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Cuando mi macho me compartió 2 (la meada).

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Mi macho me comparte 2 (la meada)

(Viene del relato anterior “Cuando mi macho me compartió”: https://www.todorelatos.com/relato/152039/).

Como os conté, yo estaba sobre la cama, abierto de piernas y con el culo chorreando la leche de tres machos, cuando oí la voz de Paco:

  • Puta, esto no ha terminado, métete en la bañera que tenemos ganas de mear.

 Yo estaba destrozado de la follada que me habían pegado entre Paco, Juan y Andrés, por mi cabeza cruzó el pensamiento de decirles que habíamos terminado por hoy pero, inmediatamente, se vino a mi mente la imagen de estar bajo el meado de aquellos tres sementales y supe que sería una ocasión que, quizá, no volvería a repetirse en mi vida. Así que decidí aprovecharla. Con las piernas doloridas de haberlas tenido abiertas tanto rato, me dirigí al baño:

  • ¿Me vais a mear los tres?
  • Claro que sí, zorrita, pero va a ser muy romántico- dijo Juan.
  • ¿Romántico?- pregunté.
  • Ya lo verás- contestó Andrés.
  • ¿Dónde tienes el consolador grande?- me preguntó Paco.
  • Donde siempre, en el cajón del ropero- le dije.
  • Voy por él, ahora vuelvo, tú quédate con estos dos.

 Paco se dirigió al dormitorio para buscar un consolador con ventosa, de 20 cm., que usaba para dilatarme cuando me follaba. Los otros dos estaban terminando de encender varias velas que tengo repartidas por mi baño, encendieron también una vara de incienso con aroma a rosas que prendo cuando quiero relajarme dándome un baño de espuma. Paco llegó de regreso, con el potente vibrador en una mano y el tarro de lubricante en la otra. Apagaron la luz del baño creando una atmósfera cálida y verdaderamente romántica. Juan y Andrés me besaban y acariciaban por todo el cuerpo, me decían que era una putita hermosa y que les encantaba follar conmigo, que estaban encantados de haberme conocido. Paco adhirió el consolador al centro de la bañera y dejó caer sobre el pollón de plástico un generoso chorro de lubricate. Luego se acercó a mí, virtiendo lubricante por mi ano:

  • Tienes el chochito lleno de semen, menos mal que no me importa toquetear la lefa de estos cabrones- me dijo.
  • La última lefa que ha entrado ha sido la tuya, mi amor- le contesté.
  • Y me ha encantado llenarte con esa lefa, bebé, eres de lo mejor que hay en esta ciudad. Ven, siéntate en el consolador, que queremos hacerte un regalo.
  • ¿Un regalo?
  • Ven, ven.- Paco me separó de sus amigos y me llevo a la bañera indicándome cómo quería verme- así, métete la polla en el chochito, así, eso, déjate caer, métetela toda, eso es, buena chica.

 Cuando volví a estar empalado, esta vez por un consolador, Paco me indicó que separase las piernas y que empezara a tocarme:

  • Queremos ver cómo te corres.

 Empecé a tocarme, me costaba tener otra erección y les dije que estaba reventado de sus polvos.

  • No te preocupes, que nosotros te vamos a ayudar- me tranquilizó Juan con voz cálida.
  • Sí, vamos a hacerte una perversión muy tierna, vas a sentir de todo a la vez: lujuria y ternura- apuntó Andrés.

 Los tres se acercaron y desde fuera de la bañera comenzaron a besarme y acariciarme todo el cuerpo. Me besaban la boca, con mucha lengua pero tiernamente, me lamían el cuello y las orejas, me besaban los pezones y me acariciaban con dulzura por mis piernas, pecho, vientre y piernas. Me pidieron que cerrase los ojos y me concentrase en pajearme, sintiendo sus caricias y besos. Mientras me hacían todo aquello, me susurraban al oído frases tiernas y viciosas. Llegó un momento en que yo confundía sus voces:

  • Eso, putita, tócate, queremos verte empalmada.
  • Eres un amor, sabes complacer a los machos como ninguna.
  • Te vamos a tratar muy bien para poder seguir tratándote mal muchas veces.
  • Qué tetitas tan lindas.
  • Qué piel tan suave.
  • Uff, qué culito tienes.
  • Eres una perrita deliciosa, la más puta de todas.
  • Vamos a follarte muchas veces y cada vez te vamos a pervertir un poco más.
  • Si, un poco más cada vez, hasta que seas la puta más grande de la ciudad.
  • Me encanta lamer estas orejitas de zorra cachonda.

 Sus lametones, besos y caricias, acompañados de frases cada vez más calientes me estaban encendiendo. Yo me masturbaba y gemía.

  • ¿Sí, putita? ¿Te estás poniendo cachonda?- dijo una voz.
  • Mucho, me estoy poniendo a mil con lo que me estáis haciendo.
  • Eso es perfecto, vamos a seguir así hasta que estés bien caliente.
  • Ufff, sí, por favor, seguid, me encanta.

 A veces abría los ojos pero todo estaba en penumbra, iluminado solo por la luz tenue de las velas. Y ellos estaban muy cerca de mí acariciándome, besándome y diciéndome piropos y obscenidades:

  • ¡Qué guarra estás hecha, te has dejado follar como una puta de carretera!
  • Esas tetitas me vuelven loco, ¿te gusta que te coma las tetitas, princesa?
  • Sí, sí, me encanta que me comas las tetas.

 Se oían los chasquidos de sus lenguas y sus chupetones en mi cuerpo. Sus caricias eran deliciosas, fueron unos minutos irrepetibles, Yo estaba cada vez más caliente y ya me balanceaba, en cuclillas, agitando el rabo de látex dentro de mi culo, me acercaba al orgasmo y se lo dije.

  • Nenes, nenes... estoy muy cachonda, me voy a correr dentro de poco.
  • Entonces ahora vamos a hacer que te corras como una perra, como a ti te gusta- identifiqué la voz de Paco.

 Se separaron de mí y abrí los ojos. Estaban de pie fuera de la bañera, con sus pollas flácidas en las manos y apuntando a mi cuerpo. Andrés soltó el primer chorro de meado sobre mi pecho, le siguió Paco.

  • Yo casi estoy- dijo Juan poco antes de empezar a mearme él también- tócate, puta, queremos que te corras con nuestras meadas.
  • Uff, ufff, ufff, esto es muy fuerte- dije.
  • Claro que sí, perra, te vas a correr como una loca otra vez, con tres machos meándote- añadió Andrés.

 Se estaban controlando, meaban chorros finos para que la meada fuese más larga. Eran meados con un fuerte olor a macho que subía desde mi pecho directo a mi cerebro y que me ponía como una perra en cela de nuevo.

  • Uff, sí, Dios, qué bueno, cabrones- les dije.
  • ¿Te vas a correr, verdad, puta?
  • Sí, sí, estoy a punto, cabrones, qué cachonda me estáis poniendo, más, más, dadme más meado ¡por favor!
  • Tus deseos son órdenes, guarra- exclamó Paco y apuntó su chorro a mi cara, apretando para que saliera más cantidad- ahí te van las cervezas que nos hemos tomado mientras te echábamos el primer polvo.

 Los demás les siguieron, los tres me estaban meando la cara, yo me pajeaba al borde del orgasmo y jadeaba totalmente fuera de mí, al abrir la boca para gemir me entraban sus orines. Aunque trataba de escupirlos, siempre tragaba algo y me dejaban su sabor a macho cabrío en la boca.

  • Cabrones, cabrones, que me corro, ¡que me corro!
  • Claro que sí, puta, córrete bien meada por tus machos, que se note que eres nuestra yegua.
  • Eso, perra, menéate el rabo, que queremos verte, córrete así, toda meada.

 Yo debía tener una pinta inaudita: con el sujetador bajado y mis pezones al descubierto, en ligero y con medias, con un consolador hermoso dentro del culo, a punto de correrme con mi polla agitándose en mis manos y todo mi cuerpo, desde el pelo hasta los pies, embadurnado de la meada de tres cerdos. Pensar en aquella imagen me llevó al clímax. Abrí los ojos para verlos, aún me caían buenos chorros encima aunque empezaban a ser más débiles, ellos me llamaban puta y guarra y me animaban a correrme como una cerda. Me dejé caer para clavarme el consolador en lo más profundo, me di el meneo final y me corrí chillando como una puerca mientras dos chorros de meado caían sobre mi cara y mi boca abierta.

  • ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaah, Dios, qué corrida, qué corrida, qué corrida!!!
  • Muy bien, puta, bravo.
  • Eres la mejor zorra.
  • Guarra, ¡cómo te gusta que te sometamos! Eres la perra perfecta.

 Mientras acababan de mearme las últimas gotas, me quedé unos instantes en silencio, oliendo sus meados, recuperando la respiración, sin ser capaz de moverme. Pero lo que hicieron conmigo a continuación fue realmente dulce. Me ayudaron a incorporarme y me sacaron el dildo del culo, abrieron el agua templada y enjuagaron mi cuerpo, me quitaron la ropa que ellos mismos me acababan de mear, me enjabonaron el cuerpo, el pelo, me masajearon por todas partes, llenándome de espuma y lavándome. Me sentí como una princesa atendida por tres amantes solícitos.

  • Sois maravillosos, tan atentos como cabrones, me encantáis- les dije.
  • Y tú nos encantas a nosotros, ya te hemos dicho que te cuidaremos para poder seguir maltratándote- respondió Paco en nombre de los tres.

 Me secaron, me envolvieron en una toalla y me llevaron a la cama, dejándome reposar. Los tres me besaron en los labios antes de salir de la habitación:

  • Descansa, princesita, dentro de un rato volveremos en busca de nuestra puta.

 Los oí ducharse uno por uno, encendieron la televisión y pusieron un partido compartiendo otra cerveza y los aperitivos que yo había preparado antes de que ellos llegaran. Me dormí un rato antes de que me llevaran de paseo.

 Continuará.