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Castigado por puta (1).

en Gays

Continuación de: https://www.todorelatos.com/relato/152664/

 

Al día siguiente de la follada que me pegó Eduardo interpretando el papel de “Don Evaristo”, llevé la cámara con la grabación de aquel encuentro a casa de Paco, mi chulo. Él ya me estaba esperando y, nada más entrar a su piso, me dijo:

  • Si es cierto lo que me ha contado Andrés, no sabré cómo reaccionar ni que castigo debería imponerte por haber sido tan puta.
  • No se qué te habrá contado Andrés pero, desde luego, la follada fue muy hardcore.
  • O sea que es cierto: Eduardo te folló como una perra y le ofreciste tu coño de puta para que te lo rompiera.
  • Sí, eso es cierto.
  • Quiero verlo, dame la cámara.

 

Paco conectó la cámara a su televisor y se sentó en el sofá frente al aparato. Las primeras escenas comenzaban a aparecer: Eduardo, Andrés y yo tomando café, la conversación de Eduardo con Andrés sobre que su aprobado le iba a costar muy caro a su amiga la zorra, el momento en que Eduardo me plantó la cara sobre su paquete y cómo yo relamí aquel bultazo. Paco se sacó la polla del pantalón y me dio una orden muy clara:

  • Zorra, ponte de rodillas aquí mismo y chúpame la polla.

 

Obedecí sumisamente y me arrodillé frente al rabo de mi chulo comenzando a mamarlo suavemente mientras subía y bajaba la piel de su prepucio. Las imágenes se sucedían en la pantalla y yo podía saber qué estaba ocurriendo al oir los diálogos. Paco resoplaba, yo miraba su cara para comprobar qué escenas le ponían más caliente. Se oían los latigazos de Eduardo sobre mi culo y cómo le daba órdenes a Andrés para que se pajeara:

  • Joder, guarra, eso no me lo esperaba, ¡¡bufff!!

 

Me propinó una bofetada diciéndome que me la daba por puta y apoyó su mano sobre mi cabeza para hacerme mamar más profundamente. Seguí tragando su tranca hasta mi garganta mientras en la televisión Andrés se corría por primera vez. Paco me detuvo para que lo mirase a los ojos mientras me decía que él también iba a azotarme ahora que sabía que me gustaba. Yo le contesté que esperaba que lo siguiente también le gustase.

  • Ahora es cuando te revienta el coño, ¿verdad?
  • Sí, le contesté.
  • Chupa con todas tus ganas, ¡vamos!

 

Me concentré en mamar a mi macho mientras, en la pantalla, yo me abría de piernas y ofrecía mi “coño” al profesor que me lo iba reventar. Paco comenzó a relatar todo lo que estaba viendo. Yo, mientras tanto, mamaba sin descanso saboreando los primeros sabores de precum. Mi chulo se estaba poniendo muy cerdo:

  • Joder, guarra, qué manera de dar el coño, qué pedazo de puta eres. Ufff, cómo te está petando el chocho. Joder, qué hostias te mete. Y cómo chillas tú, marrana, te lo estabas pasando de miedo. Come, puta, cómete mi rabo, pedazo de guarra, que me estás poniendo a mil. Ooooh, traga, puta, traga polla, ¡vamos! La virgen, qué montada te pegó ese cabrón, como te bombea el chocho. Sigue chupando, ¡¡sigueee!!

 

Chupé con más fuerza, para acompañar su placer con la intensidad de lo que venía en la grabación. Se oían mis gritos a punto de correrme. Mamé como sé que Paco se vuelve loco. Me corrí en la pantalla y arrecié mis chupetones en su rabazo:

  • Hostias, puta, ¡te estás corriendo con la follada de ese cabronazo! -me dijo Paco- ¡Joder, chupa! Ufff, ufff, ¡uff! Traga, pedazo de guarra, traga. ¡Coño!, ¡Andrés se corrió en tu cara! ¡Qué putísima eres, cómo abusaron esos cabrones de ti, me cago en todo! ¡Chupa, chupa, chupaaaa! Así, así, así putaaa. ¿Ese cabrón te preñó? (bofetada) ¿Ese cabrón te llenó el coño de leche?

 

Yo trataba de decir que sí mientras mamaba.

  • Chupa, puta, chupaaaaaa… (bofetada) ¡¡¡Hostias, que se está corriendo en tu coño, pedazo de puta putísima!!! (bofetada) ¡¡¡Le diste el coño para que te lo preñara, guarra!!! (bofetada) ¡Hostia puta, traga, perra, que me corro! (bofetada) ¡Traga! ¡Tragaaaa! (bofetada) ¡Traga guaaaaarrrraaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

 

Tragué la enorme cantidad de lefa que Paco soltó en mi boca mientras en la televisión se oía a Eduardo decirme que yo era de las mejores putas que se había tirado. Luego, mientras Paco se convulsionaba de gusto, Eduardo le dedicaba las imágenes de mi culo rebosando de lefa y yo confesaba que quería volver a ser la maricona sumisa de Eduardo. Luego se acabó el vídeo y yo seguía arrodillado ante Paco:

  • Eres una guarra tremenda. Sabía que Eduardo te iba a dominar pero no imaginé que te ofrecerías a que te destrozara el coño.
  • Me estáis enseñando a ser una buena maricona sumisa.
  • Demasiado buena, creo que te voy a tener que atar en corto.
  • Tú me dijiste que lo hiciera -me defendí- yo obedecí tus órdenes.
  • Pero no fue ningún sacrificio por lo que veo.
  • La verdad es que ecuentro mucho placer en la sumisión y todos vosotros sois unos sementales de cuidado, me folláis tan bien que no puedo evitar gozar y correrme.
  • ¿Sabes? -me dijo- creo que voy a tener que castigarte por puta.
  • Castígame todas las veces que quiera.
  • El sábado.
  • ¿El sábado?
  • Este sábado será tu castigo. Ahora vete, quiero ducharme.
  • ¿Estás enfadado?
  • No, simplemente me siento retado.
  • Yo no pretendía retarte.
  • Traquilo, los sumisos a veces retáis a los dominantes sin pretenderlo. Os llevamos a romper vuestros límites y eso hace que nos demos cuenta de que tenemos que ser más osados todavía. Después de ver cómo te ofreces a otros me doy cuenta de que todavía tengo margen para emputecerte más. Eso me excita pero necesito pensar algo con lo que someterte más todavía.
  • Sabes que se me acaba de mojar el coño, ¿verdad?
  • Sí. Y así te vas a quedar. Quiero que guardes toda tu calentura hasta el sábado. Recibirás instrucciones el viernes por la tarde.

 

Me acompañó a la puerta y me fui a casa. Dos días más tarde, el viernes, recibí un WhatsApp suyo donde me ordenaba estar en su piso a las 18:30. Debía llevar puesto un plug anal y la ropa interior de zorra debajo de mis prendas de hombre: sujetador de encaje, medias con liguero a la cintura y unas bragas también de encaje. Todo debía ser de color negro. También debía llevar conmigo un antifaz de esos que no te permiten ver nada. Pasé esa tarde comprando prendas y, al día siguiente, después de una siesta que me permitiera estar descansado, me duché y lavé el intestino en profundidad, me coloqué el plug, me vestí y, en un taxi, me dirigí a la dirección de Paco. Llamé al portero automático y me abrió. Subiendo en el ascensor recibí un mensaje suyo donde me decía que, cuando estuviera ante su puerta, me pusiera el antifaz y que, solo entonces, tocara con los nudillos. Así lo hice y apenas transcurrieron unos segundos desde que golpeé la puerta hasta que la voz de Paco me dijo “-Fuera el chándal”. Obedecí. Una vez en mi “uniforme de zorra” y sujeto de su brazo, caminé al interior de su vivienda y me condujo a la izquierda, donde él tiene el salón. Me morreó con lengua y me apretó las cachas del culo:

  • Ahora vas a obedecer todas mis órdenes. Mientras no digas “plátano”, la palabra de seguridad, entiendo que estás conforme con lo que hacemos. Voy a castigarte por puta.
  • Soy tu puta, haz conmigo lo que quieras.
  • Lo haré.

 

Me giró y me hizo echarme hacia adelante para apoyar mis manos sobre la mesa. Me bajó las bragas para ver mi plug y lo estuvo girando un poco, arrancándome los primeros gemidos.

  • Vas a gemir mucho hoy, perra. Y a chillar. Menos mal que el vecino no va a estar en su casa.
  • Uuffff, gemí.
  • A ver ese plug, a ver. Te lo voy a cambiar por algo más grande.

 

Sacó el plug de mi culo y me lubricó el ojete a conciencia. Luego se movió, imaginé que para buscar ese otro consolador y, al poco, regresó a mi lado y sentí como algo gordo se apoyaba en mi ojete. Me ordenó que me abriera las nalgas con mis manos y comenzó a penetrarme con una polla de plástico realmente gorda. A veces se oían leves ruidos provenientes del salón. Paco me estaba metiendo la polla de goma bien adentro mientras me ordenaba abrir el coño como la gran perra que era. Yo obedecía para recibir el pollón de látex dentro de mí. Cuando lo metió del todo, me hizo agacharme en cuclillas, bajando mi culo hasta el suelo de forma que el consolador no se saliera y yo pudiera permanecer penetrado indefinidamente. Movió la mesa hasta colocarla a mi espalda y tomó mi mano derecha, la llevó hasta la pata de la mesa y me ató a ella. Luego hizo lo mismo con la mano izquierda, atándome en la otra pata. A continuación tiró de mi pierna derecha, para acercarla a la pata de la mesa dejándome abierto de piernas. Me amarró y repitió la operación con mi otra pierna. Yo estaba atado por mis cuatro extremidades a las dos patas de la mesa, con las piernas abiertas, las bragas en mis pantorrillas y un pollón gordo y largo clavado en el fondo de mi culo. Entonces me cayó una bofetada que me hizo soltar un gritito de sorpresa.

  • Bueno, puta, hoy vas a tener una sesión que no olvidarás. Antes de comenzar, quiero que sepas que te estoy grabando con el móvil porque quiero que quede constancia de tu respuesta: ¿estás dispuesta a hacer todo lo que te sea ordenado en el día y noche de hoy?
  • No solo estoy dispuesta sino que lo estoy deseando, tengo el coño mojado solo de pensar en que vas a hacer de mí la sumisa maricona más ofrecida y guarra.
  • ¿Qué fecha es hoy?
  • Viernes 24 de mayo de 2019.
  • De acuerdo, queda constancia de que el 24 de mayo de 2019 te has ofrecido a mí para que te domine y te convierta en una perra maricona sumisa guarra y puta y que obedecerás cuanto se te ordene.
  • Así es, mi amo.

 

Me soltó dos bofetadas, apagó la grabación y yo comencé a bufar de calentura. Paco entonces tiró del antifaz y me lo quitó para que pudiera ver. Me estremecí con lo que pude presenciar: Andrés, Juan ¡y Eduardo!, se acercaban a mí pajeando sus pollas por fuera de sus pantalones. Paco se sacaba su rabo. Todos se aproximaban a mí comentando que iban a disfrutar de aquella puta.

  • Sí, pero ya sabéis lo que viene primero -dijo Paco.
  • ¡¡Jajajaja!! Se oyeron tres risotadas y un “sí” pronunciado simultáneamente por los tres.

 

Empezaron a follarme la boca uno por uno. Cada uno de ellos me agarraban del pelo y bombeaban su rabo en mi garganta provocándome arcadas. Me daban bofetadas y me escupían en la cara. Mientras uno me metía su rabo hasta la tráquea, los demás se pajeaban frente a mí. Se iban agachando, palpando mi erección y preguntándome si ya estaba cachonda, si me me estaba mojando el chochito. Me llamaban puta y me avisaban de que ese día me iba a hartar de polla, que me iban a tener que devolver a casa en camilla. Me sacaron los pezones del sostén y me pellizcaban mis tetitas de zorra. Me llovía la saliva, las tortas en la cara y los pollazos en la garganta. En un par de ocasiones, se dedicaron a golpear sus cuatro rabos tiesos contra mi cara. Al rato de hacerlo volvieron a follarme la boca uno tras otro. Así me tuvieron al menos media hora, su saliva me escurría y se mezclaba en mi cuello con las babas que me caían por la barbilla. Empezaron a decir que estaban a punto de correrse y los cuatro se pajearon frente a mí, apuntando a mi cara.

  • Perra, te vamos a hacer este bukkake para que nunca olvides lo guarra que eres.
  • ¡Síííí!. grité.
  • Prepárate, zorra, que te va a caer todo mi lefazo.
  • Eso, marrana, te vamos a pintar la cara de blanco.
  • Ya viene, zorra, ya viene.
  • Puta, aquí te va mi lecheeee
  • Toma, ¡toma!
  • ¡¡¡Uooooh, putaaaaaa!!!
  • ¡¡Toma lefazo, so guarra!!
  • ¡¡¡Ahha, ahha, ahí tienes un polvazo en tu cara de puta!!!
  • ¡¡Tomaaa, tomaaa, toooomaaaa!!
  • ¡¡Uoooohhhhhhh!!
  • ¡¡¡Ahhhhrgggg!!!
  • ¡¡Putaaaaaaaaaaa!!

 

Yo esperaba sus lefas con la lengua fuera, gimiendo, atado de pies y manos, relleno con un consolador de buen tamaño, suplicando la leche de mis machos. Empezaron a caer chorros sobre mí, los cabrones acercaban sus nardos a mi cara para que no se desperdiciara ni una sola gota. Mi frente, mis cejas, mi nariz, mis mejillas, mis labios, mi lengua, mi barbilla, toda mi cara estaba llena de esperma grumoso y caliente. El de Andrés fue el primero, le siguió Paco, luego Juan y finalmente Eduardo, los cuatro me llenaron de lefa por todas partes. Saboreé unos buenos goterones que cayeron en mi lengua pero la mayoría, mezclado con la saliva que antes recubría mi cara, escurría por mi cuello hasta mi pecho. Los machos se exprimían las pollas para echarme encima hasta sus últimas gotas, me golpeaban en las mejillas recogiendo parte de la lefa con sus nabos y me los metían en las boca para que se los limpiara mientras me seguían llamando guarra chupapollas y continuaban advirtiéndome de lo mucho que me iban a follar esa noche. Paco se marchó un momento y regresó con cuatro cucharitas de postre que repartió entre sus compañeros de bukkake. Claramente supe lo que iban a hacer y no me equivoqué: comenzaron a rebañar la leche de mi cara y cuerpo y dármela a tragar. Sabía extraña, no era el mismo sabor de la lefa recibida directamente en la boca, pero era tan morboso que tragué cada cucharada que introdujeron en mi boca. Cuando acabaron de darme a tragar lefa, se separaron de mí, con las cucharitas en sus manos y sus pollas ya flácidas colgando entre sus piernas. Entonces Paco giró su mirada hacia el pasillo y gritó:

  • ¡Germán, ya puedes salir! -y dirigiéndose a mí, dijo- y tú, puta, ahora vas a saber por qué el vecino no iba a estar en su casa esta tarde.

 

Continuará.