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Los azotes que le hacían falta (spanking)

en Dominación

Y nada más cruzar la puerta de mi reino… que estaba en silencio y penumbra. Le escuché preguntar:

-Ama dónde está?

-Pasa, estoy aquí. –Le contesté.

Dió un par de pasos con inseguridad.

-Que tienes que hacer al cruzar mi puerta? –Le pregunté.

Se arrodilló inmediatamente, sin pronunciar palabra.

Me miró a los ojos y le cruce la cara con dos bofetones.

-Qué tienes que hacer? –Le pregunté.

Se postró, beso mis pies… lamió uno a uno mis dedos, entonces apoye mi otro pie sobre su espalda… después intercambie de pierna apoyándola también en su espalda, mientras el continuaba con su lengua adherida a mis dedos.

-Deja ya. -Le dije. Me llenas de babas…Vamos a dar un paseo… e inmediatamente se puso en posición de caballito (pony), me senté sobre su espalda y fuimos a dar un paseo…de aquí para allá, de allá para acá.

-Estas feliz de llevar estas hermosas posaderas sobre tu lomo? –Le pregunté.

-Si mi Ama, estoy feliz de llevarla sobre mí.

Entonces metí tres dedos de mi mano izquierda en su boca, para que los chupara, le veía excitado mientras yo continuaba sobre el…

Me bajé de su espalda y me paré frente a él, le puse su collar de perro y tire de él. Le lleve a la cocina.

-Levántate y desnúdate. -Le ordené.

Se desnudó totalmente y se paró de pie frente a mí. Le giré y le recosté en la encimera… mordisqueé su espalda, como siempre.

Y saqué del cajón de los cubiertos una espátula de madera ancha.

-Te mereces unos azotes. –Le dije.

-Los deseo mi Ama. –Me contestó sumisamente.

Empecé a azotarle sin pereza, con gusto y morbo, mientras el gemía de dolor y placer…

 Mi esclavo tenía el culo rojo, pero; continúe con mi sesión de spanking sobre la encimera.

-Pensar lo bien que viene tener una espátula de madera entre los utensilios de cocina. –Le dije.

-Si mi Ama. –Me contestó.

-Vamos. Le dije tirando de su collar.

-Como ordene mi Dueña. –Contestó.

Me senté en el sofá y le hice recostarse sobre mis piernas para continuar con la sesión de azotes… acaricié sus rojas nalgas con suavidad y cariño…  

Y continué azotándolo con mis manos.

Después de un rato, mis manos me ardían de tanto azote…

Le hice levantarse y puse pinzas de madera en sus pezones y testículos.

-Ahora vamos. -Le dije llevándolo a la habitación de su collar.

-Si mi dueña. –Obedeció.

-Tengo que procurarte cuidados. –Dije.

Y saqué una crema del armario, me senté en la cama, mientras mi esclavo continuaba de pie frente a mí…

-Gracias mi señora. -Me dijo.

-No me des las gracias, que todavía no sabes lo que te espera. –Le contesté. Mientras le embadurnaba el culo con crema...

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