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Últimos días de verano.

en Orgías

Últimos días de verano.

Aquella tarde, como todas las tardes del verano, acudí a casa de Oscar.

Se había convertido en un lugar de reunión de los amigos.

La costumbre era cenar pronto y reunirnos después en su casa, alrededor de las once, en la zona de la piscina.

El grupo de amigos lo formábamos cinco chicos un par de años mayores que nosotras, Paula, hermana de Oscar, de edad parecida a la mía y yo.

Llevábamos el bañador bajo la ropa y allí nos despojábamos de ella y la amontonábamos en el vestuario que había en un lateral.

Pasábamos hasta altas horas de la noche hablando, bebiendo, jugando y dándonos algún baño que otro. Después nos íbamos cada uno a casa.

Al principio del verano, Carlos propuso que cada día preparáramos limonada para beber. Él se encargaba de hacerla. Habíamos puesto un fondo para los gastos y lo cierto es que estaba muy buena. La bebida era una mezcla de vino con limon, canela y no sé qué más cosas que le ponía. La traía preparada y fresquita de su casa en una botella de cinco litros con un dosificador que nos permitía servirnos cómodamente. Entre todos, a lo largo de la noche dábamos cuenta de ella. 

Esa tarde, cuando ya estábamos en bañador alrededor de la piscina, Oscar nos comentó que sus padres habían tenido que volver a la ciudad por motivos de trabajo. Él y Paula se quedaban hasta el fin del verano.

También nos comentó que espera aquella tarde a su primo Rafa que venía a pasar unos días.

Como siempre, empezamos a tomar limonada. Me pareció que el sabor difería un poco de la de otros días, incluso me parecía un poco mejor. Se lo comenté a Carlos y me dijo que igual era el hielo que lo había hecho con un agua diferente.

Estábamos todos metidos en la piscina cuando sonó el timbre de la casa.

Oscar salió para abrir. Poco después entró acompañado de otro chico que debía ser su primo. Estaba como un tren.

Oscar lo presentó a todos con un simple “¡Este es Rafa!”.

Saludó con un simple “Hola” y se dirigió al vestuario. No tardó en salir y mi sorpresa fue mayúscula. Estaba totalmente desnudo. El asombro que sentía no me impidió apreciar su cuerpo con detenimiento.

Tenía un bronceado uniforme, señal de que habitualmente tomaba el sol sin bañador.

Su cuerpo no tenía ningún pelo, ni siquiera en su sexo. Lo exhibía sin pudor y yo no podía dejar de mirarlo. Parecía en situación de reposo pero no era precisamente pequeño. Caía por su peso apuntando al suelo y el capullo asomaba con descaro.

Se lanzó de cabeza a la piscina y después se acercó a mí.

-Hola. ¿Cómo te llamas? – me preguntó.

-Soy María – balbucí un poco cohibida – Hola Rafa.

Yo procuraba mantener la normalidad sabiendo que estaba delante de mí y en pelotas. Inconscientemente intentaba enfocar debajo del agua a la zona donde debía estar su bañador.

Rafa se dio cuenta en seguida de mi estado y exclamó:

-¡Vaya! No me había fijado en que llevas el bañador. Yo pensaba que te bañabas sin él. Yo soy nudista – añadió  a modo de escusa.

-¡No, no! – balbuceé – El bañador lo llevamos todos … - respondí como si necesitara justificarme.

Hizo un gesto de extrañeza y se giró para mirar a los demás.

Dirigiéndose a todos comenzó a hablar. En pocas palabras nos explicó lo normal que era estar desnudo, apeló a la confianza entre amigos y a no sé qué otras filosofías.

Minutos después, convencidos o deseando ponernos en un apuro a las chicas, los chicos lanzaban sus bañadores fuera de la piscina.

Yo permanecía petrificada ante el gesto. Miré a Paula buscando ayuda pero me quedé asombrada al ver que sacaba un brazo del agua y lanzaba también la braga de su bañador y poco después el sujetador.

De repente los ojos de todos se clavaron sobre mí. Esperaban mi reacción.

Lentamente y titubeando, sabiéndome oculta por el agua que me cubría, me solté el sujetador y me bajé la braga del bikini para quitármelo. Con un brazo intentando tapar mis pechos aunque estaban sumergidos, me acerqué al borde de la piscina y dejé las dos prendas junto al borde de la piscina.

Internamente albergaba la idea de cogerlas después y ponérmelas para salir. Esperaba que con mi acción dejara de ser el centro de atención pero los chicos, de repente, parecían aumentar su interés en mí.

 A lo largo del verano había detectado en nuestros juegos en el agua que uno u otro se acercaba demasiado a mí con intención de frotarse conmigo o simplemente tocarme donde podían como si fuera un accidente. Lo cierto es que no me desagradaba. Yo me hacía la tonta y quizás aquello había promovido que fuera habitual.

Todos los días, en nuestros juegos dentro de la piscina, los chicos acababan tocándome las tetas o el coño. Normalmente de una manera “casual”.

Lo más descarado que recordaba fue cuando el propio Oscar en una pequeña pelea jugando al balón, me metió una mano por detrás entre mis piernas y me levanto,  impidiéndome hacer pie en la piscina. Al hacerlo perdí el equilibrio y mi cabeza se sumergió completamente en el agua. Mientras yo me preocupaba de sacarla para respirar, Oscar movió sus dedos que acabaron por dentro de la braga de mi bikini. Se  dio un buen festín por dentro. Entre el agua que tragué y el magreo que me acababa de dar, me quedé sin habla durante varios minutos.

Al principio se lo comentaba a Paula, pero esta me dijo que a ella también le metían mano y que formaba parte del juego en la piscina. Me dijo que precisamente su hermano  Oscar era el más cabrón de todos y que en cuanto podía le metía algún dedo por el coño y así la desarmaba.

Cuando me dijo “Por eso no vamos en el mismo equipo”, pensé que era un poco puta. Después me di cuenta que, sin querer reconocerlo, a mí también me gustaba y que en cuanto se acercaba alguno me ponía en tensión esperando su maniobra.

Pasados unos minutos empecé a sentirme cómoda, dentro del agua, sin el bañador. Intentaba guardar las distancias con los demás pero, no sé porqué, con Rafa no tenía tanta precaución.

Rafa fue el primero en salir de la piscina. Lo hizo sin usar la escalera, apoyando sus brazos en el exterior e impulsándose. Así pude apreciar con detenimiento que también sus glúteos tenían un precioso bronceado. También me permitió una vista privilegiada de sus testículos y de su polla por la parte inferior. El tamaño permanecía inalterado así que pensé que ese era en estado normal ya que el agua estaba fresca.

Rafa recogió mi bikini y se dirigió con él a la zona de las bebidas, lanzándolo hacia el vestuario. Se acababan de evaporar mis posibilidades de ponerme el bikini antes de salir del agua. ¿Lo había hecho para evitarme el trabajo de recogerlo o había imaginado mis intenciones?

Me preguntó si quería beber algo.

Le pedí un poco de limonada. Cuando vino con ella, se sentó al borde de la piscina, con las piernas entreabiertas, y extendió su mano con el vaso hacia mí. No tuve más remedio que acercarme. La visión que tenía de su polla, a la altura de mis ojos, era privilegiada. Su capullo formaba como un cúpula separada del resto por una especie de aro que disminuía al llegar a la piel que cubría el resto  y una ranura casi en vertical se marcaba en el centro.

Antes de llegar a él me desplace a un lateral para coger la bebida que me ofrecía. Habría sido muy embarazoso acabar entre sus piernas.

Bebí un trago sin saber muy bien qué hacer e intentando que mi mirada no se centrara en su polla. El agua empezaba a notarse más fresca y me apetecía salir pero no quería ser la primera.

Oscar fue el primero en dar el paso. Salió de la piscina como lo había hecho Rafa y se sentó en el borde.

Yo miraba a los demás para ver qué hacían. En ese momento me percaté de que Rafa desde su posición podía ver claramente mis tetas ligeramente sumergidas en el agua. No podía hacer nada por evitarlo, así que me mentalicé a lo inevitable.

El resto de los chicos salieron igual de la piscina, sentándose en el borde de la misma. Estaban esperando nuestra reacción. Miré a Paula sin saber muy bien qué hacer. Paula me devolvió la mirada y sonrió con aquella sonrisa que ponía cuando iba a hacer una travesura.

Paula se dirigió a la escalera y comenzó a salir de la piscina lentamente. Todos la mirábamos. Su espalda desnuda llevaba una ligera marca clara del cordón del sujetador del bikini. Conforme siguió saliendo, quedaron sus nalgas al descubierto y resaltó un pequeño triangulo blanco en la zona.

Una vez fuera del agua se giró hacia la piscina, gritó “tachannn…” y haciendo un melodramático gesto adelantando una pierna y  moviéndola a un lado prácticamente nos enseñó su coño despejado, sólo ribeteado por encima con un pequeño grupo de pelos recortados. Permaneció así mientras los chicos premiaron el gesto con una ovación de aplausos.

Se ha vuelto exhibicionista – pensé. Esto me colocaba en peor posición.

Yo era la única que quedaba dentro y me tuve que plantear el salir. Ahora me preocupaba que yo no tenía siquiera ese pequeño grupo de pelos que llevaba Paula. Me armé de valor y salí por la escalera. Lo hice más rápido que ella.

Sabía que todos me observaban. Una vez fuera me detuve haciendo una pequeña pausa. Aun estando de espaldas intuía los ojos de todos dirigidos hacia mis nalgas.

Me giré e hice un gesto intentando imitar a Paula. Mi sorpresa fue mayúscula cuando escuché a todos corear  “tachannn…” a la vez que lo decía yo.

Pensé que me sería más embarazoso pero la limonada de ese día me desinhibía más que otros días.

Me dirigí hacia la zona de bebidas. Allí estaba Paula sentada en el centro de uno de los sofás, con las piernas abiertas, enseñaba su sexo con descaro. Paula había decidido no ser recatada.

Me senté en otro sofá frente a ella, en un extremo, con las piernas cruzadas. Bastante tenía con enseñar las tetas. Apoyé el brazo con el que sostenía la bebida en el del sofá y la mano contraria sobre él. Era un modo simple de cubrir mis pechos.

Al momento Rafa se acercó y se sentó a mi lado. Se le notaba seguro y sin recato. Ligeramente girado hacia mí y con una pierna doblada y apoyada en el sofá, su pene apuntaba en mi dirección, casi amenazante.

Juan y Pedro se sentaron uno a cada lado de Paula, adoptando una posición similar a ella, con las piernas abiertas y empujando las suyas. Entablaron una ligera pelea para ver quien las abría más, empujándose entre ellos con las rodillas.

Cuando parecía que Paula iba a perder, realizó una maniobra inesperada. Levantó los pies del suelo y pasó sus piernas por encima de la de Juan y Pedro. Había ganado. Ella tenía las piernas sobre las de ellos y más abiertas que ninguno… aunque fuera a costa de enseñarnos su coño abierto de par en par. Ahora me daba cuenta de que estaba muy cachonda. Sus pezones abultados lo confirmaban.

Juan y Pedro no tardaron en colocar una mano sobre las piernas de Paula quien conversaba con ellos y reía como si no pasara nada.

Desde mi posición podía apreciar todos los movimientos. Los chicos acariciaban la parte interior de los muslos de Paula. Ambos habían aumentado el tamaño y la rigidez de sus miembros y seguían el juego a Paula imitando su comportamiento inocente.

Juan, sin recato, desplazó su mano directamente al coño de Paula y con movimientos laterales le separó repetidamente los labios vaginales. Después llevó la punta de sus dedos sobre el extremo más alto de la raja y empezó a apretar suavemente. La grieta abierta no se cerraba del todo y permanecía entreabierta esperando más caricias. Paula, intentaba parecer ajena pero noté en su cara la excitación.

La polla de Juan había crecido sobremanera y adquirido rigidez, apuntando al cielo.

Sin inmutarse, Paula desplazó sus manos para coger los miembros de ambos y comenzó a masturbarlos.

Me estaba cansando de mi postura y me daba cuenta de que estaba cachonda. Buscando una posición más cómoda, bajé mi mano hacia el sofá y casualmente fue a caer sobre la polla de Rafa. Al momento me di cuenta que la superficie de apoyo no era la del sofá. Por un momento me quedé paralizada pero viendo las maniobras de Paula opté por imitarla.

Sin dejar de observar a Paula y sus compañeros, rodee aquel pene con mi mano y comencé a moverla adentro y afuera, manteniendo la presión. Notaba que cada vez tenía más consistencia pasando de ser  un cuerpo maleable a otro más rígido.

Sentí que una mano de Rafa se posaba en mi rodilla y asiendo esta me levantó la pierna y la desplazó hacia él. Era evidente que quería dejar mi coño al descubierto. No me resistí y le seguí el juego. Poco después su mano descansaba en mi sexo. Mientras sus dedos exploraban mi interior, aproveché para, de un trago, acabar mi limonada.

Oscar se había colocado de pie, al lado contrario de Rafa. Lo primero que vi de él fue su polla a la altura de mis ojos. Miré hacia arriba y me encontré con su sonrisa de satisfacción observando mi entrepierna y cómo Rafa se desenvolvía en ella.

Se giró hacia mí tocando mi cara con su miembro. Solo tuve que girar un poco la cabeza y abrir la boca para abarcarla con mis labios. Los cerré y él comenzó a moverse adelante y atrás.

Dejé de controlar a Paula y me centré en lo mío. La polla de Oscar entraba y salía de mi boca mientras yo mantenía fija la piel que la recubría. Me sentía muy cachonda y sin ningún deseo de que aquello acabara. Estuvimos varios minutos repitiendo lo mismo.

Rafa extrajo sus dedos de mi coño y con ambas manos en mi cintura me hizo colocarme de rodillas en el sofá manteniendo la dirección hacia Oscar y si soltar a este.

Poco después noté como Rafa tanteaba entre mis piernas con su miembro. No tardó en encontrar el agujero y empujó con poca delicadeza.

El empujón me hizo desequilibrarme en dirección a Oscar y su miembro aun profundizó más en mi boca. Cada empuje de Rafa se lo trasladaba a Oscar. Estuvimos así varios minutos hasta que de repente Rafa sacó su polla de mi cuerpo. No le di más importancia y y yo seguí lamiendo a Oscar.

Volvía a la carga. Sentí de nuevo su pene buscando la entrada. No había ninguna dificultad. Notaba mi sexo dilatado y abierto, pero en vez de penetrar en él, se entretenía frotándose alrededor. Me estaba poniendo a cien.

Una mano me agarró un pecho. Miré de reojo y pude descubrir a Rafa a mi lado, acariciándolo. No podía ser él quien estaba detrás mio. Solté a Oscar y me giré para descubrir a José detrás de mí con cara de concentración en lo que hacía. Por un momento cruzamos las miradas y antes de que yo pudiera decir nada, agarrándome de la cintura y con un movimiento brusco, me la metió a fondo hasta donde pudo.

Hasta ese momento no era consciente de su tamaño. Me había fijado en su miembro cuando salió de la piscina y no parecía gran cosa. Sin embargo ahora notaba su presión en mi interior a pesar de estar dilatada por la excitación previa. Aquello me enseñó a no juzgar  más por las apariencias.

Abrí la boca como reacción a su empujón y Oscar aprovechó para volver a llenarla con su polla.

Mientras José metía y sacaba su miembro en mi sexo, Oscar se corrió en mi boca. Me sorprendió y la abrí todo lo que pude. Una mezcla de semen y saliva caía de mi boca mientras José parecía haberse paralizado. Al instante comprendí el motivo. Un chorro líquido estalló en mi interior. Estaba caliente.  Notaba como su pene palpitaba y cada vez que aumentaba volvía a descargar su líquido.

Poco después dejé de sentir su presión y José se levantó. Oscar se separó. Su polla se movía arriba y abajo como si tuviera vida propia.

Rafa se fue hacia atrás y se sentó detrás de mí. Me agarró por la cintura y me desplazó. Entendí que quería que me sentara sobre él, dándole la cara. Con los pies sobre el sofá sólo tenía que doblar las rodillas y dejarme caer. Lo hice lentamente y con precisión para que pudiera acertar en mi sexo. No fue difícil.

En esa posición, con una mano, palpaba la parte superior de mi sexo. Yo me apretaba contra él frotando mis tetas contra su pecho.

Inesperadamente alguien más palpaba mi culo. Notaba un líquido caliente y denso. Me frotaban con él. Parecía un gel. La sensación era extraña para mí y lo fue más cuando, lo que me pareció un dedo, penetró en él.

Mientras yo seguía disfrutando moviéndome ligeramente adelante y atrás, sentí que intentaban meter dos dedos. La presión me producía una mezcla de dolor y placer. Permaneció así un tiempo y luego los sacó.

Volví a notar otra vez aquel líquido caliente, sentí de nuevo la presión en mi ano y al instante, me la metieron por él. Se me escapó un ¡Cabrón! Y en ese momento me giré para descubrir al culpable. Era Carlos que al parecer había esperado su turno para follarme.

Aquella sensación penetrada por ambos agujeros a la vez me hizo estallar en un orgasmo donde no podía controlar mis movimientos. Mi cuerpo sufría espasmos y estos a su vez provocaban mayor ficción en zonas sensibles y a su vez me provocaba otros espasmos.

Carlos se corrió dentro de mi culo. Notaba su semen en mi interior y también sus movimientos incontrolados al hacerlo.

Rafa no tardó mucho más y lleno mi coño de un espeso líquido.

Permanecimos los tres en esa posición, sin movernos, hasta recuperar el aliento.

Después nos separamos.

Paula, Pedro y Juan estaban sentados uno al lado del otro con caras de satisfacción y comenzaron a aplaudir. Al parecer tras acabar ellos con lo suyo - hubo un momento en que me tuve que preocupar de lo mío -   habían estado observándonos.

En ese momento Carlos exclamó:

        -¡Hoy sí que me ha salido bien la limonada!

Empecé a preguntarme si le había echado algún tipo de droga. Yo no era tan puta.