miprimita.com

Aunque ni los mejores amigos cuentan los detalles secretos de su vida sexual, me atrevo con esta orgía de relatos eróticos, no autobiográficos, recopilados de internet, que han hecho de mi realidad una caliente fantasía.

El consolador

Tenía la costumbre de hurgarlo todo cuando estaba solo en casa. Busqué en su armario y allí estaban sus vestidos de fiesta, sus prendas íntimas, y una peluca que usaba a veces. Rebuscando en los cajones encontré algo que me sorprendió, un consolador-vibrador, blandito pero tieso como una auténtica verga.

Lo tenía todo para disfrutar como una mujer…

Sala X 

Me gustaba ir a cines donde proyectaban películas X. Eran salas totalmente oscuras donde casi solo había hombres, generalmente mayores que yo. Cuando me acomodaba, no tardaba en sentarse alguno en la butaca de al lado mío para rozarme y seguidamente ponerme la mano sobre el muslo. Yo no decía nada y me limitaba a seguir fingiendo ver la película. Luego, seguía desabrochando y bajándo la bragueta del pantalón para sacar mi miembro y comenzar a sobarme. Yo cerraba entonces los ojos y le dejaba hacer. En alguna ocasión me mastubaron dos a la vez, sentir varias manos acariciando mi polla y mis huevos me ponía muy excitado y no tardaba en correrme. Las primeras veces salí casi corriendo del cine, pero con la experiencia fuí quedándome más y solo me cambiaba de sitio para que otros volviesen a ocuparse de mí, a darme placer. Me encantaba, me daba mucho morbo que me tocasen hombres. 

Primera mamada

De vuelta a casa, un chaval algo mayor que yo me llamó y me pidió fuego. Recuerdo que, mientras encendía el cigarro, me quedé mirando su bulto donde se adivinaba una verga grande y gruesa. Entonces me dijo “¿Quieres que te la enseñe?”. Cortado, le dije que si y caminamos hasta un callejón próximo y solitario. Forzado pero sin oponer resistencia, me agaché, abrí la cremallera de su pantalón y saqué su imponente tallo. Era la primera vez que tocaba uno diferente del mío pero no me desagradó Lo tanteé entre mis manos, subí y bajé el prepucio unas cuantas veces, lo aproximé a mis labios  y comencé a chuparlo y lamerlo. Luego lo metí en mi boca, me entraba todo, llegaba hasta mi garganta, y lo mamé con ansias. Mal no lo hice porque él dejó escapar algún que otro gemido. Al final quiso correrse  en mi boca, pero yo me aparté, salpicándome la cara con su lefa. Se subió los jeans,  se despidió con un  sencillo  “chao…” y se fué. Ya en casa, duchándome y recordando aquella primera vez comencé a jugar con mi culo, metiendo un dedo, luego dos en mi ano. Me masturbé al mismo tiempo, acabando de forma inolvidable.

En la sauna

Ocurrió cuando por primera vez acudí a una sauna gay. Entré, y en el vestuario la gente se desvestía. Cuando me bajé los pantalones y quedé en tanga, tengo un buen trasero y me gusta enseñarlo, me miraron todos. Alguien dijo: “¡Vaya culo tienes, tío!". Me puse una toalla a la cintura y pasé adentro.

Primero fui a la barra del bar a tomar una copa y entonarme un poco, después salí a la aventura.  Encontré una sauna seca donde estaban tres o cuatro tíos dentro Así que entré, me tumbé boca arriba, abrí  la toalla y cerré los ojos. Me temblaba todo, no sabia lo que podría pasar… Alguien comenzó a acariciarme los muslos y le dejé seguir. Poco a poco y muy sensualmente me fue tocando todo… Luego empecé a sentir más manos que me sobaron y pajearon hasta que me corrí. Finalmente,  expandieron la leche caliente por mi cuerpo sudoroso.

Me dirigí a las taquillas y me duché. Más relajado decidí dejar la toalla y  pasearme totalmente desnudo. La expresión en la cara de los tíos al verme sin toalla fue genial. Yo sonreía y respondía con un contoneo de trasero. Me estaba poniendo otra vez muy, muy cachondo. Me di una vuelta por ahí y encontré el “dark room”, eso si que fue impresionante.  Estaba totalmente lleno de hombres tocándose y a mi, según me vieron entrar, unos cuantos me siguieron a ver donde iba. No se podía pasar de la gente que había, tenías que abrirte paso sintiendo las manos que te sobaban por todos los lados. Los había mamando, follando, pero yo sin cortarme pasaba por el medio. En un rincón me agarraron varios que me sobaron, me comieron la boca, la polla, el trasero... Me puse tan caliente que eyaculé abundantemente, salpicándoles con mi esperma.

La hortaliza

Me había quedado solo en casa y por la noche bebí un par de cervezas mientras  navegaba por internet. Encontré una pagina web con fotos y videos de transexuales y travestis haciendo sexo con hombres que me excitó muchísimo. Fuí a la cocina en busca de alguna hortaliza que se asemejara a una verga y encontré una zanahoria gruesa y larga. Con crema la lubriqué, también mi ano y comencé a deslizar, poco a poco, el  vegetal dentro de mi culo hambriento. Me dolía pero traté de relajarme y lo introduje lentamente hasta el final, hasta lo más hondo. Cuando el dolor se convirtió en placer, seguí haciendo “mete saca” a la vez que me masturbaba. Entonces sentí algo nuevo e indescriptible que hizo que me vaciase extasiado de gozo y satisfacción.

Fantasía…

“… De poseer al mismo tiempo a una mujer y a un hombre en el mismo cuerpo.”

El caso es que tengo la fantasía de liarme con una traviesa muy femenina. Una chica guapísima pero con sorpresa entre las piernas.

Me imagino la situación:

Me hace besarle lentamente sus pequeños pezones duros y lamiendo, bajo hasta el tanga transparente, de minúsculos hilos que lleva puesto. Me encuentro frente a su aprisionada polla que no es muy grande y la acaricio, la libero y tiento. Ella me coge del pelo y me obliga a chuparla. Timidamente le doy pequeños lengüetazos hasta que me decido y meto su glande en mi boca. Comienza a ponersele dura. No me suelta del pelo y de un golpe me introduce toda su verga hasta la garganta.

Después de un rato mamándosela, saboreando glotonamente su acre nectar preseminal, me incorporo y le doy un morreo entrelazando nuestras lenguas, mezclando las salivas.

Me siento en el sofá mientras ella se pasea de forma sensual por delante mío. Me enseña su imponente culo, su enhiesto miembro, sus colgantes testículos.

Sugerentemente, pasa lentamente sus dedos por su ano que, tras ensalivar, acaricia en círculos de lujuria.

Se arrodilla frente a mí y traga mi polla. Es toda una experta comiendola pero la obligo a parar, no quiero correrme sin haberla penetrado.

La tumbo boca abajo y ella separa las nalgas con sus manos. Me lanzo a comerle el agujerito rosado que exibe todo para mi. Le meto la lengua hasta dentro mientras le meneo la polla  y le agarro los huevos que tiene a punto de reventar.

Ya no aguanto más y, entre balbuceos y gemidos, empiezo a follar su culo prieto y acogedor, a la vez que le hago una paja.

Voluptuosamente, descargamos [email protected] dos.

Vueltas

Después del trabajo, regresaba tarde a mi apartamento, en alguna ocasión por una zona muy concurrida de prostitutas y traviesas. Callejeando, daba vueltas y más vueltas para verlas, bajo la luz de las farolas, con los brazos en jarras.

Vestidas con apretadas prendas muy femeninas, levantándose las faldas mostrando desvergonzadamente los glúteos, otras sus miembros, la curiosidad me llevó a acercarme a ellas y preguntarles cuánto cobraban. Luego, volvía a pasar una y otra vez tratando de reunir valor para invitar a alguna a subir al coche.

Una noche me decidí por fin y contraté los servicios de una joven y atractiva   pelirroja. Me condujo hasta una calle poco transitada y nada más parar el auto me besó en los labios. Era la primera vez y me resulto raro.

- Me llamo Lulú – me dijo - Pero antes de continuar, será mejor que me pagues - añadió.

Así lo hize y sin olvidar contar los billetes que yo ya llevaba preparados, los metió ordenadamente en el bolso.

Me lancé a los pechos duros de silicona y casi de inmediato metí la mano por debajo de su  falda... ¡Allí estaba su bulto comprimido en una minúscula braga!

- ¿Y tú, no te quitas los pantalonés? – Me espetó sin pudor.

Mientras me los bajaba, ella se quitó el tanga, separó las piernas y me ofreció su pequeño y medianamente erecto pene. Y comenzamos a masturbarnos mutuamente cuando me preguntó si quería penetrarla o si prefería un francés. Me decidí por lo último y me hizo una magnifica mamada, que no olvidaré nunca, mientras yo le acariciába su pitito.

Pese a que luego me sentía avergonzado, confuso, algo arrepentido, volví a repetirlo con cierta frecuencia. Hacía que me la chuparan, a veces las penetraba, otras, simplemente me masturbaba con ellas.

Andrea o yo

Nada somete tanto a un hombre como tener el pene de otro enterrado en el culo.

Ojeando los anuncios clasificados de un periódico, reparé en los servicios de una mujer madura especializada en servicios sado y de transformación. La llamé una mañana de sábado y le expliqué que quería ser dominado y tratado como una auténtica zorra.

Nos citamos en un hotel donde putas y trans ejercían de noche y tras una larga espera que me parecieron horas, llegó a la habitación.

Alta y esbelta, sin preambulos y en tono autoritario, me pidió que me desnudara y diese unas vueltas sobre mí mismo. Obedecí.

- Andrea, así te llamarás cuando estés conmigo - me dijo. Yo voy a ser Braulio, tu macho. 

Me hizo vestir con unas medias y un liguero rojos, un brassier a juego con rellenos y una peluca. Luego, me maquilló muy femeninamente. Ella solo se desvistió de cintura para abajo, y sobre su frondoso y peludo pubis colocó un arnes que sujetaba firme y amenazante un strap-on de color carne y tamaño considerable. Ya no cabían dudas de quien mandaba y quien obedecía

- ¡Ahora, con esta, te voy a follar! - exclamó. ¡Te voy a joder hasta que supliques que pare, pero no me importa!

Me tumbó boca arriba, las piernas sobre sus hombros y, sin contemplaciones, comenzó a cachearme energicamente las nalgas, me las pellizcó y las mordió.

 - Puta, perra, salida… - me insultaba.

Yo me dejaba hacer sin resistencia, me sentía su esclava. Luego, apartando a un lado de mi raja el hilo del tanga, me huntó el ano con abundante crema lubricante,  colocó su  verga postiza a la entrada de mi agujerito y la hundió hasta lo más hondo de mi. Grité inutilmente. Empezó a bombearme y me dolía, pero estaba gozando. Empujaba fuerte y rápido, frenéticamente. Luego me volteó, me puso en cuatro como una perra y de nuevo me penetró vigorosamente, agarrándome de la cintura para que no huyera.

Cuando paró y la sacó de mi, hizo que le mamara la prótesis que estaba llena de fluidos de mi ano. Me sentí humillado lamiendo aquella polla que me había cogído. Cuando le decía que parara me jalaba de la peluca y me gritaba

- No te quejes zorra, esto es lo que deseabas.

De nuevo me volvió a colocar con las piernas bién altas y me penetró, esta vez sin dificultad, de una única embestida. Ví como el miembro entraba y salía brillante y grande. Me levanté sobre mis dos puños para ofrecer más y más mi caverna y entonces empezó a empujar violentamente pidiendo que pronunciase su nombre

- Me matas Braulio, dáme más Braulio - le chillé.

Exhaust@ y con con el ano palpitante, hizo que se corría rociándome con yogurt que sacó por sorpresa. Me embadurnó todo el rostro como si fuera su esperma. Pringó la verga y me hizo lamerla hasta limpiar el último resto. Entonces, me sentí felíz.

Con Bárbara

La conocí respondiendo al anuncio de otro diario: "Linda travesti. Activa y pasiva, hago realidad tus fantasías sexuales.". La llamé, pregunté cuanto cobraba y quedamos en una hora.

Vivía en el centro de la ciudad, en un pequeño apartamento donde me recibió un muchacho que me preguntó si venía por Bárbara. Al asentir me hizo pagarle y luego pasar a un dormitorio con una cama desordenada en el rincón. Puso un DVD en el vídeo y se marchó.

Sin saber bien qué hacer me senté a ver la película, Jeff Striker le introducía su enorme pene a un jovencito. En eso, escuché correr el agua en el cuarto de baño. Luego se abrió la puerta y apareció ella. Bárbara era de mediana estatura y llevaba puesta una bata corta de seda que dejaba entrever sugerente lencería de color negro.  Algo en Bárbara no era igual a otros travestis con los que había estado en otras ocasiones, apenas tenía pecho y sus caderas no eran anchas.

- Hola cariño. ¿Todavía con la ropa puesta?  Desvístete... vamos...  – me dijo con una voz ronca y sugerente que me excitó aún más.

Obedecí de inmediato y vacilante, me desnudé. Luego se sentó a mi lado y me besó en los labios. Fue un beso húmedo y suave....

Empecé a acariciarle tímidamente. Abrió su bata y llevé mi mano a su entrepierna. "¡¡Oooohhh!!" no pude evitar exclamar cuando a través de la tela palpé su bulto duro como una piedra. ¡Tenía un hermoso pene erecto mucho más grande que el mío!

Nos besamos, acariciamos y restregamos el uno contra el otro mientras los gemidos de la película se mezclaron con los nuestros. Toqué su polla de venas hinchadas, la masturbé... Y Bárbara comprendió con rapidez lo que yo deseaba de ella. Con una mano me presionó de la nuca acercando mi rostro a su miembro y con la otra se agarró la verga para comenzar a frotarla contra mis mis mejillas y mis labios.

En un momento, empujó y su glande entró en mi boca. Sabía a sudor y a semen, y me la hizo chupar durante un buen rato. Nos tiramos sobre la cama, y aunque me ofreció sus nalgas, mis manos volvieron a su verga una y otra vez.

Se detuvo y se sentó junto a mi, su miembro emergía rígido de una espesa mata de pelos. Su  tamaño asustaba.

- Estás… muy bien... dotada... Bárbara… - logré balbucear.

Ella no respondió y solo tomó mi mano y me hizo acariciarlo una vez. Así, asumiendo definitivamente la actitud activa del encuentro, me preguntó:

-¿Trajiste preservativos?

 Asentí con la cabeza y torpemente saqué una tira del bolsillo de mi pantalón que estaba en el suelo. Extraje uno del envoltorio, se lo alcancé y se lo puso con rapidez y seguridad experta. Entonces me volteó boca abajo y comenzó a refregar su pene por mis nalgas...

-Por favor... por favor... ponte... crema… - le pedí.

Me puse de rodillas ofreciéndole mi ano y sentí deslizar su miembro lubricado entre mis glúteos. Sentí la fría viscosidad de la crema, la textura resbaladiza del látex del condón, la dureza de su miembro apuntándome con certeza.

-Por favor, házmelo despacio, la tienes tan grande…

Mi grito de dolor cortó la frase cuando Bárbara me la clavó sin miramientos. Sentí mis esfínteres abrirse, separarse mis carnes, distenderse mi recto, cuando aquella polla punzante se hundió en mi cuerpo sometiéndome.

- ¡Más despacio, más despacio! - exclamé una y otra vez...

Pero Bárbara seguía follándome brutalmente... Me reventaba sin pudor... se había olvidado de mí... y sólo buscaba su propio placer moviéndose dentro mío como si yo solo fuera su juguete, solo un agujero para saciarse. Me bombeó con fuerza, me la metió y sacó toda, la revolvió adentro...

-¡Bárbara... Me corroooooooo! – grité entre espasmos.

Sin embargo, élla siguió penetrándome...

- ¡Sácamela, sácamela... ya acabéee! - le supliqué.

-¡Pero yo, todavía... nooo! – me respondió.

Y siguió entrando y saliendo de mi cuerpo por un tiempo interminable hasta que se corrió y eyaculó dentro de mí...

Él no lo sabe...

 … Pero esta velada va a ser mi amante. Depilaré todo mi cuerpo, el pubis incluso para que mi piel resulte femenina y suave. Me vestiré con la lencería más sexi y un vestido ajustado con rellenos en las tetas. No pienso olvidar ni un detalle, llevo toda la semana pensando en ello. Lo tengo todo listo para la 'ceremonia': mis sábanas negras están limpias y planchadas, mis vibradores cargados, mis lubricantes repuestos, mis preservativos en el cajón de la mesilla de noche. Y dos velas encendidas para poder disfrutar del tacto de la piel en la penumbra, mi cuerpo listo para el sexo y el sexo preparado para lo que venga...

Me apetece mucho que hoy me rindan pleitesía, mi pene me sorprende con erecciones intempestivas.

El es moreno, alto y elegante. No le conozco bién, pero la primera vez que nos vimos cruzamos complices miradas.

Nada más verle, voy a decirle lo que espero de él, y se que no me va defraudar. Con absoluta complacencia, no pienso protestar, meterá la mano por debajo de mi falda en busca del calor que hay entre mis piernas. No le impediré arrodillarse ante mi pubis, que me coma ahí lo que quiera, no seré yo quien le quite el caramelo de la boca. Que me acaricie como más le guste, que me desnude, que me manosee, que me lama, que me chupe, que me muerda… y que se deje comer, acariciar, desnudar y sobar él. Pero no voy a dejar que me folle en el salón… o si, qué más da, lo que deseo  es que que me tumbe, que me abra las nalgas con sus manos y se cuele dentro de mi cuerpo.

Make sex, not war