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Violación... ¿consentida? (1)

en No Consentido

Miré al espejo una vez más y suspiré. Definitivamente, este verano me había pasado factura, había ganado un par de kilos aquí y allá. Tampoco es tan exagerado, pensé. Mirándolo por el lado bueno, había ganado una talla más de sujetador. De hecho, por eso estaba allí, decidiendo que sujetador comprar.

Siempre he sido una chica que ha tenido problemas con su cuerpo, a pesar de nunca llegar a estar gorda, siempre me ha molestado tener un poco de barriguita y un culo a mi parecer demasiado grande.

Salí del cambiador y mi novio sonrió al verme.

-       ¿Ya estás? ¿Por cuál te has decidido al final?

-       Pues... por el rojo y el negro, al final me llevo los dos – contesté riendo.

David me sonrió, con esas arruguillas en los ojos que me gustan tanto y me acompañó a la cola. Allí había un par de chicas delante de mí guapísimas, con un cuerpazo espectacular y no creía que tuvieran más de 17 años. Miré a mi novio esperando cazarle con la mirada puesta en uno de los culos de las muchachas, pero cuando me giré me estaba mirando a mí.

-       ¿Qué miras? -dije sonriendo.

-       A la novia tan guapa que tengo. -contestó cogiéndome de la cintura.

Sonreí para mí. Él siempre era así, estaba segura de que me quería con toda su alma.

-       ¿No crees que he engordado demasiado?

El me miro como si estuviera loca.

-       Cariño, estas perfecta. Tienes unas tetas que me vuelven loco, que yo creo que es lo único que te ha crecido, si ya las tenias grandes… jajaja.

-       Además -continuó- ese culito respingón y esa cinturita... no sé de que te quejas, si tienes unas curvas que ya les gustaría a muchas.

Le miré halagada y me dejé dar un par de besitos en el cuello mientras la dependienta guardaba los dos sujetadores en la bolsa. Quizás David tenía razón, y no tenía que tener una talla 34 para estar guapa.

-       Te voy a comer el coño en cuanto lleguemos a casa. -dijo en mi oído según salíamos de la tienda.

Me recorrió un pequeño escalofrío y me reí.

-       ¡Bruto!  -le contesté en bajito.

De bruto nada, me moría de ganas.

Como podéis ver, mi vida era totalmente normal. Iba a la universidad, quedaba con mi novio siempre que sacaba un hueco y él podía venir; ya que vivía a una hora de mi ciudad, salía de fiesta con mis amigas y poco más. Pero una noche mi vida dio un giro de 180º.

Esa noche era el cumpleaños de Natalia, una de mis compañeras de piso. Hacía más de un mes que no salíamos a causa de los exámenes y las dos, junto con Andrea, nuestra otra compañera, nos moríamos de ganas de despejarnos un poco.

Me arreglé especialmente para esa noche: Pantalones vaqueros negros ajustados, body muy escotado y sandalias con tacón. El pelo siempre lo llevo suelto, me llega hasta la cintura y en ese momento era de color granate oscuro. Me maquillé con sombra oscura, algo de colorete y los labios rojos. Me encantan mis labios, gruesos y gorditos. Perfectos para morder dice David. Resumiendo, me veía guapísima esa noche.

Fuimos a uno de los bares de moda, ya sabéis: música alta, gente bailando pegados… Habíamos bebido antes de salir de casa (la economía del estudiante no daba para más) y ya íbamos las tres algo borrachas. Se nos acercaron un par de grupos de chicos para invitarnos a algo, como siempre, pero les rechazamos. Aquella noche era de las tres.

De pronto alguien me tocó por la espalda y me giré sorprendida.

-       Edu! -le reconocí de inmediato.

Edu era uno de mis mejores amigos. Ex mejores amigos en realidad, y aunque era 5 años mayor que yo, nos llevábamos genial. Cuando empecé con mi novio nos fuimos distanciando, sobre todo cuando me enteré de que David y él eran amigos. Siempre hubo gran tensión sexual entre nosotros, y supongo que por eso fuimos perdiendo el contacto. Si cuando éramos amigos era guapo, ahora estaba increíble.

Ojos verdes, moreno, musculado y con una sonrisa arrebatadora. Mientras recordaba todo lo que habíamos vivido, me cogió de la cintura y me dio dos besos de improviso.

-       ¡Cuánto tiempo!  – me dijo cuando se apartó. – Que guapa estás.

-       Gracias Edu, me gustaría decir lo mismo, pero…- Dije riéndome. Si él supiera…

Le presenté a mis amigas (no faltó el típico codazo de Natalia diciéndome que estaba buenísimo), y decidimos irnos a otro bar y tomar algo con él y ayudarle a encontrar a sus amigos, que los había perdido.

Gracias al alcohol volví a coger confianza con él en seguida y hablamos de todo, incluido de mi novio, de cuando éramos amigos, de que era una pena haber perdido el contacto… mientras tanto Edu apenas disimulaba ya cuando me miraba las tetas y yo no perdía detalle de sus musculados brazos cuando los agarraba en algún momento de la conversación.

No me malinterpretéis, quiero a David. Pero la atracción sexual entre Edu y yo era evidente, así que salí a tomar el aire, me fumé un cigarro y decidí que la mejor opción era irme a casa, por mucho que tuviera el tanga mojado y unas ganas de follar increíbles.

Entré de nuevo al bar y me despedí de mis amigas, que estaban muy cómodas hablando con Edu.

-       ¿Te vas ya?  -dijo éste sorprendido.

-       Si... estoy cansada y… -me muero por follarte- mañana madrugo para coger un bus e ir a ver a David.

-       Espera, que te acompaño. -contestó él levantándose.

-       No de verdad, si voy en taxi…

-       Bueno, pues te acompaño al taxi.

Yo no le podía decir que no, estaba demasiado borracha para pensar. Al salir me tomó de la cintura y acercó mi cara a la suya, con intención de besarme. A mí me quedaban aun algunas luces y me aparté.

-       Por favor Edu... David... No puedo.

-       Joder Lucía, lo deseas tanto como yo – me miró medio enfadado.

-       No es no, punto – le contesté.

Edu resopló, soltó un “vale” y me deseó buenas noches, no sin antes agarrarme del brazo y susurrarme:

-       Si te dejaras, te haría cosas que ni te imaginas, porque sé que no eres como las demás.                                

Subí rápido al taxi, que ya había llegado, y antes de dormir me masturbé dos veces.

Era viernes por la mañana y me desperté con una resaca increíble. Me senté en la cama mientras ponía una mano en mi cabeza y recordando lo que pasó anoche. De pronto me di cuenta de la luz que entraba por la ventana. Cogí el móvil asustada, las 3 de la tarde. Y 16 llamadas perdidas de David. Pobre… se suponía que llegaba a las 10 de la mañana. Le llamé.

-       ¡Cariño! Joder lo siento muchísimo, me quede dormida…

-       Tranquila anda… solo estaba preocupado de que te hubiera pasado algo. Pero… tenía ganas de verte – dijo algo decepcionado.

-       Lo siento David, de verdad… ¿El lunes libras también no? Pues me salto la uni y voy a verte, te compenso, lo prometo.

-       Vale cariño… el lunes te veo entonces. Puedes seguir durmiendo hasta entonces si quieres -dijo riéndose.

-       ¡Tonto! Jajajaja. Luego hablamos amor.

Colgué, me tumbé en la cama y suspiré. Revisé el whatsapp, tenía 12 mensajes de David, uno de mi madre y… ¿dos de Edu?

Inmediatamente entré en la conversación.

Anoche lo pasé genial contigo, te echaba de menos.

Perdón por despedirme así, estaba muy borracho

 Yo también lo pasé genial

No te preocupes, fue una noche rara para todos

¿Haces algo esta noche?

Me mordí el labio. Pues no, no hacía nada. ¿Era malo quedar con él? Hoy no íbamos a beber… si anoche me controlé, hoy podía hacerlo también.

Pues nada en especial la verdad jaja

Te vienes a mi piso a cenar?

Luego salimos a dar una vuelta si quieres

Vale! Dime por dónde vives y me paso

Sobre las 9 o asi? Llevo yo las pizzas

Vale, genial

Luego nos vemos 😊

Tranquila Lucía, unas pizzas, un par de cervezas y a tu casa. ¿Por qué estaba tan nerviosa?

Se me hicieron las horas eternas hasta las ocho y media que salí de casa. Me había pasado una hora decidiendo que ponerme. Al final había sido unos vaqueros, una camiseta de mancha corta con algo de escote y una sudadera porque en la calle hacía frío. No quería llamar la atención.

Cuando llegué, llamé al timbre y subí en el ascensor. La puerta estaba abierta, así que entré. Ahí estaba Edu en el sofá, con una camiseta negra d manga corta ajustada que le quedaba como un guante y unos pantalones de chándal. En seguida me percaté de que no pensaba salir.

-       ¡Qué bien huelen! – exclamó cogiendo las dos cajas.

Le sonreí y me senté en el sofá donde estaba él cando llegué.

-       ¿Y tus compis de piso?

-       Solo vivo con uno y se ha ido con la novia a pasar el finde fuera.

Eso tendría que estar haciendo yo, pensé.

La cena transcurrió con normalidad, todo risas y recordando momentos juntos.

-       ¿Bueno que, y David te folla bien?

-       Pues claro que me folla bien -contesté riéndome. Ese tipo de conversaciones eran normales entre nosotros.

-       ¿Y… te folla como a ti te gusta?

Le miré fijamente. Sabía a lo que se refería.

-       A él no le van esas cosas – contesté apartando la mirada.

-       Lo imaginaba. Entonces no estas satisfecha del todo.

Había dado en el clavo. Era el único que sabía el tipo de fantasías sexuales que yo tenía. Y aunque el sexo con David estaba bien, no me sentía completa.

-       Edu por favor… - le dije esperando que cambiara de tema.

No dijo nada y decidí que era buen momento para ir al baño. Al levantarme él se levantó también, y en menos de un segundo me agarró del cuello, poniéndome contra la pared, y me tapó la boca.

-       Shh… tranquila -dijo con una voz grave y calmada.

Le hice caso, aunque el corazón me iba a mil.

Quitó la mano de mi boca, me hizo dar media vuelta y cogiéndome ambas manos las puso encima de mi cabeza. Con la otra mano me azotó. Una, dos, hasta cinco veces. No dije nada, pero mi tanga se mojó de inmediato.

Buscó el botón de mi pantalón y bajó la cremallera. Lo bajó hasta la rodilla y me dio otros cinco azotes. Ahí sí gemí, estaba increíblemente excitada. Volvió a darme la vuelta y me cogió la cara, obligándome a mirarle.

-       Esto es lo que quieres Lucía. Quieres que te usen, que te traten como una perra, que te humillen.

No pude aguantar más, estaba enfadada por lo que me acababa de decir.

-       Eres un gilipollas, no tienes derecho a tratarme así.

-       No, -contestó- pero lo haré de todos modos.

Metió su mano por dentro de mi tanga y comprobó lo que ya se imaginaba: que estaba mojada.

-       ¡Si estas empapada! ¡No puedes decirme que no te gusta!

Aparté la mirada, avergonzada, mientras notaba dos de sus dedos acariciar mi clítoris. No quería que me tocara, pero mi cuerpo actuaba involuntariamente.

-       Joder, que cachondo me estas poniendo. No puedo más. Ponte de rodillas.

-       Ni de coña

Edu me dio un guantazo que vi las estrellas.

-       He dicho que te arrodilles, zorra. Y por si no te habías dado cuenta, quiero que me la chupes.

Saqué su polla del pantalón, que estaba totalmente dura; y la metí en mi boca despacio.

-       Joder me moría por probar tu boquita. Mírame, perrita.

Le miré a los ojos mientras se la comía. Despacio, saboreándola, tragándomela hasta el fondo. A Edu no le parecía suficiente y, cogiéndome la cabeza con las manos, empujó para tener el mayor tiempo posible su polla en mi garganta.

-       ¿Tu novio no te folla esa boca que tienes?  -dijo excitado.

Se me cayeron un par de lágrimas, no sé si de humillación o a causa de las arcadas. Cuando me empecé a ahogar me soltó, pero solo para que cogiera aire. Comenzó a follarme rápido la boca mientras a mí me resbalaban hilos de saliva por los labios.

-       Trágatelo todo como una buena puta – dijo de repente.

Note cuatro chorros calientes y espesos en el fondo de mi garganta. Edu todavía agarro mi cabeza unos segundos más para asegurarse de que me lo tragaba todo.

Me apoyé contra la pared, mientras intentaba recuperar el aliento. Tenía los ojos llorosos y me ardía la mejilla donde Edu me había abofeteado. Y el coño, el coño también me ardía. Pero por otro motivo.

Edu me miraba fijamente. Se agachó, poniendo su cabeza a mi altura y me acarició la mejilla donde me había pegado.

-       Estás aún más guapa con el rímel corrido – y me besó.

No correspondí al beso, pero tampoco me aparté. Solo quería irme de allí. Me sentía mal por David y conmigo misma.

De pronto Edu me cogió en volandas y me llevó a su habitación. Yo ni si quiera intenté escabullirme, me dolía demasiado la cara aún.

-       ¿Por que no le dejas y vienes conmigo?  -me dijo una vez que estábamos sentados en su cama.

Sonreí con ironía.

-       Me acabas de follar la boca en contra de mi voluntad. No creo que fuera una buena relación, hijo de puta.

Él apretó la mandíbula. Le había cabreado. De un empujón me tumbó en la cama y rompió mi camiseta. Soltó mi sujetador y se lanzó a chupar mis pezones. Solté un pequeño gemido.

-       Joder Lucía, vaya tetas tienes. Me encantan. Y a ti te encanta que te muerda los pezones, aunque gires la cara.

Si, si me gustaba. Pero no así. Habría preferido engañar a David por mi propia voluntad que hacerlo así. Sollocé.

-       Por favor Edu… Déjame ir y no diré nada a nadie, lo juro. Pero no me hagas nada más…

-       Ay Lucía… si me suplicas me pones más cachondo. Pero cállate y déjate hacer, porque te voy a follar si o si. Por las buenas o por las malas. Tú sabrás.

Dicho esto, me quitó el tanga, que era lo único que me quedaba puesto. Metió dos dedos en mi coño sin previo aviso y los empezó a mover, mientras con el pulgar acariciaba mi clítoris y me mordía los pezones.

No podía evitarlo, estaba muy cachonda. Gemí e intenté apartarle en vano, porque cada vez que lo hacía me mordía demasiado fuerte. Alguna vez pensé que me los arrancaba.

-       No aguanto más – dijo en un susurro mientras se sacaba la polla y la ponía a la entrada de mi coño.

La movía arriba y abajo pero no me la metía, y eso solo conseguía ponerme más cachonda.

-       Pídemelo, Lucía – me dijo muy excitado.

-       Métemela. ¡Joder, métemela!  – gemí.

Y eso hizo. La metió de un golpe. Y como estaría de mojada que no me dolió. Comenzó a embestirme fuerte, y yo no paraba de gemir. Joder, tenía el coño empapado. Me la sacó de repente y le miré. Adiviné lo que quería poniéndome a cuatro patas.

-       Por favor -le dije- ten cuidado, que la tienes grande y esta postura me va a doler si me la clavas hasta el fondo.

No sé para qué dije nada. Eso le puso mucho más cachondo y me dio tan fuerte que pensé que me iba a partir. mis pezones se endurecieron y me corrí. Tuve un orgasmo increíble, pensé que no se acababa. Mientras, el no bajaba el ritmo de la follada. Me azotaba fuerte, me insultaba y notaba su polla en mi útero.

-       ¡Joder, joder, me voy a correr, toma polla puta!  – gritó mientras me agarraba del pelo y me follaba aún más fuerte.

A mí se me nubló la vista mientras notaba como su semen me llenaba entera. Edu la sacó mientras yo seguía en la misma postura, respirando entrecortada.

-       Eres un bruto – le dije en un pequeño gemido mientras sentía su semen saliendo de mi coño.

Noté como sin decir nada metía un dedo dentro de mi recogiendo su corrida y lo volvía a sacar. Repitió la operación varias veces y aumentó el ritmo. Gemí suave, retorciéndome de placer. Si seguía así me iba a correr otra vez, y no quería. Se suponía que aquello era en contra de mi voluntad, no tendría que gustarme.

-       Eres como una gatita en celo, siempre pidiendo sexo.

En ese momento me corrí de nuevo, ahogando mis gemidos contra la almohada y odiándome a mí misma.

Me giré y le vi sonriéndome con el móvil en la mano. Mierda, me había grabado. Estaba jodida.

-       Eres una chica lista – dijo sonriendo- pero yo lo soy más. Y a partir de ahora serás mi putita, quieras o no. Aunque sé que, en el fondo, quieres.

Y en el fondo, quería.