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Papá me quiere más a mí 0/5

en Amor filial

      PAPÁ ME QUIERE MÁS A MÍ   0º/5

 

    Cuando un par de chicas andan juntas calzando zapatos idénticos y entonando alegremente la canción de moda es de esperar que no sean simples conocidas. Compartieron un estrecho espacio durante sus primeros 9 meses de existencia. De eso hace ya 15 años y aún permanecen igual de unidas en el seno de una familia acomodada en un barrio residencial a las afueras de una pequeña ciudad. Son mellizas, por lo que no son idénticas. Aún así, sus diferencias no les otorgan desventaja alguna ya que las 2 gozan de una belleza incomparable. Estudian en el mismo instituto y van a la misma clase pero sus notas no se parecen demasiado. Selena es una alumna aventajada mientras que Katia tiene ciertos problemas de aprendizaje; sin embargo, esta última supera a su hermana en cuestiones de popularidad.

    Daniel es el cabeza de familia. Eso es un decir ya que la que de verdad manda en casa es su mujer. Mariela no tiene un "trabajo" propiamente remunerado pero se mantiene más ocupada que su marido con todas esas tareas hogareñas y familiares. Llevan casi 20 años juntos y a estas alturas ya hace mucho que la llama de la pasión se ha apagado. Ella nunca fue muy guapa pero desde su insípida boda se ha ido dejando y en estos momentos ya casi duplica su propio peso desde sus nupcias. Él lleva mejor el paso de los años físicamente pero no mentalmente. Su frágil equilibrio emocional le ha empujado a refugiarse en su zona de confort; cobijando en la rutina de un aburrido trabajo de oficina y en la estabilidad que le da su familia. Daniel sigue los consejos de su terapeuta; Maite le guía por su pantanoso camino vital ayudándole a mantenerse en pie con sus consejos y su medicación. Todo estaba fluyendo con cierta calma estos últimos años pero sus preciosas hijitas han crecido y un conglomerado de nuevas inquietudes y temores acechan a su tan preciada tranquilidad.

    Daniel era un niño normal pero, por alguna misteriosa razón, al llegar a la adolescencia se vio aislado por los demás pero sobre todo por el mismo. Pasó esa etapa arrinconado perdiéndose las cosas propias de la edad: amores, amigos, fiestas, sexo... Desde entonces y por mucho que pasen los años, conserva una extraña fascinación por la pubertad. Sus arterias coronarias se tensan cada vez que piensa en toda la mística propia de esa edad tan llena de descubrimientos que él no pudo vivir. Llegó a castigarse viendo como el dedo de la culpabilidad le señalaba llamándole pederasta cada vez que una niña le hacía subir el pulso. Maite, como siempre, logró alumbrar su lado más oscuro con la luz de la conciencia:

 

M:  No es eso Daniel, no temas. Pederasta es quien abusa de menores. Pedófilo quien solo siente atracción.

D:  Yo... pensaba que eran sinónimos. Aún así...

M:  No tiene nada que ver. La maldad reside en quien hace el mal. Las opciones sexuales no se eligen.

D:  No puedo evitar sentir angustia ante estos impulsos tan inadecuados.

M:  Uno no elige ser gay, hetero, bi, zoofílico, pedófilo, gerontofilico... pero la pederastia si es una elección, así como el celibato. No seas tan duro contigo mismo. Aprende a aceptarte tal y como eres. Las circunstancias de tu vida pueden haberte conducido a eso. De todos modos, ni siquiera considero pedófilo a alguien a quien le gusten las adolescentes aunque tú ya pases de los 40. Es algo muy común e incluso diría que aceptado y comprendido por la sociedad siempre que sea desde un modo contemplativo y no activo. Es difícil focalizar la causa que defina porqué somos como somos pero me inclino a pensar que tu atracción por las chicas muy jóvenes va más allá del plano sexual y reside más bien en la ausencia de tu propia adolescencia; te pondré un ejemplo: ¿nunca te has preguntado por qué hay tantos casos de pederastia entre los párracos? Esa puede ser una opinión controvertida pero a mi entender, la privación antinatural de sanas relaciones sexuales desembocan en esas insanas filias pecaminosas. Del mismo modo, puede que tu sientas la necesidad de compensar todo lo que no viviste en la pubertad. Como si te hubiera quedado pendiente.

 

    Daniel reposa en la hamaca de su florido jardín mientras recuerda esa conversación que tuvo lugar en la consulta de Maite hará ya algunos años. Un portazo suena al otro lado de la casa seguido por las risas juguetonas de sus hijas que ya han vuelto del colegio. Es viernes y esa preciosa tarde libre de mayo se ve empañada por una vertiginosa sensación. De pronto Daniel recuerda el día en el parque de atracciones al que fueron hace poco, en Semana Santa. La montaña rusa más grande de Europa. Antes de que empezara el ajetreo había una lenta aunque inclinada ascensión hacia lo mas alto. El miedo llegaba a raudales a su cuerpo a cada metro que subían. Así se siente ahora. Como quien observa una ola gigante de un tsunami que se le viene encima. Empieza a agitarse un coctel explosivo que mezcla su desmesurado amor paternal, su fascinación por la adolescencia, tales bellezas florecientes, una vida desencantada demasiado formal, la primavera que la sangre altera, su medicación y la ausencia casi definitiva de sexo con su desmejorada mujer.

 

    Sus hijitas son su tesoro. Lo que más quiere en el mundo. Lo mejor que ha salido de él. Nunca podría ensuciar algo tan puro con el pringoso escupitajo de su miembro viril. Ni si quiera se permite pensar en ellas cuando se lo sacude... por mucho que le cueste mantener esa disciplina. Pero es que cada día están más hermosas las dos y cuanto más se esfuerza para prohibirse esa clase de pensamientos más fuerza parecen coger. Katia y Selena son las dos chicas más hermosas que habitan este mundo y el que residan bajo su mismo techo es un infierno disfrazado de bendición.

 

****

 

D: Pues si te digo la verdad nunca suelo hacer esto Manolo.

M: Pues a mí me gusta mucho pasar el rato así. Me puedo pasar horas aquí con la gente del bar.

D: ¿Y no te sientes un poco... inútil?

M: Juas Daniel. Si no fueras mi vecino te estamparía la cara contra la mesa.

D: No te lo tomes a mal. Lo digo en un sentido conceptual. Al pasar tanto rato sin hacer nada...

M: ¿Inútil conceptual? No eleves la conversación que me quedo corto ¿eh?

D: No elevo nada, solo intento entenderte.

M: ¿inútil?¿útil? Dime una cosa Dani:¿a quién debo serle de útil?¿A la sociedad?¿al universo?

D: No se, puede que a tu familia.

M: Ohhhh, a Carmen ya le va bien que esté aquí, así no la estorbo en casa y mis hijos me odian, así que...

D: Como dices eso Manolo. Esas ideas son muy tristes.

M: Si. Cierto. Pero también es triste vivir esclavizado. Aquí en la terracita con mis copas me olvido de las penas.

 

    La verdad es que el sol mañanero de este sábado es revitalizante. El silencio se adueña de la escena aliñado con unos joviales cantos de pájaro. Daniel se despide con un gesto y reanuda su paseo por el vecindario. "Que relativa es la felicidad". Puede que Manolo no ande tan equivocado a pesar de ser alguien completamente opuesto a él. Seria todo más sencillo si también pudiera gozar de esas pequeñas cosas del presente sin obsesionarse tanto por el pasado y el futuro, por todo lo que conlleva cada cosa que sucede o que podría suceder. Las obsesiones lo acosan y vuelven su percepción más opaca. "Sus hijos le odian" Y lo dice así, tan tranquilo, sin agobiarse... Daniel reflexiona ante esa realidad y llega a la conclusión que es un ser afortunado. Nada, nada... nada llena más su vida que esa frívola rivalidad de las niñas por ser su preferida. Ese pensamiento le reconforta a la vez que le preocupa notando la alargada sombra del morbo cerniéndose sobre ellas. Respira hondo e intenta relajarse. "Tengo que ser más como Manolo" cierra la cara y se centra en notar el calor del sol en su piel, la suave brisa, el cantar de los pájaros, los lejanos chillidos de los niños jugando a pelota... ¿niños?¿Mariela? Llegando a su casa se encuentra con un partido de futbol improvisado con los hijos de Antonio y sus niñas. Mariela y Carmen ocupan las porterías completamente descontextualizadas haciendo gala de sus abrumadoras limitaciones físicas; y es que la mujer de Antonio también lleva consigo unos cuantos kilos de más. Pedro y Eva son más pequeños pero tienen mayor habilidad y respeto por las reglas de un deporte que para muchos (incluido su padre) es sagrado. Daniel necesita apoyarse en un árbol al contemplar cómo sus revoltosas hijas corretean con su motricidad mermada por tantas risas mientras intentan controlar el valón saboteándose mutuamente con un juego antirreglamentario. No. Esto no mejorará. Su entereza entra en barrena al percatarse de que esa fijación acabará con su salud mental más tarde o más temprano. No ve ninguna salida posible. No quiere ni pensar que un chico pueda ponerle el dedo encima a ninguna de las dos.

 

-!hola papá!-   chilla Selena al percatarse de su presencia.

-Hola chicas-   contesta él más discreto sintiéndose abanicado por el cálido amor familiar

 

 

----    Alerta spoiler    ----

Hasta aquí una pequeña e inocente presentación de la familia Valverde.

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Si aún no estás convencido puedes comprobar cómo entro en materia en los siguientes fragmentos descontextualizados:

 

 

Papá me quiere más a mí  1º    (fragmento)

Ella se encuentra de rodillas en el otro lado del sofá con una postura recogidamente femenina. Daniel siente que debería decir algo para consolarla y tras planteárselo en un breve momento silencioso dice:

-¿Sabes que eres my preferida?-   en voz baja llena de secretismo.

    Selena vuelve a fijar su mirada en los ojos de su padre después de tanto mirar sin sentido. En su rostro se dibuja una sonrisa balsámica. Él nunca se había pronunciado en ningún sentido sobre este asunto, no lo encontraba ético y además no se habría decidido entre las dos, pero los últimos sucesos parecen decantarle hacia esa afirmación. Ella esgrime algunas lágrimas más pero esta vez parecen de emoción. Gatea hasta que logra asentar una rodilla en cada lado de su padre, que está formalmente sentado, para darle un sentido abrazo. El duda por un instante pero le devuelve el gesto aún con más energía, consciente de que está logrando animar a su nena. Se siente el mejor padre del mundo.

-Ya no me volveré a hablar con Katia, que le den-   haciendo morritos.

-No digas eso tonta, quien te va a enseñar a besar si no-   sin mucha reflexión.

    Se produce un silencio que aboca ambos pensamientos a una respuesta común, tan inadecuada como evidente, más aún dada su proximidad física. Mientras Daniel intenta sin éxito pronunciar alguna palabra que corte esa deriva, Selena le acaricia una oreja permaneciendo encima de él y sin divagar lanza un presentimiento de lo más tendencioso:

-Seguro que tu besas bien-   susurrando entre risas juguetonas.

-mmm, pregúntaselo a tu madre, p.por eso se casó conmigo-   a penas sin tartamudear.

-¿Mamá era guapa de joven?-   elevando la mirada hacia el hemisferio imaginativo.

-No tanto como tu-   ya completamente embobado mientras la mira tan de cerca.

    Selena trae de vuelta su mirada y tras unos instantes de intriga con la boca medio abierta se humedece los labios y bajando la mirada con timidez le pregunta:

-¿me enseñas a besar?-   bajando lentamente el dedo índice por la camiseta de papá.

    Él no responde y ni si quiera logra apartar la mirada de su cara. Aún tiene las manos algo suspendidas sin saber dónde ponerlas. La chica acerca lentamente su rostro inclinado al de él hasta que ambos comparten el aliento. Aún más lentamente se aproximan hasta que sus labios entran en contacto de la manera más suave. Poco a poco ambos empiezan a articular la boca y todo empieza a fluir. Daniel se decide a acariciar los muslos de su hija arrastrado por los acontecimientos. Ya no le parecen demasiado cortos esos pantalones. Ella empieza a suspirar levemente mientras susurra:

-¿Así?...¿así?-   buscando la aprobación de su padre.

-Siii, sii, muy bien cariño-   responde él.

    Mientras Daniel saborea la lengua de Selena nota como su extensión varonil adquiere ya un vigor notable. Sus manos recorren su estrecha espalda ascendiendo guiadas únicamente por la osadía de sus dedos que, al encontrarse con el sujetador se enzarzan en una aparatosa trifulca para liberar las tetas de su hija. Torpemente consigue levantar la prenda por encima y empieza a disfrutar del magreo de esos maravillosos pechos adolescentes. Ella contesta emitiendo unos tímidos gemidos sin apartar su lengua de la de él hasta que se detiene en seco y dice:

-Papá, ¿me estas tocando las tetas?-   con una calmada sorpresa fingida.

Papá me quiere más a mí  2º    (fragmento)

 

    Por la mañana Daniel intenta escoger las palabras sin presión preparando el discurso para Selena mientras se limpia la cara en el lavabo: "Cariño, tienes que entender que caer en ese apetitoso error podría conducirnos a un oscuro escenario desmembrando la familia por completo y aun entendiendo la curiosidad propia de tu edad es comprensible que sea esa misma inmadurez la que provoca que confundas un sano amor hacia tu padre con inquietudes del todo inapropiadas. Además es digno de mención que..." una urgencia repentina interrumpe sus elucubraciones sorprendiéndole aún con el cepillo en la boca. Katia se ha levantado más temprano que de costumbre para ducharse antes de ir al cole y procedente de el otro lavabo entra como una exhalación reclamando la atención de Daniel:

-!Papá, tengo cáncer!-   con un rostro desencajado empapado en lagrimas.

-Pero que dices cariño-   sin dar ningún crédito a sus temores.

    La niña solo lleva braguitas y sostiene una pequeña toalla que no alcanzaría para secar ni una porción de su cuerpo mojado. Daniel repara en su desnudez nada más superar la sorpresa inicial y empieza a sospechar de la autenticidad de sus lagrimas.

-Me noto un bulto, !aquí!-   mientras deja caer la toalla.

    Katia le coge la mano a su padre y la rellena con una de sus firmes peras. Daniel la aparta con urgencia como si quemara. Siente que ha salido del fuego para caer en las brasas.

-Pero papaaaa-   llorando.

-Perdona Katia pero no puedo tocarte las tetas-   excusándose contra la pared.

-¿Puedes tocarle las tetas a Selena porque estás cachondo y no a mí para diagnosticarme una enfermedad mortal?-   con cara de asco.

-¿Pe.pe.pero q.que di.dices? ... yo n.no-   a duras penas.

-¿Me lo ha dicho vale? lo sé todo-   destripando su autoridad moral con semejante mentida.   -Papaahaa-   agudizando su llanto impaciente.

    Acorralado y aturdido por esa falsa revelación, Daniel se somete a las súplicas de su hija y le examina cuidadosamente el pecho apartando los mechones de pelo aún empapado. Solo un fino pantalón corto de pijama defiende la decencia de papá frente a la grave amenaza que supone su inevitable erección. Se siente tan desamparado que ni siquiera intenta guardar las apariencias mientras la tela se tensa dibujando una bochornosa protuberancia en su perfil. Coincidiendo con los últimos sollozos de la chica se apresura a decir:

-No soy médico Katy pero yo diría que estás bien-   alucinando con lo buena que está.

-¿Y en el otro?-   suavemente pero conservando un tono serio de preocupación.

    Daniel suspira viendo como Katia le rehúye la mirada y, con cierta indecisión, usa su otra mano para atender también al otro pecho sin abandonar el primero. Arrastrado por su ansioso deseo pecaminoso los aprieta con fuerza y avidez provocando un "ah" lleno de fragilidad y erotismo. La luz del alba ilumina grácilmente esa pavorosa escena difícilmente justificable.

-¿Así no estoy mala papa?-   con voz infantil.

-No, no esas mala cariño-   rendido sin parar de mover sus manos.

-¿Si no estoy mala quiere decir que estoy buena no?-   con una sonrisa pícara.

-Estás buenísima niña, estas tan buena... que casi no lo puedo soportar-   babeando.

-¿Así no has notado un bulto o algo duro?-   haciendo morritos de niña pequeña.

-¿Algo duro?...................Tus tetas están duras-   susurrando con desesperación.

-Aha, creo que no soy la única que tiene algo duro-   insinuando con la mirada.

 

 

Papá me quiere más a mí  3º    (fragmento)

 

    Mientras Katia argumenta su perdón, Daniel contempla como ambas chicas inundan sus ojos con sendas lágrimas y se pregunta hasta qué punto es sincera la convincente disculpa de su hija. La trascendencia de la situación le hace olvidarse de su propia desnudez. Selena se sienta en la cama cerca de su hermana y con una mirada intensa pero enigmática pronuncia:

 

-Has sido una zorra-   intentando mantener la seriedad segundos antes de sonreír.

 

    Katia mantiene una expresión afable derramando un par de lágrimas justo antes de derribarla con un sentido abrazo. Daniel se siente aliviado. Parece que todo vuelve a su curso. Pero tras emitir un profundo suspiro se da cuenta de que algo no va bien. La emotiva reconciliación de sus hijas empieza a dotarse de unos besos marcadamente inapropiados. Los ya poco recatados límites de sus joviales pijamas veraniegos se ven propasados por confusas caricias descubriendo aún más ciertas redondeces que deberían permanecer en el anonimato. El rosa de Hello Kitty se enzarza en un lascivo duelo con el azul de Snoopy. Daniel levanta el dedo para decir algo pero se queda mudo al tiempo que toma consciencia de la situación: sus hijas están enrollándose en su cama mientras él las observa completamente desnudo. Su polla hace gala de su impetuosa independencia cobrando una notoria perpendicularidad con el resto de su cuerpo. A sabiendas de la dificultad que conlleva invertir este vergonzoso proceso Dani opta por encaminarse fuera de su propia habitación hasta que:

 

-Papá, ¿dónde vas?-   pregunta Selena entre suspiros.

-...  creo que es mejor que os deje solas-   proclama en un mar de dudas.

-No te vayas, esta es tu habitación-   contesta Katia con el pelo en la cara.

-Si quieres nos vamos nosotras-   dice Selena mientras se coloca bien el pijama.

-Pues ahora que lo dices... puede que sea lo mejor-   reflexiona Daniel.

-Vale. Apaga la luz y acuéstate, nosotras pronto nos vamos-   dice traviesamente Katia.

 

    No las lleva todas con sigo pero se apresura en acercarse a la cama y apagar la luz para esconder su delatadora erección, aunque ya considera imposible que haya pasado desapercibida. Daniel está de pie frente a su lado del colchón. Tras unos instantes de inmovilidad y silencio dice:

 

-¿Os vais?-   con un tono dotado de cierto victimismo.

-Aquí tienes sitio papá-   dice Katia juguetonamente.

-Esta cama es de matrimonio, es para dos personas-   notando débil su argumento.

-Mamá ocupa el doble que nosotras dos, somos pequeñas-   rebate Selena.

 

    Daniel piensa en buscar un nuevo pijama pero cae en la cuenta de que se dejó la última lavadora sin tender. Sin toallas, sin ropa limpia... como se nota que no está Mariela. Además, considera una mala opción volver a encender la luz para buscar otra prenda. De pronto todas sus convicciones se ven ninguneadas por esos cantos de sirena que lo atraen hacia su propia cama. La oscuridad parece permitir lo que la luz no permitía. Al fin y al cabo, él solo regresa a su lecho nocturno sin ninguna mala intención. ¿Quién podría reprocharle a un hombre que se meta en su propia cama en plena noche? Una emoción vestida de incerteza le acompaña en cada uno de sus lentos movimientos cuando vuelve a ocupar su lado del colchón. Su pene está tieso y, aún a oscuras, Daniel siente que esa tensión fálica rompe la armonía de su postura. Intenta acomodarse usando estrictamente su mitad de la cama para no sentirse culpable de ningún contacto accidental. Cuando hace ya algunos minutos que la oscuridad gobierna la habitación, sus ojos ya perciben formas y movimientos con la escasa luz lunar que entra por la ventana. El besuqueo entre las chicas sigue a su lado mientras intenta mantener una absurda compostura tapándose con la fina tela de sus sábanas. Las caricias se tornan magreos, las respiraciones se convierten en jadeos y los besos en lametones. Selena se incorpora para deshacerse de la parte de arriba de su pijama y levantando sus brazos saca a relucir unos espléndidos pechos adolescentes. Después sigue desabrochándole los botones a Hello Kitty. Katia se apresura para ayudarla a igualar la situación. En un momento dado Selena dice:

 

-Papá, ¿me estas mirando?-   con fingida sorpresa.

-No cariño, solo, solo intento dormir pero armáis mucho jaleo-   siguiendo el juego.

-Ah, perdona, es que Katia es muy escandalosa-   modulando cómicamente su voz.

-Que dices guarra, si eres tu-   protesta Katia dándole una bofetada.

-aaahhhhhp-   aspira Sele indignada   -toma-   y le propina otra en plena cara.

 

    Se desata un forcejeo entre gritos y risas hasta que Katia empuja a su hermana encima de Daniel que permanece rígido.

 

-!Ala papá!, ¿qué es eso tan duro que tienes aquí?

-No es nada cariño, es solo una erección mañanera, nos pasa a veces-   con nerviosismo.

-A perdona entonces, no quería tocártela, ha sido un accidente-   entre risas.

-No.no te preocupes Sele, no, no pa.pasa nada-   con algunas dificultades en su habla.

-¿No te he molestado? Es que la cama es espaciosa pero tú eres grandote-   bromea.

-Si quieres me. me arrincono un poco más-   sugiere Daniel.

-No, espera, no te muevas, yo me adapto-   dice mientras gatea.

 

    Selena está a 4 patas haciendo un puente con su cuerpo por encima de su padre.

 

-Así es más fácil-   susurra mientras su hermana le baja los pantaloncillos.

 

 

Papá me quiere más a mí  4º    (fragmento)

 

-Siempre nos había creído a salvo de cualquier peligro-   reflexiona Mariela.

-Ya pasó todo cariño. No te preocupes más y duérmete.

 

    Se establece un silencio poco sospechoso de ser definitivo hasta que:

 

-Selena no se lo podía creer cuando la he llamado para explicárselo-

-No me sorprende, no es para menos-   contesta Daniel.

-Y Antonia no te digo. Querían venirse las dos pero les he dicho que no-

-Mejor, no me apetece tener a Antonia en casa-

-Podrías ser un poco más comprensivo con ella pobre. Ya sé que habéis tenido vuestros más y vuestros menos pero aún así...-   un "toc-toc" interrumpe su argumentación.

-¿Si?-   pregunta Mariela.

-No puedo dormir, tengo miedo-   dice Katia con voz infantilizada.

-Ven aquí cariño-   sugiere Daniel.

-¿Puedo dormir con vosotros?-   suplica.  

-Aquí estaremos estrechos los tres, vete a su cuarto Dani-   decide mamá.

-Noooo, quiero estar con los dos. Hay sitio de sobra- 

-Pero es que tu madre es muy gorda cariño-   dice cómicamente Daniel.

-Cállate tonto-   le reprocha Mariela mientras se echa a un lado.

-Y me pongo en medio-   dice Katia juguetona mientras salta sobre la cama.

-Vale. Pero no montes mucho escándalo-   protesta Mariela.

 

    Daniel se sulfura por momentos ante la situación que se presenta y se siente desnudo. A penas viste un envejecido pantaloncillo de pijama y con tan poco espacio será difícil conservar mínimamente su espacio vital. De pronto se percata de que eso dista de ser un inconveniente tratándose de Katia. A pesar de la presencia de su mujer, no hay nada censurable en el hecho de tener a su miedosa hijita tan, tan cerca. 

 

-Le estaba contando a tu padre como han flipado Antonia y Selena-

-Ya lo sé. Sele me ha llamado enseguida en cuando se ha enterado-

-No hay que darle más vueltas. Ya paso todo y ese loco está entre rejas-   Dani

-Ya lo sé papá, pero aún tengo el miedo metido en el cuerpo-

 

    Daniel desearía meterle otra cosa en el cuerpo pero intenta reconducir sus pensamientos para no despertar a la bestia.

 

-¿Tú estás bien?¿Te duele?-   Katia, mientras le acaricia suavemente torso.

-Sí, solo han sido unos golpes cariño-   con la mirada fija en el techo.

-Me has salvado la vida papá, te quiero-   y le da un beso fugaz en la boca.

 

    Ese gesto es la mejor medicina para la maltrecha mente de Daniel que flota en una nube, aún así, empieza a notar cierta inquietud fálica del todo inapropiada en una situación tan inocente. Mira a su alrededor y siente su discreción arropada por una oscuridad casi absoluta.

 

-Tienes suerte hija de tener un padre tan fuerte-   dice Mariela  

-Al final habrá servido de algo hacer tanto deporte estas últimas semanas-

-Sí. La verdad es que te has puesto muy fuerte papá-

 

    La mano derecha de Katia, que restaba estática sobre el pecho de su padre, se activa para constatar esa última afirmación y se mueve en círculos para reconocer a palpentas esos pectorales refortalecidos.

 

-No es para tanto-   dice Daniel mientras sus dedos se encuentran con los de ella.

-Dice Carmen que cambiaría a su marido por ti-   afirma cómicamente Mariela.

-Ay mamá, es que Manolo es un gordo asqueroso-   musicando la frase.

-En el fondo es un buen tipo, pero con poco interés-   le defiende él.

 

    Mientras hablan los tres, Katia y su padre juegan con sus dedos haciendo manitas en un ritual algo confuso que hace volar las ideas de Daniel.

 

-No me sorprende que Carmen pase tanto rato con Conchita-   continua Mariela.

-¿Por qué?-   interviene Daniel.

-Pues porque Manolo solo piensa en futbol, en trabajo o en hacer el vago-

-Papá tampoco ayuda mucho en casa-   ataca Katia mientras le aprieta los dedos.

-Sí. La verdad es que podríamos hacer un cambio de maridos-  

-Ala mamá, si papá está mucho más bueno que ese gordo seboso-  

 

    Katia habla con un tono agudo vocalizando exageradamente mientras baja peligrosamente su mano hacia el bajo vientre su padre. Ella se encuentra entre los dos inclinada hacia él a su izquierda mientras Mariela argumenta su réplica.

 

-Sí, ya ves, para lo que me sirve-   retóricamente.

-!Aaaahp!-   aspira la chica sorprendida   -¿es que no le das lo suyo a mamá?

 

    Katia sujeta por fin la poya de su padre bajo el pijama quien se esfuerza por mantener esa discreta quietud postural luchando contra viento y marea.

 

-Cariñooh, emm.m, no le hables a tu hija de nuestras cosas-   incómodo.

-Oooh, de que cosas se entera una-   afirma Katia juguetona.

-Cada pareja tienes sus etapas hija-   se escusa Daniel.

-Sí, pero algunas etapas se alargan durante meses-   protesta Mariela.

-Oh, papá, no me lo puedo creer-   decepcionada.

-Vamos mujer, no te quejes delante de la niña. ¿No eres tu quien siempre dice que no las tenemos que traumatizar?-   intenta él viéndose acechado.

-Papá ¿de verdad te crees que eso me va a traumatizar?

 

    Katia nota como el pene de su padre se endurece cada vez más adquiriendo un tamaño alarmante y emprende un discreto masaje fálico.

 

-Ya no soy una niña pequeña ¿eh?-   con una voz que contradice esa afirmación.

-Eres la niñita de mamá-   dice Mariela mientras la abraza por la espalda.

 

    Mamá a penas puede ver los discretos números luminosos del reloj en la mesilla de noche mientras rodea a su niña por la cintura con su grueso brazo. La chica se siente traviesa y nota como se le dispara la adrenalina mientras no deja de sujetar ese poderoso miembro relleno de palpitante morbosidad incestuosa. Daniel se mantiene estático notando el acercamiento de Mariela. Duda entre sí tomar alguna medida física que le pueda salvar el culo o si apostar por la quietud como mejor opción para que ella no se dé cuenta de nada. Katia también opta por permanecer inmóvil pero se dedica a apretar intensamente y aflojar ese lujurioso tronco que tiene cautivo en su mano. Nota como se contrae y como circula la sangre por su interior.

 

-Que calor mamá-   amablemente.

-Ay. perdona niña. No quería molestarte con el calor de mi amor-   irónica.

-No te enfades mamá, ya sabes que te quiero-   sintiéndose perversa.

-A ver si conciliamos el sueño pronto que mañana tengo muchas cosas que hacer-

 

    Mariela regresa a su pose boca arriba y sus blandas ubres se desparraman hacia los laterales gozando de la libertad que les otorga ese ancho camisón. Está muy cansada y se le va la mente por momentos. Mientras tanto Katia vuelve a pajear a Daniel quien consigue librarse del pánico que le otorgaba esa situación y contempla por primera vez las posibilidades que se le ofrecen. Discretamente mete su mano izquierda bajo el pijama de su hija para alcanzar esos gloriosos pechos adolescentes.

 

-La cabaña del árbol no es de madera-   murmura vagamente Mariela.

-¿De qué es?-   pregunta suavemente Daniel mofándose.

-D.De cartón mojado-   aun con una pronuncia más incomprensible.

 

    Katia a penas puede contener la risa mientras nota como mamá está perdiendo la conciencia entre delirantes ideas caducas. Los últimos vocablos de Mariela carecen ya de cualquier parecido con una palabra y su respiración se torna más pausada y profunda.

 

-¿Que pijama llevas cariño?¿es el de conejitos?-

-Adivina-   aún riéndose.

-A ver déjame que lo palpe...-  

 

    Daniel recorre los márgenes de esa algodonada tela adentrándose en ellos impunemente mientras su hija se da la vuelta para darle la espalda.

 

-¿Es el de Nemo?-   se aventura.

-!Ahp!¿cómo lo sabes?-   sorprendida.

-Me conozco tus pijamas al milímetro amor-   mientras babea su cuello.

-Y los camisones de mamá también los conoces?-   pícaramente.

-No me hagas esto, no me hagas esto pro favor-   murmura torturado.

-Yo no hago nada malo, yo soy soltera-   se defiende Katia.

 

    Daniel le aprieta los pechos mientras intenta abrirse paso tras esa negra melena para morderle la oreja.

 

-Toda tu eres mala, eres la tentación más malvada, eres el pecado encarnado-  

-¿Soy pecado?¿Y qué pecado soy?...¿La envidia?...¿La ira?...¿la gula?

-Siiií, la gula, porque estás para comerte-   se escucha depravado a sí mismo.

 

    Las largas inspiraciones de Mariela van adquiriendo carácter de ronquidos gradualmente mientras muy, muy cerca, al otro lado de la cama se van acelerando los movimientos cada vez mas legitimados por un sueño tan profundo y manifiesto.

 

-Dile a mamá que me prefieres a mi-

-Claro que te prefiero mi vida-   susurra.

-Nooh, díselo a ella-   abriendo un instante tan inmóvil que parece un fotograma.

-Mariela... tu hija me pone cachondo-   en voz baja.

-Nooh, eso no es lo que quiero que digas, además, tiene que ser más fuerte.

 

    Daniel duda durante unos segundos pero logra arrancarse con un nuevo intento mucho más intenso:

 

-Mariela... amo a Katia, amo cada milímetro de nuestra hija y me muero por hacerle el amor con toda mis fuerzas. La amo y la deseo más de lo que nunca te he deseado a ti.

-No vas a hacerme el amor papá. ¿Cómo se te ocurre? Soy tu hija-

 

    La niña juega al desconcierto pero Daniel no se deja amedrentar y lucha para bajarle ese pantaloncillo que se interpone entre ellos.

 

-¿Qué haces?-   molesta.

-Te voy a follar-   rotundamente.

-Ni lo sueñes. Como te pases grito y despierto a mamá-

-No serás capaz-   desafiante.

-Ah! !mamaá!-   en un tono que sobrepasa de mucho la broma.

-Sssshhhh-   pronuncia desesperado él intentando no alcanzar volumen.

 

    Mariela se inmuta contestando con un vocabulario incomprensible antes de caer de nuevo en una postura ligeramente diferente a la original.

 

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