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Atracción 5.

en Hetero: Infidelidad

Atracción 5.

Ha pasado mucho tiempo desde el último relato. Os pondré al día: ya no estoy con mi novio, Sergio y hace mucho que no veo a Héctor. Mucho, hasta la semana pasada…

Por fin acabé el instituto y me gradué. La graduación fue una fiesta por todo lo alto, con comida y barra libre de unas 12 horas. Pero nunca pensé que además de la graduación me pasaría algo tan excitante.

Comenzaré por presentaros a alguien nuevo. Se llama Edu y va a clase conmigo. Siempre hemos sido amigos pero desde que estoy soltera nos llevamos mejor. Es un chico muy mono y tiene muy mala suerte con las chicas (aún no sé porqué). El caso es que ese día iba más guapo de lo normal, con traje de chaqueta y corbata. En cuanto lo vi pensé en que no me importaría nada tirármelo.

En el restaurante me senté frente a él y estuve echándole miraditas durante toda la comida. Él es algo cortado y simplemente me dijo que iba muy guapa. Llevaba un vestido rojo con encaje en la cintura y unos zapatos negros a juego. Se ajustaba a mi pecho y realmente me favorecía. Yo intenté tontear con él pero no sé si por vergüenza o porque no se dio cuenta no me siguió el rollo. Algo decepcionada, descarté la idea de hacer nada con él.

Ya en el bar, empecé a pedir copas y en seguida me afectó. Hacía meses que no bebía y el hecho de no tener que pagarlas hizo que no me controlara. Me acerqué a Edu y me puse a bailar con él. Esta vez sí me siguió el rollo, seguramente porque él también estaba bastante borracho. Sin pensarlo mucho lo saqué del bar y nos dirigimos a un portal. Le besé de improviso y se quedó quieto. Temí que le hubiera molestado, pero dos segundos después me correspondió. Poco a poco los besos iban subiendo de intensidad, pero él apenas me tocaba el culo. Decidí tomar yo la iniciativa y le metí mano.

-          ¿Qué haces? Aquí nos pueden ver.

-          ¿Qué más da? Solo te estoy acariciando.

-          No, en serio. Me gustas pero hacer esto así…

Quizás tenía razón, pero yo en ese momento estaba muy cachonda y me molestó bastante.

-          Vale, déjalo. La culpa ha sido mía desde luego…

Me fui dejándole con la palabra en la boca al bar de al lado, no quería entrar al bar donde estaban todos los de mi clase y que me preguntaran, era bastante humillante decir que me habían dejado a medias.

Como era de esperar, aquel bar estaba bastante vacío así que me acerqué a la barra y pedí una copa. Mientras el camarero me servía, al principio dudando de si ponérmela o no debido a que no me encontraba muy lúcida, me agarraron de la cintura.

-          ¡Pero si está aquí mi amiga Lucía!

Me giré, reconociendo la voz. Era Raúl. Se trataba de un chico que ya había rechazado en varias ocasiones cuando estaba con Sergio. Es feo y bastante gordo, además de imbécil.

-          ¿Qué quieres, Raúl?

-          Pues… Me he enterado de que ya no tienes novio… Y con ese vestidito que me llevas… Estas muy guapa hoy.

Se notaba que él estaba muy borracho, pero yo también, porque recuerdo que ni siquiera le aparté la mano de mi cintura.

-          Gracias Raúl.

-          ¿Qué haces aquí tan sola? ¿No es tu graduación hoy?

-          Sí, pero me he enrollado con un chico y me ha dejado a medias y aquí estoy, ahogando las penas.

No sé por el alcohol o porque necesitaba desahogarme, pero se lo conté directamente. Él no tardó ni un segundo en acercarse a mi oído y, besándome el cuello, decirme:

-          Yo si me dejaras me pasaría la noche comiéndote el coño.

Si esa frase me la hubiera dicho Edu, me lo habría follado allí mismo, pero Raúl no me atraía para nada. Cuando lo intenté apartar se lanzó a darme un beso pero conseguí esquivarle.

En ese momento me di cuenta de que el rato que llevábamos hablando había entrado bastante gente en el bar, y nadie notaba mis esfuerzos por apartarme de Raúl. Hasta que de repente, lo vi. Os juro que me sentí como la típica princesa rescatada por su caballero.

-          Lucía, cuánto tiempo.

Raúl se apartó al momento al escuchar a Héctor.

-          Héctor, joder. Menos mal que has venido. Raúl…

-          Tú chaval, ¿eres tonto? ¿No ves que no quiere nada contigo? Lárgate.

Raúl ni siquiera le miró. Se fue bruscamente tropezándose con un par de personas que se cruzaron a su paso.

-          Joder Héctor, te debo una.

-          Y ahora mi pregunta es… ¿Qué hacías con él? –dijo fijándose por primera vez directamente en mi.

-          Pues… El imbécil, supongo. Estoy demasiado borracha como para saberlo –le contesté riéndome.

-          Anda ven, vamos a tomar el aire fuera.

Me sujetó por la cintura y me ayudó a andar porque no hacía más que tambalearme gracias a los tacones y a la gran cantidad de vodka que llevaba en sangre.

No recuerdo mucho de esa parte, solo que llegamos al mismo parque donde acabamos haciéndolo encima de un banco. Me acordé de eso y me puse cachonda. Le conté entre balbuceos lo que me había pasado esos meses, la mala suerte que tenia con los chicos y lo mucho que echaba de menos echar un buen polvo. Ante esto último, Héctor se rió.

-          ¿Me estás diciendo que desde el último polvo que echamos en tu casa antes de que llegara tu ahora exnovio no has vuelto a follar?

-          Exacto. Lo dejé poco después con Sergio y como no te he vuelto a ver…

-          He estado muy ocupado. Ahora tengo novia.

Se me cayó el mundo a los pies. ¿Héctor con novia? Inexplicablemente me entró un ataque de celos y rabia.

-          Joder. No sé qué decir. Desde luego, no te diré que me alegro. ¿Y la quieres?

-          Lo bastante como para no querer engañarla, si es lo que estas pensando.

Pues sí, era lo que estaba pensando. Y lo que hice a continuación se lo tengo que agradecer a la borrachera que tenía. Me puse en pie y tiré de la cremallera lateral del vestido hacia abajo. Moví suavemente la cadera y el brillante trozo de tela rojo cayó al suelo. Ni siquiera me importó que alguien pudiera verme en ropa interior.

Héctor se quedó quieto, recorriéndome el cuerpo con la mirada. Me puse a horcajas encima suyo y acerqué mis labios a los suyos. Me restregué en su ya prominente erección y le dije al oído:

-          Fóllame como solo tú sabes.

Héctor resopló y me besó, mordiéndome el labio. Gemí cuando me soltó el sujetador y me pellizcó un pezón. Sus labios sobre mi cuerpo me ponían la piel de gallina. No notaba frío ni a nadie alrededor exceptuándolo a él. Después de tanto tiempo… Le había echado mucho de menos.

Sus manos recorrían todo mi cuerpo y nuestras lenguas, nerviosas, luchaban entre nuestros labios. Conseguí desabrocharle el cinturón y él me tumbó en el suelo encima de mi vestido. Me quitó el tanga, que era la única pieza de ropa que aún me cubría el cuerpo y sacó un condón del bolsillo. Yo se lo quité de las manos y le saqué la polla que estaba dura y muy caliente. Le di un par de lametones que le provocaron  un escalofrío y le puse el condón con la boca. Todos los efectos del alcohol se me habían pasado, en ese momento solo existíamos él y yo.

Volví a tumbarme y me metió un dedo para lubricarme, aunque no hizo falta porque estaba bastante mojada. Colocó su polla a la entrada de mi coño y empujó, pero sentí una punzada de dolor.

-          Ten cuidado, lo tengo algo cerrado, ya te he dicho que hace mucho que no lo hago.

-          Tranquila…-dijo besándome para relajarme.

Volvió a hacer presión y esta vez sí consiguió meterla. Avanzó despacio hasta meterla entera. Me sentía llena completamente. Solté un gemido de satisfacción cuando Héctor empezó a moverse.

-          Joder, es verdad que estás apretada. Que gusto me está dando- Y, acariciándome el clítoris, me dijo: 

-           Me pones mucho más que mi novia.

Esta frase, junto a que aceleró sus embestidas, hizo que me corriera, notando como me empapaba entera.

Héctor redujo el ritmo y comenzó a meterla y a sacarla entera lentamente, mientras yo gemía de placer.

-          Lucía, si sigues así nos puede oír alguien.

-          Me da igual –contesté sin parar de gemir.

Me giró y me hizo ponerme  cuatro patas. Entró a la primera, ya estaba totalmente dilatada, y siguió follándome sin importarle que nos pudiera ver alguien. Yo me apoyaba en el suelo para soportar sus embestidas y él pellizcaba los pezones y me agarraba los pechos mientras me manejaba a su antojo.

-          Déjame correrme dentro, por favor.

Yo asentí, y Héctor se quitó el condón. Me la volvió a meter y, soltando un suspiro de placer, me empezó a embestir con todas sus fuerzas, llegándome hasta el fondo. Héctor se corrió, y yo, al notar su semen dentro de mí, acabé también.

Nos levantamos en silencio y me llevó a casa. Era de día y yo estaba muy contenta por haber celebrado como se merece mi paso por el instituto.