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Mi querido hijo Miguel

en Amor filial

Mi Querido Hijo Miguel

1.

Desde que mi marido me dejó sola con mi hijo Miguel decidí que seríamos siempre los dos y solamente los dos. No dejaría que otro… hombre me hiriera como lo hizo él. Tampoco dejaría que nadie hiciera sufrir a Miguel.

Por eso, viendo a Miguel sentado frente al televisor el viernes en la noche, me preocupé. Pero déjenme explicarles todo desde el principio. Mi marido me dejó cuando Miguel tenía 5 años y yo 23. Ahora él tiene 21 y tengo 39. Yo he sido toda para él, lo he llevado a los juegos de fútbol, lo he cuidado cuando se ha enfermado, lo he castigado cuando se ha portado mal y lo he premiado cuando lo hace bien. En fin, todo lo que hace una madre… y un padre. 

Todo eso fue a costo de una mejor carrera. A pesar del apoyo que me han dado en mi trabajo, ausencias pagas cuando Miguel estaba enfermo, o imposibilidad de viajar por algún proyecto, terminan causando que asciendan a tu compañero y poco a poco te vas quedando atrás. Solamente en los últimos años, con Miguel en los últimos años del colegio y ahora en la universidad es que he podido tomar el ritmo con mi compañía y ahora gozo de un mejor puesto y un buen salario.

Hasta la adolescencia, Miguel me lo contaba todo, los chismes de los amigos y amigas del cole, los problemas con los profesores. Las dificultades de los entrenamientos. El siempre fue miembro del equipo de natación, lo que lo dotó de un cuerpo envidiable. Sin un gramo de grasa, musculoso, pero con todos esos músculos distribuidos perfectamente. Bronceado por las muchas horas al sol, el pelo castaño claro, la nariz un poco prominente, ojos verdes, en fin, todo un muñeco. Claro, mi opinión es un poco sesgada, al fin y al cabo soy su madre. Jajaja.

Al llegar a la pubertad, Miguel se hizo más reservado. Obviamente seguía teniendo su vida y me contaba muchas cosas… pero no eran todas. Yo lo entendí y lo dejé hacer. Lo importante era que siempre contara conmigo.

Y por eso fue que me preocupé esa noche. Lo veía muy sólo. Un muchacho de 21 años, buenmozo, ¿viendo TV con su madre un viernes en la noche? 

Esperé que hubiese un entreinnings en el partido de baseball que estaba viendo y me senté a su lado en el sofá.

-Hola hijo ¿cómo estás?-

-Bien, mami. Estoy bien ¿Y tu?-

-Ah, yo estoy bien también, pero quería hacerte una pregunta. ¿Puedo?-

-Claro, mami- respondió poniéndose alerta y enderezándose un poco del asiento.

-Es viernes en la noche. Mañana no tienes clases ¿No tienes nada mejor que hacer que ver un partido de baseball por televisión? Digo- continué nerviosa -¿No tienes unas amigas con quien salir a bailar o unos amigos con quien tomarte unas cervezas un viernes en la noche?-

-Jajaja. Por un momento me preocupaste. Jajaja- respondió riendo -Claro que tengo amigas y amigos, pero no siempre me gusta salir con ellos-

-¿No te gustan las muchachas?- pregunté con la voz temblorosa de miedo. Nunca había notado que no le gustaran las mujeres, pero hoy en día eso de ser gay era tan común…

-Nooo, no es eso mamá- respondió, él también azorado -Claro que me gustan las mujeres…-

-Es que te veo tan solo-

-Me gustan las mujeres- dijo bajando la mirada y enrojeciendo un poco -pero no me gustan las chicas de mi edad-

-Ahhh. Quieres una de 25- le dije y en un impulso le tomé la mano y enlacé mis dedos con los de él.

-No, las de 25 tampoco, aunque son un poco más pasables-

-¿Y entonces, de 30?- pregunté apretándole la mano.

-Me gustan un poco… más maduras. De 35 como tú- dijo poniéndose todavía más rojo.

-¿Como yo? Yo tengo más que eso. Sabes que tengo 39-

-Pero pareces de 35… o menos- dijo Miguel mirándome a los ojos.

-Pero bueno, hijo. ¿Cómo te van a gustar las mujeres de mi edad? ¿No prefieres un cuerpo joven y duro? ¿Con pechos…?- de pronto me di cuenta que estaba hablando demasiado gráficamente.

-Claro que me gusta un cuerpo un cuerpo duro y joven, pero es que tienen el cerebro vacío. No puedes preguntarles nada porque sólo saben hablar de moda y de cantantes y a mi no me interesa nada de eso-

Me di cuenta de que yo era la culpable de eso. Siempre lo traté como a un adulto y hablábamos como adultos. Yo leo mucho y le enseñé a él también a apreciar los libros. Así que muchas veces conversábamos de los libros que leíamos y de los autores clásicos. También disfrutábamos de la música clásica. Me imagino que, como yo, él sabía muy poco de la farándula o de grupos de rock.

-Entiendo hijo, pero tienes que hacer un esfuerzo. Debes seguir buscando. A lo mejor encuentras alguna chica en la universidad que comparta tus gustos-

-Si mamá, lo he intentado pero todavía no he tenido éxito. Pero no me voy a rendir, sólo que en estos momentos no me provoca. Y tampoco me interesa ir a tomar cerveza con los muchachos y hablar del Barcelona o del resultado del tenis o de lo buena que están las chicas-

Yo había puesto nuestras manos unidas sobre mi pierna y con la mano libre le acariciaba distraídamente el brazo.

-¿Y no quieres nadar más tampoco?-

-Ya está bien, mami. Pasamos ¿cuánto? ¿8 años? de piscina en piscina de competencia en competencia. Muchas medallas, muchos premios, pero mucho sacrificio ¡para los dos! Ya basta. Ahora quiero descansar-

-Perdona- le dije soltándole la mano y levantándome para irme -ya te dejo descansar-

-No, no- me respondió agarrándome de vuelta la mano y halándome un poco para que me volviera a sentar a su lado -no me refería a este momento. Me refería que quiero descansar de los deportes-

-Ah, pensé que te estaba molestando- dije volviéndome a sentar a su lado más pegado y recostándome un poco de él. Volví a poner su brazo en mi pierna, mientras él me apretaba la mano con fuerza.

-Perdóname por haberte hecho sentir mal- me dijo.

-No fue mi culpa- le dije -fui yo que no interpreté bien tus palabras-

Por un rato nos quedamos viendo la televisión. A mi me gustaba un poco el baseball, pero no lo suficiente para dejar de leer mi libro. Pero es que me sentía tan bien acurrucado contra él y con su fuerte brazo en mi pierna.

-Hagamos una cosa- le dije -tengamos una cita- 

-¿Una cita?-

-¿No y que te gustaban las mujeres… de cierta edad? ¿No quieres tener una cita con una?-

-¿Una cita contigo?- dijo enderezándose en el asiento otra vez.

-Mañana en la noche- le dije -me vienes a buscar y me llevas a cenar a un restaurant fino y pasamos una velada rica-

-¿Te vengo a buscar?- dijo -No entiendo nada-

-Es una forma de decir, tonto. Para que parezca una cita de verdad. No tienes que “venir”. Sales a la puerta de la calle, tocas el timbre y yo salgo. Jajaja. ¿No te parece divertido?-

-Jajaja. Eres una loca de atar. Por eso es que me gustan las mujeres como tu- me dijo riendo, pero con la cara roja de pena.

2.

Pasé toda la tarde como una quinceañera probándome ropa y volviéndomela a quitar. Quería estar bella, pero no podía ser demasiado evidente. Quería parecer joven, pero tampoco demasiado, ya que a él le gustaban las mujeres mayores. Quería estar sexy pero no debía porque ¡iba a salir con mi hijo!

Revolví toda mi ropa interior y no conseguí nada que me acomodara. No me había comprado ropa interior cara desde que me había divorciado hacía 15 años. ¡Ni siquiera había salido un hombre! Finalmente me rendí, saqué el carro y me fui de compras. 

En la tienda conseguí algo más moderno. Le tuve que preguntar a la dependienta. Le dije que tenía una cita y que quería verme bonita. Ella interpretó que iba a acostarme con el hombre que iba a salir y me buscó cosa que… wow, realmente eran verdaderamente atrevidas. Le dije que bajara un poco el nivel y finalmente me convenció de que llevara un par de pantaletas negras tipo tanga (nunca me he puesto unas y espero que no me moleste tener una tira de tela metido entre las nalgas, jajaja) y un par de brassiere tipo push-up que me sacaban más busto.

Luego me compre un par de blusas de colores con el escote lo suficientemente amplio para mostrar el efecto del brassier y unas faldas bellas que hacían juego con las blusas. Llevé varias para tener chance de cambiar de idea a última hora.

Cuando regresé a la casa, eran ya las 5 de la tarde. No vi rastros de Miguel, así que metí las bolsas de las compras en mi cuarto y empecé a prepararme. La cita era a las 7pm. 

Hora y media después no estaba todavía lista. Me había puesto la ropa interior y ta como me lo temía, me sentía absolutamente incómoda con la tanga, pero me miraba en el espejo y reconocía que era muy sexy eso de andar con el culo descubierto. Después me arrepentía pensando que iba a salir con mi hijo, no con un hombre cualquiera, pero igual me las dejé. Con la blusa me pasó lo mismo, la ventaja era que tenía unos botones y podía abotonar y desabotonar algunos al gusto y así decidir cuanto escote mostrar. Por ahora lo dejé en el nivel de “poco”.

A las 7 en punto sonó el timbre ¡cómo se me había pasado el tiempo! Ni siquiera me habla dado cuenta de que Miguel había regresado.

Eché una última mirada en el espejo e impulsivamente volví a abrir el botón para mostrar un poco más de pecho. Ni modo. 

Baje a la puerta y al abrirla casi me caigo para atrás: El hombre más bello del mundo estaba ahí para mi, ¡Y con una flor!

-¿Para mí?- pregunté cuando me recobré de la sorpresa. Aparte de que era absolutamente idiota la pregunta, pero es que no cabía de mi asombro y sí, de alegría. Miguel se había afeitado y cortado el pelo en una barbería. No se le notaba ni sombra de la barba y el pelo lo tenía peinado de una forma inusual, pero muy moderno.

Llevaba una camisa manga larga, color crema, y unos pantalones beige de última moda (creo), que nunca le había visto ¡y lo sé porque yo le lavo la ropa! Tiene que ser que pasó por la tienda también.

-Una flor que sólo palidece ante tu belleza- respondió Miguel.

¡Vaya! pensé. Parece que aprendió a hablar con todos los libros que hemos leído. Estoy segura de que esa frase la sacó de alguno… pero no importa. Tengo una pareja reluciente ¡y educada!

-Déjame poner esto en un vaso- le dije retirándome, pero me volteé y noté que él se había quedado en la puerta.

-Pasa, por favor, pasa y discúlpame que no te lo haya dicho antes-

-Gracias, mam… Elvira- dijo él. Elvira es mi nombre y nunca lo usábamos en la casa, pero ahora supongo que era más en el papel, que llamarme mamá.

Luego del poner las flores en un envase con agua regresé a la sala donde Miguel esperaba inquieto.

-¿Vamos?- le dije.

-Vamos- me respondió ofreciéndome el brazo.

Salimos de la casa y me llevó hasta su jeep, pero le dije: 

-¿Porqué no vamos en el mío que es más cómodo?-

-Claro, claro- respondió cambiando de dirección.

-Pero tu manejas- le dije.

Me dejó en la puerta del acompañante y él se fue a la puerta del conductor. Cuando llegó allá notó que yo estaba parada al lado de la puerta sin hacer ningún intento de abrirla. Por un momento se quedó desconcertado y finalmente cayó en la cuenta y se devolvió azorado.

-Perdona, perdona- abriéndome la puerta.

Luego se montó él y salimos.

-¿A dónde vamos?- le pregunté.

-¿A dónde quieres ir?- me respondió.

-Vamos a un buen restaurant, pero es un poco lejos- le dije -Se llama Monique-

-Uhh… no tengo ni idea-

-Conduce que yo te dirijo-

Comimos y bebimos divinamente y nos reímos como locos. Realmente una cita divina. Nos habíamos tomado una botella de vino casi completa, bueno la mayor parte me la tomé yo porque él no bebió casi y además era el que manejaba. El caso es que me sentía muy bien y un poco “alegre” por lo que decidí abrir otro botón de la blusa, dejando así que mi escote mostrara un poco más. Los ojos de Miguel se abrieron como platos al darse cuenta de que podía ver más pechos de los que me había visto nunca. Bueno, aparte de cuando lo amamanté cuando estaba bebé, jajaja. Yo disimulé, como si no me había dado cuenta de su emoción, disfrutando de cómo me veía, sin poder despegar sus ojos. Finalmente se fue acostumbrando y pronto estábamos conversando de todo, como antes.

Un poco más tarde, como a las 11 de la noche, me sorprendió preguntándome:

-¿Quieres ir a bailar?- Entonces fue yo la que se sorprendió. ¿Ir a bailar? ¿Con él? Se me erizó la piel. Me encantaría ir a bailar con él, pero me pareció que era demasiado para la primera cita. Así que decliné la invitación, aunque mi cuerpo y sobre todo mis piernas brincaban ante la expectativa de bailar. Tampoco me confiaba de mi buen juicio.

-Me encantaría- le dije tomándole la mano, como había hecho ya varias veces durante la cena -pero ya es muy tarde y creo que debemos retirarnos-

-Me hubiese encantado bailar contigo- me dijo con una sonrisa.

Le devolví la sonrisa y le acaricié la mano. Mi cuerpo me traicionaba. A gritos me pedía que fuéramos a bailar, que lo abrazara, que lo tocara, pero mi mente me decía que no. Tenía que portarme bien.

-A mi también me encantaría bailar- le dije -pero es nuestra primera cita y no debemos… -

-¿La siguiente quizás?-

-Jajaja. No te adelantes, todavía no ha terminado la primera cita. No sabes si voy a aceptar la siguiente- le respondí. Aunque por dentro pensaba que no sólo le aceptaba la siguiente, sino ¡todas!

-Muy bien- respondió -¿Nos vamos entonces?-

Como una quinceañera, me preocupé porque se hubiese sentido rechazado por no haber aceptado la invitación y pensé que debía hacerlo sentir bien, que no lo estaba rechazando, sólo quería llevar las cosas poco a poco.

Camino al carro, Miguel pasó su brazo por mi cintura, para caminar apretado contra mi. Por un momento pensé en quitarle el brazo, pero era tan… agradable. Además era una forma de decirle que no le había rechazado la invitación de llevarme a bailar, así que lo dejé abrazarme y caminamos muy juntos hasta el carro. Allí me llevó a la puerta y la abrió, esperó que me montara y luego la cerró. Muy caballeroso.

Entonces, mientras él daba la vuelta para montarse, desabotoné otro botón de la blusa. Miré hacia abajo y por un momento me aterré porque me pareció que podía ser excesivo, ¡se me veían los pechos casi hasta los pezones! Pero ya no tenía tiempo de volverme a abotonar, él ya estaba abriendo la puerta y tampoco quería que me viera manipulando los botones.

Se montó en el carro no se dio cuenta de nada mientras metía la llaves y encendía el motor. Sólo entonces volteó a verme y se dio cuenta de la nueva profundidad del escote. Por unos segundos se quedó mirando fijamente mis tetas, pero entonces se dio cuenta de que estaba paralizado y volteó hacia adelante forzadamente. Su nerviosismo me excitaba y me divertía simultáneamente. Me hacía sentir poderosa, en control de su mente y de su cuerpo, pero no debía abusar.

-¿Estamos listos?- le dije indicándole que debía prestar atención a la calle.

-Si, si, claro- respondió nervioso y empezó a manejar.

Al principio fuimos callados, con él nervioso sin saber cómo verme el pecho sin que yo me diera cuenta. Yo estaba arrepentida de haberlo provocado de esa forma, pero al mismo tiempo no podía negar que estaba excitada.

En cualquier caso, luego de unos minutos encontramos nuestras palabras de nuevo y volvimos a conversar alegremente, mientras nos sujetábamos las manos.

Al arribar a la casa, él estacionó mi carro y se bajó para abrirme la puerta. Quise cerrarme un poco el escote, pero mis manos temblaron y no logré que el botón calzara para cuando él me abrió la puerta. Así que lo dejé de esa forma. Al salir del carro, sentí como la blusa se separaba mucho de mi cuerpo y a través del escote él debe haberme visto toda mientras esperaba sujetando la puerta, pero no podía hacer nada. Me enderecé y caminé hacia la puerta con él del brazo.

Me paré al lado de la puerta, la abrí con la llave y luego me volví hacia él.

-Ha sido una noche maravillosa, Miguel. Muchas gracias por invitarme a cenar-

-No- dijo él -el placer fue mío. Muchas gracias por la agradable compañía-

Subí la cara para que me diera un beso en la mejilla, pero de alguna forma el movimiento no fue suficiente o quizás inconscientemente no lo hice bien, pero el caso es que su beso fue ¡en mi boca!

No fue un beso profundo ni mucho menos. Fue sólo el rozar de sus labios contra los míos. ¿Uno o dos segundos? Pero me estremecí por dentro. Mi cuerpo recibió una descarga eléctrica de 15.000 voltios y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para apartarme de él inmediatamente.

Me aparté rápidamente y entré a la casa. Una vez al pié de la escalera, a una distancia segura de él, volteé de nuevo a verlo y me volví a mirarlo y a darle una sonrisa de despedida. 

-Buenas noches, hijo- le dije, haciendo un poco de énfasis en la palabra hijo, asegurándome así de que ya no era mi cita, sino otra vez mi hijo.

-Buenas noches, Elvi… Mamá-

Cuando entré a mi cuarto, cerré la puerta y me recosté contra ella, suspirando profundamente.

-¿Pero qué te has creído?- pensé -¡Es tu hijo!-

Luego de unos segundos respirando agitadamente, me serené lo suficiente para continuar. Me asomé al espejo y me asombré de mi temeridad. ¡El escote era demasiado! ¡Nunca había utilizado vestidos tan escotados! Bueno, quizás cuando tenía 20 años, ¡pero se me veía claramente el borde del sostén!

-Bueno, ya basta. Lo disfrutaste… y creo que él también. Jajaja-

Me quité la blusa frente al espejo y contemplé mis tetas. El brassier era precioso y me hacía un busto realmente excitante. 

Luego, pasé mis brazos por detrás y solté el brassier. Mis pezones lo agradecieron porque ¡estaban completamente dilatados y muy sensibles! Dejé caer el brassier al piso y me froté los pezones para que se bajaran.

¿Que se bajaran? El efecto fue todo lo contrario. No solo crecieron más, sino que oleadas de placer recorrieron mi cuerpo desde cada uno de ellos.

-Oh, oh- pensé -Esto está muy… caliente-

Entonces me di cuenta también de que mi entrepierna estaba toda mojada.

Volví a acariciarme los pezones. No para que se bajaran, sino por el puro placer de acariciármelos.

Luego me quité la falda y volví a verme en el espejo. 

-Bellas pantaletas también- pensé.

Entonces me dí la vuelta y me miré el culo. Tenía las nalgas desnudas por tratarse de unas pantaletas tipo tanga. Reconocí que a pesar de mis dudas, no me había molestado para nada la tira que pasaba entre ellas.

-Muy cómodas… y sexys- me dije girando varias veces.

Me bajé las pantaletas y enseguida el olor de mi sexo me sorprendió:

-Wow, estoy tan mojada. ¡Qué increíble¡-

Me acerqué las pantaletas a la nariz, lo que no era realmente necesario, mi olor a sexo llenaba todo el cuarto.

Desnuda, recogí la ropa, puse la ropa interior en la cesta de ropa sucia y la blusa y la falda las colgué en la entrada del closet para un inspección más profunda mañana antes de decidir llevarlas a la tintorería o no.

Luego me puse la pijama. Bueno, una franela de algodón muy liviana y unos shorts de algodón también y me metí en la cama. Antes de hacerlo me asomé una vez más al espejo y vi que los pezones se me veían claramente a través de la delgada tela de la franela.

Apagué la luz y cerré los ojos… inútilmente, porque estaba demasiado excitada para dormirme. Comencé a recordar los pequeños detalles de la noche. La cara de sorpresa de Miguel cuando me vio vestida y maquillada para salir. Seguro que no se imaginaba que iba a arreglarme así. Luego sus ojos deteniéndose en mi escote. Mmmm. Pobre, no podía disimular. ¿Y cuando me desabotoné el siguiente botón de la blusa en el restaurant? No podía quitarme la vista de las tetas. 

Nuevamente tenía los pezones duros. O quizás nunca dejaron de estar duros toda la noche. La verdad es que me dolían un poco. Me los acaricié por encima de la camisa para quitarme la molestia y, efectivamente, se calmaron un poco.

Luego recordé mi sorpresa cuando me invitó a bailar. No me lo esperaba. Recuerdo que mi cuerpo reaccionó inmediatamente… como ahora. ¿No voy a dejar de sentirme excitada? Por primera vez reconocí que estaba excitada. 

Los pezones volvieron a endurecerse. 

Seguí recordando detalles. El momento en el que me desabotoné el tercer botón en el carro. Definitivamente estaba un poco bebida en ese momento. Y excitada también. 

Me acaricié los pezones otra vez, pero no me bastó hacerlo por sobre la tela. Bajé la sábana que me cubría hasta la cintura, luego metí mi mano izquierda por debajo de ésta y de la camisa y recorrí mis tetas con los dedos. Me estremecí toda.

-Mmmm. Creo que ya sé por dónde va ésto- me dije.

Luego de unos minutos acariciándome ambos pezones, me di cuenta de que estaba toda mojada entre las piernas, así que metí mi mano derecha por debajo del pantalón y comencé a explorarme.

Tal como lo pensé, estaba toda mojada. Y no sólo eso, me había estado mojando desde el comienzo de la noche, durante la cena, durante la despedida ¡y ahora!. Seguí recordando: 

Definitivamente lo que más me gustó fue el beso final. ¡Dios mío! ¡Nos habíamos besado en la boca! Había sido aun beso rápido y sin… lengua o mordiscos o…

En ese momento sentí cómo un chorro de fluidos volvía a bajar por mi vagina, mojando mis pantalones.

-Mmmmm- 

Seguí acariciándome los pezones, dándole vueltas entre los dedos o restregando contra ellos la palma de mi mano. Mientras, la otra me exploraba el vientre. Mi vulva mojada permitía que mis dedos la recorrieran despacio, complaciéndome, acariciándome. No me había tocado el clítoris todavía. Lo esquivaba, a propósito. Sabía que su momento llegaría, pero no todavía.

Seguí pensando en Miguel. En su abrazo mientras caminábamos hacia el carro. Su cuerpo fuerte. Los músculos de sus brazos…

Me toqué el clítoris y me estremecí. No pude evitar un fuerte gemido.

-Aaaaahhhh-

Espero que no me haya oído. Pensé. Pero no podía evitarlo.

Dejé de acaricarme el clítoris y metí dos dedos en mi vagina. Era tan estrecha. Me gustó meterme dos dedos de una vez. Nunca me había masturbado con tanta intensidad.

Decidí sacar uno de mis juguetes. Tenía tres: uno delgado y pequeño solo para el clítoris, con mucha vibración; otro más grande, también con vibración, para el punto G y “King-kong”, uno gigante que utilizaba muy pocas veces, pero que me llenaba completamente. 

Me decidí por el mediano y luego de sacarlo de la gaveta de la mesa de noche, lo puse en la cama. Me quité toda la ropa y la tiré a un lado. Luego tomé el dildo, me lo puse a la entrada de la vagina y comencé a metérmelo poco a poco.

-Aaaaahhhh, siiiii- gemi de nuevo.

Fui muy despacio, a la velocidad que el cuerpo me lo pedía. Luego lo encendí y sentí su vibración justo con el extremo en mi punto G. La otra mano volvía a acariciarme las tetas, apretándome duro lo pezones, que ahora peleaban por mi atención.

Pero cuando volví a tocarme el clítoris, el orgasmo me sorprendió. ¡Nunca había acabado tan pronto! Mi cuerpo se tensó y estiré las piernas, apretándolas una contra la otra, sintiendo como las vibraciones del dildo me excitaban el punto G y el clítoris respondía a mis dedos con fuertes explosiones de placer.

-AAAAAHHHHHH-

-AAAAAAAAAHHHHHH-

-AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH-

Finalmente me relajé y pude sacarme el dildo, pero apenas salió de mi vagina, un nuevo espasmo me hizo ponerme rígida nuevamente. 

-MMMMMMMMMM-

Me relajé otra vez, sólo para tener un tercero y cuarto espasmo. No recordaba haber tenido un orgasmo tan fuerte en mi vida.

Me puse de lado, estiré la sábana para cubrirme y luego de dos o tres espasmos más, me dormí profundamente.

3.

Cuando desperté era media mañana. Había dormido muy bien, relajada y en paz. Me estiré y me sorprendí al darme cuenta de que estaba desnuda. ¡Nunca duermo desnuda!

Poco a poco fueron regresando a mi mente los recuerdos de la noche anterior. La cena, el beso, mi excitación y finalmente mi masturbación. 

-¡Wow, qué noche!- pensé.

Me sentía feliz y descansada, aunque con los recuerdos, algunas partes de mi cuerpo parecía que querían seguir… jugando. Mis pezones, por ejemplo, volvieron a erguirse y el roce contra la sábana se sentía muy bien.

Me puse de lado para ver si se tranquilizaban, pero había algo duro en el colchón que me molestaba: ¡el vibrador! 

-¡Wow, qué noche!- volví a pensar.

Después de masturbarme simplemente me había quedado en la cama. No había limpiado y guardado nada, ni me había puesto la pijama. No quise tocarme entre las piernas. seguramente oliría a…

Entonces me puse a pensar en lo que había sucedido y me dio un poco de remordimiento de conciencia. 

-¡Era mi hijo! ¿Cómo voy a pensar en términos sexuales en mi hijo?-

Pero no podía olvidar sus brazos, su cuerpo…

Y entonces se me ocurrió que era como alguien que está a dieta, pero quiere comerse algo delicioso: ¡Una torta de chocolate!  La mira, la desea, pero sabe que no puede comérsela. Entonces busca en la despensa y encuentra unas galletas de dieta y se las come. Las galletas sacian las ganas de comerse la torta.

Eso era lo que me había pasado. Miguel era mi torta de chocolate pero no puedo comérmela, así que me comí una galleta o sea, me masturbé. Eso me quitó las ganas de comerme la torta.

Encantada con mi teoría psicológica, jajaja, me levanté de la cama, la revisé que estuviese limpia (había dormido desnuda y muy mojada, podría ser que hubiese dejado alguna mancha) y tomando el dildo, me fui al baño. 

Mientras hacía pipí, lo revisé, olía a sexo, pero no estaba sucio.

-Serás mis galletas de dieta- le dije en voz baja. Luego pensé en los otros juguetes y decidí que tenía galletas de dieta de tres tipos distintos, jajaja.

Luego de bañarme y arreglar el cuarto, me vestí con mi ropa de descanso dominguero. Una franela de lanilla y unos anchos pantalones deportivos.  En la cocina me preparé un café y me fui a sofá de la sala a leer las noticias en mi iPad. No había señales de Miguel, seguramente seguía durmiendo.

Como una hora después lo oí haciendo ruidos en la cocina, probablemente preparándose un café. Luego oí sus pasos acercándose a la sala. El corazón se me aceleró.

-Hola mamá. Buenos días- 

Me alegré que me hubiese dicho mamá y no Elvira, lo que demostraba que volvíamos a nuestra relación normal de madre e hijo. 

-Hola hijo, buenos días- le respondí sin voltear a verlo. Sabía que el vendría por detrás del sofá y quería mantener mi cara viendo hacia adelante para evitar cualquier tentación de besarme en la boca.

El se acercó efectivamente por detrás del sofá y se agachó. Mi corazón latía aceleradamente, mientras mis ojos se mantenían en el iPad, aunque desde que él había aparecido, no había sido capaz de leer ni una línea.

Entonces Miguel se apoyó en el respaldo del sofá y bajando la cabeza me besó en el cuello, cerca de mi oreja izquierda.

El estremecimiento de mi cuerpo fue tan grande que hasta creo que él se dio cuenta.

-¿Que te pasa?- preguntó.

-Nada, nada, es que me sorprendiste- respondí.

Pero era mentira. ¡Me había estremecido de placer! La torta de chocolate acababa de besarme en uno de esos puntos especiales del cuello. 

-Oooohhhh- pensé -todavía estoy muy sensible-

El no se dio cuenta e irguiéndose de nuevo me preguntó:

-Ya desayunaste? ¿Quieres algo?-

-No hijo. No tengo hambre. Ya me tomé un café y voy a esperar para el almuerzo-

-Ok. No hay problema. Yo me comeré un sandwich o algo así. Luego voy a hacer tareas. Tengo un montón de cosas por entregar mañana en la universidad.

-Muy bien- le dije y seguí tratando de leer, pero con la sensación de sus labios en el cuello distrayéndome. Apenas se fue me pasé la mano por donde me había besado.

El resto del día no pasó nada especial. Almorzamos como a las 2 pm y él siguió estudiando. Yo mientras, hice un montón de labores del hogar. Lavé ropa, recogí, limpié la cocina. Las típicas cosas que no se pueden hacer durante la semana.

Como a las 5 hice una pausa, preparé una bandeja con dulcitos y dos tazas de café y fui a su cuarto. Respetuosamente le toqué la puerta y esperé a que me respondiera que podía pasar. 

Estaba sentado en su escritorio de espaldas a la puerta, coloqué la bandeja en la mesa y me le acerqué por detrás, abrazándole la cabeza y dándole un beso. Muy tarde me di cuenta que estaba sin sostén y mis tetas se amoldaron contra los lados de su cabeza y cuello. Pero como no estaba segura de si él se había dado cuenta, me esperé un par de segundos y luego lo solté, moviéndome hacia donde estaba la bandeja.

Cuando le vi la cara me pareció que estaba un poco rojo y me di cuenta de que sí, se había dado cuenta de mis tetas, pero decidí no darme por enterada y le ofrecí el café.

-Aquí te traje un poco de café y unas galletas-

-Gracias, mamá- respondió tomando una.

Yo agarré mi taza y empecé a tomarme el café sin saber que decir. Finalmente me alejé diciéndole:

-Ahí te dejo la bandeja. Cuando termines me llamas-

-No te preocupes. Yo la llevo. ¡Ah! y por mi no hagas cena. No tengo hambre y con esto tengo suficiente-

-Muy bien- respondí saliendo del cuarto y cerrando la puerta.

Al salir, me recosté de la pared.

-Pero si serás tarada- me dije -¿cómo se te ocurre abrazarlo sin sostén. Seguro que tienes los pezones erguidos-

Efectivamente, los pezones los tenía erguidos y sensibles. Me los toqué con las manos tratando de que se tranquilizaran, pero que va. No estaban para eso.

Pronto me distraje con mis labores y me olvidé de lo que había pasado. Cuando terminé me comí una tontería y me puse a ver televisión. A las 9 me di cuenta de que estaba cansada. Me acerqué al cuarto de Miguel, vi la puerta cerrada y por la rendija y vi la luz prendida, pero no quise molestarlo. O mejor dicho, no me atreví a molestarlo, no fuera a que cometiera otro desliz.

En mi cuarto, me preparé para dormir. Esta vez me puse la pijama y me sentía mucho más tranquila que la noche anterior. Mientras me dormía pensé:

-Muy bien. Está claro que no me puedo comer la torta de chocolate, pero… no por eso puedo dejar de pensar en la torta de chocolate ¿no?- mientras una gran sonrisa se asomaba a mis labios.

Y entonces me puse a recordar los detalles de la cena del sábado, hasta su momento culminante del beso de despedida, que en mi imaginación se hacía cada vez más profundo. Recordé el beso que me dio en el cuello en la mañana del domingo. Y recordé el abrazo que le di en la tarde cuando le llevé las galletas y el calor de su cabeza en el valle entre mis pechos…

Pronto me di cuenta de que estaba empezando a excitarme demasiado y decidí que no me iba a masturbar hoy otra vez ¿dos veces seguidas? ¡No señor! ¿o tal vez si?…

4.

El lunes me levanté temprano como siempre, me fui a la cocina y me preparé un café. Luego me puse a preparar huevos revueltos para los dos, con tomate, cebolla y jamón. Después, mientras limpiaba la sartén en el fregadero, oí a Miguel acercándose.

-Te acabo de preparar unos huevos revueltos- le dije contenta.

-Oh no, estoy muy atrasado, no voy a tener tiempo de desayunar- me contestó -tengo que salir corriendo.

Entonces me abrazó por detrás empujándome ligeramente contra el mueble del fregadero. Su vientre se pegó a mi culo y no podía separarme porque estábamos contra el mueble. Luego pasó sus brazos alrededor de mi espalda, enlazando sus manos a la altura de mi estómago, rozando mis pechos.

-Gracias- me dijo susurrando en mi oído y luego me dio un beso en el cuello. Exactamente en el mismo lugar de ayer. Volví a estremecerme. Pero hoy, además sentía su vientre contra mi culo y sus brazos casi en mis tetas, que claro, estaban sin sostén. Así nos quedamos unos segundos y luego me soltó, se dio la vuelta y salió de la casa.

Me quedé paralizada junto al fregadero. Despacio cerré el agua, mientras el corazón parecía que se me iba a salir por la boca.

-¿Qué es esto que acaba de pasar?- me pregunté.

-¿Era su miembro lo que había sentido apretado contra mi culo?-

-Me había rozado las tetas con los brazos?-

-¿Me había vuelto a besar en esa zona sensible de mi cuello?-

Me di media vuelta y me dirigí al cuarto. Me arranqué la camisa y los pantalones y luego de tomar un de mis juguetes, me masturbé furiosamente.

Pasé el día en la oficina medio distraída. No podía concentrarme en el trabajo. Opté por hacer las cosas más sencillas. Esas que no requieren mucha atención. Estaba todavía estaba nerviosa por lo sucedido en la mañana. No podía decidir si el abrazo de Miguel había sido de naturaleza sensual o era mi cabeza que me estaba haciendo imaginar cosas.  Obviamente me había excitado tanto que había tenido que masturbarme inmediatamente, pero a lo mejor todo eran cosas de mi cabeza. Hacía tanto tiempo que no tenía sexo con un hombre que a lo mejor me estuviera haciendo ver cosas que no existían. Pero luego pensaba en la cena del sábado, en cómo me había tratado como si fuese una chica que quisiera conquistar…

Cuando regresé la casa era un poco tarde, pero él no había llegado. Luego me escribió un sms diciendo que esa noche iba a tener entrenamiento y que llegaría tarde. Así que me relajé, recalenté el desayuno de la mañana y me puse a ver televisión en pijama. A las 10 pm me dormí sin saber más de él.

Al día siguiente volví a levantarme temprano a preparar el desayuno. Esta vez Miguel se sentó conmigo y conversamos de cualquier tontería. Por supuesto que no hice mención del abrazo del día anterior, sin embargo, conforma pasaban los minutos, me iba poniendo cada vez más nerviosa al pensar en cómo se iba a despedir.

Al terminar su desayuno, él se paró de su silla, pero yo decidí no hacerlo para evitar que me abrazara. Cosa que no tenía mucho sentido, porque deseaba que me abrazara, pero mi mente estaba muy confundida y preferí evitarlo. En cualquier caso, él se acercó entonces a mi silla y se inclinó para besarme y yo me volteé hacia arriba para evitar que me besara en el sensible cuello… y resultó entonces que me besó ¡en la boca! 

¡Y además por más tiempo de lo debido!

Luego se enderezó y se fue dejándome paralizada en mi silla. Estaba vuelta una papilla. Completamente excitada pero sin saber qué hacer. El corazón me palpitaba muy rápido, mis pezones parecían salírseme del pecho y mi vulva parecía un río de lava. Me toqué los labios con los dedos delicadamente y para que no se me fuera a borrar la sensación del beso y con la otra mano me acaricié las tetas.

Luego de varios minutos así, fui recuperándome de la despedida. Me levanté, recogí la mesa y me fui a mi cuarto a bañarme y vestirme. Resistí la urgencia de masturbarme, pero me costó hacerlo. 

Pasé el día distraída otra vez en la oficina. Si seguía así nunca terminaría el proyecto, pero era que cada vez que trataba de hacer algo, en seguida me asaltaba algún recuerdo. Sus labios, el olor de su crema de afeitar, el abrazo del día anterior, su vientre contra mi culo. Definitivamente había decidido que si, que era su miembro lo que había sentido cuando se apretó contra mí.

Nuevamente llegué temprano a la casa y me cambié para ir al gimnasio. Yo también me mantenía firme gracias a mis duros entrenamientos dos o tres veces por semana. Las máquinas de ejercicios se encargaron de sacarme a Miguel de la cabeza. Para cuando terminé, sudada y cansada, sólo tenía fuerzas para pensar en un baño y mi cama. Al llegar a la casa, pude ver que Miguel estaba en su cuarto estudiando o leyendo. Siempre que yo tenía gimnasio, él sabía que no habría cena, por lo que seguro que se había preparado algo. Yo me tomé un yoghurt, me bañé y me acosté a dormir. 

Nuevamente desayunamos juntos y según se acercaba el final del desayuno, me iba poniendo más nerviosa. El no demostraba nada, pero de vez en cuando lo cazaba viéndome el pecho. Sin estar muy segura de qué hacer, poco antes de que termináramos de comer, me levanté de mi asiento y me dirigí a mi cuarto, desde la puerta de la cocina me despedí de él:

-Tengo que hacer unas cosas. Nos vemos en la noche-

-Claro, mamá- respondió él, con un ligero tono de desilusión en la voz.

-Deja los platos en el fregadero que yo los lavo después- añadí y me fui al cuarto.

Allí me terminé de arreglar para ir a la oficina y antes de salir me aseguré de que él se hubiese ido ya.

Luego pasé toda la mañana en la oficina pensando que había sido muy torpe con él en la mañana. Que quizás se sentía dolido. ¡Y yo también me sentía dolida por mis propio comportamiento!. ¿Cómo se me había ocurrido dejarlo que se fuera sin despedirme debidamente de él? Y luego volvía a iniciar con mis reproches silenciosos. El caso es que fue otro día más de bajo rendimiento en la oficina.

Al final de la tarde recordé mi ejemplo de la torta de chocolate y me dije:

-Bueno, es cierto que no debo comerme la torta de chocolate, pero no hay nada de malo probarla ¿no? Si dejo que me de un beso de despedida no estamos haciendo nada malo. Es sólo un beso de despedida. Bueno, un beso y una caricia. Y a lo mejor un apretujón. Pero definitivamente no hay nada de malo en eso-

Obviamente estaba completamente arrepentida de mi comportamiento y deseaba que llegara a la casa para abrazarlo, pero hoy era mi día de gimnasio y nuevamente, cuando llegué en la noche, ya él estaba en su cuarto. Así y todo le toqué la puerta.

-Pasa- me dijo.

-Hola hijo, buenas noches ¿Cómo pasaste tu día?- le pregunté. Me pareció ver cómo se le alegraba un poco la cara al oír que me preocupaba por él, que no estaba enojada.

-Muy bien, mami. Muchas gracias por preguntar. ¿Y tú? ¿Resolviste lo que tenías pendiente?-

Por un instante no supe a qué se refería y no sabía qué responder, pero luego me acordé que esta mañana le había dicho que tenía que resolver algo.

-Si, hijo, gracias. Todo está bien- no sabía que más hacer. Yo quería acercarme a su puesto y besarlo, acariciarlo, decirle que no estaba enojada con él, pero sería un comportamiento demasiado raro, así que decidí dejarlo para mañana.

Cuando me fui a acostar, decidí ponerme una pijama un poco más sexy, para lucirla en la mañana durante el desayuno.

Cuando llegué a la cocina, él no había llegado todavía así que me puse a preparar tostadas francesas, que a él le gustan mucho. Un poco después lo oí acercarse y cuando me vio, lo sentí dar un respingo de asombro. Me volteé y vi que se había quedado mirándome. Obviamente se había sorprendido por la pijama. Era más bien una especie de dormilona que me llegaba un poco más arriba de las rodillas, de una tela azulada, muy suave y cómoda. 

Cuando lo vi parado ahí, él se dio cuenta y reaccionó. Se fue a sentar en su puesto habitual en la mesa, con la cara muy sonrojada y evitando mirarme. Yo me hice la que no se había dado cuenta y simplemente me acerqué a servirle sus tostadas. Al sentir que no había notado su asombro, su rostro cambió y pareció tranquilizarse. Comenzando entonces a comerse su comida.

Yo me serví mi comida, me senté a su lado y comenzamos a comer y a conversar animadamente. Si noté que su mirada bajaba constantemente a mis tetas, lo que me hizo sospechar que algo le llamaba la atención. Pero no le hice mucho caso. Igual había sucedido el día de la cena, cuando me había desabotonado el segundo botón de la blusa.

Cuando terminamos de comer, yo me paré a poner los platos sucios en el lavaplatos, cuando él se levantó y comenzó a avanzar hacia la puerta para irse, entonces me volteé y le dije:

-¿No te vas a despedir?-

Se detuvo de inmediato y empezó a devolverse con la mirada baja, como si le diera pena verme

-Si, si claro- dijo.

Se detuvo a unos centímetros de mi, sin atreverse a tocarme, por lo que decidí tomar la iniciativa yo y abrazarlo. Con decisión pasé mis brazos alrededor de su cuerpo y lo atraje hacia mi. Él tenía unos pantalones deportivos de algodón, hoy tenía entrenamiento, y cuando lo abracé me di cuenta de la razón por la que estaba tan incómodo y nervioso ¡tenía una tremenda erección!

Claramente sentí su duro miembro contra mi vientre y por un instante me sorprendí, pero no solté el abrazo. Luego, sin dejar de apretarme contra él, levanté mi cara hacia él y busqué sus labios, dándole un corto pero decido beso en la boca.

El pobre no respiraba, sin resistirse se dejó besar y abrazar, pero estaba tan asustado que no sabía qué hacer. Yo disfruté de su cuerpo y de su beso unos segundos solamente y luego me separé diciéndole:

-Gracias hijo. Que tengas un buen día-

El balbuceó algo que no entendí, creo que algo como: -No, gracias a ti mamá- y salió apurado.

Entonces me recosté contra el fregadero, tomé una gran bocanada de aire y respiré.

-Wow, esto sí que no estaba en el programa- me dije pensando en su miembro duro, apretado contra mi vientre.

No me lo esperaba, pero al mismo tiempo sabía que se trataba ya de un hombre de 21 años que debe tener las hormonas siempre a flor de piel. Al llegar a mi cuarto me vi en el espejo y me di cuenta de porqué Miguel estaba tan raro: ¡estaba casi desnuda!

A ver, no era que no tuviese puesta mi pijama, pero era que la misma era muy traslúcida a la luz del día. En la noche se veía muy bien, pero con el sol mis pezones se trasparentaban completamente a través de la tela. Y no sólo eso, sino que si forzaba un poco la vista, veía la sombra de mis vellos púbicos. ¡Con razón Miguel se quedó paralizado cuando me vio esta mañana!

Y además de eso, no se me había ocurrido nada menos que abrazarlo y besarlo en la boca. Claro, en ese momento yo no sabía que me había visto casi desnuda y que se había excitado mucho. Lo más extraño era que no me sentía mal, por el contrario, me sentía muy excitada. Mis pezones estaban erguidos y mi vulva estaba inundaba.

Entonces me quité la pijama y me contemplé desnuda en el espejo. Todavía conservaba una buena figura. Mis tetas ya no estaban tan arriba y duras como antes pero se mantenían bien. Mi vientre plano estaban incluso mas duro que cuando joven gracias al ejercicio. En fin, en otras palabras, ¡estaba buena! Me apreté las dos tetas con las manos y me estremecí de placer. Estaba claro que era inútil pensar que podía irme al trabajo así.

Entonces busqué en la gaveta y sin dudarlo saqué a king-kong. También un frasco de lubricante, aunque estaba tan mojada que dudaba que lo necesitara. Primero coloqué a King-Kong en el suelo del baño. El dildo tiene un chupón en la base que permite fijarlo a una superficie plana. Después me puse una buena cantidad de lubricante en la mano y la rocié por todo el dildo. Solo deslizar mi mano por él sentí cómo el corazón se me aceleraba en anticipación. Luego puse una pierna a cada lado y sujetándome en el lavamanos y la poceta, fui bajando el cuerpo hasta que la punta del dildo se apoyó en mi vulva. -Está frío- me dije, pensando que el de Miguel estaría caliente.

Seguí bajando el cuerpo lentamente ahora. La cabeza presionó primero contra mi vagina sin poder entrar, pero de pronto ésta cedió y se introdujo en mi vientre.

-Oooohhhh- gemí de placer.

Siempre había tenido problemas para meterme King-Kong era tan contenidamente grande! Pero hoy era otra cosa. Hoy estaba tan excitada que entró divinamente.

Seguí bajando el cuerpo hasta que sentí como la cabeza presionaba contra mi útero.

-Mmmmmm- gemí de nuevo.

Entonces comencé a mecer las caderas adelante y atrás. El dildo me revolvía mis entrañas tan deliciosamente que no aguanté ni dos minutos. Enseguida comencé a sentir un poderoso orgasmo en mi útero, justo donde la cabeza del dildo me hurgaba.

-SIIIIIIIII, AAAAAHHHH, SIIIIII- gemí mientras me estremecía de placer al ritmo de los espasmos de mi cuerpo. 

Unos segundos después me dejé caer hacia adelante, permitiendo que el dildo saliera un poco, lo que me causó un nuevo espasmo de placer. 

Cuando me recuperé finalmente, recogí todo, lavé el dildo cuidadosamente y lo guardé en su gaveta. Me bañé, me vestí y me acomodé. A las 10 estaba en la oficina trabajando energéticamente, libre de toda preocupación y con el alma y el corazón ligero.

5.

A eso de las 5 de la tarde recibí un mensaje de Miguel preguntándome si yo iba a ir al gimnasio en la noche. Le contesté que si que tenía sesión de 7 a 8 pm. Entonces él me escribió a ver si podía esperarlo, que tenía que hablar algo importante conmigo. Obviamente le respondí que no había problema, que lo esperaría y que podíamos cenar juntos. El rechazó la cena, me dijo que comiera, que él tenía que comer antes de su entrenamiento. Así pues quedamos que yo simplemente lo esperaría.

La seriedad de Miguel me asustó un poco. ¿Qué sería lo que quería hablar conmigo que necesitaba tanta seriedad? Así pues, me fui a la casa, me cambié y me fui al gimnasio cada vez más preocupada. Minuto a minuto cambiaba de opinión acerca de lo que él quería hablar y en cada cambio veía el panorama cada vez más negro. No disfruté de los ejercicios y me regresé temprano a la casa.

Al llegar me bañé y pensé en ponerme la misma pijama de anoche, pero me asustó pensar que quizás Miguel se podría sentir mal por haberme visto así, por lo que me puse una de mis viejas franelas de algodón blancas y un pantalón de azul de ejercicios. Una poco demasiado fea, pensé viéndome en el espejo. Me cambié los pantalones, luego la camisa y luego los pantalones de nuevo. Así pasé ¡media hora! Finalmente me decidí por la franela blanca y unos shorts.

Tenía el corazón en la boca cuando bajé a la cocina, por lo que no comí sino un poco de yoghurt y un par de fresas. Luego me senté en el sofá y prendí la televisión a esperar que Miguel llegara. No podía concentrarme en ningún programa y finalmente puse un concierto de música clásica de YouTube.

-Hola mamá. Ya llegué- dijo Miguel desde la puerta.

-Hola hijo. Estoy en la sala-

-Ok. Déjame dejar mis cosas en el cuarto y bajo-

-Ok-

Un par de minutos después oí a Miguel acercarse. Apenas podía respirar.

-Hola, mamá- me dijo al acercarse, pero no hizo ninguna intensión de besarme ni nada, sólo entró a la sala y se sentó en el butacón frente a mi.

-Hola hijo- le respondí. Iba a preguntarle porqué no se había sentado a mi lado, pero decidí que mejor no le cambiaba nada, dejándole hacer lo que le hiciese más cómodo.

Entonces me di cuenta de que estaba evadiendo mirarme a la cara. Que miraba la tv, la pared o lo que sea, pero casi no posaba la vista en mis ojos. Las alarmas me sonaban cada vez más duro.

-Mamá, yo… yo… quería pedirte perdón por lo de ésta mañana- dijo poniéndose muy rojo mientras miraba fijamente el suelo.

-No estoy segura de cuál es la razón por la que me estás pidiendo perdón hijo, pero te puedo asegurar que no estoy molesta por nada que hayas hecho esta mañana- respondí un poco confundida.

-¿No?- respondió él levantando la vista a mi cara por primera vez.

-Te aseguro que estoy bien, hijo. Pero dime qué es lo que piensas que está mal-

-Es que yo…- respondió Miguel bajando de nuevo la vista.

-¿Porqué no te sientas a mi lado y me lo cuentas?-

Miguel pareció dudar, pero luego se levantó y se sentó a mi lado en el sofá. Mantuvo su distancia, haciéndolo en el extremo, pero aún así, si yo quería podía tocarlo.

-A ver. Le dije de nuevo ¿cuéntame cuál es el problema- Poco a poco me estaba convenciendo de que sólo era una tontería. Miguel se agitaba como si el sofá le estuviese quemándole la piel.

-Esta… mañana… cuando me abrazaste… esta mañana… yo… yo… estaba… excitado- dijo Miguel finalmente, mirando al suelo de nuevo.

-¡Oh hijo! ¡Pero eso no importa. No hay nada de malo estar excitado!-

-Pero cuando me abrazaste, mi… mi miembro se apoyó contra ti-

-Si, es cierto, pero eso no tiene nada de malo-

-¿No te molestó?- preguntó levantando la cara otra vez con una expresión de esperanza en ella.

-No, no me molestó en absoluto. Al contrario. Muchas veces se siente un poco de orgullo-

-¿Orgullo?- preguntó confundido.

-Si. Una se siente orgullosa de haber provocado esa reacción. Es como un piropo-

-¿Cómo un piropo?-

-Una pregunta hijo- le dije tomándole la mano -y quiero que me respondas con sinceridad ¿has tenido… alguna experiencia con muchachas?-

-Eh.. bueno. He besado a algunas, pero nada serio-

-¿En la boca? ¿Has abrazado alguna?-

Miguel se sonrojó y bajó la vista de nuevo.

-No… Bueno, si le dí un beso en la boca a Delia, mi mejor amiga del colegio, pero no la abracé-

-Ok. Entonces voy a contarte un poco de las experiencias de la vida- el dije preparándome para un largo discurso.

-A ver hijo. La mayoría de las mujeres sabemos cómo funcionan los hombres. Bueno, digamos que vamos aprendiendo desde los 13 años. Básicamente sabemos, y esos lo sabes tu también porque te lo conté cuando llegaste a la pubertad, que los hombres y las mujeres tienen relaciones sexuales para tener hijos. ¿Te acuerdas?-

-Claro, mamá. Todavía me acuerdo- respondió Miguel.

-El caso es- continué -que durante las relaciones, los hombres introducen su pene, su miembro, en la vagina de las mujeres y luego de un cierto tiempo eyaculan y la esperma fecunda el óvulo-

-Claro y el bebé crece en el útero de la madre y nueve meses después nace. Todo eso lo sé, mamá-

-Ok. Entonces entiendes que nosotras sabemos que Uds. tienen un miembro que usualmente está relajado y blando, pero que para tener relaciones se pone grande y duro-

-Si, supongo que si, que las mujeres saben eso-

-El hecho es que cuando a un hombre se le endurece el miembro cuando ve a una mujer, es un indicativo de que el hombre quiere tener sexo. En otras palabras, un indicativo de que a ese hombre le gusta esa mujer-

-Pero…-

-Y para esa mujer, es una especie de alago: “Soy bonita porque le gusto a ese hombre”, “Estoy saludable, porque le gusto a ese hombre”. ¿Me expliqué?-

-Si, pero a veces… me pasa sin pensar en ninguna mujer- replicó Miguel.

-Ciertamente- le dije -Sobre todo a tu edad. Cuando estás joven y saludable, hay una cantidad de hormonas en tu cuerpo que están diciéndote que es el momento de procrear. Una especie de alarma. Todos los animales lo tienen. Es algo que dice: “Ponte a buscar una mujer porque estás en la edad de procrear”. En ese momento, cualquier cosa que te recuerde sexo puede producirte una erección. Inclusive hay una erección muy típica en la mañana, cuando la vejiga llena presiona la próstata y te produce esa reacción-

-Pero esa no es a la que quiero referirme- continué -la erección de la que quiero hablar es la que tienes cuando ves a una mujer que te gusta y de rebote, a la reacción de la mujer cuando se da cuenta de que es la que causó esa erección-

Miguel se sonrojó de nuevo y bajó la vista apenado de nuevo.

-¿Porqué te sonrojas?- le pregunté acercándome más a él y tomándole la mano.

-Es que… eso quiere decir que… ¿yo te deseo?-

-¡Siii! ¡Y me encanta! No tiene que darte pena- le respondí abrazándolo. No como en la mañana, sino que estando ambos sentados un al lado del otro, le pasé el brazo por lo hombros y lo apreté contra mí pecho.

-¡Pero eres mi mamá!- dijo el sin responder al abrazo y mirando todavía al suelo.

-Ciertamente, pero también soy una mujer joven con hormonas y deseos-

-No entiendo- dijo levantando la vista.

-Pues que somos ambas cosas. Somos madre e hijo, pero también somos una mujer adulta y un hombre adulto y no podemos renunciar a ninguna de las dos condiciones-

-¿Entonces es normal que…- le costaba decirlo -es normal que me gustes?-

-Claro que es normal- respondí. -¡Tú también me gustas!-

-¿Yo te gusto?-

-¡Claro que me gustas! Eres un muchacho… no, eres un hombre muy buenmozo. Tienes un cuerpo espectacular, fuerte sin ser musculoso. Una sonrisa espectacular, unos ojos… preciosos y sobretodo, una mente ágil y brillante. Eres inteligente, estudioso y tienes un porvenir inmenso…-

-Pero…-

-Y no te digo más porque te vas volver engreído. Jajaja. Y perdóname que te esté interrumpiendo a cada momento-

-Está bien. Lo que quería decir es que es normal que pienses así, soy tu hijo-

-Si, eres mi hijo, pero además eres todo lo que te dije antes. No entiendo cómo no hay una corte de mujeres tratando de conquistarte-

-Bueno… - dijo Miguel -en algunos momentos los ha habido, pero como te he dicho a mi no me gustan las mujeres jóvenes-

-Eso me encantó. Cuando dijiste que te gustaban las mujeres de mi edad me dio un brinco el corazón y esta mañana, cuando te sentí… casi me muero…-

Por supuesto no iba a contarle que había salido corriendo a mi cuarto a masturbarme como una loca. Pero volví a apretarlo contra mi, haciéndome cada vez más consciente de que mi teta izquierda se aplastaba contra su pecho y mis pezones erguidos deberían sentirse claramente. El simplemente se dejaba abrazar, pero luego de un rato, pasó su brazo derecho por mi espalda y me respondió el abrazo.

-No sabes lo preocupado que estaba- me dijo -yo pensaba que te podías haber ofendido, que podrías… no sé odiarme y botarme de la casa-

-Al contrario hijo. Luego que te fuiste me quedé de lo más contenta. Eso sí, cuando llegué al cuarto, me di cuenta que la pijama que llevaba era un poco… reveladora-

-Ciertamente, jajaja- dijo Miguel riendo -Cuando te ví al entrar a la cocina no podía creer que te estaba viendo las… las…-

-Las tetas, hijo. Puedes decirle por su nombre-

-Eso. Que te podía ver las tetas a través de la tela-

-Si. Perdona. No me di cuenta de que la pijama era tan transparente cuando estaba en plena luz del día-

-No, no tengo que perdonarte nada… fue una visión… - respiró profundo mientras buscaba la palabra correcta -una visión celestial-

-Jajajaja- respondí -No sé en que cielo estás pensando tu en que los ángeles andan con las tetas casi al aire-

-Jajajaja. Tienes razón. Es más, no sé si los ángeles o las ángeles tiene tetas-

-Jajajaja- reímos los dos, dejando de abrazarnos.

-Bueno. Me alegro que hayamos despejado las dudas- dije.

-Todavía tengo una duda mamá. No sé si te molesta responderme una cosa más-

-No, no, dime hijo-

-Ya estamos claros que cuando se excitan a los hombres se nos para el… el…-

-Puedes decirle miembro, pene o la más común de güevo-

-Eso, que a los hombres se nos para el… miembro y Uds. se dan cuenta y lo aceptan, pero cuando las mujeres excitan ¿cómo lo sabemos nosotros?-

-¡Vaya! Esa es una pregunta interesante- respondí -Vamos a ver…-

-Cuando las mujeres nos excitamos se producen un montón de cosas, todas mucho más sutiles que la muy obvia erección de Uds- continué y aprovechando que estábamos hablando de su güevo, le puse la mano encima, sintiendo su dureza y haciendo que él casi brincara en su asiento de sorpresa. Sin embargo la retiré enseguida, no quería propasarme demasiado.

-Usualmente cuando estamos excitadas, las mujeres nos sonrojamos un poco y tenemos la tendencia a hablar demasiado-

-Mmmm. Eso no es fácil de detectar-

-Otra cosa mucho menos visible, por lo menos mientras la mujer está vestida, es que su vulva se humedece. Empieza a emanar fluidos lubricantes preparándola para la penetración-

-Mmmm. Eso no lo puedo ver entonces cuando la mujer está vestida-

-No, pero debes aprender que si vas a hacer el amor, tienes que asegurarte que la mujer esté excitada y húmeda allá abajo antes de penetrarla-

-Ok. Entiendo-

-Finalmente, hay una cosa que sí se puede ver. Los pezones se nos ponen duros cuando nos excitamos- añadí.

-¿Los pezones?- preguntó Miguel.

Entonces me separé un poco de él y me estiré la franela sobre el pecho. Mis dos pezones sobresalían claramente.

-¡Ah!- dijo Miguel sonrojándose profundamente.

-Tienes que tener cuidado porque el frío también hace que se pongan duros-

-¿Tienes frío ahora?-

-No…-

-¿Puedo tocártelos?-

Me quedé pensando un momento y luego le dije:

-Me encantaría, pero hay un problema hijo. Sabes que hay una prohibición tradicional contra el amor físico entre una madre y su hijo. El incesto no es una cosa con la que se puede jugar-

-Es verdad- dijo Miguel separándose un poco de mi en el sofá.

-Yo tengo una … en relación a nosotros. Tu eres para mi como una torta de chocolate para una persona a dieta. Ella puede desear la torta de chocolate, pero no se la puede comer-

-Entiendo-

Yo recosté mi cabeza sobre su hombro y por unos momentos le acaricié los brazos y el pecho. Quedándonos en silencio por unos minutos.

Entonces me armé de valor y le tomé la mano izquierda y me la puse sobre mi teta derecha, apretando su mano contra la teta. Entonces le dije. De vez en cuando puedes tocar la torta, pero no puedes comértela.

Él me acarició la teta despacio. Primero con toda la mano y luego tomó el pezón entre el pulgar y el índice y lo apretó.

-Mmmm- gemí de placer. A pesar de que me acariciaba a través de la tela de mi camisa, el placer era inmenso.

Entonces yo le volví a poner la mano entre las piernas, agarrándole el güevo. Lo tenía muy grande, tal como su padre. Se lo acaricié por unos momentos y luego le dije:

-Mejor será que me vaya a mi cuarto-

-Buenas noches mamá-

-Buenas noches hijo- le dije levantándome. A último momento, sin embargo, me volteé hacia él y lo besé en la boca. Duro. Y después me fui a mi cuarto casi corriendo.

Allí me quité la ropa y me metí en la cama desnuda. Busqué en la gaveta, saqué el vibrador mediano y luego de encenderlo, comencé a acariciarme el clítoris. Con la otra mano empecé a acariciarme las tetas, especialmente la derecha, donde él había puesto su mano, pero estaba demasiado excitada, así que sujeté el vibrador en su lugar con las piernas y busqué el king-kong en la gaveta. 

Cuando lo tuve en la mano, sin poder evitarlo comparé con el güevo de Miguel. ¡Dios mío! ¡Miguel era más grande que king-ñong! Recordé a su padre. El tenía también un güevo grande, que me daba mucho placer, pero después las drogas y el alcohol acabaron con su capacidad de darme placer y menos de mantener la casa, por lo que cuando lo abandoné. Desde entonces me había mantenido libre y nunca había tenido otros hombres. Cuidar a Miguel había sido mi norte.

Abrí las piernas lo más que pude y el otro dildo se cayó sobre la cama. Tomé al king y apoyándolo en la entrada de mi vagina me lo fui metiendo. Con toda la excitación que tenía entró relativamente fácil. Por un instante pensé en el güevo de Miguel entrando así de fácil y gemí de placer.

Cuando el king llegó al fondo,  con la otra mano tomé el dildo, que seguía vibrando alocadamente y me lo apreté contra el clítoris. No aguanté ni dos minutos. Empecé a gemir y a temblar al ritmo de un poderoso orgasmo. Me quité el dildo y dejé de empujar el king, que se salió solo, mientras los estremecimientos de mi cuerpo se iban calmando.

-Uy, ojalá no me haya oído Miguel- pensé cuando finalmente mi respiración empezó a calmarse.

Luego me arropé y me dormí así, mojada con mis jugos y acompañada por mis fieles juguetes.

6. 

Me desperté un poquito tarde, se me había olvidado poner el despertador. Rápidamente me puse la franela y el short de anoche. Metí los juguetes sin lavar en la gaveta y después de hacer pipí, lavarme la cara y cepillarme los dientes, bajé a la cocina.

-Buenos días, bella durmiente. Te quedaste dormida hoy ¿no?- me dijo Miguel con una gran sonrisa mientras comía un plato de avena, sentado en la mesa. 

-Ay si, hijo, perdóname-

-Nada, mamá, no hay nada que perdonar. Supongo que anoche te dormiste tarde leyendo-

-Nada que ver hijo. Simplemente estaba muy cansada-

-Si, me lo imagino. Por cierto, oí unos ruidos extraños en tu cuarto…-

-¿Ruidos raros? No sé- dije con la cara ruborizada pensando en los gemidos que hice cuando acabé anoche -A lo mejor estoy roncando-

-Está bien- respondió Miguel -seguro que fueron ronquidos-

Me paré en la cocina a prepararme un café cuando oí a Miguel levantarse. 

-Me voy- dijo -tengo un día pesado hoy-

Me volteé para despedirme justo en el momento en que él me abrazaba, pegando su cuerpo contra el mío. Esta vez, sin embargo, no estaba excitado y no sentí su miembro contra mi.

-Por cierto- dijo -anoche leí sobre el incesto. Efectivamente es un sujeto muy importante que prohibe el matrimonio entre personas afines-

-Si…-

-Espera- me dijo -el caso es que la prohibición se basa en que no se pueden tener hijos por el riesgo de que nazcan con problemas genéticos-

-Eso…-

-Pero lo que no dice es qué pasa si la pareja no tiene hijos. Es decir, si los involucrados no van a tener hijos, si los evitan a toda costa. ¿Sigue estando prohibido?-

Al terminar de hablar, Miguel acercó su boca a la mía y me besó. Un beso como el de anoche, largo y profundo, pero sin lengua.

Luego se volteó y se desde la puerta se volteó y me dijo:

-¿Quieres salir conmigo esta noche a comer?-

Yo estaba demasiada impresionada para responder. Primero por lo que había sugerido Miguel con relación al incesto y luego con el beso.

-No me respondas ahora. Mándame un mensaje al celular-

Me quedé parada en el sitio. ¿Qué era lo que había dicho Miguel? ¿que si no se tenían hijos en una relación incestuosa no era malo? Parecía un truco. No puede ser que haya una solución tan… sencilla.

Bueno, en el pasado no era fácil evitar los hijos, si tirabas con alguien, casi seguro salías embarazada. Pero ahora que los sistemas anticonceptivos estaban tan avanzados… tal vez.

-No, no puede ser…-

Me terminé de desayunar y me vestí para ir a la oficina. No dejé de pensar en la propuesta de Miguel. Porque era un propuesta ¿no? O una sugerencia. O lo que sea. En cualquier caso llamé a mi ginecólogo y pedí una cita. Me la dieron para el miércoles próximo, lo que era perfecto porque me tocaba la regla… déjame ver el calendario. Si, me tiene que bajar el domingo o el lunes. Yo soy muy regular. Y mi a mi ginecólogo le gusta que yo venga en los primeros días de la regla.

Entonces se me prendió el bombillo y tuve una idea aterradora: si estaba en los días próximos a la regla, ¡yo era básicamente estéril! 

-¿Pero en qué estoy pensando yo?-

-No puede ser que esté seriamente considerando tener relaciones con mi hijo!-

Mas tarde decidí responderle a Miguel y le envié un mensaje:

“Hola hijo. No me siento con ganas de salir esta noche. ¿No te importa que lo dejemos para mañana”

“No hay problema mamá, pero si vamos mañana me gustaría que consideraras que además de comer juntos, vayamos a bailar también”

Me encantó la propuesta. Siempre me encantó bailar, pero al papá de Miguel no le gustaba porque no sabía bailar bien. Así que cuando nos casamos prácticamente no volví a bailar más nunca.

“Encantada de salir a comer y a bailar. ¿A qué hora me pasas buscando?”

“¿Te parece bien a las 8 pm?”

“Muy bien. A las 8 estaré lista”

Le había respondido otra vez en el tono de “amiga” y él enseguida había asumido su rol de conquistador. Veremos cómo juega sus cartas.

El sábado en la tarde me fui a la peluquería. Hice que me lavaran el pelo y me peinaran bonito. También me depilaron la cara, me hicieron una limpieza profunda y me maquillaron. Al salir volví a la tienda de ropa interior y me compré un nuevo juego de ropa interior, más sexy que el otro. 

Al llegar a la casa, no había rastro de Miguel. Con tranquilidad me bañé, me afeité las piernas, los brazos y me arreglé la zona del pubis. Me recorté los vellos con una tijera y me afeité los alrededores. Luego reposé un poco en la cama. No sé porqué me había arreglado el pubis sin no pensaba mostrárselo. Estaba decidida a que sólo sería cenar y bailar. Todas las otras ideas quedaban descartadas. Bueno, quizás lo dejaría besarme un poco, pensé sonriendo mientras descansaba. Apenas me dije eso, sentí cómo la vulva se me humedecía. Parecía que mi cuerpo iba más adelante que yo.

Media hora antes de las 8pm me levanté de la cama y me terminé de vestir. Una falda corta de algodón color crema, que me permite mostrar mis piernas, y una blusa sin mangas, sujeta por dos delgadas tiras, color crema también, un poco más oscuro. Me miré al espejo y por un momento pensé que la falda era demasiado corta, pero me encantaba como me quedaba. A cambio la blusa mostraba sólo el inicio de mis pechos y no tenía botones que abrir, por lo que no tendría la tentación de hacer sufrir a Miguel. Me puse un poco de perfume, retoqué el maquillaje y estaba  lista.

Bajé a la cocina, donde me serví un vaso de agua mientras esperaba a Miguel. Estaba un poco nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada. 

Cuando sonó el timbre me levanté de golpe y casi boto el vaso de agua. Me detuve un momento a tranquilizarme y luego, despacio me dirigí a la puerta.

-Hola Miguel, buenas noches- le dije viéndolo parado en la puerta sosteniendo un ramo de rosas rojas. Casi se me salen las lágrimas de la emoción. Nuevamente me sorprendió con su elegancia. Una bella camisa mangas largas, color gris y unos pantalones negros muy amplios. Las mejillas perfectamente afeitadas y un ligero aroma de perfume.

-Hola Elvira. Buenas noches, te traje unas flores-

-Gracias. Son muy bellas- respondí tomando el ramo -Pasa, por favor, mientras busco un florero para ponerlas-

Fui a la cocina, saqué un florero, lo llené de agua y puse las flores dentro. Lo hice lentamente para aprovechar y tranquilizarme un poco. Nuevamente, ver a Miguel vestido y acomodado como un galán, me emocionaba mucho. Un poco como mamá, pero más como su pareja. Era todo una preciosidad de hombre. Alto, fuerte, uhmmm, para comérselo.

Salí a la entrada con el florero para ponerlo a la mesa y mostrarle cómo apreciaba su regalo. Luego lo miré y le dije:

-¿Vamos?-

Él me sostuvo la puerta mientras yo pasaba y luego cerró con llave. Un pequeño error en nuestra comedia pues no se supone que él tenga llave de “mi” casa, jajaja. Pero está bien, podemos seguir jugando a la “segunda cita”.

Después me acompañó hasta la puerta del carro y abriéndola para mí. Al sentarme tuve la primera sospecha de que iba a pasar trabajo con la minifalda pues ésta se me subió tanto que estoy casi segura que le mostré las pantaletas a Miguel. Menos mal que éstas eran de color negro y no había mucha luz, pero en cualquier caso, mientras él daba la vuelta para entrar por su lado, aproveché para estirarme la falda para cubrir mis piernas. Bueno, algo de mis piernas pues definitivamente la falda era muy corta.

Luego de manejar por un largo trayecto, conversando animadamente, llegamos a nuestro destino. Un conjunto de locales nocturnos en los que se mezclaban restaurantes, discotecas y todo tipo de negocios de ese estilo.

Entramos en un restaurant de su escogencia y pronto estábamos sentados en una discreta mesa en una esquina más bien apartada del local. 

-¿Qué quieres beber?- me preguntó.

-No estoy segura ¿quizás una copa de vino blanco?-

-Me parece muy bien. Voy a pedir una botella- 

-¿Una botella? ¿No será demasiado?-

-Vamos a cenar y luego a bailar. Lo que tome se me habrá pasado para el momento en que vaya a manejar de nuevo-

-Tienes razón. Pidamos la carta de vinos-

Comenzamos la cena con un brindis y seguimos con una deliciosa entrada de paté de la casa para él y una sopa de cebolla para mi. Luego pedí un pescado, no recuerdo el nombre del plato, mientras él se comía un enorme pedazo de biftec. El vino nos había aligerado el ánimo y nos habíamos reído de lo lindo. Él me contaba cosas de sus clases y yo le contaba de mi trabajo. Algunas cosas creo que ya las sabía, pero el ánimo y el vino nos hacían reír como si las oyéramos por primera vez.

Cada vez que teníamos oportunidad, nos tomábamos de las manos, acariciándonos mutuamente como verdaderos enamorados. Lo que ciertamente parecía que fuéramos. De vez en cuando, también nos quedábamos viéndonos a los ojos sin hablar, leyendo nuestro amor en los ojos del otro.

No comimos postre pues no queríamos estar muy llenos. Nos esperaba una nueva travesura y era salir a bailar, lo que requería de un cuerpo ágil y no embarazado de demasiada comida. Simplemente nos quedamos en la mesa conversando y terminando de tomar la botella de vino.

Finalmente luego de pagar, nos paramos y salimos del restaurant, rumbo a una discoteca un par de locales más allá. Yo había tomado mucho más vino que él y me sentía ligera. Todas mis angustias olvidadas y feliz de tener una pareja que me llevaba a comer y a bailar.

Entramos en un local tipo latino, no sólo por el nombre “Bailaito” sino por el tipo de música que sonaba sin cesar: cumbias, merengues, bachata. No habíamos terminado de acomodarnos en una pequeña mesa en el lado derecho del local, cuando mis pies me picaban para salir a bailar.

Un mesonero se acercó enseguida y pedimos unos tragos. Yo pedí una copa de vino blanco, para seguir en la misma nota, mientras Miguel pidió una “cuba libre”. Yo lo miré preocupada por el límite alcohólico y que él era el que estaba manejado, pero sonriendo me dijo que probablemente no se lo iba a tomar, pero que había que cumplir con las apariencias.

Los tragos llegaron enseguida y mientras bebía un poco de mi copa, definitivamente un vino mucho peor que el que habíamos disfrutado en la cena, Miguel se sirvió mucha coca-cola en su cuba libre.

Luego me sacó a bailar. Nunca había bailado con él, pero confiaba en que mis habilidades no se me hubiesen olvidado y pudiera adaptarme a sus pasos. Él paso un brazo por mi espalda y tomando mi mano derecha en la suya. Yo hice lo propio, apoyando mi mano izquierda en su hombro y empezamos a movernos. Para mi sorpresa, luego de unos momentos de duda por mi parte, empezamos a deslizarnos por la pista sin mayores dificultades. Sonaba un merengue, por lo que los movimientos eran muy simples y él parecía saberlos bien.

Poco a poco él fue tomando confianza y empezó a acelerar los movimientos, aparte de dar pasos más largos. Yo fluía sin ningún problema y ante la más ligera indicación de su cuerpo moviéndose hacia algún lado, yo respondía acorde. Así bailamos un largo tiempo, 4 o 5 canciones. No podíamos conversar mucho porque le música lo impedía, pero yo estaba cada vez más feliz, bailando con él.

-¿Quieres descansar?- me preguntó acercando su boca a mi oído, lo que me hizo estremecer al sentir sus labios rozando mi oreja.

-Bueno. Dame unos minutos. Además tengo que ir al baño-

Miguel me condujo a la mesa y luego de tomar un sorbo de mi copa, me dirigí al baño. El loca estaba full y la pista de baile también. Había personas en todas partes y muchas de ellas no sólo bailaban, sino que algunas se besaban y se acariciaban en los pasillos oscuros. Después de hacer mis necesidades, me arreglé un poco en el espejo, desde donde pude ver el reflejo de dos muchachas unidas en un beso profundo en uno de los apartados que estaba abierto. -Los tiempos modernos- pensé.

Al regresar a la mesa, Miguel estaba distraído viendo a la gente bailar, tomando su cuba despacio.

-Hay mucha gente- le dije.

-Si- respondió sonriéndome y dándome un beso en el cuello que me hizo estremecer de nuevo.

-Vi a una pareja de muchachas besándose en el baño- le dije acercando mi boca a su oreja para que me pudiera oír y luego mordiéndole el lóbulo.

-Ay- dijo riendo y luego respondió a su ves acercando su boca a mi oreja de nuevo -Si y yo he visto varias parejas de hombres o no sé, cómo llamarlos-

Me había pasado el brazo por la espalda para acercarse a mi y yo me dejé llevar, con lo que quedé pegada a él. Mi teta derecha contra su pecho. Mmmm.

-Vamos a bailar otra vez- me dijo en la oreja al tiempo que me la besaba ligeramente.

La música seguía alegre en la misma onda que antes, merengues y cosas de eso. Ahora la pista me pareció que estaba más llena y tuvimos que bailar un poco más pegados, lo que con la práctica que llevábamos no era ningún problema. Sus pasos seguían siendo largos y yo giraba contra sus piernas haciendo que de vez en cuando mi entrepierna se restregara contra él de una forma muy agradable.

Luego, al terminar esa canción, bajaron la intensidad de las luces de la pista un poco más y una lenta canción de Juan Luis Guerra empezó a sonar por las cornetas. Yo le solté la mano que agarraba la suya y se la pasé por el cuello, agarrando mi otra mano. El hizo lo propio, pasando su mano por mi espalda, abrazándome por la cintura. Indefectiblemente eso hizo que nuestros cuerpos se pegaran completamente. Mis tetas se aplastaron contra su pecho y mi vientre contra sus caderas. 

Pronto sentí como su güevo se endurecía contra mi vientre, mientras mis pezones también se erguían ante el roce de nuestros cuerpos moviéndose al ritmo de la lenta música. Los pocos movimientos laterales que podíamos hacer en la pista de baile llena de gente hacía que me restregara divinamente contra su güevo, lo que me hacia excitarme más. Yo tenía mi cabeza apoyada contra su mejilla, pues la diferencia de alturas me impedía apoyar mi mejilla, pero entonces Miguel bajó su cabeza y empezó a recorrerme el cuello besándome y acariciándomelo con sus labios. Yo no podía sino estremecerme con cada beso y apretarlo más contra mi. Finalmente no pude más y levanté mi cabeza hacia él, lo que él entendió que quería decirle algo, pero yo no quería hablar. En lo que estuvo a mi alcance, busqué sus labios y lo empecé a besar. Pero no bastaba, las caricias de su cuerpo restregándose contra el mío, el calor de los otros cuerpos tropezándose contra nosotros, el vino… hizo que abriera la boca y con la lengua buscara la suya. El se dio cuenta inmediatamente y abrió sus labios. Mi lengua se introdujo ansiosa en su boca y comencé a jugar con la suya. Un juego de abrazos y caricias en la profundidad de su boca. 

Mientras, las manos de Miguel habían encontrado el pequeño espacio entre mi blusa y mi falda y los dedos de su mano derecha se habían introducido por ahí y me acariciaban la piel desnuda de mi espalda.

Yo me estaba derritiendo en medio de este erótico asalto a mis sentidos, mi vientre contra su duro güevo, mis pezones contra su pecho, mi espalda con sus dedos y lo más importante, nuestras lenguas enzarzadas en un interminable juego de caricias. 

Perdí la noción del tiempo y la música me empujaba de un lado a otro, sin saber cuando acababa una canción y cuando comenzaba otra. Al final, el tuntún de un nuevo merengue nos indicó que el lapso de música lenta había terminado y volvían los brincos.

Reluctantes, nos separamos. Con los labios ardiendo de todos los besos que nos habíamos dado y la piel excitada de las caricias, nos tambaleamos camino a la mesa. Me bebí la copa de vino de un solo trago, mientras él bebía apenas un sorbo de la cuba libre, temiendo por su nivel alcohólico. 

Por unos momentos nos quedamos en silencio, pero luego me acerqué a él abrazándolo de lado, y acercando mis labios a su oreja, le susurré: 

-Me encantó sentirte- terminando con un beso húmedo en su oreja.

El se estremeció y tuvo que retirar su cabeza para mirarme con los ojos inyectados de amor y deseo. Luego acercó sus labios a mi oreja e igualmente me susurró:

-A mi también me encantó y no quiero separarme de ti nunca- dijo intentando besarme a su vez en la oreja, pero yo volteé rápidamente la cara y busqué su boca con la mía y comenzamos a besarnos de nuevo.

Mientras lo hacíamos, él apoyó su mano derecha en mi muslo desnudo, comenzando a subir poco a poco. Me estremecí de placer pero no me podía decidir detenerlo. Sólo cuando sus dedos empezaron a meterse bajo mi falda, decidí que era suficiente, con lo que le tomé la mano con la mía y se la levanté, poniéndola en mi cadera mientras seguíamos besándonos.

Su mano se quedó un rato quieta, pero luego comenzó a subir. Esta vez a mis tetas. No quise o no pude detenerlo y cuando me apretó deliciosamente la teta izquierda con la mano, no pude sino gemir de placer.

Seguimos besándonos por un largo rato, mientras él me acariciaba, pero cuando su mano empezó a bajar y llegó a mis muslos otra vez, lo detuve y le pedí que bailáramos otra vez.

Reluctante, dejó su mano en mi muslo por unos segundos, muy cerca de mis pantaletas, luego la subió y la deslizó por encima de mis vulva rápidamente, mientras se levantaba para ir a bailar. Por un instante no me pude mover, con la sensación de sus dedos en mi cuerpo haciéndome temblar de placer. Pero allí estaba él parado, esperando por mi, así que me compuse y me dispuse a bailar.

Pasamos mucho rato en la pista, bailando con la alegre música latina. Igual que antes, los merengues, las cumbias y otras cuyo nombre no recuerdo animaron nuestros cuerpos a deslizarse por la pista de baile. Una diferencia con respecto a la vez anterior era que cuando la música lo permitía, me pegaba mucho a su cuerpo y deslizaba mi entrepierna contra sus caderas o contra sus muslos, lo que me enviaba oleadas de placer directamente a mi clítoris. Yo estaba, por supuesto, mojada a más no poder y cualquier cosa que me rozara la vulva era divino. Obviamente él seguía duro y yo procuraba mantenerlo así pegándome a él también a cada rato.

Cuando ya no podía más del cansancio, le pedí que paráramos. Así pues, nos dirigimos a nuestra mesa, donde nos encontramos que otra pareja ocupaba las otra parte de la mesa. Los saludamos amablemente y nos sentamos. Entonces noté que la pareja era un poco extraña, era evidentemente una pareja gay, que nos devolvieron el saludo alegremente. Con ellos tan cerca me sentí un poco cohibida a seguir con nuestros besos y caricias de antes, así que simplemente descansamos, terminando los tragos que teníamos.

-¿Quieres otro?- me preguntó Miguel al oído y aprovechando como antes para mesarme en la oreja.

-Jajaja- me reí por las cosquillas que me produjo el beso, pero entonces le respondí de la misma forma en su oído

-No, ya tengo suficiente. ¿Y tú?- besándole después el cuello desde la oreja hasta el borde de la camisa.

-Yo tampoco quiero más- respondió él, buscando mi boca para besarme.

Yo miré a la pareja enfrente de nosotros, pero ellos estaban también en lo suyo, besándose apasionadamente, por lo que dejé que Miguel me besara en la boca.

Al cabo de unos segundos, sentí que su mano derecha subía otra vez por mi pierna y abrí los ojos para ver a la pareja de enfrente. Nada que ver, ellos seguían besándose y acariciándose al igual que nosotros. Así pues no sólo dejé que Miguel empezara a acariciarme mi “cosita”, sino que mi mano buscó entre sus piernas y por segunda vez le agarré el güevo. Ahora sin prisas. Tal como la primera vez me di cuenta de que la tenía muy grande y, tal como lo había sentido toda la noche, muy dura. La tela de su pantalón era muy delgada, probablemente de lino, lo que me permitió agarrárselo con comodidad y apretarlo. Era tan gorda que no podía abarcarlo con mi mano, lo que me asustó un poco. ¡Era mucho más grande que king-kong! Despacio subí y bajé la mano, masturbándolo y gimió de placer. Mientras, él me acariciaba a mi, aunque un poco torpemente. Obviamente se notaba su poca experiencia.

Nuevamente cambió la música y se puso lenta. Entonces lo invité a bailar de nuevo.

-¿Vamos a bailar?- le dije al oido.

-Claro- 

Entonces, al levantarse de la silla, se quejó un poco: -¡Auch!-

-¿Qué te pasa?- le pregunté alarmada.

-No sé- me dijo -de repente me dolieron los testículos-

-¿Te dolieron las bolas? ¿Te golpeaste?-

-No, no me golpeé- respondió parado a mi lado -Simplemente me dolieron de repente. Pero no me hagas caso, vamos a bailar-

Salimos a la pista y empezamos a bailar abrazados como antes, pero se le notaba la incomodidad. Su güevo seguía parado apretado contra mi vientre, pero aparentemente el movimiento siguiendo la música le hacía rozar las bolas y le dolía.

De pronto me acordé. A su padre le sucedía cuando estábamos empezando a salir. Después de pasar mucho tiempo excitado, aparentemente le producían una congestión de semen o algo así. Usualmente se le pasaba solo, pero la mejor forma de que le pasara era… dejando salir el semen. -Ups- pensé -creo que voy a tener que hacer algo para aliviarlo- lo que me hizo tomar una decisión.

-¿Cómo vás?- le pregunté mientras bailábamos.

Él me miró y trató de disimular: -Mejor-

Pero se le veía que estaba incómodo.

-Está bien. Vamos a dejar de bailar, que no lo estás pasando bien-

-Pero yo quiero estar contigo- protestó.

-Y yo quiero estar contigo, mi amor- le respondí besándolo en la boca. 

Cuando el beso terminó, continué diciéndole: -Pero no sufriendo así. Vamos a la casa que yo tengo un remedio para eso-

-¿Tienes un remedio?- dijo él separándose de mi y dejando de bailar.

-Si. Vamos-

Sin pasar ni siquiera por nuestra mesa, nos dirigimos hacia la puerta de la discoteca. Cada vez había más gente dentro, pero eso ya no era nuestro problema. Miguel caminaba un poco raro, seguramente por el dolor en las bolas. Yo me apretaba contra él, asegurándome de restregar mis tetas contra su brazo, lo que seguramente no era lo más adecuado para su “congestión”.

Me senté en el carro y la falda se me subió casi hasta la cintura, pero cuando iba a arreglármela me sentí sexy y decidí dejar que me viera las piernas, lo que realmente no ayudaba en su problema, pero me hacía sentir bien a mi. Mientras manejaba, le tomé la mano libre y puse ambas en mi regazo, muy cerca de mi vientre, donde mi vagina seguía produciendo gran cantidad de fluidos.

Al llegar a la casa, él me abrió la puerta del carro y yo salí del carro rozando mi cuerpo contra el suyo sin apenas poder contenerme. Luego caminamos hasta la puerta.

-Gracias por esta agradable velada- le dije abrazándolo ante la puerta.

Él se quedó un poco confundido, habiendo olvidado que se trataba de una “cita”, pero luego recordó.

-No, gracias a ti, Elvira-

Entonces nos abrazamos y nos besamos en la boca por varios minutos. Yo sentía que él seguía duro y que probablemente le dolían las bolas todavía, por lo que no prolongué mucho más el beso.

-Buenas noches- le dije entonces viéndolo a los ojos.

-Buenas noches-

Pasé por el quicio de la puerta y luego me volteé de nuevo hacia él:

-Hola hijo, pasa-

El se quedó un instante en la puerta, intentando cambiar de modo “pareja” a modo “hijo”, pero entonces entró, dándome un beso en la mejilla.

-Hola mamá, gracias por esperarme tan tarde-

-Pasa, pasa- le dije cerrando la puerta detrás de él.

-Me dijo Elvira que tienes un problemita-

-Oh… si-

-Ok. Ya lo vamos a resolver. Vamos a la sala-

Caminé abrazado a él hacia la sala, tal como había caminado al salir de la discoteca, lo que no se cuadraba muy bien con el cambio de modo, pero era tan rico sentir sus brazos musculosos…

-Siéntate en el sofá y ponte cómodo- le dije.

El hizo lo que le dije y yo me arrodillé frente a él.

-¿Qué haces?- preguntó extrañado.

-No te preocupes, déjame a mi, que yo sé cómo aliviar ese dolor que te está molestando-

Entonces procedí a quitarle los zapatos y las medias. El se dejó hacer pacientemente. Luego me quité mis zapatos, subiéndome también un poco la falda para poder moverme más cómodamente. El me miraba con curiosidad.

Arrodillada entre sus piernas, agarré la correa de su pantalón y empecé a abrirla.

-¿Qué haces?- volvió a preguntar.

-Ten confianza- le respondí -y déjame quitarte los pantalones… y los interiores también-

Obedientemente me dejó hacer, levantando el culo para que pudiese sacarle el pantalón y los interiores. Incómodo se puso las manos sobre el güevo tapándoselo modestamente.

Entonces le agarré las manos y se las quité.

-Lo que tienes- le dije -es una congestión. Tienes tus conductos seminales llenos de fluidos, de semen específicamente, y hasta que lo expulses…-

El me miraba un poco asombrado, al mismo tiempo que esperanzado.

Entonces le agarré el duro güevo con las dos manos. Tal como había sentido antes, lo tenía grande, más grande que su padre. ¡Y duro! Parecía imposible que se le hubiese puesto tan duro. Con razón le dolían las bolas.

Le empujé las piernas un poco para los lados para tener más espacio y acerqué mis labios, dándole un beso en la punta.

-Ohhh- gimió.

Moví las manos un poco arriba y abajo. Era tan grueso que casi no lo podía abarcar con los dedos, pero igual lo masturbé un poco. Luego volví a besarle la cabeza que estaba roja y congestionada.

Abrí la boca y me lo metí. Tuve que abrir más, porque no era fácil. Pasé mi lengua por toda la cabeza y ahora fui yo la que se estremeció de placer.

Poco a poco fui cogiendo confianza y mientras lo seguía masturbando con las dos manos, me iba introduciendo más y más en la boca. Tenía mucho cuidado en no tocarle las bolas, ya que sabía que era allí donde más le dolía.

El gemía despacio, con el cuerpo echado hacia atrás y los ojos cerrados, concentrado en mis administraciones. Yo traté varias veces de hacer contacto visual con él, pero era inútil, estaba más allá del mundo.

No llevaba mucho tiempo mamándole el güevo y pronto me di cuenta que estaba próximo a acabar. No en vamos llevábamos horas acariciándonos y besándonos.

Me concentré en mis caricias y en pasarle la lengua por todas partes, cuando él empezó a ponerse rígido y me preparé para recibir su semen en mi boca.

-AAAAAAHHHHHHH- gimió.

El primer chorro fue tan duro y copioso que me sorprendió. Cayó directo en mi garganta y casi me atraganto. Inmediatamente me lo saqué un poco y puse la lengua de forma tal que los siguientes chorros chocaban con ésta y me daba tiempo de tragármelos tanto como podía, aunque al final no pude con todo y una parte se me chorreó por el borde la la boca.

Cuando Miguel terminó de acabar, le repasé todo el güevo limpiándolo y luego me incorporé del suelo, recogí la falda hasta dejar mis piernas libres y me subí al sofá poniendo una rodilla a cada lado de su cadera, para luego acostarme sobre él. Entonces empecé a darle besos por toda la cara, evitando su boca por si le molestaba el sabor a semen que yo tenía, pero a él no le importó y agarrándome la cara, me hizo besarlo en la boca.

Por los siguientes minutos seguimos besándonos, mientras yo lentamente me restregaba contra su cuerpo. Él había acabado pero yo no y estaba ardiendo. 

Entonces él me abrazó duro y sujetándome, me hizo girar hasta quedar debajo de él. Una vez que él estuvo arriba, empezó a su vez, a besarme por todos lados, para luego comenzar a deslizarse hacia abajo. Me cubrió de besos las tetas, siempre por sobre mi ropa, porque no me había desnudado aparte de subirme la falda. 

Luego siguió bajando, besándome el vientre hasta que él quedó arrodillado entre mis piernas. Desde allí comenzó con sus besos a recorrer mi piel alrededor de mis pantaletas. 

-Mmmm- gemía yo, estremeciéndome de placer con el contacto de sus labios entre mis muslos.

Volvió a subir sus labios hasta mi vientre, mientras con sus manos me agarró las pantaletas y empezó a bajármelas. Yo estaba tan excitada que no pude adivinar que tenía que levantar el culo del sofá, por lo que él tuvo que pedírmelo:

-¿Me ayudas?- dijo mirándome. Yo me le quedé viendo sin entender lo que quería, con todo lo obvio que podía ser, por lo que él volvió a halar las pantaletas.

-¡A claro¡- respondí con la voz temblorosa de la excitación.

Miguel me bajó las pantaletas y por primera vez quedé desnuda frente a él. Me sentía un poco rara, pero estaba tan caliente que no pensé sino en el calor que sentía y las ganas de que él me comiera toda.

Cuando sentí su lengua en mi conchita, me estremecí y gemí:

-¡Aaaaahhhh! ¡Siiiiiii!-

El comenzó a lamerme de una forma un poco torpe. Era obvio que era la primera vez que se comía a una mujer. Su lengua me recorría toda, pero iba demasiado rápido y demasiado superficialmente.

-Espera, espera- le dije sujetándole la cabeza para dirigir sus movimientos -tienes que moverte más despacio. Metiendo la lengua por todas partes y en especial en mi clítoris-

-Siiii- gemí cuando, haciéndome caso, comenzó a acariciarme allí.

-Pero ahora tienes que dejar que descanse un poco y lamerme en otras partes…-

-Ajaaa…. asiiií…- iba diciéndole mientras él iba aprendiendo dónde me gustaba más.

Demasiado pronto ya no pude hablar más y me concentré en el orgasmo que avanzaba a pasos agigantados. Entonces Miguel se concentró en mi clítoris, deslizando su lengua por la cabecita al tiempo que lo chupaba.

-AAAAAAAHHHHHHH- gemí cuando explotó mi orgasmo. El orgasmo más poderos que haya tenido nunca. El continuaba chupándome por lo que tuve que empujarle la cabeza para que no lo hiciera más pues estaba muy sensible. Mientras, nuevas oleadas de placer me hacían estremecer.

-AAAAAAAHHHHHHH- seguía gimiendo -SIIIIIIII-

Cuando Miguel sintió que el orgasmo había pasado, se levantó y se acostó sobre mi, besándome por toda la cara y la boca. Yo apenas podía respirar, pero estaba tan feliz que no me importaba.

De pronto sentí una presión en mi vulva y me dí cuenta de que ¡era el güevo de Miguel!

-No, no, no…- comencé a protestar cuando su gran cabeza ya se había abierto paso en mi cuerpo.

-Nooooo….. aaaahhhh- gemí sintiendo cómo su güevo avanzaba dentro de mi, abriéndome, poseyéndome…

Abrí mis ojos para verlo y vi que tenía los ojos cerrados, concentrado en su propio placer. 

Pronto el güevo se detuvo y retrocedió un poco, para volver de nuevo a entrar. Yo no había terminado de acabar y ahora su güevo me hacía acercarme de nuevo al orgasmo. En respuesta, levanté mis piernas y las enrollé detrás de su espalda, lo que levantó mi vulva e hizo que me penetrara completamente.

-AAAAAAHHHHH- gemí al sentirlo profundamente encajado dentro.

-OOOOOHHHHH- gimió él, inundado de placer.

Pasaron unos segundos sin que nos moviéramos, pero poco a poco yo comencé a menear mis caderas al tiempo que él empezó a sacar y a meterme el güevo. Los movimientos eran tímidos al comienzo, como probando, pero pronto adquirimos confianza y él empezó a bombearme literalmente con ese enorme miembro. La cabeza me llegaba tan profundamente que mi útero y mi vagina se tuvieron que acomodar, pero al mismo tiempo, el placer era tan grande que no sólo no me molestaba, sino que yo empujaba con mis caderas para hacerlo entrar más adentro.

Ambos habíamos acabado pocos minutos antes, por lo que ni él ni yo sentíamos prisa por terminar, así que nos dispusimos a tirar con toda la tranquilidad del mundo. A los 10 minutos, sin embargo, él empezó a dar muestras de cansancio, por lo que le dije:

-Vamos a girarnos un poco para que te puedas apoyar mejor-

Entonces desentrabé mis piernas de su espalda y él me lo sacó el güevo, lo que me produjo una especie de vacío. Pero inmediatamente me acomodé en sofá de lado y lo invité a metérmelo de nuevo.

Él se acomodó entre mis piernas y yo le agarré el güevo para guiarlo. Cuando se inclinó hacia adelanta, yo le puse la cabeza en mi entrada y el se dejó caer sobre mi, empujándolo hasta el fondo de nuevo. Volví a amarrarlo con mis piernas sobre su espalda y volvimos a agarrar el ritmo.

Seguíamos gimiendo al compás de cada arremetida:

-AAAAHHH- gemía yo y -OOOOHHH- gemía él, cada vez que llegaba al fondo.

Sus bolas me golpeaban mi culo cada vez y la parte de arriba de su güevo me rozaba el clítoris al apretarse contra mi vulva.

Pronto sentí cómo mi orgasmo empezaba a formarse allí donde su güevo me golpeaba por dentro, pero quería esperar a que él estuviese listo, lo que no tardó mucho. Sus gemidos empezaron a cambiar de tono y sus movimientos a perder eficacia, lo que me indicaba que estaba perdiéndose en su mundo de placer.

-Me faaaltaaa pocooo- me dijo arrastrando las palabras.

-Daaamelooo todooo- le respondí -acaaabaaa dentrooo de miii- le respondí.

-Perooo-

-No te preocuuupees- le dije besándolo en la boca.

Eso bastó para que él se decidiera y pocos instantes después empujó con todas sus fuerzas y sentí cómo su semen se vaciaba en mi vientre. Sentirlo acabar dentro de mi causó que yo acabara también y enseguida sentí mi cuerpo explotando de placer nuevamente.

Después de 5 o 6 embates de su güevo llenando mi vientre Miguel colapsó sobre mi, donde aproveché para abrazarlo duro mientras mi orgasmo seguía haciéndome temblar de placer.

Poco a poco fuimos recuperando la respiración y el cerebro comenzó a funcionarnos de nuevo. Miguel se levantó de sobre mi, a donde había caído al final de la cogida y se echó a un lado en el sofá.

-Eso fue… maravilloso- dijo jadeando todavía un poco.

-Si, mi amor. Fue maravilloso- le respondí besándolo en los labios.

Él entonces se inclinó sobre mi y empezamos de nuevo a besarnos en la boca con pasión. Solo que sin la angustia de querernos coger.

Al cabo de un rato le dije:

-Mejor será que me levante porque hay un líquido saliéndome que pudiera manchar el sofá-

-Hablando de líquido… yo iba a sacarlo cuando…- dijo él.

-Si, ya sé, pero no es necesario. La regla me debe bajar mañana por lo que estoy protegida en este momento.

A él se le iluminó la cara diciendo:

-¿Estas protegida ahora?-

-Si. Podemos hacerlo sin problemas-

-Uhhh… ¿podemos irnos al cuarto?-

-Jajaja. Cómo se ve que tienes sólo 21 años. ¿Ya tienes ganas?-

-Bueno… puedo esperar un poco… ¿cómo 5 minutos?-

-Jajaja. No van a ser más. Yo tengo que limpiarme e irnos a un lugar más cómodo- le respondí mientras me cubría el vientre con las pantaletas para evitar que se me saliera todo al levantarme.

-Ve tu también a limpiarte y nos vemos en mi cama-

Cuando salí del baño, Miguel estaba acostado en mi cama, cubierto con sólo una sábana. Sobre su vientre la sábana mostraba que ya lo tenía parado y listo para una nueva ronda.

En la mañana volvimos a hacerlo una vez más, pero luego, mientras me bañaba me bajó el período y tuvimos que suspender los planes de pasarnos el día en la cama tirando. Él insistía en cogerme aún con la regla, pero yo lo disuadí porque en general me siento un poco decaída en esos días.

El martes fui al médico ginecólogo que me revisó completamente, encontrándome en perfecto estado. Aproveché para pedirle que me recetara unas pastillas anticonceptivas porque esta “saliendo” con un hombre maravilloso. Él se sonrió y me colocó más bien un dispositivo intrauterino. 

Una vez resuelto ese “problemita” Miguel y yo nos convertimos en amantes fijos. Dormíamos en mi cama y hacíamos el amor todas las noches y los fines de semana varias veces también.

Para evitar problemas, Miguel aceptó una beca para continuar sus estudios en Inglaterra y cerrando la casa, nos fuimos juntos. Allá se inscribió en la universidad y aprovechando que teníamos el mismo apellido, yo me convertí es su “esposa”. Han pasado 20 años desde entonces y todavía estamos en Inglaterra, viviendo felices. 

Mayo de 2019