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Cómo me convirtieron en una depravada (6/11)

en Grandes Series

A pesar de que ambos habían tenido una relación muy estrecha, hacía muchos años que Marco y su hermana Mónica no se podían encontrar con frecuencia, ya que Mónica ha estado viviendo por todo el mundo, hasta en punto de que los hijos de Marco hacía muchos años que no la veían y yo, simplemente no la conocía.

Sin embargo, Mónica recientemente se había mudado a Milán, así que ha aprovechado la primera ocasión para venir a pasar unos días con nosotros.

Mónica llegaba esa tarde de sábado, pero yo quería aprovecharla para irme de compras con Clarice. Después de la excitación de la mañana en la piscina, me sentía totalmente desatada, y necesitaba quedar con Clarice para irnos de compras, así que le pedí a Érica que la fuera a recoger al aeropuerto, y llamé a Clarice para, después de desayunar, coger el coche para ir a su casa.

Cuando llegué a su casa, aparqué y llamé a la puerta. Clarice me abrió envuelta en una toalla, ya que justo se iba a meter en la ducha. Como una perrita sumisa la seguí al baño donde, nada más entrar, dejó caer su toalla con sensualidad, a la vez que me miraba y se humedecía los labios. Ver a Clarice producía una extraña sensación: tan bella y femenina, pero con un pene bien grande entre sus piernas. No pude resistir la tentación de meterme en la ducha con ella.

Cogió la ducha para mojarme el conejito, y luego me lo en jabonó. Al notar sus caricias, volví a mojarme. Clarice acariciaba mi entrepierna para repartir bien el jabón, con fugaces pasadas por mi clítoris, mientras yo veía como su pene se iba hinchando. Cuando mi coñito estuvo bien cubierto de jabón, Clarice cogió una maquinilla y me lo repasó, dejándome los labios bien rasurados y suaves, y dejando una pequeña muestra de pelo por encima de mi rajita, con forma de lágrima.

Su pene seguía creciendo y no pude soportar esa visión, me arrodillé frente a ella, y me metí su golosina en la boca. Succionaba con intensidad su miembro, mientras notaba cómo este crecía dentro de mi boca.

Cuando noté cómo me tocaba el fondo de la garganta, me saqué de la boca la polla de Clarice, que estaba bien cubierta de saliva, con hilos colgando de ella. Agarré el miembro con fuerza y empecé a pajearlo mientras succionaba sus gordas y depiladas pelotas, hasta volver a metérmelo hasta la garganta. En ese momento, Clarice me agarró del pelo y empezó a follarme la boca bajo la lluvia de agua, moviéndose desaforadamente hasta correrse en el fondo de mi garganta. Me tragué la cantidad ingente de leche espesita que dejó en mi boca, y lamí su estaca hasta dejarla bien limpia de leche y babas, mientras la mulata acariciaba cariñosamente mi cabeza.

Nos besamos y acabamos de duchar y vestir, para irnos de compras al centro de la ciudad.

Compré dos pares de zapatos con tacones de vértigo, así como unas botas hasta las rodillas. También cayó ropa interior en cantidad, con varios conjuntos de tanga y sujetador, ropa de baño sexy y varias piezas de ropa muy cortas y con sugerentes transparencias. Realmente me sentí como una gogó poniendo al día su fondo de armario, y me excitaba el mismo hecho de imaginarme vestida con lo que iba comprando.

Almorzamos juntas y, al acabar, quise aprovechar la ocasión para decorar mi conejito, que después del trabajo de Clarice en la ducha lucía extremadamente sugerente, con un piercing en el clítoris y, ya que estaba con ganas, me decidí también por ponerme otro piercing en el pezón derecho, por recomendación de Clarice. Tendría que estar una semana de reposo, pero el resultado sería de lo más sexy.

Cuando acabamos al anochecer, fui a acompañar a Clarice a su casa, y luego volví a casa para conocer a mi cuñada, que ya debía haber llegado.