miprimita.com

Sexo en la terraza con mi vecino maduro

en Sexo con maduros

Recuerdo que era un día de mucho calor. Era fines de Diciembre. Estaba en mi departamento, al que me había mudado, hacía menos de dos meses. Vivía sola, me vine a Buenos Aires, a estudiar. Las clases comenzaban en Abril, pero no aguantaba mas la vida del interior, era demasiado tranquila para mi, por lo que apenas pude, me vine a la Ciudad, conseguí trabajo de vendedora en una tienda de ropa.

Eran cerca de las 11 pm, estaba muerta de sed, abrí la heladera, y solo había agua y gaseosa, pero estaba con antojo de tomar jugo de naranja. Llevaba puesta solo ropa interior de color negra. Busqué lo primero que encontré y me puse un short de jean corto ajustado, un top y unas sandalias.

Los comercios estaban todos cerrados, pero a dos cuadras había una estación de servicio que tenía un pequeño local que estaba las 24 hs abierto. Fui directo a la heladera, agarré dos jugos de naranja de 500 cc. y pagué la compra y volví caminando con mucha tranquilidad hacia mi casa, primero por el calor y segundo para tomar un poco de aire. Me la pasaba todo el día dentro del local con aire acondicionado, y llega un momento que te saturas de tanto encierro.

En la puerta del edificio había un hombre disfrutando un cigarrillo, ya lo había visto en un par de ocasiones, las dos veces fumando también. Lo saludé, y el también me saludó.

Estaba abriendo la puerta de entrada del edificio, y me detuve.

No me invitas un cigarrillo, le pregunté. No era fumadora, pero en las salidas con mis amigas en mi pueblo natal, me encantaba sentarme en una plaza con ellas y conversar mientras fumábamos.

Si, por supuesto, me dijo y me acercó la caja de cigarrillos, para que me agarre uno.

Gracias, dije. Me lo puse en la boca y sacó un encendedor plateado de su bolsillo y me lo encendió.

Como te trata el calor, me preguntó.

Bastante bien, soy de un pueblo, que tiene temperaturas mas elevadas. Por lo que lo llevo bastante bien. Dije.

Te sentía una tonada distinta. Me dijo.

Vine por estudio, y ya estaba cansada de la vida de pueblo. Es otro mundo la Ciudad. Le comenté.

A mi me vendría bien alejarme un poco, ir al campo, o algo así, vivo con mi mujer y tres hijas. Una es de tu edad. En un departamento, es complicado, por eso vengo a fumar afuera, me distraigo un poco.

Te compadezco, le dije.

Gracias, respondió.

Terminé el cigarrillo, le agradecí, y me despedí.

No queres otro? me preguntó.

Te agradezco, pero son muy fuertes para mi, estoy acostumbrada a otros menos fuertes.

Aún le faltaba terminar, mas de la mitad del cigarrillo, y lo tiro al suelo.

Subo con vos, ya estuve bastante afuera.

Estábamos esperando el ascensor, y de la nada, me dijo: – Como vienen las pendejas hoy en día, si tuviese tu edad, no sabes lo que te haría.

Le sonreí. Justo llegó el ascensor. Entró primero que subía hasta el piso 21 y como yo bajaba en el 15 entré segunda.

Sobre el comentario que me dijo, creo que se arrepintió de decirlo, porque mientras subíamos, no me dijo mas nada.

Llegamos al piso 15, abrí la primera puerta del ascensor y le pregunté:

– Fue en serio lo que me dijiste abajo?

– Si, ni lo pensaría. Respondió.

Cerré la puerta y le dije, estas de suerte hoy.

Se quedó mudo, estoy segura que jamás se lo imaginó que una chica de 18 años, le respondería de esa manera.

Me pasa todo el tiempo, que me dicen de todo en la calle, desde piropos hasta como me violarían, obviamente no es real. Pero cuando los enfrentas o solo los miras, se hacen los distraídos y quedan como tontos.

Apreté el botón del piso 24, era el último. Y para llegar a la terraza, había que subir un piso por escalera.

La puerta de la terraza, debería estar cerrada, a esas horas. Pero como nuestro encargado, siempre llega tarde, y nunca esta para las 8 am, que es la hora que tendría que estar abierta, prefiere dejarla abierta todo el día.

El ascensor se detuvo en el piso 21, ya que mi vecino, lo había apretado, esperamos unos segundo y siguió subiendo.

Finalmente, llegamos al piso 24. Abrí la puerta. Apenas salí. Me preguntó:

– Estas segura? lo dije de baboso, ni lo pensé, podrías ser mi hija.

– Muy. Que estas esperando? Le pregunté.

Estaba muerto de miedo, hasta me dio pena verlo asustado por lo que estaba por pasar.

La verdad, es que no lo hacía solo como un favor. Siempre me gustaron los maduros, desde chica. Mas si tenían hijas de mi edad, me daba mucho morbo la idea. Hubiese estado con alguno en mi pueblo, pero es complicado, se conocen todos, y una vez que empieza a decirse que estuviste con un maduro, o casado, ya quedas estigmatizada en los pueblos chicos por lo menos.

Subimos la escalera hacia la terraza, la puerta estaba cerrada pero sin llave. Era una puerta metálica y pesada, que hacía mucho ruido cuando la abrías.

Ya en la terraza, le pedí a mi vecino, que trabe la puerta con una maceta pesada que había a unos metros. No creo que suba nadie a esa hora, pero nunca se sabe.

Me saqué el short, luego el top, seguí con el corpiño y finalmente me bajé la tanga.

Quedé completamente desnuda. Solo tenía puestas mis sandalias, de color blancas.

Mi vecino quedó en shock, no podía creer lo que estaba viendo. No quiero sonar agrandada, pero me consideraba una chica atractiva. Medía 1.71 metros, ojos verdes, pelo castaño claro. Tenía muy buena cola, bien parada, cintura muy bien formada, pechos bien redondos y firmes.

Los hombres siempre me miraban en calle o donde me movía. Me sentía atractiva y me daba seguridad, ser así.

– Bueno, que era lo que me querías hacer? Pregunté.

Tardó unos segundos en responder, muy nervioso me dijo me encantó tu cola.

Le sonreí. Me acerqué, le desabroché el pantalón de jean, se lo deje caer. Metí mi mano por debajo de su boxer, y empecé a jugar con sus huevos y pija. Estaba bastante traspirado, la verdad que hacía mucho calor, y la situación tampoco lo ayudaba. Sus huevos eran gigantes, me encantaba apretarlos, mi vecino jadeaba. Me acerqué a su boca, nuestros labios se tocaron, y metí mi lengua dentro de su boca, nuestras lenguas comenzaron a jugar entre ellas, mientras seguía con mi mano derecha jugando con el miembro de mi vecino.

Pasaron unos minutos, y me pidió disculpas:

– Perdoname, ya tengo 61 años y no se me para sin Viagra, no te quiero hacer perder tiempo, disculpame. Me dijo.

– Quedate tranquilo, no necesitas nada para que se te pare, dejamelo a mi, recién estamos empezando, dije.

Nos seguimos besando unos minutos mas. Y le tome la mano. Lo llevé contra las barandas de la terraza. Fuimos despacio, que tenía el pantalón bajo sobre sus tobillos. Se apoyo sobre estas, casi sentado.

Aproveché a mirarlo bien. Era apenas mas bajo que yo, era bastante gordito para su altura, había perdido gran parte de su pelo. Ojos marrones, espalda chica. Y se lo veía tan preocupado. Que quería relajarlo, darle una experiencia, que ni en sueños, pudo haber imaginado.

Me arrodille enfrente de mi vecino, le bajé el boxer, y puse mi boca contra sus huevos. Los besé delicadamente, luego comencé a acariciarlos, pasando la punta de mi lengua, recorriendo sus dos huevos, seguí con mi lengua, ahora lamiendo huevos, y con mi mano derecha, jugaba con su pija.

No tardó ni dos minutos, que pude sentir como su miembro empezaba a crecer en mi mano, me metí sus dos huevos en mi boca y junto con mi lengua, los succioné, dándole un gran placer, podía escucharlo jadeando, y me hizo comenzar a mojarme. Su pija ya estaba completamente erecta, era de unos 12 o 13 cm., no muy gruesa, y llena de venas muy marcadas, la cabeza de su miembro era bastante mas ancha, que el tronco.

Metí su pija en mi boca. Y me la metí hasta el fondo, con movimientos suaves, y presionando con mis labios, fui masturbándolo, llegaba hasta la base de su miembro, y volvía para atrás, hasta llegar a su cabeza, lo habré hecho unas 10 o 12 veces, pero tuve que parar, me daba la sensación que estaba por venirse, y como me había dicho, quería probar mi cola.

Le escupí la pija un par de veces y esparcí con mi mano derecha mi saliva, para lubricarla.

Me levante, me escupí la yema de mis dedos, y me humedecí la entrada mi ano. Apenas me metí un dedo, para dilatarla. Por el tamaño de la pija de mi vecino, no necesitaba mucha lubricación, mas que nada para que su cabeza me penetre.

Con mis manos, agarré la baranda, incliné mi cuerpo, quedando en un ángulo de 90 grados, y le dije que estaba lista.

Se acercó por atrás. Con movimientos torpes, me chocó por atrás con fuerza, me asusté bastante, la baranda era baja, y estábamos en un piso 25.

Con mi mano derecha, busqué su miembro, lo acomodé en la entrada de mi cola, su cabeza estaba contra mi ano, acomodó su panza sobre mis nalgas. Con su mano se ayudó para penetrarme, hundiendo su pija dentro de mi cola, me hizo doler levemente su cabeza, pero no tardó en estar adentro. Ya con su cabeza dentro de mi cola, me tomó por las caderas, y empezó a penetrarme, a un ritmo tranquilo, me dio mucho placer, no me hacía doler el tamaño de su pija y era un tamaño que me permitía disfrutar completamente. Su sudor caía, sobre mi espalda y nalgas. Sentía ese ruido a golpe seco de su cuerpo contra el mio. Su pene entraba una y otra vez por mi cola, mi vecino jadeaba, y yo gemía de placer.

No duró mucho solo unos 3 o 4 minutos. No me dio tiempo de acabar.

– Puedo tirarla adentro me preguntó.

No tuve tiempo de responder que se vino dentro de mi cola. Quedo jadeando. Sentí como sacaba su pija de mi cola y se tiro al piso, me asusté, bastante, pensé que estaba teniendo un ataque al corazón, me arrodille a su lado, pero solo estaba agotado físicamente, fue demasiado para el.

Tardó unos 5 minutos en poder hablar. Solo me agradecía, estaba muy agradecido. Me quedé sentada a su lado. Nos quedamos conversando un buen rato. Me contaba a que se dedicaba, sobre la relación con su mujer, o la no relación, como se llevaba con sus hijas, hacía cuanto vivía ahí, chismes del edificio. Lo escuché atentamente. Cuando lo vi mejor, le dije que vaya a su casa, que si no iba a tener problemas. Lo ayudé a levantarse. Me abrazó de manera paternal, fue agradable.

Te acompaño a tu casa, me preguntó.

Me quedo un rato y me voy, gracias igual, dije.

Me agradeció, se acomodó la ropa y estaba por irse cuando le dije que espere.

Toma, te la regalo. Le di mi tanga negra. Guardala de recuerdo. Para tu oficina. La puso contra su nariz. Se rió y se fue. Estaba realmente feliz.

Me había olvidado de pedirle un cigarrillo a mi vecino, que nunca supe como se llamaba.

Fui contra una baranda, me apoyé con mi mano izquierda, y con la mano derecha, empecé a acariciarme mis labios vaginales, pensando en mi vecino. Luego seguí con 2 dedos penetrándome, y con mi pulgar acariciaba mi clítoris, aguanté poco, en menos de 5 minutos me había venido.

Había unas toallas colgadas. Me limpié mi vagina, me sequé todo el cuerpo y me vestí, esta vez, sin la tanga.

Baje por escaleras hasta mi departamento, estaba con mucho sueño, solo quería dormir, pero me era imposible, si no me bañaba. Tomé una ducha rápida. Ni me vestí, estaba completamente desnuda, fui a la heladera  tomar algo, y recordé que había dejado, los jugos de naranja en la terraza. Por lo menos mi cola había bebido leche esa noche. Solo tome agua. Y me tiré en la cama, caí dormida en minutos.