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Hoy he vuelto a soñar con ella.

en Sexo Anal

Al principio de conocernos, cuando nos comíamos haciendo un sesenta y nueve, comenzamos a introducirnos los deditos en el ano el uno al otro, a meterlos y a sacarlos hasta corrernos como nunca antes lo habíamos hecho.

Fueron tan placenteros los orgasmos que tuvimos ambos, que incorporar este modo de hacer a nuestras relaciones no nos costó la más minima disputa. Era fantástico cuando ella se venía, cuando las contracciones de su anillo casi cortaban la circulación de mis dedos, cuando entonces yo me corría en su boca, tragándolo todo, ella hasta la última gota de mi semen, yo su abundante flujo.

A raíz de esto y como es bastante dominante, compartímos los juguetes que ella aportaba de su vida anterior, entre ellos un arnés con dildo de tamaño afro, con el que me dió muy pero que muy bien.

Sabía perfectamente como hacerme el amor y casi siempre terminábamos follando salvajemente, ella arrodillada encima mío, de tal forma que, en la excitación, mi miembro parecía ser suyo.

Hoy he vuelto a soñar con ella:

No sabía donde estábamos pero me hacía lamer sus pechos, luego sus pezones duros como piñones, para después bajar lentamente, besándole, hasta el minúsculo tanga de transparente tela y finos hilos que ya solo le quedaba puesto.

 

Entonces me he encontrado con su aprisionada polla que he liberado mientras me cogía del pelo mesándolo.

Dándole pequeños piquitos primero, he metido su glande brillante y húmedo en mi boca y luego, poco a poco, la he tragado entera toda ella hasta lo más hondo.

 

Después de un rato saboreándola glotonamente, nos hemos incorporado y dado un largo y lascivo morreo, los labios bien abiertos, entrelazando nuestras lenguas, mezclando nuestras abundantes savias.

 

Entonces se ha levantado magnífica y paseado desnuda de forma sensual por delante mío. Me ha enseñado su imponente trasero y pubis sin vello, su enhiesto miembro, sus colgantes testículos.

 

Y yo no me he podido resistir... Y agarrándole de las caderas la he girado y luego he tumbado boca abajo. Separado delicadamente las nalgas duras con las manos y lanzado ansioso a comerle el agujerito que casi he logrado penetrar.

 

Cuando ya no aguantábamos más, entre balbuceos y gemidos que susurraban nuestros nombres oníricos, he empezado a follar con tremenda pasión su culo palpitante y prieto, a la vez que ella se hacía una suave pajita…

 

Y nos hemos despertado fundidos en un abrazo, los dos mojados.