 27cm de carne eran solo para ella y que podría hacer con ellos lo que quisiera. De inmediato Angie se encendió como mecha de dinamita, se acomodó boca arriba en la orilla de la cama, y con su pequeña mano se metió toda tu herramienta en su boquita fina de mujer. No podías estar en mejor posición, pues mientras sentías las caricias de su boca, podías mirar a sus grandes pechos moverse mientras los sostenía con su otra mano.

Angie lo hacía con tanta dulzura y pasión, que simplemente te excitaba más y más, no querías moverte mucho porque pensabas que ibas a lastimar su pequeña boca y garganta, pero ella lo hacía tan tierna y a la vez tan encendida que solo te daban ganas de terminar ahí en ese momento. Le dijiste que solo te chupara la puntita y que lo hiciera rápido para lubricarla más. Ella tal cual obediente niña lo hizo tal cual, pero con tanta pasión como si siempre hubiese anhelado tener algo así de grande frente a ella.

La volviste a acomodar boca arriba sobre la cama, tú estabas tan encendido por esos bellos pechos, que te acomodaste para que te sintiera sobre ellos. Ella apretó con sus manos delicadas sus pechos encerrando a tu gran pene. Sus pechos y tu pene estaban hechos tal para cual, pues todos estaban enormes. Mientras te movías dentro de ellos, ella te chupaba la puntita, pero ya tenías tanta saliva de ella en toda tu herramienta como para sentir delicioso. Angie aún no podía creer tanto placer que le dabas con tu grueso y largo miembro, y continuaba excitada y emocionada de tanta virilidad y fuerza tuya.

-"¿Te gustan?"- te preguntó Angie con un voz entrecortada y sensual mientras te enterrabas en sus pechos. A lo que tú solo respondiste con moverte más rápido de tanta excitación que te producía estar con tan hermosa y bella mujer. -¡Me encantan, me encantan!- le decías mientras aumentabas el ritmo de tus movimientos. En eso, te volviste cara a cara a sus pechos besándolos y mordiéndolos con pasión, subiste tu cara a su rostro y le arrancaste besos de amor mientras que tu gran miembro se juntaba encima de esos minishorts. Siguieron besándose con intensidad, mientras que en tu pensamiento la preparabas para que ella se mojara lo suficiente para meterle de un impulso toda tu virilidad en su interior.

Te empezaste a bajar con sus besos y caricias, primero a su cuello, luego a sus pechos, llegaste a sus costillas dándole besos y mordidas de gran intensidad, en segundos tocaste su ombligo en su vientre plano y delgado, preparándote para darle el mejor sexo oral de su vida, cuando le desabotonaste su minishort con los dientes y boca, se lo quitaste totalmente, y empezaste a besarle entre sus muslos y entrepiernas. Ella ahora solo traía puesta un pantie color blanco de encaje y estaba ahí frente a ti, a un paso de estar totalmente desnuda, mientras te la comías con la mirada y a besos, no soltabas su piel ni por un segundo.

Llegó el momento de la verdad, y de tanta excitación le arrancaste el pantie de encaje rompiéndolo de un lado, empezaste a besarla, pero en un segundo te diste cuenta que había algo de cinta color piel, te detuviste pensando que a lo mejor era una toalla femenina, Angie quién hasta ese momento solo había dado gemidos y sonidos de placer, también se detuvo. -"¿Qué pasa nene?"- te preguntó tentadoramente, -"¿no quieres saber que hay debajo?"- a lo que inmediatamente regresaste a tu curso y con los dientes arrancaste las cintas que obstruían tu paso. Al quitarlas con los dientes, de repente notaste que algo te tocó levemente tu rostro, seguiste besando por un segundo y luego te diste cuenta que era un pequeño pene. Luego viste que comenzó a pararse y se hizo un poco más grande. De repente te confundió todo en la mente y te paraste como asustado, tratando de entender que era eso, y más que nada qué era ella. Por un segundo pensaste que a lo mejor ella era un de esas hermafroditas, que era hombre y mujer al mismo tiempo y que así habían nacido. Angie al notar tu sorpresa, solo se acercó te tomó de la mano y comenzó a besarte de nuevo, mientras que con su mano te guío a tocarle su pene e indicándote como acariciarlo con tu gran mano fuerte y viril.

-"Se siente muy rica tu mano, rasposita y grande"- te dijo Angie al oído, mientras que aunque esperabas explicaciones, al ver de nuevo el monumental cuerpo de Angie, y sus fabulosos encantos, no tuviste otra opción ahora sino seguir y responder a sus indicaciones y continuar fundiéndote en besos, que por solo un momento se detuvieron, pero que ahora continuaban agarrando fuerza y pasión.

Angie ahora tomó la iniciativa y te hizo sentarte en la orilla de la cama, te empujó para que te recostarás boca arriba, subió su cuerpecito encima de ti, sintiendo como sus pechos rozaban en ti cuerpo, y al ir pasando todo sus encantos y su suave piel, también sentiste aquella pequeña cosa erecta que se paseaba entre tu pene (que a comparación del tuyo era sumamente minúsculo) luego en tu abdomen y pecho, finalmente Angie se acomodó en tu boca, dejando sus perfectas caderas justo arriba de ti. Mientras la sostenías con tus musculosos brazos, ella se levantó su pene con una mano y con la otra se abrió para mostrar su bello premio negro dejándolo todo a tu merced para que le hicieras lo que quisieras. Comenzaste algo tímido solo dando suaves lengüetazos, pero al ver que Angie se excitaba muchísimo, empezaste a hacerle sexo en su anito con más intensidad, lo que puso a mil a Angie. Nunca habías ofrecido sexo anal a nadie, pero te estaba gustando mucho esta primera experiencia.

De tantos gritos de placer y gemidos de pasión en una volviste a tomar a Angie y la acomodaste en posición de cuatro. Tú mismo la abriste lo suficiente para seguir comiéndote su dulcecito que a ella solo la volvía loca. Luego metiste un dedo en su anito, con mucha suavidad y cuidado, pero la seguías chupando y mojando tal cual fuera un clítoris y vagina normal. Al ver que al meterle el dedo hiciste gritar a Angie de placer indescriptible, en menos de unos minutos te acomodaste tu gran miembro ahora ya habiendo recuperado su tamaño, listo para partir en dos a esta gran mujer.

Angie te pidió de favor que fueras con cuidado que tu pene era enorme y que le iba a doler mucho. Pero de tanta excitación, a ti ni siquiera te pasó por la mente su petición, estando su ano tan mojado de tu saliva y tan calibrado por tus dedos, lentamente pero firmemente empezaste poco a poco a enterrar tu gran viga en su pequeño orificio. Poquito a poquito, a pesar de los quejidos de Angie de que te detuvieras, la fuiste metiendo milímetro a milímetro, Angie comenzó a sentir tu gran miembro en ella y pidió que te detuvieras, pero tú le dijiste que no podías, pero que le harías disfrutar muchísimo ya estando dentro. Angie empezó a dar gritos de dolor y desesperación al cada vez tú estar más y más dentro, comenzó a pegarte con lo que alcanzaba de sus manos en tus piernas para que te detuvieras, pero simplemente ignoraste sus quejas. Estabas ya a medias dentro de ella, cuando sus gritos se volvían insoportables de dolor y cada vez más te pedía de favor que te detuvieras, ahora casi llorando del dolor. En eso, tú te detuviste, y agarrándola fuerte de la cintura con tus grandes manos que abarcaban casi todo su contorno, le dijiste "me encantas mamita" y se la dejaste meter toda de un golpe, dejándola sin aliento de tan intenso dolor, y sacándote un poco de lechita de tan apretada que estaba.

Entonces comenzaste a meterla y sacarla, primero solo hasta la mitad y luego casi toda, con tanta fuerza, que Angie solo lloraba de dolor. Pasaron unos segundos en tu castigo para ella, que en eso ella comenzó a disfrutarlo más y más. Los lloros de Angie se convirtieron en gemidos de ultra placer, te gritaba diciendo que le encantaba y que quería más y más duro y más y más dentro. Tú te encendiste como dinamita y en minutos querías taladrarla hasta la garganta. Te saliste de ella, y la acomodaste boca arriba, le dijiste que la volviera a lubricar, así que te pusiste en posición 69 con ella mientras que tu regresaste a su ano empapándola con toda la saliva que tenías y ella medio se metía y lubricaba tu gran miembro. Duraron poco tiempo así, y enseguida te acomodaste parado en la orilla de la cama, mientras que ella de lado viendo hacia ti, con sus grandes pechos libres, te pusiste delante de sus labios anales para ahora perforarla totalmente.

No fuiste lento, sino que de inmediato retomaste el ritmo y se la dejaste casi toda hasta el fondo, luego saliste de nuevo, y ahora solo dejaste entrar la mitad saliste inmediatamente, entraste otra vez pero ahora solo la punta, la metiste y la sacaste rápido, y luego poco a poco entre tan rápido movimiento fuiste taladrándola poco a poco con movimientos rápidos hasta que llegaste al fondo de ella y toda tu gran viga estaba adentro. Angie no lo podía creer estaba totalmente en éxtasis, solo podías ver como sus bellos y redondos pechos rebotaban con tus rápidos movimientos mientras escuchaban a Angie ahora casi afónica por tanto grito y gemidos de placer.

Seguiste duro y sin tregua, dentro y fuera, dejándola toda fuera y luego de un impulso toda adentro, cada vez más haciendo subir a Angie al cielo con cada gemido de placer intenso que solamente te prendía a ti más y más. En los instantes que sentiste que ibas a explotar continuaste tanta fuerza que hiciste que ella tuviera un orgasmo pues escuchaste que explotó de placer, además que viste que algo blanco salió de su pequeño pene, que aunque se te hizo raro, hasta en ese momento entendiste que Angie no era ella, sino él, y que le habías estado haciendo el amor en todo este tiempo a otro hombre. Pero en un segundo, esa imagen se borró de tu mente al admirar a tan bello cuerpo lleno de perfectas y delicadas curvas femeninas y ver tan gloriosos y deliciosos pechos. -"¡No podía ser hombre!"- decías en tu interior, -"algo tan femenino y perfecto simplemente no puede serlo"- y entre que luchabas con tus pensamientos en la cabeza, tu otra cabeza estaba a punto de reventar dentro de Angie. Volviste a admirar su cuerpo perfecto luego bajando su mirada viste su pequeño pene ahora ya deshinchándose pero mojado, y de varios fuertes impulsos seguiste dentro y más dentro como queriendo deshacerle todo su interior y de un momento a otro no aguantaste más y explotaste totalmente dentro de ella, haciendo un fuerte gemido de placer y desahogó de tanto semen que traías acumulado.

De detuviste por unos momentos mientras tu pene seguía palpitando dentro de ella. Luego lo sacaste algo despacio, y viste como mucha de tu leche se salía y escurría de su ahora castigado ano. Agarraste un trapo para limpiarte y empezaste a buscar tu ropa. Angie por otro lado se quedo por unos momentos en la posición que la habías dejado, cansada de tanto dolor y placer. Te invitó a que te acostarás con ella, por un momento dudaste mientras te ponías tu ropa y te limpiabas, pero accediste a duras penas, y te acostaste a su lado.

-"¿Te gustó?"- a lo que no podías mentir, pues habías tenido el mejor sexo en muchos años. -"Claro que me gustó, me encantó"- ella aún desnuda a tu lado y mostrando su gran belleza de mujer, continuó preguntándote porque estabas tan raro. Tú seguías algo confundido por que no sabías exactamente lo que habías hecho con quién era ella. -"Todo está bien"- dijiste con una cara que ni tú la creías. Angie se ofendió en gran manera. -"¡Tú eres cómo todos los hombres!"- te gritó casi en tu cara, tomó su ropa rápidamente y entre lágrimas y enojos siguió gritándote cosas y se salió del cuarto diciendo de hasta que ibas a morir.

Tú mientras tanto seguías algo confundido, por un lado habías estado sumamente excitado y en verdad disfrutaste hacerle el amor a tan monumental mujer, pero por otro lado ya no sabías quién eras tú, o porque te sentiste atraído a Angie, quién era mujer, pero no era a la vez. Te sentiste muy mal por lo que Angie te dijo, y querías demostrar que no eras lo que ella pensaba. Así que te cambiaste, regresaste a tu casa, y te pusiste a pensar que ibas a hacer ahora para remediar las cosas entre tú y Angie, mientras explorabas si lo que sentías era normal o no para un hombre completamente heterosexual como tú.

¿Qué es lo que harás ahora con tu vida?