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Degradacion voluntaria

en Sadomaso

Les dire que soy una persona normal, en mi vida no me había pasado nada extraordinario, soy separado, tenía algún que otro rollete, pero nada serio, mi trabajo,  y mis

aficiones, de lo más normales, me absorvian todo el tiempo. Salía de vez en cuando con amigos, amigas, etc., pero nada fuera de lo corriente.

Aquél año, cogi las vacaciones de verano, muy pronto, y deje una semana  para Septiembre. Fuí a tierras mañas, en vacaciones, y la semana que me quedaba proyecte

quedarme en Madrid, para ponerme al día en mis lecturas y mías películas, de las que soy coleccionista.

Una tarde de la  mitad de la semana de mis vacaciones, un poco saturado de ver cine, salí a darme un paseo por mi ciudad, me sente en un parque público del

centro, otras de mis aficiones, me gustan ver y observar a la gente en sus quehaceres o en sus paseos despreocupados.

 Suelo sentarme normalmente en la misma zona del parque, no muy lejos de la salida. Hacía todavía calor, y todo estaba muy tranquilo, con poca gente y poco ruido,

 esto último me encanta, pués mi trabajo, como enfermero de un hospital, me genera mucho estres. Como decía, no había casi nadie en los bancos sentados, por no

 nadie, por lo que me extraño, que una mujer de mediana edad, de  buena presencia, y arreglada se sentase en el mismo banco, aunque en la otra punta del mismo.

 Yo no miraba a nada en concreto, pero me sentía observado por esa mujer. Al cabo del rato, me pidio fuego para encenderse un cigarrillo, yo la dije, que no fumaba, que

no había fumado nunca en mi vida, y que me sentía muy bien por ello. Entonces pidio fuego a un señor que iba fumando y que pasaba frente al banco en que estaba-

mos sentados.

Se volvio a sentar, y me digo que si no me molestaba el humo, le dije que en la calle no, pero que en sitios cerrados, si y mucho, me dio las gracias. 

Intento varias veces, darme conversación, pero no la seguia la corriente. Hasta que me digo que si era poco hablador, que era raro que un hombre no quisiera hablar

con una mujer desconocida, aunque solo fuera por curiosidad. Yo la comente, que por que ella si lo hacía, porque quería entablar conversación conmigo.

Me digo que no buscaba nada, que no era una buscona, que era una mujer casada con hijas. Pero que su vida, aunque era comoda, era muy aburrida, pués su marido

solo vivía para su trabajo, y para sus partidas de cartas, con sus amigotes, que a mi no me hacía ni caso casí, y que a sus hijas menos. Que ellas vivian con ellos, pero

que hacían su vida, trabajando, estudiando y saliendo con sus amigos, y hablaban poco entre ellas, soo cuando tenían algún problema.

Que ella no vivia lejos, que venía mucho a este parque, entablaba conversación con la gente, si estos querían, y se iba a su casa. Que hoy, cuando venía paseando vio

que me sente en el parque, me pareciste una buena persona, pués a que tener cuidado con quien se habla a veces, y por eso me sente en el banco, que no solo busca-

ba hombres, le valía cualquier ser humano de buena fe. Al final consiguio lo que pretendía, nos pusimos a entablar una animada charla. Me conto que estaba casada con

un buen hombre, bien situado, que la respetaba, pero que se había perdido la magia y la atracción entre ellos. Además, tenía adicción, al juego de cartas con sus ami-

gos, no era grave, pués, solo se apostaban las consumiciones, nada más. Y que sus hijas, iban a lo suyo, tenían 25 y 29 años, mi interlocutora decía que tenía 49 años,

la verdad y sin querer ofender muy bien llevados. Que sus hijas trabajaban y estudiaban, y que una de ellas tenía un problema de dificil solución, no quise preguntarla

más, entendía que era un problema intimo y personal. Le comente que ma llamaba José,  y que tenía 50 años. estaba divorciado, y tenía una hija casada en Zaragoza,

ella me digo que se llamaba Lucía. Las luces de la tarde se apagaban, por lo que entendí que era prudente, retirarnos a nuestros domicilios. La acompañe hasta cerca

de su casa, ella me lo agradecio, me dijo que era todo un caballero, y que ojala nos volvieramos a ver en el parque, yo la dije que sería facil, pues iba mucho por alli.

Un czmbio de turno en mi hospital, me hizo cambiar mis habitos, durante unos quince días. Mis horarios  no cuadraban con los paseos por el parque, ya que tenía turnos

de noche, y tenía que dormir de día. Pasado este período, volvi con mi ritmo normal dr vida. Es decir, trabajo turno de mañana, leer o ver alguna película, y pasear por

el parque, confieso que en algún momento, me acorde de Lucía, y que se extrañaría de no haberme vuelto a ver, pero sin darlo la menor importancia.

Una tarde de esa semana, ví a una mujer que venía muy deprisa, en principio no caí quién era, pero al ver que se dirigia donde estaba yo, me percate de que era Lucía.

Me saludo emocionada, me digo que me había estado buscando todos estos días, y que al no encontrarme, pensaba en que me hubiera pasado algo, o  que la huubiera

intentado evitar. Yo la dije, que no había ningún motivo, que nuestro encuentro fue cordial y tranquilo. Lucía, se alegro mucho e incluso pude observar que se la pusie-

rón los ojos vidriosos, como si fuera a llorar de alegría. Yo la dije, que se le agradecía, pero que no era para tanto. Lucía, me dijo mira José, cuando estas tán sola como

yo, aún teniendo familia, que alguién te hable afablemente, con educación y respeto se valora mucho.

Nos sentamos curiosamente, en el banco del parque, que estuvimos la primera vez, hablamos de cosas triviales, de mi trabajo, de mis hobbys, de  los suyos, me comen-

to que ella no trabajaba, aunque eera licenciada en filosfía y letras, porque su marido, chapado a la antigüa, no quería, para el el que tenía que traer el dinero a casa era

el marido. Yo la dije que eso no se llevaba ya, y que porque no hablaba con él. Lucía, me digo, no sin pena, que lo que pasaba es que a ella la criarón en un ambiente

muy conservador, y que ella, era para su marido, solo esposa, madre y una persona de carácter sumiso, que solo estaba para recibir ordenes de él. Lo que me decía me

dejo perplejo, yo había oido situaciones así, pero pensaba que en estos tiempos solo eran leyendas urbanas. Pero que lo que peor llevaba, que su hija mayor había sido

criada con los mismos habitos de conducta. Estaba separada de su marido, que fué impuesto por mi marido, en contra de su voluntad y la de ella, Es decir, era una boda

acordada por los padres de ambos, pero mi hija se harto del trato de su marido, y se separo de él, Su padre, mi esposo, nunca se lo perdono. Mi hija, desde aquél mo-

mento, lleva una vida desordenada y disoluta, no así mi hija pequeña, más liberal, en sus pensamientos y que pudo zafarse de la voluntad de su padre. Lucía, me dijo,

como veras, José, yo soy un cero a la izquierda en esta familia. Ahora te das cuenta lo importante que son para mí los paseos por el parque, y conocer gente, que me

trate como persona y no como un mueble, que es lo que siento en mi casa con los míos. La verdad, que empezaba a entender, a aquella pobre mujer, y su obsesión

por hablar con otras personas, pero tenía la sensación de que me ocultaba algo, o quería algo más de mi.

Las visitas al parque se intensificarón y aumentarón en tiempo, ya solo vivia, para el trabajo y para ir al parque a hablar con ella, no sentía nada intimo ni sexual para

con ella, pero mi curiosidad, era tal que ya no tenía otro hobby que hablar, solo hablar con Lucía. Lucía,estaba cada vez más identificada con mis pensamientos, y mi

forma de ver la vida, me digo, seguro que con mi hija pequeña, Rosalia, te llevarías muy bien, pués piensa y actua igual que tú. La dije en broma, que si estaba ha-

ciendo de casamentera. Ella, se ruborizo, y me dijo que no, que para nada. Que yo la doblaba la edad, pero que aunque para Rosalia, eso nos es importante, entiendo que

si lo podría ser para tí. Además, y eso si me sorprendio, si pensase en tí para formar una pareja, pensaría que sería más idoneo para mi que para mi hija. Se volvio a

ruborizar. Yo la tranquilice, la dije, que eso no pasaría, que estaba casada, y yo no quería emparejarme con nadie, de momento. Luego hablamos de cosas triviales, del

tiempo, de libros, de cine y hasta de futbol, pués Lucía, era curiosamente una fan de de este deporte.

Con el tiempo, ibamos cogiendo cada vez más confianza, empezamos a frecuentar cafeterías, pues en el parque empezaba a hacer frio, ya estabamos en otoño, y se em-

pezaba a notar las inclemencias dl tiempo, no había ningún gesto cariñoso ni amoroso entre nosotros, solo las ganas de vernos, charlar y conocermos mejor. Las conver-

saciones empezarón a ser más personales e intimas, queríamos conocer todo del uno y del otro. La pregunte, que paso con su exyerno, para que su hija mayor, que me

dijo que se llamaba Violeta, le dejara. Lucía me dijo, que su exyerno era un monstruo, que la pagaba y practicaba con ella cosas aberrantes. La pregunte, que si podía de-

cirme en que consistia esas cosas, Lucía, se ruborizo y se avergonzo, yo la dije, que no era necesario que me lo dijera. Ella me dijo, que aunque no me conocia de nada,

veia en mi un hombre centrado, que estaba en el mundo y que por mi profesión, ya habría visto de todo. Me dijo, que con Violeta, su exmarido practicaba tecnicas sado-

masoquistas con ella. Parece ser que en su familia, era como un culto   la sumisión de sus esposas a sus maridos, y que por tanto les parecía normal. Mi hija se revelo, y

gano la antipatía y el odio de su padre, al que esta adoraba.

 Mi hija a partir de ese momento, perdio el norte, y lleva una vida desordenaba personal y sexualmente. Su hermana y yo, la hemos intentado ayudar, pero ha sido impo-

sible, hasta ahora.

Yo me atreví, entonces, a preguntarle que si a ella, la había pasado lo mismo con su marido. Lucía,se asusto, me dijo que temía que la hiciera esa pregunta, pero que se

la contestaría, su respuesta fue que sí, que era igual, y que aún pasaba de vez en cuando, pero que no había tenido el valor de mi hija, y que además era la única manera

de protegerlas del padre. Mientras me tuviera a mí, dejaría en paz a sus hijas.

Me quede en silencio, no sabía que decirla, no sabía que aconsejarla, era muy fuerte la situación. Lucía me dijo, que pensaría que era una deprabada sin voluntad, yo la

dije que había veces en la vida, que uno no podía elegir, y que era dificil salir de una situación así.

Nos despedimos, como siempre hasta el día siguiente, pero esta vez la dí, un beso en la meguilla, en señal de cariño amistoso.

De alguna manera, yo también empezaba a cojer adicción a estar y hablar con Lucía, ella representaba a a un mundo que desconocía, con el que no estaba para nada

de acuerdo y que no había escapatoria, al menos emocional.

Lucía, estaba más contenta, se había quitado un peso de encima, pués pensaba que José, no querria volver a verla después de su confesión. pero veía, contenta que

todo seguía  igual. Seguiamos con nuestras conversaciones triviales, pero yo, sin pretenderlo, debido mi gran curiosidad, afecto y lo que empezaba a ser una atracción

por Lucía, la empece a preguntar sobre su vida con su marido, Que que la hacía, y hasta donde ha sido capaz de llegar. Ella, le dolia que yo la preguntarse eso, pués la

traía malos recuerdos y la hacía humillarse al menos de palabra, con su nuevo amigo, del que también, de alguna manera se sentía atraida y sobre todo sometida a su

forma de tratarla, hablarla, etc., estaba segura que si se lo pidiéra José, haria todo lo que la pidiera, y eso la asustaba, porque con él quería una relación limpia y bonita,

aunque fuera como sumisa.

Todo iba normal,cada vez intimaban más, no había sexo, ni besos ni nada amoroso, era una atracción enfermiza de los dos, una por ser útil y querida, otro, por la gran

curiosidad, morbo y atracción, que le producía la doble vida de Lucía, una en su casa con su marido, otra socialmente con él. José, intentaba profundizar más en el tema

pero sin hacer daño emocional a Lucía. De la que de alguna manera, se estaba enamorando.

Para complicar más las cosas, un día coincidieron cerca de su casa, con Violeta, su hija mayor. Violeta, era una guapa mujer, con un gran cuerpo, muy esbelta y con unas

curvas, que quitabán el hipo, una digna hija de su madre. Nos presentamos, Violeta, me dio un beso en la cara, y me pregunto que era yo de su madre. La conteste que

un amigo del parque, un amigo sin derecho a roce, solo respeto y admiración mutua. Violeta, me dijo sorprendida, que si era verdad eso, había pocos hombres como yo

que la mayoría eran unos percfectos hijos de puta. Yo la dije, que si, que unicamente hablamos  y nos contabamos todas las confidencias. Violeta, me dijo, todas, de ver-

dad, que todas. Por  mi parte sí, le dije, entonces sabras cosas de mi madre y mías que te habrán sorprendido. Estaba alucinado con la soltura y el desparpajo con la que

hablaba del asunto. Lo que hable tu madre, de ella y su entorno, en mí se queda, nadie más lo sabra. Me dijo, que a que me dedicaba, la dije que era enfermero de un

gran hospital, a lo que ella hizo un gesto de aprobación, Violeta, le dijo a su madre, por mi no te preocupes, tu amigo me parece buena persona, por mi parte, nadie se

enterara que os veis todos los días  para charlar. Yo la dí las gracias, me dio otro beso en la cara, que yo la devolví, y nos despedimos.

Que te ha parecido mi hija, me dijo Lucía. Me parece una buena chica muy atractiva, pena de que su vida sea tan discola.

Volví al día siguiente al parque, pero no la ví, así pasarón varios días. Yo estaba extrañado, pero no podía localizarla, sabia donde vívia, pero no su piso, y además, no

quería que sufriera por mi culpa, sus razones tendría para no ir.

Uno de los días, que fuí al parque, creí reconocer a alguién. Efectivamente, era Violeta, que con paso firme, se dirigia hacia mí. Me saludo. Yo la pregunte que había pasa-

do con su madre, que si estaba enferma. Por toda respuesta, me dijo, que era su madre para mí. yo la dije que una buena amiga, que hablamos mucho y que nos cono-

ciamos bién, pero nada más me parece una gran mujer,una gran persona, pero que no había nada que nos pudieramos arepentir, que jamas la he besado  y ni mucho

menos tocado. Me pregunto, que que la había contado, yo se lo dije, Violeta, me comento que de todo lo que me conto, era todo verdad, menos una cosa.  No era mi pa-

dre, quién la hacia practicas sadomaso, fué  mi madre, la que quería que fuera así, pero su padre, que era un cabrón, pero no era mala persona, se nego, quería cambiar

de una vez por todas ciertas constumbres familiares, para él aberrantes y contra natura. Y qué fue mi madre, la que se entrego como exclava sumisa a mi marido, yo al

enterarme le deje, y mi padre dejo de respetarla y se distancio de ella, no se se separo, porque era tradición, que en su familia no había divorcios. Que si no me creía,

hablase con ella, la sonsacase, y que si tenía razón, facilitaría la forma de que yo la sometiera, si quería claro. Me quede helado, petrificado, la dije, que si no tenía razón,

que se apostaba, me dijo secamente, sere tuya como quieras y de la manera que quieras, cuanto quieras. Su firmeza me dejo dudas sobre la verdad, que me ha conta-

do Lucía. Se habría ante mi un mundo que desconocía, pero que me llenaba de curiosidad y morbo.

Iba todas ls tardes al parque, caa vez hacía más desapacible, estaba como una hora, y me marchaba. Ni rasto de Lucía ni de Violeta. Pense en fin, habran pasado de mí, e

incluso pense que quisierón tomarme el pelo y reirse de mí.

Después algunas tardes más, yo no había perdido la esperanza de volver a verla/as, me encontre a Lucía, estaba como confusa, abatida y muy asustada. La pregunte,

que había pasado, lo que me digo, me dejo perplejo. Su marido, había perdido una fuerte suma en el casino, pués de la inocentes partidas de cartas, había pasado a

gastarse nuestro dinero, nuestra pequeña fortuna, en los casinos. Y que había hecho un gran desfalco en su empresa, para devolver el dinero, a los prestamistas.

Logicamente, le han despedido, Le amenazan conque si no devuelve el dinero, en dos meses le mandarán a la carcel, y nos quitarán nuestra casa y los últimos bienes

que nos quedan. Mis hijas y yo, nos hemos ido de la casa,y con unos pequeños ahorros, que tenía hemos alquilado un apartamento, hasta que todo acabe, para bien o

para mal. Estamos escondidas, porque a mi marido, se ocurrio decir una vez que estaba borracho, que yo y mi hija mayor eramos sumisas. Los prestamistas nos pusie-

ron como parte del pago.Y hemos huido de nuestra casa. No sabían lo que hacer. Ayudarlas, era poner en peligro mi forma de vida y mi propia vida, pero por otro lado

no me parecía gusto, que sufrieran las consecuencias, del mal nacido de su marido. Me acorde de que tenía una pequeña finca, una casa de campo, cerca de Madrid,

a la que no voy, desde que me separe de mi mujer. Era de mis padres, la unica herencia que me dejarón. La comente a Lucía, que comprase un teléfono prepago, por

si las tenían localizadas, que me diera el número, y que las llamaría, cuando estuviese todo preparado. Pedí una excedencia de tres meses en el hospital, que me con-

cedierón, para poder dedicarme plenamente a ayudarlas. Cuando estuvo todo preparado, llame a Lucía, la dije que hiciesen el equipaje, lo mas ligero posible cada una,

que cojieran un taxi, y que cuando estuvieran en él, me llamarán, así lo hizo. Yo las recogí con mi coche, en el punto acordado. Y nos dirijimos a mi casa de campo.

La primera parte de plan, había salido bien. Solo quedaba llegar, esconderlas y llamar a la policia o a alguién que nos pudiera ayudar. A los pocos días fuí al pueblo a

por comida, la compraba poco a poco, para no levantar sospechas, cogí un periodico, y leí que el marido de Lucía y padre de Violeta y Rosalía, había aparecido muerto

degollado en su propia casa. Ya solo quedaba yo para poderlas ayudar. Nos las dije nada de momento. Los siguientes días fueron tranquilos, solo un poco molestos pa-

ra mí, pués había una competencia feroz, entre la madre y sus hijas,para agradarme, para ser, según su criterio, la favorita del haren. Hasta que un día, las sente y las

dije que estaba harto de tanta hostilidad y competencia, que entendía que quisieran ser agradecidas, pero que no podiamos continuar así. Me sujirierón una idea muy

satisfactoria para mí, pero humillante para ellas. Comprendí, que si quería paz paz y tranquilida,era la mejor solución, y que además, si al final nos encuentran los gang-

teres, sacare algún beneficio. La idea era, que de acuerdo las tres, cada semana una de ellas, sería la señora de la casa, dormiría conmigo, con todas las perrogativas,

y que las otras dos serían las exclavas sumisas a nuestro servicio, estarián desnudas y ofrecidas, a disposición mía y de la señora por turno. Todos estuvimos de acuer-

do. al final sacaría algo en limpio,  no siempre se tienen, tres hembras a tu disposición, L a primera señora, fue Rosalía, la más pequeña, por sorteo, inmediatamente,

Lucía y Violeta, se desnudarón y se pusierón a  nuestro servicio, La semana siguiente, fue la señora de la casa Violeta, y la ultima semana Lucía. todo funcionaba de ma-

ravilla, tenía a tres mujeres para mi solo, jovenes y madura, con maravillosos cuerpos, para hacerlas de todo, chuparlas, comerlas, moderlas, follarlas por todos sus aju-

güeros, humillarlas, exclavizarlas, además con su total aprobación y consentimiento. Pero sería siempre así, tan idilico......

continuara.....