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Manu y su hijo (3/3)

en Amor filial

Manu y su hijo (3/3)

Capítulo 3

Al día siguiente me levanté cansada. No había dormido bien. Después de despedirme anoche de Marcos con un beso espectacular y sus manos masajeándome el culo, tuve que salir corriendo para mi cuarto. Allí me arranqué la ropa y me masturbé furiosamente.

Luego, sudada y oliendo a sexo, me bañé y me volví a masturbar. Después me acosté a dormir, pero por supuesto no podía dormirme, pensando en Marcos y en lo que me había contado sobre su éxito con las chicas de la universidad. ¿Qué tan bueno sería haciendo el amor? Así pues, tuve que recurrir a mis juguetes y nuevamente me masturbé. Sólo así logre dormirme, un sueño poblado de imágenes sexuales de Marcos y sus amigas y en las que de pronto, yo me transformaba en una de ellas.

Perturbada por las imágenes decidí que teníamos que controlarnos un poco más y para empezar, no me pondría ropa sexy, solamente unos pantalones cómodos y una t-shirt. 

Al llegar a la cocina, me desilusioné de no encontrar a Marcos. Seguramente estaba durmiendo, así que me preparé café y me senté a tomarlo. No tenía hambre, pero me obligué a comerme un poco de papaya y unas fresas que quedaban en el refrigerador.

Cuando terminé, recogí todo en la cocina, saqué los platos del lavaplatos y la dejé lista para la semana siguiente. Esa era siempre mi primera labor de los sábados.

Luego procedí a lavar las sábanas. Recogí las mías, que olían a sexo, y las llevé al lavandero y las metí en la máquina. Yo sabía que Marcos estaba durmiendo, pero de todas maneras me acerqué a la puerta de su cuarto y para mi sorpresa me encontré con que la puerta estaba abierta y él no estaba. De pronto me acordé que a él le gustaba correr en las mañanas y me imaginé que por eso no estaba.

Entonces decidí lavar sus sábanas. Cuando las saqué de la cama no pude evitar olerlas y tal como lo había pensado, sus sábanas también olían a sexo. Las examiné y no pude encontrar semen, pero definitivamente a la altura de donde quedaba su miembro, el olor a sexo era indudable. A lo mejor era solamente lubricación, pero definitivamente él también debe haber pasado una noche inquieta.

Con una sonrisa en los labios, recogí la ropa de cama y la llevé al lavandero. Antes de meterla en la lavadora la olí de nuevo y sentí claramente como su olor me excitaba de nuevo. Mis pezones se irguieron y un chorro de lubricante mojó mi vulva. 

-Va a ser difícil portarse bien- pensé oliendo por última vez las sábanas.

Una vez que terminé con todas mis actividades de ama de casa, decidí tomarme un café y acostarme un rato en el sofá. 

Me desperté asustada con un suave beso en los labios de Marcos.

-Hola bella durmiente. El príncipe te despierta con un beso, como en el cuento- me dijo.

-¿Dónde estabas?- pregunté, aunque el olor a sudor y su camisa mojada me daba la respuesta.

-Fui a correr un rato-

-Pero estuviste mucho tiempo afuera- le dije viendo el reloj.

-Es me fui a desayunar a la panadería y allí me encontré con unos amigos-

-¡Qué bueno! ¿Los conozco?-

-No creo. Son compañeros de la universidad que no llegaste a conocer. Yo mismo no los conozco mucho, pero quedamos en vernos de nuevo esta tarde-

-¡Qué bueno- repetí ignorando una leve punzada de celos. Obviamente él tenía derecho a ver a sus amigos.

-Voy a bañarme y después voy a salir. No me esperes para cenar-

-Ok- respondí sintiendo que la punzada de celos se hundía un poco más en mi vientre.

El resto del día siguió con la normalidad de mi vida anterior a la llegada de Marcos. Almorcé una ensalada y en la noche volví a comer cualquier cosa. Tenía que compensar lo que había cenado el viernes para mantener mi figura. Cuando me acosté, Marcos no había llegado todavía. Como cuando era un adolescente, sólo me dormí profundamente cuando lo oí llegar a eso de la medianoche.

El domingo rompí mi resolución del día anterior de no vestirme sexy. No había durado mucho, jejeje. Me puse una de las pijamas nuevas, con muchas transparencias y encajes.

Pero cuando llegué a la mesa, mi emoción se fue al suelo al encontrar sólo una nota diciendo: -“No te desayunes, yo traigo algo de la panadería, son las 8:30 am”- 

Vi el reloj y eran las 8:45 am, o sea que había salido apenas hace 15 minutos. Pensando en que tardaría por lo menos 15 minutos más para regresar, me preparé un café y puse la mesa para desayunar juntos.

Finalmente llegó como a las 9:30 am. Obviamente había ido a correr primero. Yo no le dije nada, pero estaba desfalleciendo de hambre, pero al verlo cargado de bolsas con comida lo perdoné inmediatamente.

-Beunos días bella durmiente- me dijo con los ojos muy abiertos al verme otra vez con una ropa tan atrevida.

-Buenos días mi príncipe encantado- le respondí.

Él se acercó y después de poner las bolsas de comida en la mesa, como el día anterior, me dio un ligero beso en los labios.

-Me voy a limpiar y nos desayunamos- me dijo.

-No, quédate así, me desmayo del hambre- le respondí empezando a abrir las bolsas y a sacar la comida.

-Pero estoy todo sudado-

-No importa. Hueles sexy-

-Jajaja. Muy bien. Tu te ves sexy y yo huelo sexy. Una combinación muy peligrosa-

-¿Prefieres que me ponga una cosa menos… reveladora?-

-¡Oh no! Por nada del mundo renunciaría a verte así-

-Muy bien, yo si podría renunciar a olerte así, pero por hoy lo dejamos así y comemos-

-Comemos… ¿qué?- dijo él mirándome las tetas descaradamente.

-¡La comida que trajiste! Jajaja-

El resto del domingo lo pasamos descansando. Un rato conversando otros durmiendo y finalmente unos más comiendo, pero nada mas.

El lunes comenzó la semana de trabajo y ambos volvimos a nuestras rutinas. Ambos nos levantábamos más o menos al mismo tiempo. Él completamente vestido y listo para salir y yo en mis pijamas sexy que un día mostraban más mis piernas, otras mis tetas y unos más mis vellos púbicos.

Solo al despedirnos nos besábamos. Usualmente un beso largo y profundo que me atrevía a compartir porque sabía que él se tenía que ir. A veces lo dejaba acariciarme un poco el cuerpo, pero no me atrevía a mucho más. Apenas sentía sus manos en mis nalgas, empezaban a sonar todas mis alarmas, así que le quitaba las manos y sonriendo, lo despedía deseándole un buen día en el trabajo.

El miércoles me llegó un mensaje al celular y era de Janette, una de las chicas que habíamos conocido en el stadium de baseball: 

“Hola Manu, es Janette, el sábado es el cumpleaños de Anna y nos invitó a una parrilla en su casa de las afuera. ¿Quieren venir?”

Lo pensé un rato y después le envié un mensaje a Marcos antes de responderle a Julia.

“Parrilla casa de Anna y Julio el sábado ¿interesado?”

Luego de una media hora, me respondió Marcos:

“Yo estoy de acuerdo, pero lo dejo en tus manos, haré lo que tu digas”

“Ok. Entonces parrilla” le respondí y luego le escribí a Janette:

“Perfecto. Marcos y yo iremos”

-¡”Qué bueno! ¿Es en la casa de sus padres en las montañas fuera de la ciudad. ¿Les parece que los pasemos buscando en nuestro carro? Es muy lejos y así vamos conversando los cuatro”

“Me parece bien” le respondí.

“Ok. Los pasamos recogiendo a las 2pm. Son como una hora y media a dos horas para llegar allá. Si salimos a las 2 podemos estar comiendo a las 5 y nos regresamos a las 9pm ¿Está bien?”

“Perfecto” le respondí y luego le envié la dirección de mi casa. 

Llegó el sábado y como siempre, me puse mi pijama para torturar a Marcos. No creo que fuera una tortura, porque ambos lo disfrutaba. En cualquier caso me encantaba ver cómo él me veía y se excitaba y a él le gustaba mirarme y hacerme una caricia disimulada o a veces, menos disimulada.

-Acuérdate que esta tarde vamos a una parrilla por el cumpleaños de Anna. A las 2 pm nos recogen Janette y Pedro- le dije a Marcos que me miraba y me miraba las piernas ya que, como pijama sólo tenía una franela que me llegaba a duras penas unos dedos por debajo del culo.

-Muy bien- respondió Marcos subiendo los ojos para mirarme a la cara -¿Dónde es?-

-No lo sé. Sólo me dijo que quedaba en las montañas, fuera de la ciudad-

-¿Y ellos viven allí?-

-No sé. Sólo me dijo que la casa era de sus padres y que quedaba a 2 horas-

-Uff. Menos mal que no llevamos el carro-

-Si- le respondí -SIn embargo no me gusta sentirme comprometida, me gusta tener mi propio automóvil para venirme cuando haga falta-

-Bueno. Siempre podemos pedir un Uber- me dijo Marcos mientras volvía a verme las piernas o quizás más bien, tratando de ver por debajo de mi camisa.

-Realmente- le respondí sonriendo, sabiendo que me deseaba.

Unos minutos después de las 2 pm me llegó un mensaje de Jeannette avisándome que estaban a punto de llegar.

Efectivamente, el timbre de la puerta sonó al poco rato y al abrir, vimos que era ella. Suspiré aliviada al ver que estábamos vestidas de forma similar, pero no iguales, una preocupación que tenemos siempre las mujeres. Las dos nos habíamos decidido por camisas abotonadas, lo que permitía decidir cuánto mostrar. La mía de era rosada claro con unas leve degradación del color hacia arriba. La de ella era de cuadros rojos y negros. Ambas llevábamos bluejeans, muy ajustados, claro, y sandalias abiertas.

Al poco rato estábamos montados en el carro, un Camry relativamente nuevo de color vino tinto, camino a la parrilla de cumpleaños de Anna.

Efectivamente era lejos y aunque estuvimos conversando animadamente todo el tiempo, fueron casi dos horas de carretera, al final de la cual conseguimos una casita relativamente solitaria en el tope de una colina. Los vecinos más cercanos estarían a uno o dos kilómetros de distancia. A todos los lados de la casa se veían campos sembrados de algún tipo de verduras. Un poco más allá se veía otra casa más pequeña, que nos enteramos era donde vivía una pareja de campesinos que se encargaban de los cultivos.

Cuando llegamos, nos encontramos a Anna y Julio esperándonos en la puerta. Junto a ellos estaba otra pareja de mayor edad, que nos presentaron como los padres de Anna.

Todos nos saludamos cariñosamente, especialmente Anna, que no perdió oportunidad de abrazar a Marcos, restregándole las tetas sin ninguna vergüenza. Ella no llevaba bluejeans, como nosotras, sino un vestido ligero  con los hombros descubiertos y un gran escote. No la culpo, sus tetas eran espectaculares y ella se preocupaba por mostrárselo a todo el mundo.

Inmediatamente pasamos a la parte de atrás de la casa, donde en un patio al descubierto habían preparado todo para la parrilla. En un lado estaban las bebidas: vino, cerveza, whisky, hielo, refrescos, etc. En el medio estaba una larga mesa con puesto para las 4 parejas y más allá una gran parrilla donde humeaba ya el carbón encendido.

Luego de servirnos los tragos, brindamos todos por la salud de Anna y bebimos todos contentos. Anna no se separaba de Marcos y cada vez que podía le agarraba el brazo y recostaba sus tetas contra él. 

Después del brindis y de conversar un rato todos juntos, los hombres se fueron a atender la parrilla y empezar a cocinar, mientras que las mujeres nos pusimos a ayudar para terminar de colocar las cosas en la mesa.

 

Yo decidí frenar un poco los avances de Anna hacia Marcos, porque si ahora era así, me imaginaba que cuando estuviéramos todos bebidos… Así que, disimuladamente se acerqué a ella y le susurré al oído mientras mantenía una sonrisa imperturbable:

-Quisiera hablar en privado una cosa contigo- 

-Claro. Vamos a la cocina-

-Prefiero algo más privado- le insistí, previniendo que alguien nos oyera lo que iba a decirle.

-Ok. En la parte de atrás de la cocina hay una habitación. Entra y espérame allí. Voy enseguida-

Seguí ayudando unos momentos más, para después ir a la cocina. Efectivamente, en el fondo había una puerta. La abrí y vi que era la habitación que ella decía, probablemente la habitación para una empleada doméstica. Entré y cerré la puerta.

Al poco rato sonaron unos golpecitos en la puerta e inmediatamente entró Anna, que supongo que ya sabía lo que le iba a decir.

-He notado que estás muy interesada en Marcos- le dije acercándome a ella sonriendo.

-Yo no…- dijo tratando de disimular.

-No tienes que negarlo- y poniéndole una mano en su brazo y con mi boca muy cerca de su oído continué: -Es muy evidente y normalmente no me importaría, pero ahora no quiero interferencias en mi relación con él-

-Yo no pretendía… volvió a intentar engañarme, pero la volví a interrumpir.

-En un futuro… quizás cambien las circunstancias y permita que tengas una relación con él-

Me sorprendida miró con los ojos muy abiertos.

-O conmigo- y entonces acerqué mi mano derecha y apoyándola en sus caderas, la acaricié. 

-Ooohhh- gimió. Acercándose a mi y apoyando su vientre contra mi cadera.

Con mi otra mano le agarré la teta derecha, no llevaba sostén, y se la apreté sensualmente. Finalmente le di un corto beso en los labios y salí del cuarto. Una vez en la cocina, cogí unos platos y los llevé afuera a la mesa como si nada hubiese pasado.

Unos momentos después apareció ella como si no hubiese pasado nada y todas juntas seguimos preparando las ensaladas y los postres.

Desde luego que la advertencia sirvió, porque de ahí en adelante Anna no volvió a acercarse a Marcos. Bueno, no más que a Julio o a Pedro, porque en realidad todas nos tomábamos ciertas libertades que no eran muy usuales entre mujeres y hombres de diferentes parejas.

Inclusive la mamá de Anna, una señora de unos cincuenta años, muy bien llevados abrazaba y acariciaba a todos como si fueran sus hijos… u otra cosa.

Después de varias horas de comer y beber opíparamente, el cielo se oscureció y procedimos a soplar las velas de la torta de Anna. Había sólo tres velas en la torta y por mucho que preguntáramos y bromeáramos, no pudimos sacarle la verdadera edad ni a ella, ni a su madre.

Todos la abrazamos y la felicitamos y ella aprovechó para disfrutar de las caricias, especialmente la de Marcos, pero ya no le dije nada. Estábamos todos un poco bebidos y realmente ya no me molestaba tanto.

Pronto los padres de Anna se despidieron, abrazándonos y besándonos como si fuésemos amigos de siempre. Nuevamente, la mamá aprovechó el momento para acariciar a todo el mundo y dejar que todos los hombres la acariciaran a ella, mientras todos reíamos y celebrábamos.

Luego de un rato, empezamos a meter todos los platos sucios para la cocina mientras se precipitaba un espectacular aguacero. Todos nos mojamos un poco y con el frío, a las mujeres se nos endurecieron los pezones, lo que parecía que estuviéramos en un concurso de franelas mojadas. Sobretodo a Anna, que era la que más se había mojado y la que se le transparentaba más la ropa.

Una vez adentro, nos sentamos en la sala mientras Pedro encendía la chimenea y Anna se cambiaba la ropa. Cambio que no mejoró mucho, porque la nueva ropa que se puso, unos shorts negros deportivos y una franela gris que era tan delgada que se adivinaban sus pezones claramente, pero por supuesto que nadie iba a protestar.

Nosotros habíamos decidido esperar un rato más a ver si disminuía la lluvia, pero no parecía ser el caso. Mientras decidimos jugar algo para seguir divirtiéndonos.

El juego elegido fue el de adivinar personajes. Primero pensamos en separarnos mujeres contra hombres, pero a todos nos pareció demasiado bobo, así que mezclamos. La primera fue que yo me formé un grupo con Julio y Pedro y Marcos con Anna y Jeannette.

Yo fun la primera elegida para representar un personaje que escogieron Marcos y las dos chicas. Mientras me susurraban al oído “Julio César”, yo miraba fijamente a Anna recordándole mi advertencia de la tarde, pues había observado como su mano izquierdo se posaba muy arriba en el muslo de Marcos mientras “conferenciaban”. Ella pareció entender mi advertencia porque retiró la mano inmediatamente. Y aunque yo no me había dado cuenta todavía, después Marcos me contó que Jeannette no perdía tampoco oportunidad de insinuarse y acariciarlo.

Obviamente, por más que lo intenté, no hubo forma de que mis compañeros entendieran el personaje que trataba de representar y pasados los tres minutos, de tiempo, nos declararon perdedores.

Para el siguiente intento, asignaron a Jeannette como “representante” y le pusimos el personaje: Napoleón, aunque yo pensaba que era demasiado fácil. Efectivamente, se puso la mano derecha debajo la camisa, en la forma que representan a Napoleón en todos los cuadros y Marcos lo adivinó en seguida 2 - 0.

El resto del juego se mantuvo parejo, poniéndonos personajes más fáciles y populares, que todos conociéramos. La mejor representación la hizo Anna que tenía que representar a una conocida actriz (ya no me acuerdo quién) y que lo primero que hizo fue levantarse la camisa y enseñarles las tetas a Jeannette y a Marcos. Éste se quedó mudo, viendo las tetas de Anna, que realmente estaban de lo más bien, pero Jeannette en seguida dijo el nombre de la actriz que era conocida justamente pode desnudarse en todas sus películas, cosa que yo no sabía.

Al final perdimos 4-2, pero como no habíamos discutido cuál sería la pena para los perdedores, no sabíamos qué hacer. Estoy seguro que varios pensamos, inclusive yo que todos tendríamos que quitarnos una prenda de ropa, tipo strip-poker, pero nadie se atrevió a proponerlo y lo dejamos en una simple derrota moral.

Luego cambiamos de parejas y volvimos a jugar pero para ese momento ya estábamos todos muy bebidos y cansados y decidimos dejarlo hasta ahí.

La lluvia no cesaba y Anna sugirió que porqué no nos quedábamos a dormir allá. Era hasta peligroso andar por esos caminos con una tormenta tan fuerte. Yo quise protestar, porque no teníamos muda de ropa ni nada, pero la verdad es que tenía razón. Además habíamos bebido mucho y yo no estaba segura de las habilidades de Pedro en el volante, así que acepté.

-Eso si- dijo Pedro -mañana tenemos que irnos temprano porque tengo un juego de baseball a las 11 am-

-No hay problema- dijo Anna -si salen de aquí a las… digamos que a las 8:30 am, llegas sin problemas al juego-

Así quedamos y a Marcos y a mí nos ofrecieron el pequeño cuarto en el que había tenido la conversación con Anna. Tenía una cama medianamente ancha y un pequeño baño. Jeannette y Pedro dormirían en el sofá de la sala y, por supuesto, Anna y Julio en su cuarto.

Marcos y yo nos miramos, pero no dijimos nada. En los ojos de los otros éramos una pareja estable, así que era normal que durmiéramos juntos, pero sería la primera vez que estábamos en la misma cama. Bueno, la primera vez como adultos.

En fin, entre todos recogimos los vasos y los restos de comida y limpiamos todo. Nos despedimos con un último abrazo de cumpleaños a Anna, que todos aprovechamos para toquetearla un poco. Hasta yo aproveché para deslizar mi mano disimuladamente por entre sus piernas. Luego nos retiramos a nuestro cuarto.

Apenas entramos y cerramos la puerta, Marcos se volvió hacia mi preguntándome:

-¿Cómo quieres que hagamos esto? Yo puedo dormir en el suelo-

-De ninguna manera- le respondí -por ahora, dame tu camisa-

-¿Mi camisa?-

-Si, exactamente. Tu camisa-

El se sacó la camisa por la cabeza y me la entregó con cara de duda, esperando a ver qué hacía con ella. Yo agarré la camisa y la puse sobre la lámpara de la mesa de noche y la encendí. La camisa tapaba casi toda la luz. Al apagar la luz del techo, el cuarto quedó en una penumbra que apenas nos permitía mirarnos.

-Listo- le dije -Ahora ve al baño a hacer pipí y a limpiarte los dientes. No tenemos cepillos, pero en el baño hay crema dental y te puedes limpiar con el dedo-

-Ok-

-Al regresar, me das tus interiores y tus medias que las voy a lavar-

-¿Vas a lavar mis interiores?-

-No pensarás ponerte mañana esos interiores sudados-

-Pero… van a estar mojados-

-Quizás se sequen en la noche. Veremos. Yo voy a lavar también mi ropa interior. Si mañana está mojada nos tendremos que vestir sin ropa interior. ¡No será la primera vez que ando por ahí sin pantaletas. Jajaja!-

 Marcos entró al baño a hacer como yo le había dicho. Mientras, yo me desnudé e hice un paquetito con mis pantaletas y mi brassiere, luego me metí en la cama y me arropé hasta el cuello con la sábana.

A los pocos minutos, Marcos salió del baño con su ropa en una mano y los interiores en la otra. La ropa le servía para taparse el miembro, pero por un lado se le veía la cadera desnuda. Tragué saliva al tiempo que mi vulva se humedecía una vez más.

Marcos se acercó a una silla que había en el cuarto y colocó la ropa doblada en ella. Ya no tenía con qué taparse, sobre todo porque estaba excitado y tenía el güevo parado. Rápidamente se acercó a la cama, se metió de su lado y luego de cubrirse con la sábana, me entregó el interior.

Ambos estábamos desnudos en la cama a pocos centímetros uno del otro, pero alejé la imagen de mi cabeza y me levanté. Por primera vez él me vería desnuda completamente. Bueno, no es que mis pijamas no le hubiesen dado una buena idea de mi cuerpo, del que de paso me enorgullecía absolutamente, pero 100% desnuda…

Rápidamente salí de la cama y con sus interiores y medias y mi ropa interior entré al baño. Una vez allí, la puse en el lavamanos y abrí el chorro mientras orinaba. Luego tomé mis pantaletas mojadas y me las pasé por mi vulva para lavarme un poco toda la humedad y el sudor que había acumulado a lo largo del día. Olía realmente a sexo y a… no sé, pero mejoré un montón limpiándome.

Luego restregué varias veces las prendas en el lavamanos y las colgué cerca de la ventana para que el aire de la noche las secara… si teníamos suerte.

A continuación me puse pasta dental en el dedo y me restregué los dientes lo mejor que pude.

Finalmente me miré en el espejo. Mis pezones erguidos, la cara sonrojada por la excitación y suspiré. Ahora venía el último paso.

Apagué la luz del baño para que no me iluminara y abriendo la puerta, me dirigí a la cama. Allí estaba Marcos, desnudo, boca arriba y apenas cubierto por una delgada sábana. Un bulto a la altura de su vientre, mostraba que estaba excitado, como yo.

Levanté la sábana y me metí debajo. Apenas cabíamos los dos y necesariamente mis hombros pegaban de los de Marcos, así que luego de arroparme, me volteé hacia él, sobre mi brazo izquierdo.

El se volteó hacia mí, sobre su brazo derecho y quedamos frente a frente. Estábamos tan cerca que su güevo erguido rozaba contra mi vientre, produciéndome un delicioso cosquilleo.

-Bueno- le dije susurrando -Aquí estamos-

-Así es, aquí estamos- respondió, tocándome la cara para quitarme un mechón de pelo que me caía sobre los ojos.

Yo lo miré por unos instantes a los ojos, todo lo bien que se podía mirar en la semipenumbra que nos encontrábamos y le dije:

-Por tres semanas he tratado de evitar esto-

-Yo no diría que lo hemos tratado de evitar, y dijo que “hemos” porque me incluyo, sino más bien que lo hemos estado toreando. Como el torero, todos los días me pones la capa para que yo embista y cuando lo hago, me encuentro que era una ilusión. Hoy, ahora, ya no me voy a dejar engañar por la capa-

-Ni yo voy a ser capaz de escapar. Ni quiero escapar más-

Entonces nuestras bocas y no sólo nuestras bocas, nuestros cuerpos se fundieron. Su lengua penetró en mi boca y comenzó a jugar con la mía y yo me volteaba la finta y metía mi lengua en su boca. Mientras, so mano libre me apretaba duro contra su cuerpo, y mis tetas se aplastaban contra su pecho. Su güevo, duro como el acero, se restregaba contra mi vientre pues nuestras caderas se movían tratando de pegarse más una a la otra. Mi mano libre le recorría la cabeza y el cabello al tiempo que la apretaba contra la mía, haciendo el beso más profundo.

Por mucho tiempo sólo hicimos eso, besarnos y acariciarnos, pero pronto nos quedamos sin aire y separamos nuestras bocas para respirar. Él luego comenzó a besarme el cuello y a bajar hacia mis tetas, pero lo detuve:

-Ya tenemos 3 semanas de juegos previos. No necesito más, sólo métemelo y hazme gozar como lo hacías con tus amiguitas de Alemania- le dije mientras me ponía boca arriba y abría las piernas.

El se acomodó sobre mi. El güevo me quedó sobre el abdomen, sin embargo, pero lo dejé ahí por unos instantes para besarnos de nuevo.

Luego de unos minutos besándonos y moviéndonos, levantó su cara y me dijo:

-Estás segura de que no quieres que te coma un poco-

-Ya habrá tiempo después para eso. Ahora métemelo muy adentro-

Él levantó sus caderas, lo que yo aproveché para agarrarle el güevo para dirigirlo. Era primera vez que lo tenía en mis manos y pude constatar que era grande. No inmenso, pero si lo suficientemente grande para prepararme. 

Lo coloqué de tal forma que la cabezota se mojara en mi húmeda vulva diciéndole:

-Espera, yo te digo cuándo empujar-

Luego lo moví hacia arriba, deslizándola por mi vulva hasta mi clítoris.

-Mmmmm- gemí de placer.

Luego repetí la operación, asegurándome de paso de lubricarlo con mis jugos. Finalmente lo puse nuevamente en la entrada de mi vagina y le dije:

-Ahora empuja despacio-

Inmediatamente sentí como mi cuerpo se abría por la presión de su gorda cabeza. Luego se fue metiendo para detenerse cuando llevaba unos centímetros dentro.

-Aaaahhhh- gemi otra vez.

El retrocedió un poco y sentí una especie de angustia. Yo sabía que era sólo parte del juego, pero mi cuerpo lo quería todo adentro ¡y ya!

Efectivamente, él volvió a empujar y a meterme otro pedazo. Realmente era grueso, pero mi vagina se adaptaba a su tamaño maravillosamente y trasmitiéndome un enorme placer.

Marcos repitió una tercera vez el proceso, sacándome casi todo el güevo por de un par de segundos para meterlo de nuevo más adentro. Esta vez sentí como sus bolas golpeaban mis nalgas, por lo que me di cuenta que estaba llegando al final.

-Mmmmm- volví a gemir de placer mientras le apretaba el cuerpo y empujaba mis caderas contra él.

Por una última vez, Marcos retrocedió y volvió a empujar. Esta vez con fuerza y pude sentir no sólo sus bolas contra mis nalgas, sino su pubis chocando contra el mío. Su güevo llegó justo hasta el fondo de mi vagina, comenzando a presionarme hacia adentro.

Le apreté las nalgas y empujé mis caderas hacia arriba y subí mis piernas abrazando su cuerpo. Eso hizo que el güevo se introdujera un poco más, sin producirme dolor ni incomodidad, sino una agradabilísima llenura. 

-Siiii…. queeee…. rico…. - gemí.

Él contestó con un gruñido o algo parecido.

-Grrnnñññ-

Desde ese momento en adelante, empezamos realmente a tirar. Sus caderas subiendo y bajando como un martillo neumático, metiéndome y sacándome ese maravilloso güevo grueso y duro.

-AAAAAHHHHH-

-SIIIIII-

-UUUHHHH- gemía cada vez que nuestros pubis chocaban.

-GRRRÑÑÑ-

-MMMMFFFFHHH- gruñía él.

Ya no existía nada en el mundo sino ese placer que emanaba de mi vientre y que consumía toda mi mente. No había cuerpos, ni espacio, ni tiempo. Sólo un güevo que me generaba un placer tan profundo y que sabía que un pocos momentos me haría explotar.

-HHHHUUUMMMM-

-MMMMFFFFGGGGRRR-

-HUUUUMMMM-

-MMMMMM-

-AAAAAHHHHH-

-SSSSIIIIIIII-

Finalmente pude expresar unas palabras.

-Voooyyyy aaa…-

Y no pude decir más nada. Una explosión saltó desde mi vientre hacia mi cerebro. Mi mente se llenó de colores y estrellas y levanté las caderas una última vez para sentirlo cómo me llenaba.

Luego caí sobre la cama. No supe hasta después que él había acabado unos momentos después de mi.

Nuestras respiraciones empezando a normalizarse.

Entonces me di cuenta de que él estaba acostado sobre mi, inmóvil, y me era difícil respirar. Lo empujé un poco y fue cuando él se dice cuenta de que me estaba aplastando y se volteó hacia el otro lado.

-Perdóname- me dijo.

-Está bien. Es un peso muy agradable de llevar-

-Jajaja- rió.

Pasamos unos minutos más recuperando el aliento.

-Fue maravilloso- me dijo.

-No podía ser menos que eso- le respondí volteándome un poco buscando su boca.

Él se volteó hacia mi y comenzamos a besarnos de nuevo, pero pronto lo interrumpí.

-Estoy… haciendo esfuerzos para no ensuciar la cama- le dije.

En un primer instante, él no me entendió, pero pronto se dio cuenta y me preguntó:

-¡Oh! Perdóname, qué quieres que haga-

-Tráeme urgente un poco de papel toilette-

-Claro, claro- respondió levantándose y volviendo enseguida con el papel. Yo lo tomé y poniéndomelo entre las piernas, me fui al baño. Allí me limpié lo mejor que pude. Luego me paré frente al espejo y me vi. Tenía la más clara cara de felicidad del mundo. Nada de remordimientos. Me sonreí a mi misma y regresé al cuarto.

Me paré al lado de la cama, ya no sólo no me importaba que me viera desnuda, sino que lo disfrutaba. Él estaba con los brazos detrás de la cabeza y la sábana le cubría apenas hasta la cintura. No tenía un cuerpo atlético, pero estaba bien, estaba… deseable.

Me acerqué a la cama y le quité la sábana. El güevo estaba, por supuesto, desinflado a un lado de su vientre. Aún así se veía respetable. Luego pasé una pierna por encima de él y me le senté encima. De tal forma que justo me senté encima de su güevo.

Me incliné hacia adelante y apoyándome con las manos en la cama, le besé la cara por todas partes.

-Me gustó mucho- le dije susurrando.

-Shhh- me respondió poniéndome un dedo en la boca.

-¿Qué pasa?- le pregunté aún más despacio.

-Oye- me dijo.

Me concentré y entonces lo oí. Apenas se oía, pero definitivamente algunos de los otros estaban también tirando. Unos leves gemidos llegaban al cuarto:

-Aaaahhh… Siiii… Asiii… Ahhh-

-¿Quienes son?- le pregunté.

-No sé- respondió -Yo creo que es Jeannette pero no estoy seguro.

-Jajajaja. Si, creo que tienes razón-

Los gemidos aumentaron un poco de volumen y pensé que ella estaba llegando al orgasmo.

-SIIII… SIIII…. AHIIII… AAAAHHHH- se oía un poco más duro ahora.

Y después no oímos más.

Mientras, me había dado cuenta de que los gemidos de Jeannette habían surtido algún efecto en Marcos y su güevo estaba convenientemente poniéndose duro.

Yo entonces se lo acomodé para que quedara alineado con mi vulva. Convenientemente “arropado” entre mis labios vaginales. Una vez allí comencé despacio a mover las caderas adelante y atrás, con el doble efecto de masturbarlo y al mismo tiempo lubricarlo con los jugos que abundantemente comenzaban a fluir de mi interior. Eso sin contar que a su vez, mi clítoris era estimulado por su güevo. Como dirían los ejecutivos de ahora, una solución de ganar-ganar.

Marcos aprovechó que yo estaba erguida sobre él y por lo tanto mis tetas quedaban expuestas a su vista y, sobretodo, a sus manos.

Así pues pronto sus manos se apoderaron de mis tetas sintéticas que, gracias a las manos del cirujano plástico trasmitían las sensaciones casi tan bien como las originales ¡y me quedaban estupendas!. Las manos de Marcos alternativamente me apretaban y me acariciaban las tetas, para luego por unos momentos, retorcerme y acariciarme los pezones (que sí eran originales y transmitían todas las sensaciones con altísima fidelidad).

Con eso, la máquina de placer se había encendido de nuevo (si es que se había apagado antes, que lo dudaba) y entonces me erguí un poco, metí mi mano entre mis piernas para agarrarle el güevo a Marcos y apuntarlo para arriba y finalmente bajar despacio mientras me lo encajaba hasta el fondo.

Una vez que quedé sentada sobre Marcos, el güevo me llenaba completa. La ventaja era que a pesar de lo grueso, no lo tenía tan largo como había dicho antes, y me llegaba justo un poco más arriba de la entrada de la matriz. 

Allí me quedé unos momentos disfrutándolo, pero luego deslicé las caderas hacia atrás y el güevo de Marcos se dobló en la entrada de la vagina, apretando la base contra mi clítoris deliciosamente. En esa posición entonces, me moví un poco hacia los lados, acariciándome el clítoris aún más.

Luego moví las caderas hacia adelante, con lo que el güevo me entró un poco más, pero al mismo tiempo me apretaba el punto G. ¡Otra posición ganadora! Ahí no pude evitar gemir de placer.

-Mmmmm- 

A lo que Marcos respondió con uno de sus gruñidos:

-Gmffgr-

Un nuevo giro hacia atrás y otro hacia adelante y ya empecé a sentir como mi motor interno subía de revoluciones y las manos de Marcos me estaban dando un placer increíble a través de mis tetas.

Otro gemido, distinto a los nuestros, me sorprendió. También era distinto a los anteriores, por lo que probablemente, si la anterior era Jeannette, esta sería Anna, pero la verdad es que no me importaba en absoluto. Mi mundo se iba limitando más y más a ese hermoso y duro güevo que me llenaba el vientre.

Yo seguía moviéndome y girando las caderas, cuando de pronto un mini-orgasmo me sorprendió. Mis músculos vaginales se estremecieron y un pico de placer me explotó en la cabeza haciendo que dejara de over las caderas.

-OOOOOHHHHH- gemí mientras mis músculos palpitaban.

-¿Un orgasmo tan rápido?- preguntó Marcos.

-Uhmjuú- fue todo lo que pude decirle, mientras pasaba. Luego, poco a poco empecé a moverme de nuevo.

Ahora anadee un nuevo movimiento que era levantarme hasta que la cabeza del güevo de Marcos casi se salía de mi vagina, esperar que ésta se contrajera de nuevo y luego bajar lentamente y disfrutar de cómo me abría poco a poco. Una vez que llegaba hasta el fondo, le daba un giro a las caderas  y vuelta a subir.

Eso pareció gustarle mucho a Marcos, que se había olvidado de acariciarme las tetas y con los ojos cerrados y el ceño fruncido, parecía concentrado en su propio placer.

Así pasamos varios minutos y pronto empecé a notar un nuevo y ahora sí poderoso orgasmo formándose en mi vientre.

-Estoy muy cerca- me dijo de pronto Marcos.

-Oh, no- le contesté -aguanta un poco más-

-Oook- dijo, aunque no estaba segura de si podría hacerlo, por lo que me concentré en mi cuerpo, específicamente en mi vagina y en el placer que me estaba proporcionándome, pero no era suficiente.

Así que me incliné hacia adelante, casi acostándome sobre Marcos, con lo  que su güevo se dobló contra mi pubis y la raíz comenzó a rozarme el clítoris, lo que sí hizo la magia.

En unos segundos más, una bola de placer empezó a crecer allí y fue consumiendo todo mi cuerpo, tan rápido que apenas alcancé a moverme un par de veces más antes de que explotara:

-AAAAAAAHHHHHHHH…. SIIIIIIII….AAAAAAHHHHH-

Inmediatamente sentí como Marcos se tensaba y empujando su güevo aún más adentro, me llenó de su semen en lo más profundo de mi vientre. 

-GRRRRMMMMMPPPPPAAAAHHHH-

Ambos temblábamos en los espasmos del placer, mientras que a su semen se unía mi propia eyaculación, que producía una incontenible mezcla de fluidos que me llenaba aún más y salía por los pocos espacios que quedaban libres.

Yo estaba completamente doblada sobre Marcos y mis piernas y mi vientre temblaban cada vez que un espasmo de placer me recorría el cuerpo. Él me abrazaba con todas sus fuerzas, aplastándome contra su pecho y casi no me dejaba respirar, pero no me importaba, no importaba nada. Solo había placer y más placer.

Finalmente él dejó de apretarme y yo pude erguirme lo suficiente como para respirar de nuevo. Abrí los ojos y lo miré con un amor profundo. Un amor que le llenaba completamente.

El me miró de vuelta y sonrió. No necesitamos palabras. Yo sonreí de vuelta y me acosté de nuevo sobre él para abrazarlo y besarlo por el resto de la eternidad.

La eternidad no duró mucho, porque son sentía como de dentro de mí salían cosas. Cosas como su güevo, que iba perdiendo rigidez rápidamente y cosas como su semen y como mi squirt, que mezclados formaban una cantidad de líquidos que difícilmente íbamos a poder evitar que mojaran la cama.

Así pues me levanté completamente, con lo que una gran parte de los fluidos cayeron en el vientre de Marcos.

-Arrggghh- protestó él, pero no había nada que hacer.Lo único era tomar la mayor cantidad posible de papel del baño y comenzar a limpiar.

Al poco rato, lo más limpios y arreglados que la situación permitía, nos acostamos abrazados y después de algunos besos y arrumacos, nos dormimos profundamente.

Cuando me desperté era ya de día. Miré mi reloj y vi que eran las 7:30 de la mañana. -Estamos bien- pensé y sin poder moverme mucho, me levanté y fui al baño.

Allí hice pipí y luego volví a lavarme la totora lo mejor que pude. Luego me lavé la cara y me “cepillé” los dientes. Me pasé un peine y regresé al cuarto a despertar a Marco.

Cuando entré me le quedé viendo. Habíamos dormido desnudos, claro, y arropados con una única sábana. Cuando me levanté, no me di cuenta que lo había dejado a él casi descubierto. La sábana le tapaba las piernas y apenas el vientre. Su torso desnudo se veía delicioso y la sábana dejaba ver una parte de su vientre. No se le veía el miembro, pero si los vellos.

Luego de disfrutar esa visión por unos segundos, no pude resistir la tentación de jalar un poco más la sábana para verle el güevo.

Él no se despertó y seguí disfrutando de mi “show”, ahora sí completo, y de pronto me di cuenta no podría resistirme a la tentación.

Con el mayor cuidado del mundo me acerqué y arrodillándome en el suelo, me incliné hacia donde estaba él, pasé mi lengua por su dormido miembro, el cual a pesar de estar dormido, era de un tamaño apreciable. Para mi satisfacción, Marcos no se despertó y eso me animó a seguir jugando.

Luego de pasarle la lengua varias veces, con cuidado, me lo metí a la boca. ¡Todavía a medio tamaño y ya ocupaba casi toda mi boca! Entonces empecé a chuparlo y a jugar con mi lengua.

Eso definitivamente lo despertó.

-Eyyy- dijo medio dormido.

Yo, por supuesto, no pude contestarle, pues como es sabido, no se debe hablar con la boca llena.

Con mi mano izquierda empecé a acariciarle las bolas y con la derecha el vientre. Él suspiró y se dejó hacer.

En pocos momentos, el güevo alcanzó su tamaño normal y ya no me cupo todo en la boca, pero no importaba, con la mayor dedicación me puse a comérmelo con la mejor de mis técnicas.

-Uhmgg- decía, haciendo que mi garganta vibrara sobre su cabeza. O sólo dejaba ésta dentro de mi boca y se la recorría con la lengua. Así como tantos otros trucos aprendidos a lo largo de mi vida.

-¿No quieres que te devuelva el favor?- dijo él en algún momento.

-NMNM- negué con la cabeza. Me imaginé que no había mucho tiempo y mejor lo hacíamos así. Ya habría tiempo para más cuando estuviésemos en la casa.

Así pues, seguí comiéndomelo completamente concentrada.

De pronto oí una voz en la puerta diciendo:

-Muchachos. Tienen que levantarse. Nos vamos en un rato-

Yo no le presté atención a lo que decía la voz y Marcos menos, así que pasaron unos segundos y de pronto, la puerta se abrió:

-Muchachos…- 

Levanté la vista sin sacarme el güevo de Marcos de la boca y allí estaba Jeannette con los ojos como platos viéndonos.

-¡Oh perdón!- dijo cerrando la puerta. Aunque no estoy segura de que lo hubiese hecho demasiado rápido o sin echar una segunda mirada.

Desde afuera repitió:

-Ehhh… no se tarden mucho, que eeehhh, que tenemos que irnos pronto- dijo tratando de no reírse demasiado.

Yo decidí acelerar un poco la cosa. No había que se desconsiderado con los otros y hacerlos esperar… aunque yo estuviese disfrutando un un mundo.

Así pues aceleré mis administraciones a Marcos con mi boca, además mojarme de saliva un dedo de mi mano izquierda y con él comenzar a juguetear con su entrada posterior.

Eso fue justo lo que necesitaba para llevarlo al límite y pronto estaba inundaba con un montón de semen que fluía en mi boca, mientras trataba de tragármela.

-Mmmmmmhhhhh- gimió él, estirándose, mientras se vaciaba.

Cuando terminé de tragar, le dije:

-Bueno, ya basta de estar flojeando en la cama. Hazme el favor de levantarte de la cama-

De pronto me di cuenta que así era como le decía cuando lo despertaba para ir al colegio.

Una hora después, en el carro con Pedro y Jeannette conversábamos poco. Todos estábamos un poco cansados.

-Cuidado con quedarse dormido- le dije a Pedro, que parecía distraerse de ve en cuando.

-Si. Ten cuidado mi amor- le refrendó Jeannette, acariciándole la cabeza un poco.

-Es que no hemos dormido muy bien- dijo luego volteándose hacia atrás para vernos las caras mientras conversábamos.

-Si. Nosotros tampoco dormimos mucho- le dije -No sé a qué hora nos habremos acostado-

-Jajaja. ¿Acostados? Como a las 11, pero dormidos es otra cosa. Anoche se podían oír muchos ruidos “extraños”. Jajaja-

-Jajaja- reímos Marcos y yo.

-Parece que todos tuvimos actividades “extra-curriculares”- apoyó Pedro sonriendo y con la cara más “despierta”

-Yo no voy a decir nada. Pero anoche oí muchos gemidos en la distancia-

-No fuiste la única- respondió Jeannette.

Me sonrojé un poco aunque no sabía porqué, porque era obvio que todos habíamos estado tirando y no había porque sentirse apenado. 

-Pero me extraña una cosa- dijo Marcos -¿Uds nos oyeron desde la sala? Nuestro cuarto estaba en un extremo de la casa y la sala en el otro-

-¡Ah! Es que nosotros no dormimos en la sala- dijo Pedro y un repentino silencio cayó en el carro. Jeannette y él se miraron por un instante.

-No entiendo- dijo Marcos.

-Esteee… No se supone que deberíamos contarles ésto, pero igual se van a enterar de alguna forma- dijo Jeannette, para continuar luego:

-Nosotros estábamos en el cuarto principal-

-¿En el cuarto principal?- dije un poco lenta en entender.

-Si. Nosotros y los Martínez compartimos… desde hace unos meses-

-¡Ah!- dije cayendo en cuenta.

-Un día así como el de ayer- continuó contando Jeannette- después de una parrilla, comenzamos a jugar. Sólo que a diferencia de ayer, empezamos a poner “penalidades” a los perdedores. Todos estábamos on poco o quizás podría decir mas bien, bastante borrachos y las penalidades empezaron a salírsenos de las manos. “Tienes que quitarte la camisa” y todos reíamos y me quitaba la camisa. Luego era: “Tienes que sentarte en el regazo de Pedro” y me sentaba en el regazo de Pedro. Pero pronto pensamos que sentarme en el regazo de mi marido no era nada “especial” y lo cambiamos por el regazo de Julio. Por supuesto que, además de sentarme, tenía que restregarme con él y sentir su miembro contra mis nalgas. Lo siguiente fue darle un masaje erótico a Anna por parte de Pedro y así fuimos aumentando las penalidades hasta que pronto estábamos todos desnudos. Yo cogiéndome a Julio y Pedro a Anna-

-Cuando todo terminó, nos dimos cuenta de que nadie se sentía mal ni arrepentido y que realmente habíamos disfrutado un montón. El único límite que nos pusimos en ese momento y que lo hemos cumplido hasta ahora es que eso sólo lo podemos hacer por una noche o un día y que después cada quien se va a su casa con su pareja y nadie habla de eso, ni se lo dice a nadie-

-Por eso no deberíamos estar diciéndoles nada a Uds. ahora- intervino Pedro.

-Anoche, cuando estábamos jugando a las adivinanzas, yo estuvo a punto de comenzar a proponer las mismas “penalidades” que nos había llevado a nosotros a nuestro “intercambio”, pero Anna me detuvo. Luego me dijo que tu habías tenido una conversación con ella y que era mejor esperar a conocernos mejor, no sé, cualquier excusa, pero que debíamos mantenernos en los límites tradicionales-

-¿Tú hablaste con Anna?- me preguntó Marcos.

-Si- le contesté a él y a Jeannete y Pedro también, claro- le dije que te quitara las manos de encima-

-Gracias, pero sé defenderme solo- dijo Marcos sonriendo.

-Yo sé que sabes defenderte solo, pero es que Anna parecía que iba a cogerte allí delante de todos. ¡Delante de sus padres! Jajaja-

-Jajajaja- se rieron Pedro y Jeannette -Efectivamente, estaba un poco “desatada”-

-Si, pero regresemos al “acuerdo” de Uds- dije -Así que Uds. se reúnen de vez en cuando a… ¿jugar?-

-Casi nunca es con ése objetivo específico- respondió Jeannette -Usualmente es por un cumpleaños, como ayer o que vamos a un juego que sale temprano, un juego en la tarde por ejemplo. Sólo una vez lo hicimos específicamente para tirar, un día que nos encontramos Anna y yo y ambas estábamos como… en celo y le propuse que llamáramos a nuestros maridos y nos fuéramos a tirar todos esa misma tarde. Pero como te digo, es una forma de… terminar una reunión-

-Me alegro que les esté funcionando- le dije sinceramente.

-Si. Esas cosas no siempre funcionan- dijo Marcos.

-Pues si supieran que es mucho más común de lo que la gente se imagina- intervino Pedro -lo que pasa es que todavía no somos lo suficientemente libres para andar diciendo por ahí que tenemos un matrimonio “abierto” como se dice ahora-

-¿Así se le dice?- preguntó Marcos.

-Si, un matrimonio en el que cada uno de la pareja comparte con otras u otros. A veces juntos o más de la veces, por separado-

-¿Por separado?-

-Si, algo así como: “Mi amor, esta noche no voy a la casa porque me voy a tirar con Marisa (o como se llame), ¿no te importa?- -No, mi amor, no te preocupes, estoy mi cansada. No te olvides de llevarte la llave, no me vayas a despertar cuando regreses”- dijo Pedro.

-Eso no es como lo practicamos nosotros- dijo Jeannette -Nosotros sólo hemos estado con Anna y Julio y más o menos juntos. Es decir, los cuatro en la misma casa-

-Es decir, que nosotros no te podríamos invitar a nuestra casa mientras Pedro juega pelota- le dije.

Entonces se produjo un silencio en el carro.

-Jajaja. No te preocupes, no tienes que contestar. Como le dije a Anna, no quiero compartir a Marcos con nadie en este momento-

-¿En este momento?- me preguntó Marcos mirándome.

Pero Jeannette me interrumpió antes de que le contestara.

-No, lo que pasa es que no lo hemos conversado- dijo Jeannette mirando a Pedro y agarrándole la mano como preguntándole.

-Pues por mí no hay problema. No veo porqué mi mujer no puede estar disfrutando mientras yo disfruto jugando pelota-

A Jeannette se le iluminó la cara, estoy segura de que también quería cogerse a Marcos.

-No se preocupen. Repetí. Ahora no está planteado ningún intercambio. Por los momentos, Marco es sólo mío y yo de él. Más adelante quizás lo consideraremos-

-Bueno. Espero que sea conmigo…- dijo Jeannette, para corregirse después -con nosotros-

Después de eso cada una se arrejuntó con su pareja como una forma de asegurarle que estábamos ok.

Llegamos a la casa con buen tiempo pues no había habido nada de tráfico. Al llegar, tanto Pedro, como Jeannette se bajaron para despedirse con sendos abrazos. Un poco más cariñosos y apretados que quizás cualquier otro grupo de amigos, pero nadie iba a protestar por un besito en los labios o una cadera recostada.

Cuando se fueron, Marcos y yo entramos a la casa y apenas cerrar la puerta, él se volteó hacia mí y abrazándome, empezó a besarme profundamente en la boca.

Por varios minutos nos besamos apasionadamente, sin movernos del sitio, pero cuando tuvimos que separarnos para tomar aire, le pregunté:

-¿Y eso?-

-Sólo quería asegurarme de que no ibas a salir corriendo a encerrarte a tu cuarto como las otras veces- me respondió jadeando, pero con una hermosa sonrisa.

-Oh no. Ya no hay más carreras… bueno, en este momento sí porque me estoy haciendo pipí. Jajaja- le respondí corriendo hacia mi baño.

-Buena idea. Yo también me estoy…- dijo él corriendo hacia su baño.

-Y después me voy a dar un baño rápido- le grité ya sentándome en la poceta.

-Ok- llegó su respuesta lejana.

Cuando terminé de orinar, me quité el resto de la ropa. No habíamos podido ponernos la ropa interior, pues nunca llegó a secarse del todo, pero no quise salir al lavandero. Simplemente la saqué de mi cartera y las tiré al suelo junto con toda mi ropa antes de meterme a la ducha.

-Ahhh. ¡Qué rica está el agua!- pensé mientras me caía un chorro de agua en la cabeza.

Pero de pronto, las manos de Marcos me agarraron las tetas desde atrás.

-¡AAAYYYY!- grité -ME ASUSTASTE-

-Perdóname- respondió mientras me acariciaba las tetas y se pegaba a mi desde atrás. Su duro miembro entre mis nalgas.

-Mmmmm…. estás perdonado- respondí dejándolo hacer.

Después de acariciarme y besarme el cuello por un rato, Marcos tomó el jabón y comenzó a enjabonarme la espalda. Yo me incliné hacia adelante un poco y puse las manos en la pared para sujetarme firmemente mientras él me enjabonaba.

Pronto tuvo mi espalda lista y bajó a enjabonarme el culo. Yo me estremecí sólo de pensar en sus dedos metidos entre mis nalgas, pero cuando las sentí, el placer fue aún más grande. El me “lavaba” con mucha suavidad y mucha firmeza, recorriendo la raja del culo desde arriba hasta mi vulva, deteniéndose en mi ano y enjabonándolo concienzudamente con los dedos. Alguno de los cuales me penetró más de lo que correspondería a una lavada, pero no iba a protestar por eso.

Luego Marcos se arrodilló detrás de mi y me enjabonó las piernas hasta los pies. Después se levantó y me pidió que me volteara.

Obedientemente me volteé y apoyé una mano en su hombro izquierdo para darme estabilidad, mientras él me enjabonaba las tetas. Por supuesto que mis pezones estaban erguidos y sensibles y él se encargó de enjabonarlos y volverlos a enjabonar como si estuviesen muy sucios. Igualmente tampoco protesté.

Menos mal que tengo un calentador de agua continuo, porque ya llevábamos bastante tiempo en la ducha.

Finalmente, Marcos dejó mis tetas tranquilas, bajo protesta de éstas por supuesto, y me lavó el abdomen y la parte superior del vientre, saltando a mis muslos rápidamente.

Inmediatamente sospeché que tenía alguna intención especial con ese movimiento, pero no dije nada. Él tenía el comando y decidía. Yo me dejaba hacer y mi intención era simplemente disfrutar.

Arrodillado ante mí, Marcos me levantó la pierna izquierda y poniéndose mi pié sobre su muslo, procedió a enjabonarme cuidadosamente la pierna y el pié. Cuando estuvo listo, me puso el pié en el suelo e hizo lo mismo con mi pierna derecha.

Después se irguió un poco más hasta que su cara quedó frente a mi vientre. Con sus manos me empezó a lavar pero sin jabón, solamente utilizando el agua que caía de la ducha y luego, viéndome a los ojos, me dijo: 

-Ahora voy a lavarte por aquí, pero como es una zona muy delicada, voy a tener que utilizar otra cosa-

Yo pensé en ese momento que se iba a parar para meterme su magnífico güevo que estaba preparado desde hacía rato, pero no. Lo que hizo fue inclinar su cara hacia adelante y, sin dejar de mirarme, meter su lengua en mis recovecos.

-HHHMMMMM- gemí al sentir su lengua rozarme el clítoris.

Instantáneamente abrí más las piernas para darle espacio al tiempo que me sujetaba de la pared de la ducha. No quería perder su mirada, pero el intenso placer hacía que se me volteasen los ojos.

Mostrando una gran habilidad, su lengua recorrió mi clítoris, para después  tomarlo entre los labios y chuparlo un poco.

-SSSIIIIIIII…. AAAASSSSIIIII…- le dije acariciándole la cabeza.

Luego de unos minutos, en los que me estaba volviendo loca de placer, dejó descansar el clítoris y empezó a recorrerme el resto de la vulva con la boca, pero no podía moverse muy adentro por la posición en que estábamos y luego de intentar meterme la lengua por la vagina sin lograrlo, volvió al clítoris, pero entonces trajo una de sus manos a ayudarlo.

Así, mientras me comía el clítoris otra vez, sus dedos se fueron introduciendo en mi vagina, primero uno, después dos y al rato tres, metiéndolos y sacándolos despacio.

Yo estaba acercándome rápidamente al orgasmo, pero quería compartirlo con él, acabar juntos.

-Aaaahhh… siiii… aaaahhh- gemía y entonces, haciendo un esfuerzo le dije con voz trémula y arrastrando las vocales:

-Estooyy cercaaa…. meeeteeeemelooo, por favooor- 

-Nooo…- me contestó -quiero que acabes con mi lengua y mis dedos. Quiero darte placer así y muchas otras formas más, pero ahora quiero que acabes para mi…-

Sus dedos deben haber encontrado mi punto G porque ahora sentía un placer enorme saliendo de esa zona que competía con el que me producía con la lengua en el clítoris.

-Peeero… me voy a caeerrr- le dije.

-No te vas a caer- me respondió -te apoyas en mi. Y además quiero que grites, que gimas, que me dejes saber todo lo que estás sintiendo sin pararte en nada…-

-AAAAAHHHHH- grité haciéndole caso y sabiendo que estábamos solos y nadie nos podría oír.

-Siiii- me respondió -Me encanta oírte gemir, oir como gozas, sentir como te estremeces…-

Y ya no pude más. Mis piernas cedieron al momento en que el orgasmo explotó en mi.

-AAAAAAAHHHHHHHH… SSSSIIIIIII… AAAAAAHHHHH- grité con todas mis fuerzas.

De alguna forma él soportó el peso de mi cuerpo que temblando y estremeciéndose de placer se derrumbaba en la ducha.

Los músculos de mi vagina le aprisionaban los dedos al tiempo que un chorro de jugos salía de mi vientre y le mojaba más la cara y las manos. Y a pesar de todo el seguía acariciándome por todas partes, lo que prolongaba la duración del orgasmo.

Pero todo tiene un fin y al cabo de unos minutos yo ya no podía más. Mi cuerpo temblaba, mis piernas no me sostenían y, sobre todo, mi clítoris estaba demasiado sensible para seguir. Así pues tuve que detenerlo:

-Yaaaa…. yaaa… por favoooor… no puedooo maaasss-

Con cuidado, él me fue bajando hasta quedar sentada en el suelo de la ducha y entonces empezó a besarme y abrazarme con infinita suavidad.

Sólo fue al cabo de varios minutos que pude hablarle de nuevo:

-Eso estuvo… ooohhh-

-Si- me interrumpió -a mi me encantó tambien- 

Entonces nos abrazamos bajo el agua.

Después de bañarnos nos desayunamos o almorzamos o cualquier cosa. Estábamos hambrientos y comimos lo que conseguimos en la nevera. Luego nos fuimos de nuevo a mi cuarto y aunque estábamos dudosos de volver a hacer el amor, nos decidimos por dormir una siesta, al cabo de la cual volvimos a tirar, ahora sí, cómodamente en la cama.

Ya en la tarde nos pusimos a ver una película que se puso fastidiosa, por lo que en medio de ella decidimos hacer un 69 que terminamos allí mismo en el sofá.

En la noche, luego de acordar que me mudaría a dormir juntos en su cama, lo hicimos una vez más. Creo que empezando en la posición de perrito, pero que terminamos… no sé como.

Finalmente, en la mañana nos despertamos adoloridos. Yo casi no podía caminar por lo irritado que tenía la entrepierna y a Marcos le dolían los testículos, así que cada uno llamó a su oficina para decir que estábamos enfermos. Lo cual no era una mentira, sólo que los síntomas hubiesen sido muy difíciles de explicar.

Sólo fue el martes que comenzó nuestra nueva vida “marital”. Haciendo el amor casi todos los días. En la noche o en la mañana o en la cocina… en fin. ¡Felices!