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Buscando al Burro desesperadamente

en Gays

Continuación de mi relato “Aprendiz”

Durante esa semana el Burro se hizo el escurridizo. Se apartaba de mí a pesar de que yo procuraba acercarme a él cada vez que tenía ocasión. Pero al verme me miraba con cara de asco y se escabullía raudo. Su actitud displicente me hería profundamente pero a la vez incrementaba en mi el deseo. Desde la mamada que le había hecho en el oscuro cuartucho su enorme verga ocupa todos mis pensamientos tanto de día como de noche. 

El viernes en la tarde estaba en casa haciendome una paja mientras con los ojos cerrados me imaginaba su poderosa polla, su cuerpo ciclópeo, el olor de su cuerpo y el sabor de su leche. Pero tras correrme no me quede satisfecho. Solo volver a tener su polla entre mis manos o metida en mi boca conseguiría apaciguar aquella insoportable calentura que ardía en mi interior. Era él quien había prendido aquel fuego y solo el lo podria apagar.

El Burro seguía pasando las noches en la obra, por lo visto su mujer no le había perdonado aun. Resuelto a tenerle de nuevo, después de ducharme y prepararme bien, decidí ir a su encuentro. Sabía que al Burro le gustaba beber así que del mueble-bar agarré una botella de Macallan. Era un whisky de malta escocés que mi padre brindaba solo a las visitas muy,muy especiales. Con aquello lo camelaría.

Era noche cerrada cuando llegué a la obra. Salté la valla y tras introducirme en el edificio comencé a subir, en completa oscuridad las escaleras en obras. Me deslizaba como un gato para evitar hacer ruido y sorprenderle. Al llegar a la primera planta donde el Burro tenía su improvisada guarida me encaminé hacia ella. Pero tras dar dos pasos, pisé un cascote que en el silencio de aquella noche sin luna sonó como un estallido. Al instante una luz se encendió en el cuarto a donde me dirigía. Nervioso me detuve. De repente una luz cegadora me iluminó y una voz gutural dijo

  • ¿Quien anda ahí?

  • Soy yo Borja - grité mientras con el brazo intentaba cubrir mis ojos del potente rayo.

  • Eso ya lo veo. ¿Que cojones haces aquí? - me respondió con tono enojado el Burro.

  • Pensé que podría hacerte compañía

  • No me interesa para nada tu compañía. ¿¡LO ENTIENDES!? - me gritó furioso.

  • Te he traído algo. - le dije mientras ponía en alto la bolsa que llevaba.

  • ¿Y que coño es?

  • Una botella

Su prolongado silencio me confirmó que había mordido el anzuelo.

  • ¿De que es? - me preguntó al fin interesado.

  • Whisky, Macallan, según mi padre es de lo mejor - le dije con voz animada.

  • Déjame ver - me respondió bajando la linterna.

Presuroso me dirigí a él ofreciendo la botella que raudo arrancó de mis manos. La iluminó con la luz de la linterna y tras observarla unos instantes dijo

  • No conozco esta marca.

  • No me extraña, cuesta más de 50 euracos según tengo entendido. - le dije divertido

Apuntó de nuevo el foco hacia mi cara y yo le brindé una de mis mejores sonrisas. Había mordido el anzuelo y para mi que ya estaba enganchado

  • Bueno pues muchas gracias. Ahora ya te puedes largar - me dijo despectivamente

  • ¿Ni siquiera me vas a invitar a un trago?

Lo dudó unos instantes pero al fin cedió, y dándose la vuelta se dirigió hacia su cubículo mientras me invitaba a seguirle.

Tras entrar se sentó en el sucio colchón que estaba tirado sobre el polvoriento suelo. Colocó la linterna sobre una caja que tenía como improvisada mesilla, desenrroscó el tapón, y a gollete, dio un prolongado buche. Luego se quedó mirando la botella.

Yo mientras tanto le observaba de pie, estaba únicamente cubierto por unos holgados calzoncillos de fina tela desgastada por el uso. Mis ojos se clavaron en aquel bulto que me traía loco. Verdaderamente era tan grande como lo recordaba. Sentí la sangre fluir en mi rabo.

  • Joder si que esta bueno. Anda siéntate y toma un trago. - me dijo palmeando el mugriento colchón.

Y tras limpiar la boca de la botella con la mano, me la pasó. 

Me sente próximo a él, los dos apoyando nuestra espalda contra la pared de ladrillos, y bebí un generoso trago del exquisito licor. Era fuerte pero pasaba con suavidad por la garganta. Le devolví la botella. El Burro volvió a beber.

Durante unos instantes permanecimos mudos sin saber qué decir, sin siquiera atreverse a mirarnos, con lo ojos clavados en la pared de enfrente aún sin lucir. Lentamente torcí un poco la cabeza y de reojo le mire el paquete. Su visión me dio las fuerzas para romper el embarazoso silencio.

  • ¿Porque me rehuyes? Acaso no te guste lo que te hice el otro dia.

Miró hacia mí con cara seria, y con un rictus no se si de asco o desprecio, el Burro comenzó a hablar.

  • Mira chaval no se que me pasó el otro dia. Todavía soy incapaz de entender porqué deje que me la chuparas. A mi no me gustan esas mariconadas.

  • Primero, tio yo no soy maricón. Además ,si no recuerdo mal, fuiste tu quien me vino a buscar y el que me obligó a mamarte la polla - le contesté ofendido

  • Bueno pues fue un error. Se acabó la historia. - dijo cortante.

A continuación dio un largo sorbo del caro brebaje. Yo furioso le arranque la botella de las manos e hice lo mismo. Ya nos habíamos liquidado más de media botella del licor, y la calorina que el alcohol me producía incrementó la calentura que ya tenía. Envalentonado por el whisky puse mi mano sobre su peludo muslo y acaricadoramente la deslicé a la búsqueda de su sexo mientras meloso le susurraba.

  • Anda déjame que te haga una paja. Será la última vez.

El Burro me apartó la mano, mas yo tenaz volví al ataque. Ahora fui de frente a por su paquete y le empecé a frotar la polla a través de los calzoncillos . El Burro levantó una mano con la intención de abofetearme. Nos quedamos mirándonos a los ojos. Yo sin arredrarme,  le agarré con fuerza la verga a través de la tela. Noté como aquel monstruo despertaba de su letargo. El Burro cerró los ojos, apoyó la cabeza contra la pared y se dejó hacer. Presuroso mi mano se deslizó por la cinturilla de los calzoncillos, buscando ansiosa el calor de su piel. Comenzó a suspirar gustoso.

Acaricié todo su sexo desde sus poderosas bolas hasta el majestuoso capullo pasando por todo su palo. Aquello comenzó a crecer y rodeándolo con mis dedos inicie una suave masturbacion. Jugaba con su frenillo, restregaba la punta de la verga extendiendo el jugo que empezaba a destilar y tapaba y destapaba el glande con la piel de su prepucio. Para poder operar con más comodidad intenté bajarle los calzoncillos, operación a la que el Burro colaboró con prontitud levantando el culo. Le deje la prenda a la mitad de los muslos y al fin pude deleitarme con la visión cautivadora de aquel poderoso cipote que apuntaba al techo.

Era mas grande aun de lo que recordaba. Oscura se erguía desde el matorral de negros pelos que tenía en su base. Ancha como mi antebrazo, con las venas marcando su contorno como los tallos de una enredadera y al final aquel glande que colmado de sangre caliente había tomado el color de la granada madura. Sin poder contenerme me lancé sobre el cipote y lo engullí sin dejar de meneársela. 

El olor y el sabor que inundó mi boca y penetró por mi nariz, atestiguaba que aquel macho llevaba días sin pasar por la ducha, cosa que yo había comprobado con disgusto, cuando esperaba  infructuosamente deleitarme de nuevo observando sus eróticas abluciones. Aquel aroma y aquel sabor tenían algo de montuno, de selvático, de bestia salvaje. Y luego el tacto de su piel firme a la vez que mullida como el pecho de una adolescente que me hacía enloquecer de deseo.

Se la mamé durante minutos con deleite. El Burro se dejaba hacer cual semental domado. Y yo me sentía poderoso desbravando aquel indómito garañón. Me retiré para descansar mis castigadas mandíbulas y le pregunté.

  • ¿Te gusta como te lo hago?

  • Siiiii. - dijo entre jadeos.

  • Pues dimelo. Dime que quieres que te la chupe. Pídemelo. Quiero oírlo de tus labios.

  • Chupamela. Quiero que me la mames con esa boquita viciosa. No pares.

Volví a reclinarme sobre él henchido de satisfacción. Note entonces como una mano se deslizaba por mi espalda y tras introducirse en mi chándal apretó con fuerza una de mis nalgas. Luego sus dedos acariciaron mi raja hasta alcanzar el hoyo donde nadie que no fuera yo tocara antes. Un escalofrio recorrio todo mi cuerpo mientras sus rugosas yemas frotaron con suavidad tan delicada piel. Una nueva sensación antes nunca experimentada despertó en aquel recóndito lugar.

Cuando su mano se retiró levante la cabeza deteniendo la mamada. Le miré expectante y suplicante. Entonces el Burro metió su dedo corazón en la boca y lo chupó con una mirada lasciva en los ojos. Retornó de nuevo a mi agujero y tras extender su saliva en la entrada, con una ligera presión introdujo la primera falange dentro. Mi ano empezó a palpitar estrujando al invasor. Poco a poco fue introduciendo aquella pequeña verga dentro de mi y cuando empezó a meterla y sacarla, sin poder contenerme, empece a gemir como una gata caliente.

  • Ay ay . Que gusto - le decía mientras le miraba a los ojos babeando.

Tras unos instantes jugando en mi interior sacó al intruso y me dijo 

  • Desnudate

Presuroso me incorporé, arranque el chándal con deportivas incluidas y con rapidez me saqué la camiseta arrojándolo todo sobre el polvoriento suelo. El Burro se me quedó mirando lujuriosamente y agarrándome por las pelotas me obligó a recostarme sobre sus muslos como un niño para una azotaina. Y así fue. Una fuerte palmada me hizo crispar y sentí el ardor de mi sangre en la cacha azotada. Luego oí cómo el Burro escupía para a continuación meter su mano entre mis piernas y embadurnarme toda la raja desde mis huevos hasta su finalización en la espalda. Me sentía mojada como una hembra en celo.

Entonces uno tras otro fue penetrandome con aquellos rugosos dedos sin dejar de escupir para bañarme con sus babas mientras me dilataba el orificio. Sentía cierta molestia pero el cosquilleo que producía su cuarteada piel en la mia me hacia gemir de placer.

  • Ay qué gusto

  • ¿Te gusta lo que te hago? - me susurró mientras sacaba sus dedos de mi interior.

  • Si, si - le dije ansioso por que continuará frotandome donde tanto placer me daba.

  • ¿Quieres que siga? - dijo mientras con una de sus yemas acariciaba mi dilatada y sensible piel.

  • Si, si sigue sigue

  • ¿Quieres que te la meta? ¿Quieres que te de por el culo?

Torcí la cabeza y le mire a los ojos dubitativo.

  • La tienes muy grande me vas a destrozar - le dije temeroso

  • No creo que sea peor que tener metida media mano por el culo- dijo capcioso

Y acompañó sus palabras a la acción y de un golpe me enterró por lo menos cuatro dedos en las entrañas. Me retorcí de dolor.  Pero cuando empezó a trabajarme, de nuevo el placer y el morboso deseo se apoderaron de mi. Le dije que si con la cabeza.

  • No te entiendo ¿Quieres que te folle? - dijo socarrón

Volví a agitar afirmativamente la cabeza

  • No te oigo. Quiero oirlo con tus propias palabras. - me dijo con profunda voz al oído.

  • Si. follame. Quiero que me montes. Clávamela de una puta vez. 

El temor de que aquel monstruo me penetrara destrozandome a su paso se unía un ansia mórbida de someterme a tal tormento. Deseaba que me desvirgara, que rasgase el imaginario himen que me separaba de él. Soñaba con el delirio de ser poseído por aquel poderoso macho en mi primera vez. 

  • Pues bien levántate- me dijo palmeandome el culo.

Me incorporé. El lo hizo también. 

  • Arrodíllate - me ordenó

Quede de rodillas ante su sexo. El Burro cogió la botella de Macallan y se echo un chorro sobre la polla.

  • Chupamela bien para que resbale sin problema.

Me avalance sobre aquel cipote ciclópeo que me miraba llorando por su único ojo. Allí se inició mi odisea.

Le miraba a la cara mientras tragaba aquel nabo caliente. El Burro de un sorbo acabó de vaciar la botella mientras se la mamaba. Tras ello la arrojó contra la pared de enfrente donde estalló rompiéndose en añicos.

  • Ponte a cuatro patas. Como una perra.

Obediente me puse en posición. El Burro se dirigió a mi retaguardia mientras yo le acompañaba con la mirada torciendo la cabeza a su paso. Se arrodilló a mi espalda. Me separó las cachas del culo y en todo el ojete lanzó un enorme gargajo. Luego como si una brocha se tratara embadurnó mi palpitante hendidura. Al fin se detuvo en la entrada.

Mi ano boqueaba como un pez moribundo besando la mota de su verga. era el preludio del suplicio

Empujando lenta pero inexorablemente, se fue clavando en mi. Sentía su grueso balano estirar y estirar y estirar mi tierna y virginal carne. Cuando se aproximó  la parte más gruesa no pude aguantar más y rompí a chillar desesperado.

  • Detente Burro detente. Me estas matando. No lo puedo soportar - Le decía gritando, llorando, suplicando.

Se detuvo, aliviado pensé que se apiadaba y claudicaría en su empeño. Me confundi

Me agarró por los hombros y de una poderosa lanceada me clavó la cabeza de aquel monstruoso cipote. Mis ojos se dilataron y mi boca se abrió al máximo lanzando un alarido ensordecedor

  • NOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Mi esfínter se cerró sobre aquella carne caliente y palpitante aprisionandolo en su avance mientras latía desaforadamente En ese instante fui consciente de mi osadía al consentir que me sodomizara con aquella pica ardiente. El dolor como fuegos artificiales se expandió en mil estallidos luminosos por toda mi mente. Era la consecuencia de ofrendar mi himen ahora transformado en  una cortina rasgada.

  • ME HAS ROTO EL CULO. CABRÓN - le grité entre sollozos

  • Qué te creías Borjita. Tu mismo te lo buscaste- me soltó entre carcajadas

  • No creí que fuera tan horrible

  • La verdad es que estas muy prieto. ¿De verdad que eres virgen?

  • Si, lo era. - le dije con rabia

  • Pues ahora ya no tiene remedio - me dijo guasón.

  • Sacala. Sacala. No lo pudo aguantar le dije crispado.

Se retiró levemente y resoplé confiado, pero se recostó sobre mi espalda y sin previo aviso me mordió con fuerza un hombro para mi sorpresa. Aprovechando mi estupor y que el dolor lacerante en mi hombro me hiciera olvidar el martirio de mi culo, de una estocada me enterró un buen trozo de polla.

  • Dios detente. Me estas violando.

  • Si no recuerdo mal hace unos minutos me pusiste el culo en pompa y me dijiste que te montara.

Sin darme tiempo a responder comenzó a follarme. Retiraba el rabo dejando solo el capullo enterrado y en cada arremetida lo clavaba más profundamente. Mis entrañas ardían con el roce de aquel gigantesco cipote. Mi culo se fue distendiendo y poco a poco el dolor lacerante se fue apaciguando. El Burro fue consciente de mi entrega total y de un caderazo me la clavó hasta la empuñadura. Sus colosales cojones chocaron contra los míos como una maza.

  • Ahora ya la tienes toda dentro - Dijo triunfante

Y era verdad. Su vello púbico cosquilleba mi trasero y aquel rabo infinito estaba tan dentro de mi como jamás pude imaginar

Se inició entonces la verdadera monta y con profundas penetraciones me enculó con fuerza. El dolor aun persistia pero ahora se mezclaba con el placer físico que recorría mis entrañas y el mental de sentir como aguantaba estoico las arremetidas de aquel macho que me poseía. El saberme objeto de su placer aumentaba el mío propio y gemí de placer.

  • Ay Burro que gusto me das. Follame. No pares.

  • Te gusta que te de polla eh Borjita. Que te folle duro. verdad.

  • Si si dale duro. No te detengas.

  • No lo pienso hacer. Hace tiempo que no la meto en algo tan estrechito y caliente. Eres una autentica perra ardiente. Joder que culo.

Frenético comencé a mover el culo y bambolearlo follandomelo yo a su vez. Estaba tan pletórico que aullaba como una zorra . El Burro bufaba arremetiendo mientras su sudor bañaba mi espalda como cálida lluvia de verano. Sus bolas chocaban contra mi cuerpo en un rítmico plas plas.

Aquello se convirtió en una auténtica refriega donde los dos nos acometiamos con saña buscando desesperadamente el placer. Me folló y me folló durante interminables minutos. Mis entrañas ardían como la chimenea de un volcán y la extrema sensibilidad que habían alcanzado hacía que percibiera cada uno de los pliegues de su polla rozando mi interior.  En el estallaron a un tiempo punzadas lacerantes como dagas y explosiones orgásmicas extasiantes. Dolor y placer, placer y dolor, unidos como las dos caras de una moneda.

Sin previo aviso el Burro se salió de mi. Fue como si me arrancaran parte de mi cuerpo. Mi abierto culo boqueaba como llamando a gritos a quien tanto placer le estaba dando. Raudo torne la cabeza y le dije imperativamente.

  • ¿Que haces? Venga sigue. Joder metemela de una puta vez.

  • Joder Borjita que puta eres. Tienes ese culo lleno de vicio. So maricón.

  • Menos hablar y más follar. ¿O acaso ya te he agotado? - le dije retador

Con violencia cogio mi cuerpo y me volteo como un muñeco de trapo recostandome sobre la espalda.

  • Quiero ver como disfrutas mientras te monto. Ver esa cara de puta viciosa - me dijo mientras me miraba con lascivia  a los ojos

Levante las piernas alcé el trasero ofreciendome a él mientras con mi lengua le tentaba con  un gesto lascivo . Luego apoyé mis talones en sus hombros. El Burro miró hacia mi desvencijada puerta y con una sonrisa torcida me dijo.

  • Tienes el culo como si hubieses parido.

Le miré la polla que estaba teñida de un líquido rosado. Me toqué el agujero comprobando su dilatación. Verdaderamente podría meter el puño cerrado por el. Al mirar mi mano vi la prueba escarlata de mi desfloración.

  • Bueno si, me has desvirgado. Pero para parir tendrás antes que preñarme - le dije con  una pícara expresión en mi cara.

Mis palabras le enardecieron  porque, agarró su polla con la mano, la colocó en mi entrada y de un golpe la clavó hasta el fondo en una vigorosa estocada. Sus cojones golpearon fuertemente contra mi cuerpo.  Apoyado sobre sus brazos me penetraba con brio. Ahora al placer que me aportaba su rabo se unía el deleite de verle la cara mientras gruñía y bufaba arrebolado por el placer.

  • Te gusta follarte a maricones. Se te nota en la cara - le zaherí

Incremento con rabia la monta. Tras unos minutos durante los cuales me culeó con saña, cansado de la posición, se desplomó sobre mi. Su corpachón me aplastó dejándome sin respiración y con cada una de sus arremetidas arañaba mis mejillas con su barba acerada. Por otra parte el rozamiento que su cuerpo producía en mi polla hizo que mi excitación aumentara y percibí como lentamente me acercaba al orgasmo.

Al fin estallé corriendome entre nuestros cuerpos. Con los ojos en blanco mi cuerpo se retorció convulso y mi culo estrujó su rabo con espasmos incontrolables. Eso produjo que el Burro se desatara, noté como su cipote se hinchaba en mi interior y mientras me penetraba profundamente comenzó a derramarse. En inagotables descargas su leche caliente me inundó. No sabría decir ni cuánto tiempo ni cuantas veces su cipote disparó su néctar dentro de mí, pero sí puedo asegurar que nunca había creído que un hombre pudiera derramar tal cantidad de esperma.

Al fin derrotados y desfallecidos nuestros cuerpos poco a poco alcanzaron la calma. Mas no hubo lugar para los arrumacos ni caricias porque una vez satisfecho, el Burro se salió de mi y se incorporó sin siquiera mirarme. Dándome la espalda, tomó del suelo mi camiseta, se limpió el rabo pintado de un fluido carmesí, y me dijo con voz aguardentosa.

  • Bueno ya tienes lo que viniste a buscar . Ahora lárgate de una puta vez.

Herido en lo más profundo, con dificultad me levanté del tálamo y trabajosamente me vestí. Cuando hube terminado me dirigí a la salida del cuarto. Antes de abandonar el lugar me torné y le dije

  • Adios

El Burro ni me miró ni me respondió. En una última ojeada mis ojos repararon en el sucio colchón donde ahora, en su tela ya manchada, se veía brillar la mácula encarnada de mi desfloración.

Caminando con el culo roto fatigosa y lentamente hacia mi casa, tomé conciencia de la triste figura que personificaba. Follado brutalmente por aquel macho salvaje y egoísta. Arrojado como un trapo sucio, que en verdad era como me hallaba con mis ropas manchadas por el polvo de la obra, la camiseta donde se veía la rosada muestra de mi pecado y con la culera de mis pantalones empapandose con la leche del Burro que manaba incesante de mi interior. Y para mi escarnio, el dolor de mi destrozado ano que me fustigaba como un rayo que no cesa en cada paso.