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Un dia de vacaciones (2)

en Orgías

UN DIA DE VACACIONES 2.

Elena y yo hemos pasado la mañana en la playa.

Tumbadas tomando el sol, el tema de conversación ha sido la noche de ayer, en la discoteca con Juan, Carlos y Romeo.

Pasados los efectos del alcohol y la calentura, no soy muy proclive a hablar de estos temas, así que es ella quien en realidad habla y yo la escucho.

Me comenta que no le di tiempo y acaparé a dos antes que ella. Me vio tan a gusto que no quiso intervenir.  Sonrío. Yo sólo me dejé hacer. Lo recuerdo con placer.

La mañana trascurre tranquilamente.

La tarde se ha nublado. Decidimos no ir a la playa. Me aburro. Abro el libro que tengo empezado y me pongo a leer. Elena se entretiene con su móvil. Trascurre el tiempo.

-          ¡He quedado con los de la discoteca de ayer! – Exclama Elena.

-          ¿Cómo? – pregunto rápidamente.

Elena me explica que tomó nota del número de teléfono de Juan y ha contactado por WhatsApp. Ha quedado, dentro de una hora, en el apartamento donde se alojan. En realidad no me importa cómo ha sido. Mi exclamación  era más de sorpresa que de intriga.

Nos vestimos para la cita. Elijo con cuidado. Teniendo en cuenta lo que paso ayer, hoy puede pasar cualquier cosa.

Salimos. Elena hace de guía. Llegamos a un bloque de apartamentos y tras encontrar el que busca, subimos por las escaleras a la segunda planta.

Llama a la puerta. Abre Juan. Saludos, besos de cortesía. Entramos.

La sala es grande. Allí están Carlos, Romeo y un desconocido, también de buen ver. Más besos. No presentan, el desconocido se llama Edu. Una música de fondo inunda el ambiente con su sonido.

¡Vaya!, pienso, hoy tocamos a dos para cada una. Elena no podrá echarme nada en cara.

-          ¿Una cerveza? – pregunta Juan – y nos entrega una a Elena y otra a mí.

Bebemos, hablamos, nadie menciona la noche de ayer. Parece que la reunión decae. Esto se empieza a poner aburrido.

-          ¿Os apetece jugar a algo? – pregunta Carlos. Parece que todos se animan.

Elena propone jugar a las cartas, con prendas. Yo no he jugado nunca pero me parece que nos vamos a divertir. Todos se apuntan con alegría.

-          ¿Cuáles son las Reglas?- pregunto intrigada.

Elena describe el juego. El que gana, baraja y deja el mazo en el centro. Cada uno, hacia la derecha, coge una carta. El que tiene la carta menor, cumple una prenda, el que tiene la carta mayor define la prenda a cumplir. Si hay empate en la carta más alta, cada uno define una prenda. Si el empate es en la carta menor, se define una prenda para cada uno. Todos los demás, que ni ganan ni pierden, toman un trago de cerveza.

Para controlar la cantidad, Juan se apresura a traer 6 vasos pequeños. Las reglas son sencillas.

-          Pero… ¿Qué tipo de prendas son? – pregunto.

-          Lo que decida el que gana - dice Elena - responder a preguntas, quitarse una prenda de ropa o hacer algo.

Parece que todo queda claro. No sentamos en el suelo, formando un círculo y las cartas en el centro. Elena y yo estamos enfrente. A los lados de Elena, Romeo y Carlos, mis folladores de ayer.  Alrededor de mí se ha sentado Juan y Edu. Me siento de lado, con las piernas hacia atrás y un poco inclinada. Llevo falda y no quiero dar la sensación de descarada, aunque el cuerpo me pide marcha.

Elena baraja y deja el mazo en el centro. Cada uno coge una carta. Carlos saca la más alta. Edu la más baja. La prenda es una pregunta, no sé si para ponerle en un apuro o pretende ser un aviso para nosotras: ¿Con quién te gustaría acostarte esta noche?

Edu mira a Elena y luego a mí y en un alarde de imaginación, responde: ¡Con las dos!.

-          Para eso tendrás que esperar a que estemos borrachas – le contesto medio divertida.

Sigue la partida. Todos llevamos más de un trago. Hasta ahora las prendas tienen poca variedad. Preguntas sobre cuestiones íntimas que cada vez son más descaradas y que, gracias a la bebida que tomamos en cada ronda, respondemos  menos cohibidos.

Carta más alta para Edu, la más baja para Elena.

-           ¡Quítate una prenda de vestir! Elena se descalza. Se abre la veda de la ropa...

El juego sigue y continuamos con prendas para desnudar a los demás. En una racha nefasta, he perdido varias veces y me encuentro sólo con la ropa interior, sostén y bragas. Son de color blanco y tejido suave. El sostén marca mis pezones que ante la situación, empiezan a ser autónomos y han crecido más de lo normal. Mis bragas, muy adaptables también se pegan a mi sexo depilado marcando en el centro de la tela, con una hendidura central, la entrada del mismo. Cada vez que muevo las piernas, la hendidura se hace mayor y se marca más la ranura de mi coño.

¡Maldita sea, he vuelto a perder! Gana Edu:

-          ¡Fuera el sostén!

Edu lleva la mano a mi espalda y me suelta el sujetador. No me ha dado tiempo ni a pensarlo. Me quedo con las tetas al aire. Cambio de postura y me siento  con las piernas cruzadas por delante. Intento tapar un poco mis pechos apoyando los brazos en mis rodillas. Romeo y Carlos que están enfrente tienen una buena visión de mis bragas y miran continuamente a dicha zona. Se centran en cavidad que marca mi coño. Edu y Juan, sin embargo, desde los laterales, tienen mejor visión de mis tetas. Tampoco pierden detalle.

Sigue el juego y parece que cambia mi suerte. Elena se queda en ropa interior, los chicos en calzoncillos. Noto cierta animación debajo de ellos. A Edu, que está a mi derecha, le veo una pequeña mancha de humedad en su ropa interior. También noto el tamaño de su pene que lucha por salir. Los demás están parecidos.

¡Mierda!, - vuelvo a perder, gana Elena. La miro e imploro en voz baja, aunque sin convicción:

 - ¡Las bragas no!

Elena sonríe y me hace caso:

 - Vamos a hacer otra cosa. Ana, tienes que darte un morreo con Edu durante tres minutos, abrazados, de pie en el centro del círculo.

No sé qué es mejor, si quedarme desnuda o lo que me manda hacer. La única ropa que llevamos es la que cubre nuestro sexo. Edu se levanta y va al centro. En esa posición se le nota más que su pene esta algo tenso. Su ropa interior impide que se levante más. Me ofrece su mano para ayudarme a levantarme. La cojo, mientras con la otra me tapo un poco las tetas. Me levanto y me acerco a él con precaución, sin llegar a tocar su cuerpo. Coloco mis manos en su cintura y busco su boca, empezamos a besarnos. Edu coloca sus brazos sobre mis hombros. Oigo quejas,

-          ¡Eh, eso no vale, abrazados! … ¡Más cerca! … ¡Pegados!

… yo sigo a lo mío y hago oídos sordos. Jugamos con nuestras lenguas.

Juan se acerca por detrás de Edu, me coge las manos y estira hacia él. Ahora estoy pegada a Edu, mis tetas aplastadas contra su pecho y su polla empujando en mi vientre. Edu me abraza. La situación me produce mucho morbo y el contacto me pone muy cachonda. Juan no deja de tirar, no me puedo separar. Tampoco hago mucho esfuerzo por alejarme. Seguimos con un largo beso. Juan me suelta y yo me aferro a Edu. Se refrota conmigo desplazando mis tetas hacia un lado y otro. ¡Cómo me gusta!  Le devuelvo la jugada moviendo mi vientre a los lados y apretando su pene.

-          ¡Tiempo! – grita Elena, como si un segundo más, fuera dramático.

 Me separo un poco a regañadientes. Me estaba gustando. Me vuelvo a sentar. Al hacerlo miro mis bragas. ¡Oh, qué vergüenza!, descubro una mancha de humedad coincidiendo con la raya de mi sexo. Miro a Edu, la mancha que él tenía es ahora mayor y su polla está muy tiesa.

Continúa el juego. Gana Carlos y pierde Elena. Se queda sin sostén. Elena no se corta, expone orgullosa sus tetas.

Gana Elena y pierde Edu que se queda sin ropa interior. Es el primero que nos enseña su polla. Esta erecta, no me extraña después del meneo que nos hemos dado. Con poco pelo en sus partes, creo que se depila. Sólo de pensar en lo cerca que la he tenido de mi coño, aun me caliento más.

En la siguiente ronda, pierdo y Romeo me pide que le entregue mis bragas. Sin levantarme, me las quito y se las lanzo. El muy guarro las toma y las huele. Sonríe como si hubiera conquistado algo. ¡Sera cabrón! Las despliega y enseña a todos la mancha de humedad. No sé si me he ruborizado.

En las siguientes rondas quedamos todos desnudos salvo Juan. Los dos que se han quedado en bolas también están depilados. ¡Ni que se pusieran de acuerdo¡.

Repaso a los chicos. Están sentados enseñando con descaro sus miembros. Elena tampoco se tapa nada. Al parecer yo soy la más recatada, aunque estoy tan caliente como cualquiera de ellos. Noto la humedad en mi sexo y mis pezones lo demuestran descaradamente.

Sigue la partida y gano. Pierde Elena. Quiero devolverle la jugada que me ha hecho antes:

-          Con los ojos tapados, y sin tocarles con las manos, tienes que hacer una mamada  y adivinar quién.

Elena no parece disgustada. Me parece que le encanta la idea.

Me apresuro a buscar algo con que taparle los ojos. Aunque hay otros por el suelo, le pido a Juan su bóxer, así aprovecho para que todos estemos en igualdad de condiciones. Creo que pueden servir. Sin pesarlo mucho Juan se los quita y me los entrega. ¡Vaya aparato que tiene! – pienso, y para variar, … ¡depilado!

Elena se coloca en el centro, de rodillas, con las piernas separadas. Le ajusto el bóxer sobre su cabeza de modo que tape sus ojos pero deje despejada la boca. Me resulta graciosa. Parece una heroína de comic despelotada.

Señalo a Carlos para que comience él. Se acerca hasta Elena y se coloca delante. Acerca el pene a sus labios y lo menea a los lados mientras empuja levemente. Elena abre un poco la boca. Lo suficiente para que entre algo  forzado. El prepucio se queda atrás y entra solo el glande. Creo que está moviendo la lengua chupando la parte que tiene dentro. Carlos sonríe bobalicón. Elena levanta las manos y coge la polla para controlar mejor.

-          ¡Eso no vale, sin manos! – me apresuro a gritar.

Adopto la postura de juez en la prueba y sentencio:

-          Por incumplir las reglas, ahora te ataremos las manos.

Hago una señal a Romeo quien coge el sujetador de Elena y se arrodilla detrás de ella, las rodillas entre las de Elena, reclinado hacia atrás y sentado sobre sus pies, para atarle las manos. Coloca las manos de Elena a la espalda y anuda las muñecas con el sujetador. Romeo se queda en esa posición, expectante.

Elena continúa moviendo la boca, ha dejado que Carlos meta más la polla y la saborea.

Romeo, detrás de ella, se incorpora quedando de rodillas. Su pene, tieso como un palo, se mete entre las piernas de Elena, que no protesta.

Como juez de la prueba aviso a Romeo, sin dar nombres:

                ¡Eh…!  ¡Ni se te ocurra meterla en ningún sitio!

Romeo asiente pero no deja de frotar su polla entre las piernas de Elena. Romeo levanta las manos como diciendo ¡Yo no estoy haciendo nada!

                ¡Voy a comprobarlo! - Me acerco a ambos y me agacho para ver exactamente que no mete su pene en ningún un lado.

                ¡Estoy vigilando!- digo a modo de aviso y permanezco en esa posición. Efectivamente, técnicamente no lo mete en ningún lado. Elena, con las piernas abiertas, tiene el pene en paralelo, sin entrar, abrazado entre su coño. Los labios de su vagina están dilatados y lo rodean pegándose a èl.

                Tan concentrada estoy en la vigilancia que me he olvidado de mi postura expuesta a los demás.

                Noto un calor húmedo en mi coño. Algún descarado ha colocado su polla en la entrada del mismo y la mueve arriba y abajo frotándola conmigo. Lo noto abierto y dispuesto a recibir lo que venga. No estoy para resistencias. Empuja y entra con suavidad. Me muerdo los labios. Abro más las piernas. ¡A la porra con el juego! Me desentiendo de la prueba.

Me giro para ver quién es. ¡Cómo no! Es Juan el que me la está metiendo. Entra y sale con fluidez. Estoy tan lubricada que lo hace con gran facilidad.

Recupero mi posición. Está tan a mano que se me ocurre una pequeña maldad. Cojo la polla de Romeo y me la meto a la boca. La chupo sucesivamente hasta cubrirla bien con mi saliva. Recuerdo que ayer la tuve dentro de mi culo hasta que se corrió.

Con la mano, la saco de mi boca y la redirijo al coño de Elena. La muevo arriba y abajo en la entrada del mismo. Elena gime. La dejo centrada en el agujero entreabierto de Elena y aprieto el pene de Romeo. Este lo interpreta como una señal y empuja hasta meterlo en el interior de Elena, que se levanta un poco con el empujón que acaba de recibir.

Empujo con mi cuerpo hacia atrás para salir de la posición en que estoy. Juan se clava más en mí, pero sigo empujando para poder levantarme un poco. Juan retrocede conmigo.

Al levantarme veo como Romeo ha agarrado a Elena de sus tetas y aprieta estas. Elena tiene los ojos cerrados, la boca medio abierta y jadea. Se lo está pasando bien.

Juan se separa de mí y me lleva al sofá. Se sienta y hace que me siente encima, dándole la espalda. Su polla esta entre mis piernas, delante de mi coño. Con una mano, la coge y la frota repetidamente sobre el mismo. Arriba y abajo. Estoy tan dilatada que igual me cabrían dos.

Desplaza el pene hacia atrás, busca el agujero de mi culo. Se lo facilito. Apunta y empuja poco a poco. Me abro, va entrando. Llego al final, mis nalgas apoyadas en su estómago, no puede meterla más. Edu, que hasta ahora estaba mirando, se me acerca y emboca su pene en el agujero de mi coño, abierto y provocativo. Yo lo estoy deseando. Empuja y entra con facilidad. Edu y Juan se mueven a unísono, al ritmo de la música de fondo.

¡Me corro! – no sé si lo he dicho en voz alta. Miro a Edu,… ¡Yo también! – Confirmado, lo he dicho en voz alta-

Edu tiene espasmos dentro de mí, yo también los tengo. Cada vez que a uno u otro le sobreviene uno, mi cuerpo se frota con las pollas que están dentro de mi cuerpo. Noto el calor del líquido que ha soltado Edu. Algo escurre de mi sexo, mojando en parte mis nalgas.

Juan empieza a agitarse más rápidamente dentro de mí. Noto sus fluidos liberados que me impregnan el interior del ano. ¡Que calorcito se siente! Quiero permanecer así un buen rato, relajada, sin hacer nada.

Hace tiempo que he dejado de seguir a Elena, Carlos y Romeo. Oigo de fondo el jadeo de los tres. Elena no se corta y periódicamente da un grito que casi es preocupante.

De repente exclama un relajante ¡Aaaahhh!, y se queda callada, en silencio. La miro. Está sonriendo.

Creo que nuestro tercer día de vacaciones no podía acabar mejor.