miprimita.com

Novata en una fiesta especial

en Orgías

NOVATA EN UNA FIESTA MUY ESPECIAL.

A través de Tania conocí a Carla. Son primas. Carla es mayor que nosotras. Tiene 26 años. Es guapísima y tiene un estilo increíble.

Un viernes, al salir de clase, habían quedado para ir de compras y me la presentó. Desde ese momento se convirtió en un ídolo para mí. Su elegancia al caminar, al sentarse y en todos sus gestos, me tenían impresionada.

Aquel primer día me preguntó si quería acompañarlas y me apunté encantada. Recorrimos varias tiendas de ropa y yo me fijaba en todo lo que hacía para aprender de ella.

Terminamos en una cafetería donde pude apreciar la cantidad de gente que la conocía. Chicos y chicas de su edad y mayores la saludaban con gran familiaridad. Cariñosos saludos y besos por parte de gente con mucho glamour. Con más de uno, el beso era directamente en los labios. Con el primero pensé que era su novio pero enseguida me di cuenta que no. 

Los chicos, muy amablemente, nos saludaban a Tania y a mí como si nos conocieran de toda la vida. Alguno nos plantó también un beso en los labios como a Carla. Tania y yo nos quedamos estupefactas la primera vez que nos pasó. Carla se dio cuenta:

-          No os preocupéis. Mis amigos tienen esa costumbre. Es normal.

Un guapo chico que estuvo un rato con nosotras le dijo a  Carla:

-          Son muy guapas tus amigas – refiriéndose a nosotras- ¿Van a venir a la próxima fiesta de SG?

-          ¡No, no!, no están preparadas – le contestó mirándonos con cariño.

Aquel diálogo me dejó intrigada y en cuanto tuve ocasión le pregunté:

-          Carla, ¿qué es esa fiesta de SG  de la que hablabais antes?

-          Es una fiesta privada donde vamos unos cuantos amigos y amigas, pero no creo que os convenga ir.

Me dejó aún más intrigada.

Ese día me sentí muy bien. A partir de ese momento intenté imitar a Carla en todo lo que pude. Su manera de vestir y sus gestos. Para mí era el sumun de la elegancia.

La semana siguiente, Tania me dijo:

-          Me ha llamado Carla para salir juntas este viernes, cuando acaben las clases. Me ha pedido que te pregunte si quieres venir con nosotras.

-          ¡Me apunto! - le respondí sin dudarlo.

Aquel viernes me acicalé intentando imitar a Carla. Tania también se había esmerado y apareció más elegante que nunca. En clase más de uno nos miraba asombrado. Yo me sentía mucho más madura.

La tarde con Carla fue muy entretenida. Nos llevó a un pub donde había quedado con un amigo, Juan.

Juan, de unos 30 años, barba de sólo dos días y perfectamente recortada, nos saludó muy amable. Era de los de beso en la boca, así que nos plantó uno a cada una. No se limitó a un simple roce, fue un beso mantenido que me supo a gloria.

Nos sentamos los cuatro en una mesa, Juan enfrente de Carla. Pedimos unas bebidas. Juan nos preguntaba a Tania y a mí, con interés, para saber cosas sobre nosotras. Nos preguntó si íbamos a ir a la fiesta. Carla le aclaró que no éramos socias y me pareció ver un gesto de desilusión en Juan. Después, Carla y él hablaron de la fiesta del sábado. El lugar y cuanta gente estaba previsto. Hablaban de chicos y chicas concretas que iban a ir. Y en la conversación salió a relucir que iban tres chicas y dos chicos como aspirantes.

Juan tenía un compromiso y se fue pronto. Nosotras nos quedamos un rato más. Necesitaba tener más detalles de aquella fiesta.

-          Carla, ¿cómo es esa fiesta de la que hablabais? – le pregunté.

-          Es una fiesta muy exclusiva donde no se admite a cualquiera. Hay que ser socio para ir. – me contestó.

-          ¡Ya! ¿Pero de que va? – insistí un poco desilusionada. Parecía que no quería contar con nosotras.

Después de mirarnos fijamente a Tania y a mí y tras un momento dubitativo, Carla nos confesó:

-          Es una fiesta de sexo en grupo. Los participantes tienen que ser socios para participar. No podéis ir porque no sois socias del grupo.

-          Tú eres socia, ¡claro!  - medio afirmé a Carla.

-          Sí, soy socia y ahora también me encargo de  organizarlas.

Me animé. Por mi admiración a Carla, quería pertenecer a ese grupo.

-          ¿Y cómo se hace una socia? – le pregunté.

-          A ver. Si es sólo por curiosidad, no puedo contaros nada. Si realmente queréis pertenecer al grupo, hay que cumplir unos requisitos mínimos.

-          A mí me gustaría. ¿Cuáles son los requisitos? - repliqué ilusionada.

-          El más importante: que os guste practicar sexo. Naturalmente hay que ser mayor de edad y pasar unas pruebas.

Le pregunte por las pruebas que teníamos que pasar las chicas.

-          La prueba inicial se pasa en la primera fiesta. Son varios actos sexuales que marca la organizadora, yo en este caso, y que tenéis que estar dispuestas a hacer. Antes de cualquier cosa, es obligatorio firmar un documento de conformidad para evitar posibles problemas.

La información dada por Carla me producía mucho morbo. Si ella pertenecía a ese grupo, no podría ser muy malo. Seguí preguntando con curiosidad sobre dónde se daban las fiestas.

Carla nos hizo una pregunta directa.

-          ¿De verdad estáis interesadas en formar parte del grupo? Esto no es un juego de niños.

No me gustaba que me compararan con una niña. Yo asentí rápidamente. Miré a Tania que me observaba un poco dubitativa. Somos buenas amigas desde la infancia y muchas cosas las hacemos juntas. Sé que es muy cohibida, así que la animé a asentir.

Tras nuestra confirmación, Carla nos contó lo fundamental de la sociedad.

A la sociedad la llamaban “SG”, abreviatura de sexo en grupo. De ese modo era fácil nombrarla ante extraños cuando había que comentar algo. La fiesta se realizaba en locales seleccionados y con instalaciones adecuadas. A ellas asistían entre 20 y 40 personas, chicos y chicas.

Los requisitos de los chicos para ser socio, era asistir al menos a tres fiestas como aspirantes y que todas las chicas asistentes dieran su aprobación. Superada esa prueba, son como cualquier otro socio y son los que pagan el coste relacionado con las fiestas. Si alguna socia da quejas de un chico, se estudia el tema y se le puede expulsar.

Las chicas por su parte, bastaba con asistir a una fiestas como aspirantes y pasar las pruebas que se les impongan. Si las pasan, son socias como el resto y van a las fiestas sin ningún coste.

-          ¡Yo quiero apuntarme! – supliqué a Carla – Tu también ¿verdad? – me dirigí a Tania implorando a que asintiera.

Tras un receloso “si” de Tania, Carla sacó unas hojas de su bolso. Nos advirtió:

-          Si firmáis esto tenéis que llegar hasta el final. No me gustaría quedar mal con los socios.

El documento tenía una zona con puntos para poner el nombre y la edad. En la parte inferior, para poner la fecha y un espacio para firmar. Su contenido indicaba que el firmante aceptaba voluntariamente asistir a la fiesta de sexo en grupo y consentía completamente todos los actos en los que iba a participar.

No explicaba nada más. Mi mente intentaba  imaginar qué posibles perversiones no estaba dispuesta a hacer. Mi deseo por formar parte del grupo al que pertenecía Carla, me impedía ver cualquier obstáculo. Tania me consultó con su mirada y tras verme firmar, ella también lo hizo.

Carla comentó:

-Tengo que comprobar una cosa.

A continuación, sentadas como estábamos y ocultas a la vista por la propia mesa, metió su mano bajo mi falda, con los dedos separó mis bragas y tocó mi sexo durante unos instantes, palpando el exterior. Desconocía el objeto de esto pero abrí las piernas y me dejé hacer. Metió dos dedos en mi interior. Mi sexo se humedecía rápidamente. No insistió.

Tras hacer algo similar a Tania, nos dijo:

-          Venir a la fiesta de mañana. Es a las doce de la noche. Poneros guapas y por supuesto, aseadas. Como vais hoy, está muy bien.

Nos dio una tarjeta a cada una, con un anagrama rojo donde se indicaba la dirección a donde había que ir. El anagrama era un círculo con dos flechas y dos cruces opuestas adosadas al exterior, como si se enlazaran signos masculinos y femeninos. Nos dijo que sin la tarjeta no nos dejarían entrar y que el color rojo indicaba que éramos aspirantes, la tarjeta de los socios es en color negro.

Cuando Tania y yo nos quedamos solas, a ella le entraron las dudas.

-          ¿Estás segura de dónde nos metemos? – me preguntó un poco temerosa.

-          ¡No te preocupes! -  le respondí aparentando seguridad – Al fin y al cabo, sólo se trata de echar un polvo.

Ninguna de las dos somos vírgenes. Por las confidencias que nos hacemos sé que a Tania se la han follado varias veces y que también le han dado por atrás. Ni que decir tiene que le han comido el coño y ella ha hecho más de una mamada. Su rostro angelical y su edad podrían engañar a cualquiera.

Por mi parte, también he hecho de todo lo que he podido. Tengo un amigo que dice medio en broma: “si yo fuera mujer, sería muy puta”. Cuando le oigo decir esto, pienso en mí y me alegro de ser mujer, siempre lo tenemos más fácil para el sexo.

El sábado por la noche acudimos juntas a la dirección que decía la tarjeta.

Llevábamos vestidos cortos hasta las rodillas, medias, ropa interior, zapatos de tacón y bolsos todo en negro. Parecíamos hermanas a las que nos compraban la ropa igual. En realidad, lo habíamos escogido juntas.

En la puerta de entrada un gigantesco tipo nos pidió la tarjeta y se las enseñamos. Al verlas nos dijo que debíamos entrar a la sala de la derecha y nos permitió el paso.

En la sala estaba Carla hablando con dos chicos y dos chicas que había allí. Eran aspirantes como nosotras. Su edad rondaría los treinta años. Sin duda, nosotras éramos las más jóvenes. Todos eran agradables y vestían elegantemente. Se notaba la ansiedad por lo desconocido.

Cala nos dijo que una de las chicas, a última hora, no había podido venir. Me pregunté si esa era la verdad o la chica era más sensata que nosotras y se había arrepentido.

Una chica preguntaba nerviosa qué teníamos que hacer. Carla la tranquilizaba:

-          No te preocupes. Todo a su tiempo. Tú, déjate llevar...

Carla preguntó aunque sin dar mucho tiempo a responder:

-          ¿Seguro que queréis pertenecer al grupo?... ¡Seguirme!

Carla abrió la puerta de la sala y caminó entrando en otra muy grande. Todos la seguimos.

La sala estaba escasamente iluminada. En las zonas cercanas a las paredes, en penumbra, se apreciaban hombres y mujeres, algunos de pie y otros sentados en sillones y sofás. Todos elegantemente vestidos, abundando el color negro en trajes y vestidos.  La zona central estaba vacía y allí nos llevó Carla. A los chicos les indicó para que esperaran en un lateral.

Carla nos ayudó a las cuatro chicas a colocarnos alineadas una al lado de la otra, hombro con hombro, separadas entre nosotras y mirando en la misma dirección.

La música ambiente era suave y melodiosa, tranquilizadora, pero sentía mi corazón acelerarse ante la incertidumbre.

Alguien entrego unas piezas de tela negra a Carla. Eran antifaces para dormir. Carla nos colocó a cada una un antifaz y a partir de ahí dejé de ver lo que ocurría a mi alrededor.

Trascurrió un tiempo interminable en el que intente imaginar lo que ocurría a mi alrededor. Por los ruidos que escuchaba creí que había gente desnudándose alrededor mío. Yo seguía inmóvil en la posición que me colocaron.

Unas manos suaves me tocaron la cara. Por lo inesperado y la tensión del momento, me estremecí.

Aquellas manos me acariciaban con suavidad, buscando mi reacción. Colocadas sobre mis hombros, bajaban por mis brazos  para volver a subir a mis hombros.

Unos labios rozaron mi boca. El roce de un incipiente bigote me hizo intuir que era un hombre.

Las manos cambiaron de dirección, acercándose a mi cuello y volvieron a bajar, esta vez, suavemente, recorriendo la forma de mis pechos y hasta mi vientre. Subiendo y bajando por el mismo trayecto, a pesar del vestido y el sujetador, notaba a mis pezones entrar en calor.

Cada vez que subía se detenían al chocar con mis pechos y me los elevaba un poco. Aquellas manos sabían moverse.

Otro par de manos se posaron en mi espalda y comenzaron a acariciarla. Bajaron por mi cuerpo hasta llegar a mis nalgas envolviendo  mis glúteos, entreteniéndose en ellos y bajando por mis piernas.

Ninguno de los dos tenía prisa. Durante un largo rato repitieron sus movimientos, por encima de la ropa, como intentando averiguar mis sensaciones. A pesar de mi visión anulada, notaba muchos ojos sobres en mí observando lo que me hacían.

Las manos que palpaban mis piernas por detrás subieron por ellas, pero esta vez no continuaron por encima del vestido. Tomando este por el borde inferior, fue subiéndolo. Notaba como mis piernas quedaban al aire y seguía subiéndolo. Mis bragas debían estar ya al descubierto y seguía levantándolo. Llegó a mis pechos donde se atascó un poco. Un ligero tirón y consiguió zafarse del obstáculo. Mi sujetador ya estaba a la vista. Levanté los brazos para que quitara el vestido del todo.

Estaba de pie, con los ojos tapados, solo en ropa interior con medias y tacones. Rememoré una película porno que había visto, donde la protagonista estaba en una situación parecida.

Me soltó el enganche del sujetador y me lo quitó. Mis senos se liberaron de presión. Tomó las bragas de los laterales y tiró de ellas hacia abajo. Levante las piernas sucesivamente para facilitar que me las quitara. Mi corazón palpitaba por la incertidumbre. El hecho de no ver nada y sentir mi desnudez, me provocaba una sensación indescriptible.

Unas manos me tomaron los tobillos y me estiraron de ellos hacia el exterior. Entendí que debía abrir las piernas y colaboré.

Sentí sobre mi sexo el movimiento de una brocha enjabonada. En mi última depilación sólo eliminé el vello que sobresalía del bikini, conservando el resto.  Me imaginé que querían rasurar todo. Me vino a  la mente cuando Carla palpó mi sexo el día anterior. Probablemente quiso comprobar cómo llevaba el vello y preparar esto. 

A continuación sentí como pasaban una cuchilla con mucha delicadeza. Varias pasadas y desapareció todo vestigio de pelo. A mí no me hacía mucha ilusión, durante mucho tiempo había deseado que me creciera el pelo en el sexo ya que era un síntoma de ser mayor, aunque comprendo que a un hombre le guste más el contacto directo con la piel.

Una mano humedecida limpiaba los restos de jabón de mi sexo. En cada pasada mi sexo reaccionaba abriéndose más. Aquellas manos aprovechaban para presionar sobre mis labios vaginales y los dedos rozaban el interior de mi coño con suavidad, en parte debido a la cremosidad del jabón. Me estaba poniendo muy cachonda.  En algún momento extendió sus dedos hasta mi culo y lo introdujo un poco, después un dedo, luego otro más grueso. Al final dos. Creo que analizaba mi disposición a ello.

Escuche el ruido de un sillón al arrastrarse. Alguien tiró de mis hombros hacia atrás y choque con sus rodillas. Al no poder retroceder, me doble y acabé sentada sobre alguien. Estaba desnudo. Notaba su pecho en mi espalda pero sobre todo, notaba su pene, me pareció inmenso,  aplastado por mi peso, debajo de mí.

Me levantó y yo colaboré permitiendo que aquella polla se elevara hacia mí.  Moví mi cuerpo en varias direcciones hasta lograr que su capullo estuviera directamente sobre el agujero de mi coño. Me senté poco a poco y entró con dificultades. Su grosor era inmenso y dificultaba la entrada. Creo que jamás antes me habían metido algo tan grande. Sus manos agarraron mis pechos, apretándolos y tirando hacia abajo. La sensación era indescriptible. Desnuda, recién rasurada, sin ver nada alrededor, sentada sobre un desconocido que entraba en mi cuerpo y a la vista de todos.

Sentí otro pene en mis labios, rozando y empujando buscando entrar en mi boca. La abrí sin oponerme y empecé a chuparla con mi lengua, por abajo, adelante y atrás. Agarré sus testículos para controlar mejor mi acción. Sus piernas rodeaban mis hombros, estaba subido al sillón, con su sexo delante de mi boca y ahora sus manos en mi nuca, dirigían el ritmo con que entraba y salía de ella. Su empuje me hizo inclinarme hacia atrás.

El que estaba sentado pasó a sujetarme de la cintura y me atrajo hacia él  con fuerza. Llegó un momento en que su pene no podía entrar más dentro de mí. Mi sexo, a pesar de su dilatación por la excitación, estaba presionado por aquel inmenso miembro. Inclinados hacia atrás como estábamos, la punta empujaba hacia mi vientre desde el interior.

Note una lengua húmeda y cálida sobre mi clítoris, por delante de aquella polla que hacía maravillas dentro de mí. Sentía el impulso de morder la que estaba en mi boca pero me contuve. Me limité a apretarla con mis labios. Mi boca era una mezcla entre saliva y el líquido que emanaba de ella.

Unas nuevas manos se posaron bajo mis nalgas y me levantaron de mi posición. La polla que estaba en mi coño, salió con dificultad de él y sin dejar de rozarme, se posicionó más atrás, directamente en mi ano. Sentí cómo buscaba la entrada y cuando la encontró, apretó con fuerza. Entraba con mucha dificultad. No estaba acostumbrada a ese tamaño. Durante unos instantes el dolor superó al placer, aunque en seguida amainó.

Mi coño seguía caliente y hambriento, pero no tardo en obtener sus deseos. Quien me tenía elevada por las nalgas y me había recolocado, se acercó a él por delante, pegando su capullo a mi sexo. No le costó encontrar el hueco, estaba abierta de par en par y esta verga era un poco menos gruesa que la anterior, aunque también voluminosa. Un ligero empujón y me encontré ocupada por todos los orificios.

Como no veía nada, me dio por etiqueta a cada uno. “Asiento” se movía arriba y abajo dentro de mi  culo, agarrando mis tetas y apretándome los pezones. Soportando mi nuca, “caramelo” entretenía mi boca impidiéndome gemir. Por delante, el último incorporado, “aprovechado” empujaba con su verga dentro de mi chocho adelante y atrás. Notaba como, por su tamaño, en el movimiento, parte de mi sexo acompañaba su acción. En algunos momentos aquellos miembros, dentro de mí,  se rozaban entre ellos. No podía pedir más.

Permanecimos en esa gimnasia sexual durante un buen rato. Yo estaba en la gloria y no quería correrme aunque jamás había experimentado un placer de ese nivel.

A pesar de lo que tenía en la boca empecé a gemir. En ese momento pararon los tres y rápidamente sacaron sus sexos de mi interior. ¡Maldita sea! – pensé, estaba a punto de correrme y me habían cortado el clímax. Volví a quedar sentada sobre el sexo de “asiento”, aunque ahora fuera de mí.

Me quitaron el antifaz de los ojos. Entonces vi a los tres que habían intervenido.

Ante mi cara, al levantar la vista de aquella enorme polla que había estado en mi boca, contemple a “caramelo”, un guapo chico que se retiró hacia un lado esbozando una sonrisa. Delante de mí, recién salido de mi coño, estaba “aprovechado”. Reconocí a  Juan, aquel chico al que conocí el día anterior en el pub. Sonreía encantado y su pene apuntaba hacia mí, visiblemente mojado y completamente erecto. Giré la cabeza para identificar a “asiento”. La sorpresa fue mayúscula. Era un hermoso negro quien me había estrenado en la fiesta. ¡Con razón le costó tanto entrar! – pensé.

Miré a un lado buscando a Tania.

Vi a las dos chicas compañeras de iniciación. Una de ellas tenía la polla de uno en su boca y con cada mano agarraba la de otro mientras las movía adelante y atrás. Ya no llevaba el antifaz.

La otra tenía las muñecas atadas a una cuerda fijada al techo, de puntillas sobre los dedos de los pies, mientas un muchacho desnudo le metía su verga por el coño mientras otros la acariciaban la espalda. Me pareció encantador.

Giré la vista hacia el otro lado. Allí localicé a Tania. A cuatro patas, tenía a un chico debajo de ella y otro detrás pegado a su culo. Me pareció que tenían sus pollas, simultáneamente, dentro de ella. Su boca abierta y su expresión de placer y dolor contenido me dieron esa impresión. Posteriormente me confirmó que así era.

Una mirada alrededor y descubrí chicos y chicas follando de la manera más dispar. Algún chico estaba con dos chicas y pocas eran las que estaban con uno solo.

No muy lejos estaba Carla, desnuda y sentada sobre un chico. Sus movimientos adelante y atrás, indicaban que estaba entretenida.

Se acercaron otros tres chicos a mí. No hizo falta que dijeran nada.

 “Asiento”, “caramelo” y  “aprovechado” me besaron en la boca, uno tras otro y me dejaron con los recién llegados.

Uno de ellos se tumbó en el suelo. Su pene apuntando al techo era una invitación a capturarlo. Arrodillada encima de él, lo busqué con mi sexo hasta localizarlo y me dejé caer. Entro sin dificultad.

Me incline hacia delante y un segundo chico debió adivinar mis deseos. Sentí su polla en la entrada de mi culo y empujó hasta dentro. El tercero se puso ante mí tan al alcance que abrí mi boca para chupar su pene.

En esa posición estuvimos un rato. Cada uno se movía provocando el roce en el otro.

El primero en descargar su semen fue el de mi culo calentando el interior de mi ano. Continuó su ejercicio de meter y sacar, ahora con más facilidad. El líquido que me inundaba añadido a que había perdido algo de grosor, facilitaba la acción.

Después lo hizo el de mi coño. Su descarga fue interminable. Notaba sucesivos chorros acompañados cada uno de una presión añadida él.

No perdí la oportunidad de exprimir con mi boca lo que tenía a mi alcance, apreté con mis labios y apresure el ritmo hasta que me llenó de esperma. Me sentía muy guarra chorreando semen por todos los agujeros. Mire a Carla que seguía con lo suyo. Me pareció ver una sonrisa de aprobación.

La fiesta continuó y creo que no me dejé a ningún chico sin probar. Por un agujero u otro, todos entraron en mí. Llegué al orgasmo varias veces. La fiesta duró hasta el amanecer y aunque tras cada corrida me sentí satisfecha, me dio tiempo a recargar deseo para continuar con otros. Mi objetivo era que ellos se corrieran sin hacerlo yo y así poder aguantar.

Acabada la fiesta, nos costó un triunfo encontrar la ropa. Deseo ardientemente ir a la próxima fiesta, pero eso es otra historia.

Ana