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Castigado por puta (2).

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La primera parte de este relato está en: https://www.todorelatos.com/relato/152901/ 

Germán, el vecino de Paco, debía rondar los 70. Tenía el pelo blanco y un bigote poblado e igualmente blanco. Para su edad estaba muy bien físicamente con unos brazos fuertes y algo de barriga. Estaba en camiseta interior de tirantes y tejanos, sin zapatos. Se dirigía hacia a donde yo me encontraba, atado de pies y manos a las patas de la mesa y donde acababa de recibir el bukkake de mis cuatro machos. Se agachó, colocándose en cuclillas ante mí y acariciando mi vientre.

  • Cuando estuve en el servicio militar -me dijo- me follaba a una como tú.
  • ¿Como yo?
  • Tenía un compañero de regimiento que también era maricón. Se llamaba Carmelo. Me anduvo detrás durante semanas hasta que una noche me tocaba guardia y se escapó del barracón para venir a buscarme. Me dijo que yo le gustaba mucho y que él era consciente de que todos sabíamos que él era mariquita así que no sería ninguna sorpresa para mí saber que a él le gustaban los hombres y que yo le gustaba especialmente, que sabía que llevábamos semanas sin proba hembra y que él quería desahogarme los huevos con una mamada.
  • Joder, con mi prima, sí que era directa -le contesté.
  • Sí, lo era. Él sabía que mientras no ofendiera a nadie no habría escándalo y me lo propuso con mucho tacto: que quedaría entre nosotros, que nadie más lo sabría y que él sólo quería darme gusto, que si no quería no tenía ni que tocarlo.
  • Pues qué tonto, yo sí hubiera querido que me tocase un macho en uniforme.
  • Él sabía lo que se hacía, eran otros tiempos y las cosas debían hacerse poco a poco. Él sabía que yo podría estar dispuesto a dejármela mamar pero no a mariconear.
  • Entiendo.
  • Total, que me pudo la calentura, lo metí en la garita y me comió la polla como no me la habían comido en mi vida. Me dio un gusto terrible desde el principio hasta que me vacié en su boca. Por supuesto se lo tragó todo. Aquel día supe lo bien que un hombre le chupa la polla a otro hombre.
  • Jejeje -reí- eso es cierto.
  • Días más tarde me dijo que le había encantado mi polla y que podía contar con su boca cuando quisiera, le dije que mientras nadie supiera nada, que de acuerdo. Alguna que otra vez me la chupó en mitad de una guardia o a escondidas en algún lugar del cuartel, pero siempre estaba con el miedo de que nos pillaran y era todo una cosa muy corta. Eso sí, aquella boca viciosa hacía maravillas con el rabo de un hombre. Un día me dijo que tenía un apartamento alquilado para los fines de semana de permiso, donde podíamos ir y donde me chuparía la polla todas las veces que yo quisiera sin miedo a que nos pillaran, que estuviera tranquilo que era un vecindario discreto y lejos del cuartel. Yo estaba tan caliente a mis 20 años que le dije que sí. Me dio la dirección y me citó a las cinco de la tarde de ese sábado. El se había ido de fin de semana el viernes por la noche, yo me quedé en el cuartel porque mi pueblo quedaba muy lejos y no podía irme cada fin de semana.

 

Mientras me relataba esta historia, Germán, me había desatado las piernas. yo me había colocado en una postura más cómoda aunque con las manos aún sujetas a la mesa. Él comenzó a mover el consolador que aún permanecía en mi culo.

 

  • Aquella tarde me dirigí a la dirección del mariquita y llamé a la puerta. Cuando abrió, lo encontré vestido de mujer, maquillado y con una peluca puesta. “¿Qué haces con esa ropa”, le pregunté y me contestó: “Sé que a los machos os resulta más fácil así”. Pasamos a la sala y me sirvió un café con leche. Me contó que venía de buena familia y que sus padres ya habían advertido que era maricón desde pequeño y que le habían prometido que mientras no hubiera escándalos, que ellos lo apoyarían en todo. Le alquilaron el piso para que no tuviera que pasar el fin de semana en el cuartel sometido a vejaciones.
  • Para aquellos tiempos eran unos padres muy modernos.
  • Sí, aunque él había aprendido a neutralizar a los matones a base de mamadas. Desde pequeño aprendió que la mejor manera de tener a un hombre a su favor era dándole placer. Esa tarde me contó que, desde siempre, cada vez que veía a un capullo que podría maltratarlo, le hacía una oferta sexual y casi todos aceptaban. No poder acceder a las mujeres nos tenía a los hombres siempre deseosos de agujero. El agujero que fuera.

 

Germán estaba moviendo el consolador dentro de mi culo, suave y parsimoniosamente, dándome un placer tierno mientras me relataba aquella historia.

  • ¿Y tú eras uno de esos matones?
  • Eso le pregunté yo pero me contestó que no, que a mí me chupaba la polla por gusto, que yo la ponía cachonda y que se mataba a pajas recordando mi rabo duro en su garganta y mi olor a hombre. Que se metía pepinos del tamaño de mi polla por el culo y se masturbaba imaginando que era yo el que se la follaba.

 

La mano de Germán movía el consolador rítmicamente, follándome, lentamente pero con intensidad, clavándose en el fondo de mi culo.

  • Entonces, esa tarde -prosiguió- me dijo que quería chuparme la polla, que se la enseñara, que estaba cachonda. Me saqué el rabo, que ya estaba duro y ella se puso de rodillas ante mí exclamando que por fin podía ver bien la polla que la volvía loca.

 

Pronunciando esas palabras, Germán se sacó la polla de la bragueta mostrándome un rabo duro, de tamaño medio pero realmente gordito y venoso. 

  • De joven esta era algo más grande aunque lo importante es que se ponía tiesa rápido y siempre aguantaba dura un buen rato -comenzó a pajearse mientras movía el consolador dentro de mi culo.
  • Ufffff, gemí mientras el consolador me removía por dentro deliciosamente.
  • Carmen, que es como le gustaba a Carmelo que lo llamaran cuando se vestía de mujer, se acercó a mi rabo y comenzó a degustarlo como ella sabía. ¡Cómo la chupaba, qué técnica! Me la estuvo mamando largo rato y, cuando oyó que yo empezaba a bramar, se la sacó de la boca y, acariciando mis huevos, me dijo que no me corriera todavía, que quería darme placer toda la tarde, que le dejara lamer mis pelotas y mis pies. Suspiré de gusto sólo de imaginar lo que podían ser horas de ese placer. Por supuesto le dije que sí. La mariquita me sacó las botas, los pantalones, los calzoncillos, los calcetines y la camisa, me dejó en camiseta interior y me chupó los pies, ahí descubrí ese gusto. Al rato subió lamiendo mi pierna y empezó a lamer mis huevos mientras acariciaba mi polla, volvió a mi capullo, lo chupó, se comió mi rabo y volvió a darme minutos y minutos de placer con su boca. Yo estaba que reventaba. Me preguntó “¿Mi macho se lo está pasando bien” y le contesté “tu macho está caliente como nunca”. Entonces ella se levantó, me dio la espalda, se inclinó hacia delante mientras se subía el vestido y se bajó las bragas. Se separó los cachetes del culo y me dijo: “pues mira lo abierto que se me pone el coño cada vez que te chupo la polla”. No me lo pensé, me puse de pie y enfilé mi rabo al culo de Carmencita, le clavé algo más del capullo de un empujón.

 

Un empujón en el consolador me lo hundió en el fondo de mi culo y lancé un gritito de sorpresa y goce. Él continuaba pajeando lentamente su precioso rabo.

  • Ella también grito pero de dolor. ¡Para, para!, me dijo, “¡cómo se nota que nunca lo has hecho por detrás!”. Se la saqué y ella se giró. Mientras me hacía una paja suave me dijo “los machos sois así de impetuosos pero los coñitos traseros necesitan un poco de aceite. No te muevas que vengo enseguida”. Al poco volvió de la cocina con un frasco de aceite de oliva, se puso en la mano y comenzó a frotarlo por mi polla, lubricándola. Aquel roce era nuevo para mí y me puso muy caliente de nuevo. Cuando me tuvo el rabo bien lubricado, ella se colocó en la raja del culo y en el ojete diciéndome que ahora si estaba preparada para que su macho metiera su polla en caliente.
  • ¿Sabes que me estás poniendo cachonda con todo esto, verdad?
  • ¿Qué pensabas, que te lo contaba porque creía que estaba en un programa de testimonios?
  • Jajaja -reí su ocurrencia- sigue, por favor, -gemí- que me tienes muy caliente. Él prosiguió con su relato y con el bombeo del consolador en mi culo.
  • La estuve clavando por detrás mucho rato. Ella gemía y me preguntaba si me gustaba su coño, yo le contestaba que sí y ella me decía que no tuviera prisa, que quería darme el coño todo el rato y todas las veces que yo quisiera, que le encantaba darme gusto y que le daba mucho placer tener mi polla dentro. En un momento dado me dijo que fuéramos a la cama, que el polvo iba a ser mucho más cómodo. La seguí a la habitación y la vi ponerse a cuatro patas, ofreciéndome su chocho. Yo mismo me había puesto más aceite en el rabo y la volví a follar por detrás agarrándola por las caderas y bombeando fuerte en su culo. Ella gemía, yo gemía, los dos estábamos cachondos. Ella me preguntaba si su macho estaba gozando y yo le contestaba que sí, que su coño era mucho mejor que el de las putas que visitábamos los soldados del cuartel y que me estaba volviendo loco, que estaba encantado de haber ido a su piso. Entonces ella se salió de mí y se tumbó en la cama, con la cabeza en la almohada y boca arriba, remangándose el vestido, abriendo sus piernas de par en par. Me dijo: “¡Cúbreme, por favor, macho mío, cubre a tu hembra! Me tiré encima de ella clavándole la polla hasta los huevos y...

 

Diciendo esto, Germán saco el consolador de mi culo, apuntó su rabo y me lo clavó hasta el fondo.

  • Ufff, tú también estás abierta, puta, ¿tú también quieres que te cubra?
  • ¡¡¡Aaaaaahhhhhhh!!! -grité- ¡cabrón, qué pollazo me has pegado. Ooooh, siii, ¡claro que quiero que me cubras!
  • Esto es lo que os gusta a las hembras mariconas, que un macho os cubra. Pues toma polla, puta.

 

Germán comenzó a bombear con todo su nabo dentro de mi culo, qué bien se movía aquel hijo de puta.

  • ¿Así te follabas a Carmencita?
  • Sí, así me la follaba -me miraba a los ojos mientras me bombeaba, orgulloso del placer que me estaba proporcionando dentro del culo- y ella también gemía como tú y me pedía que la cubriera, que necesitaba la polla de su macho dentro del coño, que quería que la embarazase.
  • Sí, sí, quiero la polla de mi macho dentro de mi coño, yo también necesito que tu polla me dé gusto.

 

Germán apoyó las rodillas en el suelo y se dejó caer sobre mí. Extendió sus manos y desató las mías de la mesa. Yo lo abracé. Él bombeaba como un campeón.

  • Aquella tarde Carmencita se corrió primero y luego la llené de semen yo. Aquel día supe que me ponían muchísimo las mariconas y, desde entonces, me ha vuelto loco tirarme a putas como tú. Un día, viendo el fútbol con Paco y con la barriga llena de cerveza, se lo conté...
  • Y por eso le he invitado a disfrutar de tu chocho -apuntó Paco desde el sofá. Los cuatro se pajeaban contemplando la escena sentados en los sofás del salón.
  • Casi le suplico que me deje participar- añadió Germán- cuando me enseño tu video del otro día me volví loco, tenía que hacerte mía, tenía que cubrirte.
  • Joder, qué bien -me alegré de la indiscreción de Paco- porque follas de puta madre. Carmencita te enseñó muchas cosas.
  • Y las otras mariconas que me he follado, también. Se me da mejor follarme culos de maricón que coños de mujer y eso que he estado casado.
  • ¡Con lo cachonda que me ponéis los machos bisexuales, sigue cabrón, dame rabo!
  • Eso, puta, eso, pide polla, que te voy a dejar bien servida.
  • Ufff, sí, macho mío, cúbreme, ¡máaaas, por favor!

 

Germán me contó que terminó teniendo un romance con Carmelo-Carmencita pero que se acabó todo al terminar el servicio militar y que, aunque se casó con una mujer, a él lo que le gustaban eran las travestis, las trans y los maricones feminizados. Y eso era yo: otro de esos maricones feminizados a los que le encantaba tirarse y me tenía en el suelo del salón de Paco, abierto de piernas, con toda su gorda polla clavada hasta los huevos y diciéndome guarradas a tres centímetros de mi oreja.

  • Eres una cerda de las buenas, puta, y sabes entregarte a un macho. Y no veas el coño que tienes tan profundo y tan caliente.
  • ¿Te gusta? ¿Te gusta el coño de tu puta?
  • Me gusta muchísimo, es un gustazo follármelo, te voy a dejar muy satisfecha, putita, vas a ver lo contenta que te deja tu macho.
  • Oooooh, sí, ¡me encanta que me trates así!

 

Tiré de él y le metí la lengua en la boca. Él me correspondió con su lengua y clavando su polla aún más duro en mi culo.

  • Guau, guauuu, joder, perra, qué profundo tienes el chocho, me encanta perforártelo.
  • Ay, sí, cabrón, dame polla, que me estás tocando de maravilla por dentro.
  • ¿Sí? ¿Te gusta así, putita? ¿Así es como te gusta que te cubra tu macho? ¿Así? ¿Así, perrita?
  • Así, así, asíiiiii.

 

Bombeaba firme, desde arriba, dejando caer su pelvissobre mí, mis piernas estaban sobre sus hombros y él tenía todo el camino despejado para perforarme el coño bien a gusto, me entraba de maravilla hasta los huevos. El cabrón, con la camiseta de tirantes me daba un morbo especial. Me tenía todo abierto y bien clavado. Decidí tocarme porque quería correrme con él aunque los demás estuvieran esperando para darme tralla después.

  • Por favor, semental, no pares, ¡qué follada me estás pegando!
  • De eso se trata, zorra, de que te vuelvas loca con mi polla de macho y quieras que te cubra más veces.
  • Sí, síii, ¡siiiiiií!
  • Eso, tócate, guarra, que me gusta ver gozar a las mariconas. Eres mi maricona, ¿verdad?
  • Sí, soy tu maricona, tu puta, ¡cúbreme, por favor!

 

Me clavó el rabo hasta los cojones y se quedó quieto, me sujetó por las caderas y comenzó a moverme en círculos, haciendo que mi coñito rotase en torno a su rabo. Mientras me morreaba y comentaba lo zorra que yo era y lo bien que me dejaba follar, que sabía entregar el coño para que los machos me lo follasen bien.

  • Eso te gusta, ¿verdad? -me preguntó- te gusta sentir el rabo de tu macho restregándose por tu conejo, ¿a que sí? Se te nota en la cara de perra bienfollada que se te está poniendo.
  • Ooooh, siii -yo estaba extasiado- me gusta muchísimoooo.
  • Venga, mueve tú el coñito.

 

Apretó su rabo dentro de mí y yo proseguí el vaivén circular, masturbándome con una mano y abrazándole con la otra. él, mientras tanto, me pellizcaba los pezones y me daba mordisquitos en el cuello, susurrándome que las mariconas éramos mucho más hembras que las mujeres a la hora de dar el coño. Todo aquello, tanto vicio, tanta pasión y tanta experiencia acumulada me tenían al borde del orgasmo.

  • Germán, macho mío, cúbreme, que me cooorrroo…
  • Puuuuta, ¿te vas a correr con mi cipote en tu coño?
  • Síiii, por favor, dame rabo, dale polla a tu putaaaaa -yo me masturbaba a toda velocidad.
  • ¿Eso quieres, que tu macho te dé rabo?
  • Por favorrrr, estoy a puuuuntooo.
  • Toma polla, maricona -comenzó a bombear duro, apoyando pies y manos sobre el suelo y clavándome rápida y profundamente su nabo- toma la polla de tu macho.
  • Asíii, siii, ¡siii! ¡Fóllame así, por favooooooor! Me corro, me coooorrroooo.

 

Bombeaba, bombeaba sin descanso. El sudor de su cara caía sobre mi cuerpo, su camiseta estaba toda transpirada, aquel semental olía a macho en celo y su polla gorda y ahora surcada de venas, me estaba desfondando, dándome un placer infinito en la próstata. Yo me sacudía mi polla al borde de la corrida. Me metió una docena de pollazos intensos más para llevarme al orgasmo y grité como una perra. Las piernas se me abrieron solas, bajándose de sus hombros y quedando totalmente abiertas para mi macho, mi cuerpo se estaba ofreciendo completamente para ser perforado por aquella tranca deliciosa.

  • Uy, puta, uy, puta, que te estás abriendo como una perra -dijo Germán- eso es porque te corres, ¿verdad maricona?
  • Como una perra bien follada, mi macho, me corroooo… me estoy corriendo yaaaaaaaaaa.
  • Toma, puta (me clavaba su rabo a mala leche), toma puta, toma, puta, toma, puta.
  • Daaaaaaame, daaameeee poooollaaaa, me… me corr… ¡me coooorroooooooooo!

 

Los empujones de Germán hacían que mi corrida saliera despedida en todas las direcciones, me tenía empalada, corriéndome como una cerda, desmayándome del gusto que aquel semental experimentado me estaba proporcionando, gemí, chillé, pedí más y más, le decía que era mi chulo y que quería un hijo suyo. Él arreció sus clavadas, me la hundió casi metiendome los huevos en el culo, me apretó contra su cuerpo y sentí su polla vibrar la corrida que me estaba soltando en lo más profundo de mi culo. Dió un berrido de macho semental descargando sus cojones en el coño de una hembra:

  • ¡¡¡¡Uuuuuuooooooooooooohhhhhhhhhhhh!!!!
  • Síiiiiiiiiii, ¡¡¡dame tu leche, semental!!!
  • Uuuuuooohhhh, uooooohhh, uooohhhhh… ¡¡¡buuuuuffff!!!

 

Permaneció unos instantes quieto sobre mí, recobrando la respiración. Su polla se encogió y se salió del coñito de su zorra maricona acompañada de un chorro de lefa. Pensé en que hubiese querido conservar toda su leche dentro de mí. Aquel tio habia sido un semental toda su vida y me di cuenta de que yo había sido una de las afortunadas mariconas que él se había tirado. Le susurré al oído:

  • Un dia, tú y yo a solas.
  • Cuenta con ello, tengo que hacerte mi hembra más veces.
  • Ya soy tu hembra… y quiero que mi macho vuelva a cubrirme como él sabe hacerlo.
  • Te lo prometo.

 

Germán me besó y oimos la voz de Paco preguntar:

  • ¿Qué murmuráis?
  • Que ha sido una gran follada, le daba las gracias por haberme montando tan bien.
  • Bueno… pero id acabando que los sofás está llenos de pollas tiesas y la puta tiene que encargarse de ellas.
  • Me voy a dar una ducha, dijo Germán levantándose.
  • La puta también tiene que darse una ducha y regresar limpita y perfumada, concluyó Paco.

 

Me levanté drigiéndome al baño. Germán se había puesto ya los pantalones y le di un beso de despedida porque él se iba a su casa a darse una ducha y salir con los amigos a cenar. Me guiñó como diciéndome “otro día te voy a comer a ti pero a solas” y yo le devolví la sonrisa como diciendo “estoy deseando que me comas otra vez”. En la ducha me lavé bien por todas partes, por dentro y por fuera. Me sequé bien y me vaporizé un poco de perfume de rosas. Paco me había traido un uniforme de criada con cofia y todo. Me vestí con él y salí del baño camino del salón. Al verme llegar, Juan me acercó una copa de champán para que brindara con ellos. Dimos unos sorbos y comenzaron a comentar que el uniforme me sentaba bien:

  • Te sienta de puta madre, esa faldita que solo te tapa medio culo es una invitación a azotarte, perrita -dijo Eduardo.
  • Y casi se te ven las tetitas con ese top tan justito -añadió Andrés.
  • Vamos a tener una camarera de lujo -comentó Juan- este cabrón de Paco sabe elegir al servicio.
  • ¿Verdad? -respondió Paco y, dirigiéndose a mí añadió- recoge las copas y disponte a servir la cena, criada.

 

Recogí las copas y las llevé a la cocina. Allí encontré unas bandejas con canapés y botellas de vino. Comencé a llevarlo todo al salón. Al llegar, encontré que habían colocado la mesa en el centro, la habían cubierto con un mantel y estaban acercando unas sillas sobre las que comenzaban a sentarse. Empecé a depositar las bandejas y ellos comentaban con Paco lo buena que estaba su criada. De nuevo hablaban de mí como si no estuviera oyendo, soltando alguna obscenidad sobre lo que harían conmigo. Seguí dando viajes y trayendo bandejas y botellas. Me ordenaron sacar las copas del mueble de la cocina y las traje al salón. Después, Paco me dijo que sacara la carne que había en el horno y la sirviera. Traje la bandeja de la carne y comencé a depositar raciones en sus platos, acompañándolas de la guarnición. Cada vez que me acercaba a uno de ellos, aprovechaban para tocarme las piernas y subir sus manos hasta mis nalgas, me las apretaban y daban algún azote comentando lo buena que estaba y el polvazo que tenía. Paco me ordenó regrasar a la cocina y cenar sola, que ya me avisaría para que les trajera el postre. De nuevo la fantasía de sumisión y de nuevo yo comenzaba a excitarme gracias a su imaginación. Me fui a la cocina y cené sola. Ellos tardaron unos veinte minutos en llamarme:

  • ¡Criada! -me llamó Paco- ¡ven aquí!
  • Aquí estoy, señor -dije al entrar al salón con la bandeja de los postres.
  • Acércate, deja la bandeja en la mesa, ven.
  • Dígame, señor.
  • Mi amigo Juan -prosiguió- quiere verte las tetas, acércate a su asiento y bájate el sujetador. Luego pon tus manos tras la espalda y ofrécele tus tetitas.
  • Lo que el señor ordene -acepté y me acerqué al señor Juan para cumplir la orden recibida- aquí tiene mis tetas, señor, puede hacer con ellas lo que quiera.
  • Claro que sí, preciosa, voy a toquetear tus tetas todo el rato que quiera -decía el señor Juan mientras pellizcaba mis pezones y restregaba mis pectorales- ¿te gusta que te toquetee las tetitas, ¿verdad?
  • Eso es fácil de averiguar -dijo el señor Eduardo que estaba a mi otro lado- le tocas el coño y ves si tiene las bragas mojadas -metiendo su mano entre mis piernas, me estuvo toqueteando entre los huevos y el culo y comentando- sí que lo está, la criada se está mojando.
  • Señores, por favor, dijo el señor Paco.
  • Tranquilo -respondió el señor Eduardo- que no se gastan. Y ella lo está disfruntando, tiene el chochete húmedo.
  • ¿Es eso cierto, criada? -preguntó el señor Paco.
  • Creo… creo que sí, señor- dije.
  • Vaya, vaya con mi criada -respondió el señor Paco.
  • Bueno, si tu criada es una chica tan amistosa -comentó el señor Andrés mientras se sacaba su rabo ya tieso de la bragueta- estoy seguro de que le parecerá bien chuparme la polla debajo de la mesa.
  • No sé si amistosa, pero te aseguro que es obediente -le contestó el señor Paco y me ordenó- métete debajo de la mesa y haz lo que te pide el señor Andrés.
  • Por supuesto, señor, lo que los señores manden -obedecí introduciéndome bajo la mesa.

 

Desde allí pude ver que el señor Eduardo se sacaba su nabo y afirmaba:

  • Seguro que también obedece si le dices que nos la chupe a los demás.
  • Claro, así disfrutaremos mejor los postres.

 

Todos sacaron sus nabos de sus respectivas braguetas. El nabo del señor Andrés ya estaba en mi garganta y yo lo succionaba con deleite. Su polla me vuelve loca. Él me dió una bofetada suave y me dijo que la mamara muy fuerte, con todas mis ganas. Obedecí y mamé como una posesa haciendo gemir al macho. Tras varios minutos mamando con todas mis ganas, Andrés me apretó la nuca para zamparme su nabo en la garganta.

  • Para, me dijo.
  • Ahora ven a chupar la mía igual de fuerte, criada -ordenó el señor Eduardo.

 

Me dí la vuelta y emboqué su rabo mamando tan fuerte como al del señor Andrés.

  • Ooooh, síii, puta, eres buena… ¡vaya criada más guarra que tienes, Paquito! Seguro que te la tiras cada día.
  • No cada día pero digamos que su coño ya está habituado a mi rabo -contestó el señor Paco.
  • Jajaja -el señor Eduardo soltó una risotada- y la tienes bien enseñada a mamar, ¡¡vaya boquita!! Jooooder, cómo chupas, puta.
  • Pásamela a mí -pidió el señor Juan- que también quiero saber si la chupa tan bien como decís.

 

Una bofetada me ordenó que cambiara de rabo y me dirigí de nuevo a mi derecha, a mamar la polla del señor Juan quien también alabó mis habilidades orales y me hacía chuparle la polla con fuerza. Al poco rato, el señor Paco reclamó mi atención y su polla pronto estuvo en mi boca siendo atendida debidamente y arrancándole gemidos de placer. Yo ya estaba, después de haber mamado aquellos cuatro rabos olorosos, tan caliente como una perra de nuevo. El señor Paco me hizo salir de allí y me hizo apoyar las manos sobre la mesa, se colocó detrás de mí, me quitó las bragas, me las metió en la boca, escupió en mi ojete y me clavó su polla haciéndome poner los ojos en blanco. Los otros tres señores hicieron retroceder sus sillas para que yo pudiera observar cómo se pajeaban mientras el señor Paco me follaba duro, sujetándome por las caderas y empujando su pollón bien dentro de mi culo.

  • A mi criada la gusta que la vean follar, dijo el señor Paco.
  • Entonces le tendremos que dar ese capricho toda la noche, ¿no crees? -comentó el señor Andrés.
  • Ya lo creo -contestó el señor Paco.
  • Yo opino lo mismo -añadió el señor Juan.
  • Y yo -dijo el señor Eduardo.
  • Así, zorrita, dame el coño así, que te lo folle bien y estos cerdos te vean siendo follada por un macho. Esto es lo que quieres, ¿verdad? -preguntó el señor Paco.
  • Hummfff… -traté de decir que sí con mi boca llena de mis propias bragas.
  • Pues toma, toma, ¡toma polla!

 

El señor Paco arreciaba sus golpes de pelvis, enterrándome su tranca hasta los huevos. Al cabo de un rato se detuvo y sacó su polla. Se dirigió al señor Andrés para decirle:

  • Te cambio el sitio.
  • ¡Claro! -respondió el señor Andrés entusiasmado.

 

La polla del señor Paco fue rápidamente sustituida por la polla del señor Andrés. El señor Paco se sentó en la silla que antes ocupaba el señor Andrés y comenzó a pajearse lentamente viendo como su criada era follada por su amigo. Desde su asiento, el señor Juan, con su polla en la mano pidió sitio en mi culo.

  • Dale un buen bombeo, que ahora voy yo.
  • Y luego yo -añadió el señor Eduardo.

 

Efectivamente, el “coñito” de la criada fue ocupado, bombeado y enfiestado sucesivamente por las pollas de los cuatro señores que había en la sala. Mientras uno de ellos me follaba con todas sus ganas, los demás permanecían sentados pajeándose y comentado la clase de zorra que yo era, que permanecía con el chocho ofrecido sin importarme quién me lo rellenara. Comentaban como me chorraban mis propios fluidos y lo empalmada que estaba. Comentaban mis gemidos y mis ojos en blanco cada vez que uno de ellos me clavaba su tranca hasta el fondo. Me follaban con muchas ganas sabiendo que, cuando estuvieran a punto de correrse, sacarían su polla de mi interior y serían sustituidos por uno de sus compañeros. Hicieron tres rondas y calculé que si cada uno me follaba unos tres minutos, debía llevar casi una hora siendo follado. Ellos siempre tomaban la precaución de poner mucho lubricante cada vez que me penetraban, así que yo estaba sintiendo todo el placer y absolutamente nada de molestias. Cuando me follaba por tercera vez el señor Eduardo, me sacó el nabo del coño y me hizo darme la vuelta, colocándome sobre la mesa, con las piernas abiertas para follarme mirándome a la cara. Volvieron a turnarse dos rondas más folllándome con todas sus ganas, bombeando fortísimo y rápido. Uno me follaba sujetándome por las caderas, otros dos me sujetaban una pierna cada uno manteniéndome abierta, el otro me morreaba. Las manos libres tocaban mi cuerpo, me pellizcaban los pezones y uno de ellos me masturbaba. Me llevaban al borde del orgasmo y, cuando mis gemidos indicaban que estaba a punto de correrme, dejaban de masturbarme para que me mantuviera cachonda más y más tiempo. Su frases soeces, llamándome “puta” y “zorra” me tenían tan candente como ellos sabían ponerme. Comentaban lo guarra que hay que ser para dar el coño como yo lo estaba dando y yo contestaba a unos y a otros:

  • Es que me encantan los machooooooos.
  • Así me gusta, guarra, que tengas claro que eres puta y que te encantan los hombres.
  • ¿Te pone cachonda tener cuatro machos para ti sola, verdad, perra?
  • Claro que le encanta, está empapada y tiene los ojos en blanco, ¿no la ves cómo está de entregadita?
  • Sí, sí, me gusta, me gusta… me gusta muchísimo ser vuestra puta.
  • No has tenido bastante con la lefada en la cara y con el polvo del vecino, ¿verdad, zorra? Todavía quieres más, ¿a que sí?
  • Sí, sí, más, mucho más, ¡quiero más!
  • ¿Sí, puta? ¿Más? ¿Quieres más?
  • ¿Quieres sentirte la reina de las putas?
  • ¡Sí, sí, más, hacedme la reina de las putas!
  • Jajaja -rieron- te vamos a hacer la emperatriz de las putas, vas a demostrar que no la hay más puta que tú.
  • Síiii, siiii, ¡¡¡quiero ser la más puta de todas!!!

 

El señor Juan, que era quien me estaba follando en aquellos momentos, sacó su pollón duro de mi chochito y tiró de mí para bajarme de la mesa. Me agarraron en brazos entre dos y me llevaron al dormitorio. El señor Andrés se nos adelantó y se tumbó en la cama con la polla apuntando al techo. Los otros señores, llevándome en volandas, me colocaron encima, clavándome su polla en mi culo. Apenas estaba entrando el rabo del señor Andrés en mi coñito, el señor Juan me empujaba hacia delante y también colocaba su polla en mi entrada. No me dieron tiempo a reaccionar, tuve inmediatamente dos pollas dentro de mí. Chillé como una perra al sentirme tan llena de carne de macho y los otros dos señores aprovecharon para meterme sus pollas en la boca. No podía tragarlas a la vez pero ellos empujaban. Mamé una polla y el otro, mientras tanto, apretaba la suya contra mis labios. Luego cambiaba de polla y el otro hacía lo mismo. Las pollas de mis cuatro folladores estaban pegadas las unas a las otras en mi boca y en mi coño:

  • ¿Ves como eres la emperatriz de las putas? ¡Tienes cuatro pollas dentro, pedazo de guarra!
  • Ooooh, ooooh, ooooh… -yo no podía hablar, solo gemir mientras esos cuatro cabrones me reventaban por todas partes.

 

Los señores Andrés y Juan bombeaban su pollas todo lo que podían meter dentro de mí. Me azotaban, me daban bofetadas y no dejaban de repetirme lo cerdísima y puta que yo era. Bombeaban con muchísimas ganas y el señor Juan comenzó a gritar que se corría, que iba a llenar de lefa el coño de la guarra, el señor Andrés gemía como un cerdo y los otros dos me avisaban de que cuando los de mi coño me llenaran de leche, iba a tener sus propias pollas bien adentro. El señor Juan aferró sus manazas a mi cintura para agarrarme bien mientras daba golpezatos de pelvis contra mi cuerpo, bramaba diciendo que ya se corría:

  • ¡¡¡Me corrrrrro, putaaaa, toooooma toda mi leeeecheeee!!!
  • Huuummfff, hummmmff -yo no podía gritar a causa de los rabos en mi boca por más que deseaba chillar como una posesa sintiendo la corrida de mi macho maduro.
  • ¡¡¡Y yo estoy a puntoo!!! -gritó el señor Andrés, sujetándome fuerte para que yo no pudiera escapar de sus clavadas.

 

Los señores Eduardo y Paco sujetaban mi cabeza para que no dejara de mamarles los cipotes, la polla del señor Andrés perdía rigidez y escapaba de mi coñito reventado, el señor Andrés arreciaba  sus empujones sujetándome por la cintura. Me bombeó como un minuto más y me clavó tan fuerte que se me escaparon las pollas de la boca y grité.

  • ¡¡¡Aaaaaaaahhhhhhggggrrr!!!
  • ¡¡¡Toma mi polvo, pedazo de putaaaaaaaaaaa!!! -el señor Andrés regaba mi coño con su semen, clavando su pollaza en mí culo hasta sus cojones- Aaah, ahhha, aaaaaahhhhh, ¡qué corrida, perra!

 

El señor Paco tiró de mí para moverme de posición, de mi chocho resbalaban goterones espesos de leche. Él se tumbó boca arriba en la cama y me hizo cabalgarlo dándole la espalda. El señor Eduardo tiró de mis piernas hacia afuera abriéndolas. Acercó su polla a mi coño, ya ocupado por la polla del señor Paco. Yo estaba tan lubricado y con tanta lefa escurriéndome, que su polla entró con relativa facilidad. Empujó acompasando su polla con la del señor Paco y me metieron ambas. Volvía a estar empalada y ahora por las trancas más voluminosas, especialmente la del señor Eduardo. Los señores Andrés y Juan me hacían limpiar sus pollas con la boca, saboreando los restos de su semen y los otros dos machos me bombeaban con ganas. El señor Paco comenzó a masturbarme alargando su mano desde atrás y tanto él como el señor Eduardo se coordinaban para reventarme a pollazos, dándose instrucciones el uno al otro para follarse bien a la puta. Los señores Juan y Andrés se bajaron de la cama y se dedicaron a mirar cómo yo chillaba poseída por el placer de tener el coño tan bien follado y estar siendo masturbado. Yo sabía que me iba a correr y les pedí que no parasen, que me tenían a punto de una corrida brutal. El señor Eduardo comenzó a abofetearme, escupirme en la cara y llamarme guarra, zorra, puta, maricona sumisa, tragapollas y todo lo que se le ocurría. Ambos relataban lo caliente que yo tenía el chocho y lo abierta que estaba, que era una puta de las buenas, que aguantaba los rabos como pocas.

  • Por favor, no paréis, me tenéis a punto, estoy a punto, estoy al borde de correrme.
  • Te vas a correr como una cerda, guarra -dijo el señor Eduardo abofeteándome.
  • ¿Sí, puta? ¿Te vas a correr, te vas a correr? -preguntaba el señor Paco.
  • Me corro, me corro, señor, ¡¡¡me cooorrroooooo!!!
  • Toma polla, gran puta -gritaron ambos, intensificando sus clavadas y metiendo sus pollas todo lo que mi coño podía admitir. Mi pollita estaba medio blandita pero el gusto por el ojete era tan inmenso que estaba cayendo en un orgasmo prostático bestial.
  • ¡¡¡¡Me cooooorrrrooooooooooooooo!!! -grité.

 

Las bofetadas del señor Eduardo se repitieron en mi cara mientras me corría siendo pajeada por el señor Paco, ambos bombeaban con todas sus ganas.

  • Yo también me corro, puercaaaaaa -gritó el señor Eduardo.
  • Siiiiiii, por favor, lléname el coño de tu lefa -le suplicaba.

 

El señor Paco había soltado mi “clítoris” y me sujetaba por las caderas, bombeando su polla mientras el rabo del señor Eduardo vaciaba sus cojones dentro de mí:

  • Uuuuuuuoooooooooh, peeeerra, ¡quéeee corriiiidaaaaaaaa te estoy soltandoooooooo!
  • Siiiii, démela toda, écheme todo su polvo, ¡¡por favooooorrrrr!! -le pedí al señor Eduardo.

 

Cuando acabó de correrse, el señor Eduardo se salió pronto de mi coñito y llevó su polla a mi boca poniendose de pie sobre la cama. Le chupé su polla sintiendo cómo perdía rigidez. Los señores Andrés y Juan me sujetaban abierta de piernas para facilitar el trabajo del señor Paco que bombeaba anunciando su corrida. El señor Eduardo me sujetó la cabeza:

  • ¡¡¡Me corro en tu coñoooo, putaaaa!!! -gritó el señor Paco.

 

El señor Paco clavó su rabo en mi coño, los señores Juan y Andrés me sujetaron bien clavada en la polla que me perforaba y el señor Eduardo me metía toda su polla flácida y sabrosa en la boca. Sentí las contracciones del pollón del señor Paco vaciando la carga de sus huevos dentro de mí. Gritó su placer mientras se convulsionaba de gusto. Gritó todo lo que quiso hasta que terminó de vaciarse. Se quedó inmóvil, mis piernas fueron liberadas y pude apoyarlas en la cama. La polla de mi boca fue retirada y me quedé mudo. La polla que acababa de llenarme de lefa se reblandeció y se salió de mi culo, acompañada de una buena cantidad de leche masculina. Todos nos quedamos en silencio, mirándonos, sabiendo que acabábamos de echar un polvo salvaje, que me habían dominado como les había dado la gana. Sabiendo que yo había gozado cada barbaridad que habían hecho conmigo pero con un poco de miedo de haberse excedido por más que yo jamás pronuncié la palabra de seguridad. Quise dejar claro que yo había gozado de ser su maricona sumisa:

  • Os quiero, tios.

 

Me tumbaron en la cama y comenzaron a limpiarme con unas toallitas húmedas que Paco siempre tiene en su mesita. Me besaron y alabaron mi entrega a la pasión. Eduardo me trajo agua y me incorporaron an la cama. Bebí y recuperé la respiración.

  • Creo que necesito un baño, chicos.
  • Claro, dijo Andrés, que me acompañó a la bañera.

 

Mientras yo tomaba el baño, ellos se fueron lavando sus rabos en el lavamanos y el bidet. Cuando terminé y regresé con ellos al salón, habían recogido y me pidieron que me sentara en un sofá acercándome una bandeja con sándwiches y zumos.

  • Come y bebe, recupérate que la sesión ha sido cañera.
  • Sí, la verdad, no cabe duda de que he recibido mi castigo por puta.
  • El premio a la emperatriz de las putas, en realidad -dijo Paco.
  • ¡Totalmente! -acordaron los demás.

 

Seguimos charlando y comentando lo excitante y morboso que había sido todo, especialmente el juego de la criada, con mis mamadas bajo la mesa y las rondas de folladas que me proporcionaron. Aunque lo más fuerte fueron las dobles penetraciones. Estuve de acuerdo y les prometí que lo repetiríamos cuando mi “coñito” se recuperase de lo que había sufrido un rato antes. Tomamos unas copas y, pasada como una hora, nos despedimos de Paco marchándonos los demas a nuestros respectivos domicilios. Yo me había puesto mi ropa interior de hombre, que llevaba en una bolsa. La noche aún guardaba una sorpresa.