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Tía deja en bolas a su sobrino como venganza

en Dominación

Las tardes de verano se hacían interminables en aquella urbanización solitaria y sin tráfico alguno. Mis padres me habían enviado a pasar unos días a casa de mis tíos durante las vacaciones, puesto que ellos aún trabajaban, y consideraban que a la edad de 16 años no podía quedarme solo en casa. Así que, en compañía de cuatro amigos que se encontraban en situación parecida, nos dedicábamos a jugar al balón, y a meternos con las pocas chicas que rondaban la zona, entre ellas, mi prima Laura, que por aquel entonces rondaba los 14.

Yo sabía que a Laura le gustaba uno de los chicos del grupo, porque me lo había comentado, y porque realmente saltaba a la vista, por la forma que intentaba pavonearse delante de él. Yo nunca le comenté nada a Manuel, pero reconozco que sí que lo aprovechaba para burlarme de ella. Una tarde, delante de todos ellos y tras un rato de intentar ella hacerse notar, le dije: “No sé qué pretendes conseguir, si ni siquiera te han salido las tetas”. Esto hizo mucha gracia entre los chicos, pero a ellas no les sentó nada bien, especialmente a Laura, que se marchó a casa con los ojos llorosos.

Llegó la hora de volver a casa, y con ello la hora de la ducha. Esto era obligado, puesto que con los calores del verano y el ejercicio, mi tía no consentía que nos sentáramos a cenar, ni mucho menos que nos metiésemos en la cama sin ponernos en remojo. Pero algo iba mal cuando llegué: mi tía me estaba esperando, con cara de pocos amigos. “Sergio, estoy muy disgustada. He ido a cambiar tus sábanas, y mira cómo las he encontrado…”; sostenía una funda de almohada que en otro tiempo hubiese podido ser blanca, pero estaba muy amarilla. “No quiero que vuelva a pasar, y para asegurarme, hoy voy a ser yo la que te duche bien duchadito”. No pensé que hablaba en serio, hasta que al meterme en el lavabo, me siguió y se sentó en el WC.

“Venga, quítate la ropa.” Me quedé petrificado, intentando asimilar que mi tía pretendía que me quedase desnudo delante de ella, cuando hacía años que ni siquiera mi madre me la había visto. “Va, chico, que no tenemos toda la tarde, y Laura también se ha de duchar”. Su voz autoritaria me hizo reaccionar, aunque tenía la sensación de estar metido dentro de una película a cámara lenta. Aún no había acabado de quitarme la camiseta, cuando sentí que un fuerte tirón me privaba de la protección de mis pantalones, dejando completamente a la vista mi pene delante de mi tía, el cual sentía encogido debido a la vergüenza que estaba pasando en aquel momento. “Anda, ya te ayudo yo. No sé por qué tantos remilgos, si, total, no hay para tanto…”. No supe si se refería al hecho de que ella me viese desnudo, o hacía referencia al tamaño de mi pene, que en aquel momento presentaba un aspecto lamentable, casi cómico. En cualquier caso, aquello hizo mella en mi orgullo, y empecé a notar mis fosas nasales un poco obstruídas.

Me metí en la ducha. “Así, ponte de espaldas… muy bien… fíjate como debes hacerlo, no quiero que se vuelva a repetir”. Acabó con mi espalda y mis piernas. “Ahora, inclínate hacia delante y separa las piernas”. Lo hice sin rechistar, anímicamente hundido, y únicamente lancé un respingo al notar que su mano le alargaba desde atrás hasta mis huevos, y comenzó a frotarlos enérgicamente. “Supongo que te lavas bien los bajos, no?” “Sí, tía” “Y por detrás?”. Su mano se deslizó hasta mis nalgas, introduciéndose entre ellas. “También, tía, me limpio bien.”. ”Sabes que hay que limpiarlo todo, no?” Mientras lo decía, uno de sus dedos empezó a rondar mi ano, haciendo una leve presión, hasta que poco a poco fue abriéndose camino. Noté cómo me ensartaba lentamente, haciendo girar su dedo, hasta que no pudo meter más. Y mi polla también lo notó, porque bajo mi incrédula mirada, y totalmente en contra de mi voluntad, empezó a crecer y a crecer, alcanzando en pocos instantes su máximo tamaño. Mis ojos empezaron a enrojecerse.

“Bueno, esto ya está. Date la vuelta”. Con la mirada gacha, totalmente humillado, me di la vuelta lentamente. Allí estaba yo, a punto de llorar delante de mi tía, con la polla totalmente empalmada, a escasos diez centímetros de su cara. No imaginaba que pudiera sentirme más desgraciado, hasta que mi tía dijo. “Se está haciendo tarde. Laaaauraaaa…, “ – dijo gritando – “ven a preparar tus cosas, que ya casi estamos”. Se me cayó el alma a los pies cuando Laura entró en el baño. Sin poderme contener más, dos lágrimas empezaron a cruzar mis mejillas, haciéndome sentir impotente. Laura sonrió, divertida, mientras preparaba sus toallas y cremas, y su madre me frotaba pecho y piernas. Cuando acabó, Laura se sentó en el WC, a la espera de que acabásemos, y a contemplar el espectáculo.

“Bueno, ya casi está. Ahora, apoya la espalda en la pared, y pon la cintura hacia delante”. Y así, de esta guisa, me dejó totalmente expuesto a sus manipulaciones y a las miradas de sorna de su hija, con quien empezó a tener una conversación mientras de nuevo comenzó a frotar mis huevos, esta vez desde delante. Mi polla temblaba. “Y tú cómo es que has vuelto tan pronto esta tarde?”. “Pues porque Sergio se ha metido conmigo, y me ha hecho quedar mal delante de sus amigos”. Laura me miraba a los ojos ahora, disfrutando de su victoria, y sabiendo que yo ya no tenía secretos para ella, saboreando dulcemente las lágrimas que tan despacio me iban resbalando por la cara, demasiado amargas para mi. “De verás? Qué le has dicho, Sergio?”. “No, yo no…” – empecé a hablar, pero las manos de mi tía dejaron mis huevos para dedicarse a limpiar mi polla, y no pude continuar. “Va, dile lo que me has dicho, listo…”. No pude aguantar más, empecé a llorar como un bebé delante de aquellas dos mujeres que me miraban divertidas. “Le he dicho que aún no tenía tetas” – conseguí balbucear entre sollozos. En ese momento, mi tía me dio un estrujón que hizo que mis testículos se vaciasen completamente bajo la atenta mirada de Laura, mientras yo emitía un lastimero gemido. “Vaya, eso te ha dicho el hombretón este?” – dijo mi tía mientras me la soltaba y me dejaba allí apoyado, aún mostrándoles a las dos mis vergüenzas – “Bueno, no te preocupes, cariño, ya has visto lo mayor que es él y el aguante que tiene, no? Además, seguro que está arrepentido y no lo vuelve hacer, verdad, Sergio? Va, pídele perdón a tu prima ”. Y así, tuve que disculparme delante de mi prima, llorando, cabizbajo y completamente desnudo, mientras ella, en vez de mirarme a la cara, se divertía contemplando mi polla, que de nuevo había decidido tomar su ridículo aspecto inicial, y que fue motivo de burla por parte de Laura y sus amigas el resto del verano.

Espero sus comentarios y si desean una continuación ya saben, solo pidanla.