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Ardiente

en MicroRelatos

Estar cerca suyo me provocaba una intensa excitación. Muchas veces, cuando me masturbaba a solas en mi habitación, contigua a la suya, le imaginaba desnudo, disfrutando de mis besos y caricias. A veces soñaba que, abrazados los dos, me penetraba lentamente y luego follaba con divina y experta pasión.

Hoy me dijo:

- ¿Me das un masaje? He tenido un día muy intenso y me sentaría estupendo para relajar todos los músculos...

Aquello ha despertado de nuevo en mi fantasias aletargadas y sin dudarlo le he ofrecído tenderse sobre mi cama y ayudado a desnudar casi por entero su cuerpo. En aquél momento, habría arrancado toda mi ropa y lanzado sobre él para abrazarlo, besarlo y gozarlo. Pero complacientemente he empezado a extender sobre su piel cremosos aceites que han inundado el ambiente con sus aromas.

En la penumbra del dormitorio, con los ojos entreabiertos, el miraba como mis manos recorrían delicadamente su cuerpo terso, poniendo mucha atención en sus rígidos hombros, su pecho sin vello, sus pequeños y repingones pezones, su liso vientre…

Hasta que con movimientos sinuosos, por debajo de la minúscula toalla, he ensortijado mis dedos con los rizos de su vello rígido y, poco a poco, me he abierto paso hasta la raíz de su sexo.

Luego lubricándolos, he amasado sus testículos prietos y acariciado su pene ya magníficamente erecto. Y subiendo y bajando lentamente la piel del prepucio, he descubierto su majestuoso y brillante glande, haciéndolo aparecer y desaparecer, relucíendo como una joya en mi mano, hasta que entre espontáneas convulsiones, como el volcán erupciona, han emanado chorros de abundante, espesa y caliente lava.

Ardiente,  no he podido resistirme y he acercado mi boca a su boca. Y le he besado, dándole el beso más apasionado que jamás he dado a nadie, él apretando mis manos.

Make sex, not war.